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El Catoblepas, número 83, enero 2009
  El Catoblepasnúmero 83 • enero 2009 • página 14
Artículos

Utopía y pensamiento marxista de izquierda latinoamericano

José Antonio Soto Rodríguez

La problemática de la utopía se inscribe en los intentos de una reconstrucción teórica del marxismo y de las reflexiones acerca de las alternativas al sistema de dominación capitalista neoliberal

Mapa de Utopía según Ambrosio Holbein, en la edición de 1518 del libro de Santo Tomás Moro Mártir (1478-1535), considerado patrono de los políticos y gobernantes por la Iglesia Católica desde 2000

El abordaje teórico de la utopía cobra una importancia trascendente en la actualidad latinoamericana, cuando en el plano filosófico y político se trata por todos los medios posibles de defender la idea del final de todas las alternativas de liberación o emancipación real del hombre latinoamericano; es decir de descalificar la utopía de una sociedad cualitativamente mejor que la del capitalismo que ha emergido con su carga funesta de contradicciones y de caos en este comienzo del siglo XXI.

A la luz de estos factores ya mencionados se levanta el pensamiento crítico marxista latinoamericano a reflexionar sobre este tema tan polémico y el se despliega en la manera de asumir la utopía desde el punto de vista de su conceptualización y concepción como praxis, en el sentido de asumirse como paradigma emancipatorio que se proyecta como viable.

El pensamiento marxista latinoamericano tiene que enfrentar en la actualidad al discurso postmoderno descalificador de todos los paradigmas de progresismo social, que incluyen el movimiento de la historia hacia la real emancipación del hombre, del papel de la ideología y del papel activo del sujeto, entendido como entidad colectiva, de la racionalidad vista como episteme fundante, por tanto el discurso postmoderno es en su esencia más profunda el estandarte ideológico del capitalismo contemporáneo.

En el contexto de la polémica marxista latinoamericana actual sobre la utopía se ubican dos tendencias contrapuestas: una que la asume como discurso y praxis, como paradigma emancipación real latinoamericana y otra que la concibe como ideal de futuridad, que se constituye en crítica de la sociedad capitalista en la actualidad y se proyecta por una sociedad socialista de nuevo tipo, con un fuerte y consolidado ideal democrático y de consecución participativa de los sujetos involucrados en el cambio revolucionario, desde todas las perspectivas: económica, política, cultural, científica, educacional y de formas de concebir el poder del Estado y su reciclaje dialéctico con la sociedad civil, potenciadora de esta concepción utópica.

Por otra parte están los que desde otras posiciones teóricas, niegan la veracidad y necesidad de las utopías como discurso teórico y práctico en su trascendencia, aduciendo que no se fundamenta en el más estricto racionalismo de la teoría marxista, argumentando la supuesta negación por Marx y Engels del ideal utópico y tratando de hacer valer el ideal del socialismo científico, alcanzable a través del examen crítico de las contradicciones y de las luchas que desde todas las perspectivas llevan a cabo los sujetos sociales para hacer posible el cambio revolucionario., Esta tendencia se concibe como antiutópica, desde la perspectiva de cierto discurso que sigue apegado a la a la ya caduca visión marxista soviética y en parte al marxismo occidental.

El debate en torno a la crítica de la utopía o la asunción de esta ha estado marcada por la problemática del derrumbe del socialismo eurosoviético, ya que la discusión sobre el socialismo como sistema social, que se consideraba en el terreno teórico y práctico ya incuestionablemente enmarcado, pierde esta propiedades y ocurre un sismo teórico conocido como crisis del marxismo. En este debate de la actualidad del auténtico marxismo y del verdadero socialismo como paradigma posible frente al capitalismo salvaje, la problemática de la sunción de la utopía emerge con toda su vitalidad creadora.

Coincido con Yohanka León del Río en que otros elementos que se suman a la particularidad que adquiere el debate dentro del pensamiento social alternativo al pensamiento único es la crisis del formato racionalista clásico de las ciencias sociales y de la versión dogmática del marxismo.{1}

La problemática de la utopía se inscribe en los intentos de una reconstrucción teórica del marxismo y de las reflexiones acerca de las alternativas al sistema de dominación capitalista neoliberal.

Uno de los teóricos marxistas latinoamericanos que hacen valer el papel de la utopía como proyecto emancipatorio para la sociedad latinoamericana es Frei Betto, que señala que uno de los errores de la izquierda latinoamericana y del propio marxismo soviético fue su posición positivista que potenciaban lo factual y lo racional en un análisis del todo a las partes y de las partes al todo, que permitía según esta concepción explicar todas las circunstancias posibles y prever todas sus tendencias de desarrollo, era la exégesis del determinismo más absoluto. Ello provocó que se presentara el decursar de la sociedad, exento de contradicciones y dar la creencia de que el destino de estas sociedades socialistas, carente de contradicciones antagónicas, siempre marcharía sobre rieles firmes y que por tanto la locomotora de la historia daría un triunfo incuestionable al socialismo.

Sin embargo semejante predicción racionalista no soportó la prueba de la historia y de las circunstancias que se dieron y determinaron el colapso del modelo de socialismo eurosoviético y por eso hoy día se levantan con inusitada fuerza los ideales utópicos que proyectan un paradigma de sociedad socialista para el siglo XXI libre de esos errores del pasado y en esos ideales de reconstrucción de la utopía como crítica del presente y como principio de futuridad de un mundo mejor, donde impere por encima de todo el respeto al hombre, a sus derechos, a su participación consciente en el proyecto, donde poder revolucionario y sociedad civil reciclen de forma efectiva, se inscriben lo que pensamos que un verdadero socialismo democrático es posible, si la participación ciudadana en todo el ejercicio del poder se hace posible en un reciclaje profundo y dialéctico entre el estado y la sociedad civil.

Por estos derroteros del análisis Frei Betto insiste en la idea de que un aspecto esencial para dar viabilidad a las utopías es el papel que en ella tiene la subjetividad como principio activo para llevar adelante los paradigmas emancipatorios. Enfatizando este papel de la subjetividad en la consecución de los proyectos revolucionarios señala: «No hay ningún partido, no hay ninguna teoría marxista, no hay ninguna esperanza cristiana, no hay nada que pueda mover la historia, si nosotros no la movemos, no hay nada.»{2}

El análisis de Frei Betto sobre el papel de la utopía resulta acertado ya que negar las utopías hoy día es negar el sentido de la historia y arrebatar el derecho de los oprimidos a un mundo mejor. El papel de la subjetividad en la consecución del paradigma emancipatorio latinoamericano es destacado como esencial ya que compromete al papel activo de, los sujetos involucrados en dichas luchas y en este sentido como se trata de hombres con toda la carga de motivaciones y de aspiraciones que dimana de los contextos en que viven y de la solución de sus necesidades materiales y espirituales, este factor de la toma de conciencia de su papel, porque se sienten realmente sujetos portadores del cambio es importante para llevar a feliz término la viabilidad de los proyectos revolucionarios en América Latina. Por estas razones Frei Betto insiste en que hay que dejar un margen a lo imprevisible de los acontecimientos históricos en función de cómo la subjetividad influye en el accionar de los sujetos

Patricio Echegaray es un pensador marxista argentino que ha aportado importantes ideas al análisis de la utopía desde la perspectiva de la revolución latinoamericana y él insiste en la defensa del principio de futuridad de la concepción marxista y como no puede concebirse una perspectiva de futuro bajo la opresión del capitalismo actual, un capitalismo irracional, que se fundamenta en la lógica de la marginación, de la negación de la diversidad cultural, para imponer sus códigos globalizadotes, que niega el derecho de los seres humanos a una existencia decorosa, en tanto pone en peligro la propia existencia planetaria, por el afán desmedido de lucro.

Por eso señala que «La alternativa liberadora es posible. Es posible en tanto es una necesidad. No es un invento. No es tranquilidad para sicologías inquietas de los izquierdistas. La liberación es una necesidad que surge de lo más profundo de nuestros problemas.»{3}

En torno a esta centralidad de la utopía liberadora latinoamericana señala que tiene que ser socialista, pero no del socialismo que se derrumbó, sino un socialismo diferente y en este sentido insiste en que el paradigma socialista debe ser renovado y apartarse del exceso de racionalismo y de lecturas positivistas que llevaron a negar el carácter esencial de los utópico como ideal de futuridad, que entraña un aspiración consecuente de elevar la cultura en su praxis liberadora de la sociedad, donde el centro sea el mejoramiento ascendente de la vida humana que haga viable el conjunto de ideales y valores de la cosmovisión marxista del humanismo.

Una idea central de la alternativa socialista frente a la globalización imperialista, es aquella que no se reduce a un plan económico, ni a un plan de gobierno, sino que es un proyecto en el que el sujeto social: el pueblo se constituya en un sujeto político, un nuevo bloque histórico de poder, donde la democracia sea el centro del accionar del proyecto participativo como exigencia impostergable, donde los actores sean realmente poder en toda la dimensión del concepto.

Patricio Echegaray es del criterio que no sólo se trata hoy por parte de la izquierda de una crítica al neoliberalismo y a sus secuelas, se trata más que eso de encarar teórica y prácticamente la vigencia de las utopías. Y en este sentido reitera que hoy está presente la demanda que hicieran los socialistas utópicos y los clásicos del marxismo de la necesidad de ir a una sociedad diferente al capitalismo que se ha convertido hoy en más horrendo, más inhumano y más peligroso para todos los hombres y mujeres del planeta.{4}

La legitimación de las utopías para este pensador implica reivindicar la historia y con ello la idea de que el socialismo como futuridad sigue vivo, lo que significa que el ideal de alcanzar una sociedad libre de la explotación y de sujetos libres de la enajenación de todo tipo.

Por eso la reivindicación de la utopía por la izquierda revolucionaria no puede implicar una nueva alternativa que sea la opción de un capitalismo renovado, porque eso sería entrar en el terreno de la traición de las causas populares y apartarse del ideal revolucionario.

El camino hacia el ideal para hacer real la alternativa socialista de nuevo tipo en América Latina es modificar la correlación de fuerzas de un poder en manos de las grandes trasnacionales, junto a las burocracias políticas de derecha y a los líderes sindicales vendidos a estos intereses y crear un nuevo bloque de poder, donde el individualismo desenfrenado ceda espacio a la solidaridad, donde se defiendan las culturas propias y a la corrupción se le oponga las políticas honestas.

Todo ello necesita la implementación de una política cualitativamente nueva de concebir el poder, como un poder colegiado que deje atrás como obsoleto e innecesarios los liderazgos y las políticas verticalistas y de excesivo centralismo. Donde se tomen en cuenta todos las opiniones de los sujetos involucrados en el cambio revolucionario y se rinda cuenta permanente ante el pueblo de las principales decisiones a tomar en todos los órdenes.

Por eso Patricio Echegaray insiste en que la alternativa es un camino, una idea fuerza y ello implica articular con una concepción distinta el tema de la reforma y la revolución, ya que están en pugna dos ideas: la posición que niega la posibilidad de superar el capitalismo y la otra que ratifica que no hay alternativa posible sin el socialismo.

De ahí que Patricio Echegaray insista en la raigal idea de que una alternativa socialista viable para la actualidad latinoamericana significa una renovación o resignificación del marxismo acorde a los nuevos tiempos, una resignificación del nacionalismo popular, de la cultura del antiimperialismo, de la cultura de la tolerancia, En resumen de la cultura de la democracia más plena.{5}

Horacio González pensador marxista de izquierda argentino se refiere a la actualidad del concepto de utopía y cómo debe asumirse en la actualidad latinoamericana rescatándolo del olvido y del destierro: sin embargo la palabra utopía para él tiene la posibilidad de la reflexión sobre el destino de la izquierda latinoamericana y del futuro de su paradigma emancipatorio.

Señala este autor como la concepción de la utopía en los años sesenta, hasta que se produce el derrumbe del socialismo eurosoviético a fines de los ochenta y principios de la década del noventa no tenía sentido para una izquierda que no concebía la historia como otro espacio-temporalidad que no fuera el de las grandes realizaciones, grandes transmutaciones, grandes cambios en todos los órdenes.

Este autor critica a los pensadores que se autotitulan marxistas y niegan la utopía por considerarla ilusoria en la manera de concebir el futuro y la historia sin una base real, que niega las fuerzas sociales y de negar según ellos las fuerzas sociales efectivas que hay en la realidad que posibilita el cambio como verdad innegable sin tomar en cuanta las múltiples manifestaciones no previstas que se presentan en los procesos de cambio social. Y así señala: «La utopía es el mundo soñado que tendremos alguna vez, cuando nos dejemos de pelear, cuando descubramos mejor que clase de enemigos somos para nosotros mismos.»{6}

Hugo Cores destacado marxista uruguayo señala que frente al proyecto imperialista, neoliberal, carente de ética y bloqueador del destino individual y colectivo de los pueblos latinoamericanos se hace impostergable la formulación de un proyecto socialista que redefina los instrumentos para llegar a él.

Insiste Hugo Cores que para construir la alternativa popular socialista hay que terminar con las políticas sectarias, con la regimentación del pensamiento; y por eso debe ser un instrumento que oriente, que sepa aprender de las masas y permita la participación activa y creadora de las mismas en la concepción del proyecto. Por eso para él cobra tanto valor teórico y práctico el problema de la actuación consciente del sujeto revolucionario, ya que si esto se deja de la mano aflora como vicios> la corrupción, el quietismo y la inmovibilidad política para llevar adelante el proyecto hasta sus últimas consecuencias: la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de los hombres.

Realmente si se quiere construir una alternativa de socialismo desde el poder democrática, no debe predominar el secreto y deben aflojarse los mecanismos de control y el excesivo centralismo y autoritarismo de los dirigentes, que menoscaban el sentido verdaderamente democrático del proyecto socialista, donde los sujetos involucrados deben ser verdadero poder por la manera efectiva en que los mecanismos políticos le permitan poder ejercer en la práctica su participación y para recibir detallada información sobre las políticas y programas trazados y para consultar las grandes decisiones económicas y políticas en forma de plebiscitos permanentes

Para Hugo Cores el problema de la unidad es condición indispensable, como premisa para aspirar a un proyecto alternativo socialista, lo que trae aparejado el que exista como principio la tolerancia para que permita involucrar o incluir a un número cada vez mayor de actores. Y así afirma:

«Entonces ese objetivo de crear un instrumento es prioritario, pero crear un instrumento capaz de fecundar la esperanza, con ese elemento de unidad, que se construya con respeto, con tolerancia, que se construya con lo que hay, no con los que nosotros imaginamos. Precisamos hacer cambios en el terreno económico, en el terreno político y cambios en el terreno de las ideas y de los valores. Y para todas estas transformaciones precisamos que ese instrumento tenga una gran vitalidad.»{7}

Narciso Isa Conde es uno de los pensadores marxistas latinoamericanos que ha conceptualizado la utopía del proyecto revolucionario socialista para el siglo XXI desde las perspectivas latinoamericanas con más fuerza.

Así este pensador señala como los capitalistas neoliberales latinoamericanos no quieren saber de utopías e el sentido de la tradición revolucionaria y por tanto insisten en que las mismas ya no tienen razón de ser, y por eso llaman a que se entierren los sueños emancipatorios latinoamericanos, de socialismos, hiperbolizando el fundamentalismo de la libertad de mercado y el totalitarismo de la cultura globalizada imperialista y el de la justificación de la desigualdad económica y social, es decir un nuevo pensamiento único del llamado postcapitalismo.

Narciso Isa Conde como contrarrespuesta a este fundamentalismo antiutópico plantea que la alternativa socialista para América Latina implica la renovación y el desarrollo teórico del marxismo, ya que los nuevos desarrollos del capitalismo en la actualidad exigen de nuevas formas conceptuales y de una nueva manera de interpretar la praxis de este proceso y así expresa:

«La vigencia de las grandes valores de la izquierda y del socialismo (igualdad, papel rector del Estado, justicia social, propiedad social, solidaridad humana) honesta en discusión, como no lo está la validez del marxismo en el marco de un mundo capitalista que con sus lacras y su capacidad para potenciar desigualdades, injusticia y opresiones, reivindica su validez y emplaza a su carácter científico y su esencia creadora.»{8}

Isa Conde insiste en que para hacer realidad la utopía del triunfo de un proyecto socialista y revolucionaria. En América Latina se da la exigencia de la autotransformación de la unificación de la izquierda y esto implica abandonar el anquilosamiento dogmático, así como las propuestas socialdemócratas y derechistas que tratan de imponerle al movimiento de izquierda en nuestra región.

Para lograr estos propósitos el pensador ya señalado insiste en que hay que encarar un modelo de desarrollo integral, una democracia económica, social y política, con un programa de expansión de las fuerzas productivas, con una combinación de variadas formas de propiedad y gestión, con equidad social, y con renovación tecnológica.

De tal manera el verdadero socialismo debe tomar como bandera fundamental la renovación democrática y configurarse como un sistema que permita socializar la propiedad y el poder y promover la eliminación de la desigualdad y la coerción del Estado. Esto implica no confundir la propiedad social, como administrada para beneficio de clientelas políticas y de un poder despótico y exageradamente centralista, negador de los verdaderos valores del socialismo y del verdadero marxismo., como ocurrió en la exURSS y en los países socialistas de Europa del Este.

De tal modo Isa Conde hace firme la idea de que un modelo de poder socialista de nuevo tipo para América Latina debe propiciar de forma amplia la participación democrática del pueblo en todos los órdenes, haciendo posible la viabilidad del socialismo democrático en este nuevo siglo como utopía de emancipación real del hombre latinoamericano.

En el debate de la alternativa emancipatoria como utopía en su reconceptualización desde la perspectiva marxista ocupa un lugar destacado los estudios emprendidos por el Instituto de Filosofía en Cuba por el grupo América Latina. Filosofía social y axiología (Galfisa). Que ha desarrollado varios talleres internacionales sobre paradigmas emancipatorios, su problematicidad y sus desafíos en la actualidad latinoamericana, llegándose a consensos sobre la necesidad de construir un proyecto plural en el que se de un modo de convivencia humana, de equidad social, de solidaridad verdadera una convivencia en armonía con la naturaleza, con justicia de género y de transformación cualitativa en todos los órdenes del desarrollo social.

En tal sentido señalan que el desafío presente exige de una actitud abierta y de una reflexión más creativa ante la elaboración de paradigmas, que posibilite encontrar una matriz política, ética y simbólica que permita entregar sin exclusiones todas las demandas emancipatorias.

Georgina Alfonso González, destacada filosofa cubana y miembro de Galfisa, valorando los nuevos referentes valorativos de las alternativas emancipatorias latinoamericanas ha señalado:

«Las alternativas emancipatorias se van dando hoy con una doble orientación: primero como prueba de resistencia a la desesperanza y la irracionalidad que se le ha impuesto a los pueblos como modo de vida y luego como fuerza para obligar al sistema capitalista a reformular su estrategia de dominación múltiple y global. De aquí la diversidad actores sociales en el intento común de resignificar la globalidad neoliberal hacia la solidaridad.»{9}

Hace énfasis la autora en que estas alternativas se harán de verdad viables si encuentran su expresión en la emancipación mental de los sujetos involucrados y eso equivale a que los mismos conozcan con profundidad su realidad y se encuentren prestos de forma consciente para las movilizaciones y batallas civiles contra las fuerzas reaccionarias de derecha, construyendo así la cultura de la resistencia, que debe lograr la interacción dialéctica de las luchas cotidianas a un nivel micro con las de mayor alcance nacional al nivel macro.

Sólo así se podrá llegar a tomar conciencia de la red ideal de soberanía y de construcción de un proyecto democrático que expresa los intereses reales de las masas populares sojuzgadas.

Gilberto Valdés Gutiérrez estudioso profundo de la problemática de los paradigmas emancipatorios latinoamericanos hace énfasis en la necesidad de construir una ética de la articulación, lo que entraña el respeto al otro y la disposición a aceptar la racionalidad crítica de los que se incorporan..

Una idea esencial del proyecto como alternativa y utopía emancipatoria en este autor es que aquella que hace énfasis en que el proyecto no puede concebirse como si todas las fuerzas que intervienen pudieran concebirse con un denominador común, sin tomar en cuenta el carácter plural del mismo y atender a los diferentes sujetos involucrados y a las demandas de su realización y no a la inversa que equivale a que esto se sometan a una construcción ajenos a os intereses multivariados de estas fuerzas, de ahí la necesidad de estas fuerzas, de ahí la necesidad que se colegien estos intereses en un proyecto emancipatorio no homogenizado y así expresa:

«Lamentablemente muchas experiencias frentistas en Latinoamérica reprodujeron estos viejos esquemas y al fin llegaron al fracaso. Por eso se produjo una crítica al estrategismo, es decir, a la visión que tenían algunas fuerzas de izquierda de que una vez que se tomara el poder se iban a resolver, de la noche a la mañana, el problema del medio ambiente, el de la mujer, el de las poblaciones indígenas, de los vicios y no incorporaron temas de estas demandas en la construcción de la propias luchas…la sociedad deseada por supuesto, tiene mucho que ver con el camino que recorremos para llegar a ella, y de la capacidad para desvincularnos y medios para no reproducir viejas y nuevas formas de dominación.»{10}

Realmente coincidimos con el autor en que la actualidad latinoamericana no puede hablarse de luchas emancipatorias al margen de las luchas por la democracia, este es un tema recurrente en el pensamiento y actuación política de la izquierda. La tendencia marxista, socialista y revolucionaria ha abrazado la lucha por la democracia como aspecto jerarquizado y ha tomado como referente obligado al socialismo europeo y sus errores que estuvieron centrados en la ausencia manifiesta de la democracia, a través de expresiones de autoritarismo y verticalismo que minaron las bases del sistema, restándole apoyo popular y la credibilidad a las instituciones socialistas y al partido, que dejó de ser revolucionario y de representar al proletariado y a las masas populares con sus anhelos de libertad y desarrollo material y espiritual, para convertirse en un partido que respondía a los intereses de la dirigentocracia.

El proyecto de poder revolucionario y socialista, esencialmente democrático, está determinado por objetivos estratégicos esenciales que consisten en articular la diversidad de luchas emancipatorias, desde las relacionadas con el plano de la subjetividad individual hasta las ligadas con la macro regulación de la economía mundial, desde los ámbitos más domésticos y privados de la dominación hasta los vinculados con los medios masivos de comunicación, con las fábricas, las universidades, &c.

Aprovechar todos los espacios de la sociedad civil; es imprescindible para desarrollar relaciones sociales más libres y democráticas sin renunciar a la dimensión utópica. Así como el desarrollo de una política económica en la que haya un adecuado equilibrio entre la economía estatal, en cuyas manos están los fundamentales rubros económicos y la economía no estatal. Rendición de cuenta por parte del Estado de los resultados de su gestión económica a las masas populares para hacerlas partícipes de su gestión y fiscalización y evitar, por lo menos a la mínima expresión, las manifestaciones de corrupción y el diseño de nuevas formas partidistas, las cuales potencien un nuevo tipo de militante político cuyo involucramiento en las luchas emancipadoras sea conciente y creador.{11}

Es necesario un proyecto socialista, cuyo referente político es la reorganización de la sociedad civil como sistema productor de autogobierno y que inscriba su praxis en el inacabado y siempre vigente anhelo de la libertad humana individual y colectiva.

Resulta imposible la viabilidad del proyecto socialista en América Latina sin implicar la democratización de la ciudadanía, tanto en sus derechos como en sus deberes. La socialización de la democracia tiene que ver con la democratización de las empresas, de las escuelas, de las instituciones culturales, en fin de toda la vida social que conlleve la participación igualitaria de los ciudadanos en los bienes y servicios generados por la sociedad. Ello consolidará la identidad de nuestros pueblos al reconocerse el derecho a la diversidad cultural y a la soberanía de nuestras naciones.

Los propósitos que se plantean las fuerzas de izquierda revolucionarias son muy positivos si tenemos en cuenta que dirigen sus programas con un carácter anticapitalista y se proponen a corto, mediano o largo plazos transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales radicales, el problema está en el grado de concreción de las mismas para dar viabilidad al proyecto emancipatorio.

En la actualidad latinoamericana advertimos dos dimensiones: la profundidad de los programas y la estrategia y la táctica que se tracen para lograrlos. Ambas dimensiones se correlacionan dialécticamente.

La primera dimensión tiene que ver con la fundamentación teórica de los programas emancipatorios, sobre todo el problema reside en hasta dónde llegar con las transformaciones. Ante la unidad de disímiles fuerzas, el problema de la pluralidad política y su consecuencia en las diversas posturas ideológicas ponen freno a la profundidad programática dado en la radicalidad de sus propuestas, es decir, nos referimos al socialismo como tarea inmediata. Esto hoy no es posible, los cambios tienen que perfilarse hacia una propuesta democrático popular con miras mediatas a llegar al socialismo, para cumplir los fines programáticos determinados, se hace inevitable la consecución de una táctica muy bien precisada para cada situación política o para las acciones políticas y una estrategia con las medidas de mayor alcance a tomar a largo plazo para radicalizar el proceso.

En relación con la profundidad del proyecto, hay que decir que las posibilidades y los contextos en que puede desempeñarse la izquierda más radical le imponen como desafío repensar los cambios que pueden acometerse sin ceñirse mecánicamente a la teoría marxista clásica, puede acogerse a los postulados esenciales en lo que respecta a la teoría de la lucha de clases y de la revolución social y adecuarlos, según la comprensión materialista de la historia y la compleja y contradictoria realidad latinoamericana.

Esta concepción de la democracia no puede asumirse revolucionariamente si no es en el continuo proceso de superación de sí misma. Sus elementos aportativos son la apertura de espacios mayores para todas las tendencias, crecimiento de una mentalidad más abierta y transparente frente al monolitismo ideológico y político, el cual no es posible en la lucha actual de la izquierda por sus reivindicaciones. Por eso la cultura política de nuevo tipo debe abrirse paso, a partir de las mejores tradiciones.

Muchas fuerzas reconocen esta concepción, otras no. La lectura gramsciana y mariateguiana del marxismo en lo que a la problemática de la democracia se refiere sigue en pie y cobra fuerza, a ella se integran otras tradiciones como el pensamiento martiano, bolivariano y guevariano; que se han convertido en banderas de lucha actualmente en el Continente.

En el pasado se censuró, desde una aparente ortodoxia marxista leninista, la colaboración de clases, sectores desclasados y posiciones ideológico políticas adversas. En el Manifiesto Comunista, en la parte correspondiente a la relación del Partido Comunista con otros partidos y fuerzas, Marx da la posibilidad de unidad y colaboración con el fin de crear un frente común por la revolución. Por su parte Lenin en reiteradas obras refiere que la unidad de las fuerzas revolucionarias en los países periféricos era un imperativo, por tanto la colaboración es necesaria táctica y estratégicamente.{12} En América Latina es innegable la integración, ese es el espacio posible para cambiar un mundo que se reconstruye a una velocidad increíble.

El proyecto democrático popular de la izquierda dadas las condiciones de América Latina se hará viable si en el terreno de la construcción democrática se gana consenso para revertir los actuales problemas y dar cauce a la aspiración de una vida más digna, en un espacio de transparencia democrática de respeto mayor a las libertades individuales del hombre que han sido encarceladas durante mucho tiempo por las dictaduras militares. Este es uno de los paradigmas más complejos que tiene ante sí la izquierda latinoamericana para la construcción de la nueva utopía, a través de una democracia que garantice los principios cardinales: igualdad de oportunidades y libertad para participar efectivamente en la toma de decisiones del poder.

Las concepciones de Adolfo Sánchez Vázquez sobre la utopía

Sánchez Vázquez es un teórico marxista de la utopía, dedicándole una atención importante a la cosmovisión de la utopía desde las perspectivas marxista más auténtica que se contextualiza en la dimensión de lo propiamente latinoamericano, sin perder su conexión con lo universal y desde esta óptica crítica del presente se propone la utopía como lo nuevo que no existe, pero que tiene la posibilidad real de realizarse y que es una utopía que cree en el progreso humano y en una sociedad de justicia, de decoro y de enaltecimiento de los mejores valores del hombre.

De ahí que el filósofo dedique un espacio importante de sus reflexiones teóricas a resaltar el valor de la utopía que hay en esa obra insigne del humanismo que es El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, cuyo valor va más allá de los propósitos que se planteó Cervantes con la misma, de ahí las variadas interpretaciones que se han hecho de las misma y de las búsqueda de respuestas por el tesoro ético y emblemario en lo que a su visión humanista se refiere, en lucha abierta contra la injusticia y cabalgando por una utopía que intenta subvertir la realidad presente y que se disputa la construcción de un mundo mejor.

Sánchez Vázquez valora que en la obra cervantina subyacen importantes indicadores que dan cuenta desde lo epistemológico e ideoético de las esencialidades que debe comportar cualquiera visión utópica. Entre las mismas se destacan la referida a que la misma es valiosa y deseable por su contraste con la realidad que pretende superar, de ahí que marca un distanciamiento con el presente y se proyecta como alternativa la solución de dichos contrasentidos y males que aquejan a la sociedad, la utopía que encierra la obra no sólo expresa una aspiración de sociedad que se anticipa como superior, sino que además reafirma la convicción de luchar por que se haga realidad.{13} Y Sánchez Vázquez destaca como la utopía tiene un carácter subversivo, quiere dinamitar lo que existe e imponer nuevos valores, nuevas instituciones, nuevas relaciones económico sociales, culturales y una nueva manera de ejercer el poder.

Los diferentes momentos histórico filosóficos de la utopía, son destacados por el filósofo, el que determina dos momentos trascendentes el platónico y el de la modernidad, en el primero con su Estado o Ciudad Ideal, especie de República perfecta, que es imposible superar o alcanzar, de este modelo se subrayan dos cuestiones esenciales: la imagen del futuro, que se haya fuera del tiempo y del espacio y la problemática de no plantearse su realización como posibilidad.{14}

El otro paradigma trascendente de la utopía es el de la modernidad, que llega hasta hoy, dentro de esta concepción utópica cabe referirse a diferentes estadíos a los que dedica el filósofo un espacio reflexivo importante.

El primer momento en la utopía moderna es el renacentista que crítica los costos sociales que provoca el feudalismo y se proyecta por una sociedad más justa, tal es la utopía de Tomás Moro, Tomás Campanella, que señalan las causas de los problemas, la omnipotencia del dinero, la propiedad privada y el afán de poder, que ya aparecen en la época de transición del feudalismo al capitalismo. A partir de esta visión crítica de estos males se proponen un modelo de sociedad con instituciones nuevas que permitan eliminar estos males. En este tipo de utopía no sólo se expresa una inadecuación con el presente, sino que plantea una voluntad de realización de lo utópico aunque le señala como limitación el no despliegue de las acciones prácticas para superar el presente.

Por su parte el ideal utópico ilustrado centra su crítica al absolutismo feudal y se planteará como ideal la futura sociedad capitalista, pero con la mediación de que el hombre ilustrado iba a ser capaz de no ser ambicioso con el dinero y la violencia iba a ceder su lugar al orden, la paz y la fraternidad entre los hombres, este modelo de sociedad contra su confianza en el poderío de la razón, de la educación y en la formación de un nuevo tipo de ciudadano portador de valores morales, pero con la limitación de que desecha el papel de la acción transformadora.

El socialismo utópico es otro de los momentos destacados de estos ideales de la modernidad que llegó a criticar como nadie los males de la sociedad capitalista, para superar este estado de cosas, propone un modelo de sociedad sin explotación, con una distribución de equidad entre todos los miembros de la sociedad y de sus instituciones democráticas con un poder colegiado, la falla para Sánchez Vázquez estuvo en pretender alcanzar estos fines a fuerza del ejemplo y de la educación y por eso su utopismo plantea alcanzar sus objetivos de forma gradual.

El fracaso de estas utopías preparó el camino según el filósofo para una utopía nueva la del socialismo científico de Marx, Engels, que como ideal aún no está cerrado mantiene su vigencia, por cuanto la sociedad capitalista es aún más explotadora y más irracional que nunca y no puede ser el futuro para la humanidad.

Sánchez Vázquez plantea como a diferencia de todos los proyectos anteriores el ideal socialista marxista plantea una vocación práctica de realización a través de la lucha de clase, de la revolución.

Este análisis se torna aquí muy problémico por cuanto muchos estudiosos marxistas se oponen a atribuir al proyecto marxista una filiación utópica y señalan que el concepto de socialismo científico de Marx y Engels, sólo pondera la lógica de pensamiento de ambos clásicos, fundada sobre bases materialistas y no una concepción universal y en una cosmovisión que se sustenta en núcleos racionales como expresión de contradicciones reales que se van a superar a través de la revolución como proceso real y complejo de relaciones dialécticas de condiciones objetivas y subjetivas.

De ahí que señalan estos teóricos marxistas que Marx y Engels conciben el socialismo como movimiento real emancipador y como producto histórico y de ahí sacan la conclusión de que los clásicos terminan con la especulación de la vida real, fundando la ciencia real.{15}

Semejantes puntos de vista hipertrofian la esencialidad de la utopía del socialismo como proyecto que aún no se ha realizado tal como los clásicos lo proyectaron y que tendrá adecuaciones de acuerdo a las circunstancias presentes y futuras como ideal que espera la humanidad, hace que el contenido del socialismo como ideal o utopía mantenga sus bases, tal como lo señala Sánchez Vázquez cuando expresa:

«…si es imposible reducir la utopía a la ciencia, el futuro al presente y lo posible a lo real y si, por otra parte, lo existente no puede dejar de impulsar la insatisfacción, la crítica y el sueño de una vida mejor, es decir si el fin de la utopía se vuelve imposible, un mundo sin utopías sería una utopía más en el sentido negativo de lo imposible realizable.»{16}

Negar que en el mundo se proyecte el hombre por utopías es negar la esperanza de la lucha por un mundo mejor, es negar la historia, congelando el presente y no reconociendo que siempre hay una meta superior que el hombre ansía alcanzar.

Hoy día la problemática de la utopía da lugar a un amplio debate en el terreno de las ciencias sociales y el núcleo del mismo versa sobre la constatación del agotamiento del modelo neoliberal, lo que apela a las búsquedas teóricas de alternativas, tomando en cuenta las condiciones presentes en la sociedad capitalista actual y en particular en América Latina.

Lo que imprime una nueva dimensión al manejo teórico de la utopía, que entraña la probabilidad de construir de un proyecto socialista de cara al siglo XXI y ese socialismo al que se aspira no debe renunciar a que el capitalismo debe ser superado como orden social injusto y la de mantener el ideal de construir una sociedad mejor.

Coincido con la destacada filosofa cubana Yohanka León del Río en que la centralidad de la utopía está dada en la perspectiva crítica frente al pensamiento único que descalifica todo pensamiento utópico y vende la creencia en el final de la historia y de plantear la actual sociedad capitalista como la panacea de la humanidad. Este pensamiento social crítico opone a este pensamiento único irracional una visión de utopía que como idea general acompaña las demandas de los movimientos sociales en Latinoamérica.{17}

Adolfo Sánchez Vázquez tiene como aporte teórico indiscutible el reivindicar la utopía en el análisis de las alternativas como proyecto de emancipación y en establecer una crítica certera a la fría comprensión dogmática del socialismo como proyecto de emancipación, con la correspondiente de un marxismo vulgar, manualista que niega la necesidad de la utopía y la plantea como un proyecto detenido en el tiempo histórico incapaz de concebir el momento social crítico, como un momento necesario para la construcción del ideal del socialismo como sociedad futura, como proyecto humanista inseparable de nuestras raíces históricas.

Bibliografía

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  10. Adolfo Sánchez Vázquez, «La utopía de don Quijote», en Entre la realidad y la utopía. Ensayo sobre política, moral y socialismo, Editorial Ciencias Sociales, La Habana 2006.
  11. Adolfo Sánchez Vázquez, A tiempo y destiempo, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 2004.
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  16. Gabriel Vargas Lozano, «En torno a la obra de Adolfo Sánchez Vázquez». Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, México 1995.
  17. —: «Marxismo y filosofía al final del siglo XX», en Dialéctica, nueva época, año 16, nº 23-24. invierno de 1992.
  18. —: Más allá del derrumbe. Socialismo y democracia en la crisis de civilización contemporánea, Editorial Siglo XX, México 1994.
  19. Inmanuel Wallersteien, Utopística o las opciones históricas del siglo XXI, Ediciones Siglo XXI.

Notas

{1} Yohanka León del Río, «Debate en torno a la utopía en el pensamiento social crítico alternativo al pensamiento único», en Colectivo de Autores, Paradigmas emancipatorios en América Latina, Editorial Academia, La Habana 2005, página 162.

{2} Frei Betto, «Crisis de la utopías. El papel de la subjetividad en la lucha liberadora», en América Libre, nº 10 de 1997, Buenos Aires, Argentina, pág. 40.

{3} Patricio Echegaray, «Construir un nuevo enfoque popular sobre el poder», en América Libre, nº 10 de 1997, Buenos Aires, Argentina, pág. 62.

{4} Véase de Patricio Echegaray, «Generar una fuerza política unida de la izquierda», en América Libre, nº 10, Buenos Aires, Argentina, págs. 36-37.

{5} Véase Patricio Echegaray, ibid., pág. 39.

{6} Horacio González, «La palabra utopía», en América Libre.

{7} Hugo Cores, «La formulación de un proyecto colectivo», en América Libre, nº 10 de 1992, Buenos Aires, Argentina.

{8} Narciso Isa Conde, «A revitalizar la utopía en América Libre», nº 10 de 1997, Argentina, pág. 52.

{9} Georgina Alfonso González, «¿Otro mundo es posible? Nuevos referentes valorativos en las alternativas emancipatorias latinoamericanas», en Colectivo de Autores, Paradigmas emancipatorios en América Latina, Editorial Academia, La Habana 2005, pág. 56.

{10} Gilberto Valdés, «Diversidad y articulación en América Latina. Desafíos de los movimientos sociales ante la civilización excluyente, patriarcal y depredadora del capital», en OBCIT, pág. 79.

{11} Véase a Pablo Guadarrama, «Humanismo y socialismo desde la óptica del pensamiento marxista en América Latina», en Despojado de todo fetiche. (Autenticidad del pensamiento marxista en América Latina), Universidad INCCA de Colombia y Universidad de Las Villas, 1999; Mirta Casaña Díaz, «La concepción marxista del Estado y el pensamiento latinoamericano contemporáneo», en Despojado de todo fetiche. (Autenticidad del pensamiento marxista en América Latina), págs. 305-316; James Petras, «El postmarxismo rampante: Una crítica a los intelectuales y a las ONG», en http://www.rebelion.org/izquierda.htm, 14 de enero de 2000.

{12} Véase el trabajo de José Álvaro Moisés, «Dilemas de la consolidación democrática en el Brasil», en Nueva Sociedad, nº 105, pág. 16. El autor valora el papel del marxismo y de su consecuente aplicación para la viabilidad del ideal democrático de la izquierda.

{13} Véase de Adolfo Sánchez Vázquez, «La utopía de don Quijote», en Entre la realidad y la utopía. Ensayo sobre política, moral y socialismo, Editorial Ciencias Sociales, La Habana 2006.

{14} Véase de Platón, La República, UNAM, México 1971.

{15} Véase de Camilo Valqui Cachi, El pensamiento de Marx en los umbrales del siglo XXI, Universidad Autónoma de Guerrero, Editorial Caminos, México 1995. Una interesante crítica a estas posiciones negativas con respecto a la utopía de estos marxistas escolastizados está en la obra del destacado marxista mexicano Gabriel Vargas Lozano, En torno a la obra de Adolfo Sánchez Vázquez, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, México 1995. Y del mismo autor Mas allá del derrumbe. Socialismo y democracia en la crisis de la civilización contemporánea.

{16} Adolfo Sánchez Vázquez, A tiempo y destiempo, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 2004.

{17} Véase Yohanka León del Río, «Debate en torno a la utopía en el pensamiento social crítico alternativo al pensamiento único», en Paradigmas emancipatorios en América Latina, Editorial Academia (colectivo de autores), Instituto de Filosofía, Academia de Ciencias de Cuba, La Habana 2005.

 

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