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El Catoblepas, número 114, agosto 2011
  El Catoblepasnúmero 114 • agosto 2011 • página 5
Voz judía también hay

Crimen y recompensa
en seis movimientos

Gustavo D. Perednik

De la masacre en Oslo y otros crímenes relativamente impunes

Anders BreivikGuilad Atzmon
Rafael PochSvein Sevje

En una de sus comedias tempranas (1969), así justifica Woody Allen la vida delictiva: «El crimen definitivamente recompensa… es un estupendo trabajo: los horarios son buenos, eres tu propio jefe, viajas mucho y conoces gente interesante».

Una versión menos jocosa de este panegírico sería probablemente suscripta por al menos seis personas o grupos.

Uno, es el terrorista noruego Anders Behring Breivik, para quien la máxima pena que se le aplicará por haber asesinado a quemarropa a casi ochenta personas desarmadas, entre ellos muchos niños, es solamente de 21 años de prisión. Y una prisión de las escandinavas, en las que los derechos de los reos se cuidan fríamente.

Si ninguna lenidad o amnistía logran soltarlo antes, Breivik estará nuevamente en la calle a los 53 años de edad, entre millones de ciudadanos inocentes en el seno de los cuales gozará de varias décadas para volver a sus hábitos.

Casos como éste son los que nos llevaron a plantear en otros artículos que las sociedades libres están casi indefensas ante la agresión.

El segundo beneficiario de esa vulnerabilidad es el grupo de los terroristas palestinos, cuya víctima favorita, la sociedad israelí, se defiende con retraso y múltiples trabas. Un proyecto de ley del diputado David Rotem, que procura eliminar los subsidios estatales para las familias de terroristas convictos, viene debatiéndose durante meses en Jerusalén y es trabado por la oposición de izquierda, la que en su habitual empatía por los marginados, no atina a distinguir entre las víctimas que padecen y los peores victimarios.

Para lograr la promulgación de su proyecto de ley, Rotem terminó por morigerarlo: se convino en que los estipendios estatales no serán anulados, sino sólo reducidos a la mitad. Así, finalmente el gabinete israelí lo aprobó, y no casualmente un día después de los atentados en Oslo y en Utoya (23-7-11). Pasará ahora a la Knéset para su sanción definitiva, y hasta entonces, los familiares de asesinos múltiples que exhortan a destruir Israel, siguen recibiendo mensualmente dinero del Estado de Israel.

En otro artículo hemos mencionado las condiciones en las que viven los terroristas árabes en las cárceles israelíes, desde donde pueden incluso seguir estudios universitarios por correspondencia.

La principal de sus bandas, el Hamás, es el tercer posible suscriptor de la susodicha máxima de Allen, gracias al visto bueno que acaba de darle Svein Sevje, el embajador noruego en Israel.

En una entrevista en el diario local Maariv (26-7-11), Sevje diferenció el terrorismo antinoruego del antiisraelí, porque el primero es muy vil y doloroso, pero el segundo va contra la shmocupación. Por ejemplo, se sabe que debido a la ocupación de 1967, el 23 de agosto de 1929 fueron asesinados unos setenta judíos desarmados en Hebrón. Para una buena parte de Europa, el terrorismo islamista no sólo es entendible sino que es también clarividente.

En su impecable lógica, el noruego añadió que el Hamás es interlocutor para negociaciones de paz, pese a que exhorta a matar judíos y destruir su Estado. Para ese explícito objetivo recibe el apoyo del régimen de los ayatolás en Irán, cuya meta de islamizar el planeta por la fuerza los convierte en el cuarto suscriptor. También para ellos los crímenes quedarán impunes.

A pesar de haberse demostrado que la república Islámica de Irán perpetró el más grave atentado que sufriera Argentina (18-7-94), ésta nunca rompió relaciones con Irán, y se mantiene cercana a su representante en Hispanoamérica, el presidente venezolano Hugo Chávez.

Este año, el erostratismo del canciller argentino lo llevó a elogiar amistosamente al presidente sirio, con quien se reunió en la ciudad de Alepo (25-1-11), y a quien aparentemente aceptó como intermediario para negociar el precio que Argentina cobraría de los ayatolás para olvidar su reclamo de justicia.

En imprevisto traspié, el encuentro en Alepo se efectuó exactamente un día antes de que el ciudadano sirio Hasan Alí Akleh se autoinmolara en Al-Hasakah{*} y así encendiera la chispa de la revuelta popular en su país. Ésta es diariamente reprimida por el elogiado presidente, con un saldo hasta hoy del asesinato de unos mil quinientos civiles desarmados.

Va de suyo que los elogios a Assad nunca fueron rectificados, y que una parte de la izquierda permanece silenciosa ante la masacre (la misma que siempre vocifera contra otro país de la zona), mientras otra parte (como Chávez y Castro) la apoya enérgicamente. Assad es, en efecto, el quinto suscriptor que entiende que, para algunos, matar resulta relativamente barato.

El sexto suscriptor

Quisiera detenerme en el sexto personaje, porque su impunidad es indudablemente imperecedera. Seguirán delinquiendo sin vergüenza ni pausa.

Me refiero a los calumniadores judeofóbicos de rutina, que en estos días hicieron gala de una perversión especialmente apresurada.

Como se sabe, los nazis siempre buscan el enlace judío de todo lo que les disgusta. Cuando aparece una lacra social, insisten en rastrearla a algún pariente judío del vecino de un cliente del perpetrador, lazo que a ojos del que odia confirma la veracidad de su prejuicio.

En su impávida iluminación, saben de antemano que los judíos obran mal; luego reconocen este dato en cada vericueto que arrancan a la realidad. No se detienen a reparar en que la racionalidad procede de modo exactamente inverso.

Para los judeófobos de hoy, el «link» se rebusca con Israel. Así, en diciembre de 2002, Alex Navajas y Alex Rosal denunciaban en La Razón que el «ataque a la iglesia» (la denuncia de la pedofilia) provenía del «lobby israelí». Acusar era gratis, y el inevitable silencio del acusado ante la loca incriminación, probaría su culpa. Como diría Milan Kundera, el castigo finalmente encuentra a la falta.

En esa misma línea de «pensamiento», varios medios difunden en estos días «muestras» de que detrás de los atentados en Oslo y Utoya, está… sí, el lector ha adivinado bien, y me ahorra tener que repetir la obscenidad.

El corresponsal de La Vanguardia Rafael Poch titula a su artículo (30-7-11): «Anders Breivik, admirador de Israel».

No se detiene en que Breivik es rubio, ni conservador, ni perturbado, ni noruego, ni que le gustaba el repollo o la música de Wagner; no construye el vínculo del terrorista con que habla inglés, y es joven, nacionalista, heterosexual, anticomunista, ni con la ninguna otra tendencia que lo parió. El título de Poch es «admirador de Israel», aun si este país apenas si es mencionado en las centenares de páginas del manifiesto de Breivik.

Luego, para colmo, Poch señala «la loca ideología» del país judío, aparentemente adoptada ahora por «la extrema derecha». La ceguera de la judefobia compite con su descaro: no sólo que podemos reducir al asesino a ser un admirador de Israel, sino que el país judío es elevado después a ser nada menos que la fuente de la masacre. Los locos por doquier se inspiran en Israel… deberíamos suponer que Poch incluido.

Los demás artículos son reiteraciones del sangriento mito. En la revista Rebelión, María José Lera atribuye el atentado a «los tentáculos de Israel», y Guilad Atzmon llama a Breivik un «shabes goi» (un no-judío que hace para el judío religioso alguna tarea que éste no puede realizar en sábado).

Los judeófobos de hoy han dado una vuelta más a la tuerca de su manía y encuentran un israel para todos los males. Maruja Torres, por lo menos, fue más sincera y más tonta cuando hace unos años admitió en El País que «le habría gustado» que el judío de las naciones fuera culpable de otro atentado de marras. Ella sólo quería; los de hoy lo han conseguido.

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{*} Tal como lo había hecho el tunecino Mohamed Bouazizi (17-12-10).

 

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