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Fortunata y Jacinta

Análisis Dos Cataluñas de Netflix. 2 Idea de Patria y transductores

Forja 009 · 26 octubre 2018 · 16:10

¡Qué m… de país!

Buenos días, sus Señorías, mi nombre es Fortunata y Jacinta, esto es “¡Qué m… de país!” y hoy les invito a transformar la ‘m’ del título en cualquiera de las 33.648 palabras en español que empiezan por m.

En el capítulo anterior ya avanzamos que el documental “Dos Cataluñas” no se puede enmarcar, como pretende, dentro del género “crítico o indicativo”, que sería, en palabras de Jesús G. Maestro, el resultado explícito de “un racionalismo desmitificador y dialéctico de los hechos”, sino, más bien, dentro del género “programático o imperativo”, esto es, dentro de “un tipo de discurso que se construye sobre un racionalismo acrítico cuyos saberes aparecen adulterados por los intereses ideológicos, sociales o económicos de un individuo o grupo de individuos”. Y aunque muchos de los que veáis este video ya sabréis que “Dos Cataluñas” se inscribe dentro del género de la propaganda, lo cierto es que hay que demostrarlo, así que empezamos.

Abro aquí una interpelación directa a los dos millones de personas que en diciembre de 2017 expresaron con su voto su voluntad de separar Cataluña del resto de España. En su Mito de la Caverna, Platón advertía que a veces es suficiente un gesto tan simple como girar la cabeza, reorientar la mirada, para descubrir qué se oculta detrás de las sombras, para desenmascarar ese orden que se nos presenta como ‘natural’, para sospechar de él, ver quién lo enuncia y lo organiza, descubrir qué intereses se esconden detrás. Pero piensen a lo grande, no se limiten a sospechar si tan o cual familia de políticos se enriquecerá durante el proceso. Piensen a quiénes les puede interesar que uno de los territorios geopolíticamente más estratégicos del mundo se fragmente, se debilite y entre en recesión. Piensen, además, por qué la Península Ibérica es, precisamente, uno de los territorios geopolíticamente más estratégicos del mundo. Ese gesto aparentemente tan simple, reorientar la mirada, es quizás el más difícil de realizar porque desde que nacemos todos vivimos en la caverna, y cuesta mucho esfuerzo romper con las inercias propias, con la idea de mundo que uno creía verdadera y sobre todo con una buena cantidad de prejuicios morales e ideológicos que el fenómeno de la Posmodernidad, entre otros, ha establecido con fuerza en los imaginarios colectivos de todo occidente y que podría simplificarse en un “todo vale”.

En estos programas, demostraré que los componentes retóricos del documental “Dos Cataluñas”, lejos de liberar al espectador y estimularlo hacia el ejercicio reflexivo y emancipatorio, lo condicionan y dirigen hacia una lectura interesada y parcial. Yo les invito a que me confronten, a que traten de argumentar en contra de mis posiciones. Les adelanto que su potencia explicativa nunca será mayor que la mía porque, con la ayuda de los “Buenos”, Fortunata y Jacinta siempre podrá explicar al nacionalismo catalán, rebatir todas y cada una de sus posturas, mientras que el nacionalismo catalán jamás podrá explicar a Fortunata y Jacinta. ¿Saben por qué? Pues porque todos los nacionalismos fragmentarios necesitan, para existir, de la mentira histórica, necesitan el escarnecimiento público del contrario y la propaganda. Pero insisto, háganlo, traten de rebatirme y veremos hasta donde llegan.

¿Neutralidad ideológica?

Lo primero que tenemos que hacer es diferenciar entre el modo en que este producto se presenta a sí mismo, lo que se dice de él y lo que este producto audiovisual es y representa en realidad. Esto es, tenemos que analizar los elementos objetivos, los elementos verificables, sustentados en evidencias, que se dan en “Dos Cataluñas” independientemente de su recepción, es decir, al margen de la subjetividad del espectador que lo recibe. Procederemos de este modo casi como médicos forenses.

Veamos, entonces, cómo se presenta el producto “Dos Cataluñas” a sí mismo. Les leo la sinopsis que realiza Netflix: “Representantes de ambos lados hablan sobre la complejidad de la política en Cataluña y su lucha por independizarse de España”. De primeras ya se produce un reduccionismo grave a la hora de definir el conflicto como una realidad que se vive en Cataluña. La cuestión atañe a toda España, primero porque Cataluña es una región española y segundo porque el problema concierne a la realidad objetiva y material de España, concierne a su configuración territorial y concierne a su estatuto jurídico, positivo, institucional, aquel que homologa a España, y no a Cataluña, como nación política frente al resto de naciones políticas del mundo. No olvidemos que el uso del lenguaje nunca es inocente y que tanto el título del documental como su sinopsis, en su deseo de internacionalizar el conflicto, pugnan por instalar en la subjetividad del espectador una imagen de Cataluña como entidad aislada, con existencia propia al margen del Estado español. En paralelo y como consecuencia de este uso deliberado del lenguaje, se produce la invisibilización de España como realidad política, algo así como: “Voy a intentar no hablar de España a ver si España, con suerte, deja de existir”.

Hace años, por cierto, que una parte importantísima de las autodenominadas “izquierdas” españolas han puesto en marcha este perverso mecanismo. Si ustedes se fijan, las palabras ‘España’, ‘españoles’ o ‘Patria’ han sido sustituidas por términos como ‘país’, ‘sociedad política’, ‘Estado’ o ‘ciudadanos y ciudadanas’. Esas izquierdas indefinidas han manipulado perversamente el término “patria” hasta el punto de identificarla exclusivamente con el franquismo, asignándole desde su óptica un valor reaccionario y despreciable. “Dos Cataluñas” evidencia, sin embargo, que la palabra solo resulta infame si se pone en boca de un español que defienda a España pero que alcanza tintes épicos y gloriosos si es Puigdemont el que la pronuncia para referirse a Cataluña. Así ocurre que Antoni Bassas, del diario ARA, define a Puigdemont como un hombre “de gran arrojo, con una gran valentía y un gran patriotismo”.

Pero verán ustedes, la Patria ni es una idea mística ni es un concepto romántico. Toda sociedad política se inicia con la apropiación de un territorio y este territorio, que es la tierra de los padres, de los antepasados, es la que ofrece soporte material a la nación. Esta tierra donde están los recursos y las riquezas de la nación, esta tierra de los padres es lo que llamamos patria, incluso madre patria. El separatismo catalán sabe perfectamente que sin patria, es decir, sin territorio, no hay Estado. Por eso apelan a la idea de patria en un sentido romántico y místico, ¡ellos sí lo hacen! Y por eso, partidos como Podemos o el Psoe, en su anhelo de instalar un régimen federalista en el territorio, tratan de desprestigiar la idea de Patria española identificándola con Franco. Que estos políticos actúen así es previsible, que usted les de su voto por prejuicios ideológicos y se convierta en cómplice de una oligarquía política narcisista y traidora es algo que no entenderé jamás. Y algunos dirán, ¡ya la hemos pillado! ¡Esta vota al PP! Pues verán ustedes, Fortunata y Jacinta no milita en ningún partido político, entre otras cosas, porque considera que todo habitante de la Moncloa es responsable de la actual situación de crisis nacional. Franco no vivió en La Moncloa pero lo mismo le digo y bien sabe él a qué me refiero.

En relación al título “Dos Cataluñas”, su productor Rafael Portela aclara que “admite muchos matices (…) y que hay siete millones de cataluñas. Los dos radicales de cada bando intentan atornillarte en su posición pero creo que el documental refleja voces de gente que se resiste a eso y que se rebela ante ese posicionamiento en dos bandos”. Señor Portela, de este comentario infiero como mínimo tres cosas: primero, que es usted un cínico porque por un lado llama “radical” a Puigdemont pero por otro permite que el documental que usted produce lo envuelva en algodones. Segundo, llamar radical precisamente a Inés Arrimadas destruye toda pretensión de objetividad en su producto. ¿O es que se estaba refiriendo usted a Rajoy? Eso me encajaría mejor porque si algo hace “Dos Cataluñas” con total impudicia es proyectar toda la responsabilidad sobre Rajoy, lo dejan bien clarito incluso esos adolescentes que dicen que ellos no se quieren independizar de España, sino del Gobierno de España… Tercero: dentro de poco, cada individuo podrá exigir su derecho a constituirse a sí mismo como nación política: si solo en Cataluña hay siete millones de cataluñas, en España podría haber 48 millones Españas, o sea, 48 millones de naciones políticas, una por habitante. ¿Dónde pone usted el límite, señor Portela? Ya puestos a exigir derechos, oiga, a mí me gustaría exigir el derecho a no trabajar y también mi derecho a que el chico que me gusta me corresponda y a que me toque la lotería y a no morirme.

Los testimonios de Álvaro Longoria, director del documental junto a Gerardo Olivares, insisten en que su intención ha sido mostrar la política catalana de manera objetiva y accesible para todos los públicos: “Como si un extraterrestre viniera aquí e intentase explicar lo que pasa”. Y continúan: “El documental es neutro. Hemos buscado no decirle al espectador lo que tiene que pensar. Para ello teníamos que mantener un equilibrio entre los dos bandos, explicar bien las dos posturas sin prejuicios". Ay, carajo, pues si esto es imparcialidad, yo soy hija de Catalina la Grande. No, señores Longoria y Olivares, no hay ni una pizca de neutralidad ideológica en su producto. Poco entendimiento les conceden ustedes a esas supuestas criaturas extraterrestres y poca inteligencia le presuponen a los españoles. ¿Que fuera de España puedan convencer a más de uno? Pues claro que sí, ese es el problema, que tanto ustedes como yo (y muchos otros, por supuesto), sabemos perfectamente que la propaganda suele triunfar en ese sentido.

Veamos ahora lo que dice Jordi Amat, crítico de cine del periódico La Vanguardia: “Es largo, pero se devora porque es vibrante (…) Si tuviera que adjetivarlo con una palabra diría que es honesto (…) Y la honestidad, dando voz a todo el mundo que ha querido darla, es una forma de compromiso decente”. ¿Dando voz a todo el que ha querido darla, señor Amat? ¿De verdad ha visto usted el documental? ¿Se ha percatado usted de que aparecen ocho testimonios, ocho, de jóvenes a favor de la “independencia” –todos ellos, por cierto, esgrimiendo argumentos sentimentales y ninguno apelando en contra? ¿Me está usted diciendo que no encontraron por la calle a ningún joven en contra del ‘procés’? ¿Se ha fijado usted en que, a lo largo de todo el documental, solo aparecen los testimonios de dos historiadores y que entre los dos no ocupan más de cincuenta segundos de intervención? ¿Se ha fijado usted en que uno de esos historiadores suelta que Cataluña es nación política desde el siglo XII al igual que el resto de naciones políticas de Europa? ¿Se ha fijado usted en que este argumento absolutamente acientífico y anticientífico no es rebatido a lo largo del documental por ningún otro historiador y tampoco por ningún filósofo? ¿No le parece que hubiera sido conveniente recoger el testimonio de algún filósofo, de algún filósofo especializado en teoría política?

A día de hoy, Filmaffinity, otra de esas plataformas de subjetivación colectiva que no debemos desdeñar, ha publicado once reseñas críticas por parte de los usuarios. La mayoría de ellos insisten en el hecho de que, en rigor, no se puede hablar de un documental, sino que nos encontraríamos más bien dentro del género de los programas informativos. El propio Alberto Rey, del diario El Mundo, señala: “No aporta nada nuevo (…) Longoria y Olivares olvidan que un documental no es un reportaje informativo largo”. Otros apelan al argumento relativista para justificar que a “Dos Cataluñas” se le vea el plumero: “En ningún documental político habrá una imparcialidad total”. Otros insisten en que “de una simple acumulación de entrevistas”. Pero resulta que “una simple acumulación de entrevistas” puede ser arreglada en postproducción. Aunque no se dispusiera de otro material de trabajo más que de esas entrevistas e imágenes de archivo, yo misma sería capaz de construir una narración completamente diferente a la presentada por Netflix. Restarle importancia a “Dos Cataluñas” por el hecho de operar desde una narrativa pobre es caer en la trampa. Su eficacia como herramienta de propaganda consiste precisamente en aparecer como un producto banal, superficial, maniqueo y falsario y en presentarse como un “informativo de las tres de la tarde” un poco más largo de lo normal. El equipo de “Dos Cataluñas” lo sabe y por eso lo ha hecho.

La conclusión a la que llegaría cualquier espectador con un mínimo de instinto, formación y criterio, es que nos encontramos ante tecnología puesta al servicio de una ideología. Un producto que enmascara, deshonestamente, su auténtica y genuina vocación que es ofrecer una cara amable del separatismo catalán fuera de España. Demostrar que detrás de la construcción de este producto está Joan María Piqué, exasesor de Arthur Mas y de Puigdemont y hombre de confianza de Torra, resultaría más o menos irrelevante si tenemos en cuenta que basta con analizar los elementos que forman parte de la gramática y de la sintaxis interna de “Dos Cataluñas” para alcanzar una interpretación crítica y objetiva.

Paso a ofrecerles nuevos y reveladores datos: aproximadamente un 55% del metraje está explícitamente dedicado a ofrecer una imagen positiva del discurso separatista. Solo el 28% se destina a contraargumentar y lo más lamentable es que lo hace desde posiciones, a nuestro juicio, muy cuestionables. El otro 17% del metraje está compuesto por secuencias de transición, planos de relleno o testimonios cuya ambigüedad parece justificar, asimismo, el relato separatista. Tal sería el caso de Frans Timmermans, vicepresidente primero de la Comisión Europea. Es evidente que, oficialmente, no puede sostener un discurso apologético pero, tal y como están montados sus testimonios, parece restarle importancia a la situación. Por cierto, Timmermans es holandés. No es por ponerme pendenciera pero, en fin… una de las versiones más beligerantes de la propaganda contra España nace al albur de las guerras civiles que tuvieron lugar en los Países Bajos durante los siglos XVI y XVII. Entonces, como ahora, las oligarquías lideradas por Guillermo de Orange trataron de conservar sus privilegios locales enfrentando a su soberano natural, en ese momento Felipe II, al grito de “España nos roba”. No en vano el himno nacional de Holanda es una apología de Guillermo de Orange contra “el español cruel”. ¿Sabían ustedes que a los niños holandeses todavía se les advierte que si se portan mal vendrá el Duque de Alba para comérselos? O para llevárselos a España en Navidad, si es que han sido desobedientes…

Una estadística más: podemos encontrar diez segmentos que podemos llamar, al estilo de Iván Vélez, publirreportajes del golpismo. El primero es el que da inicio a la película. El segundo es la presentación que se hace de Puigdemont al inicio del bloque central: dura 4’54” (ininterrumpidos) y ofrece un retrato épico y benevolente del personaje. Solo por comparar, diremos que la presentación de Inés Arrimadas dura 2’08”. Sigue otro tramo de 1’47”, donde se hace una lectura sentimental de los políticos presos; el más largo de todos dura 5’37”, está inserto en la mitad del metraje y elabora un retrato íntimo y cercano de la cotidianeidad de Puigdemont y otros líderes separatistas. Abundan aquí los testimonios victimistas y sentimentales, como cuando Jordi Turull comenta lo desolada que está su familia. Evidentemente, él puede hacerlo. Lo más llamativo es que esa forma de rodar, ese acercamiento a un entorno doméstico, familiar o privado, no se produce a la hora de retratar a otros líderes políticos de la oposición. Por ejemplo, solo hacia el final veremos a Inés Arrimadas caminando de la mano con su marido.

Pero casi todas las secuencias dedicadas a la ‘oposición’ están rodadas en un ambiente frío, desapasionado o bien tomadas directamente de imágenes de archivo: informativos, ruedas de prensa oficiales, etc. Pero sigamos con los publirreportajes. Continua un tramo de 1’30” donde se apela a los valores tradicionales de la cultura catalana: la base es la piña. Otro segmento de 2’ da voz a jóvenes que se declaran a favor de la ruptura con España. Le siguen 2’ completos dedicados al histórico momento en que se produjo la “declaración unilateral de independencia” en el Parlamento de Cataluña. Otros 2’ de ambiente cercano y doméstico con Jordi Turrull expresando, muy afectado, lo duro que ha sido estar en la cárcel. Otros 2’ en los que Puigdemont celebra los resultados de las elecciones de diciembre de 2017.

Para terminar esta primera parte del análisis, les ofreceré otra estadística reveladora: el documental comienza con 1’18” ininterrumpidos de relato a favor de la acción autodenominada “independentista” y termina con 2’44” de lo mismo. Es decir, se abre y se cierra con secuencias de elevado contenido emocional. Puigdemont recibiendo un regalo (¿del equipo de rodaje?). Se trata de un cagonet caracterizado como Puigdemont. La grabación evoca un ambiente relajado y amable, vemos a un Puigdemont muy cercano, que recibe el regalo con la alegría de un niño travieso. Curiosamente, descubrimos que tiene una risa contagiosa, lo que potencia aún más la sensación de cercanía con el personaje. Emite una especie de reflexión filosófica de corte existencialista: el cagonet representa en la cultura catalana una suerte de vanitas… todos somos de carne y hueso y todos somos mortales, lo demás es accesorio, anecdótico. Es relevante que el documental empiece y termine con un relato positivo del proceso separatista.

Este esfuerzo constante por encontrar recursos narrativos visuales y sonoros que ayuden a empatizar con el personaje, circula a lo largo de todo el documental, impregna constantemente la emocionalidad, la subjetividad del espectador.

En el próximo capítulo examinaremos la estructura formal de “Dos Cataluñas”. De momento se despide de ustedes Fortunata y Jacinta y recuerda: “Si no conoces al enemigo y a ti mismo, perderás cada batalla”. Hasta luego.

 



un proyecto de Paloma Pájaro
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