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El Catoblepas, número 148, junio 2014
  El Catoblepasnúmero 148 • junio 2014 • página 1
Artículos

Contra el «Manifiesto de presentación de la Plataforma por el Derecho de la Mujer a Decidir»{1}

José Luis Pozo Fajarnés

Reflexiones contra el mito de la libertad suscitadas ante la Plataforma por el Derecho de la Mujer a Decidir.

Personalidades de la politica apoyan el derecho de la mujer a decidir

Hace unos pocos días una compañera de trabajo de mi Instituto me solicitó que firmará el apoyo a un documento que lleva por título Manifiesto de presentación de la Plataforma por el Derecho de la Mujer a Decidir. Después de leerlo consideré que no debía hacerlo y me decidí a escribir en contra de lo que el documento expresaba. Las razones de tal postura aparecen vertidas aquí, a la vez que se van comentando los párrafos del Manifiesto:

«Mi decisión me hace libre; que nadie decida por nosotras.»

Con esta doble sentencia comienza el escrito. La doble afirmación parece que dice mucho pero no dice casi nada. En primer lugar atiende a una idea que, como veremos, está presente en todo el escrito, la de dar un valor absoluto al individuo. Una manera de ver al ser humano hoy día muy extendida, y aceptada y defendida de forma dogmática. Desde las primeras revoluciones liberales hasta la consolidación del ideario «racionalista» en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ha primado la idea de la razón individual como valor supremo. Desde que la razón divina dejara de ser lo más valioso, el lugar que aquella dejó vacío debía ocuparse por otra instancia, la cual con el tiempo se iba a hacer muy similar a la abandonada: la razón humana, definida por el idealismo moderno desde Descartes hasta Hegel. Unos y otros filósofos la fueron definiendo, a la vez que equiparando la una a la otra. Dios deja de existir, ¡ha muerto! (dijo contundentemente Nietzsche), pero en su lugar ha aparecido «el hombre» (el individuo, que es el sujeto de unos derechos considerados absolutos, o al menos prima facie). En segundo lugar, la sentencia atiende a la «libertad». Pero ¿qué es la libertad? La libertad es un mito de una gran magnitud, tanta como el de la divinidad. ¿Quién defiende que el hombre es libre? Los firmantes de este Manifiesto parecen suscribirlo, pero nada más lejos de la realidad. Decidir si quieres dar a luz un hijo, o no, no puede ser lo que nos hace libres; la libertad no es algo de fácil definición, que pudiéramos expresar ahora en un párrafo, y menos en una simple frase. Para contrarrestar la sentencia que comentamos -que no para dar razones de lo que sea la libertad- podemos atender a otra muy famosa de Lenin. El político y filósofo ruso en una reunión con diplomáticos europeos, tras el triunfo de la Revolución de octubre, respondió a la pregunta de uno de ellos sobre si los rusos ahora iban a ser libres (hizo la pregunta el representante español, el krausista Fernando de los Ríos). Lenin le contestó: «Libertad, ¿para qué?». Si los rusos no tenían para comer ¿podían ser libres? ¿Hasta donde alcanza la libertad de los españoles en el siglo XXI? ¿Hasta que nos podamos gastar el dinero que hemos cobrado y el crédito que nos da el banco de turno? ¿A qué libertad se refiere el Manifiesto? Con «libertad», denunciamos que el Manifiesto no se refiere a nada.

«Los abajo firmantes, ciudadanos y ciudadanas del estado social y democrático de derecho que es nuestro país, sentimos que nuestra dignidad está siendo amenazada por la presentación y pretendida aprobación de la llamada `Ley Orgánica de Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada´ con la que el Gobierno de la Nación pretende restringir los derechos y libertades alcanzados por la mujer en más de 35 años de democracia.»

Desde cuando el sentimiento da razones. Esta reducción psicologista no puede tenerse en consideración si queremos tomar en serio un argumento que quiera ser de peso. La llamada a «la razón de los sentimientos» es tan poco seria, como lo es el uso de esa terminología tan amplia pero a la vez tan vacía que le precede: «ciudadanos», «ciudadanas», «estado social», «estado democrático», «estado de derecho»… todos estos conceptos relacionados con el Estado (que no son ni siquiera conceptos, pues para serlo debieran tener una definición clara y distintas; pero no hay más que preguntar a cualquiera para percatarse de que no hay definición precisa de ellos) no refuerzan ningún argumento, tampoco ninguno de los demás. El cúmulo de conceptos parece apuntalar lo que luego se va a defender, pero todo lo contrario, solo es una apariencia de «dar razones». Los términos «parecen» definidos, de manera que los que leen el texto están, la mayoría, convencidos de saber el significado de lo que leen. Pero nada más lejos de la realidad, lo que sucede es lo contrario, solo se produce una ecualización en la ignorancia. Podríamos preguntarles que ¿a qué ciudadanos se refiere? ¿A los de una ciudad concreta? ¿A la ciudadanía europea? ¿Y quién sabe qué significa ser ciudadano europeo? ¿En qué me parezco yo a un sueco o a un danés? La cuestión de la ciudadanía ya de por sí es un problema filosófico. Los «ciudadanos» españoles tenemos derechos, pero no por ser ciudadanos a secas, o por ser personas, y ello aunque sepamos que existen los tribunales de La Haya, o de Estrasburgo (la ley que defienden no es universal, sino un espejismo de ley universal, como no puede ser de otra manera), ni siquiera si consideramos otro tribunal internacionalmente más abarcativo –al modo de los famosos tribunales de Núremberg- pues su universalidad es una falacia, pues aplicaban la ley del vencedor. Los españoles tenemos derechos reconocibles por ser precisamente «españoles». Lo demás son milongas, y si no que se lo preguntan a los que quieren saltar la valla de Melilla, o compran un billete para una patera. Toda esta abundancia de términos vacuos, escritos en este contexto, solo van dirigidos a elevar la potencia de un ataque a la dignidad de aquellos «ciudadanos y ciudadanas»: el ataque que les inflige la Ley del aborto de 2014.

«Vivimos en un país democrático y aconfesional que se rige por una serie de principios constitucionales y por eso consideramos que la presentación de este Proyecto de Ley por parte del Ministro de Justicia constituye un atentado flagrante contra la capacidad de decisión de las mujeres en todo lo que afecta a la maternidad y, por lo tanto, contra la dignidad y la libertad de la mujer.»

En 1998, Gustavo Bueno se refiere a estas cuestiones que aquí estamos tratando. El comentario a este párrafo lo hacemos apoyándonos en las opiniones vertidas por el filósofo español respecto de la capacidad del individuo «racional» para hacer, por el mismo, normas que pudieran ser tomadas como conducta. Esta posibilidad la defiende la ideología que tiene su fundamento último en Kant, y su imperativo categórico. Tal ideología es la que está presente en el Manifiesto que estamos criticando. Constatamos que, por otra parte, a la mayoría de las personas las ideas vertidas en el mismo les suenan muy bien. Ello se debe a que la ideología individualista implícita en él es la misma de nuestra sociedad del siglo XXI. La ideología que con estos comentarios se quiere sacar a la luz y denunciar.

Gustavo Bueno, en una entrevista que pasamos a citar a continuación, es preguntado por los entrevistadores con relación a las diferencias que hay entre las ideas de «grupo» y de «individuo».{2} La contestación de Gustavo Bueno fue esta: «El individuo no significa nada, yo creo que esa es la expresión del materialismo en política: considerar al individuo incluido siempre en un grupo; lo contrario es idealismo espiritualista, que significa la libertad individual, la libre decisión y todas esas cosas… Esta mañana estaba oyendo las proclamas de las abortistas: «la mujer debe tener libre decisión», bueno, ¿eso qué es? «Yo soy propietaria de mi cuerpo y por lo tanto soy propietaria de todo lo que está en él, por ejemplo una verruga que me ha salido ahí». Primero, eso de que tú eres propietaria de tu cuerpo es puro espiritualismo, porque si tú fueras un espíritu podrías tener tu cuerpo como un instrumento tuyo, pero si tú eres tu cuerpo, tú no eres su propietaria, eres tu cuerpo. Da otra razón, da por ejemplo la razón de la lucha por la vida: tu feto es tu enemigo. No es que no lo desees, es que te va a plantear unos problemas, entonces destrúyelo como si destruyeras a un enemigo que te amenaza. Son unas discusiones tan terribles las que tienen lugar sobre este asunto, donde entran ideologías... también esta mañana un grupo de antiabortistas decían unas argumentaciones tan malas y deleznables como las de las otras (estaban tal para cual). «El derecho de la mujer a decidir, porque soy mía y es mi cuerpo», ¿pero tú por qué vas a decidir? Otra vez el individualismo. El que decide es el grupo.»

Al parecer, por las fechas de esta entrevista, le faltaban doce años a la ley de Bibiana Aído y Rodríguez Zapatero, que fue aprobada en 2010. La Aído fue la primera y única ministra de «Igualdad», la ministra de un Ministerio que fue tan efímero como absurdo (Según explica Gustavo Bueno: «La Ministra debería saber que la igualdad es una relación simétrica y transitiva que necesita el parámetro ¿igualdad en qué?, ¿en peso?, ¿en tamaño? Ese Ministerio de Igualdad debería dar su parámetro y por lo tanto denominarse Ministerio de Igualdad K, donde K sería el parámetro. Si no es así simplemente se trata de una definición metafísica y vaga»).{3} Esa Ley de 2010 era según los promotores del Manifiesto más progresiva, pero en el Manifiesto no hay detalles concretos que expresen la progresividad de tal ley. Se supone que sobre todo se referirán a la decisión de que cualquier mujer, incluidas las menores de edad, pudieran decidir abortar hasta la semana catorce del embarazo. Tal disparate pedía una drástica rectificación.

«El borrador de la proyectada ley hace más hincapié en la interrupción del embarazo que en la educación afectiva y sexual de las jóvenes y en la propia asistencia sanitaria a la mujer. Se vuelve a desconfiar de la responsabilidad de la mujer, se penaliza su libertad a elegir libremente su maternidad y se tutela su capacidad de toma de decisiones. Por otra parte, se abandona económicamente a la mujer que decida abortar, ya que las medidas que recoge esta nueva norma son genéricas y, en ningún caso, de obligado cumplimiento por la administración.

La vigente Ley de Salud Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo es una ley equitativa, que como las que rigen mayoritariamente en los países de nuestro entorno europeo, establece un equilibrio entre las consideraciones propias de una ley de plazos y de una ley de supuestos despenalizados. Es una norma que no discrimina a la mujer por su situación económica o social, mientras que la nueva propuesta nos llevaría a tiempos pasados en los que solo podían abortar aquellas mujeres que tenían recursos económicos suficientes. Y es una norma que hace especial hincapié en la educación sexual como herramienta fundamental para la libre elección de la maternidad y la decisión responsable de interrumpir el propio embarazo.»

En el Manifiesto se hace hincapié en la Educación en una frase del primer párrafo, y en otra del párrafo que le sigue. Hasta aquí hemos contrarrestado el discurso del derecho de la mujer a decidir, algo que como hemos hecho ver no puede transformarse en el derecho a eliminar vidas humanas. Estaríamos de acuerdo con un Manifiesto, que señalara que se debe educar de tal manera que no se ponga el aborto como solución del problema. Para no tener hijos hay múltiples mecanismos: píldoras, preservativos masculinos y femeninos, diafragmas… El aborto es una práctica que nos acerca a los pueblos primitivos, no puede ser una práctica legal en una Nación civilizada. El Manifiesto debiera de incidir en cuestiones concretas (Marx decía que los progresistas en los días posteriores a la Revolución francesa eran los sans culottes, porque pedían comida y ropa; que los revolucionarios en el poder argumentaban ideológicamente, de manera que de revolucionarios lo habían perdido todo, que sus argumentos eran cercanos a la religión, pues atendían a «ideas»), el Manifiesto debería abandonar la ideología y pedir lo que es justo y razonable. Hay casos en los que el aborto puede ser considerado, pero son mínimos. Su justificación no puede derivar en una aberrante libertad para abortar, solo por un despiste, o por lo sencillo que pueda parecer antes de que se dé, pero eso es puro daltonismo, y se cura con «educación».

La cuestión de la Educación sexual referida en estos párrafos es falaz. La única «educación sexual» legislada aparecía en la asignatura de 2º ESO «Educación para la ciudadanía» y ello no servía de nada. Para que los individuos que pertenecen a un colectivo vivan en armonía lo que mejor y más educa es la ley. De manera que para que no haya abortos, lo que tiene que desarrollarse es un código que ponga unas multas ejemplares a los que, sin razones de peso, se decidan a abortar. Si, en base a multas, pagasen los costes de la intervención, serían los padres los más interesados en hacer comprender a los hijos –educándolos- cómo deben de actuar de cara a la «salud sexual». Pues no hacerlo, resultaría económicamente demasiado. Si alguien no opina lo mismo, que pregunte a los europeos del norte porque sus calles están tan limpias y nadie cruza el semáforo en rojo, o por qué empezaron a poner antes que los españoles grandes multas por conducir habiendo bebido alcohol. El resultado positivo de tales decisiones es lo que llevó a tomar decisiones en España en el mismo sentido. ¿Alguien piensa que poner este tipo de multas no ha «educado» a la población en este sentido concreto?

«El Tribunal Constitucional nunca se ha pronunciado sobre la Ley de plazos, por lo tanto constituye una falacia argumentar que la vigente ley es inconstitucional. Además, con la actual ley, se ha reducido el número de abortos en los últimos años y los que se han practicado lo han sido con un máximo de garantías sanitarias para las mujeres y de garantías jurídicas para los profesionales de la sanidad.»

Los datos barajados en este párrafo son falsos. Ello puede comprobarse con solo acudir a los datos vertidos en la Enciclopedia más utilizada desde hace años, Wikipedia.{4} Al leer el artículo puede observarse que hay una pequeña desviación en el aumento paulatino de los abortos en España, pero como puede comprobarse, en una nota al pie del mismo, es debido a que en esos meses comenzó a utilizarse también el método anticonceptivo de la píldora del «día después».

«No existe demanda social real para una modificación legislativa restrictiva de los derechos y libertades de las mujeres. Ni se puede obligar a las mujeres a ser madres. Y, por tanto, exigimos la retirada inmediata del proyecto de Ley Orgánica de protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada porque con ella estamos abocadas y abocados a un retroceso de 30 años en los logros conseguidos en derechos y libertades de la mujer en España.»

Este párrafo tiene otras tantas afirmaciones gratuitas. Solo puedo decir aquí que no he conocido a nadie, incluidos militantes del PSOE con los que habitualmente me relaciono, que consideraran bueno que una niña de 16 años pudiera tomar la decisión de abortar. Todos los que tienen sentido común lo ven como una aberración. ¿Cómo es posible que una menor no cuente con sus padres en un caso así? La irresponsabilidad de los políticos que dirigían los destinos de España en los años en que se gestó y aprobó la anterior ley del aborto, la de 2010, fue muy grande.

«Nunca un gobierno debería legislar sobre cuestiones morales, sino sobre el ejercicio de los derechos de la ciudadanía.»

La segunda parte de la frase es muy chocante, pues no se entiende la afirmación relativa a que el gobierno tiene que legislar con relación a «los derechos de la ciudadanía». Solo puede afirmar esto quien crea que los derechos de los hombres son absolutos y que, con que estén expresados en la Declaración universal de los Derechos Humanos, ya es suficiente. No tienen en cuenta que las leyes que expresan deberes implican el límite en los derechos. Solo quien considere que todos los hombres, por el hecho de serlo, conocen los límites de su libertad y de sus derechos, puede decir algo tan absurdo como lo afirmado más arriba.

Respecto a la primera parte de la sentencia, que afirma que el gobierno no debe inmiscuirse en lo que los ciudadanos consideran lo bueno y lo malo, también debemos aclarar alguna cuestión. Si alguien escribe una frase tan contundente («Nunca un gobierno debería legislar sobre cuestiones morales»), a la par de aberrante, lo que demuestra es una tremenda falta de capacidad crítica. Demuestra que es seguidor de una filosofía muy pobre, con poca capacidad para confrontar la ideología que impregna el juicio de la mayoría. Como todos saben, la filosofía expresa la manera de ver el mundo que tienen las personas, los parámetros que observan para saber el terreno en que se mueven, la idea de la realidad que tengan… El que ha escrito esa frase tiene una filosofía muy limitada, muy mala, muy de andar por casa, pero que lamentablemente debemos reconocer que es la filosofía que hoy día está más extendida por todo el mundo. Tras constatar esto pasamos a denunciarlo. Consideramos de lo más peregrina esa afirmación taxativa sobre que la moral no debe ser legislada por los gobernantes. Ante tal afirmación, solo cabe que nos preguntemos ¿quién hace la ley moral? ¿Quién es el legislador? Volvemos al principio, a lo que ya denunciamos: la ideología de la época afirma que el legislador universal es el individuo. Un individuo con derechos absolutos, que puede desarrollar, con su razón, una ley universal (cualquier individuo racional, moral, en su misma circunstancia actuaría igual; esto es lo afirmado por Kant y su «imperativo categórico»; Kant es el filósofo que ha triunfado en una sociedad intrínsecamente individualista, como es la que estructura las democracias modernas). El individualismo está aquí omnipresente. Contra ese individualismo escribimos aquí. La moral no puede hacerla un individuo en soledad, como afirmaba el famoso «teólogo protestante alemán», sino que siempre la expresan los grupos. El hombre es tal porque forma parte de instituciones: Estados, clubs de futbol, grupos de teatro, departamentos en Institutos, movimientos terroristas… es el grupo el que legisla. Siempre sucede así. La moral por eso no puede ser universal, las morales chocan entre sí. Y, a modo de ejemplo, podemos contraponer dos morales distintas: lo que pensamos los españoles de a pie (que no le pegamos tiros en la nuca a los demás) frente a las ideas de lo que está bien de los que sí lo hacen (un terrorista considera bueno matar guardia civiles, es bueno para el futuro de su «nación») Lo que es bueno para uno y para otro no es lo mismo, sus códigos morales son opuestos. Con este único ejemplo, aunque podrían escribirse una multitud, damos a entender que no puede haber solo una moral (universal) en base a la cual el sujeto, desde su capacidad racional, pueda tomar decisiones «buenas». El gobierno hace leyes, y las tiene que hacer mirando por el bien común. Eso es lo que decía Aristóteles. Las normas de los estados no son leyes morales pero se dan relaciones de codeterminación entre ambos códigos. Pero este asunto es muy largo y se va del que ahora nos compete.

Con lo dicho hasta aquí consideramos que se han dado bastantes razones para justificar que, aplicando la filosofía materialista el ideario defendido por el Manifiesto, éste se muestra vacuo, y con un fundamento idealista que es inaceptable. Si la ley de 2014, que desarrolla la posibilidad de algunos casos en los que el aborto puede ser admitido, se considera que es insuficiente, tendrán que buscar, los que han escrito ese Manifiesto, otros argumentos que no sean en base a la ideología individualista. Y tendrán que señalar, lejos de la petición a conceptos e ideas sin contenido, unas importantes y buenas justificaciones que contrarresten lo que dice la ética: que lo más importante para el ser humano es «mantenerse vivo», además de procurar mantener vivo a todo el que esté a su alcance (así lo expresaba Benito Espinosa en su Ética). Por ello la tarea de los médicos ha sido la más ética desde siempre. La tarea de Hipócrates, y la de todos los que se dedicaron a lo mismo que él, es la de mantener vivos a los seres humanos.

Notas

{1} Los que firman el Manifiesto, y solicitan más firmas, son los que siguen: Alternativa Laica, Comisiones Obreras, Izquierda Unida, Juventudes Socialistas de Toledo, As. María de Padilla, Médicos del Mundo, PSOE (agrupación local), Unión General de Trabajadores, Unión Progresista de Estudiantes, Asociación de Mujeres Juristas Themis y Ciudadanas/os a título personal.

{2} Este es uno de los temas sobre los que demandaron opinión a Gustavo Bueno en una entrevista que pueden leer aquí completa: http://www.filosofia.net/materiales/num/numero7.htm#entrevista

{3} Esto puede leerse en una entrevista que llevo a cabo Javier Neira en 2010, está publicada en un diario digital asturiano: http://www.lne.es/oviedo/2009/04/22/oviedo-ministra-aido-habla-esclava-dice-derecho-cuerpo/748303.html

{4} Solo tienen que usar el enlace: http://es.wikipedia.org/wiki/Aborto_en_Espa%C3%B1a

 

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