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El Catoblepas, número 132, febrero 2013
  El Catoblepasnúmero 132 • febrero 2013 • página 3
Artículos

Heidegger y «Galiza» (1)

Pedro Insua Rodríguez

Heidegger y la idea metafísica de Nación gallega.
Del «piñeirismo» o de Galicia como Heimat

Heidegger y «Galiza»

A Javier Turnes y Timi Vudú.

«Para nós o galeguismo non debía ser unha adscrición a un partido ou a posesión duna ficha, senón a conciencia moral de todos os galegos, un imperativo ético que comprometese non ideolóxicamente, senon moralmente. O importante era que a ideoloxía, fose cal fose, supuxese a aceptación do galeguismo.» (Ramón Piñeiro, Da miña acordanza,  Galaxia, Vigo 2002, pág. 112.)

«(Piñeiro) supo comprender que el galleguismo no podía ser únicamente la bandera de un partido, sino un compromiso pleno de todas las fuerzas políticas y sociales.» (Manuel Fraga ante la muerte de Ramón Piñeiro, agosto de 1990.)

«da mesma maneira que ser demócrata é un requisito básico para actuar en democracia, ser galeguista será un atributo elemental para actuar na democracia galega» (Alberto Núñez Feijoo, Discurso en el Foro Enrique Peinador, en Dodro 28 de septiembre de 2012.)

Introducción

Partimos aquí de una explicación trifactorial, tal como ha sido concebida por Gustavo Bueno{1}, acerca del origen de las nacionalidades fragmentarias, surgidas por «desprendimiento» de la nación española canónica de referencia a partir de mediados del siglo XIX. Tres factores concurrentes que determinan un proceso, complejo, no lineal, según el cual determinadas regiones españolas, así son consideradas sin duda a principios del XIX (por ejemplo, en el contexto de las Juntas de defensa frente a la invasión francesa), se transforman en «nacionalidades» según van a ser ya concebidas hacia el último tercio del siglo (por ejemplo, por el federalismo de Pi y Margall durante la primera República), para evolucionar posteriormente hacia un nacionalismo ya directamente secesionista, de influencia creciente durante el siglo XX hasta el XXI, y que busca directamente la separación de España (desde la aprobación de «Estatutos» de autonomía todavía «regionales» por las cortes segundorepublicanas{2}, hasta los anuncios actuales de «independencia» y declaraciones «soberanistas» por parte de algunos gobiernos y plenos autonómicos y municipales).

Un primer factor es aquel que se refiere a la existencia (real o ficticia) de un componente diferencial regional, en principio de carácter no político, como pueda ser una lengua vernácula, unas instituciones culturales singulares, unas costumbres más o menos pintorescas, incluso algunos llegan a hablar de la raza ( y no solo en un sentido «espiritual») como elemento distintivo, &tc., y que conforman, sea como fuera, el núcleo a partir del cual, por desconexión de la nación canónica, se produce la idea de nación fragmentaria asociada a tal región. Un componente nuclear que, desde luego, ni siquiera tendría por qué en principio ser interpretado políticamente en una línea secesionista, incluso podría ser visto tal componente en un sentido contrario, como una reafirmación de la nación canónica en esa región (así es célebre la consideración de Unamuno, seguida por Celaya y otros, del vasco como «doblemente español»). Sin embargo, interpretado con determinado sesgo, que busca precisamente su disociación respecto de la nación canónica española, este núcleo va a ser el punto de partida fundamental de la idea nacional fragmentaria tal y como ha llegado hasta nuestros días, por el que una «parte regional» va a ser vista como un «todo nacional».

En concreto, en el caso que aquí nos concierne, la idea de una Nación gallega, la idea de «Galiza» como nación fragmentaria, es una idea que surge a mediados del siglo XIX sobre la corriente del romanticismo literario que será el contexto general, común también a otras regiones, en el que se produzca la canonización de los distintos tipos regionales existentes en España. Estos tipos canónicos son los que justamente han servido de núcleo embrionario, en distintas partes de España, de la ulterior idea fragmentaria de nación. Así, en el caso gallego, el celtismo de Vicetto y Murguía (después expresado de otros modos, como el «atlantismo» de Risco, etc) hará fortuna, en este sentido, hasta el punto de considerar a Galicia (así en el himno autonómico actual, con letra tomada de la Queixume dos Pinos de Pondal) como grey de origen céltico, como la «nación de Breogán». Este núcleo, en este sentido, y a modo de vórtice, «arrastrará» en torno suyo otras características lingüísticas, folclóricas, en general «culturales» (y poco importa que no tengan que ver con los celtas y el celtismo), que se confrontarán, representadas ya como señas de identidad de una totalidad «nacional» gallega, con otras partes (fragmentos) de España.

Y es que, en efecto, un segundo factor, interno a la nación canónica, viene suscitado por las relaciones de confrontación y distanciamiento de unas partes regionales con otras en el seno de la propia nación canónica, que realimentan y abonan el desarrollo de ese primer factor nuclear diferencial.

Así, en el caso gallego (como en otros), será la enemiga con Castilla, en cuanto que se ve a esta, desde determinados círculos y grupúsculos ideológicos (en Galicia fundamentalmente a partir de la llamada revolución de 1846, con Antolín Faraldo y los llamados «mártires de Carral»), como responsable del «centralismo» opresor de tal identidad cultural gallega. Esta rivalidad será recogida después por la poesía de Rosalía de Castro, Eduardo Pondal o Curros Enríquez y servirá de acicate y catalizador para que la llama nacional-fragmentaria, en base a ese primer factor nuclear, se propague a través de ese contexto de confrontación polémica anti-castellana que terminará, finalmente, por convertirse en anti-española.

Este sería pues, decimos, un factor contextual, aunque interno a la sociedad española nacional canónica.

Pero las sociedades políticas no viven aisladas, no tienen una vida monadológica (autárquica, diríamos, «sin ventanas»), sino que viven en un entorno constituido por otras sociedades políticas cuyas mutuas relaciones, generalmente polémicas, son en cualquier caso necesarias para su propio mantenimiento. Así, un tercer factor, también contextual pero exterior a la nación canónica española, es aquel que viene determinado por la dialéctica de los Estados, por la rivalidad, o en su caso coordinación, de unos estados con otros, y que, sea como fuera, influye igualmente en el desarrollo del núcleo y su desprendimiento fragmentario en relación a la nación canónica.

Y es aquí, en este punto, en donde aparece lo que creemos más novedoso de lo que aquí vamos a sostener porque, entendemos, que es en el contexto exterior comprendido por el desarrollo de la revolución bolchevique y la URSS, desde 1917 a 1989, en donde el cultivo de la idea de nación fragmentaria va a ser promovida, precisamente desde ámbitos anti-comunistas, hasta penetrar en las instituciones políticas españolas teniendo como objeto neutralizar los posibles efectos que el propio comunismo pudiera tener en España.

Es decir, y esta es la idea que aquí vamos a sostener, en España la idea de nación fragmentaria ha cristalizado no desde, ni tampoco al margen, sino en buena medida contra el comunismo, siendo esto lo que explique su extraordinaria pujanza y promoción institucional: y es que en determinados ámbitos, como tendremos ocasión de probar, se ha preferido promover una España rota antes que «roja», invirtiendo el famoso lema de Calvo Sotelo.

Por supuesto, es verdad, que la idea de nación fragmentaria y su presencia en España estaba presente con anterioridad a este proceso (particularmente el catalanismo, a partir del 98), pero el alcance que va a tomar, sobre todo a partir de 1917, como elemento de oposición frente al comunismo soviético no tendrá precedentes, pasando las facciones representativas del nacionalismo fragmentario desde una marginalidad decimonónica hasta, ya en el siglo XXI, su infiltración profunda institucional (tanto en el terreno conjuntivo, como en el basal o como en el cortical) llegando incluso a convertirse en la actualidad en árbitro de la política nacional, con la amenaza que ello conlleva para la continuidad (eutaxia)de la Nación española.

También es verdad, en cualquier caso, que los propios partidos de la órbita comunista en España, para empezar el mismo PCE, han terminado por cultivar ellos mismos, particularmente en el contexto del antifranquismo, esa idea de nacionalidad fragmentaria (y así lo hará el Partido Comunista de Galicia, fundado en París en 1968, y dirigido por Santiago Álvarez durante la transición). No obstante, como veremos, el origen de tal idea, así como sus artífices y promotores en España nada tienen que ver en principio, insistimos, con el comunismo y sí mucho, sobre todo al cristalizar la revolución bolchevique, con el anti-comunismo.

* * *

Atendiendo, en todo caso, a cada uno de estos tres factores, veremos cómo aparece y se desarrolla la idea de Galicia como nación fragmentaria (la «Galiza» de los actuales partidos nacional-secesionistas) hasta llegar en la actualidad a penetrar, por infiltración, decimos, en la administración autonómica y municipal en todos los niveles (el propiamente administrativo, el lingüístico, el educativo, el turístico, el toponímico, el onomástico, el emblemático…).

Ahora bien, es de notar que un componente diferencial de esta penetración en Galicia, en contraste con otras regiones españolas (como el País Vasco o Cataluña) es el hecho de que en esta región no fue necesario que un partido programáticamente nacionalista fraccionario llevase a cabo el peso de tal labor. En Galicia no existió, en efecto, un gobierno autonómico dirigido por un partido semejante a lo que representan en el País Vasco o en Cataluña el PNV o CiU, respectivamente. Tras la extinción del Partido Galeguista, ya en los años 60, el BNG, que durante los años de la Transición pudo tener funciones semejantes{3}, solo contó en el Parlamento autonómico de Galicia con un diputado durante los años 80, el incansable José Manuel Beiras Torrado (elegido de nuevo diputado autonómico en las últimas elecciones gallegas de octubre de 2012), de modo que serán en este caso, en el caso gallego, los partidos de implantación nacional canónica (UCD, PP –AP en su momento– y PSOE –PSdeG–) los principales artífices de esa infiltración institucional nacional-fragmentaria en las administraciones locales y autonómica de Galicia.

Y esto se produce, no por casualidad, sino por una estrategia deliberada, derivada de la situación en la que se encuentra el galleguismo partidista durante el franquismo, y que cuajará durante los primeros pasos de la transición. Una estrategia, además, que ya tiene mucho que ver con Heidegger.

Y es que, en efecto, uno de los numerosos tentáculos{4} por los que ha influido la política heideggeriana (o, dicho de otro modo, el nazismo en su versión ex cátedra heideggeriana) es la que viene representada por el nacionalismo fragmentario español, particularmente el galleguismo que tiene en Heidegger, a través del llamado piñeirismo, una inspiración muy directa{5}.

En este sentido, es de notar, que lo primero que se traducirá al gallego por parte de la editorial Galaxia, cuando esta sea creada en el año 50, es a Heidegger, en concreto además Da esencia da verdade{6}, que como veremos no es una elección casual, siendo esta metafísica (con su idea de Ser, de Cultura, de Lenguaje, de Pueblo, de Nación, de Estado, de Universidad, de Trabajo, &c.) lo que triunfa de la mano de Ramón Piñeiro y Celestino Fernández de la Vega, quedando justificado el carácter nacional de Galicia por su asimilación con la «Heimat» (patria local) heideggeriana. Veamos.

Notas

{1} Ver prólogo de Gustavo Bueno al libro González-Varas, España no es diferente,  Tecnos, Madrid 2002, págs. 22-24, origen de las ideas de nación fragmentaria en España.

{2} Ver Pedro Insua, «¿Republicanizar? Pues republicanicemos», El Catoblepas, octubre 2006, 56:13, nodulo.org/ec/2006/n056p13.htm

{3} Y es que si bien se supone que tiene un bagaje ideológico distinto al PNV o a CiU, los tres firmaron, sin embargo, la Declaración de Barcelona, en 1998, tratando de renovar la Galeuzcat contra España, siendo sus diferencias más bien sociológicas que políticas teniendo en la secesión de España el objetivo político común.

{4} Ver Victor Farías, Heidegger y su herencia, Tecnos, Madrid 2010.

{5} Julio Quesada ha hablado, o más bien sugerido pues no llega a profundizar en ello, de la influencia de Heidegger también en el nacionalismo vasco (ver Julio Quesada, Heidegger de camino al Holocausto, Biblioteca Nueva, Madrid 2008).

{6} Martín Heidegger, Da esencia da verdade, Editorial Galaxia, Vigo 1956, traducción, introducción y notas de Celestino F. De la Vega y Ramón Piñeiro, con una carta prólogo del propio Heidegger especialmente preparada para esta edición en gallego.

 

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