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El Catoblepas, número 48, febrero 2006
  El Catoblepasnúmero 48 • febrero 2006 • página 10
Polémica

Contrarréplica a Silverio Sánchez indice de la polémica

Joaquín Robles López

Ante la respuesta de Silverio Sánchez Corredera
a mi artículo proemial sobre su teoría e-p-m

Cuando me propuse realizar la lectura de la obra de Silverio Sánchez Corredera, Jovellanos y el jovellanismo –y habiendo comenzado por su artículo de las jornadas de Murcia como introducción– me tropecé con severas dificultades (sobre la doctrina e-p-m) que hice notar en el artículo proemial, con el que pretendo abrir una serie completa, en la que Silverio Sánchez podrá hallar todos los argumentos que ahora me reclama. Pero este artículo, que daba pie a próximas colaboraciones en El Catoblepas –centradas sobre la doctrina e-p-m– ha sido rápidamente contestado, en el mismo número de la revista, con otro al que me veo en la obligación de contestar antes de proseguir con estos trabajos. Más que nada para mostrar las insidias y falacias a las que recurre Silverio Sánchez para defenderse de la acusación de haber errado. Así, para curarse en salud, me dice que procederá

«poniendo entre paréntesis al máximo las cuestiones personales que suelen adherirse.»

Ignoro a qué cuestiones personales se refiere pues, prácticamente, no nos conocemos. De modo que esta declaración –no hay que ser un fino hermeneuta para darse cuenta– insinúa que se trata de un ajuste de cuentas (con lo que ya estaría desautorizando mis argumentos sin la necesidad de contraargumentarlos) y lo hace de modo insidioso: a pesar de mi provocación el «pondrá entre paréntesis» este tipo de cuestiones «personales». Mal empezamos. Primero me acusa:

«Tengo que decirte que en cuanto retomas mis ejemplos y les haces decir más de lo que yo he dicho pasan a ser tus ejemplos, de modo que no entiendo por qué te empeñas en esas interpretaciones tuyas, como si vinieran necesariamente impuestas en lo que yo traté de expresar.»

Y prosigue:

«Sus argumentos fundamentales se basan en el comentario de unos ejemplos, que al reinterpretarlos él a su manera no son mis ejemplos sino los suyos. El resto de imputaciones no quedan argumentadas así que las asumo como su parecer personal.»

Pero ¿hasta dónde he distorsionado yo los ejemplos de Silverio Sánchez como para que me acuse de cometer la falacia del «hombre de paja» contra él? ¿Cuándo, y en virtud de qué criterios, «dejan de ser sus ejemplos»? ¿Acaso cuando se derivan de ellos ciertas consecuencias –necesarias, según creo haber demostrado, y no gratuitas, como dice Silverio sin demostrarlo en absoluto– que los tornan inadecuados?

Pero no hay ni torsión, ni distorsión, sino «línea recta», en las consecuencias que arrastran sus ejemplos y de las que ahora parece querer evadirse indicando que son cosas mías y no suyas. Así, dice:

«En mi ejemplo yo hablo de una cola del cine (distributiva), en cuanto a la capacidad de los sujetos para irse de ella, no en ningún otro sentido que tú te ocupas en suponer. Yo no sustantifico la cola del cine como si ella fuera la revelación encarnada de una totalidad distributiva, eres tú el que me lo pones en la boca, tú sabrás por qué. En contrapartida, pongo como ejemplo de totalidad o clase atributiva el pasaje de un avión, no tampoco como fenómeno hipostasiado expresión directa pura de la clase atributiva –eso son tus interpretaciones– sino tomado respecto de una relación contraída por los pasajeros en el momento de hallarse en vuelo y, singularmente (para que el ejemplo sea lo más próximo posible al de la cola del cine) referido a la posibilidad de abandonar el avión durante el vuelo.»

Pero yo no dije que «la cola del cine fuera la revelación encarnada de una totalidad distributiva» sino que la mala comprensión, por parte de Silverio Sánchez, de este asunto, se le notaba en el pésimo ejemplo que utilizaba. Y que tan distributiva era tal cola como el pasaje de un avión. Y que, además, el ejemplo me parecía confuso porque, en modo alguno, pierde el pasajero su condición de individuo al insertarse en el contexto atributivo (según Silverio) del pasaje de un avión. Por esto puse como prueba que, en circunstancias extraordinarias, la individualidad puede anteponerse a la totalidad (el caso de un ataque cardiaco que a Silverio Sánchez le hace tanta gracia). Ahora bien: Silverio se desmarca aduciendo que:

«son, creo, muy buenos ejemplos para empezar a ilustrar a los que desconocen el asunto, que para eso fueron ideados (exactamente para que fueran útiles a los alumnos de 4º de ESO{1}. Ellos sí los entienden).»

Pues no. Son muy malos ejemplos, como demostré en el anterior artículo; y si sus alumnos de 4º de la ESO los entienden bien, peor para ellos: Tomemos, para empezar, esta absurda manía de Silverio Sánchez de remarcar que uno puede irse de la cola del cine cuando quiera ¿esto convierte a la cola en totalidad distributiva? ¿Quiere decir Silverio que la «voluntad individual» como «libertad de elección que puede ejercerse sin cortapisas» es la garantía de hallarse ante una totalidad distributiva?{2} Y si tampoco es esto ¿no será que los ejemplos de Silverio, sencillamente, no sirven porque piden el principio?

Esto es: si Silverio reconoce (como así parece) que al enfocar estos ejemplos con otra luz, entonces, ya no sirven, ¿no será, precisamente, porque sólo bajo la luz que proyecta el mismo son válidos? Vamos a ver: de esta discusión podemos retirarnos los dos cuando nos dé la gana ¿quiere esto decir que formamos los dos, y nuestra discusión, una totalidad distributiva? Y más: puedo cortarme el pelo y las uñas sin peligro para mi existencia pero, sin embargo, no puedo arrancarme el corazón o extirparme el hígado, ¿quiere decir esto que pelo y uñas son «fenómenos distributivos»{3} y corazón e hígado «atributivos? Estos sí son ejemplos míos, naturalmente, pero son ejemplos que reproducen su tesis acerca de la razón (expresada en los suyos) que nos permite distinguir entre los dos tipos de totalidad. Me parece bien que a Silverio no le gusten las consecuencias de los ejemplos que él mismo pone. Pero esto no quiere decir que sean gratuitas: al menos hasta que no nos muestre por qué lo son.

Y, a continuación, a la vez que me acusa de «deformar» sus ejemplos malinterpreta intencionadamente mi mención de las totalidades isoméricas insinuando que yo le acuso de no conocerlas:

«Claro que además de las totalidades distributivas y atributivas, te doy la razón, tenemos la totalidad isomérica (o mixta). De la deformación que haces de mis ejemplos deduces que no la tengo en cuenta.»

Cuando lo que yo escribí fue:

«Y no sólo porque existen totalidades mixtas o isoméricas, sino, ante todo, porque una clase será atributiva o distributiva sólo en función de sus partes y de las conexiones establecidas entre sus partes.»

De manera que nunca la acusé de nada de esto de lo que ahora se defiende, como puede verse. El resto de argumentos que Silverio Sánchez tiene a bien hilvanar sobre este asunto, están, pues, de más. Pero con esta larga cambiada, Silverio, quiere desviar la atención de mi acusación de hipostasiar las clases al convertirlas en «fenómenos». Acusación que ratifico. Vean si no lo que dice Sánchez en la página 178 del libro Filosofía y Cuerpo:

«las clases atributivas determinan{4} relaciones entre sus partes asimétricas, partes que son conectas mutuamente entre sí y dependientes del todo» (cursivas mías)

Por esto de las «partes conectas entre sí», además, mencioné las «conexiones sinecoides»{5} y Silverio interpretó que le acusaba de ignorante:

«¿No son conexiones sinecoides lo que yo recorro al empeñarme en buscar conexiones que pongan en contacto el nivel de las relaciones de los sujetos éticos con el nivel de lo que yo llamo moral combinatoria?»{6}

Pero lo que yo escribí no tiene relación con el supuesto uso o ejercicio, por su parte, de esta herramienta (podría estar «hablando en prosa sin saberlo»), sino de la representación que Silverio hace de las totalidades atributivas como si la inseparabilidad entre sus partes fuera su diferencia específica y no una propiedad de algunas totalidades T pero no de todas:

«supone Silverio, y supone mal, que clase atributiva dice inseparabilidad de sus partes (por esto lo del pasajero que no puede abandonar el avión), pero esto no siempre es así (véase el concepto de conexión sinecoide).»

O sea: si Silverio Sánchez se hubiera molestado en mirar atentamente el contexto en el que yo mencionaba este tipo de conexión se hubiera dado cuenta de que, en modo alguno, le acusaba de no utilizarlo o de no utilizarlo bien (en todo caso, ver la nota 5) sino de no tenerlo en cuenta al poner la inseparabilidad de las partes entre sí (además de con el todo) como condición sine qua non de una totalidad atributiva. Así, al poner los ejemplos de la cola del cine (distributiva) y el pasaje de un avión (atributiva), Silverio ha explicado el porqué de su distinción en función de la «separabilidad» («de la cola puedo irme y del avión no») o inseparabilidad de sus partes. No había nada más en la «acusación».

No obstante, mi mayor sorpresa radica en que Silverio ni siquiera se ha molestado en releer la «nota excurso» en donde señalaba que había dos (y no cuatro como dice él) modos de ubicar sus análisis; yo dije:

«no es lo mismo interpretar las tesis de Silverio como las de un profesor de filosofía que explica a sus lectores u oyentes una doctrina particular de un filósofo, que hacerlo como las tesis de un filósofo que «habla por sí mismo» (con independencia de que se apoye en otras doctrinas precedentes). En el primer caso, debemos hablar, en propiedad, de aciertos o de errores en la (correcta o mala) reexposición de la doctrina. El mero contraste entre la doctrina, supuestamente, re-expuesta y la doctrina escrita con anterioridad a lo expuesto (ya que lo expuesto tiene la intención de mantenerse en lo escrito) sirve para señalar los errores, si los hubiere, de la reexposición. En el segundo caso, no cabe hablar de «error» sino de rectificación, que ya no podría juzgarse por medio del contraste con la doctrina de referencia al ser esta misma doctrina la rectificada.»

Pues bien, miren ustedes como interpreta esto Silverio Sánchez:

«A mi entender, la fórmula que se aplica de elegir entre una de cuatro opciones exclusivas (o es reexposición o es ampliación o es rectificación o es interpretación) obtura una fórmula más rica, que resultaría de proponer esas cuatro salidas como alternativas, es decir como no exclusivas. De este modo, yo diría que reexpongo, que amplío y que desarrollo, y que inevitablemente interpreto.»

En primer lugar, yo no he dicho que haya cuatro alternativas sino que una cosa es la reexposición y otra la rectificación (si Silverio cree poder «reexponer rectificando» es cosa suya: también Hipias quiso cuadrar el círculo y se acercó bastante a base de escuadra y cartabón) y dije, como pueden comprobar los lectores, que sólo hay «error objetivo»{7} suponiendo que se reexpone.

En segundo lugar, asumiendo apagógicamente la curiosa interpretación de Silverio, que amplía a cuatro mis dos criterios, tampoco podría haber combinatoria sino alternancia, que no es lo mismo: mientras se reexpone no puede haber rectificación, ni ampliación y mientras se rectifica no se puede reexponer, ni ampliar. Si suponemos, con Silverio que son fórmulas alternativas (alternas) entonces ¿es que Silverio tiene una teoría holótica alternativa a la elaborada por Bueno en la TCC? ¿Cómo asumiría, sin violencia, esta teoría holótica del MF que la cola de un cine es un fenómeno distributivo y el pasaje de un avión «atributivo» porque de la cola del cine uno puede irse y del avión no? ¿O esto es una «divulgación»? ¿Ha leído lo que piensa Bueno sobre la «divulgación» de la filosofía en el prólogo de El sentido de la vida?

Y respecto a la libertad de expresión como un derecho ético, que decía Silverio: «La ética tiene que ver con lo que nos hace a todos iguales.. el derecho a una vida, (...) a la libertad de movimientos, a la posibilidad de expresar las ideas» ¿es interpretación, reexposición, ampliación o rectificación? Porque, en cualquiera de los cuatro casos, a mí me parece un disparate.

Pero lo que es inadmisible es la insinuación hiriente que me lanza a continuación:

«Convencerá o no el modo como lo ejecuto, pero ¿desde qué lugar privilegiado se me puede decir que no esté utilizando las técnicas del taller de Gustavo Bueno?, es decir, ¿desde qué canon se puede medir que con mi interpretación me estoy situando en una sala colindante al taller, quizás, pero fuera ya de él?»

Pues desde «ningún lugar». Porque nadie ha dicho nada de eso. Para seguir con la analogía propuesta por Silverio Sánchez (y completamente justificada) del «taller»: ¿No indiqué que sólo considerado «desde dentro» podía hablarse de «errores»? Nadie se ha constituido como juez. Sólo señalé, con todas las precauciones del mundo, que me parecía encontrar errores en la teoría e-p-m. Y que esos errores eran de reexposición: por ejemplo, errores de método, en la elección de los ejemplos para ilustrar la diferencia entre totalidades distributivas y atributivas, errores en la percepción de la libertad como un acto... errores en la reexposición de las herramientas del taller. Pero, al menos todavía, no he dicho una palabra acerca de si su doctrina es desviada o canónica, como puede comprobarse. Por lo demás, no me parece oportuno detenerse en la cuestión de qué pueda ser el «error» en filosofía. Creí dejar bien claro que, para lo que nos interesa, sólo podíamos calificar de erróneas las doctrinas de Silverio Sánchez cuando las poníamos «dentro del taller». No sé por qué saca tan pintoresca conclusión. Como si yo, un mero aprendiz, pudiese expedir certificados de expulsión o pudiese arrogarme alguna autoridad distinta a la que tengan mis argumentos.

Silverio, no obstante, en su reciente réplica, se acoge al concepto de «interpretación» –aunque antes dijo que hacía «un poco de todo»– y, entonces, la cosa cambia. Porque, entonces, la cuestión es otra, como indiqué en el artículo anterior. La cuestión es, bajo este supuesto, si su interpretación es canónica o rectificada. Y en eso yo no entro ni salgo, al menos en ese artículo. Pero el caso es que, como Silverio ignora si su interpretación incluye rectificaciones o no: «no hay rectificación intencional por parte mía, pero eso no aseguraría que no la hubiere», tampoco estaría de más, y debería agradecer, que se le echara una mano en identificar los cursos desviados. Y no porque tengamos ningún canon «heredado por alguna vía» sino, simplemente, contrastándola con la interpretación propia... y los demás dirán. Este es el canon.

Examinamos ahora la cuestión de la idea de «Persona» de la que, sin más explicaciones, Silverio nos informa:

«La idea de persona que desarrolla Atilana Guerrero en Filosofía y Cuerpo, haciendo depender a la persona de la sociedad política, dentro de la concepción de las estructuras metafinitas, me parece de interés, pero no veo en dónde entra en colisión con mis análisis. Como tal idea recorre espacios conceptuales muy amplios y puede estar sometida a aplicaciones diversas; si éstas se dieran en contradicción, habría que mostrarlo. Gustavo Bueno utiliza el par persona/ciudadano para asimilarlos respectivamente al par ética/moral, y así lo hago yo. Nadie dice que se agote la idea de persona en ese contraste.»

¿Y soy yo quien distorsiona? Atilana, en su extraordinario trabajo, no sólo trata la idea de persona desde la de sociedad política, sino que tiene en cuenta algo que a Silverio le resbala ampliamente: la transcendentalidad de la idea de persona que –y como con precisión señala Atilana– desborda cada una de las adscripciones parciales (éticas, morales, políticas). Si hemos entendido bien a Bueno (y a Atilana) sólo tras el proceso de holización se puede completar la anamórfosis del individuo en persona. Pero entonces ¿no habrá una colisión violenta entre la tesis de Silverio, según la cual «persona» es un concepto tallado en el recinto de la «ética», y la de Atilana (que es la de Bueno) según la cual la «persona» es transcendental{8}? De todas formas, no existe en la teoría e-p-m de Silverio Sánchez ninguna mención a los análisis de Bueno sobre la idea de «persona». Sólo como parte introductoria menciona esta idea Silverio sobreponiéndola, sin más explicaciones, a la de individuo corpóreo. No obstante, reconozco que en este punto faltan muchos datos para poder señalar errores de Silverio y mi interpretación puede ser un simple malentendido. El profesor Sánchez todavía no se ha detenido a explicar cuál es su concepción de la persona: sólo indica que

«Gustavo Bueno utiliza el par persona/ciudadano para asimilarlos respectivamente al par ética/moral{9}, y así lo hago yo»

¿Podría indicarnos dónde lo hace? Porque no lo he visto en ningún lado. No excluyo, dado lo abultado de su libro (muy a pesar de su afán sintético que le lleva a escribir «fenómenos atributivos» en lugar de la «perífrasis»: «fenómenos enclasados en una totalidad atributiva») que se me perdiera tal cuestión por los recovecos de su teoría e-p-m.

Sobre la idea de «Libertad»:

«Dices que aplico la idea de libertad a los actos éticos, cuando lo que la teoría de Gustavo Bueno defendería es que la libertad es un proceso, no un acto. Quizás lo entendemos de modo distinto y quizás sea yo quien no lo entienda bien. Lo que yo entiendo es que la libertad no puede deducirse directamente de los actos, considerados aislados, sino que hay que deducirla, efectivamente, de un proceso que se gesta dentro de planes generales, la vida entera en el límite como proyecto personal de un sujeto racional inmerso en una sociedad. Pero una vez situados en el interior de ese proceso (y no apelando a la libertad de acción pura, dura y solipsista o a la autodeterminación de un sujeto individual que en sus actos aislados tendría la radical condición de ser libre, porque serían «sus» actos o algo así), entiendo que los actos que se ordenan siguiendo la directriz de ese proceso (que han de darse conteniendo operaciones no sólo de libertad-de sino también de libertad-para) pueden llamarse ellos mismos libres, por esa razón. Se deduce el valor de los actos libres del valor del proceso libre, no al revés. Porque, en definitiva, de modo práctico: si no fuera porque haya de haber una aplicación descendiente que permita hablar de una actividad concreta libre, ¿a qué hablar de libertad?. Quiero recordar también que cuando se habla de libertad en el supuesto de libertad-de no hace falta apelar a ese contexto envolvente y bastaría comprobar la inexistencia de ataduras circunscritas, según entiendo yo.»

Me alegra comprobar que mis críticas (al parecer tan infundadas) sirven al profesor Silverio Sánchez para matizar –y hasta «recular»– sus afirmaciones. Reconozco cierto ingenio para decir lo contrario de lo que, al principio, decía, pareciendo que lo que dice ahora –aun siendo contrario– es consecuencia de lo que dijo antes. Porque antes dijo: «Cuando voto en unas elecciones estoy actuando no sólo éticamente en cuanto que libre...» y, con independencia de lo que ahora aduce, esto sólo puede significar una cosa: que Silverio establece la «eticidad» de la libertad, por un lado, y por otro, la ve actuando en la libertad de elección, en unas elecciones políticas. ¿Y cómo va a ser «ir a votar» un acto ético? La «libertad de votar», que podríamos colocar en el individuo, tiene un carácter político, no ético, aunque esté distribuida en los miembros del cuerpo electoral.

En cualquier caso, sus razonamientos ad hoc no me convencen: efectivamente un acto nunca es libre «en sí», porque la libertad opera a una escala diferente; la escala de las operaciones prolépticas, como muy bien indica ahora Silverio; sin embargo, en su cuadro de la página 102 del libro Jovellanos y el jovellanismo, una perspectiva filosófica, del que nos ocuparemos en próximas entregas, coloca los «actos libres» como términos{10} –en el eje sintáctico del Espacio gnoseológico– y no como operaciones normadas (lo mismo se trata de una errata de impresión). Quedamos a la espera de lo que tenga que decir al respecto. Pero queda claro que el profesor Sánchez asume (pág. 102) que los actos libres o autárquicos (sic) son términos (del eje sintáctico del Espacio gnoseológico) del campo de la Ética y –al margen de la discusión acerca de si la ética tiene o no un campo específico{11}– esto invalida por completo sus nuevas revelaciones en las que afirma que la libertad se da a escala de las clases normalizadas en las que quedan representadas las operaciones prolépticas. ¿En qué quedamos? ¿Son, los actos libres, términos del campo de la Ética u operaciones?

Sobre mi calificación de «dislate» a su afirmación de que la Ética trata sobre «la libertad de expresión» no ha dicho nada.

Para terminar su réplica, el profesor Silverio Sánchez se acoge a su «tetradistinción» (recordemos que yo hablé de dos posibilidades) para decir que, en el fondo, da igual reexponer, que ampliar, que rectificar (¿?) y dice que «se acoge al pluralismo» (¿?) para no caer en el «escolasticismo formalista» en el que, por lo visto, caigo yo. Después me acusa de no argumentar y de enredarme en mis propias disquisiciones y se despide «sine ira...» y brindando por la biocenosis del sistema del materialismo filosófico: el pez gordo...

Es cierto que el primer artículo sobre la crítica a la e-p-m no andaba sobrado de argumentos. Es un artículo proemial. Un aviso para navegantes de lo que vendrá después. Muchas de las argumentaciones que me exige Silverio irán apareciendo a lo largo de estos meses (y algunas más) y tendrá oportunidad de enfrentarse a ellas y sacarme de mi error interpretativo, si así fuese. Yo también soy pluralista. El Materialismo filosófico defiende el pluralismo ontológico de la symploké. Otros pluralismos no sé. Pero no puedo estar más en desacuerdo con su rechazo a la escolástica (formalista no, amigo Silverio: materialista). Esto es una discusión escolástica. Más allá del «taller» (de la escuela-taller) debe tener, más bien, escaso interés. Pero, si ambos estamos –acaso sólo intencionalmente– dentro de la escuela, ¿cómo no va a ser escolástica nuestra discusión, si esta calificación es el mayor elogio que se me ocurre dedicarte? Tu «acusación» de «escolasticismo» no me puede ser más grata. Gracias de corazón y sin pizca de ira.

Caravaca, 29 de enero de 2006

Notas

{1} ¿Han leído sus alumnos de 4º de la ESO el libro Filosofía y cuerpo? ¡Felicidades!

{2} Así entendemos que luego diga que la libertad de expresión tiene una naturaleza ética. En este error –del que ahora quiere evadirse Silverio con este pueril subterfugio de insinuar que yo le malinterpreto y distorsiono sus ejemplos con mala fe para desacreditarle (no se sabe por qué oscuros resentimientos por mi parte)– encontramos su fundamento. Y este error está contenido (acto exercitu) en el ejemplo, le guste más o menos a Silverio.

{3} Es bastante curiosa la forma en la que Silverio se desmarca de sus propios sintagmas: «Cuando ya se ha definido algo previamente o en otros lugares con los oportunos circunloquios, frases conjuntivas, relativas y subordinadas, con todos los matices para no dar ocasión a imprecisiones, entonces ya puede uno partir de la buena voluntad del lector (que no supones que esté a cazarte en sustantivaciones inoportunas) y acortar sus frases diciendo cosas como «los fenómenos atributivos»». Sin embargo, Silverio ¿acaso miente y lo hace a sabiendas?: habla de «fenómenos atributivos» en la página 179 de Filosofía y Cuerpo, en un artículo que comienza en la página 177. En estas dos páginas no existe una sola mención a este asunto mediante «circunloquio, frase conjuntiva, relativa o subordinada» alguna. Ni, por supuesto, mención alguna a la diferencia entre fenómenos y esencias. Yo no voy a «cazar» nadie cual supremo tribunal que con una dosis insoportable de pedantería fuese buscando con lupa pequeños deslices. Más bien mis gafas son muy bastas. Pero el escollo es grande: he buscado, con la mejor de las disposiciones, algún lugar en donde Silverio pudiera matizar, explicar, desarrollar, esta cuestión de los fenómenos atributivos y distributivos sin resultado. Ni antes, ni después he encontrado ningún «circunloquio, frase conjuntiva, relativa o subordinada». Y ya es curioso que ni en el artículo citado ni en las 130 páginas que Silverio dedica a su teoría e-p-m aparezca nada al respecto. Ruego a Silverio que me indique en qué «otros lugares» ha desarrollado esta cuestión porque me los he perdido. No los encuentro por ninguna parte. ¿Es verdad que tendría toda la autoridad del mundo (con canonjía y sin ella) para hablar de fenómenos distributivos, si lo explicara? Por ejemplo: si hubiese dicho individuos atributivos o distributivos o incluso sujetos distributivos o atributivos, la cosa se entiende perfectamente, porque son individuos o sujetos quienes forman las totalidades –en el contexto ético o moral- político–; pero Silverio habla de «fenómenos distributivos y atributivos» en este contexto: «La diferencia entre los fenómenos distributivos y los atributivos nos permite realizar análisis claros aplicables a las relaciones de los scp» y, como se ve claramente, no se refiere a fenómenos insertos en totalidades distributivas o atributivas sino a las totalidades mismas. No dice que «los scp pueden totalizarse de dos maneras» sino que hay fenómenos distributivos o atributivos que «atrapan» (por decirlo así) o se «aplican» a los scp de una forma o de otra. Así la famosa cola del cine es un fenómeno distributivo y el avión, atributivo en la desquiciada (fuera de quicio) ¿interpretación?, ¿reexposición? de Silverio.

{4} Para sugerir próximas acusaciones de Silverio sobre si miro con lupa: esto de que las clases, ordo essendi, determinan las relaciones entre sus partes es puro formalismo (si es que Silverio «interpreta») o un puro disparate (si es que «reexpone»). Otra cosa es que, ordo cognoscendi, el concepto de totalidad, distributivo o atributivo, determine que sus partes mantengan relaciones de un tipo o de otro. Silverio no aclara este extremo en su artículo.

{5} Asunto este tratado extensamente por David Alvargonzález, en la polémica sobre la verdad de las religiones primarias, que habló de conexiones sinecoides entre los ejes angular y circular en el núcleo de la religión. Polémica a la que se asoma ahora, y a estas alturas, Silverio Sánchez diciendo: «Como lector muy interesado de la polémica pero que no he tenido ocasión de mirar con detalle al microscopio he de decir que mis simpatías están con los argumentos y datos aportados por David. Si descubriera algún error de percepción, rectificaría mi apreciación». No sabía yo que los argumentos pudieran ser depositarios de simpatías y antipatías: en todo caso se estará de acuerdo con David o no por las razones que sean. Yo ya expuse las mías. Si Silverio tiene algo que decir al respecto que lo diga. Los argumentos de David me parecen falsos sin que esto merme ni un ápice la simpatía que le tengo a David, pero no a sus argumentos. Los de Silverio, en este asunto, sí que pueden calificarse de «simpáticos» porque no son ni argumentos. ¿A qué viene esta mención de sus preferencias? ¿para fastidiar? Y el remate es espectacular: «Si descubriera algún error de percepción, rectificaría mi apreciación.» Faltaría más.

{6} Te contesto: no, según mi parecer. No se pueden separar los «sujetos éticos» de los «sujetos morales» por muy «combinatoria» que sea la moral. Entre otras cosas por que se trata de los mismos sujetos. No hay relación sinecoide entre las relaciones de sujetos, entendidos como partes de totalidades distributivas (éticos) y las de sujetos, entendidos como partes de totalidades atributivas (morales y políticos). En todo caso habrían conexiones sinecoides entre normas éticas y normas morales o políticas. Pero también esto último suena forzado: la conexión que Bueno denomina «sinecoide» puede referirse, en este contexto, a las relaciones de un individuo con otros (en una ciudad, por ejemplo) con independencia de que sean relaciones de carácter ético, moral o político. El individuo k, inserto en la totalidad C (Ciudad) tiene relaciones con otros individuos (a, b, c, d, ... n) pero no con todos. Este tipo de relación es sinecoide. Pero las relaciones entre normas éticas, morales y políticas no son conmensurables (ver pág. 69 de El sentido de la vida).

{7} Interno a un sistema de referencia y detectable en el mero contraste. Además, en este caso, con claridad meridiana y sin necesidad de poseer el canon de la Academia.

{8} En el sentido que trascendental tiene en el MF como transcendentalidad inmanente o positiva. Es decir: la «persona» es trascendental porque no se agota en una categoría sino que las recorre transversalmente.

{9} ¿Podría decirnos Silverio dónde ha escrito eso Gustavo Bueno?

{10} Desde el punto de vista semántico, pues, en el sector fisicalista y no en el fenoménico ni en el esencial («ontológico» llama Silverio a éste último en el cuadro de marras).

{11} No se preocupe Silverio por la ausencia de argumentación sobre si la Ética tiene o no un campo propio de términos. Un poco de paciencia.

 

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