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El Catoblepas, número 59, enero 2007
  El Catoblepasnúmero 59 • enero 2007 • página 4
Historia del pensamiento latinoamericano

Historia del pensamiento latinoamericano IV

Pasado y presente de José Aricó

Ismael Carvallo Robledo

Itinerario intelectual de uno de los promotores fundamentales
de Gramsci y el marxismo en Iberoamérica

José María Aricó (1931-1991)Antonio GramsciPasado y PresenteJosé María Aricó (1931-1991)

A José María Laso Prieto,
representante de Gramsci en la tierra:
por la fortuna de haber nacido en una época
en la que él vivió, con firmeza, en este mundo.

«Porque si el adversario nos domina y nosotros lo menospreciamos, no podemos dejar de reconocer que estamos dominados por alguien a quien consideramos inferior. Pero entonces, se pregunta Gramsci, ¿cómo consiguió dominarnos? ¿Cómo nos venció siempre y fue superior a nosotros, aun en el momento decisivo que debía dar la medida de nuestra grandeza? Se dirá entonces que fue el diablo el que metió la cola. Pues bien, es hora ya de tener la 'cola del diablo' de nuestro lado.» José Aricó, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina{1}

«—Hablabas, al principio, de la herencia gramsciana. ¿Hay otras vertientes que se puedan mencionar? — No hay otra que Gramsci. ¿En qué sentido? En el sentido de que fue a partir de Gramsci que pudimos redescubrir una realidad. Gramsci, de un modo u otro, instaló toda su reflexión en una realidad a la que caracterizó como nacional-popular. Y pienso que las sociedades latinoamericanas son, esencialmente, nacional-populares, o sea, que todavía viven con vigor el problema de su destino nacional.» Entrevista a José Aricó de Horacio Crespo y Antonio Marimón (Publicada en Revista de la Universidad de México, vol. XXXIX, 24, abril de 1983).

«No siempre en la historia se perfila una nueva generación.» José Aricó, Editorial del primer número de Pasado y Presente (1963).

I

José Aricó (1931-1991) es una figura decisiva en todo lo que atañe a la difusión de Gramsci y el marxismo en Iberoamérica en la segunda mitad del siglo XX. En estas notas queremos arrojar luz sobre su obra e itinerario para los lectores de El Catoblepas; un itinerario al margen del cual es sencillamente imposible entender el despliegue ideológico y político del marxismo y de Gramsci no sólo en Argentina, su tierra natal, sino en toda Iberoamérica.

Por que, en efecto, mucho es lo que se debe a Aricó en cuanto al conocimiento en lengua española del bloque teórico del materialismo histórico (tanto de sus clásicos como de sus posteriores desarrollos europeos y soviéticos durante el siglo XX): gracias a las ediciones de Cuadernos de Pasado y Presente y la Biblioteca del Pensamiento Socialista (editada por Siglo XXI, en cuya creación participó también Aricó), los que hablamos español hemos tenido acceso a importantes desarrollos del pensamiento crítico occidental de cuño materialista, uno de los vectores fundamentales del racionalismo moderno; desarrollos estos que consideramos como eslabones imprescindibles para poder entender nuestro presente.

Y hacemos esto en fidelidad con el propósito de destacar, en orden a dar cuerpo a una plataforma filosófico-política materialista, el legado de los pensadores, ideólogos, políticos y filósofos más importantes de nuestra historia americana (sean «de izquierda» o «de derecha»; filtro utilizado de modo muy elemental y hasta pueril por muchos con el que le cierran el paso a la dialéctica) en tanto que en su obra y en su práctica, según nuestras coordenadas, encontramos claves definitorias de la materia política que nos constituye: José Vasconcelos, José Revueltas, Manuel Ugarte, Luis Cabrera, Vicente Lombardo Toledano, José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre, Isidro Fabela, Daniel Cosío Villegas, Alfonso Reyes, Jesús Reyes Heroles, etcétera.

En otras palabras, queremos arrojar luz (muchas veces sobre lo que ha sido relegado a la oscuridad y el olvido) sobre componentes políticos, ideológicos o filosóficos que, por más alejada que su génesis esté respecto de nuestro presente, siguen determinando su estructura, acaso con rectificaciones o modulaciones dialécticas, pero existentes siempre en la medida en que el pasado no puede existir en absoluto más que realizado en el presente (en sus reliquias y relatos).

Nuestro propósito no es entonces el de justificar o denunciar, sino el de entender históricamente; por que la historia es, justamente, una cuestión de entendimiento. Y buscamos que el entendimiento de nuestro presente político sea histórico –y, por su través, filosófico– no ya para repetir ingenua y acríticamente fórmulas del pretérito o para denunciar «traiciones» a los «verdaderos principios» de esta o aquella doctrina o plataforma política a la que haya que rescatar o revivir (porque hay quienes siguen proclamando, como si la Unión Soviética siguiera existiendo, que los proletarios de todo el mundo deben unirse; o también que la URSS, en el fondo, nunca fue un proyecto «verdaderamente marxista», por lo que habría entonces que «volver –escolásticamente, decimos nosotros- a las fuentes», sin entender entonces la compleja concatenación histórica de la comuna de París, la Primera Guerra Mundial, la revolución bolchevique, el fascismo, la Segunda Guerra Mundial, etcétera, como realidades que hacían precisamente imposible que la URSS pudiese haber sido «puramente» marxista); no: buscamos un entendimiento histórico del presente por que consideramos que si bien comprender es superar, superar es, sobre todo y fundamentalmente, haber comprendido

II

Podríamos delimitar el arco de continuidad en el que se define el curso político de Aricó como aquel que abarca de 1963, año en el que nace la revista Pasado y Presente en Córdoba, Argentina, y 1991, año de la muerte de Aricó.

El cuerpo que se desarrolla históricamente está conformado por una serie de proyectos editoriales y una organización político cultural, a saber: las revistas Pasado y Presente (Córdoba 1963-65 y Buenos Aires 1971-73), Controversia (México 1981-83) y La ciudad futura (Buenos Aires 1985); las ediciones de Cuadernos de Pasado y Presente (1968) y la Biblioteca del Pensamiento Socialista de la editorial Siglo XXI; y por otro lado, el Club de Cultura Socialista (década de los 80). Todos estos proyectos, salvo la revista Controversia, realizada en México, fueron desarrollados primordialmente en Argentina, aunque con un radio de difusión continental.

El núcleo de este cuerpo, estuvo conformado por el llamado «grupo Pasado y Presente» –en alusión, por cierto, a uno de los cuadernos de la cárcel de Gramsci–: José Aricó, Oscar del Barco, Héctor Schmucler, Samuel Kieckovsky y Juan Carlos Portantiero.

Gracias al despliegue de ese cuerpo se pudo conocer en español a autores que van de los clásicos Marx, Engels, Lenin, Stalin, Trotsky y Mao, a Gramsci, Lukács, Korsch, Rosa Luxemburgo, Bujarin, Grossmann, Bernstein, el «austromarxismo» y Althusser, pasando también por Bataille, Artaud, Sade, Mallarmé, Barthes y Derrida.

La colección de Cuadernos de Pasado y Presente consta de 98 títulos, dentro de los que destacamos de modo aleatorio los siguientes: Introducción general a la crítica de la economía política (1857), de Karl Marx (Cuaderno 1), Dialéctica marxista e historicismo, de C. Luporini (Cuaderno 11), Formaciones económicas precapitalistas, de Karl Marx y Eric Hobsbawm (Cuaderno 20), Contribución a la crítica de las teorías modernas de las crisis, de Natalie Moszkowska (Cuaderno 50), Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, de José Aricó y otros (Cuaderno 60), Friedrich Engels y el problema de los pueblos «sin historia», de Roman Rosdolsky (Cuaderno 88), Aníbal Ponce: ¿el marxismo sin nación?, de Oscar Terán (Cuaderno 98)...

Tengo a la vista también La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia, de Otto Bauer (1979), Para una sociología de los intelectuales revolucionarios (la evolución política de Lukács 1909-1929), de Michael Löwy (1978), los Escritos políticos (1917-1933), de Antonio Gramsci, con introducción de Leonardo Paggi (1977) y Bujarin y la Revolución bolchevique, de Stephen F. Cohen (1976). Todas estas obras pertenecientes a la colección Biblioteca del Pensamiento Socialista de Editorial Siglo XXI, creada y coordinada por José Aricó.

III

Según Emilio de Ípola,{2} el itinerario de Aricó se despliega en cuatro bloques, a saber: una primera etapa de militancia en el Partido Comunista Argentino (PCA) y de contacto con las obras de Marx y Gramsci. En 1963 nace la revista Pasado y Presente, de inequívoco sello gramsciano, un sello que por su tendencia crítica dentro de la ortodoxia del marxismo-leninismo le valió la expulsión del PCA a Aricó y su grupo.

Es este el período de la influencia histórica de la revolución cubana y el conflicto chino-soviético, y de la cercanía –esto no lo dice Ípola, pero sí Raúl Burgos en Los gramscianos argentinos. Cultura y Política en la experiencia de Pasado y Presente (Siglo XXI, Buenos Aires, 2004)–, en 1964, con el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), guerrilla dirigida por el periodista Jorge Ricardo Masetti, desplegada en el noroeste argentino y vinculado estratégicamente con la guerrilla del Che Guevara en Bolivia.

El peso de Gramsci en este período de Pasado y Presente se aprecia en los intentos críticos mediante los que se buscó una síntesis político-intelectual entre la izquierda marxista y la temática nacional-popular como dispositivo dialéctico de interpretación del complejo fenómeno histórico del populismo peronista.

Un segundo período, es el de fines de los 60 y principios de los 70. Segunda etapa de Pasado y Presente y momento de cercanía militante con el peronismo de izquierda y el movimiento montonero.

El tercer período es el del exilio mexicano: 1976-1983. Aquí aparece José Carlos Mariátegui como piedra de toque del marxismo iberoamericano y aquí se desarrolla también el clásico texto sobre Marx y América Latina. Aricó organiza también en México la revista Controversia y el Grupo de Discusión Socialista.

El cuarto período es el del retorno a Argentina. Momento de organización del Club de Cultura Socialista, del apoyo decidido a Raúl Alfonsín y de la identificación de la democracia como clave de la estrategia política; en esta cuarta fase Aricó produce su texto La hipótesis de Justo, obra mediante la que propone reinterpretar la figura histórica del pensador y político socialista del siglo XIX, Juan B. Justo.

IV

La cola del diablo y el itinerario de Gramsci en Iberoamérica

La cola del diablo

Se trata de un texto de Aricó de 1988 que nace a raiz de su participación en el Seminario de Ferrara, Italia, en septiembre de 1985, y que tuvo como título central «Las transformaciones políticas de América Latina. Presencia de Gramsci en la cultura latinoamericana». Nos avocaremos en lo que resta de estas notas a comentar dicho texto en su edición de Siglo XXI, Argentina, 2005.

Y hemos de comenzar subrayando una circunstancia de todo punto singular: desde la óptica de Aricó, Gramsci aparece no ya como una figura de cierta lejanía histórica y geográfica con Iberoamérica respecto de una supuesta cercanía con España o Francia, sino que aparece formando parte de modo constitutivo de nuestra cultura americana, por lo menos a partir de la segunda mitad del siglo XX. Por que, en efecto, según los datos que Elsa Fubini aporta en el Coloquio de Cagliari, de 1967, fue precisamente en Iberoamérica donde aparecen los Cuadernos de la Cárcel por primera vez en español: en Buenos Aires, en 1958 y en 1962; y en portugués: en Brasil, en 1966 y 1968. Las Cartas de la Cárcel, de hecho, fueron publicadas en 1950 por la editorial Lautaro de Buenos Aires.

La labor de esta primera difusión de Gramsci en Argentina estuvo a cargo de Héctor P. Agosti, «intelectual orgánico» del Partido Comunista Argentino que, a través de la revista Cuadernos de Cultura, abre la ventana dentro de sus filas al marxismo italiano.

Agosti, por otro lado, puso en práctica el herramental crítico gramsciano, sobre todo el expuesto en las notas sobre el Risorgimento, en su libro Echeverría (Buenos Aires, Futuro, 1951), escrito con motivo del centenario de la muerte del demócrata argentino del siglo XIX, Esteban Echeverría, desde una perspectiva que articulaba al bloque liberal democrático con el comunista en orden a la reconstrucción crítica del tegumento ideológico del nacionalismo cultural argentino en los difíciles años del primer peronismo.

La crítica desplegada por Agosti en su Echeverría iba dirigida a señalar la incapacidad que impidió a la burguesía democrática argentina posrevolucionaria (en el siglo XIX) organizar un bloque campo-ciudad como plataforma de construcción del estado nacional argentino. La figura en la que se resumió este proceso fue Rivadavia.

Así, Agosti ofrece una interpretación de la «revolución de Mayo» argentina en la que aparece ésta, en términos de Gramsci, como una «revolución interrumpida» en virtud del «jacobinismo a medias» de la burguesía democrática argentina encabezada por Rivadavia:

«Si la revolución burguesa impone la hegemonía de la ciudad, asimismo supone la puesta en marcha de las masas rurales como tema de la dinámica factorial. Cuando Echeverría asegura que el elemento democrático estaba en las campañas descubre la existencia de aquel factor potencial... [Con esto] no quiere aludir a las ilusorias excelencias del hombre de campo, sino referirse a las fuerzas dinámicas de la revolución argentina. En términos contemporáneos, ello equivaldría a suscitar el tema de las masas operantes y de su dirección política. Y allí descansa con todos sus errores posibles la estrategia revolucionaria de Rivadavia: poner en movimiento a las masas campesinas bajo la dirección política de la minoría jacobina de las ciudades.[...] El yerro del supuesto jacobinismo argentino consistió en no haber convertido en acto social la función hegemónica de la ciudad-Buenos Aires, con todos los determinantes de transformación económica que dicho suceso puede evocar en el cuadro de la revolución burguesa.»{3}

Ahora bien, durante los años subsiguientes a la influencia de Agosti como introductor de Gramsci –a la postre Cuadernos de Cultura antagoniza con Pasado y Presente de Aricó, provocando su ruptura–, se desarrollan, a la luz de la dialéctica política dada en esos momentos, tres primeras interpretaciones de Gramsci en Iberoamérica: por su heterodoxia marxista, se vincula con las posiciones castristas; por su posición desde la que entendía la transformación social como un proceso que crece desde abajo, fue considerado por otros como cercano al maoísmo; y por sus análisis relativos a las relaciones orgánicas entre intelectuales y masa como núcleo de una estrategia nacional-popular, se le vincula directamente con el fenómeno político del populismo: «después de Rusia, América Latina es la gran patria del populismo».{4} El centro de anudamiento fue, en todo caso, el particular interés por el carácter nacional (nacional-popular) de todas las indagaciones de Gramsci.

En definitiva, podría decirse que de fines de la década de los 50 (a partir fundamentalmente de la revolución cubana), hasta fines de la década de los 70 (el período de las radicalizaciones juveniles del 68, de dictaduras y exilios), período de una complejidad e intensidad política e ideológica sin duda definitoria, la figura de Gramsci se erige para toda una generación como el ejemplo histórico de síntesis entre intelectualidad y política, entre teoría y praxis, y entre realismo y firmeza moral. Gramsci apareció como el personaje histórico en donde cobraba vida el apotegma de Fernando Muñoz: al margen de la estructura política que la contiene, toda pasión es sólo nerviosismo.

La experiencia de Pasado y Presente

El propósito que da vida a la revista Pasado y Presente en 1963, en Córdoba, la «Turín argentina» (la reforma universitaria del 18, de tan profunda influencia en el resto del continente, inicia también en Córdoba), un propósito en el que estaban anidadas tanto la ruptura con Agosti como la expulsión del PCA del grupo de Aricó, fue el de convertirse en la expresión de un centro de elaboración relativamente autónomo del PCA y un punto de convergencia (un centro de anudamiento, para decirlo con Gramsci) de otros sectores de la izquierda argentina.

El mensaje era claro: abandonar el dogmatismo escolástico marxista del PCA en orden a estructurar un nuevo bloque histórico de fuerzas necesario para encarar la impostergable reconstrucción nacional (citamos con cierta holgura varios fragmentos del primer editorial, abril-junio de 1963; nos parece que no tienen desperdicio):

«Pasado y Presente intenta iniciar la reconstrucción de la realidad que nos envuelve, partiendo de las exigencias planteadas por una nueva generación con la que nos sentimos identificados. Lo que no significa negar o desconocer lo hecho hasta el presente, sino incorporar al análisis esa urgente y poderosa instancia que nos impulsa en forma permanente a rehacer la experiencia de los otros, a construir nuestras propias perspectivas. Será por ello la expresión de un grupo de intelectuales con ciertos rasgos y perfiles propios, que esforzándose por aplicar el materialismo histórico e incorporando las motivaciones del presente, intentará soldarse con un pasado al que no repudia en su totalidad pero al que tampoco acepta en la forma en que se le ofrece. (...) El proceso histórico no es una pura discontinuidad valorable por ello sólo desde el presente. Es una unidad en el tiempo, una cadena de acontecimientos donde cada presente contiene «depurado» y «criticado» todo el pasado. Si no existiese esta continuidad dialéctica no tendría sentido el devenir histórico, no podríamos concebir una labor de recuperación del pasado y de proyección hacia el futuro, una política de transformación revolucionaria. Sería el reinado del arbitrio, de la libertad absoluta y no de un telos. Sin embargo, el sentido de un acontecimiento o de un nudo histórico no puede ser caracterizado de una vez para siempre, pues la sociedad en su proceso de cambio no está sujeta a una regularidad «natural» inexorable, al margen de la acción de los hombres. Cada etapa del desarrollo social abre en su proceso de cambio un complejo de posibilidades que no es limitado pero sí lo suficientemente amplio como para ofrecer un vasto campo de operaciones para la aplicación de la libertad humana concreta. Cuáles de esas posibilidades incitas en la sociedad serán realizadas o, en cierto sentido, «conservadas» en la nueva realidad es, ante todo, una cuestión de «política» práctica. (...) «La estructura –dice Gramsci– es pasado real, precisamente porque es el testimonio, el «documento» incontrovertible de lo que se hizo y de lo que continúa subsistiendo como condición del presente y del porvenir». (...) La autonomía y la originalidad absoluta del marxismo se expresa también en su capacidad de comprender las exigencias a las que responden otras concepciones del mundo. No es abroquelándose en la defensa de las posiciones preconstituidas como se avanza en la búsqueda de la verdad, sino partiendo del criterio dialéctico de que las posiciones adversarias, cuando no son meras construcciones, derivan de la realidad, forman parte de ella y deben ser reconsideradas por una teoría que las totalice.»{5}

Así, en las páginas de Pasado y Presente cobran carta de naturalidad para el público lector en español el existencialismo sartreano, la fenomenología de Husserl, el estructuralismo de Levi-Strauss, la nueva historia de Braudel y el psicoanálisis de Lacan.

Pero también PyP tuvo una especial predilección por la difusión en Argentina de la cultura italiana de posguerra: además de Gramsci, Togliatti, Luporini y Colleti, se pudo conocer el neorrealismo fílmico (Vittorini, Pratolini, Carlo Levi); la cultura filosófica italiana a través de las traducciones que de Benedetto Croce y Francesco De Sanctis realizaron Rodolfo Mondolfo y Renato Treves; los debates sobre el realismo socialista suscitados por Lukács a través de las críticas de Chiarini, Salinari y otros; y a Cesare Pavese: «en una época todos fuimos pavesianos, lectores incansables de su obra poética muy tempranamente traducida en el país pero también de ese livre de chevet que por años fue El oficio de vivir{6}

La influencia con que irrumpe este torrente cultural italiano condujo en 1961 a Juan Carlos Portantiero, por ejemplo, a analizar la tradición literaria de izquierda argentina desde las coordenadas de la dialéctica realidad-realismo en la narrativa argentina.

Alrededor de Pasado y Presente, en definitiva, se concentró, según Aricó, una rara mezcla de guevaristas-togliattianos: síntesis de tercermundismo, castrismo y fanonismo. Es destacable el hecho de que, en todo este proceso de confrontación y reconstrucción ideológica de la izquierda marxista iberoamericana, el indigenismo brilla totalmente por su ausencia.

El itinerario de Gramsci en Iberoamérica

La difusión iberoamericana, desde una perspectiva digamos que más teórica y académica –de implantación universitaria-, del pensador comunista italiano se da para Aricó entre dos momentos históricos marcados por una cierta desilusión por la revolución cubana. Por un lado, el comienzo de los años 70: oleada de golpes militares en toda sudamérica y freno/aplastamiento de toda estrategia revolucionaria por la vía armada (freno a la vía de la «guerra de movimiento»); y por otro lado, el seminario de Morelia, México, en 1980, actas del cual quedaron publicadas por Siglo XXI en 1985 bajo el título Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, bajo la coordinación de Julio Labastida y con prólogo de José Aricó.

Las discusiones de este seminario giraron en torno de la pertinencia del concepto gramsciano de hegemonía para analizar los problemas relativos a la transformación política y social de Iberoamérica: «la hegemonía es un proceso de constitución de los propios agentes sociales en su proceso de devenir Estado, o sea, fuerza hegemónica».{7} Se trató, en otras palabras, no ya de la guerra de movimiento sino de la «guerra de posición».

Según Portantiero, la pertinencia crítica no sólo de tal concepto sino de buena parte del arsenal teórico gramsciano es inequívoca: Gramsci permite dar cuenta de las especificidades políticas e históricas en Iberoamérica en marcado contraste con el liberalismo representativo (elección racional, etc.) de cuño anglosajón. El horizonte crítico (de clasificación) que con Gramsci quedó abierto posibilitó el trazado de derroteros de interpretación en los que, acaso aún hoy en día, puedan seguirse encontrando las claves de nuestro destino nacional, un destino que, siguiendo aquí a Aricó, ha de ser inexorablemente nacional-popular:

«Cuándo el impulso hacia el progreso no va estrechamente ligado a un desarrollo económico local, sino que es un reflejo del desarrollo internacional que manda a la periferia sus corrientes ideológicas, nacidas –recuerda Gramsci– sobre la base del desarrollo productivo de los países más avanzados, entonces la clase portadora de las nuevas ideas 'es la clase de los intelectuales y la concepción del Estado cambia de aspecto'.»{8}

En el caso de México, por ejemplo, Gramsci, cuya fama se vio incrementada en los 70, por cierto, a través de las críticas que sobre él disparó Althusser en Para leer el Capital, calificándolo de historicista, idealista croceano y reformista, cumplió un papel importante por cuanto al potencial analítico de sus consabidas categorías para el estudio de la historia nacional y para el entendimiento del papel de la Revolución Mexicana en la construcción del Estado moderno: para John Womack Jr., frente al fracaso histórico de la burguesía mexicana para adquirir consistencia política y erigirse en clase nacional, no sólo dominante sino también dirigente, y su eventual necesidad del Estado para conducir reformas políticas y sociales desde arriba, el teórico fundamental para estudiar estos asuntos no era otro que Gramsci, sobre todo en sus notas sobre la historia italiana.{9}

Gramsci y Mariátegui

Por último unos breves comentarios dirigidos a establecer las relaciones entre Gramsci y Mariátegui. Según Aricó, el verdadero primer contacto de Gramsci e Iberoamérica se habría dado en los años veinte, pero no a través de publicación alguna sino a través de la presencia de José Carlos Mariátegui en Italia, mediación que se dio a su vez por la influencia de Piero Gobetti en el peruano: «tengo la impresión de que Mariátegui pudo conocer más de Gramsci a través de la relectura de su admirado Piero Gobetti una vez de regreso a Lima, que de sus impresiones de la vida intelectual y política italiana en los años de su residencia en Europa (1920-1923).»{10}

Las afinidades históricas e ideológicas de Gramsci y Mariátegui, entonces, deben considerarse determinándose recíprocamente y desde una perspectiva en la que Perú aparece como foco de irradiación ideológica continental, de tal suerte que si en Perú el reavivamiento del debate en torno de Mariátegui trajo consigo la figura de Gramsci, en el resto de Iberoamérica, en cambio –nos dice Aricó–, es muy posible que haya sido la difusión del pensamiento del autor de los Cuadernos de la cárcel la que contribuyera decisivamente a redescubrir a Mariátegui: «a nosotros, peruanos, puede interesarnos Gramsci por una razón adicional: piensa y actúa desde, y en, la Italia en que José Carlos Mariátegui 'hizo su mejor aprendizaje'. El conocimiento de Gramsci servirá siempre para una más íntegra comprensión de Mariátegui.»{11}

Este proceso de actualización del marxismo en Iberoamérica, una vez redescubierto Mariátegui con la mediación de Gramsci o en sentido inverso, culmina en el coloquio internacional sobre el ideólogo peruano efectuado en la Universidad Autónoma de Sinaloa, en Culiacán, en abril de 1980 titulado: «Mariátegui y la revolución latinoamericana». Nos preguntamos si fue en este momento cuando el indigenismo quedó anunciado o prefigurado como la ideología que, diez o veinte años después, estaba llamada a ser la ideología dominante para una corriente de izquierda muy determinada, aunque también, a nuestro juicio, muy indefinida, sobre todo desde un punto de vista decididamente materialista.

V

En resolución: convengamos con Aricó en el hecho de que Gramsci tuvo la virtud de colocar a toda una generación de intelectuales, ideólogos y políticos iberoamericanos circunscritos a la órbita filosófica del materialismo histórico, del marxismo, en el umbral de un cambio de época que encontró en José Aricó a uno de sus «centros de anudamiento» más importantes y de mayor trascendencia histórica en el ámbito iberoamericano. Con su muerte, en 1991, muere también el socialismo realmente existente, la ideología de la globalización se afianza, el postmodernismo se vuelve la moneda de cambio filosófico y el relativismo hace lo propio en el mercado de los estudios antropológicos. La Biblioteca del Pensamiento Socialista acaso sea para muchos jóvenes de hoy, preocupados más por las cuestiones relativas a la «sociedad del conocimiento», a la «izquierda moderna» o al relativismo absoluto, algo que sólo se encuentra en librerías de ocasión y que carece ya de pertinencia práctica en el presente. Pero nosotros repetimos: comprender es superar, pero superar es sobre todo haber comprendido.

En todo caso, la influencia decisiva de Gramsci se debe a nuestro juicio, coincidiendo de pies a cabeza con Manuel Sacristán, al hecho de que Gramsci es, fundamentalmente, una clásico, es decir, es alguien que tiene derecho a estar más allá de las modas y que, por tanto, debe ser leído y estudiado de modo inexorable, por que él, desde siempre, estuvo por encima de su tiempo. ¿No es acaso esto lo que logró al plegarse con fidelidad a su obstinada determinación de concentrar, de exprimir su vida entera en la cárcel para avocarse a la realización de una obra für ewig –para la eternidad–? A nosotros así nos lo parece.

Notas

{1} José Aricó, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina, Siglo XXI, Buenos Aires 2005 (1ª edición, 1988), pág. 166.

{2} Nos basamos aquí en su prólogo a La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina, de José Aricó, Siglo XXI, Buenos Aires 2005.

{3} José Aricó, La cola del Diablo, pág. 52, citando a su vez al Echeverría de Agosti.

{4} Ibid., pág. 156.

{5} Del editorial «Pasado y Presente», de Pasado y Presente, nº 1, Córdoba, abril-junio de 1963, obtenido en internet.

{6} Aricó, La cola del diablo, pág. 95.

{7} Prólogo de Aricó a Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, págs. 14-15, citado en La cola del diablo.

{8} Cita de los Cuadernos de la Cárcel de Gramsci por Aricó en La cola del diablo, pág. 126.

{9} Aricó se refiere aquí al texto de Womack «La economía en la revolución (1910-1920). Historiografía y análisis.», que apareció en la revista mexicana Nexos, año I, nº 11, en noviembre de 1978.

{10} Aricó, La cola del diablo, pág. 160.

{11} Ibid., pág. 161. La última cita es de Rafael Roncagliolo, «Gramsci, marxista y nacional», Qué Hacer, nº 3, Lima, marzo de 1980, pág. 120, utilizada por Aricó.

 

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