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El Catoblepas, número 99, mayo 2010
  El Catoblepasnúmero 99 • mayo 2010 • página 9
Artículos

Sobre bioéticas, dictaduras y metodologías

Tomás García López

Carta abierta a Melvin Urquía

Manifestación de estudiantes de la UNAH, Honduras, marzo de 2010

Querido Melvin:

No pienses que me he olvidado de ti.

Recibí tu apremiante apelación filosófica: «Hoy más que nunca necesito de su orientación», a la que no pude atender con la celeridad que hubiera deseado debido a tres compromisos ineludibles, que absorbieron todo el tiempo del que disponía e incluso más, hasta el punto de tener que posponer las entregas digitales de artículos ya manuscritos y comprometidos a la revista El Catoblepas.

Estos compromisos fueron los siguientes:

1º) La presentación en Oviedo del libro de Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático (ver El Catoblepas, nº 96, febrero de 2010), cuya parte no ceremoniosa implicaba por mi parte, como no podía ser de otra manera, leer y estudiar a fondo el libro que íbamos a presentar y del que Don Gustavo habló durante casi dos horas a unos asistentes que llenaron la sala del Club Prensa Asturiana.

2º) La preparación de una intervención en los Encuentros del Lugar, en la localidad conquense de Carrascosa de la Sierra, los días 6 y 7 de marzo de 2010, en debate abierto con la neurofisióloga, Jefe de Sección de Neurofisiología del Hospital Virgen de la Luz de Cuenca, Mª Ángeles García Jiménez sobre «Cuestiones Bioéticas: Aborto y Eutanasia».

3º) La preparación de una comunicación, «Crisis global y déficit imperial» para los Encuentros de Filosofía de Oviedo, «La Economía Política ante la crisis», celebrados en el Salón de Actos de la Fundación Gustavo Bueno los días 26 y 27 de marzo de 2010.

Pero no hay «mal retraso que por bien no venga».

En efecto, de las cuestiones apuntadas en tu correo del mes de diciembre pasado, sobre las que demandas orientación en dos tiempos, dos coinciden, plenamente, con los asuntos que me tuvieron ocupado entre esas fechas de diciembre y éstas de la semana de vacaciones, en la que he podido escribirte esta extensa carta: la Bioética y la Filosofía Política. Y las otras preocupaciones se refieren a la Metodología de las Ciencias Sociales y la Filosofía General (¿definición y tipos de filosofía?). Dices concretamente:

«Hoy más que nunca necesito de su orientación. Como le conté la vez pasada, ya casi un año, imparto clases de Filosofía General, Ética Médica (la enfoco desde la Bioética), Lógica aplicada a las Ciencias Sociales, Lógica Matemática y Metodología de la investigación en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en Valle de Sula.»

Empecemos por la Bioética.

Suscribo plenamente tu enfoque para el tratamiento de la Ética Médica como un asunto de Bioética.

Pero Bioéticas hay muchas y todas ellas atravesadas por ideas filosóficas tales como: «vida», «cuerpo», «calidad de vida», «santidad de vida», «muerte», «persona», «razón», «límites de la ciencia», «justicia», «suicidio»… (Gustavo Bueno, ¿Qué es la Bioética, Pentalfa, Oviedo 2001, pág. 58).

Como habrás comprobado, en este opúsculo, que estás utilizando, como dices, el profesor Bueno platea la cuestión del Estatuto Gnoseológico de la Bioética, despejando cualquier tentación de convertirla en una ciencia o técnica médica de carácter universal, con la que algunos médicos operan, «nunca mejo dicho», en sus comités de Bioética.

Precisamente en los VI Encuentros del Lugar, de Carrascosa de la Sierra, a los que antes me referí, tuve que emplearme a fondo para demostrar a mi oponente, neurofisióloga y miembro de un comité de Bioética, que la Bioética no podía ser universal como ella pretendía, en tanto que yo hablaba, por ejemplo, desde principios y reglas de Bioética materialista, mientras que ella, al cifrar el fundamento de la naturaleza humana o del ser humano en el sistema nervioso tanto respecto al «nasciturus» como al «moriturus», e invocar el principio kantiano (acaso sin saberlo) de la autonomía ética tanto de la embarazada dispuesta a deshacerse del germen, embrión o feto en nombre de una supuesta salud psíquica, («¿dónde queda la salud física del germen, del embrión o del feto?»), como del enfermo grave o terminal, o incluso del individuo sano ante su testamento vital con el que quiere evitarse cualquier vestigio de dolor en una supuesta enfermedad futura, «vendiendo su alma al diablo» en nombre de la «felicidad canalla» a la manera del Fausto de Goethe, estaba operando desde una Bioética idealista (espiritualista).

Naturalmente desde una Bioética materialista compartimos aquella parte del testamento vital en que se haga donación de órganos para posibles transplantes, desde el principio de la generosidad de Espinosa: «Por generosidad entiendo el deseo por el que cada uno se esfuerza, en virtud del sólo dictamen de la razón, en ayudar a los demás hombres y unirse a ellos mediante la amistad», Baruch De Espinosa, Ética, Editora Nacional, edición preparada por Vidal Peña, pág. 242). Y no podemos, por la misma razón, defender el aborto, porque el germen, el embrión, el feto, y no digamos el infante, (remarco este cuarto momento del desarrollo ontogenético porque es célebre la defensa que hace Kant de un tipo «repugnante» de infanticidio en su Metafísica de las Costumbres: «El niño venido al mundo fuera del matrimonio ha nacido fuera de la ley (que es el matrimonio), por tanto, también fuera de su protección. Se ha introducido en la comunidad de una forma –digamos– furtiva (como mercancía prohibida), de modo que ésta puede ignorar su existencia (puesto que legalmente no hubiese debido existir de este modo) y con ella también su eliminación, y ningún decreto puede borrar la deshonra de la madre si se conoce su alumbramiento fuera del matrimonio». Immanuel Kant, La Metafísica de las Costumbres, traducción de Adela Cortina y Jesús Conill, Tecnos, pág. 173), contienen ya la individualidad corpórea, diferenciada claramente de la individualidad de la madre, y tanto una como la otra deben ser preservadas en nombre de la Bioética materialista. Casuística a parte la constituye la colisión de ambas individualidades en un posible conflicto bioético, es decir, cuando la madre se encuentra entre la vida y la muerte en su proceso de gestación o de parto. Podríamos verla como un caso de «lucha por la vida».

Además del opúsculo del profesor Bueno, ¿Qué es la Bioética?, que ambos conocemos, utilicé también, para orientar la exposición y el debate sus rasguños, publicados en los números 93 y 97 de El Catoblepas, «Ética, Moral, Bioética y Derecho» (noviembre de 2009), y «Fundamentalismo científico y Bioética» (marzo de 2010), y la introducción a los Textos sobre cuestiones de Medicina de Benito Jerónimo Feijoo (Biblioteca Filosofía en Español), hecha por Gustavo Bueno y en la que distingue claramente entre Biología y Medicina:

«El biólogo, por tanto saludará con interés, como un acontecimiento interesante, cualquier mutación que se produzca en un organismo… Pero la Medicina en cuanto disciplina práctica no puede mantener la perspectiva propia que atribuimos a la Biología. Tiene cerrado el paso a cualquier «experimento» en este sentido… Más aún por su condición de humanismo práctico, la Medicina se constituye como una disciplina esencialmente ética, si entendemos la ética por su ordenación a la asistencia de la vida del cuerpo humano individual, en lo que se opone a la moral, que se ocupa más bien, y a veces en conflicto con la ética, por la asistencia a la supervivencia del grupo.» (Gustavo Bueno, «Presentación: Medicina y Biología», Textos sobre cuestiones de Medicina de Benito Jerónimo Feijoo, Oviedo 1999.)

¡Nada peor, respecto a este asunto, que tener, como hemos tenido nosotros en España, a un Ministro de Sanidad, doctor en Medicina, haciendo las veces de biólogo experimental!, en la línea de la Bioética propugnada, en su día, por José Ferrater Mora y Priscilla Cohn:

«En una frase muy citada, y debatida, el sociobiólogo Edward O. Wilson ha escrito: «Tanto los científicos como los humanistas deberían considerar la posibilidad de que haya llegado la hora de sacar por un tiempo la ética de manos de los filósofos y biologizarla»… Se entienda como se quiera, es cierto que, si bien «la ética» no ha estado siempre, y exclusivamente en «manos de los filósofos», éstos la han manoseado tanto, y por lo común tan fuera de contexto, o dentro de contextos tan enrarecidos, que no parece mala idea que los biólogos –por lo menos algunos– se ocupen –por lo menos un rato– de ella» (José Ferrater Mora y Priscilla Cohn, Ética aplicada, Del aborto a la violencia, Alianza Editorial, pág. 11.)

El ex ministro español al que me he referido es Bernat Soria.

Otros materiales oportunos para el tratamiento de cuestiones de Bioética, desde la perspectiva del Materialismo Filosófico lo son: Debate sobre la eutanasia, libro editado por Planeta en 2000, con prólogo antinómico de Gonzalo Herranz y Salvador Pániker, en el que Carla Fibla recopila 25 entrevistas a personajes conocidos del mundo de la política (Gonzalo Puente Ojea), la ciencia médica (Santiago Dexeus, Luis Rojas Marcos), el derecho (Jesús Cardenal), el teatro o el cine (Albert Boadella, Rosa María Sardá), la teología (Enrique Miret Magdalena), el periodismo (Juan Luis Cebrián) y la filosofía (Eugenio Trías, Adela Cortina, Gustavo Bueno y Victoria Camps)...

Ni que decir tiene que esas 25 posturas son susceptibles de ser clasificadas, por medio de lo que podríamos llamar «hipercubo de la Eutanasia», una vez seleccionados los cuatro criterios con sus correspondientes ideas contrapuestas.

Y, de manera especial para la cuestión bioética del aborto, el capítulo XIV, «La ley de plazos del aborto» del libro de Gustavo Bueno El Fundamentalismo Democrático (Temas de Hoy, Madrid 2010), texto que tomé como soporte para la intervención antes mencionada, y que fue, en realidad, un apuntalamiento de sus tesis centrales.

Añadamos su reciente artículo «La cuestión del aborto desde la perspectiva de la teleología orgánica» (El Catoblepas, nº 98, abril 2010), en el que hace explícito el teleologismo materialista que ejercitó en sus escritos y conferencias sobre el aborto, anteriores a esta publicación.

Los análisis materialistas, hechos con estos trabajos, nos permites catalogar y enjuiciar cualquier posición u opinión sobre cuestiones de Bioética.

Elaborar, por ejemplo, un hipercubo de teorías bioéticas sobre el aborto, es decir dieciséis teorías, ocho de ellas anantrópicas y otras ocho antrópicas respecto a la naturaleza del germen-embrión-feto-infante, cruzando a la vez las ideas de positivismo moral / moral fundamentada, tolerancia / intolerancia y circularidad-angularidad / circularidad-radialidad del Espacio antropológico.

Con él podremos comprobar cómo la Bioética Materialista que defendemos está más cerca del Manifiesto de Madrid, firmado el 17 de marzo de 2009 por el Catedrático de Genética Nicolás Jouve, por los también catedráticos César Nombela de Microbiología y Luis Franco Vera de Bioquímica y por el biólogo Javier del Arco, entre los más de 2000 científicos, en defensa del germen-embrión-feto-infante, que del contra-manifiesto: «En contra de la utilización ideológica de los hechos científicos», de sesgo descripcionista, gnoseológicamente hablado, y de trasfondo maniqueo: «confundir, a la sociedad presentando como argumentos científicos lo que pertenece al ámbito de las creencias», encabezado por Ginés Morata, profesor de Investigación del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y premio Príncipe de Asturias; y, por supuesto, que de la opinión del Comité de Bioética de España, creado «ad hoc» y «ex profeso» por el gobierno Zapatero para recubrir, nematológicamente, a la eufemística Ley Orgánica de Salud sexual y reproductiva y de Interrupción voluntaria del embarazo. (¿Tiene en cuenta esta Ley la salud del germen-embrión-feto-infante en su proceso continuo y por tanto sin solución de interrupción, bajo el supuesto de unos plazos «ad hoc», que reproducen a otra escala la célebre polémica medieval sobre la animación inmediata o retardada?) Además, ¡sepan señores gobernantes socialdemócratas que las primeras acepciones del verbo latino interrumpo, del que deriva el verbo español interrumpir, son: «hacer pedazos», «romper», «destruir»…!

La proximidad de la Bioética Materialista a los principios y reglas de la bioética que se desprende del Manifiesto de Madrid se da sobre todo respecto al apartado «a» de la enumeración de lo que ellos consideran hechos, y que dice así:

«Existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación. los conocimientos más actuales así lo demuestran: la Genética señala que la fecundación es el momento en el que se constituye la identidad genética singular; la Biología Celular explica que los seres pluricelulares se constituyen a partir de la única célula inicial, el cigoto, en cuyo núcleo se encuentra la información genética que se conserva en todas las células y es la que determina la diferenciación celular; la Embriología describe el desarrollo y revela cómo se desenvuelve sin solución de continuidad.»

Desde la Bioética Materialista no compartimos la defensa de toda vida pluricelular en particular y de toda vida en general, principio que suscriben también, acaso acríticamente, otras Bioéticas «pro vida», entre las que se encuentra la Bioética Católica, apoyada, naturalmente, por la Conferencia Episcopal. Como es bien sabido la Bioética Materialista cuestiona, por ejemplo, la vida de las personas cero, autoras de crímenes horrendos, propugnando para ellos la «Eutanasia procesal» que no es, exactamente, pena de muerte, entre otros motivos porque, sencillamente, las almas «no pueden penar» como si fueran formas separadas.

Pero sin duda alguna, este Manifiesto de Madrid se aleja menos de los parámetros éticos del Juramento Hipocrático: «No daré a nadie ningún fármaco mortal, aunque me lo pida, ni jamás propondré tal consejo; igualmente no daré a las mujeres pesarios para provocar el aborto», y de la Ética de la fortaleza (firmeza-generosidad) de Espinosa: «Refiero a la fortaleza todas las acciones que derivan de los afectos que se remiten al alma en cuanto que entiende, y divido a aquélla en firmeza y generosidad». (Ética, escolio de la proposición LIX de la parte tercera), que la hipócrita opinión del Comité de Bioética de España (más conocido como «comité de expertos»), puesto que aun admitiendo, en su apartado «a» del punto 3, «El estatuto biológico del embrión y sus implicaciones», que «surge aquí una entidad biológica nueva, que posee la dotación genética característica de la especie humana», da luz verde a la Ley de la Interrupción voluntaria del embarazo (conocida, popularmente, como «Ley de plazos del aborto»), con la sola excepción del Catedrático de Microbiología César Nombela Cano que, entre otras muchas cosas, dice: «La discrepancia de este vocal con la opinión del Comité se basa en la radical contradicción en la que incurre, al reconocer que desde la concepción existe una vida humana nueva, diferenciada de la de la madre gestante, pero al mismo tiempo admite que se pueda acabar de manera voluntaria con esta vida, durante las primeras catorce semanas de su desarrollo», en el texto de su voto particular contra el resto de los componentes del citado «comité de expertos», presidido por Victoria Camps Cervera, y en el que es Vicepresidente Carlos Alonso Bedate, y vocales: Carmen Ayuso García, Jordi Camí Morell, María Casado González, Yolanda Gómez Sánchez, César Loris de Pablo, José Antonio Martín Pallín, Marcelo Palacios Alonso, Carlos María Romeo Casabona, Pablo Simón Lorda y el discrepante César Nombela Cano.

Concluyamos con esta sentencia antropológica:

«Admitamos que el aborto pueda ser considerado como una regla «progresista» respecto al infanticidio del periodo salvaje para controlar la natalidad, pero es un puro acto de «barbarie» en los tiempos de los métodos anticonceptivos del presente el marcha.»

* * *

Con la mención al libro El fundamentalismo democrático, abrimos un segundo apartado relativo a la Filosofía Política, por la que muestras prioritaria preocupación en tu segundo emplazamiento:

«Hace un mes, en el marco de la dictadura que estamos sufriendo a consecuencia del golpe de estado concebido desde EEUU, formamos un Movimiento de Investigación bajo el nombre de M!RA, y queremos hacer uso del método del materialismo filosófico que ustedes proponen para investigar, reflexionar y actuar en nuestro entorno y mantenernos en resistencia.»

Precisamente con este ensayo sobre el Fundamentalismo democrático, con el que el profesor Bueno examina a la Democracia española, y con otro que publicó en 2004, Panfleto contra la Democracia realmente existente, del que destaco el capítulo III, por contener la potentísima teoría del poder (¡no hay tres poderes tan sólo, sino dieciocho!, nueve de los cuales son descendentes, tres en cada una de las capas de la Sociedad Política –conjuntiva, basal y cortical– y otros nueve ascendentes –acción / reacción política– repartidos y concatenados, igualmente, en las tres capas de la Sociedad Política; y por eso es corrupción de pensamiento –corrupción no delictiva– invocar, constantemente la ideología del «Estado de Derecho», o de la «separación de poderes», o de la «muerte política de Montesquieu»; ¡El derecho es un componente esencial de todo Estado, sea éste democrático, aristocrático o tiránico (dictatorial)!; ¡Todas las ramas del poder están dialécticamente concatenadas!; ¡El formalismo político de Montesquieu vive, desgraciadamente, entre la mayor parte de nuestros políticos, sobre todo entre los que propugnan la mal entendida tesis de la separación de poderes!), podemos despejar cualquier tentación fundamentalista sobre la democracia como sistema perfecto, «el fin de la Historia», al que hemos llegado, recuperando definitivamente la condición democrática que estaba a su vez el la génesis del «ser humano», y por consiguiente, considerar a las democracias realmente existentes, sean éstas europeas, asiáticas, africanas, americanas o hispanoamericanas, como modulaciones, entre otras, de la sociedad Política, al tiempo que nos permiten adjetivar o colorear sus morfologías políticas: Democracia popular de Cuba, Democracia populista de Venezuela, Democracias homologadas… &c., con o sin corrupción, sea ésta delictiva o no delictiva, y detectar, finalmente, sus contradicciones internas y específicas.

Primer Ensayo sobre las Categorías de las Ciencias Políticas (1991), y España frente a Europa (1999), son libros que nos proporcionan el soporte materialista para el análisis de los procesos constitutivos (sistásicos) de los Estados y de los Imperios, así como sus momentos críticos, sus crisis, su fin de ciclo...

Respecto al Estado: su núcleo, curso y cuerpo, y por tanto el tipo de Sociedad Política resultante, en función de la dinámica de sus capas y ramas del poder.

En cuanto al Imperio: si éste ha sido o es generador o depredador.

Por otra parte, la aplicación de la racionalidad económica, que desde el punto de vista del Materialismo Filosófico consiste en una «rotación recurrente sistemática», como así aparece tratada en el Ensayo sobre las Categorías de la Economía Política (libro publicado por Gustavo Bueno en 1972, y sobre el que está en estos momentos preparando un epílogo), a la dinámica y dialéctica de los Estados y de los Imperios, permite enfocar la Historia Universal, como Historia de los Imperios: Imperio romano, Imperio español, Imperio británico, Imperio soviético, Imperio americano… con criterios materialistas.

Con esta tesis materialista de la Historia Universal como Historia de los Imperios ensayé en los XV Encuentros de Filosofía de Oviedo, «La Economía Política ante la crisis», la crisis actual.

De manera que mi comunicación «Crisis global y déficit imperial» pretendió ser una concreción de la idea de globalización como globalización cumplida a través del Imperio Americano en un momento crítico.

En efecto, la crisis surgida en los EEUU de América del Norte, cuyos síntomas basales (económicos), conjuntivos (políticos) y corticales (militares, religiosos), son análogos a los registrados por los historiadores que han estudiado la decadencia del Imperio Romano (Edward Gibbon, S. I. Kovaliov, Bryan Ward-Perkins, J. Imbert, William Rosen, Marcel le Glay, James O’Donnell, Peter Heather, Adrian Golswerthy, Teodor Mommsem…), o la caída del Imperio Español (J. H. Elliot, Juan Reglá, José María Jover, C. Pérez Bustamante, Miguel Artola, Manuel Fernández…), o la ruina del Imperio Británico (Simon Shama, Niall Ferguson), o el hundimiento del Imperio Soviético (Tony Judt), tiene que repercutir, necesariamente, en los demás países del sistema centrípeto global, a imagen y semejanza de cómo la energía solar afecta, determinísticamente, a los planetas del sistema solar y a los satélites de éstos.

Karl Marx anunció, a su manera y acaso sin pretenderlo, la decadencia del Imperio Británico:

«Antes de pasar a los trabajadores agrícolas propiamente dichos, hay que mostrar mediante un ejemplo cómo obran las crisis incluso sobre la parte mejor pagada de la clase trabajadora, sobre la aristocracia de la clase trabajadora. Se recordará que el año 1857 trajo una de las grandes crisis con que se cierra cada vez el ciclo industrial. el nuevo plazo venció en 1866. La crisis, ya descontada en los distritos fabriles propiamente dichos por la escasez de algodón, que lanzó mucho capital de la habitual esfera de inversión a las grades sedes centrales del mercado monetario, tomó esta vez un aspecto predominantemente financiero. El estallido de la crisis en mayo de 1866 quedó señalada por la caída de un gigantesco banco londinense, a la que siguió inmediatamente el hundimiento de innumerables sociedades financieras especulativas. Una de las grandes ramas económicas londinenses a la que afectó la catástrofe fue la construcción de buques de hierro. Los magnates de ese negocio no sólo habían sobre-producido desmedidamente durante el periodo especulativo, sino que, además, habían concertado enormes contratos de suministro, especulando con que los créditos les seguían afluyendo con la misma abundancia. Entonces se produjo una reacción terrible que continúa aún hoy, a finales de 1867, en otras industrias londinenses.» (K. Marx, El Capital, Sección VII: El proceso de acumulación de capital, Capítulo XXIII: La ley general de la acumulación capitalista, 5: Ilustración de la ley general de acumulación capitalista, d: Efectos de la crisis en la parte mejor pagada de la clase trabajadora. Editorial Grijalbo, Traducción de Manuel Sacristán, págs. 314-315.)

Pero al mostrar la caída del Banco londinense, el hundimiento de innumerables sociedades financieras y la consecuente catástrofe industrial desde la dialéctica de clases (clase trabajadora/magnates), su relato carece, a priori, de contundencia histórica. Sólo invirtiendo a Marx («vuelta del revés de Marx»), es decir, situando la dialéctica de clases en el seno de la dialéctica de estados y de imperios sus apreciaciones sobre la crisis económica, financiera y laboral británica cobran, en este caso, un nuevo valor filosófico como Filosofía de la Historia de la decadencia del Imperio Británico.

Lo cual no quiere decir que la actual crisis, sobrevenida ochenta años después de la «gran depresión del 29», nos ponga, definitivamente, ante la recta final del Imperio Americano. ¡No disponemos de una «ciencia de visión», de naturaleza divina, para tan largo alcance! Pero lo cierto es que sus numerosos problemas sociales, militares, religiosos y económicos, y, en especial, el galopante déficit norteamericano, materializado fundamentalmente como déficit comercial y financiero respecto a China, nos permite al menos, desde Metodologías II Beta 1 (Teoría de juegos), vislumbrar el ocaso del Imperio Americano, y acaso el nacimiento del Imperio Chino. Por ejemplo, el analista Álvaro Rein, especializado en las economías asiáticas, particularmente en la china, afirma, en su artículo «La política cambiaria china y los desequilibrios globales» que:

«El déficit comercial de los EEUU con China es hoy el mayor de la superpotencia americana, muy por encima del mantenido con cualquiera de sus socios comerciales. Pero China no sólo contribuye a una gran parte del creciente déficit americano; también ayuda a financiarlo.»

¿Qué podemos decir, entonces de la situación hondureña, que, naturalmente tanto nos ocupa y preocupa? ¿Se puede seguir hablando de dictadura, recubierta de «chocolate democrático»?

Por lo que «apareció» y «aparece» en la televisión, la prensa y otros medios de comunicación españoles sobre los acontecimientos de los últimos meses en Honduras he creído ver un conflicto político entre la rama operativa, materializada en la persona de Manuel Zelaya, y las ramas estructurativa (poder legislativo descendente) y determinativa (poder judicial descendente) de la capa conjuntiva de la Sociedad Política hondureña. Ya me confirmarás, en un próximo correo, si este diagnóstico se asienta sobre apariencias o indicios veraces, o por el contrario, mi forma de ver el conflicto es una conjetura falaz.

Sin embargo, siguiendo por este comino inicial, podríamos hablar, igualmente, de dictadura si hubiese prosperado la tesis de Zelaya sobre la «presidencia vitalicia» o en su defecto «presidencia duradera», contando, como de hecho contaba, con el incondicional apoyo de la VII Cumbre de Alternativa Boliviana para las Américas (ALBA), celebrada en el mes de octubre de 2009 en la ciudad boliviana de Cochabamba e inaugurada por el presidente boliviano Evo Morales. «A Honduras no se vende un alfiler y no se compra una banana mientras el usurpador continúe en el poder», dijo el presidente de Venezuela Hugo Chávez, refiriéndose a Micheletti. Pero la retirada a tiempo de Roberto Micheletti, y la disputa «democrática» entre Elvin Santos, candidato del Partido Liberal, y Porfirio Lobo, candidato del Partido Nacional, a tan sólo unos meses de los sucesos del 28 de junio, sucesos que el propio Elvin Santos, ex candidato a Vicepresidente de Honduras, en las misma lista en la que Manuel Zelaya optó a la Presidencia en las elecciones de hace cuatro años, nunca llama golpe sino «sucesión constitucional», concede, a mi juicio, a la democracia hondureña estatuto de «Democracia procedimental», similar a la chilena, colombiana o mexicana, sin que, en principio, pueda endosársele implicaciones sospechosas de intervenciones fraudulentas de los poderes descendentes de las otra dos capas (basal y cortical) de la Sociedad Política de Honduras, y sin que hayan sido apreciadas reacciones notorias y efectivas a dicho proceso electoral de sus poderes ascendentes. ¡Vosotros me lo confirmaréis o me lo falsearéis!

¿Tienen algo que ver los EEUU en estos acontecimientos?

Naturalmente que sí. Como plataforma imperial que es no puede celebrar con júbilo el avance del «populismo bolivariano» de cuño «chavista», y por esa razón sus poderes corticales, en especial su Cuerpo Diplomático y sus Departamentos de Inteligencia, se pusieron a trabajar en pro de su causa imperial, pero no porque hayan querido «resucitar» la doctrina Monroe de 1823, «América para los americanos», es decir «América del Sur para América del Norte», sino porque está imperiosamente obligada a «taponar», o, en su defecto, a reducir la expansión de ciertos peligros para su equilibrio estable al otro lado de sus propias fronteras. Estos peligros se sustantivan en forma de alianzas contra terceros. Es el caso, por ejemplo, de las alianzas de Venezuela con Irán y con Rusia frente a los intereses de los EEUU.

En el primer caso, los EEUU ve, objetivamente, en Irán una forma incoada de imperio islámico en tanto no disponga de armamento nuclear, y su alianza con Venezuela una aproximación peligrosa a sus fronteras, que fueron atravesadas por la barbarie islámica, ¡no lo olvidemos!, el 11S. Y en relación al segundo caso, Rusia sigue siendo una plataforma continental sobre la que reposan los restos, incluso nucleares, del extinto Imperio Soviético, con el que el Imperio Americano mantuvo una larga «Guerra fría», de la que aún quedan «heridas sin cicatrizar» y «brasas encendidas».

Pues bien, por estas imperiosas razones los EEUU del Norte harán todo lo que esté en sus manos para impedir la expansión del «populismo bolivariano», pro iraní, pro ruso y antiamericano del Norte e incluso anti-español; y por eso hizo todo lo que pudo para que Honduras no fuera absorbida por el «chavismo».

¿Pinta algo España, otrora Imperio Español, en estos sucesos hispanoamericanos e interamericanos?

Sinceramente, creo que no. El gobierno español, liderado por un presidente que actúa con «Pensamiento Alicia», está desorientado, desnortado, descabezado, navegando a la deriva por las aguas de la izquierda indefinida, realmente inoperante e impotente en el concierto internacional, divagando unas veces sobre el «optimismo antropológico», «la conciencia de la Humanidad», la «Alianza de las Civilizaciones», «el proyecto Gran Simio», o la «conjunción interplanetaria del progresismo político»…, marcando otras veces rutas extravagantes por los mares de la Ciencia, el Arte, o la Religión, o defendiendo, en fin, proclamas fundamentalistas en torno a la «Democracia Universal», el «Ecologismo radical», o el «Agnosticismo laico in-doctoral».

Ismael Carvallo, del PRD mexicano, que también participó en los XV Encuentros de Filosofía de Oviedo, promotor del periódico El Revolucionario, y defensor de la tesis de que el Materialismo Filosófico y los que nos movemos en torno a él constituimos la séptima generación de izquierdas, podrá orientaros, acaso mejor que yo, respecto al «¿qué hacer?» de los hondureños en esa biocenosis de Estados americanos e hispanoamericanos.

* * *

En cuanto al asunto de la Metodología de las Ciencias Sociales o Humanas, hay, a mi juicio, tres documentos cruciales en los que el profesor Bueno ha representado su doctrina materialista sobre las Ciencias Humanas, es decir, su estatuto gnoseológico, su doble plano, sus estados operativos, sus características dialécticas, sus metodologías concretas… Éstos son:

—El capítulo 4 del Tomo 1º de la Teoría del Cierre Categorial (Pentalfa, Oviedo 1992).

«En torno al concepto de Ciencias Humanas» (El Basilisco, nº 2, 1978).

—«Sobre el alcance de una ‘ciencia media’ (ciencia β1) entre las ciencias humanas estrictas (α2) y los saberes positivos (β2)» (El Basilisco, nº 2, 2ª Época, 1989).

Además conviene remarcar que tanto en el Ensayo sobre las Categorías de la Economía Política, como en el Primer Ensayo sobre las Categorías de las Ciencias Políticas ejercita su materialismo gnoseológico, concretamente, en el campo de esas Ciencias Sociales o Humanas.

Particularmente, ensayé esta doctrina en el campo de las Ciencias Empresariales en el marco de los cursos de verano de la Universidad de la Rioja del año 2007, en la localidad de Santo Domingo de la Calzada, ampliando la comunicación que presenté ese mismo año en los XII Encuentros de Filosofía de Gijón: «Filosofía de las Instituciones Empresariales.»

Por si pudiera servirte de algo, apunto, a continuación, seis pinceladas sobre las Metodologías de las Ciencias Empresariales:

1ª) Hay Metodologías α1 en aquellas empresas que disponen de laboratorios dotados de instrumentos tecnológicos para analizar o sintetizar alguno de los momentos de sus procesos productivos, sea en el campo de la Industria Química: Empresas de pintura (trayectoria de las pinturas acrílicas), Empresas lácteas (derivados de la leche), Empresas de explosivos (componentes químicos)…, o la Industria Física: Empresas energéticas (centrales nucleares, centrales térmicas)…, o la Industria de la Construcción (resistencia de materiales, sondeos geológicos, petrológicos…), o de la Industria Electrónica: Empresas de Informática, Televisión… &c.

O, naturalmente, en aquellas empresas que, por carecer, expresamente, de los instrumentos tecnológicos necesarios, tienen que encomendar algún tipo de análisis o de síntesis a un laboratorio universitario, o a los laboratorios de alguna otra institución que disponga de los medios adecuados.

Ahora bien, las hay siempre que tengamos en cuenta que, en estos casos, la cientificidad natural está mediatizada por la cultura, y por consiguiente el uso de esos instrumentos tecnológicos implican también Metodologías I-β1, como nos advierte el profesor Bueno en su artículo Sobre el alcance de una «ciencia media» (ciencia β1) entre las ciencias humanas estrictas (α2) y los saberes positivos (β2):

«En efecto, en estas situaciones partimos también de sistemas tecnológicos (por ejemplo una máquina de vapor, o un reactor nuclear) que tiene, desde luego, una presencia fisicalista sin necesidad de ser «reliquias». Si por regressus alcanzamos (suponemos) estructuras esenciales (por ejemplo, las leyes del ciclo de Carnot), ¿se dirá que las estructuras esenciales son de índole físico natural y que, por tanto, no estamos en el caso de la ciencias humanas, sino que aquí el factum de partida (β2) nos remite simplemente a un verum natural (dado en situación α1). Sin embargo, la inserción de la máquina de vapor o del reactor nuclear en el campo de las ciencias naturales es parcial, puesto que cabe afirmar que la máquina de vapor o el reactor nuclear no pueden ser totalmente incluidos en el campo de las ciencias físicas. En efecto tanto una como otro son, ante todo, sistemas tecnológicos, por tanto, culturales, no naturales; incluso son sistemas relativamente recientes, el análisis de cuya génesis pertenece a la ciencia de la cultura.» (Gustavo Bueno, «Sobre el alcance de una ‘ciencia media’ (ciencia β1) entre las ciencias humanas estrictas (α2) y los saberes positivos (β2)», El Basilisco, nº 2, 2ª época, pág. 61, 1989.)

2ª) Son Metodologías I-α2, por ejemplo, el uso de las matrices de Leontief para efectuar los cálculos de «Insumo producto»; o de las derivadas de Schumpeter para el cálculo de tasas: razones entre costes reales y producción total, o entre demandas y utilidad (utilidad marginal, ganancia marginal)…; o el recurso a la Estadística descriptiva (distribuciones normales, «campana de Gaus») para la estimación de los riesgos existentes en la producción de artículos farmacéuticos, por ejemplo; o la utilización de los métodos matemáticos de la notación del interés, el vencimiento, el descuento, la progresión del capital, o la amortización de préstamos…, de los que nos hablan, por ejemplo, Julio Robles Pompa y Florián Ruiz Vélez Frías en su libro «Cálculo: Operaciones Bancarias y Financieras (Teoría), Tecniban.

3ª) Los trabajos sobre la estructura de la Empresa o sobre las clases de Empresas son Metodologías II-α2. Ejemplos de ellas las tenemos en los libros de Aurelio Abancens López, Organización Empresarial, o de José Álvarez López, Planificación de la Empresa y control integrado de gestión, o el de Álvaro Cuervo García, Introducción a la administración de Empresas.

Gustavo Bueno, en su «Ensayo de una Teoría antropológica de las Instituciones» (El Basilisco, nº 37, 2º época, julio-diciembre, 2005), ofrece una visión estructural de las empresas estatales e imperiales como instituciones orientadas hacia una ampliación territorial y demográfica, y de las Empresas capitalistas como ejemplos de instituciones «calientes» de ciclo ampliado, con metabolismo. Unas y otras, al igual que el resto de instituciones, gozan, al mismo tiempo, de seis características acumulativas, a saber: estructura hilemórfica, corporeidad morfológica observable, coexistencia recurrente con otras instituciones, racionalidad, normatividad y condición axiológica, que, en el caso que nos ocupa, viene determinada por la puesta en valor de aquellas empresas que pretenden cotizar en Bolsa.

Estas metodologías α2 (I-α2 y II-α2) nos permiten progresar, a partir de operaciones, a los contextos envolventes propios de la Ciencias Empresariales.

4ª) Las metodologías I-β1 son aquellas en las que, a partir de los productos empresariales, pueden reconstruirse todas las operaciones que han llevado a su proceso de elaboración y puesta en el mercado.

No en vano los cuestionarios recomendados por la Sociedad para la Promoción y Reconversión Industrial del País Vasco, por ejemplo, a la hora de plantearse la idea de crear una empresa y medir la madurez del candidato a directivo empresarial, contienen ítems de este jaez: ¿Conoce usted la forma de fabricarlo / venderlo? ¿Cumple las normas legales de comercialización u homologación, tanto en los mercados nacionales como internacionales?... (Francisco J. Maqueda Lafuente, Creación y Dirección de Empresas, Primera parte: La creación de una nueva empresa; 1.4 La elaboración de cuestionarios previos; Capítulo III: El producto o el servicio; Ariel Economía, pág. 36.)

El conocimiento, la enseñanza y el aprendizaje del funcionamiento de las máquinas, artefactos o artificios, en dos palabras: instrumentos tecnológicos, para la producción y distribución de las mercancías industriales suponen otras tantas metodologías I-β1.

5ª) Todas las habilidades o saberes relativos al «Juego de la Bolsa» en los que las operaciones aparecen determinadas por otras operaciones, procedentes de otros sujetos gnoseológicos, tales como: Técnicas de Inversión bursátil o combinaciones bursátiles en la línea de lo apuntado, entre otros, por José Enrique Cachón Blanco en su libro «La Bolsa y sus operaciones», Dykinson S.L.; o bien técnicas y maniobras de Oferta Pública de Acciones (OPA), son claras muestras de Metodologías II-β2, es decir Teoría de Juegos. Técnicas y saberes todos ellos que, al mismo tiempo, ponen de manifiesto la sexta de las seis características acumulativas, antes apuntadas, de las Instituciones en general y de las Instituciones Empresariales muy en particular: Poner en valor, cotizar en Bolsa.

Tanto el «verum est factum» empresarial (I-β1), como la Teoría de Juegos bursátiles (II-β1), nos permiten regresar a los contextos esenciales de las Ciencias Empresariales, desde la propia praxis empresarial, a la que terminarán desembocando éstas y las demás metodologías.

6ª) La Praxis empresarial, nos remite a otro tipo de metodologías (β2), a través de las cuales los empresarios se relacionan con sus clientes, sus proveedores, sus prestamistas… &c., pero también con los representantes de los poderes descendentes de la capa conjuntiva, responsables de la política fiscal, de las leyes laborales, de los Planes de Estudios de las Ciencias Empresariales…, o de las sentencias judiciales sobre delitos empresariales; o con los poderes ascendentes de la capa basal: convenios colectivos, huelgas sindicales… o, en fin, con los poderes descendentes e instituciones de la capa cortical: aduanas, comercio internacional, embajadas, permisos consulares… &c.

En resumen, la esencia del asunto relativo al conocimiento de la Metodología de las Ciencias Sociales o Humanas está en el «trato» directo con los materiales propios de la Ciencia Social o Humana que se desea analizar, y en la aplicación adecuada de la dialéctica regressus / progressus de las Metodologías de ese campo categorial concreto, siempre, claro está, que queramos mantenernos en la perspectiva del Materialismo Gnoseológico y distanciarnos de enfoques «formalistas» como los propuestos por Gilles-Gaston Granger en su libro Formalismo y ciencias humanas, traducido para ediciones Ariel por el filósofo Manuel Sacristán. Esto nos dice Granger en el apartado «La axiomatización en las Ciencias del Hombre» del capítulo sexto, Estructuración y Axiomatización:

«El psicólogo, el economista, el sociólogo, no están recurriendo al usarlas (se refiere al comportamiento racional y al proceso de decisión) a la «Razón» y a la «Voluntad». Lo que pretende es describir y explicar fenómenos por medio de estructuras objetivamente constituidas: la normatividad sigue siendo inmanente al modelo. En estas condiciones el análisis axiomático de las normas parece efectivamente ser la única vía clara. Es la única que permite eliminar radicalmente las oscuras implicaciones del sentido común, las cuales mezclan constantemente los temas de la objetividad científica con los temas interpretativos que son propios de la filosofía» (págs. 196-197.)

Y esto nos sigue diciendo en el apartado final de las conclusiones:

«Una disciplina que puede definirse como ciencia tiene que serlo a la vez por su modo de consideración o perspectiva, por su objeto y por su método. En este ultimo punto, la tecnología de las «ciencias humanas» puede sin duda suscitar discusiones y refutaciones de detalle, pero no hay duda de que todo observador lo suficientemente instruido reconocerá que en ella obra el mismo espíritu de rigor y de control que impera en las ciencias de la naturaleza, aunque sin duda contrariado por dificultades incomparables». (págs. 246-247.)

O de enfoques lógico-induccionistas como el apuntado por Quentin Gibson en su libro La Lógica de la Investigación Social:

«La estructura tal y como la hemos visto formarse, es sencilla. Hay un número limitado de postulados que el investigador social puede establecer a través de la simple observación de las cosas que ocurren a su alrededor y la indagación de sus peculiaridades: las expresiones y movimientos de los hombres sus realizaciones tales como edificios, libros, herramientas, el medio ambiente natural en el que se encuentran. Hay también otra cantidad aún más limitada de postulados –los que se refieren a sus propias experiencias– que pueden establecerse sencillamente teniendo en cuenta dichas experiencias. Con esta evidencia empírica, el investigador social puede obtener un fundamente inductivo para establecer leyes generales de diversas clases. Finalmente mediante el uso de estas leyes generales puede lograr que la evidencia empírica sea apta para apoyar argumentos relativos a cosas que el investigador social no ha observado ni ha sentido por sí mismo, por tratarse de algo que pertenece al pasado, al futuro o al presente no observado» (Quentin Gibson, La Lógica de la Investigación Social, capítulo octavo, Introducción, pág. 127. Traducción de Jaime Melgar Botassis para la Editorial Tecnos.)

Cuestión aparte es la manera de enfocar, desde el Materialismo Filosófico, otra de las disciplinas que también impartes. Me refiero a la Metodología de la Investigación.

La idea gnoseológica de «investigación» no es unívoca. Un descripcionista, no entiende por investigación lo mismo que un teoreticista o que un adecuacionismo, y no digamos ya que un circularista; ni utilizan los mismos procedimientos para realizarla. Con esta apreciación he hecho entrar en juego a la doctrina de las cuatro familias de teorías gnoseológicas sobre la verdad científica pretendida, igualmente, por esos cuatro estilos de investigar. Como es bien sabido el profesor Bueno expone y desarrolla estos asuntos en los tomos 3, 4 y 5 de su Teoría del Cierre Categorial (1992).

Tampoco son equivalentes los cursos operativos específicos de investigación de las diferentes ciencias, empezando por la diferenciación genérica entre las ciencias naturales y las ciencias humanas, y terminando por el rechazo a la «anegación» de la especie por el género.

Por lo tanto, desde el Materialismo Filosófico no cabe hablar de una única fórmula filosófica de investigar como insinúa el teoreticista y físico falsacionista Karl R. Popper en su libro La lógica de la investigación científica:

«De acuerdo con la propuesta que he hecho más arriba, la epistemología –o, la lógica de la investigación científica– debería identificarse con la teoría del método científico. Ahora bien; en la medida en que trasciende el análisis puramente lógico de las relaciones existentes entre enunciados científicos, la teoría del método se ocupa de la elección de los métodos, o sea, de las decisiones acerca del modo de habérselas con los enunciados científicos. Y tales decisiones dependen, a su vez, como es natural, de la meta que elijamos (entre cierto número de metas posibles). La decisión que he de proponer para establecer reglas adecuadas relativas a lo que llamo el «método empírico» está unida estrechamente a mi criterio de demarcación: pues propugno que se adopten aquellas reglas que nos den la seguridad de que los enunciados científicos serán contrastables, es decir, de que serán falsables.» (K. Popper, La Lógica de la Investigación Científica, capítulo segundo, «Sobre el problema de una teoría del método científico», pág. 48, Tecnos, 5ª edición en 1980, traducido al español por Víctor Sánchez de Zavala.)

Ni de una única estructura de todo sistema científico:

«Un sistema científico consiste en un conjunto de hipótesis que forman un sistema deductivo, es decir, dispuesto de tal modo que tomando algunas de ellas como premisas se sigan lógicamente todas las demás como conclusiones» (R. B. Braithwaite, La explicación científica, Introducción, «Estructura de todo sistema científico», pág. 28, traducido por Víctor Sánchez Zavala para la editorial Tecnos.)

En este libro, en el que el autor nos dice en el prefacio que pretende examinar los rasgos lógicos comunes a todas las ciencias parece retrotraernos a los Segundos Analíticos de Aristóteles, en los que el filósofo estagirita formula la segunda acepción de ciencia como sistema ordenado de proposiciones derivadas de principios y establece la doctrina tradicional del adecuacionismo, en virtud de la cual «las verdades científicas se definen por la relación de adecuación o isomorfismo entre la forma proposicional, por ejemplo, desplegada por las ciencias y la materia a la que aquélla va referida» (Gustavo Bueno, ¿Qué es la ciencia?, Pentalfa, Oviedo 1995, pág. 33).

Por cierto, tanto La Lógica de la Investigación Científica de K. Popper, como La explicación científica de R. B. Braithwaite, como La Lógica de la Investigación Social de Quentin Gibson, formaron parte de una colección, «Estructura y Función, el porvenir actual de la ciencia», dirigida por Enrique Tierno Galván, que llegó hasta 49 libros con la obra de J. H. Woodger, Biología y lenguaje, en el año 1980. Precisamente estos libros se convirtieron en las recomendaciones filosóficas prioritarias de los profesores que entonces ejercían de Catedráticos de Lógica y Filosofía de la Ciencia primero en la Universidad de Valencia y después en la de Madrid a la mayor parte de los que ahora nos dedicamos a esto mismo bien como profesores universitarios o como profesores de Enseñanza Secundaria; me refiero, claro está, a los profesores Manuel Garrido y a Carlos París, eméritos en la actualidad, que carecen de un sistema filosófico propio.

Nota adjunta a este apartado:

Convendría apuntar aquí, que la expresión «maneras de investigar», que hemos puesto en correspondencia con las familias de Teorías Gnoseológicas sobre la verdad científica, no equivale al sintagma «modos gnoseológicos», por los que el profesor Bueno entiende maneras de operar con términos y relaciones: «El criterio para establecer los modos gnoseológicos lo tomamos del eje sintáctico. Pues lo que aquí hay que tener en cuenta son las maneras de operar con los términos y las relaciones dadas en los campos objetivos», (¿Qué es la ciencia?, Pentalfa, Oviedo 1995, pág. 63), y que pone en correspondencia con functores lógicos: predicativos (modelos), determinativos (clasificaciones), nominativos (definiciones), y conectivos (demostraciones).

En cuanto a la Lógica Matemática, de cuya enseñanza también estás responsabilizado, conviene tener siempre en cuenta que es una figura (norma genérica) del eje pragmático del Espacio Gnoseológico, y que, por consiguiente, su verdad (verdad proposicional, guiada por los principios gnoseológicos de esa norma), nunca puede ecualizarse con las verdades esenciales a estructurales de las identidades sintéticas a las que se llega por cursos operativos heterogéneos, pero que conducen al mismo resultado, dadas en el eje semántico de cada Ciencia, cuya inmanencia ha sido constituida por ellas, en virtud de su capacidad para segregar cualquier otro contenido «extraño» a ese campo cerrado, y teniendo, al mismo tiempo, la propiedad neutralizadora respecto a las operaciones sintácticas, desarrolladas en el eje sintáctico, a las operaciones apotéticas, realizadas en el eje semántico, y a las operaciones dialógicas, autológicas y normativas, materializadas en el eje pragmático por los sujetos gnoseológicos.

Finalmente, la taxonomía ofrecida por el profesor Bueno sobre los tipos de Filosofía en su opúsculo: ¿Qué es la Filosofía? (Pentalfa, 1995), permite enclasar y enjuiciar cualquier modulación filosófica, exenta del presente (bien sea ésta, Filosofía dogmática o Filosofía histórica), o implantada en el presente en marcha (Filosofía Adjetiva o Filosofía Crítica). Proporciona, al mismo tiempo, criterios suficientes para criticar tanto a las modulaciones de Filosofía exenta (dogmática en unos casos, exegética, escéptica, progresista, etnológica o filológica en otros), como a las modulaciones de Filosofía adjetiva, ejercitada profusamente en nuestro tiempo. Estas modulaciones de Filosofía adjetiva, aunque estén implantadas en el presente en marcha, al igual que la Filosofía Crítica del Materialismo Filosófico, son funestas (si se me permite la metáfora), como la «cólera del pélida Aquiles» por su grado de espontaneidad y su carencia de sistematicidad, aunque ofrezcan apariencias falaces de arrogancia, pues dejan al campo filosófico de batalla a la deriva, al igual que lo dejó el héroe aqueo al retirarse de la contienda, espontáneamente, lleno de orgullo personal, y apartándose de los rigores del sistema militar.

He aplicado estos criterios crítico-clasificatorios para analizar algunas manifestaciones sobre el papel de la filosofía, hechas por colegas nuestros tales como: Fernando Savater, Javier Sádaba, Vicente Verdú, Santiago González (¡que en paz descanse!), Jostein Gaarder, Enrique Ocaña, Patxi Lanceros, Arturo Leyte, Alain de Botton, Juan Antonio Rivera…, y un largo etcétera, en las clases de Filosofía del Bachillerato español (primer curso, 16-17 años de edad) y puedo asegurar que la taxonomía propuesta por Gustavo Bueno tiene tal potencia clasificatorio-crítica que ninguno de los casos ensayados quedó libre de sentencia «condenatoria» por prácticas de Filosofía «exenta» o «adjetiva».

En espera de vuestros comentarios u objeciones me despido hasta la próxima comunicación intercontinental.

Recibe un cordial saludo,
Tomás García López.

 

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