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El Catoblepas, número 48, febrero 2006
  El Catoblepasnúmero 48 • febrero 2006 • página 11
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La ambigüedad calculada del término «nación»
en el Estatuto de Cataluña

Antonio Sánchez Martínez

El término nación, que aparecerá posiblemente en el Preámbulo del nuevo Estatuto de Cataluña, está utilizado con una ambigüedad calculada y antiespañola

«El Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía catalana, ha definido de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como una nación.»

Si el Preámbulo del Estatuto de Cataluña acaba diciendo esto, o algo parecido, está claro que la Nación Española estará definitivamente sentenciada de muerte, como han estado buscando los separatistas desde siempre, aunque con el consentimiento de buena parte de los españoles y, sobre todo, de los grupos políticos de la partitocracia actual que dicen representarles, a pesar de que se han ido plegando, de manera más o menos veloz, a las presiones de los independentistas traidores y expoliadores. Y lo peor de todo es que este diagnóstico no es nuevo, sino que lo vienen pronunciando multitud de personas, incluso desde las filas de las izquierdas, aunque ahora han cambiado de opinión por arte de magia, o por miedo a perder las prebendas que conlleva su cargo público y tener que volver a ser simples ciudadanos de a pie –a vivir en el 5º Izquierda, como lo expresa Gustavo Bueno–. En la Revista Zarabanda de Rivas{1} transcribimos las palabras de Gregorio Peces Barba, uno de los «padres de la Constitución», que declaraba que ni vascos ni catalanes buscaban la independencia. Antes del 11-M, sin embargo, el mismo don Gregorio reconocía explícitamente que en la Transición fueron muy ingenuos al negociar con unos nacionalistas que, posteriormente, les habían traicionado. Pero recientemente admite, de nuevo, que lo del Estatuto está controlado, como parecen asumir incluso mandatarios socialistas como Juan Carlos Rodríguez Ibarra y José Bono (otros como Rosa Díez, Francisco Vázquez o Nicolás Redondo Terreros no parecen tenerlo tan claro).

Pero, en contra de lo que quieren hacernos creer ciertos dirigentes, la redacción del Preámbulo del Estatuto va más allá de una inofensiva declaración de sentimientos subjetivos. José Bono vuelve a decir en una entrevista (en El Mundo del 29 de enero de 2006, pág. 10) lo siguiente:

«En el preámbulo se describen sentimientos y los sentimientos quedan subordinados a la ley, que en su artículo primero define a Cataluña exactamente y literalmente igual que en el Estatuto vigente. Nación con relevancia jurídica sólo cabe una en la Constitución, y ésa es España».

En una cosa tiene razón Bono. En el artículo primero del Estatuto parece que se dirá lo mismo que recoge la Constitución en su artículo 2. Pero este hecho ya supuso un error imperdonable, como advirtió atinadamente don Gustavo Bueno en diversas ocasiones: «Incluir nacionalidad en la Constitución fue un error garrafal»{2}.

Ahora bien, no sabemos si don José Bono, nuestro pacifista ministro de la Guerra, no sabe muy bien lo que dice o nos está tomando el pelo. En cualquiera de los dos casos no merece ser ministro de los españoles, pues objetivamente está actuando como antiespañol. En contra de lo que dice tan peculiar personaje, en dicho Preámbulo no sólo se dice que «el Parlamento de Cataluña» (como Institución representativa de una soberanía virtual, que quieren hacer real) «recoge» el sentimiento de la ciudadanía catalana (entendida como una totalidad lógica soberana respecto de España, que asume lo que vota una mayoría de sus representantes políticos), sino que, además y sobre todo, afirma que dicho Parlamento «define» a Cataluña como «nación». Es decir, da a Cataluña como nación carta de naturaleza jurídica.

Todos sabemos que definir algo es decir «lo que es». Las definiciones construyen términos a partir de otros términos. Su importancia reside en su fertilidad para generar cursos operatorios cerrados (identidades sintéticas, verdades). Y está claro que en el terreno del Derecho las operaciones e impulsos de los legisladores no pueden «neutralizarse» como en las «ciencias positivas»{3}. Parafraseando a Gustavo Bueno diremos que sería absurdo que Newton hubiera dicho «planetas del mundo, girad en torno al Sol», porque giran independientemente de lo que diga nadie (porque las leyes naturales, con sus términos, se justifican adecuadamente cuando se neutralizan las operaciones científicas de descubrimiento). Así mismo sería absurdo que Marx hubiese dicho «los proletarios del mundo están unidos, son una clase unitaria», porque de hecho no lo eran, y por eso Marx impulsaba dicha unión a través del apoyo a uno de los supuestos bandos de la lucha de clases; aunque dicho apoyo, por otra parte, se mostró impotente ante la mayor consistencia y unidad formada por los respectivos estados, cuya dialéctica se cruzaba con la anterior.

El término nación, o el sustancializado nacionalidad, es oscuro si no se adjetiva especificándolo, distinguiendo las distintas especies que lo componen. Está claro que los redactores del Estatuto entienden que nación debe entenderse en sentido «político». Pero dicha estrategia no sería tan eficaz sin el concurso de muchos dirigentes que se amparan en la oscuridad de dicho término para hacernos creer que se habla de nación étnica o cultural, y no de nación política.

Los redactores del proyecto de Estatuto recogen la aprobación que tuvo lugar en el Parlamento de Cataluña y piden que se ratifique también en el Parlamento español, a pesar de que su normativa, aunque se haya modificado en algunos aspectos, va contra la soberanía de todos los españoles. La famosa expresión replicativa de España como «nación de naciones» sólo tiene cierto sentido si se presupone que las distintas regiones o autonomías son naciones étnicas, no políticas, pues la soberanía política sólo puede delegarse, no compartirse. Pero Cataluña ni siquiera es una nación «étnica» –homogénea–, aunque algunos pretenden apoyarse en cuatro rasgos culturales y en una de sus lenguas propias –el catalán, marginando al español– para forjar una nación política fraccionaria, como advierte don Gustavo Bueno:

«Los gitanos, por ejemplo, forman una nación étnica muy clara. Y los aimaras, de Evo Morales, lo mismo. Ya es un lugar común que los catalanes forman una nación étnica o si se quiere cultural. Me parece, sin embargo, que es excesivo, porque la mitad son andaluces o murcianos. Y antes de esa emigración tampoco, porque estamos mezclados desde siempre. Pero supongamos que formaron una burbuja mendeliana. Lo cierto es que, en cualquier caso, eso se acabó porque están completamente mezclados. Por eso pretenden construirla por decreto basándose en la lengua, las sardanas y la butifarra», La Nueva España, 26 enero 2006{4}.

Sea como fuere, el hecho es que dicho entendimiento o interpretación del término nación, que aparecerá en una norma del articulado o en el Preámbulo (que para muchos juristas tiene mayor relevancia política), necesita ser impulsada de manera eficaz, frente a otras interpretaciones, para que Cataluña acabe siendo una nación política efectiva, un estado nacional (fraccionario). Dicha labor se vine desarrollando desde hace bastante tiempo en dicha Comunidad y en el País Vasco (con el inapreciable concurso de ETA), y en menor grado en otras Autonomías. Dicho de otra forma: los redactores del Preámbulo buscan impulsar dicha definición política de nación con la fuerza de obligar pertinente, aplicando las leyes en sentido antiespañol, de manera que se impida colocar banderas de España en los Ayuntamientos, o hablar español desde la más tierna infancia –incluso en los recreos de los colegios–. O promocionando la enseñanza de una Historia a la medida de una Cataluña independiente de España, o censurando los medios de comunicación que no quieren plegarse al dictado secesionista, o multando a quienes rotulen y etiqueten en español productos comerciales, o a quienes compren productos «españoles», o formando selecciones deportivas independientes. O, en general, haciendo el vacío social a todo aquel que no se someta a los dictados contra España.

En la entrevista de la que hemos entresacado la anterior cita se habla también de las amenazas y peligros para la identidad y la unidad de España:

«—¿Peligra España?
—Hay que considerar la unidad y la identidad. La unidad de España viene de los tiempos de los romanos. La unidad de España la hacen los romanos con las calzadas. Pero entonces la identidad es aún romana. La identidad española empieza con los reyes asturianos, precisamente contra la identidad musulmana. Una identidad que no reconoce más límites que los que les marcan otros, sean musulmanes o Carlomagno. ¿Peligra ahora la unidad de España por el Estatuto de Cataluña y eventualmente otros estatutos similares? El PSOE dice que no, porque de lo contrario, ¿a quién van a vender las bicicletas los vascos y los tejidos los catalanes? Pero se rompe la identidad de España. Si ves que en Cataluña hay hostilidad, que tienen otros tributos, que no hablan español, pues entonces te vas a la Toscana. Los medios de comunicación tienen mucha responsabilidad en todo esto, dicen todos Lleida en vez de Lérida, ¿por qué entonces no dicen London o München? En Baviera hablan bávaro pero por encima, hablan alemán. Sucede lo mismo en todos los países menos en España. Franco tuvo mucha responsabilidad también, si en vez de su política lingüística pone dos universidades en euskera en exclusiva y a competir con otras universidades en español en una generación se habría acabado el euskera.
—¿Habrá Estatut?
—Se firmará, modificado y maquillado para que no se rompa la cocina y dejen de fluir los dineros para determinados particulares. El PP queda muy desairado. España no romperá, pero quebrará su identidad.»

Don Gustavo suele poner el ejemplo de la transformación de una escalera en una verja para ejemplificar las ideas de identidad y unidad{5}. En dicha transformación (o transfunción) se conserva la unidad de la estructura, a pesar de que la identidad funcional es muy distinta. Pues bien, creemos que cabe utilizar la analogía entre España, como plataforma política de los españoles, y las vías de los trenes que la cruzan, y que de hecho forman parte de sus plataformas de transporte y comunicación, para intentar ejemplificar los posibles cambios de su identidad y de su unidad.

Las vías de los trenes suelen construirse con múltiples vigas de hierro que desempeñan la función de raíles al estar alineadas en paralelo por su sujeción a traviesas perpendiculares (de madera u hormigón). Dichas vías permiten el transporte de personas y mercancías de unos lugares a otros del país, salvando las distancias y barreras geográficas que los separaban. También es verdad que cualquier camino (como las vías que construyeron los romanos y que fueron de las primeras plataformas de la unidad española) puede llegar a privilegiar a unas poblaciones sobre otras (como ocurre con el AVE), pero hay que tener en cuenta, aparte de determinados factores políticos, que «no puede comunicarse todo con todo».

Pues bien, imaginemos que un grupo de personas, de manera unilateral y «autónoma», impulsase el desmantelamiento de algunos tramos de las vías férreas que pasasen por las lindes de su Comunidad. Los motivos podrían ser múltiples, por ejemplo porque considerasen que dichas vías eran sólo de paso y no proporcionaban ningún beneficio (inmediato y visible) a sus territorios, de manera que deciden utilizar dichos tramos para fines turísticos de la zona. De esta manera podrían ponerse manos a la obra y levantarían la vía por uno de sus lados haciéndola girar sobre los extremos contrarios de las traviesas hasta conseguir que quedasen perpendiculares al suelo, para ser ancladas posteriormente en la tierra como una valla con funciones diversas (por ejemplo «artísticas» o «decorativas»). Dichas estructuras, mantendrían la unidad con las antiguas vías, pero su función sería muy distinta, llegando a ser auténticas barreras para el tráfico ferroviario con otra Comunidad. De esta manera la unidad de la estructura se vería muy comprometida por los cambios introducidos por las nuevas identidades, que resultarían incompatibles con las anteriores{6}.

Algo parecido sucede cuando se utilizan ciertas normas en contra del bien común de todos los españoles, y especialmente cuando una lengua particular (la vía de los catalanoparlantes) es utilizada como instrumento de separación, frente al uso del español, idioma común y propio de todos los españoles, aparte de universal por ser la lengua del Imperio.

La unidad entre las distintas estructuras funcionales podría llegar a ser contraproducente para España, incluso para las regiones más «privilegiadas», en la medida en que serían menos poderosas frente a terceros países. Llegados a tal tesitura de diversidad identitaria, a muchas Comunidades incluso podría interesarles no intentar relacionarse con sus vecinas, para evitar derrochar energías con quien se niega a formar parte del mismo barco, buscando su desguace y seguro hundimiento. El diálogo al que tanto apela Zapatero se volvería, con cada nueva generación, más difícil de establecer y más infructuoso en sus resultados. España acabaría siendo una especie de biocenosis muy similar a la que se da en la Europa actual, pero con regiones o estados disminuidos a la hora de luchar por su persistencia, más aún teniendo en cuenta el contexto de competitividad global en el que nos encontramos.

Hay tantos descreídos de España, tanto iluso humanitarista, que un grupo de patriotas españoles se ha visto en la necesidad de formar la Fundación para la Defensa de la Nación Española{7}, a pesar de las trabas del Gobierno y de los reparos de algún que otro grupo. Y es que en una sociedad dominada por el panfilismo pacifista y el fundamentalismo democrático no se quiere admitir que el oficio de las armas es el que sustenta al oficio de las letras, como dijo Don Quijote. Las letras y leyes de los leguleyos del llamado Estado de Derecho se convierten en papel mojado sin la fuerza de obligar necesaria para que se cumplan, como estamos hartos de ver en Cataluña y el País Vasco, en perjuicio de la igualdad política y de la potencia de obrar de todos los españoles. ¿A qué derecho histórico-político puede apelar ningún catalán, por ejemplo, para impedir que un extremeño pueda instalarse en «su» tierra, o viceversa? ¿Qué supuesto derecho de propiedad le ampara para creer que el territorio que pisa no es una herencia común de todos los españoles? ¿A qué (supuesta) solidaridad universal puede apelar para negarse a hablar en español y negar tal derecho a un conciudadano suyo? El único derecho al que puede recurrir es al de la fuerza, al de las armas que impulsan una determinada interpretación de las leyes o la transformación de las mismas a su antojo. Pero eso sólo es posible si ante tales amenazas los posibles perjudicados se pliegan a las exigencias de los traidores y saqueadores, de manera tal que las amenazas se convertirían en auténticos peligros para la unidad e identidad de España, como de hecho ya está sucediendo{8}.

Notas

{1} En el nº 14 de junio de 2000, sección «El Alambique», accesible en http://www.zarabandadigital.com

{2} Ver http://www.fgbueno.es/hem/2005a02.htm

{3} Ver al respecto la obra de Jesús Vega, La idea de ciencia en el Derecho.

{4} Entrevista con Javier Neira, en La Nueva España, 26 enero 2006. Para el concepto de nación ver, por ejemplo, la conferencia de D. Gustavo Bueno sobre «España como nación», accesible en la Videoteca de la Fundación Gustavo Bueno, en www.fgbueno.es/video.htm

{5} Por ejemplo en http://www.filosofia.org/aut/gbm/2001eya.htm

{6} En el ejemplo de la escalera y la verja utilizado por don Gustavo Bueno apreciamos que la Unidad se mantiene a pesar de que cambia la identidad. La verja mantiene vínculos «solidarios» y cohesión entre sus partes como los que se daban cuando estaban orientadas funcionalmente para ser una escalera. Pero la misma verja puede tener funciones de escalera, como saben muy bien los ladrones, incluso cuando los travesaños se colocan en vertical. Sus funciones no son incompatibles. Dejando de lado posibles analogías sería interesante analizar la posible «descentración» de España propiciada por el desarrollo independentista de la Constitución autonomista diseñada como totalidad «no centrada». Algunas Autonomías podrían acabar convirtiéndose en islas políticas, en burbujas (semejantes a las mendelianas en el terreno biológico), que rompiesen la interconexión «diatética» que ha constituido a los españoles históricamente. Ver al respecto las entradas 25 y 26 del Diccionario Filosófico, en www.filosofia.org/filomat/

{7} Ver http://www.nacionespanola.org

{8} Sobre el concepto de «terrorismo» y las nociones de «amenaza» y «peligro» ver las obras de Gustavo Bueno La vuelta a la Caverna y España no es un mito. Sobre la perniciosa indefinición de la Constitución es muy esclarecedor el artículo «La patena de Zapatero» de Jorge de Esteban, publicado en El Mundo del 30 de enero de 2006. Y sobre las posibles consecuencias económicas del Estatuto y de los acuerdos alcanzados en la Cumbre de Bruselas de diciembre de 2005 para el reparto de fondos de una Unión Europea ampliada, resultan muy preocupantes, de ser verídicos, el artículo de Casimiro García Abadillo y el informe de varios analistas, publicados respectivamente por el mismo diario en sus páginas 9 y 8 respectivamente.

 

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