Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org


 

El Catoblepas, número 58, diciembre 2006
  El Catoblepasnúmero 58 • diciembre 2006 • página 12
Artículos

Paraguay, el país de la honra

José Manuel Rodríguez Pardo

Crónica de un viaje realizado al «corazón de América»
durante el pasado mes de septiembre de 2006

«España y Portugal habían tenido el noble espíritu de la caballería, de una caballería conquistadora. Mas esta caballería salió de sí, hacia América y África, en lugar de volverse sobre sí, en su intimidad. Los españoles son el pueblo del honor, de la dignidad personal individual y, por tanto, de la gravedad en lo individual. Este es su carácter principal. Pero en él no hay un verdadero contenido; pues ponen la dignidad en el nacimiento y en la patria, no en la razón. Su caballerosidad ha descendido así hasta convertirse en un honor inerte, que es bien conocido: la grandeza hispánica. En la industria han permanecido rezagados; las clases del Estado no han logrado la independencia. El Estado y la Iglesia no se han encontrado en oposición, porque ambos han dejado incólume aquella dignidad individual; [...] El pueblo bajo se ha sumido en una especie de mahometanismo y los conventos y la corte han cebado a la masa perezosa y la han empleado para lo que han querido.» (Jorge Guillermo Federico Hegel)

«A ciencias de voluntad
las hace el estudio agravio;
porque amor para ser sabio
no va a la universidad,
porque es de tal calidad,
que tiene sus libros llenos
de errores propios y ajenos,
y así en su ciencia verás,
que los que la cursan más,
son los que la saben menos.»
(Pedro Calderón de la Barca)

Bandera de ParaguayBandera de Paraguay

Preámbulo

Durante el pasado mes de septiembre tuve la oportunidad de viajar a uno de los numerosos países que forman el espectro de la Hispanidad, Paraguay. Como sucede en cualquier lugar, existen peculiaridades idiográficas dentro de este marco hispánico, que desde luego no anulan sino que constituyen un matiz histórico dentro de tan amplio espectro de naciones. Objetivo de este escrito es detallarlas.

Este viaje no fue una aventura, puesto que los caminos por los que transité ya habían sido trazados previamente, por más que la situación del país invite a que suceda cualquier acontecimiento inesperado, como veremos. Mi situación fue totalmente opuesta de la del aventurero, puesto que viajé por lugares ya explorados, aunque no por ello convertí mi viaje en turismo, ya que éste se realizó siempre ajeno a todo tipo de visitas guiadas o preparadas previamente para la foto. Fue un viaje que permitió conocer las situaciones normales para los naturales del país, donde la prudencia en las relaciones era siempre necesaria para no exponerse demasiado.

Si como señala Gustavo Bueno en «Homo Viator. El viaje y el camino», los verdaderos viajes son los que se realizan con el objetivo de contar lo visto y aumentar el conocimiento del lugar de origen del viajero, sin duda este fue un viaje que permite sacar muchas conclusiones acerca de la comunidad hispánica en la que nos encontramos inmersos, un viaje que merece ser narrado con la mayor precisión posible. Para conseguirlo hay que tomar contacto con planes y programas previos, históricos ante todo, no porque tengamos que hablar sobre reliquias y relatos de algún suceso ya acontecido, sino porque las formas morales y políticas están ante todo sostenidas históricamente, y sólo desde ellas puede fundamentarse el presente. De hecho, quien acude a Paraguay tiene a veces la impresión de ver el tiempo detenido, no como una suerte de retraso histórico inventado por ideólogos antihispánicos (o hispanistas, como se les denomina eufemísticamente), sino porque muchas formas sociales que en determinados lugares se considerarían historia son en el país categorías que aún funcionan y que constituyen un medio de explicar el presente.

Un caso singular de viaje al país desde España se produjo cuando Franco quiso librarse del falangista Ernesto Giménez Caballero, enviándolo como embajador a uno de los países con los que menos contacto tenía España entonces, Paraguay. Coincidiendo con el declinar político de la Falange y el ascenso de la tecnocracia desarrollista del Opus Dei, en 1957 Giménez Caballero es nombrado agregado cultural en Paraguay y Brasil y a partir de 1958 ejerce como Embajador de España en Paraguay, hasta su jubilación en 1969. De esta estancia de once años en el país sacó una experiencia provechosa que fue reflejando en varios libros. El primero de ellos fue Revelación del Paraguay, escrito en 1958, que tuvo su continuación en otra obra titulada Asunción, capital de América, publicada en Madrid por la Editorial Cultura Hispánica en el año 1971, opúsculo de 30 páginas donde Giménez Caballero postula, de manera un tanto fabulosa –fiel a su estilo literario– la unidad del continente hispanoamericano y la necesidad de buscar una capital acorde a esta gran unidad, que por su situación geográfica y su historia sería la capital de Paraguay. Estas ideas ya las había reflejado en un documental a caballo entre ambos libros, titulado Paraguay, corazón de América. Filmado en 1961 bajo su guión y dirección en formato de 35 milímetros, fue producido por el No-Do franquista.

En esta serie de documentos escritos y grabados, el fundador del surrealismo español proponía como capital de una futura unidad hispana a Asunción, por estar situada justo en el centro del continente iberoamericano. Sin embargo, a pesar de la extravagancia de Giménez Caballero, esa calificación de Paraguay como «corazón de América» sí resulta reutilizable para entender la historia del país y su situación actual, y también para explicar los derroteros por los que transcurrió mi viaje al país. Porque una extensión ligeramente menor que España (406.750 km2 frente a los 505.811 de España) y una población de 6 millones de habitantes bien podría tener poca importancia desde un punto de vista abstracto, pero la situación geográfica de Paraguay le confiere un interés mucho mayor de lo que se le supone. No hay más que ver la embajada de Estados Unidos en Asunción, una verdadera fortaleza que tomó media Avenida Mariscal López durante el 11-S por motivos de seguridad. Fue en Paraguay donde el Presidente Alfredo Stroessner aceptó situar la base central de operaciones de la CIA en el continente, manteniendo un gran operativo en la Operación Cóndor, sobre la que se investigaba también durante esos días la participación brasileña (Diario ABC, 03-09-2006). Tal fue la importancia de Stroessner, que hasta Pinochet fue tocado por la justicia de su país, pero Stroessner falleció en agosto de este año en su plácido exilio en la ciudad brasileña de Brasilia –eso sí, tras una dolorosa enfermedad–.

Por el contrario, lo que debería ser la mayor riqueza nacional, los saltos de agua más grandes del mundo, con la mayor represa mundial, Itaipú en el río Paraná, pasa de ser una bendición a una maldición, pues es una empresa binacional cuyos réditos absorbe principalmente Brasil, mientras que los gastos de mantenimiento los paga Paraguay, todo a costa de las ventajas que los políticos paraguayos obtienen de tal situación, como señala Aníbal Miranda en su libro Dossier Paraguay. Los dueños de grandes fortunas. Buena prueba de que los datos y cifras son abstractos mientras no se planteen en un contexto determinado.

Por último, he de señalar que durante un tiempo previo al viaje he tenido la oportunidad de conocer toda una comunidad de naturales de ese país emigrados a España, lo que me abrió las puertas a muchos lugares que seguramente no habría podido conocer sin ellos, y a quienes por supuesto agradezco su amabilidad.

Viaje de ida

Si bien mi objetivo al escribir este texto no es otro que el de relatar mi experiencia en un país concreto, no puede faltar en mi relato la experiencia de mi viaje hacia Paraguay, aun a modo de prólogo que permita situar en su justa medida el relato. Y el viaje de ida fue una constatación de que los idiomas preponderantes en el mundo son el inglés y el español, los únicos que además tenían presencia hablada durante el viaje. Durante mi viaje hasta Buenos Aires desde Madrid coincidí con una ciudadana china de Hong Kong, quien pretendía también realizar un peculiar viaje: seguir la ruta que el Che Guevara realizó en su motocicleta a lo largo de América, o al menos eso parecía desprenderse de nuestra conversación y de un libro que estaba leyendo en chino sobre el guerrillero heroico, aparte de reconocer que se había leído sus Diarios de motocicleta. Después, y tras un intento fallido de sustracción de algunas pertenencias bajo la excusa de la seguridad antiterrorista en Buenos Aires, embarqué directo a Asunción con un ciudadano holandés como compañero de viaje que apenas sabía hablar español, hablando en ambos casos en inglés. Después el español fue el protagonista en más sentidos de los que parece, como tendremos ocasión de comprobar.

vidriera de la basílica de Caacupe con el escudo de la República

Entre evangelistas y jesuitas

En primer lugar tuve la ocasión de ver que los evangelistas hace tiempo que invaden Paraguay: la colonia Filadelfia en la selva del Chaco, ocupada por alemanes de la secta menonita, es su principal exponente. Sin embargo, esta penetración evangélica está limitada por muchos factores. En sus horas-cátedra en la facultad evangélica Fahce (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación), situada en Lambaré, a las afueras de Asunción, uno tiene ocasión de conocer las doctrinas de estas congregaciones. Allí hacen hincapié en la importancia del bilingüismo español-guaraní, en el sentido del divide y vencerás, en el que muchos docentes, exagerando la importancia del guaraní, participan sin apercibirse muchas veces de ello. De todos modos, esta secta protestante cae en graves contradicciones que hacen poco creíble su mensaje entre la gente corriente. Por ejemplo, se realizan tatuajes en el cuerpo, cosa prohibida por la Biblia, además de perforarse el cuerpo con los famosos anillos o piercings, algo igualmente pecaminoso y penado por la Ley de Dios. Además, los evangélicos hablan de un mundo sin dolor, algo que desde luego se contradice con la propia Biblia (relato pesimista sobre la condición humana donde los haya), de tal modo que avanzan algo más en su número de adeptos pero a costa de mantener una moral demasiado laxa para los reformados, que desde luego no excluye la vuelta a costumbres más católicas. Por otro lado, escaso es el número de paraguayos que va a tomarse siquiera la molestia de leer la Biblia. Aun siendo protestantes y alemanes muchos de ellos, estos evangélicos acaban aprendiendo español y adoptando las costumbres del país, sumando más que restando para la causa de la Hispanidad en definitiva.

Sin embargo, entre las elites gobernantes el discurso evangélico tiene mayor predicamento. De hecho, el Presidente de la República, Nicanor Duarte Frutos, es un evangelista, en concreto menonita, secta protestante cuyos adeptos ni siquiera tienen televisión en sus casas. En un país tan católico esto ha creado cierta consternación, y de hecho un ministro de la Iglesia, el Monseñor del departamento de San Pedro, Fernando Lugo, tendría muchas papeletas para ganar las elecciones si se presentara, aunque para ello debería renunciar a sus hábitos y volverse laico, pues como es bien sabido ni la Iglesia acepta que los clérigos ocupen puestos en política, ni tampoco las leyes de Paraguay aceptan que las confesiones religiosas se entrometan en política.

En el otro extremo se encuentra la Compañía de Jesús, orden que históricamente ha tenido un gran peso en el país. El nombre de la institución es el ISEHF (Instituto Superior de Estudios Humanísticos y Filosóficos), en el barrio de Trinidad, muy cerca del centro de Asunción. Sin duda se trata de la congregación que mayor influencia ha tenido en Paraguay, aun no disponiendo de grandes medios en la actualidad. No obstante, en el ISEHF disponen de una nutrida biblioteca para las posibilidades del país y se trabaja para la formación de futuros sacerdotes, vocación que aún se mantiene firme en toda Hispanoamérica y también en Paraguay.

En esta institución conocí a un español llamado Antonio Tudela, quien fue alumno de Patricio Peñalver en la Universidad de Murcia y forma parte de su plantilla docente. Fue el propio Tudela quien me presentó al profesor Bartolomé Meliá, jesuita español que estuvo exiliado durante la dictadura de Stroessner y que ha participado en misiones en Brasil, uno de los profesores más importantes de la institución. En la conversación que mantuvimos, Meliá sostuvo que aún puede encontrarse entre esas poblaciones no civilizadas el buen salvaje, negando asimismo el canibalismo y afirmando que la carne y los restos encontrados por él entre estos pueblos pertenecían a simios. Es curioso el relativismo cultural entre los estudiosos de los guaraníes, llegando a límites tan curiosos –como fue el caso de Moisés Bertoni (1857-1929)– como decir que los tupí-guaraní son los indios caribes (Karaí-guaraní) y que estos nunca fueron caníbales, cuando caribe significa precisamente caníbal. Sin embargo, estos especialistas no son capaces de explicar por qué los guaraníes denominan a su lengua como el ava ñe´e, es decir, la lengua del hombre, dando a entender que quien no hable guaraní no es hombre (tendrá el estatuto del simio que aparece en la olla a lo sumo).

Por otro lado, en el guaraní actual ñe´e no significa sólo lengua o palabra sino también existencia, una variante cristiana inconfundible: en el principio era el Logos, el Verbo, el Ñe´e trasladado a los guaraníes, en una clara triquiñuela que sin embargo permitió ir insertando a los indígenas en los rudimentos de la civilización occidental. Es decir, que los guaraníes precolombinos, aun no aprendiendo español y hablando supuestamente su «lengua materna», fueron asimilando en su uso (rezos, ceremonias, catequesis) unas variaciones lingüísticas que dejaban atrás todas sus «señas de identidad», algo que fue favorecido incluso por movimientos antihispánicos como el protagonizado por Oberá, indígena bautizado que en 1579 se rebeló y realizó una mezcla entre la religiosidad guaraní y el cristianismo. A su esposa la denominó Ñandesy o Haí, (nuestra madre), de donde viene Tupasy, la Virgen María, otra nueva adaptación de la lengua guaraní a realidades ajenas. No conviene olvidar que los supuestos mitos guaraníes son en realidad transmutaciones de los mitos cristianos o de deidades secundarias de la mitología griega y latina. Así, no sólo tomaron a Tupá, dios de la lluvia para los guaraníes (una suerte de Zeus), como si fuera Dios padre (de ahí viene Tupasy, Madre de Tupá literalmente), sino a Ñandejará Jesucristo (Nuestro Amo Jesucristo), el Ñanderuvusú (Nuestro Señor) y Pa´í Sume o Padre Sume, supuesto predicador que habría enseñado la agricultura a los guaraníes. Otros mitos tomaron forma más añeja, como el de Tupí y Guaraní, dos gemelos a imagen y semejanza de Rómulo y Remo cuya discordia provocó la extensión de la etnia Tupí-Guaraní en todo el continente sudamericano.

El papel de Dios en las reducciones jesuíticas (siglos XVII-XVIII) es también el de Ñamandú (padre último-último-Primero, en clara referencia a la Trinidad), que crea el Sol y en segundo lugar la palabra (Ñe´e). Tupá, pese a ser una divinidad menor entre los guaraníes, fue convertido también en el Primer Padre, añadiendo a Ñande-Ru (Nuestro Padre) para otras denominaciones. El Paraíso se convirtió en Tierra sin mal. Y el sostén de la morada terrenal eran los yvyrá yvasá, (literalmente, «palos cruzados», es decir, la cruz). Pero en definitiva lo que hoy día se denomina como «cultura guaraní» es en realidad resultado de la difusión distributiva (en el sentido enunciado en nuestra reseña de España no es un mito) de la cultura española en la etnia guaraní y su posterior asunción por la República del Paraguay.

Y es que aunque la mayoría de la población en Paraguay habla guaraní y muchos ciudadanos tengan problemas para expresarse en español, sobre todo en las zonas rurales del interior –mucho menos en la zona de Asunción, donde se concentra la cuarta parte de la población, ni más ni menos que millón y medio de personas–, el guaraní que se habla no es ni mucho menos el de las misiones jesuíticas, que de manera torpe (recordando incluso a la imposición que en España intenta realizarse desde el catalán o el vasco normalizado, como hemos reseñado recientemente) intentan difundir algunos estudiosos de la Compañía, sino una mezcla del español con las palabras indígenas, que se denomina jopará. Dado que el guaraní no puede expresar muchas palabras y carece de términos abstractos, es muy habitual usar de términos españoles para completar las frases, como Che Dios (Dios mío).

De hecho, muchos autores resaltan la importancia de la cultura oral entre los paraguayos, el ñe´embegué (rumor) o los ñe´enga (frases hechas), algo propio de un idioma cuyas palabras abstractas han tenido que ser importadas del español (como Dios). El guaraní es ante todo una lengua basada en la fonética (incluso onomatopéyica), sin apenas nivel de abstracción. En guaraní no puede hablarse de las distintas horas del día, sólo del ará, el día en sentido global, sin posibilidad de divisiones abstractas en horas, minutos ni mucho menos segundos. Así, cuando en guaraní se desea decir algo grave se le da énfasis, pero para un chiste o una situación jocosa se pone otro tono de voz, se pronuncia exageradamente, pronunciación que cambia totalmente el significado{1}, al contrario del español, cuya fonética varía de unas zonas a otras sin que los significados se alteren. Por ello no es de extrañar que el guaraní, utilizado profusamente durante el siglo XIX en una población aislada del resto del continente por motivos políticos y geográficos, no ha declinado en su uso pero deja paso continuamente al español, puesto que es el idioma que manejan quienes quieren comunicarse con el resto del continente (Brasil incluido). Sin ir más lejos, fue en Asunción donde se firmó el famoso acuerdo del Mercosur en 1991, siendo Paraguay uno de los países firmantes junto a Argentina, Brasil y Uruguay. Aun habiendo incluido el guaraní como idioma del Mercosur, ¿no resultaría un tanto extravagante que el resto de países firmantes tuvieran que aprender el guaraní para poder relacionarse con Paraguay?

No obstante, la Iglesia católica, que no parece del todo ajena a la tesis del «divide y vencerás», siempre ha resaltado las costumbres paraguayas como originarias del pasado indígena y el guaraní, intentando dejar de lado la política, como si fuera una realidad postiza incapaz de alterar una realidad cultural indígena primigenia, en la línea del don de lenguas del Espíritu Santo, al que no le importa que el Evangelio se enseñe en guaraní o en español{2}. De ahí su hincapié en la cultura oral paraguaya, además de distinguir entre comunidad (gemeinschaft) y sociedad (gesellschaft), en la línea de Fernando Tönnies.

Sin embargo, el carácter antropológico que intentan dar estos autores queda desmentido en tanto que existe una alfabetización, por muy precaria que se quiera suponer, y una cultura escrita bastante prominente en Paraguay, la propia de toda sociedad política contemporánea. Y es que distinguir entre comunidad (gemeinschaft) y sociedad (gesellschaft) para decir que la comunidad nacional paraguaya no ha encontrado su estructura política en la sociedad estatal, supone usar conceptos de la filosofía alemana que, dado su espiritualismo, no sirven para entender la realidad hispanoamericana y paraguaya en particular. Aunque las cuestiones políticas tengan mucho descrédito entre los paraguayos y sean las elites quienes articulan las políticas al margen de casi todo el mundo, ello no quiere decir que los propios paraguayos no sean influidos por tales políticas.

De hecho, aunque se pretenda aparentar que el país no tiene nada que ver con la Hispanidad, Paraguay tiene su propia «capital de la Hispanidad», la ciudad de Pilar, capital del departamento de Ñeembucu, fundada el 12 de octubre de 1779 por don Pedro Mello de Portugal y Villena en honor de la Virgen del Pilar, fecha que los pilarenses celebran con gran emoción cada año. Sometida a un tradicional aislamiento, va saliendo adelante con proyecto incluso de un puerto de aguas profundas y un puente internacional con Argentina, así como otros negocios e industrias. Interesante metáfora de una Hispanidad que también influye y crece en Paraguay. Ciudad hermanada con Huesca, donde nació Félix de Azara, autor de la Descripción e Historia del Paraguay (publicada póstumamente en 1847), y donde la Virgen del Pilar tiene un lugar destacado como Virgen de la Hispanidad, en Pilar existe una Universidad que tiene adscrita la Fundación Félix de Azara, responsable de interesantes estudios biológicos de la fauna autóctona y disponen de una biblioteca con 36.000 volúmenes, todo un logro para la escasa bibliografía disponible en el país. Julio Rafael Contreras, quien participó en el Congreso que reseño al final de este texto, es un miembro destacado de esta Fundación a quien conocí durante mi estancia en el país.

La ciencia de la honra

Pese a los intentos evangelistas, sin duda el catolicismo es lo que más está implantado en la moral del país. Catolicismo no sólo manifestado al nivel de culto sino sobre todo en la moral. Los paraguayos son católicos y manejan la «ciencia de la honra» como si vivieran en un drama calderoniano, una ciencia perfectamente racional, en el sentido de la cita inicial de Calderón, extraída de su comedia Casa con dos puertas mala es de guardar (1640). En esta comedia, dos mujeres jóvenes se las arreglan para sortear las dificultades que les ponen sus familias, a la hora de llevar a su casa a sus numerosos amantes. En línea con esta obra, si en algo destacan los paraguayos es por su discreción en los lugares públicos y en las relaciones con los demás. Son verdaderos expertos en las relaciones sociales y tienen un alto sentido del honor. Ante la llegada de un visitante, nadie se siente incapaz de acogerle, e incluso parecería una situación indigna el no poder ofrecerle lo mejor. Sería tanto como rebajarse ante los demás, aun a costa de un gran gasto para gentes que en ocasiones tienen pocos recursos económicos.

Parece por tanto que la amabilidad destaca como cualidad en los paraguayos, pero no como virtud ética, sino como virtud moral, relativa a las relaciones en la comunidad. Hasta el más pobre se siente capaz de atender y guiar al turista y al extranjero. Es una manera de ser honorable y respetado, muy por encima de los medios económicos que una persona o familia pueda tener, y así es entendido: todo el mundo se saluda, aunque no se conozcan de nada, incluso el más prestigioso profesor al más modesto trabajador. Acoger y ofrecerse como guía es también una forma de aumentar la fama de una familia o una persona: alguien capaz de acoger a personas extranjeras o con sus hijos realizando estudios superiores, inmediatamente tendrá una fama especial en el vecindario. Este sentido del honor se lleva muy lejos, tanto como para ver con malos ojos a quien emigra o vuelve del extranjero tras formarse. Si lo hace con objeto de buscar un futuro mejor y no lo consigue, entonces es visto como alguien fracasado de por vida, incluso como un extraño, siendo incluido entre los ha´ekuera (los otros).

Además, desmintiendo la cita inicial de Hegel de sus Lecciones sobre la filosofía de la historia universal (1830), paradigma del formalismo y el idealismo, la honra no es algo que sea ajeno a la razón, ni tampoco una gravedad individual de carácter vacío. Pertenece, como es bien sabido, a la práctica, a la esfera de lo probable. Sólo quien razone desde una perspectiva cercana al protestantismo, como la de Hegel, verá como algo irracional lo que es probable o poco seguro. De hecho, la mayor característica del fanático es buscar la certidumbre, pues quiere ver en todas sus acciones alguna prueba de ser «elegido» por Dios (de ser parte de lo Absoluto en el caso de Hegel). Pero la racionalidad «práctica» no puede deslindarse de la «teórica» (¿acaso quien antepone la honra a todo lo demás no lo hace desde supuestos teóricos?). En todo caso se tratará de una racionalidad incompleta e incierta, dependiente de avatares muchas veces imprevisibles, pues nadie puede predecir el futuro ni situarse en el mejor de los mundos posibles del estado prusiano.

En definitiva, la discreción y la fama parecen ser el carácter común a todos los paraguayos. Esta situación de honra e incertidumbre marca el carácter de los naturales del país, con tres reglas no escritas: ñembotavy (hacerse el loco, disimular), mbareté (fuerza, autoridad) y vai vai o también oparey (dejar en suspenso las cosas). En un ambiente de incertidumbre, el aparentar y disimular es muy importante, así como el simular que se culminan los proyectos o que se ha alcanzado un determinado estatus. Por último, los paraguayos respetan especialmente a quienes tienen un puesto jerárquico logrado por su esfuerzo y dedicación, de ahí la importancia del mbareté.

De hecho, el propio país es una sorpresa constante; es difícil programar algo en Paraguay, pues siempre puede suceder algo inesperado que eche al traste todo lo planeado. Si algo caracteriza buena parte de la rutina diaria del país es la desorganización; un visitante que llegue al país difícilmente podrá encontrar mapas o indicadores claros para desplazarse; es un país muy liberal (en el sentido de los anarcoliberales), pues casi todos los servicios que en los países desarrollados son públicos, en Paraguay son privados y pertenecientes curiosamente a los políticos más importantes (denominados «los capos» a causa de tal concentración de poder económico y político en sus manos, que además utilizan de manera arbitraria). Sólo algunos servicios como la telefónica Copaco, propiedad estatal en competencia con otras operadoras privadas, escapan a esta circunstancia.

Un ejemplo claro son los servicios de autobuses, que no disponen de paradas fijas, por lo que es habitual que los usuarios soliciten la parada en medio de cualquier lugar. El pavimento de las carreteras, salvo las rutas que comunican los departamentos, suele dejar bastante que desear también; ni siquiera las señales aparecen salvo en casos muy concretos. Allí cada uno se las compone como puede y con ingenio. De hecho, en un país con numerosos recursos acuíferos, no se hace apenas nada para recuperar el agua utilizada ni para aprovechar la lluvia, disponiéndose de deficientes desagües. Esto provoca que cada vez que llueve el país se pare debido a las inundaciones y riadas que suelen provocarse, colapsando las carreteras.

Al mismo tiempo, muchas personas llegan del interior a la capital buscando un futuro mejor, pero al no encontrarlo forman barrios de marginalidad, incluso en el mismo centro de la ciudad. Sucede que justo en el centro histórico de Asunción, donde se encuentra el Cabildo y muy cerca del Palacio de los López, se alza al lado de la Bahía de Asunción el barrio de las Chacaritas, zona de chabolas donde reinan la pobreza y la delincuencia organizada. Contrasta ver un moderno parlamento, sustituto del antiguo Cabildo, junto a la zona más pobre de la ciudad. Resultado de la competencia darwiniana preconizada por tantos defensores del liberalismo.

Esta situación empobrecida fomenta un fuerte estoicismo, donde quienes son suficientemente inteligentes no intentan lanzarse a cambios desesperados que son incapaces de controlar, sino que aceptan la realidad y consagran sus esfuerzos a hacer por el país lo que está a su alcance: generalmente los docentes, juristas, escritores, periodistas y otros titulados tienen un enorme prestigio e incluso quienes alcanzan gran fama son vistos como modelos y verdaderos embajadores del país en el extranjero. La vida estoica, de aceptación del destino, se corona con ceremonias como la pausada toma del mate o el cocido antes y durante el desayuno, equivalentes en su función al café pero compuestos de yerba mate y agua. Durante el resto del día el tereré es el protagonista y medio eficaz para refrescarse del calor producido en pleno Trópico de Capricornio. Habitual medio para conversar con familiares y amigos, la ceremonia del tereré constituye un rasgo distintivo de Paraguay respecto a otros lugares de América.

Fe y Patria

Dentro de los países que forman la Hispanidad, Paraguay tiene una peculiaridad histórica sin duda digna de tenerse en cuenta. Seguramente pocas veces se podrá ver una contradicción mayor en todo el mundo entre los dirigentes y el ciudadano de a pie. Cuando alguien camina por los templos más emblemáticos de Paraguay, tales como la Basílica de Asunción o la Basílica de Caacupé, se contempla en ellos siempre el escudo y la bandera de la República de Paraguay. Incluso la Virgen de Caacupé, patrona del país, tiene el escudo de la República bordado en su vestido –lo que no impide que cada 8 de Diciembre más de medio millón de paraguayos peregrine hasta el lugar, edificado a partir de la supuesta visión que en 1769 tuvo un indígena cristianizado por los franciscanos oculto «tras los arbustos» (ca´a cupé)–. Desde que Gaspar Rodríguez de Francia implantara en su dictadura perpetua una desamortización brutal, todos los templos son propiedad del estado, luciendo con orgullo la bandera de la República en sus paredes y el escudo en las vidrieras, símbolos cuya forma actual data de 1842, según decreto del sucesor de Francia, Carlos Antonio López.

Paraguay: Fides et Patria

Es ese el mismo espíritu que se transmite al visitar el Panteón de los Héroes en el mismo centro de Asunción. Fundado en 1863, en su frontal incluye el lema Fides et Patria (Fe y Patria), es decir, la Fe al servicio de la Patria. Su estructura constituye una peculiar mezcla de parlamento en su frontal y de basílica en su centro, justo donde se encuentran las tumbas de los héroes. Se simboliza así el sometimiento de la Iglesia al Estado –desmintiendo las inexactitudes hegelianas extensibles a la comunidad hispánica–, siendo sus grandes héroes, como el Doctor Francia, el Mariscal López o Bernardino Caballero elevados a los altares, casi divinizados, al igual que sucedió con el general Alfredo Stroessner durante su mandato desde 1954 a 1989.

Y es que jamás hubo tanta disociación entre los dirigentes y las masas populares como en Paraguay. Fundada Asunción en 1537, Domingo Martínez de Irala pronto encontró apoyo de los carios, una variante de los tupí-guaraní, que ofrecieron un sistema de parentesco conocido como cuñadazgo (de donde viene el término kuñá, concubina o mujer en sentido genérico y despectivo, en oposición a tembirekó, esposa) que escandalizó a los clérigos, quienes rebautizaron a Asunción como el paraíso de Mahoma, en la línea del mahometanismo que en la cita inicial Hegel atribuye a los españoles. Tras su papel de «madre de ciudades» (desde ella se refundó Buenos Aires, Corrientes, Santa Fe y Concepción, todas ciudades argentinas hoy, así como otras tales como Santa Cruz, hoy en Bolivia), Asunción empezó a declinar cuando en 1617, bajo el gobierno de Hernandarias, fue dividida la provincia en dos partes: la de Paraguay y la de Buenos Aires, marginando la segunda a la primera al no poder competir con el tráfico que absorbía Buenos Aires. Paraguay se convirtió en territorio de frontera, sufriendo ataques de los bandeirantes portugueses, carácter fronterizo que aún hoy conserva.

Al tiempo, las reducciones jesuíticas y las ciudades de colonos vivieron en mundos paralelos, casi sin contacto durante mucho tiempo, siendo expulsados los jesuitas una vez que las encomiendas y las reducciones, creadas para llegar en el proceso de civilización donde no llegaba la encomienda, perdieron su sentido y fueron eliminadas. Resistiéndose los jesuitas a instruir a los guaraníes en español para no perder su dominio sobre los indígenas, los conflictos ocasionados por determinados tratados políticos entre España y Portugal y su reticencia a someterse al poder real acabó con su expulsión definitiva en 1767.

No obstante, si la independencia de América fue producto de las elites criollas, entonces no cabe duda que unos próceres como Pedro Juan Caballero o el Doctor Francia, que no fueron sino los primeros en declarar la unidad del continente americano en 1813, convirtieron su declaración en poco menos que un brindis al sol, dado que la mayoría de la población sólo sabía hablar guaraní. De hecho, tal era la pasividad de la población y el aislamiento de la región que la independencia se logró sin apenas disturbios. No obstante, era imposible organizar una sociedad que superara el Antiguo Régimen habiendo tantos hablantes del guaraní, que en consecuencia desconocían el idioma en el que se expresaban las leyes, el español. El propio Francia tenía esa frustración durante su dictadura perpetua, tener que lidiar con el idioma guaraní sin poder utilizar apenas el español. Sin embargo, incluso en la gran novela de Augusto Roa Bastos Yo el Supremo, se habla de un país que vivía feliz en su aislamiento, donde todos los niños eran escolarizados –¿en qué lengua?– a cargo del Estado y las tierras habían sido repartidas, siendo desposeída la Iglesia (los jesuitas fueron expulsados al considerarse un estado dentro del estado). Pero, ¿cómo plantearse la unidad del continente si no hay una identidad común, que ante todo la aporta un idioma común donde se realiza la comunicación, es decir, las relaciones simétricas, transitivas y por lo tanto las reflexivas que caracterizan a toda identidad? Los López también tuvieron que gobernar bajo fórmulas paternalistas, dada esta situación.

El país, a pesar de su pequeñez comparado con los de su entorno, avanzaba por un buen camino dada su situación geográfica, y pese a carecer de salida al mar disponía de varios puertos prósperos en sus caudalosos ríos, especialmente en los ríos Paraguay y Paraná. Incluso Concepción, situada al norte del país, fue un próspero puerto que comunicaba con el Mato Grosso en Brasil, que sin embargo, acabó marginado por la pujanza del ferrocarril. De hecho, Paraguay fue el primer país en poseer ferrocarril en América del Sur, en 1861, pero la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), consecuencia de los afanes imperialistas de Francisco Solano López y alimentada por una Inglaterra que financió a Argentina y Brasil, acabó destrozando el país, que quedó reducido en su población de manera drástica. Hasta 1876 estuvo tutelado por Brasil y Argentina, quienes mantuvieron su influencia mediante la fundación de partidos políticos: el Partido Colorado por Brasil, por medio de Bernardino Caballero y el Partido Liberal por Argentina, ambos en 1887.

Una vez superado ese momento histórico, ambos partidos han sobrevivido, siendo preponderante el Colorado y aceptando el Liberal el juego de corrupción que han impuesto históricamente los primeros, sobre todo a partir de la unificación realizada por el general Alfredo Stroessner desde mediados del siglo XX. Un dicho popular señala: «Quien tiene hermana puta y hermano militar, será un privilegiado», señalando el desprecio a los políticos y militares, dueños de las grandes fortunas del país y también de las mayores empresas y monopolios, tanto públicos como privados («los capos»). Sin embargo, eso no impide que el Partido Colorado tenga muchos adeptos: a pesar de despreciar la política, los sectores más pobres de la sociedad ingresan en masa en el Partido Colorado principalmente, porque es la única manera para ellos de trabajar y ganar dinero de manera «legal» (la otra opción es el tráfico de mercancías ilegales, que en Paraguay es una gran fuente de ingresos). Sucede entonces que lo que ocurre en Asunción a la altura de la Mburuvicha Róga (Casa Presidencial) es visto como algo ajeno a las realidades ciudadanas, pero todos los paraguayos, hasta los más escépticos respecto a la política, gustarían de alcanzar el estatus de tendotá o Presidente de la República. Visto este panorama de colaboracionismo y tolerancia ciudadana, la situación política tiene visos de mantener su estabilidad muchísimo tiempo.

La Filosofía administrada en Paraguay

No podía faltar en esta crónica lo que fue la parte culminante de mi viaje, el I Congreso latinoamericano de filosofía política y crítica de la Cultura: «Pensar en Latinoamérica», celebrado en Asunción en el Auditorio Tom Jobin de la Embajada de Brasil, del 25 al 29 de Septiembre. Organizado por el ISEHF y la Universidad Nacional de Asunción junto a otras instituciones, sirvió de muestra de cómo se encuentra la filosofía administrada en el país, que no coincide necesariamente con la filosofía académica. Al tiempo sirvió como referencia para medir el alcance de organizaciones como la Compañía de Jesús en Paraguay y su bancarrota al abandonar la filosofía escolástica y adoptar una filosofía de corte posmoderno y hermenéutico.

I Congreso Latinoamericano de Filosofía y crítica de la Cultura

El 25 de Septiembre el congreso comenzó resaltando los valores nacionales paraguayos con la ponencia de Miguel A. Fernández Argüello, de la Universidad Nacional de Asunción, hablando de «Los valores utópicos en la literatura paraguaya. Del “jardín desolado” de Rafael Barrett a la “isla sin mal” de Augusto Roa Bastos», donde se analizaron la vida y las obras del hispano-paraguayo y anarquista Rafael Barrett (1876-1910) y del famoso Premio Cervantes Roa Bastos.

A continuación intervino el Jesuita argentino Juan Carlos Scannone, compañero de Enrique Dussel. En su conferencia «La filosofía de la liberación: historia, actualidad y proyecciones de futuro» se limitó a dar las líneas maestras de la Teología de la Liberación, poniendo hincapié en la defensa de los pobres y los excluidos, así como en la teoría económica de la dependencia. Aspectos que sin embargo se contradicen con la doctrina de la Iglesia, que nunca ha puesto más énfasis en el tema de la pobreza que al señalar la bienaventuranza de los pobres y su aspiración al reino de los cielos. Bastará leer el Derecho Canónico para ver que la pobreza o riqueza implican distintos comportamientos, pero no implican predestinación de cara a la salvación, como afirmarían los protestantes.

Asimismo, Scannone distinguió la Teología de la Liberación con la Filosofía de la Liberación, que distingue entre Centro y Periferia. Surgida en 1971, en esta doctrina los excluidos suplen a los pobres. Seguidamente, habló de la conferencia de Medellín en 1968, punto de partida de la Teología liberadora, y también de otros encuentros del conferenciante con Enrique Dussel en Córdoba (Argentina). Otros aspectos de la Teología de la Liberación señalados por el Jesuita son el acto de liberación como fundamento, tal y como han señalado Gustavo Gutiérrez y el cubano Raúl Fornet Betancourt. Por otro lado, defiende una realidad y experiencia humana integral y radical, que no es otra que el oprimido y su alteridad irreducible. También definió la Filosofía como «amor por la sabiduría», radical y global interpretación del hombre, como si el hombre fuera un absoluto y la única sabiduría existente fuera la filosófica. Y culminó su conferencia hablando de términos tan confusos como el «imaginario colectivo», fijando sus ojos en el mito del europeísmo y poniendo a la Unión Europea como ejemplo de asimilación de diferencias, cuando más bien esa Unión pone de relieve las diferencias históricas y políticas existentes entre los distintos estados europeos.

En el coloquio, una vez interrogado sobre la importancia de la Teología de la Liberación, señaló que pese a su caída los teólogos de la liberación son respetados por el Papa. Sin embargo, esa afirmación es discutible, pues en 1996 Ratzinger, el actual Papa Benedicto XVI, alabó el teocentrismo y la gratuidad (la importancia de la Gracia) en Gustavo Gutiérrez, lo que demuestra que el Premio Príncipe de Asturias volvió al redil y aceptó la corrección fraterna adaptando sus teorías a la más pura ortodoxia eclesiástica. En general, podría decirse que una institución que ha abandonado la preclara filosofía escolástica y abraza el posmodernismo y la filosofía irracionalista alemana ha caído definitivamente en muy mal lugar y ha perdido mucho nivel filosófico.

En el mismo coloquio, María Formigli, una señora que había realizado sus estudios superiores en Bulgaria y afirmaba tener relación con el Partido Colorado, criticó a Scannone por la imprecisión y escasa profundidad de su discurso, resaltando que es necesario definirse políticamente, algo en lo que insistió en otros momentos del congreso la importancia que tenía este aspecto, pues el presidente de la República, tras tres años de mandato y sólo dos antes de las siguientes elecciones, ni siquiera sabe de qué modo va a gobernar. Asimismo, y tras el debate, me sorprendió conocer al doctor en Física Alcides Vergara, lector habitual de la sección El Corredor de las Ideas, que funcionó en El Catoblepas durante un tiempo, lo que permitió establecer entre ambos pronto una fluida conversación. Miembro del Partido Febrerista, fundado por el coronel Franco en 1936, héroe de la Guerra del Chaco, y con un ideario similar al del APRA de Víctor Raúl Haya de la Torre, una suerte de socialdemocracia que promueve la nacionalización de recursos y el respeto de igual a igual con Estados Unidos, a quien el propio Vergara tuvo el privilegio de conocer. Con ambas personas mantuve habituales conversaciones y debates durante esos días de congreso.

En la sesión de tarde hubo tres comunicaciones. Cristiam Peña, de la Universidad Católica del Alto Paraná, habló de «La filosofía en la Universidad Católica de Nuestra Señora de la Asunción, sede regional Alto Paraná». En su comunicación, dedicada a exponer la filosofía administrada por un centro de enseñanza católico, mezclaba sin aparente criterio la filosofía de tradición académica con la filosofía como weltanschauung o concepción del mundo, en sentido lato, hablando de chamanes, guaraníes y asuntos similares, como si fueran equiparables; confusión que resalté en el debate posterior, al señalar la importancia de distinguir entre la filosofía de tradición académica iniciada en el contexto helénico (no en la Universidad medieval, como él señalaba) y filosofía mundana, la filosofía políticamente correcta que aparece muchas veces en tertulias televisivas, por ejemplo. Denise Ríos, del Ministerio de Educación y Cultura, intervino a continuación y criticó el Plan de Educación Nacional en «Reflexiones sobre política y educación en torno al “Plan Ñandutí”». Por último, Julio Espínola, de la Universidad Católica de Asunción y del ISEHF, en su «Educación Liberadora en las Ligas Agrarias Cristianas. Legado y desafío para la educación actual», habló sobre todo de Paulo Freire, que a nuestro juicio no es un educador sino un elemento subversivo, por lo que su «pedagogía para el adulto» fue vigilada con lupa y se le prohibió el acceso a su país, Brasil.

Más tarde, Aníbal Cardozo, de la UNA y el Instituto Cultural Paraguayo-Alemán en su conferencia «La crítica de la arquitectura como una crítica de la cultura. El caso paraguayo», habló desde posiciones próximas al relativismo cultural y del salto del mito al logos para explicar la configuración de muchas ciudades clásicas y modernas, aplicando esta mezcla de ideas a Asunción. Pese a la mezcolanza de la denominada «cultura guaraní» con elementos de la civilización occidental, tuvo el merito de señalar que la civilización es construcción de ciudades ante todo, obviando el desviado concepto francés de civilización que se hace equivaler a cultura. No obstante, su discurso entraba en contradicción constante al hablar de una cultura paraguaya «incontaminada». Asimismo, aplicó el relativismo cultural de manera novedosa, al acusar de etnocentrismo a la lengua guaraní, autodenominada como ava ñe´e (la lengua del hombre).

El Martes 26 de Septiembre intervinieron dos miembros de la organización: Jorge Manuel Benítez Martínez y el citado Antonio Tudela Sancho, quienes hablaron respectivamente de «Metafísica y hermenéutica a partir de un cuento de Casaccia», en referencia a los escritos del autor paraguayo Gabriel Casaccia (1907-1980), y de «Identidad, igualdad, soberanía... Algunas consideraciones sobre mitología política», ponencia que analizó desde una perspectiva con matices de postmodernidad la secularización de conceptos teológicos que analiza Carlos Schmitt en su Teología Política y en La dictadura, entre otras obras, con las consiguientes doctrinas de la distinción entre amigo y enemigo y el soberano como aquel que decide en un estado de excepción. Esta última resultó una ponencia ciertamente interesante y acertada respecto a Ideas tan confusas como la Igualdad, la Identidad, &c., pero su crítica era a mi entender necesaria, puesto que citaba de manera breve a Gustavo Bueno, por lo que me permití recordarle lo dicho en El mito de la izquierda, que desmiente esa presunta secularización: la nación moderna no surge de la secularización de términos teológicos aplicados al poder omnímodo del Estado, sino de la eliminación del Trono y el Altar producto de la revolución francesa. Como ejemplo cercano señalé el caso paraguayo donde todos los templos tienen grabados los símbolos de la República, (como señalamos anteriormente en el epígrafe «Fe y Patria»), en consonancia con el sometimiento de la Iglesia al Estado.

Por la tarde, Julio Rafael Contreras Roqué, de la Universidad Nacional de Pilar (a quien mencioné anteriormente), en «La permeabilidad de las ideas: un estudio de la historia de las ideas en el Paraguay desde la época colonial hasta el siglo XIX», habló de interesantes consideraciones bibliográficas, como que en Paraguay se han editado más diarios que en Argentina, así como la influencia de Félix de Azara en Artigas y la de Volney y su obra Las ruinas de Palmira en el Doctor Francia. Asimismo, Azara influyó en García de Francia, padre de El Supremo. Incluso el krausismo llegó a Paraguay por medio de José María Torre, quien lo introduce en la Escuela Normal de Paraná, en Argentina, y también hubo positivismo, pero no como en Chile o Brasil. Terminó indicando, con Bunge, la importancia de disponer de algún tipo de posición filosófica, pues si no hay Filosofía aparece otra Filosofía pero peor aún.

Seguidamente, Herib Campos Caballero, de la Universidad Nacional de Asunción, defendió su ponencia «Báez, González y América. Dos visiones antagónicas de América», donde comparó los programas de dos presidentes de la República: Cecilio Báez (1862-1941), liberal que accede al poder en 1905 y defensor de una suerte de positivismo, y Juan Natalicio González (1897-1966), dirigente colorado que accede en 1948 con una ideología indoamericana similar a la del APRA de Víctor Raúl Haya de la Torre, quien a su vez como bien se sabe se inspiró en la raza cósmica de Vasconcelos y en el irracionalismo alemán que llevó al nazismo (como Spengler o incluso Nietzsche y el antisemita Maurras, inspiradores director de González) hablando de la raza superior guaraní en un sentido análogo al del pueblo-continente situado en lo que hoy conocemos como Hispanoamérica que citaba el fundador del APRA. Por el contrario, para Báez América es española y con ello ha heredado la anarquía hispánica, por lo que América del Norte es la liberadora de Hispanoamérica, en palabras de 1893 que se verían matizadas posteriormente.

A continuación llegó mi turno, donde me encontré frente a la Teología de la Liberación y la ideología indigenista, aunque con mucho menos apoyo de lo esperado. Había interés en mi comunicación sobre Hispanoamérica, donde hablé de la unidad e identidad hispanoamericana, forjada a partir de 1492 como una unidad de virreinatos bajo la identidad del Trono y el Altar, unidad rota con la independencia pero cuyas repúblicas resultantes han mantenido la identidad del idioma común, el español, elemento de pujanza en el mundo con 400 millones de hablantes.

Como era de esperar, en un congreso organizado por los Jesuitas, otrora perros guardianes de la ortodoxia católica, estas tesis no fueron bien vistas por sus miembros y otros creyentes católicos cercanos a la Teología de la Liberación. Y como el Espíritu Santo sopla donde quiere y tiene el don de lenguas, era lógico que mis tesis sobre la pujanza de la lengua española desagradasen a parte de la concurrencia. Sin embargo, pese a las críticas del sector jesuítico-cristiano, en especial del citado Cristiam Peña y el Jesuita colombiano Guillermo Zapata, mis posiciones salieron bastante reforzadas. Así, frente a sus posiciones de «respeto a la diferencia» y a las tribus indígenas amenazadas por mi supuesto intento de «recolonización» [sic], desmentí semejantes afirmaciones señalando que desde el siglo XIX no mencioné a España para nada, y en todo caso sí hablé de unas naciones hispanoamericanas cuya política estaba condicionada por la Doctrina Monroe; habiendo asumido Estados Unidos el nombre de América, los próceres posteriores a los americanos Bolívar o San Martín acabaron denominándose despectivamente como «latinoamericanos». Asimismo, argumenté con cierta ironía que una tribu de cien sujetos no puede resistir a Estados Unidos, pero 400 millones de personas con una Historia y una lengua común si podrían hacerlo.

Frente a los reproches de Cristiam Peña a un discurso «de lógica eurocéntrica» [sic], me pidió que explicase la identidad de Europa. A semejante petición respondí que Europa es ante todo una zona de conflicto producto de la disolución del Imperio Romano, donde unos han intentado dominar al resto (ya fueran Francia, Alemania o España), con las consiguientes guerras de religión, napoleónicas, mundiales y de Kosovo, la última de ellas en fecha tan reciente como 1999, y que su proyecto de unidad está varado y muerto desde el No a la Constitución Europea el pasado año. Asimismo, frente a sus críticas a la imposición del español sobre los naturales americanos, señalé que es imposible imponer una lengua y que los hablantes la usan por su utilidad para comunicarse. La importancia del español está en su uso: si el español no nos sirviera para comunicarnos, no lo utilizaríamos, y ello influiría sobre cualquier proyecto de unidad política.

Otra intervención contraria a mis tesis fue la de un jurista, quien pese a alabar mi valentía por exponer mis posiciones, me señaló la importancia de los hechos notorios en Derecho, como las matanzas de indios, al tiempo que minimizaba el descubrimiento de América. Repliqué que las supuestas matanzas podrían ser un hecho hasta hace relativamente poco tiempo, pero con los avances de la epidemiología el hecho de la matanza se convertía en el hecho de la acción de gérmenes patógenos llegados desde Europa y África. Por otro lado, recalqué que el descubrimiento de América tenía el valor de haber cambiado por completo nuestra forma de concebir el mundo, algo que ni los naturales americanos podían en principio sospechar. Por último, le señalé, ostentando el mbareté correspondiente, que él debería ofrecer algún tipo de definición alternativa sobre el hecho. Después, tras el debate, algunas personas reprocharon la actitud de mis críticos por hablar de las supuestas matanzas de indios en el pasado, ignorando que todos los días se asesinaban indios en Paraguay de manera indiscriminada. Al menos, así me lo confesaron directamente. En definitiva, mi comunicación causó mejores impresiones de las que se pudieran esperar y fue gratificante comprobar que las habituales lamentaciones y discursos lacrimógenos que nos suelen llegar desde esas latitudes fueron mitigados. Eso quedó aparcado al menos durante aquella tarde.

Tras esta agitada sesión, el 27 de Septiembre se dedicó por la mañana a varias comunicaciones, donde destacaron las de Alejandro Ruidrejo, con quien mantuve animada conversación durante el congreso. Proveniente de la Universidad Nacional de Salta (Argentina), ofreció su ponencia «Foucault: De las repúblicas guaraníes del Paraguay a una ontología de nuestro presente». Un tema tratado por Foucault y poco conocido por la mayoría, pues en Las palabras y las cosas habla de los jesuitas comparados con las sociedades puritanas, en relación a la reglamentación, considerada por Foucault como un espacio real que señala carencias, algo que el francés denomina como heterotopías, donde sitúa las repúblicas jesuíticas de Paraguay. Situando su origen en la regla cisterciense, los jesuitas son quienes suprimen la sociedad feudal con su economía y política, siendo adversarios de la esclavitud. Incluso Foucault los sitúa al nivel de Bentham, señalando la disciplina religiosa como resistencia al poder político.

Por la tarde, destacaron otras ponencias, como la de Daniel Mendonça, de la Universidad Católica de Asunción, quien analizó la distinción Ética/Metaética en el contexto de la filosofía analítica anglosajona en su comunicación «El concepto de lo bueno». Cristino Bogado, miembro de la Editorial Jakembo («Piedra, papel, tijera»), expuso su comunicación titulada «El tirano de La República de Platón y su (nefasta) influencia en la novela llamada “latinoamericana” de dictadores», donde intentó dar respuesta desde posiciones literarias a la cuestión de la justicia en Platón y su relación con los distintos gobiernos dictatoriales habidos en Hispanoamérica durante la Guerra Fría. Por último, Víctor Oxley, en su ponencia «Agustín Barrios y la minimalidad de su obra absoluta», analizó la obra de Agustín Pío Barrios, Mangoré, uno de los más importantes guitarristas clásicos de Paraguay, así como su estilo musical que mezcla lo clásico con el folklore autóctono. Lo más interesante de esta ponencia fue que hizo hincapié en los conocimientos matemáticos que influyen en la música, dejando fuera todo atisbo de creatividad o improvisación que muchos suponen al arte musical hoy día.

Final

El 28 de Septiembre de 2006, de madrugada, partí de nuevo en avión, aunque estuve muy cerca de quedarme una temporada más en Paraguay pues la lluvia había inundado las carreteras, dificultando el tránsito. Con la partida, en plena lluvia que permitió comprobar las dificultades del país, y que a punto estuvo de dejarme en tierra, se inició el viaje de vuelta, que fue monótono y no tuvo más constataciones interesantes. Sin embargo, el viaje en su conjunto abrió expectativas nuevas. Las expectativas de regresar lo más pronto posible a un lugar que por su situación geográfica facilita la tarea para seguir conociendo la Hispanidad.

Notas

{1} Cuentan que durante la Guerra del Chaco (1932-1935), un sacerdote, el Padre Pérez, dio una arenga a los soldados paraguayos ilustrándola con una metáfora: los soldados muertos subirían al cielo como una blanca paloma. Ya en el camino, uno de los soldados encontró el cadáver de un soldado paraguayo muerto, hinchado por la putrefacción. De inmediato preguntó: «nde pa´í Pérez paloma, mba´eiko eyapó gueteri ko´ape» (La paloma del Padre Pérez, ¿qué hace aquí?), entre las risas de la tropa.

{2} Varios son los autores que han estudiado la moral y costumbres de los paraguayos, preferentemente sacerdotes, como Saro Vera (1922-2000) o la dominica Margarita Durán (1944), y literatos como el conocido Augusto Roa Bastos (1917-2005) o la hispano-paraguaya Josefina Plá (1909-1999).

 

El Catoblepas
© 2006 nodulo.org