El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas

El Catoblepas · número 180 · verano 2017 · página 14
Artículos

L. E. J. Brouwer en Madrid, 1949

Carlos M. Madrid Casado

Se reconstruye la presencia en la España franquista de posguerra de uno de los grandes matemáticos del siglo XX

Brouwer

Luitzen Egbertus Jan Brouwer (1881-1966) fue un matemático y filósofo neerlandés célebre por ser el padre de la topología, una de las ramas más fértiles de las matemáticas, así como el padre del intuicionismo, una de las principales corrientes en el debate sobre los fundamentos de esta ciencia. Junto al matemático alemán David Hilbert (su némesis personal), Brouwer fue uno de los mejores matemáticos del primer tercio del siglo pasado. En efecto, recogiendo el testigo de Poincaré, Brouwer creó métodos topológicos totalmente originales (la aproximación simplicial o el grado de una aplicación), demostró con ellos una retahíla de potentes teoremas (como el famoso teorema del punto fijo) y ofreció la primera definición correcta de dimensión, tras probar fuera de duda su invariancia. Pero, además, revolucionó los fundamentos de la matemática al criticar la noción hilbertiana de existencia matemática y comenzar la elaboración de una matemática alternativa desde una perspectiva constructivista.

En el curso de una investigación orientada a escribir un libro (de próxima aparición) sobre la vida y la obra del filósofo y matemático holandés, nos topamos con un dato que levantó nuestro interés: acabada la II Guerra Mundial, y en medio de un proceso para que las autoridades le rehabilitasen como profesor de la Universidad de Ámsterdam, L. E. J. Brouwer solicitó permiso para viajar a España en 1949. ¿Por qué? ¿Qué pintaba el creador de la topología y del intuicionismo matemático en el Madrid franquista de posguerra? Las líneas que siguen pretenden reconstruir los pasos de Brouwer y cuestionar, aunque sólo sea desde el plano de la anécdota, el extendido mito del tiempo de silencio que sobrevuela la visión de la ciencia y de la técnica durante el régimen franquista (Bueno: 1996). Un silencio anodino o un aislamiento internacional más que matizables (Gómez: 2009; Camprubí: 2017; Madrid Casado: 2016).

En 1949, la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales organizó diversos actos, que comenzaron el domingo 24 de abril, para conmemorar su primer centenario. Tras una misa a las doce de la mañana por el alma de los académicos fallecidos, se celebró a las cinco de la tarde la sesión inaugural en el local que la Academia ocupaba (y ocupa) en la céntrica calle Valverde. El Presidente de la Academia, el químico José Casares Gil, intervino en primer lugar para saludar a los delegados extranjeros venidos para la ocasión, así como para agradecer los mensajes transmitidos por las academias que representaban. Entre ellos se contaba nuestro protagonista. Brouwer había sido invitado por las autoridades españolas para representar a los Países Bajos.

Pero no era sino uno más entre los destacados científicos que acudieron: Theodor Svedberg (Premio Nobel de Química de 1926), que pronunció varias conferencias en Madrid aprovechando la ocasión; Walter Rudolf Hess (Nobel de Medicina de 1949), Max von Laue (Nobel de Física de 1914) y Werner Heisenberg (Nobel de Física de 1932), tres laureados científicos que, según informaba la prensa del régimen, pese a residir en la zona occidental alemana dominada por Gran Bretaña, habían tenido que viajar con pasaporte norteamericano, dado que les fue negado por los ingleses; el ingeniero aeronáutico Theodore von Kárman, en representación de los Estados Unidos; el matemático francés Gaston Julia; y un largo etcétera de científicos procedentes de América, Inglaterra, Bélgica, Suiza, Suecia, Portugal, Italia y el Vaticano (de hecho, el jefe de la delegación pontificia habló en nombre de todos los delegados, expresando su satisfacción por poder discutir temas científicos con sus colegas españoles).

A continuación, tomó la palabra el ingeniero José María Torroja (hermano del célebre Eduardo Torroja), que glosó la historia de la academia matritense. Y, finalmente, participó el químico Obdulio Fernández y Rodríguez, que se preguntó si la ciencia actual podía mejorar la situación de la Humanidad, ofreciendo –como era natural- una respuesta positiva.

Hasta la solemne clausura el sábado 30 de abril se sucedieron diversos actos. Primeramente, conferencias de diversos científicos nacionales y foráneos (portugueses, franceses e italianos) sobre Ramón y Cajal, el desarrollo de la geología en España y los aspectos científicos del descubrimiento de América (con relación a la geografía, la botánica, la zoología y la antropología). Y, en segundo lugar, obsequios como visitas guiadas a la Ciudad Universitaria o al Museo del Prado, así como un lujoso banquete la noche del viernes en el Hotel Ritz, donde el geólogo suizo Maurice Lugeon dirigió una alocución a los presentes.

En el acto de clausura comenzó tomando la palabra otra vez el Presidente de la Academia, Casares Gil, para saludar al Jefe del Estado. Franco, que llegó acompañado del teniente general Muñoz Grandes (con quien pasó revista a la compañía militar que le rindió honores a su entrada a la academia), presidió la sesión y entregó las medallas y diplomas a los premiados en el concurso convocado con motivo del centenario. Después, intervino el ingeniero y matemático Esteban Terradas, con un discurso sobre las ciencias y las armas, donde estudió la evolución del arte de hacer la guerra en paralelo con las aportaciones bélicas inspiradas por la ciencia. Y cerró el acto Ibáñez Martín, Ministro de Educación Nacional, que relató las vicisitudes que rodearon la institución de la academia y expuso, en nombre de España, su gratitud para con los ilustres hombres de ciencia de medio mundo que habían acudido al llamamiento, señalando que la especulación científica y la paz caballerosa eran el cristiano signo que distinguía a la civilización de Occidente (y, en concreto, a la España nacional-católica, en contraposición, aunque no lo dijera, a los que estaban ya en el otro bando en la guerra fría).

Jan Brouwer en Madrid
Franco clausura solemnemente los actos conmemorativos del centenario
(ABC del 3 de mayo de 1949)

Fue, en suma, el primer y único viaje de Brouwer a España y, según recoge una carta que le escribió desde Madrid al matemático Heinz Hopf con fecha del 3 de mayo de 1949 (Van Dalen: 2013, 769), el matemático holandés disfrutó grandemente con la visita y la recepción ofrecidas.

Referencias

Bueno, Gustavo (1996): “La filosofía en España en un tiempo de silencio”, El Basilisco, 20, pp. 55-72.

Camprubí, Lino (2017): Los ingenieros de Franco, Crítica, Barcelona.

Gómez, Amparo (2009): “Ciencia y franquismo: tres proyectos de ciencia”, Actas del VI Congreso de la SLMFCE, Valencia, pp. 671-675.

Madrid Casado, Carlos M. (2016): “Ciencia, Democracia y Corrupción (en ese orden)”, El Basilisco, 46, pp. 5-20.

Van Dalen, D. (2013): L. E. J. Brouwer. Topologist, Intuitionist, Philosopher, Springer, Londres.

Van Stigt, W. P. (1990): Brouwer´s Intuitionism, Elsevier, Ámsterdam.

VV. AA. [José Casares Gil, José Mª Torroja, Obdulio Fernández] (1949): Conmemoración del I Centenario de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid (24-30 de abril de 1949), Real Academia de Ciencias, Madrid, 58 páginas.

VV. AA. (1950): Actas, Discursos y Conferencias del I Centenario de la Academia, Tomo XI de las Memorias de la Real Academia de Ciencias, Serie Segunda, 250 páginas [contiene los mensajes de las academias extranjeras, los discursos de la sesión inaugural, los textos de las conferencias pronunciadas, los discursos de la sesión de clausura y varias alocuciones pronunciadas durante banquetes].

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