El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 192 · verano 2020 · página 7
Artículos

Preámbulo para una filosofía materialista del arte

Rafael Vázquez Suárez

Notas para una teoría filosófica del arte

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1. Introducción

La idea de arte ha recibido una infinidad de desarrollos teóricos y en torno a ella han corrido ríos de tinta. Arte, en efecto, es una parte de la cultura, que desempeña el papel de todo, de ese “todo complejo” en fórmula de E. Tylor, el fundador de la Antropología cultural. Una idea adecuada de arte es una idea que nos permita distinguir el arte del resto de ese todo, del resto de la cultura, pero también a las artes nobles o bellas artes de las artes mecánicas, vulgares y útiles. Una idea adecuada de arte es también una idea que nos permita reconstruir el origen de la actividad artística, el momento en que dicha actividad se forma e instaura como tal, distinguiéndose de actividades previas genéricas que hay que determinar.

Nosotros en este sentido nos proponemos definir el arte de modo que dicha definición sea capaz de reconstruir estas diferencias específicas, pero también teniendo en cuenta los desarrollos teóricos más potentes que nos ha brindado la teoría estética hasta el presente.

El presente trabajo se propone así ofrecer un preámbulo para una filosofía materialista del arte basado en el sistema del materialismo filosófico, que los propios expertos en el sistema evaluarán su adecuación al sistema y su alcance, y al mismo tiempo donde sólo la confrontación apagógica y dialéctica con otras posiciones teóricas mostrarán su potencia noetológica, en función de la mayor o menor capacidad de unas teorías de reducir a las restantes.

2. Estética

Para caracterizar el arte necesitamos partir de la idea de estética. Entendemos por estética la forma sensible de las cosas, el modo de determinarse sensiblemente las cosas a un grupo enfrentado a otros. Estas formas sensibles no son propiedades objetivas de las cosas, ni proyecciones subjetivas de los sujetos. Son el modo suprasubjetivo de determinarse sensiblemente las cosas a un grupo de sujetos enfrentados a otros en función de la posición de ese grupo respecto a las cosas y respecto a la dinámica de grupos

Las cosas (y la forma sensible de las mismas) se nos dan siempre a escala operatoria, en función de nuestra posición y de nuestras operaciones con esas cosas. 

La estética de las cosas, tal como esta estética se nos determina, es siempre una estética orientada al conocimiento (a la verdad, a la mentira, al error, al engaño, a la hipocresía, a la manipulación).

Podemos hablar de dos tipos de estética: la estética alfa y la estética beta. La estética alfa es la estética sobre todo de las cosas, una estética no operatoria, no propositiva. La estética beta es la estética de sujetos operatorios que se enfrentan a otros y que orientan y modulan el modo en que aparecen ante otros sujetos.

3. La esencia del arte

El arte ha sido definido unas veces como una actividad reglada que produce representaciones o reproducciones de la realidad. En el pasado esta definición afirmaba generalmente que el arte imita la realidad. Platón afirmaba que el arte representaba la apariencia de las cosas. Leonardo, dos mil años más tarde, decía que “La pintura más digna de alabanza es aquella que está lo más posible de acuerdo con lo que representa”. El problema de esta caracterización del arte es que la palabra mímesis tiene muchos significados diferentes y además la imitación no es aplicable a todas las artes. La imitación no es aplicable a la arquitectura, la música o a la pintura abstracta. Incluso la pintura figurativa no solo imita, sino que también inventa formas nuevas.

Según otra conocida teoría el rasgo distintivo del arte es que produce belleza. El arte, según esta definición, sería aquella clase de actividad que humana que aspira y logra la belleza. La conexión que existe entre el arte y la belleza es una idea muy antigua. Ocurre con esta definición como con la definición del arte como mímesis. El concepto de belleza es muy amplio y ambiguo y además la belleza se encuentra fuera de las bellas artes (la belleza de una olla a presión o de un automóvil) y por último las bellas artes también cultivan el feísmo, con valores que no tienen que ver con la belleza sino con las deformidades más repulsivas, tales como ratas, vómitos, ojos cortados por una navaja de afeitar, &c.

Según otra conocida familia de teorías lo que caracteriza al arte es la creación de formas. El arte es la configuración de cosas, la construcción de cosas. “El arte es todo aquello que ha surgido a partir de una necesidad de dar forma a algo” (Zwrotnica, nº 3, 1922). Sin embargo esta definición se enfrenta a numerosas e importantísimas dificultades. Una de estas dificultades tiene que ver con la amplitud y ambigüidad de los términos utilizados en la fórmula: forma, materia, construcción. En un sentido general no es sólo el artista el que dota a la materia de forma, también los diseñadores industriales, y los artesanos y técnicos en general. Algunos artistas o teóricos dicen que el arte se ocupa de la pura forma, la forma en cuanto independiente de su función pragmática. Pero desde el materialismo filosófico no se puede hablar de forma pura ni de materia pura (amorfa o carente de toda forma), pues esto es tanto como hipostasiar la materia y la forma.

Otro amplio grupo de teóricos ha propuesto definir el arte como expresión de un individuo, de un grupo, de una clase, de un pueblo, de una generación, de una etapa histórica. El problema de esta definición es que es demasiado genérica y ambigüa. No toda actividad expresiva es una actividad artística, y no toda actividad artística tiene por objeto expresar un conocimiento, un mensaje o una emoción. Podrá ser ese el finis operantis del artista, pero no puede ser el de la obra, pues la obra tiene siempre efectos imprevistos. “Las pirámides escalonadas aztecas, o las mayas, no se agotan en su función «expresiva» de la sociedad azteca o maya de hace siglos; tienen otras leyes que nada tienen que ver con las leyes sociales. Mucho más habrá que decir de los procesos tecnológicos más desarrollados. Podrá afirmarse, por tanto, que las formas culturales no se agotan en su condición de expresión (o símbolos expresivos) de la sociedad, puesto que a veces desbordan los límites de la sociedad en la que se incubaron, contribuyendo incluso a moldear esa misma sociedad. Tanto como decir que el Ford T fue la expresión de la sociedad yanqui de principios de siglo podría decirse que la sociedad yanqui del presente fue moldeada en gran medida por el Ford T (algo similar habría que decir de la sociedad española, en la época del franquismo, en relación con el Seat 600)”. (Principios de una teoría filosófica materialista. Gustavo Bueno. 1995).

No es infrecuente igualmente señalar como rasgo distintivo del arte el que éste produce la experiencia estética. Esta definición se concentra en el efecto que una obra de arte produce en el receptor. La definición es similar a la que considera que el rasgo distintivo del arte es la belleza. Según esta el arte es capaz, en efecto, de producir la experiencia de la belleza. Pero se siguen dando las mismas dificultades que con las definiciones anteriores. El término experiencia estética no es ni más claro ni menos ambiguo que el de belleza. Así, es evidente que la definición es demasiado amplia, porque la experiencia estética puede producirse por otras cosas además de por el arte. Además con frecuencia la experiencia estética se define a su vez por el arte, lo que nos conduce a un círculo vicioso.

Por nuestra parte se trata de regresar a una idea de arte capaz de dar cuenta de estas ideas previas sobre el arte y que al mismo tiempo sea lo suficientemente potente como para reducir estas ideas previas del arte.

Pues bien, caracterizada la idea de estética podemos avanzar ya la idea de arte que defendemos. El arte, en efecto, lo entendemos como una estética de segundo grado. El arte es la re-presentación (construcción, reconstrucción…)  en segundo grado de la estética que se nos da en primer grado, y producida por medios técnicos, enseñables y repetibles. En cuanto toda institución tiene una materia y una forma, podemos decir que la materia del arte es la estética de las cosas y la forma es el modo de representarla, de reconstruirla, aunque sea para trasformar sus proporciones y componerla de modos nuevos.

La materia de la pintura es la apariencia sensible de las cosas coextensas, la forma son los modos y estilos de representar esas apariencias sensibles que se nos dan de modo inmediato. Unos modos que irán surgiendo por la trituración y recomposición de los modos anteriores. La materia de la literatura, de la poesía, son las acciones de los hombres, las dadas y las posibles, y la forma son los modos y estilos como se expresan por medio de la palabra. La música estiliza y sustantiva la estética sonora que acompaña a las instituciones (los pasos de una marcha militar, el traquetreo del tren, los sonidos estereotipados con que identificamos a la primavera, o al invierno). El arte es así una técnica por medio de la cual se re-presentan, se reconstruyen, pero también se experimenta transformativamente con la forma sensible de las cosas, con sus modos de aparecer, de presentarse, de desaparecer, de camuflarse, &c. Pero no se trata solo de un re-presentar simple, representar la forma sensible, sino también de representar de un modo complejo, de representar la forma sensible de las cosas por sus junturas, y sus transformaciones lógicas, geométricas y proyectivas, representar el modo como se transforman o confunden unas cosas con otras, desde el punto de vista sensible, según su legalidad interna. Legalidad aquí dice relación al modo como cada grupo estructura la realidad según sus categorías, ideas y esencias.  

Aunque usamos el término representación, el sentido de lo que queremos expresar es más amplio que la representación. Se trata más bien de operaciones y transformaciones con la materia estética que se nos da en primer grado, sea para reproducirla, imitarla o reconstruirla, sea para transformarla proyectivamente según su lógica interna (caricaturas, seres híbridos, monstruos desproporcionados).

En la medida en que el arte es una estética de segundo grado, una estética que independiza esta estética del objeto que la soporta en primer grado, una estética que permanece invariante aunque cambie el objeto que la soporta, puesto que la misma forma estética la pueden recibir diferentes templos singulares, o diferentes pirámides, podemos hablar de que el arte es una actividad que produce obras caracterizadas por un sustancialismo estético actualista. El arte crea formas sensibles que segregan a los sujetos en cuanto se construyen a partir de formas heredadas de otros sujetos, formas que segregan de este modo a los sujetos, que son moldeados por esas mismas formas. Y que entran en una trama de relaciones propia y autónoma, en cuanto tales formas crean una determinada inmanencia categorial. Una inmanencia que es la que segrega a los sujetos. La estética de segundo grado es una estética que opera con la estética de primer grado, pero que en cualquier caso sustantiva a la estética en cuanto estética, operando con ella con cierta independencia de los objetos que soportan esa estética. Una pintura es ya una estética de segundo grado, una estética que separa las apariencias de la naturaleza para operar con ellas de un modo más libre. Pero en la medida en que las separa puede descomponerlas y usar técnicas heredadas inmamentes con esas formas estéticas separadas.

La relación entre la estética de primer grado y la estética de segundo grado es la misma relación que entre el ejercicio y la representación. La estética de primer grado ejercita siempre representaciones de segundo grado previas. Y la estética de segundo grado a la vez que representa a la estética de primer grado, constituye un nuevo ejercicio estético que puede envolver y subsumir a la estética de primer grado. Dos grupos enfrentados en un territorio común pueden ir modulando sus estéticas mutuas frente al otro, para exhibir más fuerza y poder que el grupo contrario. Cada uno se representa su propia estética y la del otro, y guiado por esta representación modula sus estéticas propias para influir en su rival.

4. El juicio estético

La calidad de una obra viene dada por la potencia con que expresa sensiblemente una determinada esencia o idea (concepto, mito, institución, plan y programa…) a partir de la descomposición y recomposición de formas previas, recomposiciones muchas veces en obras más potentes. Son obras que expresan objetivamente esencias trascendentales, y a partir de técnicas objetivas, con efectos objetivos, como un marcapasos, por lo que de este modo se puede hablar de obras que segregan al sujeto.

En el paleolítico superior esta expresión más potente se deja sentir en las pinturas rupestres. Frente a las culturas precedentes del paleolítico inferior y medio, en el paleolítico superior, durante la cultura magdaleniense, triunfan, frente a las siluetas planas y aisladas, y la monocronía, el apogeo pictórico de la época magdaleniense se caracteriza por el triunfo de la policromía y el naturalismo, así como por el aumento de temas y obras realizadas. A veces se aprovechaban desniveles y hendiduras de la pared para dar la sensación de volumen y realismo. A menudo las siluetas animales se marcaban o raspaban para generar incisiones y así producir un contorno más realista y notorio en la roca. Las figuras no sólo se perfilan, sino que también se decoran en su interior con un profundo sentido naturalista (variedad cromática, sentido del volumen, movimiento). Las figuras ya no se yuxtaponen sobre la pared, sino que forman escenas. Son escenas de un extraordinario valor narrativo, realizadas, además, con un intenso dinamismo vital, exagerando incluso los rasgos de movimiento. Repetidas veces se representan las luchas entre distintos bandos de arqueros, o las movidas y dinámicas escenas de caza, carreras de arqueros, danzas y escenas relacionadas con la agricultura y ganadería.

A propósito de la idea de representación en el contexto de las sociedades democráticas, Gustavo Bueno habla de la naturaleza representativa de la música. “La Batalla de Vitoria de Beethoven representa acústicamente la batalla que tuvo lugar el 21 de junio de 1813 entre Wellington y José Bonaparte”. La música desde nuestro punto de vista, como la pintura o la escultura, representa acústicamente esencias de unos grupos enfrentados a otros, a partir de estrategias técnicas previas heredadas, sublimando y estilizando sonidos estereotipados, ritmos y tiempos de dichas esencias.

La potencia de las pirámides de Egipto, al igual que un determinado cuadro, es capaz de ser recorrido y de conectar con esencias trascendentales, acaso con esencias que siguen actuando en la actualidad, por la potencia objetiva de estas construcciones.

5. Esta teoría del arte permite explicar una serie de fenómenos

Esta idea de arte permite dar cuenta de la situación de retroalimentación entre la estética de primer grado y el arte, pues el arte no tiene por qué darse alejado de las cosas, sino en la misma corteza de las cosas, con lo que se convierte en una nueva estética de primer grado que a su vez el arte imita. De aquí puede partir la consideración de que la naturaleza (la estética de primer grado) da la regla al arte (Kant). Pero también la concepción de que el arte da la regla a la naturaleza (romanticismo).

Esta concepción del arte permite dar cuenta de la continuidad y a la vez de la diferencia entre bellas artes y artes mecánicas. Las artes mecánicas moderan y canalizan las fuerzas de la naturaleza con vistas a un determinado fin. Las bellas artes moderan y canalizan la estética de las cosas según su legalidad interna.  

Esta concepción permite dar cuenta a su vez de la pregnancia de la idea de mímesis. El arte en cuanto tiene como finalidad representar, reconstruir, o en general su materia es la apariencia sensible, se entiende que una función del arte sea la mimesis, sin que esto quiera decir que sea la única finalidad del arte. La arquitectura no imita, o al menos no es su finalidad.

6. Contraposición con la teoría del arte de Platón

En el libro X de la República Platón defiende una concepción del arte como imitación de una imitación. El arte es entendido en este lugar como una técnica que imita a las cosas (su apariencia sensible, estética), que a su vez imitan a las ideas. Pero la imitación artística puede basarse en la ciencia o en la doxa. La tejné eikastiken es la técnica por medio de la cual se producen imitaciones basadas en la ciencia y el conocimiento verdadero. La tejné phantasmata es la imitación basada en la doxa y es una imitación falsa.

La concepción del arte de Platón es una concepción dialéctica, en el sentido de que el arte imita la apariencia de las cosas, siendo la apariencia una vía necesaria de acceso a la verdad, pero en cuanto esa vía es coordinada con otras, es clasificada, es rectificada, &c. En el mito de la caverna las imágenes del fondo de la cueva son un momento necesario en el camino del conocimiento, pero un momento que sebe ser coordinado con otros momentos, rectificado, clasificado, confrontado con otros conocimientos previos, &c.

El paralelismo con nuestra concepción del arte es evidente. Las obras de arte son re-presentaciones (reconstrucciones, transformaciones segúnn el logos de las cosas) de la apariencia sensible de las cosas, que son siempre cosas que ejercitan los conceptos e ideas de un grupo.

7. Kant

Kant por su lado entiende el arte como el conjunto de obras producidas por el libre juego de las facultades (sensibilidad, entendimiento y razón). Pero de unas facultades que no operan de un modo libre, sino según la naturaleza de esas propias facultades. Este punto está representado por la teoría del genio. El genio es, para Kant, la disposición innata mediante la cual la naturaleza da la regla al arte. Esto significa que los productos artísticos son bellos cuando poseen la apariencia de la naturaleza y, presentándose como productos no del arbitrio, sino de su propia legalidad interna, representan una especie de prolongación natural. La forma del objeto artístico no es el producto de la espontaneidad libre de la imaginación, ni de la legalidad del intelecto, sino de la necesidad de armonizar la libertad de la imaginación con la legalidad de la naturaleza (de la naturaleza presidida por las categorías del intelecto). La forma del objeto artístico surge de la prolongación natural de los objetos, según su legalidad, operada por la imaginación. El arte es el juego de operar con los objetos según su propia legalidad y puesto que la belleza es apariencia, el arte es el juego de operar con las apariencias o la estética de las cosas, según la propia legalidad de dichas apariencias.

De este modo nuestra concepción no está alejada de la kantiana, en cuanto que entendemos el arte como técnica que produce formas estéticas resultado de operaciones y transformaciones con la estética de primer grado, lo que incluye la transformación idéntica (mimesis) pero también transformaciones límites, como la circunferencia de radio infinito que se tranforma en una recta. En cualquier caso es siempre operaciones con la estética de primer grado de las cosas, según su legalidad.

La crítica que podemos hacer a la concepción kantiana es que la estética de las cosas es la forma sensible con que las cosas aparecen no a un sujeto trascendental, sino a grupos de sujetos enfrentados a otros sujetos, para quienes el modo de aparecer los objetos no está separado de su posición objetiva respecto a dichos objetos, y respecto a su situación histórica y cultural.

8. Hegel

Podemos reconocer sin mucha dificultad operando en Hegel las teorías del arte de Platón y de Kant. En Hegel el arte es la representación sensible de la Idea, o Espíritu Absoluto. El arte es un momento de esta Idea o Espíritu, el momento sensible de la misma, y por lo tanto puede reconocerse y debe reconocerse en el arte una evolución dialéctica, que el propio Hegel ensaya, y donde los estadios posteriores integran y superan a los precedentes. El arte por lo demás es el mismo espíritu, en su evolución y progreso dialécticos, tal como este espíritu se manifiesta sensiblemente en la realidad, que es idea objetivada. Platón en algunos pasajes de su obra habla de un tipo de arte que es producto de las musas y de la inspiración divina, y por lo tanto expresión sensible de las ideas y modelos eternos. La proximidad con Hegel es evidente. La proximidad por otro lado no es menor con Kant. El arte en Hegel no es el libre juego de las facultades de la razón humana, pero sí es la manifestación sensible de las facultades, o capacidades, de la razón o espíritu absoutos, tal como esta razón se despliega en el mundo desde el punto de vista de las formas sensibles.

La semejanza de nuestra posición con la posición de Hegel es evidente.  Para nosotros el arte no es la manifestación sensible de la idea, sino en todo caso la manifestación sensible de las ideas de un grupo enfrentado a otros, entendiendo las ideas como el modo mismo de organizarse la realidad para un grupo. El arte es una estética de segundo grado, producida de un modo técnico, mediante normas enseñables y repetibles, que no son el ejercicio libre de una voluntad libre, ni tampoco la expresión de la legalidad ciega de la realidad, sino que es el modo mismo como el espíritu (de un grupo enfrentado a otros) se manifiesta sensiblemente, se expresa, conjugando libertad  y necesidad. Libertad porque despliega la idea de un modo infinito, y necesidad, porque dicho despliegue se hace siempre según la legalidad interna de las cosas (que son objetivaciones de la idea o espíritu). El arte es estética de segundo grado porque procede siempre por diamorfosis, triturando las formas previas e integrándolas en formas nuevas, en un proceso que Gustavo Bueno llama no desarrollo dialéctico de la idea, sino “reflexión objetiva”, puesto que procede de analizar, triturar y recomponer las formas previas.  

9. Materialismo filosófico

El materialismo filosófico de Gustavo Bueno construye su concepción del arte a partir de la noción de sustancialismo estético actualista. Sustancialismo estético actualista dice referencia a una estética producida por el hombre pero que segrega al propio hombre, en cuanto resultado de una legalidad propia interna al propio arte.

El arte es la técnica por medio de la cual se construyen objetos estéticamente sustantivos, esto es, objetos cuya estética es antes producto de la tradición artística, que de los propios hombres, que son moldeados por dicha tradición.

Entre la obra de arte y los procesos económicos, políticos, media la misma relación que entre los motores biológicos, etológicos del cuerpo biológico humano y la persona. La persona no puede existir al margen de dichos motores, y debe incorporarlos necesariamente, pero al mismo tiempo la persona constituye un tipo de estructura que instaura u orden de relaciones nuevo, con otras personas, con el estado, que modera y canaliza dichos motores e incluso garantiza su recurrencia. La obra de arte debe contar con los procesos económicos, y debe incorporarlos necesariamente, pero la estructura de la obra de arte los desborda e instaura un orden de relaciones nuevo, por ejemplo el orden de relaciones entre obras que se copian unas a otras o se enriquecen unas con otras.

10. La racionalidad y verdad del arte

La racionalidad del arte tiene que ver con que el arte es una técnica o un conjunto de técnicas por medio de las cuales los hombres operamos con la forma sensible de las cosas, con  las relaciones y proporciones de estas formas, según la legalidad interna de las propias cosas, y por lo tanto con la capacidad de representar ante terceros las apariencias de las cosas, los modos en que las cosas aparecen ante terceros, los modos en que se confunden con otras cosas, los modos en que desaparecen,  en que se les reconoce, en que pueden engañar a los animales, a otros hombres, los modos en que las formas sensibles de las cosas nos acercan o nos alejan de la verdad.  En suma, la racionalidad y verdad del arte la hacemos consistir en que, en cuanto estética de segundo grado, permite insertar la estética de primer grado en un escenario más potente con el fin de descomponer dicha estética y componerlo de otro modo, con los fines pragmáticos más diversos. 

11. El gusto o sensibilidad estética

El gusto o la sensibilidad estética por su lado no es otra cosa que la estética que envuelve a un grupo identificándolo frente a otros, interiorizada por la educación, la costumbre y toda forma de presión de grupo.

Las instituciones, algunas instituciones, están envueltas de una estética que es esencial para la eutaxia de la propia institución. La institución de la monarquía está envuelta de una estética de magnificencia y poder. En La institución de la religión con frecuencia los líderes religiosos se envuelven de una estética misteriosa y numinosa. Las élites económicas se envuelven de una estética de riqueza y abundancia. La sensibilidad es el gusto modelado por esta estética de grupo.

Buen gusto desde esta perspectiva es la adecuación de las operaciones del sujeto operatorio a la estética de su grupo de referencia: es la adecuación de su vestido, de sus maneras, de sus gestos, en general de su forma de presentarse ante terceros a las normas estéticas del grupo. Mal gusto por el contrario es la desviación de la conducta estética del individuo respecto a las normas estéticas del grupo.

12. La belleza

La belleza la podemos definir como la estética del poder, teniendo en cuenta que el poder es siempre plural. No hay un solo grupo de poder en el seno de una sociedad, sino múltiples, y ordenados en órdenes y categorías plurales (poder social, político, económico…). Por lo demás el poder es siempre o casi siempre suprasubjetivo, pues es el poder de grupos envueltos por instituciones heredadas que moldean y conforman a los propios sujetos.

La estética del poder con todo tiene una objetividad suprasubjetiva, en el sentido de que dicha estética no es un mero reflejo del poder, sino que es parte esencial del poder e incluso lo refuerza y consolida. La estética calculada y estudiada que rodea a una monarquía determinada tiene una estructura objetiva que contribuye al poder del propio grupo.

El poder de los faraones en el antiguo Egipto es condicion de posibilidad de la existencia de dichas pirámides, y las pirámides incorporan dichas relaciones de poder, pero subsunidas en un orden superior con una objetividad propia, irreductible a la situación de poder de los faraones. Lo que queremos decir es que las pirámides no pueden surgir al margen de las relaciones de poder, y tampoco seguramente pueden ser entendidas al margen de las relaciones de poder entre grupos, pero al mismo tiempo ellas quedan integradas en un orden suprasubjetivo que segrega a los sujetos que las hicieron posibles y que las interpretan, por más que sin las interpretaciones de los sucesivos grupos las pirámides carezcan de sentido.

Este modo de entender la belleza permite explicar por qué pueden ser considerados bellas algunas morfologías naturales como una puesta de sol, o un cielo estrellado. La belleza de estas morfologías naturales vendría dada por el lugar que estas morfologías ocupan en el horizonte de los planes y programas de dichos grupos de poder.

La fealdad por otro lado y desde este punto de vista no sería otra cosa que la estética del poder inferior y subordinado, percibida desde un poder mayor.

La belleza admite por lo demás múltiples clasificaciones. Podemos hablar de una belleza sensible e inteligible. Podemos hablar de una belleza intrasomática, intersomática y extrasomática.

Grado, 2020

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