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El Catoblepas, número 156, febrero 2015
  El Catoblepasnúmero 156 • febrero 2015 • página 9
Artículos

La posibilidad de una ontología hermenéutica unificada

Francisco Ariza Lama

No se trata tanto de presentar aquí una posible propuesta concreta, sino de alumbrar las condiciones de composibilidad que necesariamente se requieren para la realización material de dicha potencialidad

La bruja de los Alpes

La posibilidad de una ontología hermenéutica unificada

Época interesante la que nos toca vivir. Interesante por su contenido histórico, por las cuestiones que atraviesan actualmente al pensamiento contemporáneo, por los lazos que tan heroicamente estamos creando entre diferentes maneras de mirar el mundo. Interesante por la crisis axiológica que venimos encarando, por la amplia gangrena que representa nuestra anquilosada organización económico-social de los recursos comunitarios, y también por los ambiciosos proyectos revolucionarios que se ciernen sobre la esfera pública dominante. Pero interesante, sobre todo, porque, precisamente, nos toca vivir, elegir, posicionarnos, reconociendo nuestra participación (consciente o no) en el mundo que nos rodea. Llegados a este álgido momento requerimos imperiosamente de la filosofía como praxis reflexiva, pues necesario se torna un mesiánico cambio de rumbo.

Genérica y vagamente podemos decir que tres miradas divergentes se entrelazan complejizando el nudo filosófico del pensamiento actual. Tres fácticas formas de comprender relacionadas con la consumación de nuestra todavía era moderna: en su forma arcaica, en su forma clásica, y sobre todo como propia superación evolutiva de ésta, suponiendo dicha posibilidad una apertura radical a un nuevo abanico de posibilidades aún no pensadas. Modernidad, postmodernidad y postmetafísica (entendiendo modernidad como consumación metafísica) conforman tres maneras de comprender el mundo, llevando a cabo una lucha de racionalidades que viene gestándose como inminente cambio de ciclo, como revolución de los paradigmas inoperantes, el cual suavemente se desliza mientras siguen sucediéndose acontecimientos cada vez más determinantes para dicho cambio. Sólo llegados a este punto la postmetafísica se presenta como superación de la postmodernidad, es decir, como superación definitiva de la modernidad, atendiendo especialmente a los vestigios metafísicos del escepticismo relativista. La ruptura radical con la metafísica inaugura por tanto un nuevo periodo verdaderamente apasionante y esperanzador, en el que se abren paso de forma heroica nuevas formas de contemplar lo real, radicando la comprensión de las realidades en el noble esplendor de las sabidurías antiguas no-duales.

«No busco saber todas las respuestas, sino entender todas las preguntas.»{1}

En esta nueva etapa, especialmente brillante para la mecánica cuántica, se vuelven a fusionar los horizontes entre ciencia y filosofía, fraternalizando una relación irreversible en la que las artes salen ganando (pues la filosofía es ciencia y la ciencia es arte, al menos desde una determinada perspectiva). Potenciación de las artes, que también son religiosas e indisolubles de la tierra por mucho cielo que puedan conquistar. Si es cambio de paradigma es vuelta a la praxis espiritual, a la praxis divina como culto a lo sagrado, dejando a un lado los absolutos inalcanzables que con tanta sangre y dinero riegan el mundo. Y si dudan de dicha perspectiva, la crisis axiológica responde al respecto con desmesurada contundencia. Reconocemos que entre paradigmas inconmensurables sólo hay violencia, en mayor o menor grado, con mayor o menor virulencia, acordándome de Simón Royo cuando nos recuerda que el diálogo representa un nivel mínimo de violencia{2}. Y es por ello responsabilidad innata de la filosofía analizar la problemática lingüística existente entre metafísica y ontología, es decir, entre el paradigma de un supuesto absoluto teológico sintético y el paradigma de las contradicciones ontológicas absolutas. Caracterizando por tanto la ontología como hermenéutica sencillamente nos alejamos de una supuesta ontología subsumida por la supuesta Sustancia metafísica, acercándonos así a la physis{3}, al logos{4}, al dinamismo que exhala lo real y su profundo misterio. Es precisamente en nuestra época donde de manera sublime se desvela la violencia lingüística que constituye a la metafísica, alcanzando niveles desagradables de precariedad moral, parasitando en ámbitos de la vida aún impensados. Sólo tomando consciencia de sus limitaciones cognitivas (de la metafísica) podemos concebir dicho sentir como representación generosa de una sistémica y avanzada lepra, ampliamente asentada en la conciencia del sujeto moderno, alienado por la opulencia exacerbada del cogito cartesiano que abriga. Dicha concepción nihilista y egocrática del sujeto postmoderno nos permite trazar caminos hipotéticos para un pensar ya no metafísico, es decir, ya no relativista, escéptico, positivista o prometeico.

Nos habla Deleuze sobre la prioridad de pensar el acontecimiento{5}. Por lo que la postmetafísica puede concebirse como ese pensar el acontecer ontológico de lo real, analizando e investigando sobre la fenomenología hermenéutica que constituye al sujeto, y que se imbrica con lo real de sublime y misteriosa manera. Pensamos más acá de la metafísica, atendiendo precisamente a la posibilidad de contemplar dicho acontecer ontológico. Necesitamos plantear la problemática pregunta desde una perspectiva que englobe al todo como uno ontológico, es decir, como unidad inclusiva, como jerarquía de desarrollo (holoarquía) y no como jerarquía de dominación (dialéctica platónico-hegeliana). Por ello representa una esperanzadora inquietud el noble intento de concebir propositivamente la diferencia ontológica entre consciencia (unidad ontológica) y conciencia (pluralidad teológica), determinando humildemente que pensar la consciencia como acontecer teológico (aletheia{6}) representa la motivación principal que conmueve al pensar (y sobre todo al obrar) ya no metafísico. Las estructuras políticas emergentes muestran, por ejemplo, como nos orientamos hacia un obrar ya no basado en el principio de la realidad supuestamente única, monológica y pura, sino a través de dinámicas inclusivas que propicien cierta flexibilidad sintética ante las nuevas situaciones emergentes, siempre paradigmáticas temporalmente. Ahí la frescura del bello momento histórico que envuelve a nuestra anquilosada Cultura judeo-cristiana: repensar la relación entre el todo teológico y el uno ontológico, reformulando las fantasmagóricas instituciones que supuestamente nos sostienen, trabajando por aportar un estatuto teológico digno para todos los seres vitales basado en la diferencia ontológica entre ser (como principio común) y ente (como autonomía particular).

Tomo una concreta perspectiva axiológica cuando afirmo que la metafísica, como absolutismo egocrático de la conciencia, representa un impedimento prioritario a superar frente a la esperanzadora posibilidad de avanzar evolutivamente hacia una Cultura colectiva más cooperativa y solidaria, inclusiva de las particularidades, integradora de lo complejo, consciente de su propia temporalidad, radicando un pensar ya no metafísico basado en la concepción modal del absoluto y no en el supuesto Uno numérico-sustantivo (pretenciosamente absolutista y dogmático). Nos apoyamos en Heidegger cuando afirmamos que la sublimación metafísica representa precisamente el reconocimiento consciente de su fracaso histórico{7}, materializando la imperiosa necesidad de un cambio de paradigma cognitivo que pueda atender a la compleja riqueza del mundo en el que cotidianamente vivimos. Pues la metafísica está agotada, y por ello nos impide seguir avanzando; y no sólo agotada sino que se tambalea en pos de una inminente caída. Una vez asesinado Dios, ha salido toda la pútrida bazofia que llevamos dentro; eso sí, mierda en plata y oro. Representando por tanto una óptima situación para una emancipación más efectiva, requiriendo para ello de una más auténtica manera de iluminar las problemáticas filosóficas que nos interpelan hoy y nos inquietarán siempre, trabajando por alumbrar la funcionalidad falaz de la metafísica y sus adecuacionismos especulativos, preparando al ego para meterlo en quirófano. Es aquí que operamos la estafa axiológica que representa la supuesta Razón Pura para nuestra corporalidad mental. El postoperatorio es duro y se requiere reposo y digestión; al cabo de unos días ya podemos comenzar a afirmarnos hermenéuticamente.

«No escuchándome a mí, sino al lógos, es sabio reconocer que uno es todo»{8}

Nos remangamos las mangas de la camisa cuando reconocemos en la hermenéutica la categorialidad constitutiva de la ontología fundamental, relacionando de manera íntima no sólo ontología y hermenéutica sino carácter hermenéutico y regionalidad ontológica. Perseguimos con ello una emancipación del pensamiento aquí y ahora, planteándonos dicho objetivo como un medio para transformar las condiciones materiales de nuestra existencia particular, alejándonos de posibles dogmatismos ideológicos. Para ello construimos (lingüísticamente) nuestra particular manera de comprender la fenomenología espiritual, enajenados en la contemplación del desierto de lo real (recordando Matrix{9}). Cada cual despliega sobre el terreno su particular criterio epistemológico para juzgar; y bien que juzgan: adoptando en masa el catastrófico vector metafísico, aunque en la mayoría de los casos el sujeto ignore la constitutiva temporalidad de su propia realidad. Celebramos por tanto las construcciones temporales frescas y holísticas que comienzan a brotar con firmeza en el mundo «civilizado», colaborando en una escatológica deconstrucción metafísica orquestada como decimos por las sabidurías antiguas no-duales.

Intenciones no faltan para reciclar los escombros (en la medida de lo posible), no para construir bien sino para construir mejor, proponiendo un nuevo tablero de juego y no una moralidad reformada. Por lo que concentramos nuestra voluntad y conocimiento sobre la ambiciosa posibilidad (necesaria) de una ontología hermenéutica (temporalmente) unificada, operando como criterio de interpretación integral de todos los fenómenos posibles, determinando por ende nuestra percepción de la ciencia y las artes, de nuestra religiosidad constitutiva, de nuestras posibilidades más virtuosas y también de aquellas que conforman la Naturaleza como un todo integrado ontológicamente. Ontología hermenéutica unificada como poema efímero de la simplicidad voluntaria. ¿Es dicho paradigma revolucionario? La posibilidad temporal de una ontología hermenéutica unificada temporalmente siempre está presente; podemos tomar consciencia o ignorarla, aunque va llegando el momento de responsabilizarnos de nuestra mayoría de edad y construir algo juntos (me refiero a algo decente). Encaramos pues una posible revolución paradigmática, atendiendo especialmente a la consecuente reestructuración funcional del saber que inevitablemente conlleva.

Dicha propuesta temporal no es necesaria, pues lo necesario es lo real como diferencia ontológica. La autenticidad de nuestras posibles unificaciones abiertas e inclusivas es que representan una posibilidad necesaria, es decir, que teológicamente son necesarias para aportar cohesión espiritual al sujeto, atribuyendo así un sentido integral a nuestra efímera temporalidad. Tenemos cada vez más claro que nuestras construcciones colectivas tienen fecha de caducidad, y que además se requiere necesariamente que apunten a una felicidad escasamente platónica, es decir, alcanzable, experimentable, aunque sea de manera precaria y efímera. Por ende la intensidad emerge teológica, orientando al sujeto en el desarrollo de las virtudes esenciales. La posibilidad temporal de una ontología hermenéutica unificada basada en el acontecer consciente colabora en la fundación ética de nuestras creaciones lingüísticas, acercándonos a la alegría del anima y a la serenidad espiritual de un ego cultivado en la contemplación de una más aurea belleza. Propiciamos también con este tipo de propuestas un cohesionado argumento por el pluralismo ontológico, eligiendo la vía del medio entre realistas y antirealistas (relativistas y escépticos, metafísicos ambos), hermanando lo relativo y lo absoluto a través de la teologización cultural, es decir, de la puesta en movimiento de nuestra linguisticidad consciente y su derivada libertad condicional. Construimos por tanto a partir de la libertad de conciencia, que es libertad lingüística, que a su vez interactúa con las condiciones materiales de existencia. Superamos la metafísica a través de una (re)optimización de nuestra estima, construyendo nuestra particular autonomía simbiótica como una renovada dignidad rebelde, recuperando una visión antidualista que enlace con lo sagrado en la intensidad del aquí-ahora. Esta mirada probablemente es muy revolucionaria, especialmente para las personas interesadas en cultivar una supuesta absolutización material del ego (esa ideológica inmortalidad tan fantástica que voluntariosamente trata Hollywood de vendernos, es decir, que nos vende y que ilusamente compramos).

«El objetivo de la interacción de las filosofías debería ser desarrollar un sistema intelectual comprensivo en el cual todos los elementos de nuestra total experiencia sean entrelazados, en el cual sea generado un patrón consistente y a pesar de todo abierto e inclusivo, en el cual lo que parece foráneo se establezca dentro de un todo o ser omniinclusivo, sin desarraigarlo de lo que pueda ser su espacio ontológico y psico-cultural; el fin último de semejante esfuerzo es comprender el ser y las formas de su auto-expresión, incluyendo el fenómeno humano.»{10}

Atendiendo al título del presente artículo no trato de presentar aquí una posible propuesta concreta, sino alumbrar las condiciones de composibilidad que necesariamente se requieren para la realización material de dicha potencialidad. Aunque siempre que hay reflexión hay algo de juicio, o si lo prefieren, de discernimiento. Ese discernimiento que se relaciona con la temporalidad de las elecciones fenoménicas traza un camino que construye al paso, experimentando y reflexionando sobre la marcha. Significa que toda propuesta de composibilidad conlleva una determinación probabilística de los fenómenos. Es decir, que uno termina poniéndose de fango hasta arriba, sin por ello borrar la serena sonrisa que proyecta la consciencia del momento presente. Nos posicionamos hermenéuticamente afirmando la imposibilidad ontológica de los fundamentos formales que falazmente constituyen la metafísica. Y posicionarnos contra ello es revolucionario, atendiendo a las implicaciones epistemológicas, políticas o culturales que dicha perspectiva tendrá sobre la carcomida representatividad de nuestras instituciones. Reconocer la diferencia ontológica representa otra contradicción insalvable para el Stablishment metafísico{11}. Afirmamos por ejemplo que la concepción trágica de aletheia como acción a través de la cual la verdad se desvela como acontecimiento teológico (es decir, deviniendo consciencia presente) representa, sin lugar a dudas, un merecido funeral para el cogito cartesiano y su American Dream{12}. Negamos la propuesta metafísica a través de la reformulación hermenéutica de los primeros principios, empapándonos de physis y logos, de movimiento y transformación, reconociéndonos en la procesualidad que constituye nuestra impermanente presencia. Por ello apostamos (con mucho respeto pero sin miedo) por la vacuidad objetiva de nuestra emancipada voluntad, liberando la vida de imposiciones mercantilistas a través de la articulación de un criterio satélite (unificado temporalmente) para la interpretación integral de los fenómenos espirituales. Una tarea ambiciosa en lo ontológico, apasionante epistemológicamente y esperanzadora para nuestro devenir teológico.

La posibilidad de una ontología hermenéutica unificada temporalmente se asienta en la reconstrucción de las nociones filosóficas y sus limitaciones operativas. La clásica pirámide de la filosofía, la ciencia, el arte y la religión bien merece una crítica relectura, tratando de reconstruir las ciencias humanas a través de una exégesis profunda de nuestras anquilosadas creencias. Para desarrollar un posible sistema abierto e inclusivo deviene fundamental la reformulación de los elementos que filosóficamente conforman el nudo borromeo del pensamiento postmetafísico: la necesidad del fundamento ontológico de lo real, la posibilidad (necesaria) del fundamento teológico del ser del ente, y la posibilidad (contingente) del fundamento epistemológico para el ente. Dicho malabarismo lo ponemos en pie a través de la negación formal del omnifundamento lógico que la metafísica propone para el todo-uno, atribuyendo a dicha idea un carácter de contingencia más que posible. Por limitaciones de espacio no argumentamos más la inoperatividad manifiesta que arrastra el fundamentalismo lógico de la metafísica (por mucha ontología que la Razón Pura proclame{13}), además de que reconozcamos de manera honesta y firme que ya es hora de pensar el mundo con los cinco sentidos.

Las tareas actuales que atribuimos al pensar alcanzan progresivamente mayor complejidad, requiriendo de voluntad multidisciplinar y neto carácter interactivo. Repensar la ontología fundamental más acá de la metafísica nos propicia herramientas útiles para una comprensión fenomenológica que integre los opuestos dialécticos, manteniendo en todo momento la jerarquía (de desarrollo y no de dominación) de la diferencia ontológica. Requerimos fundamentos flexibles y resistentes (o mejor dicho, resistentes por su flexibilidad), y especialmente requerimos atribuir un complejo estatuto categorial a las realizaciones fenomenológicas del mundo espiritual que cotidianamente experimentamos. Eligiendo esta senda particular nos orientamos hacia un ensamblaje abierto e inclusivo de las regionalidades ontológicas del uno, integrando un pluralismo fundamental que requiere ser reconstruido a través de vectores integrales, más validos relativamente respecto del absoluto y su unidad modal. Pluralismo ontológico que irremediablemente se asienta en el respeto de la diferencia ontológica, que a su vez posibilita de manera fresca la posibilidad de configurar un determinado estatuto fundacional para cada disciplina filosófica, en orden a la funcionalidad holoárquica de la estructura, es decir, a su operatividad modal.

Decía Einstein que si queremos resultados diferentes no tenemos que apostar por lo de siempre{14}; toca abrirnos por ello a las posibilidades más utópicas, aquellas que colaboran a la apertura del espectro contemplativo, aceptando las repercusiones cognitivas que imperativamente conllevan. Pues si queremos plantear un tablero de juego en el que todos los fenómenos se sientan como en casa tendríamos que hablar forzosamente de fundamento y fundamentalidad, incluyendo científicamente la posibilidad de lo que supone contrariedad frente al fundamento, abriéndonos por tanto a lo inexplorado aún en sus radicales consecuencias: pensar las posibilidades de lo que se autofundamenta, o también de lo que pudiera no tener fundamento, aceptando la honesta posibilidad de la ausencia de fundamento estable para el ente, es decir, imposibilitando una objetividad supuestamente absoluta. Algunas personas interpretan dicha carencia de fundamento atemporal para el ente como un castigo; otras sin embargo conciben dicha posibilidad como la puerta a una felicidad más auténtica e intensa. Elegimos por tanto de manera consciente aquella fundamentalidad adecuada a cada saber, integrando todas las posibilidades fundamentales en un único modo de conocimiento, radicado irremediablemente en el logos gnoseológico que intuitivamente nos constituye. Deconstruimos por tanto para recrear una renovada estabilidad, basada paradójicamente en la estabilidad del cambio, es decir, de lo supuestamente inestable: tan contradictorio como pudiera ser el fundamento ontológico, el excelentísimo vacío cuántico o un supuesto principio del caos.

La familiarización con las renovadas concepciones culturales promueve un proceso de asimilación digestiva que irremediablemente transforma y reorienta nuestras investigaciones científicas. Nuestro planteamiento conlleva una reelaboración programática respecto de las funcionalidades tradicionales asignadas a los diferentes elementos que conforman y desarrollan la realización de las posibilidades. Por este motivo la concepción hermenéutica de la ontología deviene revolucionaria respecto de la metafísica, desplegando una serie de utilidades que cohesionan el pensamiento y fomentan su integralidad holística. Seguimos avanzando en el conocimiento complejo de lo real a través de sus probables realidades, trazando enredos conceptuales que proponen una mejorada comprensión del carácter mistérico de la unidad ontológica que tan sutilmente nos constituye.

Fresca tiene que ser por tanto nuestra concepción de lo real frente a la supuesta Realidad Única que propone la metafísica: panteísmo humilde como actual cohiné{1} del pensamiento contemporáneo, tratando de operar una escatología honesta de las ideas pretenciosamente absolutistas. Siendo así que llegamos a pensar en un doble principio dialéctico ya no basado en la jerarquía dominante del Uno numérico-sustantivo, tratando de escapar a la (sin)razón de supuestas independencias radicales concebidas al abrigo de una visión maníquea francamente inoperante. ¿Qué relación tan ontológica envuelve a la nada y al ser, a la vacuidad y la impermanencia? ¿Cuál es la relación entre ser del ente y la consciencia de ser aquí-ahora? ¿Cómo construir un estatuto estable para el ente sin erigir al ser como fundamento de éste? A tan complicadas cuestiones tiene que hacer frente el hipotético aunque riguroso planteamiento de una posible ontología hermenéutica unificada temporalmente, sin por ello devenir receta moralista e iluminada que termine mercantilizando una supuesta verdad objetiva. Por lo que considero que la teorización genuina de las categorías teológicas (como nexo cognitivo entre la cognoscitividad epistemológica y la gnoseología ontológica) ejerce como objetivo postmetafísico y vehículo (trans)epocal, permitiendo una evolución que se adapte a las nuevas potencialidades desarrolladas en cada periodo histórico.

Si hemos reconocido la posibilidad necesaria del carácter hermenéutico (es decir, teológico) de la ontología es porque consideramos el conocimiento como herramienta, vislumbrando por ende la coherente proposición de una posible caja de herramientas, la cual opere como deseado criterio satélite (inmaterial) de la comunicación dialógica. Por ello este tipo de proyectos tienen un intrínseco ADN colectivo, inherente pues su carácter comunitario impone la democratización filosófica del saber, brotando como puente hacia lo no pensado aún (al margen de las tradicionales clasificaciones sociológicas), atendiendo a las implicaciones colaterales que puedan derivar de nuestra reformulada posición. ADN colectivo realizado a través del trabajo cooperativo, libre, abierto, intersubjetivo, temporal, no dogmático, apostando por una pluralidad concéntrica como interpretación de interpretaciones, hasta el infinito y el más acá. Numerosas son las cualitativas aportaciones que pueden recogerse de nuestras pluralistas historias de la filosofía; tan cualitativas como aquellos orientalismos que tan sigilosamente nos están calando. Pensamiento de las categorías, por tanto, que requiere de un diálogo crítico acerca del carácter hermenéutico de la ontología. Colaboramos así con el debate construyendo puentes entre pensamientos postmetafísicos, reconociendo las influencias positivas que al respecto nos sugieren las propuestas linguísticas de Alejandro Escudero, especialmente en su artículo La teoría de las categorías en una ontología hermenéutica{16}. Por evidentes razones espaciales sólo abstraeremos algunos puntos que estimamos de especial interés, los cuales nos ayudan a trazar bosquejos (siempre inacabados) que imperativamente permitan seguir profundizando en nuestra hipotética perspectiva.

A través de este excelente artículo Alejandro Escudero afirma que las categorías apuntan a que la comprensión de algo es siempre «como» algo, compareciendo con rasgos que portan y sostienen un conjunto de propiedades y/o relaciones, dotados así de un determinando sentido; es decir, entendiendo las categorías como agrupaciones de rasgos, tipos de propiedades y relaciones. Por otro lado valoramos positivamente su afirmación de que la comprensión del sentido es siempre y constantemente «categorial», sentenciando que las «categorías» lo son «de los entes»; es decir, de los entes que comparecen en la comprensión, en el saber (sea científico o artístico, por ejemplo). Por tanto la síntesis del sentido no sería una síntesis conceptual sino una síntesis «esquemática». Un alto grado de luminosidad vislumbramos en dicha perspectiva. Por último reproducimos íntegramente sus conclusiones al respecto: «Una hermenéutica filosófica que no renuncie a su profunda vocación ontológica está obligada a proponer una «teoría de las categorías», sea en los términos que hemos apuntado o en otros que se demuestren más rigurosos y acertados.»{17}

Manifiesta por tanto la coherencia de una posible propuesta de unificación temporal, enraizando nuestras comprensiones teológicas en un proceder ya no metafísico, es decir, acorde a la ontología y su constitutivo carácter hermenéutico, reconociendo que la unidad ontológica es modalidad absoluta y no Sustancia (Pura) divisible en esencias parciales. Tratamos de desarrollar las implicaciones del giro copernicano en todos los ámbitos de la existencia, derivando acertadamente en giros lingüísticos y hermenéuticos, fortaleciendo dicha tendencia a través de una regeneración espiritual de nuestro modo de conocer. ¿Dónde quedaron las Ciencias del espíritu? Rápido olvidamos cuando nos come la agitación nerviosa del tecnologizado ego: amnesia producida por el tempo mercantil de la Razón (supuestamente) Pura y Universal. Y las ciencias humanas y las ciencias naturales, ¿dónde se sitúan actualmente respecto de las formalidades cognoscitivas de la Filosofía y la Ciencia? ¿Podemos delimitar por ejemplo las relaciones entre psicología y antropología? ¿Son la lingüística y la ética ámbitos constitutivos del ser humano? ¿Y la religiosidad? ¿Y la democracia? ¿Aparente facilidad para responder? Más problemático se torna por el contrario realizar un ensamblaje coherente que permita la integralidad del conocimiento (y su categorización teológica) a través de una válida (temporalmente) propedéutica científica.

Podemos concluir con mesurada inocencia que la posibilidad temporal de una ontología hermenéutica unificada no es sólo realizable sino deseada por su carácter necesario, abriéndonos así a un abanico de posibilidades no metafísicas que recuperen la dignidad divina que merecemos, no sólo los seres humanos, sino el resto de seres animados. Como bien hemos reconocido no hay diferencia alguna (o no debe haber) entre diseñar un camino y transitarlo, alejados ya de una especulación teorética que rechace una experimentación consecuente de sus valores. Por lo que afirmar hoy la posibilidad de un proyecto de tan ambiciosa envergadura significa afirmarnos hermenéuticamente (como temporalidad modal) a través de nuestras propuestas particulares, es decir, a través de nuestro «aprendiz de tratado» motivadoramente intitulado aletheia. Ontología Hermenéutica Unificada{18}. Esta caja de herramientas reconoce su historicidad compleja, concebida en unas coordenadas concretas del espacio-tiempo contemporáneo y antagónico de la metafísica establecida; dicho proyecto brota y crece como se lo permite su ADN, tan abierto e inclusivo como crítico y antidogmático. Desarrollar los postulados en los que se asienta nuestra perspectiva metodológica significa afirmarnos a través de las posiciones limitadamente argumentadas en este artículo, construyendo un puente transitable y de interés general para trabajar nuevas miradas paradigmáticas (aprovechando la coyuntura axiológica que se presente en los tiempos de crisis). Frente a la metafísica y sus confusiones ontoteológicas (resultado de la inversión natural de las condiciones de posibilidad entre ser y ente) proponemos una analítica del dasein (ser del ente) ya no metafísica, pues no recaemos en realizar dicha investigación al margen del ente sino precisamente (y sobre todo) a través de su corporalidad mental, es decir, a través de las condiciones cognitivas con las que experimentamos el acontecer ontológico de la consciencia teológica (aletheia). Pues no es el ser la meta de nuestras indagaciones, sino la determinación de sentido que nos aporta la comprensión y entendimiento contemplativo de nuestro propio ser. Ahí la consciencia respetuosa de la diferencia ontológica, precisamente fundando el carácter teológico del límite y sus basculaciones temporales, marcando el ritmo entre los tambores del ser comunitario y las flautillas del ente particular.

Desde nuestra humilde estima pensamos que lo menos que podemos hacer es presentar levemente algunos conceptos claves que articulan y cohesionan nuestra precaria fundamentalidad, aquella mostrada en el texto aletheia. Ontología Hermenéutica Unificada. Comprendiendo que la deconstrucción metafísica no sólo se realiza a través de las prácticas culturales (transformaciones materiales) sino también a través de la reflexión linguística, situando la prioridad de nuestra lucha como guerra axiológica contra el (mono)pensamiento metafísico y su métrética Razón-Concepto, proponiendo un exhaustivo tratamiento para (im)purificar el ego (con la experiencia). A través de nuestra forma de percibir comprendemos de dónde venimos y a dónde vamos, analizando nuestra situación actual para trazar colectivamente utópicas culturalidades. Sólo así podemos organizar la marcha, aunando nuestros esfuerzos para decrecer la egocrática conciencia que nos perturba, y restablecer con armonía un sendero transitable que propicie una rebelión holística al interior del sujeto, la cual opere estableciendo temporalmente una supuesta superación integral del nihilismo alienado que parasita en el Yo-Conciencia. Pues un criterio integral de interpretación requiere constitutivamente de la inclusividad para responder a la complejidad real de los fenómenos, en el que todo es todo a través del movimiento y la vibración energética, orquestados por la autonomía que permite el ser a las diferentes entidades que coexisten interactuando. Tareas para las que requerimos de un lenguaje autónomo, teleonómico{19} respecto de nuestras experiencias particulares, que es precisamente lo común que podemos encontrar en otras propuestas sistemáticas postmetafísicas que cohabitan la noosfera{20} contemporánea. Aunque consideramos medida de salud posicionarnos correctamente antes de construir ningún puente, fomentando una sana intuición que ejerza como vector satélite ante la confusión y el caos axiológico temporal que nos impone la metafísica.

En el glosario introductorio que aparece en la página 483 de aletheia. Ontología Hermenéutica Unificada se desglosan pedagógicamente los 20 conceptos claves que operan al interior de nuestra calibrada propuesta. Prefiero por el contrario aprovechar esta oportunidad, no para duplicar contenidos sino para compartir las principales reflexiones que caracterizan nuestra sistemática propuesta, las cuales han sido divulgadas de manera informal en el Congreso Internacional de Ontología de San Sebastián (el cual certifico tiene mucho más de metafísica positivista que de ontología hermenéutica; sólo tenemos que iluminar con serenidad qué y cómo se laurea). En dicho documento caracterizamos la posibilidad epistemológica de una ontología hermenéutica a través de postulados científicos flexiblemente constituidos, dirigiendo nuestro esfuerzo intelectual hacia un desarrollo óptimo de nuestra potencialidad lingüística. Sólo así existe ruptura radical con la metafísica y sus limitadas (simplistas) concepciones, orientándonos a un más profundo enriquecimiento de nuestra pluralidad cultural.

El texto aletheia.Ontología Hermenéutica Unificada, como ilustrada representación de nuestro andar-investigando, comprende la ontología como ciencia que estudia la physis, es decir, analizando la naturaleza inmaterial que nos constituye unitariamente como multiplicidad teológica, atendiendo así al respeto científico de la diferencia ontológica, de la ley del cambio como doble principio o del vacío ontológico como modalidad dialéctica. Ello conlleva interpretar la metafísica como falacia lógica y afección mental producida por los absolutismos egocráticos de la conciencia. Dicho modo limitado de contemplar el mundo, influenciado por la desmesurada (sobre) valoración ontológica de las matemáticas, deviene fenoménica a través de una (supuesta) razón-concepto pura, universal e independiente, la cual invierte la jerarquía natural entre ser y ente, es decir, entre condición de posibilidad y probabilidad realizada. De hecho, más que olvido del ser, la metafísica representa el olvido de la nada, es decir, de la vacuidad ontológica de todo lo que es.

Frente al absoluto sintético de la metafísica proponemos las basculaciones ontológicas de un límite contradictorio: el que marca la diferencia entre lo necesario y lo contingente a través de lo posible (que no es moral suprema sino límpida voluntad). La contemplación de la diferencia ontológica permite comprender que dicho límite une y separa a la misma vez, aportando cohesión fenoménica a través de vectores holoárquicos que trabajan en la limitación consciente de los absolutismos conceptuales, propiciando una determinada concepción de la razón como temporalidad dinámica. A través de una rigurosa analítica epistemológica de los principios del conocimiento derivamos una posible (por su relatividad fenoménica) fundación científica, no sólo de la posibilidad del conocimiento, sino también de la posibilidad de veracidad cognitiva, nunca absoluta sino como espiralidad ascendente en la comprensión simbólica de lo particular y lo diverso. Contemplando la impermanencia fenoménica del ser y la vacuidad axiológica de la nada comprendemos las carencias lógicas de un supuestamente posible fundamento absoluto del Uno como Sustancia, egocéntrico, antropomórfico y extracósmico. Pero el problema no es si Dios existe o no, sino los contenidos que afirmamos cuando nos reconocemos en la existencia de algo. Pues como dijimos antes, todas las personas tienen sus vectores axiológicos, ya sean el Dios cristiano o musulmán, el hare krishna o el dinerito electrónico de las Bolsas bursátiles. Necesitamos sincerarnos y alumbrar mejor nuestra concepción del absoluto, dejando a un lado la imposibilidad ontológica de un fundamento absoluto de carácter formalmente lógico. Ahí es cuando la basura se desborda, y no por huelga del personal.

Se abre paso con firmeza la concepción hermenéutica (modal) de la unidad ontológica. La diferencia ontológica reina como absoluto a través de una jerarquía de desarrollo y no de dominación, determinando que todo es ser y equiparando el uno con el vacío cuántico que nos propone la contemporánea física de partículas. El acontecer teológico de la consciencia nos permite comprender como el uno legisla imposibilitando los absolutismos ónticos de la lógica matemática, colaborando en la concepción del límite como afirmación contradictoria y antifundamental de todo lo que es. Para ello necesitamos de una teoría categorial de las ontologías regionales, materializando el estatuto epistemológico de una genuina Teología ontológica. Rebuscamos en el baúl de la filosofía y reciclamos las sugestiones que vamos encontrando, descubriendo que no necesitamos mirar tanto a fuera si valoramos bien lo que tenemos en casa, es decir, lo que podemos construir nosotrxs mismxs a través del entendimiento. Analizamos los fenómenos a través de nuestro criterio de interpretación integral, dictaminando la capital importancia de la intencionalidad de la conciencia (la conciencia siempre es conciencia de algo) como afirmación constitutiva del carácter ontológico de los procesos culturales, reconociendo la cultura y la vida como proceso teleonómico, acercándonos así, por ejemplo, a las interpretaciones actuales de la biología molecular sobre los sistemas abiertos. Escapamos por tanto a la metafísica rechazando la concepción de la naturaleza humana como Sustancia, abriéndonos a las posibilidades no dogmáticas de una condición común de todos los seres animados.

Conscientes del cataclismo que dicha propedéutica científica supone para el Stablishment positivista proponemos una restructuración crítica e interdisciplinar de los diferentes saberes técnicos, filosóficos y artísticos, llevando a cabo una consecuente deconstrucción teológica de las aporías metafísicas de nuestra egocrática Cultura. Desdramatizando en la medida de lo posible para comprender mejor que no todo es revolución espontánea del paradigma actual, revalorizando el valor lingüístico de las sabidurías antiguas (especialmente la tragicidad griega y el no-dualismo oriental). Así nos reconocemos de manera dionisiaca en la apoteosis cuántica del pensamiento postmetafísico. Aportaciones hay muchas, en diferentes direcciones y sentidos; al sujeto consciente determinar cuáles son sus necesidades para poner en marcha las prioridades que más le interesen. Hay muchas ideas que trabajar y validar temporalmente, pero sobre todo emergen renovadas prácticas por (y para) experimentar cognitivamente, suponiendo en última instancia libertades por las que luchamos para legitimarnos en una determinada dirección axiológica.

En última instancia, como dice Jesús Mosterín, no se trata de encontrar morales sublimes sino de dejar sosteniblemente de hacer el cafre{21}. La deseada superación de nuestras limitaciones mentales la experimentamos a través de aprendizajes digestivos, permitiendo una relación simbiótica con el todo que fomente una apertura cognitiva no dogmática. Reconocer nuestra libertad como determinismo teleonómico (a priori cultural de los fenómenos teleológicos) asienta la responsabilidad de nuestras decisiones en nuestra constitutiva autonomía simbiótica, posibilitando una libertad «condicional» que nos permite seguir avanzando en el cultivo del acontecer teológico como consciencia presente. Nuestro proceso de complejización nos dirige progresivamente a un más amplio nivel de autoorganización, colaborando en la transformación paulatina de nuestras condiciones materiales de existencia. Por ello no se proponen recetas alternativas sino una renovada manera de concebir la cocina, poniendo en práctica un pensar (que es obrar lingüísticamente) ya no metafísico.

Y aunque es verdad que hace tiempo que no nos atrevemos a entablar tratados sistemáticos que propongan un orden formalmente cohesionado, no es por ello que carecemos de la suficiente capacidad crítica para reconocer dichas propuestas en ámbitos del saber no específicamente especulativos, es decir, encuadrados generalmente en las ciencias naturales y humanas. Abriendo nuestro espectro intersubjetivo valoramos positivamente las múltiples sugestiones sistemáticas que nos llegan tanto de la mecánica cuántica como de las matemáticas, de la psicología o la medicina holística pasando por la biología molecular. La Teoría de Campo unificado, la Teoría de conjuntos, la Teoría General de Sistemas abiertos, el Sistema adaptativo complejo (CAS), AQAL, la Spiral Dynamics o las medicinas integrales (china, ayurvédica u homeopática) son algunas de las ontologías hermenéuticas unificadas temporalmente que no sólo se preguntan por el qué del ser sino que, especialmente, atienden al cómo de la physis que ontológicamente nos constituye. Una vez más comprendemos que no es nuestra intención desplegar las formalidades concretas de cada propuesta metodológica, sino de comprender el sentido profundo de sus objetivos para fundar epistemológicamente la posibilidad de proponer formalidades procesuales coherentes con una posible temporalidad sintética no dogmática, a través de la cual estemos en condiciones de interpretar mejor el mundo fenoménico (que también, de cierta manera, relativamente, nos constituye). Nos interesa por tanto comunitarizar el por qué de sus necesidades, dejando para investigaciones específicas el estudio comparado de las diferentes propuestas, sin negar una vez más que es precisamente a través de la complejidad concreta de lo real que accedemos a una comprensión científica del sentido del mundo fenoménico, es decir, de su «cómo» categorial (de su modus operandi).

Dejando a un lado, como decimos, los tratamientos médicos integrales (los cuales también derivan de una comprensión ontológica del uno), atendemos a las propuestas modernas que se están dando en el ámbito de las ciencias naturales y las ciencias humanas. Reconocemos la riqueza de las particularidades que conforman cada propuesta, atendiendo especialmente a la colectivización de los postulados epistemológicos en los que se asientan todas estas propuestas de manera temporalmente estable. Ontología Hermenéutica Unificada significa categorización (epistemología) hermenéutica (teológica) del uno (de lo ontológico). Representa por tanto la proposición abierta y no violenta de un tablero de juego en el cabe todo lo posible, aportando una descripción rigurosa (en la medida de nuestra inteligencia) de las complejidades elementales que participan de esta presencia común. Ello lo comprende la Teoría General de Sistemas (abiertos), que propone un estudio interdisciplinar de los diferentes sistemas y sus niveles, comprendiendo los sistemas vivos como autopoiesis, es decir, como redes cerradas de autoproducción de los componentes que las constituyen. Ello lo comprende el Sistema adaptativo complejo (CAS) por medio de la concepción ontológica del uno como principio de complejidad autosimilar, atendiendo en todo momento a los vectores de complejidad, emergencia y sistematicidad macroscópica. Quizás más arriesgada sea la interpretación de la Teoría de conjuntos como una proposición matemática descriptiva del uno ontológico, pero al menos es así como queremos entenderla, es decir, como intento paradójico de captar matemáticamente el carácter no mátemático (simbólico) del uno. Son precisamente sus propuestas sistemáticas de axiomas lo que ahora más nos interpela, categorialidad operativa a través de la lógica matemática atendiendo a las cualidades de los conjuntos, tratando de esbozar sus posibilidades «totales». Es el corpus filosófico de ímpetu unificador lo que perseguimos en cada fenómeno, desplegando nuestra forma de proceder en todos los aspectos del saber y en todos los ámbitos de la vida.

Especialmente sugestiva consideramos la Teoría cuántica de campo unificado, entendiendo que respecto de nuestra investigación nos concierne específicamente su intento de reconciliar las cuatro fuerzas fundamentales (nuclear fuerte, nuclear débil, electromagnética y gravitacional). En analogía con nuestra perspectiva integral valoramos positivamente los hipotéticos planteamientos sobre el Campo de Higgs, entendiendo su íntima relación con la energía oscura como campo unificado. Por tanto el bosón de Higgs, como cuanto del campo de Higgs, estaría en relación irremediable con la materia oscura y la materia observable. Es en dicho tablero de juego y a través de dicha concepción elemental que entendemos el todo como una red vivracional en la que alegremente interactúan la energía y la materia (observables) como onda y partícula, postulando un doble principio dialéctico como holoarquía interna del uno ontológico. Por último y no precisamente como menos importantes (atendiendo al carácter humano de nuestras motivaciones) referenciamos las noosféricas propuestas de Ken Wilber (AQAL), Christopher Cowan y Don Beck (Spiral Dynamics), las cuales marcan líneas de investigación similares al Proyecto aletheia. Y son precisamente estas dos propuestas metodológicas integrales y holísticas las que más información filosófica nos aportan acerca de la hermenéutica modal que determina el desarrollo probabilístico de las posibilidades particulares.

Gracias a la perspectiva integradora de ambas propuestas, podemos dilucidar algunas premisas a las que irremediablemente tiene que atender una posible ontología hermenéutica temporalmente unificada. Ya hemos reconocido el carácter holoárquico (basado en la concepción de los holones{22} categoriales) de dichas estructuras (como jerarquías de desarrollo y no de dominación). Podemos afirmar también que ninguna propuesta integradora es totalmente falsa (y por oposición tampoco absolutamente verdadera). Enfatizamos que dichas propuestas son concebidas como contenedores (axiológicos) y no como contenidos (ideológicos). Revelan la posibilidad necesaria de la existencia de niveles interdependientes, atendiendo así a la requerida categorización regional de la ontología. No tan sólo AQAL y la Spiral Dynamics, sino también la Teoría General de Sistemas (abiertos) coinciden con el Proyecto aletheia en la relación funcional de las categorías, entendiendo que lo inferior establece las posibilidades de lo superior, y que lo superior establece las probabilidades de lo inferior. El movimiento natural entre categorías marca una tendencia natural al ascenso consciente, atendiendo a la creciente complejidad y a la progresiva autoorganización. En resumidas cuentas concluimos que ejercen como meta-paradigmas, representando una red de paradigmas intrincados que se desvelan hermenéuticamente como criterios holísticos de interpretación integral para cualquier fenómeno posible. Retroalimentando desde tan rica perspectiva nuestra evaluación epistemológica de otras propuestas unificadoras que trabajen en la construcción de sentido ontológico para el uno y sentido teológico para la consciencia (como posibilidad necesaria de la conciencia particular).

La necesidad de elaborar colectivamente propuestas acerca de una posible unificación hermenéutica de la ontología conllevará evidentemente implicaciones consecuentes con sus particulares interpretaciones. Respecto de la filosofía y el conocimiento tratamos de realinear los sentidos del saber y de otros fenómenos animados, renovando nuestro compromiso (o no) en todo momento con una u otra determinada manera de mirar el mundo. De capital importancia resulta entonces la potenciación dialógica de la comunicación, erigiéndose como vector procesual de las transformaciones culturales que emergentemente acontecen. Dicha tarea conlleva la organización propedéutica de las praxis analíticas, poniendo en marcha una gestión efectiva del cambio fenoménico (ético, político, estético, etc.). Nuestra interpretación integral trata de desarrollar y fortalecer la autonomía cultural de los diferentes elementos que borroneamente conforman lo real, capacitando axiológicamente al sujeto y aportando útiles temporales para el tratamiento epistemológico de las diferentes realidades fenoménicas. Sólo así puede consolidarse el estatuto abierto, inclusivo y no dogmático (es decir, democrático) de las pluralidades políticas y estéticas. Sólo así puede abordar el sujeto la superación dionisiaca de la alienación nihilista.

Por otro lado la Teoría General de Sistemas colabora en el descubrimiento de isomorfismos en distintos niveles de realidad. Ello permitiría usar los mismos términos y conceptos para describir rasgos esenciales de sistemas reales muy diferentes. Ello nos permitiría también encontrar leyes generales aplicables a la comprensión de su dinámica. Una vez más recordamos la imposibildad de prescribir recetas industriales que nos dirijan al despertar de la conciencia. Más bien trabajamos experimentando y concentrando nuestro esfuerzo en el feed-back que del todo recibimos. Apoyándonos en la TGS tratamos de favorecer la formalización de las descripciones de la realidad, para, a partir de ella, permitir la modelización de las interpretaciones que se hacen de ella. De esta manera facilitamos el desarrollo teórico en campos en los que es difícil la abstracción del objeto (como la filosofía o las ciencias humanas), atendiendo a la complejidad histórica de los fenómenos y su carácter único. Por ello la hermenéutica se presenta como el criterio de interpretación óptimo para el análisis histórico de los fenómenos culturales, pues los sistemas históricos están dotados de memoria, y no se les puede comprender sin conocer y tener en cuenta su particular trayectoria en el tiempo.

Apologías varias para finalmente tratar de superar la maniquea perspectiva del sentir metafísico, aportando a ésta su merecido estatuto sentimental. Pues una posición genuinamente holística tiene que integrar no tan sólo la visión analítica de los fenómenos, basada en operaciones de reducción, sino atender imperativamente a la concepción sistémica del mundo que nos rodea, basándose en la composición elemental de las posibilidades realizadas. Sólo desde una perspectiva integradora casan con ordenada armonía los opuestos ontológicos, hermanando definitivamente teleología y teleonomía (telos y cultura), trazando analogías entre conciencia y consciencia, construyendo sentido propio a través de una libertad lingüística responsable (y por ende antiegocrática, es decir, antiautoritaria), integrada sin distorsiones en la complejidad real de su propia realidad, cultivada para la contemplación benevolente de la belleza aurea que impregna el todo.

Sólo nos queda señalar la verdad, apuntando hacia ella con mistérico silencio. Pero a través de lo que es velo puede construirse ciencia, concibiendo precisamente los impedimentos limitantes que obstaculizan nuestra espiritualización progresiva, recordando las sugestiones epistemológicas de Bachelard{23}. Señalamos inocentes a la guerra lingüística en curso, batallas entre metafísica y ontología por lograr una estabilidad determinada (cada una la suya) del conocimiento científico de lo que es. El positivismo muestra permanentemente sus límites, tecnologizando progresivamente el circo metafísico de la producción identitaria, adornando con lágrimas de sangre un mundo con ridículo sentido, infantilizado por su Poder, su Dinero y su inutilidad teológica.

Me parece a mí que no sólo las féminas musulmanas de oriente medio llevan burka, concluyendo que tanta cirugía estética ha logrado evaporar nuestras tradiciones culturales, y que tanta televisión ha forzado nuestra reversible miopía. Sentimentalismos aparte reconocemos que una perspectiva unificada de la ontología hermenéutica tiene repercusiones colaterales en todos los ámbitos del ser vital, tanto a nivel cognitivo como cognoscitivo, tanto lingüístico como sociológico, tanto artístico como religioso. Si nuestras perspectivas tienen que asentarse en una determinada manera de contemplar la realidad, elijamos por tanto una manera de mirar no violenta, abierta, no dogmática, inclusiva, no dualista, integradora; en resumen: tratemos de elegir la forma de mirar menos ignorante, o al menos, una forma de mirar que no ignore la fundamentalidad ontológica de la epistmología, atendiendo a la complejidad teológica que nos constituye necesariamente como posibles seres alegres y serenos. Atendiendo a lo esencial nos responsabilizamos de nuestros actos, de nuestros pensamientos, de nuestras propuestas metodológicas, de nuestras hipótesis científicas, de nuestras violencias cotidianas y de sus multidisciplinares consecuencias.

Comprender con profundidad trágica y serenidad estoica las implicaciones teológicas de la concepción ontológica de aletheia supone una auténtica revolución para el paradigma metafísico de la totalitaria Razón Pura, produciendo turbulencias no sólo en el ámbito estrictamente filosófico sino, sobre todo, en los ámbitos científico, artístico o religioso. Desde dicha perspectiva aportamos nuestro granito de arena al respecto, concibiendo nuestro aprendiz de Tratado aletheia. Ontología Hermenéutica Unificada como lugar de (inter)cambio y (re)encuentro pasional con la praxis filosófica (un pensar ya no metafísico) a través de la espiritualidad inherente a todo proceso cultural. Esperando sinceramente que nuestras sugestiones fenomenológicas no confundan aún más el enmarañado mundo de la metafísica positivista, evitando así que la egocrática y precaria existencia de la supuesta Razón Pura nos arrolle, en su inminente caída axiológica, al (ciber)mundo de los (neo)absolutismos.

Diciembre 2014
Francisco Ariza Lama

BIBLIOGRAFíA

Ariza, Francisco. aletheia.Ontología Hermenéutica Unificada, CuantoCaos, 2014.

Escudero, Alejandro. La teoría de las categorías en una ontología hermenéutica, Eikasia, mayo 2012.

Fliguer, José Luís. La ontología de Nicolai Hartmann en la encrucijada del pensamiento biológico contemporáneo.

Larrique, Diego. La hermenéutica como ontología de las ciencias sociales, Espacio Abierto.

Royo, Simón. Del materialismo histórico a la ontología hermenéutica, A parte rei nº19.

Sinari, Ramakant. Filosofías en interacción y la posibilidad de una ontología unificada, trad. de Juan Diego Moya.

Notas

{1} Sentencia anónima popularmente atribuida a la filosofía Kung-Fu, la cual interpreta, en analogía con la filosofía de Gaston Bachelard, que la ciencia no produce verdad sino que busca interrogar mejor, colaborando en la reestructuración epistemológica del conocimiento, potenciando el saber y respetando la diferencia ontológica.

{2} Del materialismo histórico a la ontología hermenéutica: anomalías de la dialéctica ser-devenir, Simón Royo, A Parte Rei nº 19.

{3} Physis como naturaleza inmaterial que constituye al todo como uno.

{4} Logos como indisolubilidad ontológica del uno y el todo.

{5} Lógica del sentido, Gilles Deleuze, ed. Paidós, Barcelona, 1989

{6} Concepción trágica (grecia antigua) de la verdad como desvelamiento (a-letheia).

{7} Nietzsche, Martin Heidegger, Destino, 2005.

{8} Sentencia atribuida a Heráclito por Teresa Oñate en su libro El nacimiento de la filosofía en grecia. Viaje al inicio de occidente, ed. Dykinson, 2004.

{9} The Matrix (1999) es una película de ciencia ficción escrita y dirigida por Lana y Andy Wachowski, protagonizada por Keanu Reeves, Laurence Fishburne, Carrie-Anne Moss y Hugo Weaving, la cual puede representar un moderno remade del mito platónico de la caverna.

{10} Filosofías en interacción y la posibilidad de una ontología unificada, Ramakant Sinari, trad. de Juan Diego Moya.

{11} Pudiendo entender por Stablishment metafísico la teoría de las ideas de Platón y el absoluto sintético de Hegel, ambos artífices de una dialéctica limitadamente hermenéutica.

{12} American Dream como desmesura egocrática del sujeto postmoderno, aquél que ha asesinado a Dios para poner en su lugar al Poder-Dinero, desarrollando un relativismo escéptico que conduce irremediablemente al nihilismo metafísico.

{13} Ontoteología kantiana en el argumento de los posibles, Irene Borges, Universidad de Évora.

{14} El mundo como yo lo veo, Albert Einstein, Brontes, 2012.

{15} Punto de encuentro dialógico, fusión de horizontes gadameriana que recojo en boca de Teresa Oñate.

{16} La teoría del las categorías en una ontología hermenéutica, Alejandro Escudero, Eikasia, mayo 2012.

{17} La teoría de las categorías en una ontología hermenéutica, Alejandro Escudero, Eikasia, mayo 2012, pp. 158.

{18} Texto de 497 págs. publicado por CuantoCaos editorial bajo licencia libre (www.aletheia.comoj.com).

{19} La teleonomía es un término ideado por Jacques Monod que se refiere a la calidad de aparente propósito y de orientación a objetivos de las estructuras y funciones de los organismos vivos, la cual deriva de su historia y de su adaptación evolutiva para el éxito reproductivo.

{20} Concepción acuñada por Vladimir Ivanovich Vernadsky, aunque a nosotrxs nos interesa la concepción de Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), que explica la noosfera como un espacio virtual en el que se da el nacimiento de la psiquis (noogénesis), un lugar donde ocurren todos los fenómenos (patológicos y normales) del pensamiento y la inteligencia.

{21} Jesús Mosterín es el más conspicuo representante de los derechos de los animales en nuestro país y el más firme defensor de una «conciencia animalista» en el campo filosófico.

{22} Un holón es algo que es a la vez un todo y una parte. La palabra fue acuñada por Arthur Koestler en su libro El espíritu de la máquina.

{23} Epistemología, Gaston Bachelard, Anagrama, 1989.

 

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