El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas

El Catoblepas · número 177 · noviembre 2016 · página 10
Artículos

Fray Bartolomé de las Casas

José María García de Tuñón Aza

Consideraciones sobre el dominico, pionero de los derechos humanos

dominico e indios

El personaje central de este trabajo, Bartolomé de las Casas, pionero de los derechos humanos, nació en la bella y señorial Sevilla,aunque los propios dominicos dicen que la historia ha escamoteado la fecha de nacimiento, pero muy probablemente fue en 1484. Era hijo de un modesto mercader de Tarifa, Pedro de Las Casas, que participó en el segundo viaje de Colón en 1493 que causó especial impacto en la mente de aquel joven Bartolomé que estudiaba latín y humanidades en Sevilla, adquiriendo un buen dominio del latín eclesiástico. Este muchacho soñador que, muy posiblemente, ya había visto los primeros pájaros multicolores que había traído Colón, llegó a adquirir un sentido nuevo ensu vida. Vio regresar a su padre, después de cinco años de ausencia, lleno de regalos, pero la alegría poco tiempo duró en aquella modesta familia porque el padre, a quien no le iban bien las cosas en España, decidió partir de nuevo a la aventura indiana y, en esta ocasión, llevó consigo al joven Bartolomé. Ambos partieron para La Española en 1502, en el mes de febrero enrolados en la expedición de Nicolás de Ovando. Al llegar a la nueva tierra, llena de conquistadores y colonizadores, recibió, en primer lugar, el encargo de adoctrinar a un grupo de indios, a cambio de lo cualobtuvo un repartimiento en aquella isla, o encomienda de indios, institución por la cual un español se beneficiaba de algunos trabajos de los indios a cambio de adoctrinarlos, haciéndoles mudar la vida salvaje por una sedentaria de trabajo retribuido.

Se ordenó sacerdote, se cree que en 1507, aprovechando un viaje que desde aquellas lejanas tierras hizo a Roma. Por él se sabe que en 1510 celebró misa en América. Ese mismo año llegaron a La Española un grupo de dominicos: fray Antonio Montesinos, fray Bernardo de Santo Domingo, y fray Domingo de Villamayor, al mando de fray Pedro de Córdoba, quien más tarde influiría en el sacerdote Las Casas, hasta tal punto que éste, después de oír a los misioneros dominicos condenar la encomienda por los abusos que algunos españoles encomenderos cometían, pediría, años más tarde, ingresar en la Orden de aquellos frailes después de haber visto cómo éstos protestaban por el trato injusto que sufrían los indígenas. Eran religiosos que a través de la misma predicación acusaban las injusticias que se cometían con los primeros moradores de aquellas tierras que Colón había descubierto. Sorprendieron un día las palabras defray Antonio Montesino que denunció y condenó públicamente la actitud y el proceder de muchos españoles por ir contra los derechos del humanismo cristiano. Fueron tan duras sus palabras que se le pidió una retratación, peroMontesino se negó. Aquellos términos con los que se había expresado eran tan duros que no tardarían en llegar a España. Se le quiso hacer callar, sin embargo en solidaridad con él, el resto de los frailes respondieron que hasta la vida estaban dispuestos a dar antes que hacerles cambiar de opinión. El resultado de aquel movimiento dominicano fueron las Leyes de Burgos, de 1512. Intento de frenar los desórdenes a que había dado pie el primer choque de la conquista y colonización de aquellas tierras.

Bartolomé de Las Casas se distinguió por su trato con los indios por lo que no tenía por qué sentirse aludido por lo que pudiera pasar con los dominicos, por eso él siguió su camino como sacerdote que era. En 1513 participó como capellán en la expedición de Velázquez de Cuéllar a la isla de Cuba, donde obtuvo un buen repartimiento de indios.Él mismo diría que entonces sólo se ocupaba «en mandar sus indios de repartimiento en las minas a sacar oro y hacer sementeras y aprovechándose de ellos cuanto más podía». Iba madurando su toma de conciencia cuando fue a confesarse con un dominico y éste le negó la absolución por su condición de encomendero, por muy sacerdote que fuera Sería la primera llamada de conciencia que culminó,en1514, con su «conversión» cuando iba a predicar la pascua de Pentecostés a Sancti Spiritus, contra la enmienda como injusta, afirmando, según su nueva vocación, que solo los señores legítimos del Nuevo Mundo eran los indios.La única razón, decía, de ir los españoles allá era como misioneros para convertir a los indígenas a la fe cristiana, sin auxilio de ningún hombre de armas. Así, pues, renunció a sus enmiendas y se unió a los dominicos en la campaña liberadora que predicaban. Había que dar un testimonio vivo y directo condenando los repartimientos o enmiendas como injusticias y tiranías.

En 1515 regresó a España, para difundir sus ideas y comenzar su incansable lucha en defensa de los indios.Se dirigió primero al agonizante Fernando el Católico, y después, a la muerte de éste, 15 de enero de 1516, al regente cardenal Cisneros, quien le nombró protector de indios antes de la llegada del heredero de la corona. Mientras tanto, los españoles residentes en Indias, enterados de lo que se proponía el futuro dominico sobre repartimientos y encomiendas que a ellos mucho les habría de perjudicar sus intereses, comenzaron a lanzar una fuerte campaña contraél con el fin de frenar lo que se proponía ante la Corte.La presión era tan fuerte por un lado y otro, que Cisneros terminó encargando a Las Casas que volviera a Indias acompañado de tres monjes jerónimos que llevarían toda la responsabilidad.Para que no hubiera influencias durante el viaje, los monjes embarcaron en una nave y Las Casas en otra. De nuevo todos en aquellas tierras, Las Casas pronto se dio cuenta que aquellos monjes jerónimosnada le resolvían y optó de nuevo regresar a Castilla para entrevistarse con Cisneros. Éste que tenía ya toda la información anuló los poderes que le había otorgado. Al parecer la entrevista entre ambos fue muy desagradable y el futuro dominico fue destituido de todos los oficios anteriores. Así y todo Las Casas no se dio por vencido y espero la llegada del rey Carlos I. Mientras iba a su encuentro moría el cardenal Cisneros el 8 de noviembre de 1517.

Fue otra vez la ciudad de Valladolid donde Las Casas esperó un posible encuentro con el rey. Mientras tanto, aprovechó aquel tiempo para relacionarse con los miembros del Consejo de Indias y con los dominicos, para profundizar en el estudio del derecho y redactar un memorial que pudiera exponer ante las Cortes. Sus puntos de vista coincidían con los más ilustrados teólogos de aquella época y eso le confortaba. Fue, por decirlo de alguna manera, la carta de presentación ante los consejeros del rey que habían venido de Flandes. Estos le escucharon y ello sirvió para que tuvieran en él gran confianza. De todas las maneras, también tenía mucha oposición dentro del grupo de españoles que formaban parte del Consejo, pero él continuó denunciando la venta de indios como esclavos, al mismo tiempo que solicitó la cesión de tierra firme para llevar a cabo la experiencia de una colonización en paz entre labradores españoles e indios sin la presencia de soldados. Consiguió que los flamencos, consejeros del rey, le apoyaran a pesar de que sus adversarios quisieron presentarlo como enemigo de la Corona sin que pudieran conseguir su propósito. Cuando Carlos I fue proclamado emperador de Alemania ausentándose de España el 15 de mayo de 1520, donde embarcó, rumbo a Flandes, en La Coruña, Las Casas reclutaba campesinos españoles que quisieran colaborar en la experiencia y con las cédulas reales en la mano se dirigió a Sevilla para organizar la expedición.

Organizado todo, embarcó para América el mismo año en que lo había hecho el rey camino de Flandes, pero antes de partir, ya había obtenido de Carlos I el territorio de Comaná (Venezuela) para aplicar en el mismo sus teorías. Llevó a su nueva enmienda, en 1521, a labradores, pero en una breve ausencia de él, los indios mataron a los españoles que no pudieron escapar y con esta matanza se acabó el experimento. Todo se perdió en pocas horas. Vencida la crisis, reflexionó con serenidad y pudo analizar las causas de aquel desastre, en parte por culpa de quienes no se habían atenido a sus instrucciones. Escribió al rey, pero no obtuvo respuesta. Se sospecha que su carta fue interceptada por sus enemigos, que los tenía en gran número. Fue entonces cuando reflexionando de nuevo, quiso romper con el pasado abatido por aquel desastre, y decide hacerse fraile dominico en 1524. Estudia y escribe y, sobre todo, medita. Lo pasado era para tenerlo en cuenta porque había habido mucho interés humano, y por ello tuvo que purgar, pero su espíritu seguía intacto y muy pronto dio señales de vida porque en 1526 los dominicos lo enviaron a Puerto Rico a fundar un convento. Aquí comenzó a escribir Historia Apologética que sería el origen de su Historia de las Indias.

Años más tarde, una intervención del reciente dominico dio lugar a que tuviera un nuevo problema. Al parecer, por su intervención, consiguió que un moribundo liberase a sus indios y legase todos sus bienes para resarcir lo adquirido, en su opinión, injustamente. Ello levantó un enorme escándalo ya que toda la familia protestó presentando al mismo tiempo la debida reclamación, llegando hasta el Consejo de Indias, que lo recluyóen el convento de Santo Domingo. Pero Las Casas no podía permanecer inactivo porque hasta él llegaban los abusos que se cometían con los nativos y no quería permanecer callado, por eso apeló a las cartas como medio de protesta. A fray Bartolomé no se le ocultaba que por estas causas tenía muchos enemigos, por eso optó responder ante la Corte, pero siendo religioso necesitaba la autorización de sus superiores para trasladarse a Castilla. Sus superiores confiaban en él, mas necesitaban tener un motivo para darle el permiso ycomo no lo encontraron, Las Casas quedó en aquellas tierras.

Le atraía Perú, sin embargo tuvo que acompañar en 1534 al preconizado obispo de Panamá, fray Tomás de Berlanga, a tomar posesión de la Diócesis, pero una serie de contratiempos le llevaron hasta Nicaragua donde creyó poder evangelizar en paz, algo que no llegó a ocurrir porque los españoles que habitaban allí no lo aceptaron. Guatemala estaba cerca y allá caminónuestro dominico, pero siempre con el deseo de regresar de nuevo a España para seguir luchando contra toda esclavitud de indios, aunque la esclavitud del vencido en guerra justa era admitida por los juristas y teólogos, peroLas Casas decía que todas las guerras contra los indios, eran injustas. Con esto se enfrentaba a la opinión de otros teólogos, cuyo principal maestro era el también dominico, fray Francisco de Vitoria, fundador del Derecho Internacional de gentes que analizaba con precisión teológicala situación indiana. Por eso dicen los dominicos que desde los comienzos de la presencia española en tierras americanas, la Iglesia y la corte de España, el derecho y la teología (especialmente la moral) y, por supuesto, los dominicos, no cejaron en su empeño de elaborar las mejoras posibles Leyes de Indias, empeño español que al parecer se suele olvidar con frecuencia.

No tardó Las Casas en ser llamado por los obispos de Nueva España para ser redactadas las preces que iban a enviar al Papa solicitando una declaración en favor de la nacionalización de los indios. El 2 de junio de 1537 Pablo III promulgaba la bula Sublimis Deus, por lo que quedaba zanjada para siempre la cuestión sobre la capacidad humana de los indígenas de todas aquellas tierras. De esta manera podía enseñar su doctrina como hacía en todas partes, convencido de que la única forma válida era la de predicar en paz y respeto para las creencias de los nativos.

En 1540, junto con otros dominicos llegó, una vez más, a España con el objeto de reclutar nuevos misioneros, pero su principal objetivo era entrevistarse con Carlos I. En 1542 logró ser oído por el Consejo en Valladolid porque en esta ciudad residía en ese momento el rey quien desde entonces parece que sufrió una crisis de dudas sobre la legitimidad y moralidad de su dominio en América, movido también por la opinión de otros religiosos que acusaban de excesos y crueldades de los españoles en las Indias. Por todo ello, a punto estuvo Carlos I de abandonar la conquista de Perú, pero fue fray Francisco de Vitoria quien le hizo ver que con tal determinación la cristiandad desaparecería de allí. Sin embargo Las Casas insistía esgrimiendo su Brevísima relación de la destrucción de las Indias. El autor acusaba en su obra, a todos los descubridores del Nuevo Mundo, de crímenes, atropellos y robos, acusación hecha con el fin de que prohibiesen las exploraciones con gente armada, pero tampoco fue escuchado porque la exageración de las atrocidades era tan ostensible y tan monstruosa que no mereció demasiada atención, y el reysiguió otorgando capitulaciones de descubrimientos a varios capitanes que debían obrar de acuerdo con los misioneros encargados de autorizar sólo una guerra defensiva, nunca ofensiva.

A pesar de que sus doctrinas eran rechazadas, con sus tremendas exageraciones, Las Casas influyó mucho para que sus teorías triunfasen en la práctica.Así que Carlos I dirigió y sancionó las llamadas Leyes Nuevasen Barcelonael 20 de noviembre de 1542, restringiendo las encomiendas y la esclavitud de los indios. Sin embargo, estas tan temperadas leyes provocaron agria censura por parte de Bartolomé de Las Casas, que había sido uno de sus artífices, pero pensaba que éstas contrariaban los principios que él sostenía desde el punto de vista jurídico. Por ese tiempo, se le ofreció el obispado de Cuzco, pero lo rechazó y propuso a otro dominico. Después marchó a Valencia, adonde iría el rey, esperando obtener una copia del texto oficial de las Leyes Nuevas.

En Valencia, aguardando la llegada de Carlos I, termina de redactar el que sería su más famoso opúsculo: Brevísima relación de la destruición de la Indias, Recibe también en Valencia la copia de Leyes Nuevas y se le ofrece, al mismo tiempo, el obispado de Chiapa en sustitución del de Cuzco que había rechazado. Tampoco lo acepta. En diciembre parte con el rey para Madrid. Aquí revisa el texto de las Leyes Nuevas y no le satisfacen algunos extremos por falta de precisión y eficacia por lo quereclama a Carlos I que se aten bien atadas las disposiciones para que resulten eficaces. A finales de febrero de 1543, el monarca manda a Las Casas que vaya a Valladolid a presentar sus reparos al Consejo de Indias. Este es el momento en que Carlos I aprovecha para firmar los documentos de presentación de Las Casas al Papa para el obispado de Chiapa. A pesar de todo se resistió, pero presionado por los propios dominicos no tuvo más remedio que aceptar y el 30 de marzo de 1544, llegadas las bulas, es consagrado obispo de Chiapa, en Sevilla; y el 11 de julio parte de Sanlúcar de Barrameda, en la nave San Salvador, con un grupo de dominicos e indios, que había podido liberar de la esclavitud, para su diócesis con el texto de las Leyes Nuevas, que habían recogido las reclamaciones de Las Casas,y con la intención de hacerlas cumplir en su diócesis.

Después de muchos contratiempos, llegó a la capital de su diócesis, Ciudad Real de los Llanos de Chiapa, hacia el mes de marzo de 1545, donde inmediatamente intentó reformar los pocos clérigos que había; aunque el recibimiento de las gentes no fue el que esperaba porque la Leyes Nuevas perjudicaban los intereses de los colonizadores porque no estaban dispuestos a liberar a los indios. Superadas las dificultades,poco después, partió para otros lugares de su diócesis donde visitó a sus antiguos compañeros al mismo tiempo que veía los frutos de la evangelización. Pero no todo fueron caminos de rosas porque aunque quiso imponer su vida austera y las ideas pastorales de las que estaba convencido, se encontró que no todos los misioneros querían seguir las ideas pastorales de su obispo. Y aquella cristiandad que pudo haber sido ejemplo para todos con las reformas que él quería trasmitir sobre el respeto a los derechos humanos, se vio de repente dividida en dos bandos. Se intentó que cediera algo en su postura, pero Las Casas estaba convencido que debía mantenerse firme y no cedió. El escándalo no tardó en llegar cuando el deán de la catedral desobedeciendo a su obispo administraba sacramentos a quienes tenían indios esclavos. Las Casas decidió castigarle, aunque el deán contó con muchos españoles que apoyaron su desobediencia al obispo.

En marzo del año siguiente partió para Méjico con objeto de asistir a la Junta de obispos donde intervino muy activamente. Todos buscaban la conversión de los indios por el camino de la persuasión y no de la imposición. Defendieron el derecho de los indios a la propiedad privada, pero no se atrevieron a tratar el tema que Las Casas pedía, el de la guerra como justificante de la esclavitud de los indios. Fray Bartolomé se sintió entonces defraudado y por ello pensaba que había fracasado. Ya no era aquel fraile joven y no podía perder tiempo. A primeros de 1547 decide volver a España, sería su último viaje.Él no quería darse por derrotado y por eso dispone pisar de nuevo la tierra de su patria, pretendía finalizar aquí lo que hacía mucho había comenzado. Embarcó, pues, en Veracruz rumbo a España, entrando por Lisboa y dirigiéndose a Valladolid donde seguía la corte. Más tarde se enteró que el cronista Juan Ginés de Sepúlveda estaba intentando imprimir un libro en el que defendía la licitud de las guerras de conquista que se hacían en el nuevo mundo. Era el llamado Democrates secundus. Fray Bartolomé se opuso tenazmente a que se publicase y lo consiguió después del debate que ambos mantuvieron.

Posteriormente pasó una larga temporada en Sevilla preparando a futuros misioneros. Al mismo tiempo imprimió una serie de tratados conocidos como Sevillanas, y una vez cumplidos sus cometidos, y de haber presentado, junio 1550, su renuncia a la diócesis de Chiapa, que el Papa Julio III aceptó, retornoa Valladolid hospedándosedurante un tiempo en el convento de San Pablo de donde saldría para las misiones de Perú, a principios del siglo XX, el también dominico José Pío Aza, considerado por la propia Orden como uno de los herederos de Las Casas por su defensa de los indios -«en línea lascasiana», dicen los mismos dominicos-, siendo tan grande la fama que alcanzó, que los propios indios, llegarían a llamarPadre Pío a todos los misioneros que se les acercaban.Cuando este dominico, después de más de treinta años de misionero se dio cuenta que su vida se extinguía y que las fuerzas le abandonaban, dijo: «He hecho todo lo que he podido por las Misiones, ya no puedo hacer más.». Antes que él, además de los citados anteriormente, caben destacar, los también de la orden de Santo Domingo: fray Vicente Bernedo; fray Luis Bertán, que alcanzaría la santidad; la primera mujer canonizada del Nuevo Mundo, Santa Rosa de Lima, Patrona de América; su contemporáneo, el primer mulato canonizado, San Martín de Porres; San Juan Macías; y la más reciente, beatificada por Juan Pablo II, Sor Ana de los Ángeles.

En 1551 comienza el último periodo de la vida de fray Bartolomé. No pierde ocasión de enviar nuevos frailes dominicos a diversas partes de las Indias, al mismo tiempo que prosigue la redacción de sus grandes obras. Vuelve a Sevilla para documentar la primera parte de la Historia de las Indiascuyo original deposita en el archivo del convento, poniendo además como condición de que a nadie se le permitiera su lectura, salvo autoridades competentes, hasta pasados cuarenta años y .si después procedía su publicación podrían hacerlo.

Cuando el nuevo rey, Felipe II, fijó la corte en Madrid, el obispo dimisionario trasladó su residencia al convento de los dominicos de Atocha donde nunca se olvidó de los indios a los que siguió ayudando con sus ideas y trabajando por la paz y la justicia. Aún tuvo tiempo de escribir sobre la conquista del Perú y sobre la propiedad de los tesoros peruanos apropiados.El 28 de febrero de 1564 hizo testamento y recién elegido Papa el dominico San Pío V, le elevó una petición en la que le suplicaba por los indios y por la joven iglesia del Nuevo Mundo. El 13 de julio, mientras estaba enfermo, fue leído en sesión del Consejo Real y Supremo de las Indias, un memorial que es como la despedida y testamento evangélico ante el Consejo, en el que resume su vida a favor de los indios.

Murió en el convento de Nuestra Señora de Atocha de Madrid, el 18 de julio de 1566 y fue enterrado en la capilla mayor de la iglesia del citado convento. Pero en 1644, Juan Antonio Antolínez de Burgos, cronista de Valladolid, dice que los restos de Las Casas fueron trasladados a esta ciudad y enterrados en la sacristía del convento de San Pablo; y después trasladados a la capilla del claustro donde entierran a todos los conventuales.Pero todavía hoy, los propios dominicos dicen que no es seguro pues las obras realizadas en Atocha, incendios sufridos, daños recibidos en épocas de persecución, destruidos los archivos y habiendo estado suprimidas durante muchos años las órdenes religiosas en España, se ha perdido la memoria del traslado de los restos de este fraile que dejó una enorme huella dentro del humanismo cristiano, aunque aún hoy hay quien le culpa de ser uno de los principales, sino el principal, propagador de la leyenda negra que le han adjudicado a los españoles que han conquistado, y también evangelizado, aquellas tierras a las que el Papa Juan Pablo II .calificó de grandiosa epopeya de los valerosos misioneros dispuestos al sacrificio, aunque no dejó de reconocerinevitables errores humanos.

Errores que, efectivamente, ha exagerado fray Bartolomé y que le reprocha el fraile franciscano fray Toribio Motolinia cuando en una larga carta al rey Carlos I el 2 de enero de 1955, le hace saber que, en su opinión,«no tiene razón el de las Casas de decir lo que dice y escribe y emprime». En otro momento el franciscano escribe al rey: «Yo ya no sé los tiempos que allá corren, en la vieja España, porque hace más de treinta años que della salí; mas muchas veces he oído a religiosos siervos de Dios y a españoles buenos cristianos, temerosos de Dios, <que> vienen de España, que hallan acá más cristiandad, más fe, más frecuentación de los santos sacramentos y más caridad y limosnas a todo género de pobres que no en la vieja España. Y Dios perdone al de las Casas, que tan gravísimamente deshonra y disfama y tan terriblemente injuria y afrenta una y muchas comunidades y una nación española y a su príncipe y Consejos, con todos lo que en nombre de V.M. administran justicia en estos reinos». Por eso, para terminar con sólo unas líneas más de la larga carta que escribe al rey fray Toribio, éste dice no saber «por qué razón, por lo que uno hizo quiera el de las Casas, condenar a ciento, y lo que cometieron diez por qué lo quiere atribuir a mill, y disfama a cuantos acá han estado y están».

Bien, estos pocos ejemplos de las duras palabras del franciscano sobre el dominico, nos hacen ver, o suponer, la exageración de todo lo que dijo y escribió Las Casas a lo largo de sus años. Al final trajo como consecuencia, según opinión de algunos historiadores, la leyenda negra que se formó en torno al descubrimiento y evangelización, por parte de España, que tanto nos ha perjudicado; aunque el también dominico fray José Barrado, escribía en el diario ABC en enero de 2002: «¿Por qué, pues, se critica tanto a Las Casas cuando defendió lo mismo que Isabel la Católica y que otros de nuestros Reyes, al menos sobre el papel (Leyes de Indias) y las buenas intenciones Y, por último, ¿no ha hecho todavía este hombre méritos suficientes para ser proclamado por la Iglesia al menos beato? ¿Qué hizo Las Casas durante toda su vida que no hicierauna sola vez el Buen samaritano del Evangelio?».

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