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El Catoblepas, número 62, abril 2007
  El Catoblepasnúmero 62 • abril 2007 • página 4
Los días terrenales

Legado del Ateneo de la Juventud
La Casa de España y El Colegio de México
(1)

Ismael Carvallo Robledo

Considerándolo como una institución genuinamente heredera del Ateneo de la Juventud, a cien años de que éste haya sido creado, se ofrece en varias entregas un panorama general de la trayectoria histórica del Colegio de México

El Colegio de México

(En la elaboración de estos artículos nos servimos del material ofrecido en el libro de Clara E. Lida, José Antonio Matesanz y Josefina Zoraida Vázquez, La Casa de España y El Colegio de México. Memoria 1938-2000, editado en 2000 por El Colegio de México.)

0. Presentación general

Como ha sido indicado ya en la entrega anterior de Los días terrenales, en Mayo de 2007 se cumplen cien años de que el Ateneo de la Juventud haya cobrado vida como Sociedad de Conferencias (en Mayo de 1907).

Partiendo del hecho de que esta institución funge como nuestro más sólido referente nacional, y sin perjuicio de constatar que nuestras coordenadas filosóficas –es decir, por cuanto al contenido– no son las mismas, aunque, por cuanto a su forma, la consideramos la más luminosa herencia intelectual de México{1}; y habida cuenta del hecho de que nuestro homenaje más patente no es otro que el de buscar abrirle paso materialmente en el presente al Ateneo de la Ciudad de México{2}; nos proponemos, en esta y en las subsiguientes entregas de Los días terrenales, ofrecer un panorama general de la trayectoria histórica, académica, política e ideológica, de una de las instituciones que consideramos como heredera directa del Ateneo de la Juventud: El Colegio de México (en sus inicios Casa de España).

Y la consideramos heredera directa sin importarnos que medien entre la una y la otra poco más de veinte años, por que ambas, al haber sido gestadas por grupos de personas que pudieron influirse recíprocamente, pertenecen a un mismo presente histórico. El Colegio de México, con la incorporación fundamental de los exiliados republicanos españoles, esta es nuestra tesis, es, en su Idea, una extensión del Ateneo de la Juventud.

I. Introducción

I

El Colegio de México (COLMEX) –en sus inicios Casa de España– es, sin duda ninguna, una de las instituciones académicas de mayor prestigio en el país. Habiendo nacido como resultado de una coyuntura de todo punto singular (como proyecto de acogida de científicos e intelectuales españoles que, al ser republicanos, tuvieron que dejar España durante la guerra civil: La Casa de España, ni más ni menos), esta institución, junto con la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y el Fondo de Cultura Económica (FCE), aparece hoy en día como uno de los pilares fundamentales que, tanto desde el punto de vista intelectual, como desde el punto de vista político-ideológico, vertebran la vida pública nacional.

En efecto, el COLMEX ha sido tanto cantera de funcionarios públicos de alto nivel{3} y de profesores e investigadores, también de alto nivel{4}, como centro de creación de contenidos no ya solamente de índole científica (Historia, Ciencias Sociales) sino de índole ideológica: la dialéctica política e ideológica de México (desde todos sus polos) ha tenido en los egresados del Colegio de México a buena parte de sus protagonistas más activos y destacados (en los programas de análisis político que hoy en día se ofrecen por televisión, podríamos decir que el ochenta por ciento de los analistas tienen procedencia o de la UNAM o del COLMEX).

Y, de modo muy particular, hay un rasgo histórico-ideológico común a estos pilares (sobre todo el IPN, el COLMEX y el FCE), un rasgo que nos permite apreciarlos como momentos de cristalización de una época histórica bien precisa y definitoria para México, pero que nos permite también destacarlos de otras instituciones que, si bien a la postre se han abierto paso como fundamentales para el país –tales son los casos de la UAM, el ITAM o el CIDE–, no comparten ya ese rasgo común y se inscriben en rutas ideológicas y derroteros históricos distintos (la ruta ideológica en la que el ITAM está insertado, por ejemplo, es en este caso paradigmática{5}); ese rasgo común es el siguiente: las tres instituciones son producto genuino del cardenismo (1934-1940), bloque histórico e ideológico de hondas repercusiones para la vida de México y que podría ser caracterizado como el período de consolidación de los perfiles internos y externos de la nación política mexicana (expropiación petrolera, reforma agraria, consolidación del partido hegemónico en torno de los tres sectores clave –campesino, obrero y popular–, educación socialista, &c.).

Pero no se quiere decir con esto, obvio es, que el COLMEX o el FCE hayan sido iniciativas de Lázaro Cárdenas, sino que son ellos proyectos que cobran vida insertados orgánicamente (en un sentido gramsciano, es decir, histórico ideológico) dentro de las coordenadas políticas e ideológicas de una época.

Y al ser don Daniel Cosío Villegas y Alfonso Reyes los autores del COLMEX, y Cosío Villegas el del FCE, nos encontramos de hecho con la singular circunstancia de que, entonces, por su través –por el de Cosío y Reyes–, en el COLMEX y en el Fondo de Cultura Económica convergen como nudo dialéctico dos de las líneas maestras en cuyo trazado histórico se define el curso político de México en el siglo XX: la línea –digamos– histórico política del cardenismo y la línea ideológico política del ateneismo: si bien Cosío Villegas no fue miembro del Ateneo de la Juventud, podemos considerarlo como su genuino y más inmediato heredero; por su parte, Alfonso Reyes, presidente del patronato del Colegio desde 1939, fue, él sí de modo protagónico, miembro del Ateneo de la Juventud. A ambos podemos considerarlos, en todo caso, como producto de la Revolución: para el caso de Reyes, habremos de considerarlo como precursor generacional –aunque no necesariamente como precursor ideológico, por que Reyes no fue ideólogo de la Revolución mexicana– y con una vida que fue atravesada toda por ella; para el caso de Cosío, habremos de considerarlo como hijo y primerísimo heredero de la Revolución.

II

Pues bien, tengo a la vista el sólido trabajo de reconstrucción histórica que de La Casa de España y, luego, El Colegio de México, ha realizado Clara E. Lida junto con José Antonio Matesanz y Josefina Zoraida Vázquez, todos miembros del COLMEX, y editado por éste mismo en la Ciudad de México en el año 2000.

Se trata de una Memoria que abarca la vida entera de esta institución, de 1938 a 2000, y que nos ofrece, en toda su vastedad pero también con lujo de detalles, tanto el núcleo esencial del proyecto concebido por esos dos mexicanos extraordinarios que fueron Daniel Cosío Villegas y Alfonso Reyes, como las claves de su despliegue histórico, permitiéndonos así observar en perspectiva la trayectoria académica, política e ideológica de esta notable institución.

La estructura del libro –de 574 páginas– consta de cuatro partes generales que se definen como sigue:

1) La Casa de España en México, por Clara E. Lida con la colaboración de José Antonio Matesanz;
2) El Colegio de México: una hazaña cultural, 1940-1962, por Clara E. Lida y José Antonio Matesanz, con la participación de Antonio Alatorre, Francisco R. Calderón y Moisés González Navarro;
3) El Colegio de México: años de expansión e institucionalización, 1961-1990, por Josefina Zoraida Vázquez; y
4) Epílogo.

* * *

Por cuanto a sus influencias más importantes, nos interesa destacar lo que Clara Lida subraya en la presentación general de la obra: a su juicio, el sello de distinción de la Casa de España, transformada en El Colegio de México en 1940, se deriva del hecho de que nace como una institución sin referentes previos en todo el continente americano; el referente del que se nutre, como ahora se verá, le otorgó una factura inexistente hasta entonces, sobre todo en los Estados Unidos (lugar al que inevitablemente habría de mirarse), una factura que era de genuina estirpe española.

En efecto, el único caso en el que pueden encontrarse semejanzas es el de la New School for Social Research que, fundada en Nueva York en 1933, dio acogida a los intelectuales europeos desplazados por la Segunda Guerra Mundial –sobre todo los de origen judío–. Pero, según apunta Lida, la New School tiene desde sus inicios el propósito de incorporarse como centro académico en el circuito universitario de los Estados Unidos; propósito que la diferenciaba de aquél con el que la Casa de España habría de organizarse en México.

Por que el modelo que guió la concepción de la Casa de España, un modelo tan singular y único como el de los Ateneos españoles (el de Madrid a la cabeza), no fue otro que el de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, fundado en España en 1907 (cuyo Presidente de la Junta fue Santiago Ramón y Cajal –1852-1934–, histólogo y premio Nobel en 1906) y su Centro de Estudios Históricos de Madrid, con sus secciones especializadas en filología e historia, dirigido por don Ramón Menéndez Pidal. Con ambas instituciones, al igual que con el Ateneo de Madrid (que cuenta con un busto de Alfonso Reyes en su salón de la Cacharrería), tuvieron contacto Reyes y Cosío, después de la Primera Guerra Mundial, para el caso del primero, y antes de la guerra civil, para el del segundo.

Dicho esto, nos inclinamos a defender una tesis como la que sigue: la Casa de España / El Colegio de México es, en definitiva, una institución que nace antes que por finalidades académicas, o según prioridades de investigación de alto nivel –que las tuvo sin duda ninguna–, lo hace como extensión histórica y política de una materia cultural, la de las instituciones españolas, y como parte de una permanente dialéctica de flujos y reflujos, con muy concretas determinaciones políticas en este caso, en cuyo seno está trabada una totalidad histórica atributiva.

En esta entrega de Los días terrenales, presentamos un resumen comentado de la primera parte del libro. En entregas subsiguientes haremos lo propio con las partes segunda, tercera y cuarta.

II. Parte primera: La Casa de España en México

En septiembre de 1936, Daniel Cosío Villegas fungía como encargado de negocios de México en Portugal. Desde ahí percibió lo que a poca distancia se anunciaba como ineluctable: la derrota de los republicanos en la recientemente iniciada guerra civil española, preámbulo que compendiaba el enfrentamiento dado entre el bloque comunista y el bloque capitalista durante la Segunda Guerra Mundial.

El 30 del mismo mes le escribe al general Francisco J. Múgica, a la sazón secretario de Comunicaciones del gobierno de Cárdenas, proponiéndole como plan de emergencia lo que a la postre estuvo llamado a ser el germen de la Casa de España y el Colegio de México. El plan consistía en lo siguiente:

‘Para seguir siendo congruentes con nuestra anterior actitud, debe escogerse un hecho que no tenga ninguna significación política, sino humanitaria, desinteresada. He pensado cuál podría ser ésta y no encuentro mejor que invitar a cinco o diez de los más eminentes españoles que como consecuencia del triunfo militar no podrán hacer por muchos años su vida en España. Sugiero algunos nombres: Fernando de los Ríos, Embajador en Washington; Claudio Sánchez Arlbornoz, historiador distinguidísimo, Embajador en Portugal; Enrique Díez-Canedo, literato, crítico de arte, Embajador en Argentina; [Luis de] Zulueta, distinguidísimo pedagogo, Embajador ante el Vaticano; Gregorio Marañón, distinguidísimo médico, sin puesto público pero simpatizante de Madrid; el doctor [Teófilo] Hernando, también, &c.
Tendríamos un rasgo que provocaría simpatía en todo el mundo, como la provocó para varias universidades extranjeras haber recogido a los sabios alemanes expulsados por el hitlerismo, daríamos muestra de simpatía al régimen liberal vencido y no nos enajenaríamos la mala voluntad de los vencedores. Al mismo tiempo, adquiriríamos diez hombres de primera línea, que nos ayudarían a levantar el nivel de nuestra cultura, tan decaído de hace tantos años’.{6}

Pocos años antes, de 1932 a 1933, Cosío Villegas había estado ya de visita por España. Una de sus actividades agendadas, aunque en ese momento no fructificó, resultó ser poco tiempo después detonadora de uno de sus proyectos medulares y de verdadera trascendencia continental (en España y en América): Cosío había querido convencer a los editores de Espasa-Calpe y Aguilar para que se involucrasen en un plan general de traducción y publicación de obras sobre economía que hasta ese momento eran inexistentes en español. El fracaso de sus conversaciones lo impulsó a decidir poner en marcha el proyecto por cuenta propia. Resultado: en 1934 inicia su singladura el Fondo de Cultura Económica.

Mientras los acontecimientos de la guerra civil española acaecían, los hombres cercanos al presidente Cárdenas, muchos de ellos amigos personales de posibles y futuros exiliados españoles, buscaban inclinar la balanza a favor de estos últimos: Isidro Fabela, Genaro Estrada, Luis Montes de Oca y el mismo general Francisco Múgica.

En diciembre de 1936, el presidente Cárdenas aprueba en su generalidad el plan de Cosío Villegas. Pero no fue sino hasta julio del 38 que se firma el acuerdo presidencial para la creación de la Casa de España; entre medio, Cosío había estado organizando los pormenores operativos del plan. El acuerdo presidencial estipulaba lo siguiente:

‘El señor Presidente de la República dispuso que se invitara, previo el conocimiento y la conformidad del Gobierno de la República Española, a un grupo de profesores e intelectuales españoles para que vinieran a México a proseguir los trabajos docentes y de investigación que han debido interrumpir por la guerra.
El Gobierno español aceptó, reconocido, esta nueva oportunidad de colaboración, autorizando a las personas invitadas a trasladarse al país. Hasta ahora lo han sido los señores Ramón Menéndez Pidal, Tomás Navarro Tomás, Claudio Sánchez Albornoz, Dámaso Alonso y José Fernández Montesinos del Centro de Estudios Históricos de Madrid; José Gaos, Rector de la Universidad Central de Madrid y profesor de Filosofía; Joaquín Xirau, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona; doctor Pío del Río Ortega, director del Instituto de Cáncer, de Madrid; doctores Gustavo Lafora y Teófilo Hernando, de la Facultad de Medicina de Madrid; Enrique Díez-Canedo y Juan de la Encina, críticos de arte; Adolfo Salazar y Jesús Bal y Gay, musicólogos.’{7}

En la prensa nacional (Excelsior del 20 de agosto de 1938), la noticia quedó registrada en estos términos:

‘El señor Presidente ha acordado que se cree la Casa de España en México, para que sirva de centro de reunión y de trabajo a los hasta ahora invitados, a otros a quienes más tarde se invite y a tres españoles ya residentes en México: el doctor Luis Recaséns Siches, profesor de la Facultad de Derecho de Madrid, y los escritores José Moreno Villa y León Felipe Camino. La Casa de España en México estará al cuidado de un patronato compuesto por el señor Eduardo Villaseñor, Subsecretario de Hacienda, en representación del Gobierno Federal, y por los señores doctor Gustavo Baz, Rector de la Universidad Nacional y doctor Enrique Arreguín, presidente del Consejo Nacional de Enseñanza Superior y de la Investigación Científica. Durante la ausencia del señor Villaseñor, representará al Gobierno Federal el señor licenciado Daniel Cosío Villegas.’{8}

Tres miembros que estaban ya en México: Recaséns Siches, León Felipe y José Moreno Villa. El primero, especialista en filosofía del derecho, nacido en Guatemala y llegado a México de 34 años, traía tras de sí un prestigio considerable en virtud de haber sido profesor en la Universidad de Madrid y vicepresidente del Instituto Internacional de Filosofía del Derecho.

Con Recaséns se inicia una práctica, hecha común con el paso del tiempo, consistente en organizar seminarios, series de conferencias y cursos en centros educativos del interior de la república. Los autores de esta estupenda Memoria consignan, por ejemplo, el programa por él impartido en la Universidad de San Nicolás Hidalgo, en Morelia, Michoacán, en septiembre del 38, y que llevaba por título general el de “La Sociedad y el Derecho en la Vida Humana”; nos permitimos transcribirlo a continuación por considerar que su contenido ofrece un muy particular interés:

‘Excursión por el universo en busca de la localización de lo jurídico. Las diversas zonas del universo: naturaleza física; naturaleza psíquica; idealidad; valores; vida humana.
Cultura: vida humana; vida humana individual, vida humana objetivada.
Lo social. Crisis de objeto y método en la sociología actual.
Ensayo de determinación del concepto de lo colectivo. El hombre y la gente. Hombres y personajes. Hombres y funcionarios.
Categorías de lo jurídico. La esfera de las normas de la conducta. El problema de su distinción. Bases para el concepto del Derecho.
Normas morales y normas jurídicas: su distinción esencial.
Lo inexplicable de la vida humana colectiva. La coercitividad esencial del Derecho.
Usos sociales. Convencionalismos: decencia, decoro; urbanidad; etiqueta; cortesía; hábitos sociales; usos sociales; diferencia entre decoro y moral.
Los usos sociales y el Derecho. Su esencial distinción. Sus relaciones en la dinámica social.
Lo jurídico y lo arbitrario. Lo que le sucedió al molinero de Sans Souci. Por qué y para qué se fabrica el Derecho en la vida humana.’{9}

Por su parte, León Felipe era para entonces bastante conocido en México puesto que había estado ya dos veces en nuestro país. Para 1938, a sus 55 años, su carácter y apasionamiento habían hecho ya de él un verdadero personaje de la vida intelectual mexicana. El 30 de julio dio una conferencia en la sala de conferencias del Palacio de Bellas Artes, recinto que hubo de acoger poco tiempo de después a prácticamente la totalidad de los miembros de la Casa de España.

José Moreno Villa llegó a México en 1937 con 50 años de edad y se incorporó a la Casa de España continuando con sus actividades de artista y crítico.

José Gaos fue el primero en llegar directamente de España. Asturiano de origen, Gaos había sido, como bien se sabrá, rector de la Universidad de Madrid y discípulo de Ortega. Su papel en la vida intelectual y, sobre todo, filosófica de México, sea ya por sus labores de traducción, sea ya por sus seminarios sobre Heidegger o sobre el pensamiento en español, y al margen de la crítica que a tal papel pueda hacerse, es acaso el de mayor relevancia en lo que atañe al desarrollo de la filosofía y el pensamiento filosófico mexicanos en el siglo XX.

Una vez en México, Gaos dio inicio sin dilación alguna a sus actividades de docencia filosófica: primero en el Colegio de San Nicolás, en Morelia{10}; un segundo seminario, realizado esta vez en la Universidad Nacional, llevaba por título “Filosofía de la filosofía” y su temario se estructuraba como sigue:

‘I. La vocación filosófica como afán de saber principal y la vida filosófica como vida en la abstracción.
II. El sentido histórico de la abstracción filosófica. La abstracción en la contemplación de las ideas como saber de salvación.
III. La abstracción en la reflexión de la conciencia como saber de perdición.
IV. La decepción doctrinal de la vocación filosófica por la contrariedad histórica de la filosofía. La decepción vital de la vocación filosófica en el proceso de la madurez de al vida.
V. Prosopopeya del filósofo –fenomenología de la soberbia.
VI. Verdad y personalidad: la filosofía y la vida en su concreción.’{11}

Las actividades de Gaos, tanto en el Colegio de México como, posteriormente, en la Universidad Nacional, tuvieron, como en futuras entregas se verá, un papel verdaderamente destacado y central: pensamos en el célebre Seminario del pensamiento en lengua española organizado por él; las múltiples invitaciones que de inmediato le fueron hechas (en el estado de Guanajuato; en la ciudad de Morelia; &c); o el seminario organizado con un grupo selecto de literatos y poetas, tanto españoles como mexicanos, en donde abordaron ‘las relaciones entre la metafísica y la poesía, así como el origen psicológico y metafísico de la creación poética’, según refirió Octavio Paz (a este seminario asistieron, al lado de Paz, Federico Gamboa, José Romano Muñoz, Samuel Ramos, María del Mar, León Felipe, Carmen Toscano de Moreno Sánchez, Enrique Diéz-Canedo, José Moreno Villa, Xavier Villaurrutia, Enrique Fernández Ledesma y Enrique González Martínez).

Paradójicamente, y esto es algo a lo que no se le da respuesta en el libro de Lida –de hecho no se plantea la cuestión de modo explícito–, en el COLMEX, al día de hoy, nunca fue, nunca ha sido –y acaso nunca será– organizado un Centro de Estudios Filosóficos, contrariamente al hecho de que sí fueron organizados un Centro de Estudios Históricos, un Centro de Estudios Filológicos o un Centro de Estudios Sociales. ¿A qué pudo haberse debido esta ausencia académica evidente, habida cuenta del hecho de que entre las filas de los miembros de la Casa de España se contaba con un filósofo de primera categoría? ¿Será que nunca se tuvo –y acaso no se tiene– claro el papel que la filosofía podía jugar, y juega, en el conjunto del saber?

Enrique Díez-Canedo (crítico literario), el profesor José María Ots Capdequí (historiador y abogado), Juan de la Encina (crítico de arte), el doctor Gonzalo R. Lafor (psiquiatra) y Jesús Bal y Gay (del centro de Estudios Históricos de Madrid), fueron quienes durante los meses sucesivos llegaron a México y se incorporaron de inmediato a las actividades tanto de la Casa, en particular, como de la vida intelectual y cultural –vale decir social– de México, en general.

En este último caso, los autores registran comidas tanto íntimas como multitudinarias (banquetes), organizadas por escritores o intelectuales mexicanos en homenaje a los nuevos miembros de la intelligentzia nacional, como por ejemplo el “banquete de simpatía” organizada por la revista Letras de México, que contó, por el bando español, con la presencia de Gaos, Diéz-Canedo, Moreno Villa, De la Encina, León Felipe, Recaséns Siches y Bal y Gay; por el bando mexicano, estuvieron presentes, entre otros, Enrique González Martínez, Justino Fernández, Octavio Barreda, Francisco Monterde, Elías Nandino, Manuel Toussaint, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Antonio Castro Leal, Carlos Mérida, Julio Torri, Jorge Cuesta, Octavio Paz, José Mancisidor, Andrés Henestrosa, Miguel N. Lira, Rodolfo Usigli, Samuel Ramos y Rafael Solana.

Las actividades docentes de los miembros de la Casa de España proliferan durante el 39: destacan entre otras, el curso de cinco conferencias sobre “El mundo histórico y poético de Goya”, impartido por Juan de la Encina en el Paraninfo de la Universidad; las conferencias sobre “Folklore Musical”, impartidas por Jesús Bal y Gay en las ciudades de México y Guanajuato; los cursos sobre “Literatura Española”, “Literatura Hispanoamericana” y “Literatura Francesa”, impartidas por Enrique Díez-Canedo; los cursos de José Gaos en la Facultad de Filosofía y Letras sobre “Introducción a la Filosofía”, “Caracteres intelectuales”, “Marx y Nietzsche, los dos Polos del Pensamiento Contemporáneo”, y sobre el “Pensamiento Filosófico de Ortega y Gasset”, además de la publicación de su traducción de la obra fundamental de Marx “Economía Política y Filosofía”, de una obra original titulada “Itinerario Filosófico” y un manual sobre el tema de “La Fenomenología”; el curso de “Filosofía del Derecho”, impartido por Luis Recaséns Siches en la Escuela de Jurisprudencia; los cursos sobre historia de la Música, impartidos por Adolfo Salazar en el Conservatorio Nacional de Música; &c.

La Casa de España, a un año de haber nacido, se incorporaba con consistencia a la vida cultural y académica de México a través de sus nutridas actividades docentes y de divulgación, organizadas, en lo fundamental, con arreglo a cinco líneas temáticas: filosofía y sociología; literatura y poesía; pintura; medicina y psicología; y química. Los cursos y conferencias se multiplicaban: María Zambrano, José Bergamín, Pedro Salinas, Antonio Caso, Isaac Costero (quien impartió un curso sobre “Técnica de autopsias y diagnóstico analítico”) y José Giral (quien dio un curso sobre “Bromatología y alimentación” en la Secretaría de Asistencia Pública).

En marzo de 1939, Alfonso Reyes es nombrado presidente de la Casa de España y de su patronato; como secretario, y como segundo de a bordo, es nombrado Daniel Cosío Villegas. La guerra civil llega a su fin y un éxodo de españoles expulsados tiene acogida en México y se incorporan no ya solamente a las actividades de la Casa de España sino a las de otras áreas del país, como el de la medicina y profesiones de variada índole: en los laboratorios del Hospital General se incorporaron Isaac Costero, Gonzalo Lafora, Manuel Márquez y Manuel de Riva Cherif; al Instituto Politécnico Nacional se integran Rosendo Carrasco Formiguera; en la Escuela de Ciencias Químicas de la Universidad, Antonio Madinaveitia, &c.

A fines del 39, después de la detonación de ciertas polémicas en donde se criticaba el hecho de que el gobierno mexicano hubiera acogido a refugiados españoles “olvidándose de los mexicanos”, Reyes pensó en operar una transformación de La Casa de España, tanto para encontrar solución de continuidad a las polémicas desatadas, como para replantear la proyección futura de la institución. Así, al tiempo de buscar un nombre nuevo para La Casa, un nombre que dejase de hacer alusión directa a España, los esfuerzos habrían de dirigirse también hacia el objetivo de ampliar los horizontes de definición de La Casa, de modo tal que no fuera ésta ya solamente un “centro de reunión y de trabajo para un grupo de intelectuales españoles que han visto interrumpido su trabajo docente, de investigación o creación artística por la guerra”, sino que se convirtiera en un genuino centro de convocatoria para

‘los intelectuales mexicanos y a los estudiantes mexicanos, así como a otros intelectuales extranjeros no españoles, para patrocinar sus trabajos de investigación; becar en instituciones o centros universitarios o científicos, bibliotecas o archivos extranjeros, a profesores o estudiantes mexicanos; contratar profesores, investigadores o técnicos extranjeros que presten sus servicios en el propio centro o en instituciones educativas u organismos gubernamentales que así lo decidan de acuerdo con dicho centro; continuar las publicaciones de los resultados de estos trabajos; colaborar con instituciones nacionales y extranjeras de educación y cultura para la realización de todos estos fines, viniendo así a servir eventualmente de organismo coordinador en las labores semejantes a las que el segundo plan sexenal concede particular importancia’.{12}

Los cursos y seminarios continuaban multiplicándose vertiginosamente y los primeros becados aparecen: Leopoldo Zea es becado para estudiar filosofía al lado de José Gaos; Juan Hernández Luna, estudiante de filosofía de la Universidad de Morelia, es también beneficiado para realizar sus estudios en la ciudad de México; José Iriarte Guzmán, estudiante de química y discípulo de Antonio Madinaveitia, es también beneficiado, al igual que Otto Mayer-Serra, en este caso para que desarrollase una monografía sobre el nacionalismo en la música mexicana.

Es también en esos momentos cuando las publicaciones comienzan a proliferar: de Luis Recaséns Siches, aparece Vica humana, sociedad y derecho. Fundamentación de la filosofía del derecho; de José Gaos y Francisco Larroyo, Dos ideas de la filosofía; de Genaro Estrada, Bibliografía de Goya; de Justo Sierra, Evolución política del pueblo mexicano, con prólogo de Alfonso Reyes; de José Medina Echavarría, Panorama de la sociología contemporánea; de Pedro Carrasco, Óptica instrumental; de Manuel de Rivas Cherif, La fotografía de las membranas profundas del ojo; &c, &c.

Finalmente, el 18 de septiembre de 1940 se reunió en pleno el Patronato de al Casa de España con el objeto de organizar las transformaciones institucionales cuya necesidad ya se había perfilado con antelación: era preciso reordenar la estructura de La Casa y replantear tanto su implantación nacional como su futuro institucional.

El 8 de octubre del 40 se firmó el acta constitutiva en la que se acuñaba el nuevo nombre: El Colegio de México. Sus nuevos objetivos fueron planteados por Alfonso Reyes en los términos que siguen:

‘nuestra Institución desaparecerá en su actual estructura, al fundirse bajo el nombre de El Colegio de México con otras organizaciones culturales, a fin de ampliar sus propósitos y darle mayor arraigo en las necesidades del país. Nuestro domicilio será: Pánuco 63. Dicho Colegio recoge todos los compromisos y contratos actuales de La Casa de España, cuyo término como usted sabe es el 31 de diciembre del año en curso’.{13}

* * *

Este es el fin de la primera fase de vida de La Casa de España / Colegio de México: una masa crítica verdaderamente sorprendente de docentes y conferencistas de origen español, abarcando desde la filosofía y la literatura, hasta la química y la psicología, realizaron en poco más de dos años una cantidad no menos sorprendente de cursos, conferencias, clases y seminarios, tanto en la Ciudad de México como fuera de ella, fundamentalmente en Morelia Michoacán y Guanajuato.

Los horizontes intelectuales de México fueron sin duda ninguna ampliados de manera notable por este éxodo español; la vida académica adquirió tanto consistencia como profesionalización y las instituciones universitarias ya existentes se nutrieron de catedráticos que trajeron consigo aportaciones decisivas para el desarrollo de todas sus actividades.

En medio de una coyuntura política dramática y caótica, el germen de un proyecto intelectual, académico, cultural, político e ideológico de trascendencia nacional e internacional, configurado sobre la marcha, estaba ya sembrado en suelo mexicano; su implantación nacional, al finalizar esta su primer fase, con un nombre adecuado a las “exigencias nacionales”, estaba ya afianzada.

Notas

{1} En otras palabras, mientras que Antonio Caso ofreció en dos conferencias sendos elogios a Nietzsche (en 1907) y a Stirner (en 1908) como referentes filosóficos fundamentales para su tiempo –para el de Caso y los ateneístas en pugna dialéctica contra el positivismo–, nosotros nos plegamos filosóficamente, por ejemplo, a la crítica materialista con la que Marx y Engels arremetieron contra Stirner y Bauer en La ideología alemana y La sagrada familia; del mismo modo, nos distanciamos críticamente, también desde un decidido enroque materialista, de las recuperaciones metafísicas contemporáneas, sea por la vía del postmodernismo, sea por la vía del nihilismo ultra-crítico, y por más ribetes libertarios que se les quiera atribuir, que tanto de Nietzsche como de Heidegger se han puesto tan de moda hoy en día, precisamente una vez que, caída la Unión Soviética, el materialismo marxista entró en fase de derrumbe filosófico.

{2} Véase el artículo en el que presentamos el proyecto de creación del Ateneo de la Ciudad de México que aparece en El Catoblepas, número 61, marzo 2007, página 4. [http://nodulo.org/ec/2007/n061p04.htm]

{3} El actual Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubon, es egresado del Colegio de México (cursó la licenciatura en Relaciones Internacionales); la actual titular de la Autoridad del Centro Histórico, Alejandra Moreno Toscano, es historiadora egresada también de la misma institución.

{4} Lorenzo Meyer, destacado analista político que ocupa un lugar sobresaliente en los debates ideológicos sobre la coyuntura presente, pero también sobre la historia contemporánea de México, es egresado del COLMEX y director de su Centro de Estudios Internacionales; Rafael Segovia, él mismo exiliado español, pertenece también al grupo de agudos analistas de la vida política nacional provenientes del Colegio de México.

{5} Véase el artículo Proyecto México: del nacionalismo al neoliberalismo. Más cargos concretos, que aparece en El Catoblepas, número 56, octubre 2006, página 4 [http://nodulo.org/ec/2006/n056p04.htm]

{6} Reproducimos la inserción que de la carta que Daniel Cosío Villegas envió desde Lisboa a Francisco J. Múgica, endosada el 30 de septiembre de 1936, realizan Clara Lida y José A. Matesanz en La Casa de España y El Colegio de México. Memoria, 1938-2000, pp. 32-33. La fuente de la carta consignada en el libro es la siguiente: Centro de Estudios de la Revolución Mexicana, “Lázaro Cárdenas”, Fondo Francisco J. Múgica, volumen 93, documento 208.

{7} Ibid., p. 41-42.

{8} Ibid., p. 42.

{9} Ibid., p. 46.

{10} Nos llama la atención el hecho de que tanto los seminarios de Recaséns como los de Gaos hayan sido llevados a cabo, antes que todo, en la ciudad de Morelia, Michoacán, estado del que Lázaro Cárdenas era originario.

{11} La Casa de España, p. 50.

{12} Ibid., 105. El énfasis es añadido, y lo hacemos para resaltar el hecho de que en esta reformulación del Colmex se observa ya el interés que empiezan a dirigir hacia la dialéctica política interna nacional y hacia las necesidades que de ella se derivan: el plan sexenal era el instrumento de planeación de gobierno y administración del presidente Cárdenas. A la postre, el Colmex hubo de transformarse en uno de los centros de formación de cuadros administrativos de alto nivel más importante del país.

{13} Ibid., p. 114.

 

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