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El Catoblepas, número 170, abril 2016
  El Catoblepasnúmero 170 • abril 2016 • página 1
Artículos

Hipostatización y Sustantificación

Tomás García López

Contestación a las preguntas formuladas por Alberto Fernández-Diego en el punto 3 de sus cuestiones sobre la lectura de los Ensayos Materialistas de Gustavo Bueno.

Mysterium cosmographicum, Kepler

Preguntas

No sé si termino de comprender las implicaciones de «hipostatizar»: ¿cómo explicar el proceso? ¿No «sustancializamos» algo al hablar y pensar en ello constantemente? En las páginas 280-281, Bueno escribe «...la exposición de los Tres Géneros de Materialidad, como respuesta a la pregunta sobre “lo que hay” en el sentido ontológico no sustancialista, no se reduce a una enumeración de estratos presidida por criterios categoriales (...) sino por criterios ontológicos». Entiendo por sus palabras que la enumeración es necesaria, pero no suficiente. Lo que intento decir es que no me queda claro si yo mismo estoy «hipostatizando sin darme cuenta» los contenidos ontológicos del sistema. No sé si me explico...

Vaya, he debido equivocarme con los números de las páginas. En cualquier caso, mi pregunta se refiere a «cómo se procede cuando no se quiere sustancializar». Dicho con otras palabras: cuando cualquiera de nosotros habla sobre los tres géneros de materialidad, cómo pensarlos dialécticamente? Tengo la sensación de que tiendo a pensarlos y tal y como parecen en lógica de clases (el propio Bueno señaló que el uso de la lógica era un «artificio» de cara a esta cuestión).

Alberto Fernández-Diego

Contestaciones

En el glosario de España frente a Europa el profesor Bueno nos ofrece, a mi juicio, las líneas maestras en la entrada: «Hipóstasis, hipostatización» para orientar las cuestiones que planteas.

Acaso con esas dieciséis líneas de la página 464 de la edición de marzo de 2000 tengamos ya suficientes elementos para cubrir el caso que nos ocupa.

No obstante adjunto los siguientes ejemplos y consideraciones con la intención de parafrasear, in extenso, la doctrina esbozada al respecto por Gustavo Bueno en la mencionada entrada del glosario de España frente a Europa para ajustarla a tus preguntas e inquietudes.

I) Abundando en el ejemplo que don Gustavo nos pone en esa entrada «Hipóstasis, hipostatización» sobre la relación de «igualdad», creo que una hipóstasis clarísima de la relación de igualdad fue la perpetrada por el gobierno Zapatero con la creación, ex nihilo logicae, del Ministerio de Igualdad, de infausta recuerdo para cualquier memoria personal «aseada».

II) De la igualdad a la paz: otra hipóstasis vergonzosa, en la línea del «pensamiento Alicia» es la doctrina kantiana de La Paz perpetua, que tanto entusiasmó a los indoctos socialdemócratas del gobierno Zapatero.

III) Corolarios. Tanto la idea de Igualdad como la de Paz no son atributos o relaciones simples o exentas, sino atributos, relaciones o propiedades insertas en procesos dialécticos:

a) El entretejimiento de propiedades lógicas como la simetría la transitividad y la reflexividad junto con sus correspondientes relaciones contrarias, contradictorias y contra-distintas, opuestas y contrapuestas, recíprocas y contra- recíprocas...etc., nos conduce a la idea de Igualdad;

b) La guerra, las batallas, los tratados bilaterales, los armisticios, las treguas... y demás contactos similares, realmente existentes entre sociedades políticas, están «perpetuamente insertas», sin solución de continuidad, en cualquier tratado de Paz Internacional. «Si vis pacem, para bellum» («Si quieres la paz, prepara la guerra»).

IV) Otro ejemplo conectado con la idea de Igualdad: Se hipostasía la relación de causalidad cuando se la considera como una relación binaria, exenta de contenidos materiales, provistos de esquemas de Identidad y armaduras o contextos determinantes, variables, todas ellas, que permiten dar cuenta de los procesos causales en sus justos términos. Según esto, el determinante causal tiene por función explicar la ruptura de Identidad, en la que consiste el efecto, hasta la restitución de la identidad perdida. El formalismo de Hume incurre pues en la hipóstasis de la causa y del efecto.

V) Llevada esta hipóstasis al reino de las Ciencias Humanas, la distorsión de la realidad es aún mayor, dado que en ellas operan múltiples líneas de secuencias, cuya reunión nos conduce a situaciones transcausales. Son muchos los historiadores, que incurren en hipóstasis bélica al sustantivar un desencadenante, al que denominan «casus belli», como la causa de una guerra, cuando no es más que el determinante causal de múltiples esquemas políticos de identidad, dotados de sus correspondientes armaduras militares, insertos, no ya en una sola secuencia material, a la manera humeana, sino en múltiples líneas secuenciales. Ocurre, por ejemplo, cuando el atentado de Sarajevo es presentado como la causa de la Primera Guerra Mundial, hipostatizando la acción del terrorista serbio Gravilo Princip. La secuencia del viaje del heredero de Austria, Francisco Fernando y su esposa, la Duquesa Sofía Chotek de Hohenberg, embarazada del que hubiera podido ser su cuarto hijo, el 28 de junio de 1914 y el asesinato de ambos en la fatídica curva del puente sobre el río Nilgacka, curva en la que el coche descapotado de aquella comitiva imperial tenia, necesariamente, que aminorar la velocidad, no puede ser desconectada de otras secuencias causales, tales como:

a. La existencia de organizaciones secretas a lo largo y ancho de los Balcanes, alimentadas por terceros países, constituidos después en el Bloque de los Aliados, organizaciones terroristas como Joven Bosnia o Mano Negra, a la que pertenecía nuestro Gravilo Princip, que junto a otros veintiún efectivos prepararon, concienzudamente, el atentado, pensando siempre en tácticas alternativas para que no pudiera fallar. En efecto, la acción fallida del lanzamiento de una granada por el jefe del grupo, el linotipista Gabrinovic contra Francisco Fernando y su esposa, cuando el vehículo se dirigía al Ayuntamiento de Sarajevo, fue corregida por los disparos certeros a «quema ropa» de Gravilo, que esperaba, pacientemente, el paso de la comitiva por aquella curva del puente sobre el río Nilgacka, al comprobar cómo el convoy redujo la velocidad en aquel punto, como era de esperar, en su precipitada salida de la ciudad, tras salir ilesos sus ocupantes del trance anterior;

b. Otra secuencia de gran interés histórico es el significado institucional y ceremonioso que la fecha del 28 de junio, fiesta del vidovnan, tiene para los serbios. Ese día conmemoran su victoria sobre los turcos en la Segunda Guerra de los Balcanes. Como es sabido Turquía conquistó el reino serbio, uno de los muchos reinos provenientes de la desintegración del Imperio Romano, en 1389 tras la batalla de Amselfelde. Por estas razones, no es de extrañar que los serbios vieran en aquel viaje imperial del Archiduque Francisco Fernando, Príncipe heredero al trono del Imperio Austro-Húngaro, una verdadera y real provocación, dándose además el agravante de que eran ya conocidas las alianzas bilaterales entre esos dos Imperios centrales: el turco y el austro-húngaro;

c. Pero acaso la cadena de secuencias más determinante, esté en el cúmulo de intereses contrapuestos, fundamentalmente de carácter territorial y estratégico, que por razones diversas esgrimían Austria, Alemania y Turquía por un lado de la contienda y Rusia, Francia e Inglaterra y más tarde los Estados Unidos de América del Norte por el contrario, dejando en un segundo plano estados como Italia, Bulgaria o Rumanía, cuyas estrategias también se cruzaron en ese conjunto de conflictos, o las de aquellos otros países «neutrales» como España, que se mantuvieron al margen por razones tan determinantes como las de los propios contendientes.

VI) En cuanto a tu preocupación por el peligro de incurrir en pensamiento sustancialista te diría lo siguiente: El Materialismo Filosófico dispone de potentes instrumentos para evitarlo. Me refiero a la Teoría de los conceptos conjugados, a las nociones de regressus/progressus y a la doctrina de la symploké de tradición platónica.

A) Los conceptos conjugados aplicados a la doctrina de los Géneros de Materialidad ahuyentan cualquier posible tentación hipostática o sustancialista. En efecto:

1) Las conexiones entre objetos corpóreos M1 (campos electromagnéticos, explosiones nucleares, satélites artificiales...etc.), y entidades abstractas M3, tales como las Identidades sintéticas del Electromagnetismo, de la Física nuclear o de la Mecánica newtoniana son diaméricas. Sólo cuando consideramos los aparatos matemáticos de esas Identidades sintéticas como el nexo entre dos o más hechos electromagnéticos, atómicos, gravitatorios o cualesquiera otros de naturaleza similar, de los que hayamos tenido constancia fenoménica intersubjetiva, convirtiéndose por ello estas formas matemáticas en la resultante de la conexión entre esa diversidad de materiales, coordenados en contextos determinantes y mutuamente codeterminados entre sí , al tiempo que veamos los hechos fenoménicos como los vínculos necesarios entre las teorías científicas de esos campos categoriales apuntados, podemos evitar las hipóstasis de la materia, es decir los hechos, es el caso del descripcionismo (1, 0), o la hipóstasis de la forma matemática como hace el teoreticismo (0, 1), o la hipóstasis de ambas a la vez, operación ésta que es propia del adecuacionismo (1, 1).

2) Las conexiones entre entidades segundo-genéricas M2, tales como sujetos sensoriales, memorias personales, conciencias desventuradas, mentes dormitantes, individuos flotantes, sujetos revolucionarios, sujetos alienados... etc., y las cosas materiales M1, tales como: órganos de los sentidos, lóbulos cerebrales, urnas electorales, edificios parlamentarios, fusiles, cañones, fábricas... etc., o dicho de otra manera, las conexiones entre cuerpos y almas, sujetos y objetos, base y superestructuras de la sociedad política, cobran inteligibilidad y excluyen, por ejemplo, las habituales hipóstasis del alma, (teorías espiritualistas), o de las superestructuras (marxismo), cuando son concebidas a través de esquemas diaméricos de conexión, con independencia, claro está, que también deban ser conocidos y analizados los correspondientes juegos de esquemas mataméricos de conexión: La reducción de un concepto a otro, de yuxtaposición de ambos conceptos, su articulación, y su fusión en un tercer concepto.

3) En tercer lugar, las conexiones entre entidades segundo-genéricas M2 tales como la praxis de un científico en el laboratorio, los autologismos, los dialogismos y cualesquiera otras entidades del eje pragmático del espacio gnoseológico ejercitado por ese científico, y sus materialidades esenciales M3, es decir, sus Identidades sintéticas o teoremas, y sus Principios gnoseológicos (axiomas, postulados y términos protocolizados), tienen, necesariamente, una estructura diamérica. La hipóstasis de los autologismos nos conduce a la doctrina idealista de la subjetividad, que acaso alcance su máximo grado de sustantificación con la teoría kantiana del «genio».

4) Finalmente, conviene añadir a los tres puntos anteriores que la dialéctica entre los tres géneros de materialidad: cuerpos, almas e ideas; sujetos operatorios, autologismos y teoremas es inexorable. Si obviamos las secuencias de conexiones diaméricas entre las tres materialidades, desembocamos en los tres tipos posibles de formalismo de la ontología especial: Naturalismo (M = M1), Espiritualismo (M = M2), y Esencialismo (M = M3).

5) Abundando en los ejemplos puestos en los puntos 1, 2, y 3, estos formalismos se concretarían de la siguiente manera:

 a) Hay formalismo naturalista en la hipóstasis del cerebro, o mito del cerebro creador, («cerebrocentrismo»).

 b) Existe formalismo espiritualista en la hipóstasis de la conciencia (teoría kantiana de la Crítica del juicio).

 c) Se da formalismo esencialista en la hipóstasis de las formas separadas.

B) Las ideas de regressus/progressus aplicadas a la Historia de la Filosofía, a las Ciencias Humanas, o a la propia noción de Dialéctica nos libran de hipostasiar o sustantivar, según los casos, una época filosófica, una metodología científica o una figura dialéctica. En efecto:

1) Aplicadas a la Historia de la Filosofía nos permiten constatar la necesaria inserción de todos y cada uno de los sistemas o doctrinas filosóficas en el proceso histórico-dialéctico:

 a. No puede entenderse la Metafísica Presocrática sin ver en ella un regressus, en tanto que transformado de la conciencia mítica o politeísta reinante en la Grecia antigua, ni la filosofía de Platón, Aristóteles, Zenón, o Plotino, entre otros filósofos antiguos, como el progressus de esa situación regresiva de partida;

 b. A continuación , la Teología Escolástica se edifica como un regressus frente a la Filosofía «pagana» de los clásicos griegos, y propiciará el progressus a la Filosofía Escolástica que incorporó, «quod necesse» , la filosofía de Platón, Aristóteles, Zenón de Citium (Chipre), Plotino... Y a su vez desde esa Filosofía Escolástica cobran sentido los ejercicios regresivos de los filósofos modernos, que, a base de inversiones teológicas para explicar el mundo desde Dios, dejaron el camino expedito para que se abriera paso el pensamiento materialista que, partiendo del mundo, representará la unión de los tres Géneros de Materialidad (M1 U M2 U M3) a través de la Materia Ontológico General (M), ejercitada, previamente, por el Ego Trascendental (E), en ella incluido.

 Produce verdadero sonrojo comprobar cómo en una buena parte de Historias de la Filosofía, aquellas que han sido escritas por filósofos «progresistas», la Historia de la Filosofía Moderna es presentada como exenta de cualquier vínculo con la Filosofía Escolástica medieval, y por ello los exponentes de esta variante de Filosofía Histórica muestran, sin quererlo, su faceta de «filósofos suicidas» por el salto mortal sin red que dan desde la Filosofía Antigua a la Filosofía Moderna («De Aristóteles a Descartes» por ejemplo) sin pasar por la Filosofía Medieval. Naturalmente, el resultado de esta temeraria pirueta es la «muerte filosófica.

 El profesor Bueno ha demostrado, brillantemente, cómo las ideas filosóficas modernas son «transformados» de nociones filosóficas de la Escolástica Medieval. Lo ha realizado, magistralmente, como es sabido, con la idea de cultura, en tanto que derivada del reino de la Gracia Santificante del cristianismo, y lo está haciendo en sus lecciones de Filosofía de este curso 2013-2014 con la idea de hombre.

 Y si los «filósofos suicidas» hipostatizan la Filosofía Moderna al sacarla de sus casillas pre-modernas, mutatis mutandis, los filósofos dogmáticos hipostatizan la Filosofía Antigua o la Filosofía Medieval, al situarlas en un «mundo intemporal, incluso eterno, el mundo que contiene a ideas supuestamente eternas tales como Ser, Acto Puro, Persona, Dios, Justicia, Verdad, Conocimiento, &c., el mundo de los primeros principios y de las primeras causas». (Gustavo Bueno: ¿Qué es la filosofía?, Pentalfa, 2ª edición, página 33).

 2) Las nociones de regressus y progressus aplicadas al reino de las Ciencias Humanas permiten establecer un tránsito permanente entre los planos alfa y beta de sus respectivas metodologías. Es decir, desde aquellas metodologías que neutralizan las operaciones apotéticas (fenómenos) y prolépticas (planes) del sujeto gnoseológico, a aquellas otras en las que dicha neutralización no es posible, dada, precisamente, su condición de Ciencia Humana, que tiene, necesariamente, que recuperar, en el plano beta, las operaciones neutralizadas en el plano alfa.

Esta dialéctica metodológica, propia de la Teoría del Cierre Categorial aplicada a las Ciencias Humanas, impide la hipóstasis de alguno de sus cuatro estados (alfa 1, alfa 2, beta 1, beta 2), o de alguna de sus seis situaciones (alfa 1, I alfa 2, II alfa 2, I beta 1, II beta 1, beta 2), evitando así, que la Psicología pueda reducirse a Reflexología (alfa 1), La Sociología a Estadística (I alfa 2), la Lingüística a Estructuralismo fonológico (II alfa 2), la Historia a «reliquias y relatos» (I beta 1 y II beta 1), la Economía a los «Juegos de la Bolsa» (Teoría de juegos, II beta 1), o el Derecho a Jurisprudencia (beta 2), por ejemplo.

3) Y finalmente, las ideas de regressus y progressus, aplicadas a las figuras de la propia noción de Dialéctica, disipa cualquier tendencia a la sustantificación, que es un caso particular de hipostatizar un proceso, «al hablar y pensar en ello constantemente», como te temes en la segunda de tus preguntas del punto 3.
En efecto:

a) La metábasis, como estrategia, en la línea del progressus de la dialéctica procesual divergente, elude, por ejemplo, la hipóstasis celeste de las elipses de Kepler, (¡en el cielo no hay elipses!).

b) La anástasis, como estrategia, en la línea del regressus de la dialéctica procesual divergente, esquiva la hipóstasis de la causa sui, de la creatio ex nihilo, de la bilocación o presencia simultánea de un cuerpo en dos lugares distintos, (¡nadie se baña una misma vez en dos ríos, el Nalón y el Ter, por ejemplo!).

c) La catábasis, como estrategia, en la línea del progressus de la dialéctica procesual convergente, favorece la configuración no sustancialista de las Identidades sintéticas, relativas a la longitud de la circunferencia, o al área del círculo, por ejemplo; y despeja las ilusiones eleáticas de la «tortuga veloz», o del «Aquiles pachorriento» en un marco espacio-temporal infinito, («¿renqueaba Aquiles por su divina lesión de tendón?»).

O la detención del tiempo humano: no hay noches perpetuas, por mucho que dos amantes deseen parar el reloj, como proclama la letra del famoso bolero. «Eso de paralizar el camino del reloj, es privativo de los dioses como Zeus, que triplicando la duración de la noche en la que se acostó con Alemena para alargar el tiempo del goce erótico, haciéndose pasar por su esposo Anfitrión, engendró a Heracles (Hércules). Este es un ejemplo de hipóstasis mitológica.

d) La catástasis, como estrategia, en la línea del regressus de la dialéctica procesual convergente, conduce a la detención, no sustancialista, de contradicciones o paradojas como por ejemplo la conmensuración de la diagonal de un cuadrado por su lado de un metro de longitud (¡cómo lo par va a ser al mismo tiempo lo impar!), o la conocida como paradoja de Galileo: coordinación biunívoca del conjunto de los números naturales con las sucesiones numéricas de los números pares, que son parte suya, es decir, la convergencia del todo y la parte, (¡las partes no pueden ser iguales al todo!).

Los secesionistas catalanes, por mucho que pretendan equipararse a toda una nación, no dejan de ser una parte de España: es la hipóstasis de la nación étnica catalana.

C) En cuanto a la doctrina platónico-materialista de la symploké, aplicada al caso que nos ocupa, nos sitúa siempre en el centro de los «tejidos» de la realidad, in medias res de la operatividad gnoseológica, en fin, en medio de todos los caminos del reino del hombre, porque el entretejimiento de las ideas entre sí, por un lado, y de éstas con las cosas mismas por mediación de los números u otras entidades conceptuales, por otro, descarta, radicalmente, la hipóstasis del Ser y la Nada en cualquier orden gnoseológico o en cualquier reino ontológico.

Así lo vio Platón cuatro siglos antes de Jesucristo, y así lo vemos ahora nosotros desde el Materialismo filosófico.

En efecto, la Filosofía de la Naturaleza de Platón, expuesta, fundamentalmente, en su diálogo el Timeo, es un buen ejemplo de la symploké entre el reino de las cosas materiales (M1) y el reino de las Ideas (M3) por mediación del demiurgo (M2), que ordena el mundo en función de un telos matemático.

Las Ideas platónicas de Orden, Armonía, Belleza, Proporción, Pluralidad y Fin, aplicadas al reino natural, son el resultado de las operaciones hechas por el Demiurgo matemático, al dotar al alma del mundo de una clave aritmética, fruto de las combinaciones efectuadas con los cuatro primeros números, cuya suma es la tetraktis pitagórica, por medio de la suma y la potenciación: 1, 2 = 1 + 1... 2 elevado al cubo, 3 = 2 + 1... 3 elevado al cuadrado, y 3 elevado al cubo, 4 = 2 elevado al cuadrado, siendo el cuadrado de 3 y el cuadrado de 2 números cuadrados, y el cubo de 2 y el cubo de 3 números sólidos, y equipar después al cuerpo del mundo con los cinco «hermosísimos» sólidos regulares: el Tetraedro (fuego), el Octaedro (aire), el Icosaedro (agua), el Hexaedro (tierra), y el Dodecaedro (bóveda celeste o plano del Universo), operaciones hechas sobre la materia primigenia, eterna, caótica, indeterminada...

Conviene añadir que este teleologismo natural, en forma de determinismo matemático, fue esgrimido por Platón contra el determinismo mecanicista de Demócrito, con resultados ontológicos encomiables.

En efecto Platón instauró un pluralismo ontológico de nuevo cuño, alejado totalmente del pluralismo sustancialista, ejercitado, cosmológicamente tanto por Demócrito como por Anaxágoras.

Naturalmente, las ideas ontológicas de Proporción, Demiurgo, Orden y Fin o Culminación no salieron de la «mente pensante» de Platón sino que tienen su génesis en saberes diversos tales como las Matemáticas (proporción), la Tecnología del alfarero o del orfebre (Demiurgo), la Política (orden constitucional), y la Medicina («el fin de la Medicina es la salud) o la Guerra («el fin de la guerra es la victoria, la paz de la victoria»), de los que Platón tomó buena cuenta.

Mutatis mutandis, y salvando las distancias cronológicas y ontológicas, aunque nos sigamos moviendo dentro de las coordenadas del pluralismo ontológico, la Idea moderna de Materia Ontológico General, entendida como la coalescencia de las nociones de pluralidad, inconmensurabilidad de un género de materialidad por otro, inagotabilidad, infinitud, probabilidad y symploké, no es una ocurrencia del máximo exponente y fundador del Materialismo Filosófico, Gustavo Bueno, sino que es el resultado ontológico de la comprobación minuciosa de la incomunicación de los muchos saberes y categorías que operan sobre la realidad, bien sea en el reino de las Ciencias Físicas, o en el de las Ciencias Humanas; así como sobre otros ámbitos, tales como la Religión, el Arte, los Deportes; o sobre las numerosísimas técnicas y tecnologías que han hecho posible, dicho sea de paso, el nacimiento de las ciencias.

Tomás García López
Oviedo, noviembre de 2013

 

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