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Fortunata y Jacinta

¡Qué m… de izquierdas!

Forja 035 · 9 junio 2019 · 34.53

¡Qué m… de país!

¡Qué m… de izquierdas!

Buenos días, sus Señorías, mi nombre es Fortunata y Jacinta, esto es “¡Qué m.. de país!” y hoy dedicaremos este programa a la m… de las izquierdas.

Pues ya te puedes ir poniendo los trapitos de cristianar, morena de mi copla, porque con este temita ya está la función armada.

Quedan ustedes avisados de que este será el primer capítulo de una tetralogía que nos tendrá ocupadas las cuatro próximas semanas: qué m… de izquierdas, qué m… de derechas… qué m… de extrema derecha… y qué m… de extrema izquierda.{1}

Pues con más razón, zaragata, fijo que habrá tiros así que será preciso hacer provisiones.

Ay, qué bien, siempre soñé con hacer provisiones.

Ustedes habrán observado que, cuando se habla de la izquierda, normalmente se la trata como una idea sublime, metafísica, esto es, se habla de la izquierda desde la antidialéctica y no desde la dialéctica, pero a nosotros lo que nos interesa es el racionalismo crítico y dialéctico, no el racionalismo acrítico, antidialéctico y autocomplaciente.

Así que hoy nos proponemos criticar la idea pánfila de la izquierda política como unidad armónica. Y con criticar queremos dar a entender operaciones de clasificación, esto es, operaciones de discriminación, distinción y comparación. Es decir, trataremos, desde el materialismo filosófico, de discriminar y distinguir las diferentes generaciones de izquierda que han ido generándose desde la Revolución Francesa.

Porque izquierda no ha habido una, sino muchas: no es lo mismo la izquierda jacobina que la socialdemocracia, así que no se puede ir por ahí imprimiendo pancartas rojas diciendo “somos la izquierda”, ¡menudo morro!

Mira, a alguno se le ha puesto un color como expeditivo en la cara.

Pues nada, que avisen a la casa de Socorro.

Nuestro libro de cabecera para desembrollar tan embrollado asunto es El mito de la Izquierda de Gustavo Bueno, publicado por Ediciones B en el año 2003.

La izquierda no puede entenderse como una concepción unívoca de la vida política y menos aún de la vida y del mundo en general. La izquierda no ha formado nunca una unidad y, si así ha sido, dicha unidad ha sido polémica (en la lucha, como dos hoplitas) o por una alianza coyuntural frente a un enemigo común, pues la solidaridad es siempre frente a terceros y/o cuartos. Por eso, desde el pluralismo político hablamos de generaciones de izquierda, que sólo pueden contemplarse históricamente.

Gustavo Bueno las llama generaciones o géneros para clasificarlas y para indicar que son géneros que nacen unos de otros. Estamos ante lo que Bueno llama géneros plotinianos. Parafraseando a Plotino puede decirse que las izquierdas pertenecen al mismo género, no porque se asemejen entre sí, sino porque todas descienden de un mismo tronco. La primera generación de izquierda vendría a ser el género generador por el que se constituyen sucesivamente las demás generaciones. Tal sucesión no quiere decir que cada generación vaya a borrar a las siguientes, y tampoco que cada género viniese a ser una especie de compartimento estanco, pues, aunque puedan mantenerse como tendencias más o menos «puras», también pueden mezclase con otros géneros y crear corrientes híbridas o eclécticas. Asimismo, como señala Bueno, «cada generación o género de la izquierda no es sólo la negación de la derecha, sino también la negación de otros géneros de la izquierda».

Habría, por tanto, seis generaciones de izquierda definida: la izquierda radical jacobina, la izquierda liberal, la izquierda anarquista, la izquierda socialdemócrata, la izquierda comunista y la izquierda asiática o maoísta. Y, dentro de la izquierda indefinida, Bueno distingue entre izquierda divagante, izquierda extravagante e izquierda fundamentalista. Empezamos.

Oposición izquierda/derecha

Como es bien sabido, la oposición izquierda/derecha en sentido político se llevó a cabo por primera vez en Francia en la Asamblea Nacional de agosto-septiembre de 1789. A la derecha se sentaban los defensores del Trono y el Altar (lo que en retrospectiva se llamaría «Antiguo Régimen») y a la izquierda los diputados del llamado «Tercer Estado» que defendían un «Nuevo Régimen». La colocación a la derecha de los diputados partidarios del Trono y el Altar se debía a que en esta posición se colocaban a las personas con ciertos honores. De hecho, la izquierda venía a ser una especie de deshonor al tratarse de la siniestra.

Se trataba de una oposición entre las fuerzas del feudalismo (que defendían la autoridad real) y las fuerzas de la burguesía (que defendían el poder de la asamblea popular y en última instancia defenderían la revolución, no precisamente incruenta y exenta de violencia). Asimismo, tal oposición entre la derecha defensora del Antiguo Régimen (lo que sería una derecha primaria) y la izquierda defensora de romper con ese régimen y construir un Nuevo Régimen (la izquierda radical jacobina), era la misma oposición entre los defensores de la monarquía y los defensores de la república; y serían los republicanos franceses los pioneros en la construcción de la nación política, esto es, el Estado-nación de ciudadanos libres e iguales ante la ley, frente a la jerarquización estamentaria y de privilegios del Antiguo Régimen. De ahí que los diputados colocados a la izquierda se autodenominasen «patriotas».

Izquierdas definidas

Son izquierdas definidas aquellas que tienen como parámetro la organización o desorganización del Estado. Hay seis generaciones de izquierda definida que son seis concepciones del Estado, es decir, son seis formas de entender la dialéctica de Estados que se codetermina con la dialéctica de clases en los múltiples aspectos y asuntos que conciernen a las ramas y capas del poder político de un determinado Estado.

Izquierda jacobina

La primera generación de izquierda definida es la izquierda jacobina, la izquierda radical revolucionaria que se impuso con las armas y la guillotina al Reino del Antiguo Régimen francés. Fue en este momento de la historia cuando se llevó a cabo por primera vez lo que Gustavo Bueno denomina racionalización por holización.

Las izquierdas pretenden guiarse por «la Razón» en oposición a todo proceder irracional que las izquierdas le atribuyen a las derechas. Aunque, fundamentalmente, a la derecha primaria cuyos partidarios quieren tornar al Antiguo Régimen al estar éste basado en el Trono por derecho divino y en el Altar que reivindica su inspiración en fuentes de revelación suprarracional como es considerada la revelación bíblica.

Ya veremos en el próximo programa que las derechas no se reducen a «la derechona» de la derecha primaria, sino que tienen varias modulaciones. De momento queremos aquí señalar que las derechas también apelan a la racionalidad para poner en marcha sus planes y programas.

El modelo canónico de racionalidad al que recurre el materialismo filosófico para explicar el surgimiento de las izquierdas es el modelo de la holización, que fue el adoptado por las ciencias modernas que venían desarrollándose desde un siglo antes de la Revolución Francesa. Nos referimos a ciencias como la mecánica, la termodinámica, la química o la teoría cinética de los gases. La holización política sería paralela a la holización científica. De hecho, muchos científicos estuvieron involucrados en el proceso revolucionario francés.

Dice Gustavo Bueno: «Dado un campo estructurado como un todo atributivo morfológico T, como pudo serlo la sociedad política francesa de la época revolucionaria, la racionalización circular por holización implicaba dos fases: (1) una fase de regressus u holización analítica (lisado) que arrancando de una estructura política previamente racionalizada “anatómicamente” (“brazos”, “estados”, “estamentos”, “jerarquías”) durante el Antiguo Régimen, resolvía el todo en sus elementos atómicos (á-tomo fue traducido, en forma de calco, por Boecio, por in-dividuo), los “ciudadanos iguales”; (2) otra fase que debía seguir a la anterior, una fase de progressus (de holización sintética, de conformado o compactado) orientada a reobtener, a partir de los individuos iguales, no ya un conjunto amorfo de ciudadanos solitarios e independientes, sino un todo organizado (conformado o compactado) distinto del “todo organizado” durante el Antiguo Régimen, un todo organizado según la morfología del Nuevo Régimen republicano».{2}

Vamos a explicarlo brevemente: podríamos decir que durante el Antiguo Régimen la figura del rey no es un igual con los demás y que se mantienen las diferencias jurídicas entre los distintos estamentos, esto es, había una estructura política racionalizada “anatómicamente”, con estamentos, jerarquías, también linajes, fueros, ya saben ustedes, eso que hoy todavía reclaman algunos… Tras el proceso de holización de la Revolución Francesa esas partes anatómicas se resolvieron en sus elementos atómicos: los “ciudadanos iguales” (á-tomo fue traducido, en forma de calco, por Boecio, por in-dividuo).

Con la holización del proceso revolucionario de la izquierda radical jacobina el Estado francés del Antiguo Régimen se transformó en un Estado republicano que vendría a ser la primera nación política, la primera nación canónica, esto es, una nación conformada por ciudadanos libres e iguales, no ya por súbditos, sino por ciudadanos libres e iguales del mismo modo que eran libres e iguales en su género las moléculas de gas contenidas en un volumen molecular. De este modo, las partes anatómicas del Reino de Francia (nobleza, clero y estado llano) se disolvieron en sus elementos atómicos: los ciudadanos.

Ahora bien, no debemos confundir este proceso de racionalización por holización que efectúa el regressus hacia los ciudadanos libres e iguales, con la realización efectiva de la libertad absoluta individual, pues esto no es más que la expresión de un galimatías metafísico y cuando es pronunciada por boca de los políticos no es más que pura demagogia. Y tampoco debemos entender tal holización como una enmienda a la totalidad en la que todo se trastoca de arriba abajo de manera emergente. El paso del Antiguo al Nuevo Régimen no fue una transformación instantánea y pura, como si el Nuevo Régimen saliese, cual ave Fénix, de las cenizas del Antiguo Régimen.

En su afán por adaptar su conducta «a la razón», los jacobinos prohibieron los cultos católicos y protestantes. En la Catedral de Notre Dame la Virgen María sería sustituida del altar por la figura de una artista de opera llamada mademoiselle Maillar, que venía a ser el «símbolo de la Libertad y de la Razón». Lo cual tampoco era algo mucho más racional que la imagen de la Virgen María, por no hablar de lo metafísicas que son las Ideas de Libertad y Razón con mayúsculas. La diosa de la Razón de los Ilustrados también era un mito, en sentido oscurantista y confusionario, por no decir que era una cosa absolutamente ridícula. Asimismo, los jacobinos abolieron el calendario gregoriano, y pretendieron llevar a cabo la inauguración de una nueva era con la «proclamación de la república».

Sería a través del proyecto imperialista de Napoleón la forma como intentaron consolidar el programa de la izquierda de primera generación. Con Napoleón la revolución tuvo que extenderse si quería perseverar en el ser, y también con el fin de ampliar la racionalización por holización en partes atómicas hacia las sociedades políticas que envolvían y amenazaban a la Francia revolucionaria.

En España los exponentes de la izquierda jacobina vendrían a ser los afrancesados. Éstos constituían el bonapartismo español, el «partido josefino», partidarios de José I, hermano de Napoleón. Estamos hablando de gente como Juan Antonio Llorente, Juan Meléndez Valdés, Juan Sempere y Guaridos, Leandro Fernández de Moratín, Javier de Burgos, Diego Clemencín, José Gómez Hermosilla o Francisco de Goya.

No obstante, los afrancesados, si bien le hacían frente al Antiguo Régimen de los Borbones, no eran ni mucho menos antiepañolistas, pues defendían la integridad nacional de España, aunque simpatizasen con la nación francesa y los ideales de su revolución; y esto, paradójicamente, los hacía «colaboracionistas» de los invasores y coyunturalmente traidores de lesa patria.

Izquierda liberal

Hagamos, antes de nada, una precisión: aunque la economía siempre es una economía política, aquí vamos a entender el término “liberal” en sentido político, porque está definido en relación al Estado. Dejaremos para otro momento el análisis de los distintos desarrollos que el término liberalismo ha ido adquiriendo a lo largo de la historia.

Fue en 1810 en Cádiz donde se aplicó por primera vez el término «liberal» en referencia a un partido político, y esta izquierda liberal es la izquierda de segunda generación, la izquierda que se incubó en las Cortes de Cádiz. El término «liberal» se acuñó en España y pasaría al extranjero.

El liberalismo, no obstante, es un embrollo, pues empieza siendo una generación de izquierda (contra el Antiguo Régimen) y contra los defensores del mismo (como serían los carlistas). Pero cuanto van surgiendo los partidos del movimiento obrero (anarquistas, socialdemócratas y comunistas) pasaría a ser una modulación de la derecha. Aunque el liberalismo se dice de muchas maneras y su oposición al movimiento obrero no es la única razón por la que deba ser clasificado de derecha (ya lo veremos en el siguiente programa).

Los liberales eran los patriotas que, junto a los serviles, hacían la guerra contra el invasor francés, pero que a su vez la hacían bajo exigencias revolucionarias (lo que le enfrentaba a los serviles, los cuales se resistían a quitarle el título de soberano al Rey). Y lo hacían no ya por imitar a los franceses sino por la convicción de hacer desaparecer el Antiguo Régimen en España. Dicho de otro modo: el liberalismo español no era ni mucho menos una clonación de la izquierda jacobina, entre otras cosas porque el Antiguo Régimen español era un Imperio, cosa que no lo era el Antiguo Régimen francés cuando fue negado y superado por los jacobinos.

Aclaremos, por tanto, que los afrancesados aceptaban el sometimiento de España a una potencia extranjera, así que los liberales fueron los verdaderos representantes de la izquierda política genuina española. La izquierda bonapartista no cuajó en España y sólo fue un episodio efímero. Sin embargo, sí cuajarían las logias masónicas. Pero eso es otra historia.

Uy, mira, alguno se ha puesto eléctrico con esto que acabas de soltar.

La izquierda liberal española no derrocaría al Trono y el Altar, pero retiraba la soberanía al Monarca y se la otorgaría a la nación, que ya empezaba a ser nación política canónica. Asimismo, los liberales no componían una masa homogénea y muy pronto se dividirían en modernos, exaltados y progresistas.

Ni los liberales se denominaban de izquierda ni los serviles de derecha, ésta es una clasificación en retrospectiva. La oposición izquierda/derecha en sentido político no se presentaría en el parlamento español hasta 1871. Y en 1931 tal oposición entraría en el Reglamento de las Cortes, aunque asociada al significado topográfico del hemiciclo.

La Constitución de 1812 dice en sus primeras líneas: «Capítulo I. Artículo 1. La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios. Artículo 2. La nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona. Artículo 3. La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales. Artículo 4. La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen».

Izquierda anarquista

El anarquismo es la tercera generación de izquierda. Los partidarios de esta izquierda no se proponían ya destruir el Estado del Antiguo Régimen sino toda forma de Estado en general, aunque fuese democrático, pues todo Estado es considerado como despótico.

Gustavo Bueno distingue tres especies de anarquismo: el anarquismo comunalista (como eran las comunas epicúreas, las comunas de los municipios aldeanos, o las comunas hippies del siglo XX), el anarquismo municipalista o cantonalista (de tendencia federalista) y el anarquismo anarcosindicalista (como el sindicato CGT de Francia que se fundó en 1902, la Solidaridad Obrera fundada en Barcelona en 1902, o la CNT española fundada en 1910, así como la FAI de 1927). El anarcosindicalismo es la forma de anarquismo que más se aproxima, pese a querer destruir toda forma de Estado, a lo que denominamos izquierda definida.

Fue precisamente en España donde la izquierda anarquista tuvo cierta relevancia. El anarcosindicalista CNT llegaría a tener entre 500.000 y 1.000.000 de afiliados en los años de la II República. La insurrección de octubre de 1934 contra el gobierno de dicha república se prolongó más en Asturias porque allí se unieron a los insurrectos los anarquistas. Se formó la Unión de Hermanos Proletarios (UHP): una alianza entre socialdemócratas de algún modo bolchevizados (el PSOE), comunistas (el PCE) y los propios anarquistas.

El anarquismo sería finalmente neutralizado no por las tropas del bando nacional, sino por los comunistas en mayo de 1937, cuando éstos tomaron el edificio de la Telefónica que ocupaban los anarquistas. Sería una guerra civil dentro de la Guerra Civil general. Tras la guerra muchos afiliados a la CNT y a la FAI se afiliaron a la Falange, de ahí que la llamasen la Failange.

Hija, estás llevando bocado sabroso al festín de la murmuración.

Pues muy requetebién, a ver si al final no quedan más que los rabos.

Izquierda socialdemócrata

La socialdemocracia es la cuarta generación de izquierda. Los socialdemócratas pretendían traer el socialismo de un modo gradualista (reformista). De ahí que no fuesen partidarios de la lucha de clases y de la revolución violenta sino de la reconciliación armónica entre las clases mediante métodos estrictamente democráticos (es decir, dentro de la democracia liberal y la legalidad establecida por ésta).

Los socialdemócratas no querían ni oír hablar de la dictadura del proletariado y de métodos violentos para conseguir sus objetivos. De lo que se trataba era del desarrollo democrático en el que crecería la clase media. La transición del capitalismo al socialismo se pensaba como continuista y por ello no suponía una ruptura revolucionaria, pues la revolución implica la guerra civil, entendida como la máxima expresión de la lucha de clases. Y en esto los socialdemócratas estaban en las antípodas de los socialistas revolucionarios.

En España la socialdemocracia la han liderado el PSOE e IU (y ahora también el partido Podemos, pero éste se aproxima en muchas de sus ocurrencias a una izquierda indefinida). No obstante, como vimos en nuestro anterior programa, el PSOE salido del Congreso de Suresnes es otro partido respecto al que fundó Pablo Iglesias en 1879. En su desarrollo hasta finalizar la Guerra Civil el PSOE tuvo conflictos internos entre la línea reformista (que en la república y en la guerra encabezaría, no con mucho éxito, Julián Besterio) y la vía revolucionaria (dirigida por Largo Caballero, el llamado «Lenin Español»).

Pero en el exilio y tras Suresnes ya sólo sería un partido socialdemócrata, oficialmente desmarxistizado en 1979. Pero socialdemócrata en apariencia. Lo es sólo en su ideología y propaganda; pues en el momento tecnológico y en la política menuda pura y dura sería un partido neoliberal, que llevaría a cabo muchas privatizaciones y la desindustrialización de España; así como la cesión de soberanía a la Unión Europea. Pero esto ya lo repasamos en el programa anterior.

Izquierda comunista

El comunismo es la quinta generación de izquierda. Nos referimos al marxismo-leninismo que tomó cuerpo a raíz de la Revolución de Octubre en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y que a través de la Tercera Internacional sería el referente de otros partidos comunistas de Europa y del mundo. Aunque su verdadera fuerza estaría en el avance manu militari del Imperio Soviético.

La clasificación que hacemos del comunismo como quinta generación de izquierda es una clasificación etic, es decir, desde nuestras coordenadas; ya que, emic, desde las coordenadas del marxismo-leninismo, Lenin y Stalin dejaron claro que el bolchevismo no era de izquierda porque la distinción izquierda/derecha era una oposición burguesa. No obstante, el dualismo izquierda/derecha sería sustituido por otro dualismo no menos metafísico: el dualismo comunismo/capitalismo.

El comunismo se posicionaba frente al reformismo socialdemócrata de la cuarta generación de izquierda. Se trataba de la vía revolucionaria frente a la vía reformista o «socialchovinista», pues la ruptura definitiva entre reformistas y revolucionarios llegaría con la votación a favor de los créditos de guerras del Partido Socialdemócrata Alemán el 4 de agosto de 1914. Esto sería, en palabras de Lenin, «la bancarrota de la Segunda Internacional». De ahí que Lenin, ya en abril de 1917 en sus «Tesis de abril», renunciase al nombre de «socialdemócrata» y adoptase para su partido el de «comunista». Y ese era el nombre que reivindicaban Marx y Engels, pues en 1848 no titularon su famoso panfleto con el título de Manifiesto socialista, y ni mucho menos Manifiesto socialdemócrata, sino que lo titularon Manifiesto comunista.

En España el Partido Comunista de España (PCE) sería la única oposición seria al régimen franquista. También lo sería la ETA, pero muy al final del régimen (y precisamente la banda intensificó mucho más su actividad terrorista y asesina con la llegada de la democracia). Cuando los social-neoliberales del PSOE celebraban en 1979 su falso centenario con aquello de «cien años de honradez», los comunistas añadían: «Y cuarenta de vacaciones». La oposición al régimen franquista del PSOE empezaría el año 2000 tras la victoria por mayoría absoluta del PP en las elecciones generales. Se trataba de un antifranquismo retrospectivo, tras pasar 25 años de la muerte del Caudillo.

En 1979 el PCE renunciaría al leninismo y se integraría en esa cosa del eurocomunismo, que quedó en puro humo (serían los tontos útiles de los neoliberales en su asalto final a la Unión Soviética). En 1986 se integraría en la coalición de IU, y en 2016 esta coalición se integraría en Unidos Podemos, que en 2019 se llama Unidas Podemos, ¡tócate los pies! Y de una socialdemocracia blanda e irrelevante (salvo en algunos momentos de los años de «la pinza» de Julio Anguita) pasó al izquierdismo más indefinido y recalcitrante, con apoyo explícito al llamado «derecho a decidir» y en pos de la «autodeterminación de los pueblos». Eso es lo que queda del Partido Comunista de España.

¡A las provisiones!

Izquierda maoísta

La sexta generación de izquierda es la izquierda asiática, o más en concreto la izquierda maoísta. Ésta se iría incubando en los años 20 y 30 pero sería el 1 de octubre de 1949 cuando llevó a cabo la revolución y se hizo con el poder del Imperio del Centro.

Los comunistas chinos fueron los que sacaron a China del llamado «siglo de las humillaciones», el que va desde la primera guerra del opio (1842) hasta la victoriosa revolución liderada por Mao. En tal humillación China no era una colonia de iure pero sí de facto de los Imperios occidentales (el francés y el británico, fundamentalmente). Pero con Mao China pasaría a ser una potencia independiente, con muchas dificultades pero ya en camino de enderezar su posición política en la dialéctica de clases y geopolítica en la dialéctica de Estados.

En 1979 China reestructuró su política con aquello de «un país, dos sistemas» bajo la presidencia de Deng Xiaoping. En la actualidad China ya es primera potencia económica, y quiere serlo militar con la tecnología punta del 5G y la inteligencia artificial. Por no hablar de su programa espacial, que ya adelanta al de Estados Unidos, descubriendo el lado oculto de la Luna. Ya lo había advertido Napoleón: «China es un león dormido. Cuando despierte, el mundo temblará». No obstante, en el mundo de las finanzas los putos amos siguen siendo los lobos de la City y del Wall Street.

En España el maoísmo ha sido irrelevante. Fueron precisamente un grupo de maoístas los que en 1970 atentaron contra Gustavo Bueno pegándole una paliza y tirándole un bote de pintura sobre la cabeza. En la entrevista que le concedió a Julia Otero en 1995 en TVE, Bueno dijo que ese incidente fue la repercusión del conflicto chino-soviético en la Universidad de Oviedo. Bueno –que se decantaba más como prosoviético, aunque con muchas reservas, como mostraría en 1972 en sus monumentales Ensayos materialistas con su crítica al monismo del Diamat– sería acusado por tales maoístas como «lacayo del capitalismo».

Izquierdas indefinidas

Asimismo, Bueno también contempla la clasificación de unas izquierdas indefinidas. Las izquierdas indefinidas son consideradas de izquierdas por analogía: bien de proporcionalidad (por semejanza), o bien de atribución (por contagio). Dentro de las izquierdas indefinidas podemos colocar a las vanguardias artísticas, a los rebeldes morales (en formas de vestir, de entender la familia), a los clérigos postconciliares (curas progres), a los «curas casados», a los heterodoxos e intelectuales «críticos», a los movimientos antiglobalización, así como a los movimientos «antisistema» y «contracultura».

La izquierda divagante es propia de intelectuales (ya dijo Bueno en 1987 que éstos son «los nuevos impostores»). Éstos divagan sobre una izquierda eterna, filosófica, «la izquierda como conciencia de la Humanidad» y portadora de una «visión del mundo», que se posiciona contra concepciones del mundo asociadas a la derecha.

La izquierda extravagante son organizaciones que procuran moverse al margen del Estado y que se autodenominan como «médicos sin fronteras», «bomberos sin fronteras», «músicos sin fronteras». Ya el colmo serían los «aduaneros sin fronteras». Tal extravagancia es propia de aquel que en un arrebato gnóstico suspira: «mi reino no es de este mundo».

La izquierda fundamentalista es confluyente con corrientes divagantes y extravagantes: reivindicará el «multiculturalismo» y la «sociedad abierta», también el pacifismo y el diálogo, guiándose -como si fuese un dogma irrenunciable e irrebasable- por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. También se decantará por el ecologismo y por el agnosticismo teológico, aunque sentirá interés por los Ovnis y por la vida extraterrestre. A la izquierda fundamentalista le horroriza la Idea de patria o de nación (e incluso la Idea de Estado, pecando de universalismo abstracto y por ende pánfilo); sin embargo, se enardece con la Idea de pueblo, y no digamos con eso de «los pueblos», colaborando con los secesionistas, que, por cierto, son particularistas e incluso, algunos de ellos, explícitamente racistas.

La izquierda negrolegendaria

Nuestra m…aravillosa izquierda se ha comido con patatas la leyenda negra. Tenemos unas izquierdas acomplejadas con la historia de nuestra m…ilagrosa patria. Se horrorizan ante la construcción de nuestro Imperio. Es más, si dices Imperio inmediatamente se les viene a la cabeza José Antonio, como una especie de acto reflejo. Imperio = José Antonio = Fascismo = Mal Absoluto.

El PSOE tiene –como dijo el filósofo Julián Marías– una visión negativa de la historia de España. Y Podemos tiene una historia extremadamente extremérrima de extrema extrema visión negativa de la historia de España. Por mucho que esto ahora lo quieran ocultar, dado el fracaso electoral de la formación morada tanto en las generales como en las municipales y autonómicas. ¡Menudo hostión! El Kasoplón y los guiños a los separatistas han pasado factura. Aunque estas facturas se las ha cobrado el PSOE, cuyo ideario no difiere mucho del de Podemos.

Estas izquierdistas se han creído que el Descubrimiento y la Conquista de América se hizo con expolio y genocidio; que la Inquisición era una máquina de picar carne o, mejor dicho, de asar carne, y que además lo hacía por gusto sádico y no por cohesión social; que se expulsó a los judíos y a los moriscos porque España es un país de fanáticos, intolerantes, racistas y xenófobos. Asimismo, piensan que España es un país atrasado y de atrasados y subnormales mentecatos ineptos bobos solemnes majaderos desquiciados puñeteros y malcriados débiles mentales.

Porque estamos hablando de la izquierda feminista, inclusiva, altruista, solidaria, social… y por qué no resumir: la izquierda del Bien. Si la izquierda es el Bien, ¿qué es todo aquello que no es izquierda? No hace falta mucha imaginación para acertar: el Mal con mayúsculas, el Mal Absoluto. Este dualismo maniqueo del socialgnosticismo imperante explica muy bien los resultados de las elecciones del pasado 28 de abril.

Y hasta aquí este capítulo de “¡Qué m… de país!”, nos vemos en el próximo capítulo y recuerda: “Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla”.

Notas

{1} Finalmente se ha añadido un quinto capítulo dedicado a la m… del centro en sentido político.

{2} Gustavo Bueno, «En torno a la distinción “morfológico/lisologico” (y 2)» El Catoblepas, nº 64, pág. 2, http://nodulo.org/ec/2007/n064p02.htm, Junio 2007.



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