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El Catoblepas, número 47, enero 2006
  El Catoblepasnúmero 47 • enero 2006 • página 12
Comentarios

Comparaciones impertinentes

Tomás García López

El profesor Alberto Hidalgo se cubre las espaldas
en su retirada hacia la filosofía política idealista

Introducción

He tenido la oportunidad de leer el artículo de Alberto Hidalgo Tuñón, «Crítica al 'pensar' de M. Heidegger desde el Materialismo Filosófico (a propósito de la distinción entre 'Ciencia' 'Weltanchauung' y 'Filosofía')», publicado, recientemente, en la revista del Departamento de Filosofía de la Universidad de Oviedo, Studia Philosophica IV, editada por Julián Velarde Lombraña, José Antonio López Cerezo y Jesús Avelino de la Pienda.

Extra muros universitarios me atrevo a formular algunas objeciones a la nota 2 del citado artículo, en la que el profesor Hidalgo urde una parabólica estrategia para entrar «sin complejos» en la filosofía de Heidegger.

Como desea enjuiciar el «pensar» del filósofo teutón ahuyenta de si los ídolos del reduccionismo sociologista, levantados por Victor Farías en su libro Heidegger y el nazismo, poniéndose del lado de Jacques Derrida y Félix Duque frente a Jürgen Habermas y Ernst Tugendhat en la polémica desatada por el filósofo chileno, de cuyo estado bibliográfico y electrónico el profesor Hidalgo nos informa en esa nota 2.

Pero como quiera que el ejercicio crítico que se propone lo realiza con los instrumentos del Materialismo Filosófico, se ve en la «obligación» de justificar «ceteris paribus» el uso de la filosofía de Gustavo Bueno recurriendo a una parábola contextual.

Si no me equivoco la solapada argumentación, contenida en la nota 2, podríamos ajustarla a la estructura de una parábola: lugar geométrico de los puntos del plano que equidistan de un punto fijo, denominado foco, y de una recta denominada directriz. Se obtiene seccionando un cono cualquiera con un plano oblicuo respecto al eje y que también corta a la circunferencia de la base.

parábola

De entre los muchos tipos de parábolas geométricas tomamos este, con la orientación y la posición del foco y la directriz que proponemos, para la realización de nuestro ensayo geométrico de las ideas contenidas en dicha nota 2.

El foco (F) de la parábola es la cuestión del sociologismo; la posición del autor del artículo es la directriz; en el vértice (V) de la parábola están Derrida y Félix Duque; y el lugar geométrico de los puntos del plano, que equidistan del foco y de la directriz, son los contextos políticos insinuados por el profesor Hidalgo en su comparación: a la derecha del eje de las ordenadas (y) está el carnet nazi de Heidegger y las cuotas que abonó al partido hasta el final de la Segunda Guerra Mundial; a la izquierda, el aznarismo y, lo que es aún peor, el «falangismo» y el «veleidoso belicismo», atributos que le adjudica el doctor Hidalgo al director de su tesis doctoral y mentor universitario Gustavo Bueno por «defender las peregrinas (más que discutibles) y nunca justificadas decisiones políticas, como nuestra participación en la Guerra de Irak»{1}.

Pues bien, con la equidistancia característica de la directriz respecto a los puntos de la parábola el profesor Hidalgo analiza la Filosofía de uno con la del otro: el «pensar» de Heidegger con el materialismo gnoseológico de Bueno, al que cita en siete ocasiones a propósito de cuestiones tales como: el papel de la Filosofía en el conjunto del saber, la identidad sintética, la dialéctica entre la Materia Ontológico General y los Géneros especiales de materialidad.

Dejaré para otra ocasión el comentario de los resultados a los que llega (¡nobleza obliga!), porque en el presente escrito quiero ocuparme, en exclusiva y con valentía, en desmontar el falaz argumento parabólico empleado por Alberto Hidalgo en la nota 2, a la que nos hemos referido (¡lo valiente no quitará lo cortés!).

El punto de arranque de la réplica, (siempre ceñida al contenido de la nota), es el siguiente: mientras que el contexto nazi de Heidegger está documentado por una doxografía, llamémosla mundana, aceptada a regañadientes por el profesorado universitario de vocación heideggeriana, (cosa relativamente frecuente: mutatis mutandi pasa en nuestro país con el libro de Gregorio Morán, El maestro en el erial, que produce urticaria a los profesores orteguianos de la Universidad, como pudimos comprobar en los VI Encuentros de Filosofía en Gijón), las afirmaciones del profesor Hidalgo están desprovistas de soporte doxográfico equiparable y, lo que es aún peor, carecen de fuerza reductora al no fundarse en tratado alguno, por lo que son, a mi juicio, enteramente gratuitas, ad hoc.

En consecuencia la neutral equidistancia en la que pretende situarse el profesor Hidalgo no es posible porque los puntos de la curva izquierda de la parábola no existen y por consiguiente, al no darse la parábola contextual, tampoco puede hacerse comparación simétrica alguna, ya que falta uno de los términos de la relación:

R Î Simétrica = def. "x, "y (xRy → yRx)

Pero es que además la parábola contextual entre Heidegger y Bueno es totalmente imposible, sencillamente porque ni antes (anterioridad próxima: España no entró en la Segunda Guerra Mundial), ni ahora (los intereses españoles en Europa se enfrentan a los franco-alemanes), España y Alemania estuvieron o están en el mismo cono político o filosófico. En cuanto a la anterioridad remota, las guerras de religión entre católicos y protestantes abrieron cursos diferentes tanto en el proceso temporal (génesis) y político (estructura) de constitución de sus respectivos estados, como en la cristalización del contenido (generador/depredador) de sus ortogramas imperiales.

Vaya por delante que nada tenemos que objetar al profesor Hidalgo por el hecho de ocuparse de Heidegger, pero sí indicarle que no necesitaba acudir a la autoridad de los heideggerianos Karl Löwith, Derrida y Félix Duque para limar los prejuicios sociologistas que podrían obstaculizar el trato con su filosofía, porque el propio materialismo filosófico, desde el que piensa contra Heidegger, sitúa el tratamiento del sociologismo en su justo contexto ontológico general crítico: [(E Ì M2) Ù (M2 Ì E)], determinación especial resultante de la sustitución de la variable M del Materialismo Ontológico General por el valor especial M2.

Pues bien, precisamente desde esa fórmula, tenemos que advertir al profesor Hidalgo que acaso Félix Duque y su admirado Kart Löwith estén ejercitando la alternativa ontológica al sociologismo, es decir el subjetivismo, («A este respecto, he de confesarles que, si tengo desde luego por correcta la indicación de Kart Löwith, a saber: que el peculiar nacionalismo profesado por Heidegger hunde sus raíces más profundas en su propia filosofía, me parece en cambio insensata la propuesta inversa, es decir : que la filosofía heideggeriana, sea nazi-fascista, o sea que se explique desde y se agote en las doctrinas oficiales nacionalsocialistas»...{2}), que desde la óptica del materialismo sociológico no sirve como crítica al reduccionismo sociologista porque: «hay formaciones sociales en las cuales las relaciones sociales entre los hombres permanecen al margen de la conciencia»{3}, incluida la peculiar conciencia y el peculiar nacionalismo del propio Heidegger.

Tomemos ahora la parábola geométrica como plano para la construcción de una estructura arquitectónica parabólica. Por ejemplo un esbelto arco parabólico sustentado por dos columnas corintias, una de las cuales se ha levantado con ingredientes inadecuados. Resultará que la parábola arquitectónica se derrumbará por falta de racionalidad al no resistir toda la estructura el peso de los materiales.

Esto es lo que ocurre, «ceteris paribus», en el caso que nos ocupa.

1. La basa de la argumentación parabólica

Comencemos por la basa de la columna defectuosa del arco parabólico urdido por el profesor Hidalgo: admite que en la defensa de la veleidosa y nunca justificada decisión bélica del gobierno de Aznar, Gustavo Bueno utiliza «argumentos extraídos de su filosofía política y de su potente reelaboración de la idea de imperio»{4}.

La primera consecuencia que se desprende de este comentario es que al reconocer la potencia de la filosofía política de Gustavo Bueno admite, naturalmente, que él no dispone de una teoría alternativa que sea al mismo tiempo reductora. Y la segunda es una incongruencia manifiesta: ¿Cómo es posible que el profesor Hidalgo no haya reparado en que la potencia de la idea de imperio está en función, precisamente, de la teoría de la guerra que contiene?

Así que mientras el profesor Hidalgo no disponga de una teoría alternativa capaz de reducir a la del filósofo Gustavo Bueno, sus reproches políticos al autor del Ensayo sobre las categorías de las «Ciencias Políticas» y de La vuelta a la caverna son simples balbuceos impotentes y acaso interesados.

Esperamos, no obstante, que su posible teoría resulte más presentable que la esbozada por él en su artículo Kant y el terrorismo{5}, verdadero pastiche de filosofia política neokantiana, en el que, por ejemplo, el conflicto político-militar de Irak es reducido a una cuestión antropológica (fundamentalismo religioso de Bush II), o psicológica (hybris yanki de Bush II); y sea capaz de explicar, más allá de los simples pretextos de iniciación bélica, ésta y otras guerras como, (y sin necesidad de salirnos de este escenario geopolítico), la Guerra del Golfo, en la que el socialdemócrata Felipe González nos metió, realmente, en la estrategia militar de Bush I, enviando en agosto de 1990 la fragata Santa María y las corbetas Descubierta y Cazadora a la zona del conflicto; o las réplicas posteriores del socialdemócrata Bill Clinton con bombardeos sobre el mismo escenario; la intervención soviética y posteriormente americana en Afganistán; o cambiando de época histórica, la invasión de Mesopotamia realizada veinticuatro siglos antes (330 a.C.) por Alejandro Magno, o la posterior ocupación romana de las tierras bañadas por los ríos Tigris y Eufrates efectuada, a principios del siglo II de nuestra era, por el Emperador Trajano, nacido en la Provincia hispano-romana de Itálica en el año 53. Y volviendo al lugar de los hechos de partida para cerrar esta enumeración, una teoría, profesor Hidalgo, que pueda dar cuenta de las curiosas alianzas que se dieron en la guerra de Irak: ¿por qué el socialdemócrata Tony Blair secundó la política militar de Bush II en Irak y el conservador Chirac no?

Alejandro Magno se enfrenta a Darío III, según un mosaico de Pompeya

En fin, que mientras esto no ocurra tendremos las aseveraciones del profesor Hidalgo contra el filósofo Gustavo Bueno como importunas (ineptas), ¿no es un puro descaro acusar de veleidad a quien tiene estos asuntos bien trabados, precisamente por medio de su «potente» teoría del imperio, sin disponer él de una teoría alternativa? ¿qué pueden valer las opiniones de quien no tiene el razonamiento fundado en la causalidad histórica contra el autor de una construcción potente, sólida y sujeta por la secuenciación causal?... «Porque en efecto también las opiniones verdaderas, mientras permanecen quietas, son cosas bellas y realizan todo el bien posible; pero no quieren permanecer mucho tiempo y escapan del hombre, de manera que no valen mucho hasta que uno no las sujeta con una discriminación de la causa»{6}.

En espera, pues, de que el profesor Hidalgo nos muestre su doctrina, «bien sujeta», sobre la guerra y el imperio me arriesgo a ensayar la siguiente hipótesis acerca de su «pensar» en cuestiones bélicas: a juzgar por la expresión «nunca justificadas», con la que Alberto Hidalgo califica las decisiones políticas del gobierno Aznar respecto a la guerra de Irak. Sospechamos que esté operando con un esquema armonista de conexión entre la política y la moral según un concepto trascendental de justicia. Pero semejante conexión es propia del idealismo kantiano que, en rigor, es una falsa teoría de la política, de la guerra y de la paz, derivadas de ella, y de la Historia, precisamente por su formalismo moral.

Naturalmente que la guerra de Irak, y cualquier otra, carecen de justificación ética, pero tampoco cabe hablar de justificaciones morales a la manera de Vitoria, (aunque no estaría de más, para el caso que nos ocupa, recordar aquí el Titulo decimoquinto: «Otro título puede existir, fundado en la tiranía de los señores de los bárbaros o en el carácter inhumano de leyes que entre ellos imperen en daño de los inocentes»...{7}, por el que Francisco de Vitoria justifica la intervención imperial).

Trajano. Museo Capitolino, Roma

La Explicación materialista de la guerra tiene que fundarse, a mi juicio, en una concepción materialista de la política, en virtud de la cual la concatenación diamérica de conflictos basales (lucha económica por la vida productiva, incremento de mercados...), conflictos conjuntivos (desavenencias objetivas entre gobernantes, ejecutivos, dirigentes, líderes, jueces...), y conflictos corticales (tensiones fronterizas, armamentísticas, diplomáticas...) entre los estados en litigio; conflictos entrelazados, a su vez, también diaméricamente, por componentes antropológicos radiales (acceso a las fuentes de energía, salida al mar, control de puertos, de golfos o de pasos naturales..., &c.), circulares (seguridad, comunicación, alteración de los precios del mercado...) y angulares (religiosos, numinosos...), pueden desembocar, inevitablemente, en un enfrentamiento armado como una consecuencia política; y fundarse, además, en una concepción materialista de la historia, por medio de la cual el tratamiento de un acontecimiento bélico del presente tiene que hacerse desde la cristalización geopolítica, geoestratégica y armamentística de la anterioridad, por lo que es pura «ciencia de visión» adelantarse a la posterioridad.

Por consiguiente la causalidad histórica, así entendida, excluye la metafísica del «desarme perpetuo» y de la «libertad global», y reduce expresiones tales como: república mundial, ciudadanía mundial, orden cosmopolita, Estado europeo unificado, comunidad universal cosmopolita, hospitalidad incondicionada..., en las que la mundialización y la globalización se funden y confunden, a fórmulas propias de la razón vulgar, por mucho que los idealistas del presente quieran convertir en ideas reguladoras o ideales de la razón pura-práctica, porque son, en realidad, derivados de la Paz Perpetua de Kant , y por consiguiente episodios degenerados de su razón práctica vulgar.

En otro orden de apareamientos filosóficos: si estos ideales de la razón vulgar están exentos de la causalidad histórica, ¿qué diferencias materiales hay entre ellos y los expuestos, recientemente, por el Papa Benedicto XVI en su bendición Urbi et Orbi?: «Una Humanidad unida podrá afrontar los numerosos y preocupantes problemas del momento actual: desde la acechanza terrorista a las condiciones de pobreza humillante en la que viven millones de seres humanos, desde la proliferación de armas a las pandemias y al deterioro ambiental que amenaza el futuro del planeta»...{8}.

Benedicto XVI

Desde las coordenadas del materialismo la única paz posible, políticamente hablando, es la paz de la victoria, las alianzas lo tienen que ser entre estados soberanos, el límite de la guerra es la destrucción masiva, la «guerra fría» una alternativa ocasional, y la libertad tiene que ser libertad realizada dentro de un estado bien armado y bien defendido.

Según estos principios quedarán políticamente desautorizados aquellos ministros de defensa que prefieran morir antes que matar al enemigo, o eliminar el vocablo «guerra» de los textos constitucionales; quedarán también desautorizados aquellos presidentes de gobierno que buscan denodadamente la irrealizable «Alianza de Civilizaciones» para llevarnos al País de las Maravillas.

En conclusión: si el profesor Hidalgo no presenta esa teoría reductora que le demandamos, estaremos autorizados para colocarlo tras las pancartas del pacifismo ético del «no a la guerra».

2. El fuste de la argumentación parabólica

Del análisis de los materiales del fuste de la columna defectuosa (siguiendo con la metáfora de la parábola arquitectónica), se desprende que no son de mejor calidad que los de la basa.

En efecto, al calificar de peregrinas (más que discutibles), es decir insólitas, raras, discutibles por desacertadas, las decisiones políticas del gobierno anterior en torno a la guerra de Irak, que el filósofo Gustavo Bueno, según él, defendió, y hacerlo con la seguridad arrogante de un sofista, el profesor Hidalgo parece estar diciéndonoslo desde el púlpito de la ciencia de visión.

¿No incurre aquí el profesor Hidalgo en petulancia (petulantia), otra de las acepciones del término latino impertinens, al pretender aleccionar al filósofo Gustavo Bueno con ciencia histórica de visión?

¡Profesor Hidalgo, sólo la posterioridad histórica determinará si tales decisiones fueron menos o más acertadas que las tomadas por el gobierno Zapatero al desertar y llamar a la deserción a otros estados en la guerra de Irak!

Cabe, no obstante, otra hipótesis: ¿no será, tal vez, que el profesor Hidalgo nos esté haciendo estas advertencias desde la región de las «Babias»{9} del «País de las Maravillas»{10}.

3. El capitel de la argumentación parabólica

Las filigranas decorativas del capital corintio de la columna defectuosa se desmoronan ellas solas por falta de solidez.

En efecto, las insinuaciones de falangismo: «creer que el materialismo filosófico de Gustavo Bueno es aznarista o, peor aún, que es ideológicamente heredero de la Falange Española de las JONS por el hecho de que su autor haya llevado camisa azul en su juventud»...{11}, son fragmentos insidiosos ad hoc de su argumentación parabólica. Frente a ellos puedo presentar yo los contrarios, contrarrestando así el efecto ad hominem: mientras el profesor Hidalgo acomodaba su tránsito de la vida religiosa (Escolasticado) a la vida civil (Universidad) fuimos muchos los militantes del Partido Comunista de entonces, entre los que me encontraba, los que recibimos el impulso filosófico decisivo del entonces profesor Gustavo Bueno para luchar, hasta el punto de perder nuestra «libertad de», contra el sindicato vertical de la Falange.

Ahora bien, tanto las intrigantes insinuaciones, hechas por el profesor Hidalgo sobre el falangismo de Gustavo Bueno, como la confesión autobiográfica acerca de mi estancia en la cárcel y en las comisarías franquistas por el hecho de haberme enfrentado al sindicato falangista con el aliento del profesor Gustavo Bueno, son meros razonamientos subjetuales.

El argumento de peso que tenemos que esgrimir aquí es el siguiente: Gustavo Bueno se liberó del yugo falangista-germanófilo, impuesto sociológicamente por el régimen de Franco (materialismo sociológico), en virtud de su, entonces, embrionaria teoría materialista de la paz de la victoria.

En efecto, el estallido de las bombas atómicas Little Boy y Fat Man sobre Hiroshima y Nagasaki, los días 6 y 9 de agosto de 1945 respectivamente, dirigidas contra el eje Berlín-Roma-Tokio, abrió los ojos a muchos españoles dormitantes, entre ellos los de Gustavo Bueno, porque se trataba de unas apariencias veraces: la agonía y muerte del imperio nazi alemán y el nacimiento del imperio comunista de la Unión Soviética que, en virtud de la ley histórica de la unicidad imperial (Alejando Magno o Darío; Carlos I de España y V de Alemania o Francisco I: «mi primo y yo estamos siempre de acuerdo, ambos queremos Milán»; Napoleón o Federico Guillermo III), se enfrentó en larga guerra fría al ya «crecido» imperio norteamericano, señor y dueño de la mejor tecnología armamentística. En esa coyuntura tuvieron sentido las campañas a favor del desarme porque era la táctica adecuada para el rearme de la Unión Soviética en vías de constitución y asentamiento estratégico-militar.

Desde este argumento objetivo e histórico puede que se explique mejor mi «confesión» que su «insidiosa insinuación».

Llegados a este punto resulta curioso constatar que la aureolar socialdemocracia española, empeñada en llevarnos al «sublime» corazón de Europa, en pedante y ridícula expresión organicista del presidente Zapatero, para referirse al eje franco-alemán, no se ha desprendido aún del yugo germanófilo de herencia orteguiana.

No está de más recordar al profesor Hidalgo que otro de los yugos franquistas, y no de menor gravedad que el falangismo, fue la filosofía escolástica ejercitada y administrada, de la que él se desligó con el auxilio de la filosofía de Gustavo Bueno. Por lo que podemos inferir que tanto la camisa azul como los hábitos de misionero se pusieron y se quitaron por imperativos sociológicos y filosóficos. Esto hace que dichos asuntos no puedan esgrimirse como pruebas sustantivas de cargo porque, sencillamente, «el hábito no hace al monje».

Años más tarde los mismos comunistas que sufrimos la represión franquista tuvimos que enfrentarnos a la socialdemocracia liderada por Felipe González con motivo de una cuestión militar: la entrada de España en la OTAN. De esa batalla, que estuvimos a punto de ganar, surgió Izquierda Unida, verdadera alternativa política al «socialismo felipista» para la democracia española realmente existente.

De nuevo contamos con el estímulo y la colaboración del filósofo y profesor Gustavo Bueno.

Gustavo Bueno en una asamblea celebrada a las siete de la mañana en la mina, contra la OTAN, 6 marzo 1986

Pero el desmoronamiento de la URSS y la caída del muro de Berlín cambiaron drásticamente la realidad geopolítica y, en consecuencia, modificaron los parámetros funcionales para determinar la praxis de las izquierdas definidas dentro de cada estado.

En función de esta óptica política cabría hacerse la siguiente pregunta: ¿a qué estrategia imperialista puede estar secundando el pacifismo ético del «no a la guerra»?, (ya que, naturalmente, desde el materialismo político es inadmisible la existencia de una paz pura dentro de una razón pura-práctica), ¿a la del imperio musulmán con base en el rearme atómico iraní? ¿a la explosión definitiva del imperio chino?

Volviendo al asunto de la OTAN, todos los simpatizantes del «quinto género de izquierda definida»{12} comprobamos asombrados la veleidad de la socialdemocracia española, encabezada por Felipe González y Javier Solana, en esa cuestión militar: de un «OTAN, de entrada no» pasó a dirigir los bombardeos finales en la guerra de los Balcanes sin el «visto bueno» de la ONU, (certificado de «legalidad» que el PSOE y la farándula acompañante reclamó, dicho sea de paso, como requisito indispensable para «legitimar» la guerra de Irak), para liquidar lo poco que quedaba del imperio comunista yugoeslavo.

Mutatis mutandi, igual comportamiento veleidoso se repite ahora en relación a su postura respecto a la guerra de Irak: ¿Qué hacía la fragata Álvaro de Bazán, según mostraron apariencias veraces, en aguas del Golfo Pérsico acompañando al portaaviones Roosevelt entre los meses de octubre y diciembre de 2005, después de la exacerbada demagogia que el lider de la socialdemocracia española, Sr. Rodríguez Zapatero, utilizó contra el entonces presidente José María Aznar por el envío, en misión «humanitaria», del buque Castilla en el mes de julio de 2003, una vez decretado el armisticio, con el fin de contribuir al despliegue de la OTAN en la zona; y de la excesiva vanidad del ministro de Defensa Sr. Bono al «autoconcederse» una medalla al mérito militar por retirar las tropas de Irak, es decir desertar en estricto sentido militar?

Misión «doctrinal y de adiestramiento»{13}, contesta el almirante jefe del Estado Mayor de la Armada, Sebastián Zaragoza.

Pero Sr. Zaragoza: ¿tiene eso algo que ver con acción de guerra alguna?

Es ahora la Vicepresidenta Sra. Fernández de la Vega quien, en conferencia de prensa, posterior a la reunión del Consejo de Ministros, suministró la versión oficial del Ministerio de Defensa: la fragata en cuestión «no ha participado en ninguna acción de guerra ni en Irak ni en ningún otro lugar»{14}.

En las palabras de la Vicepresidenta está la «prueba del delito»: la negación de un juicio universal negativo (E), equivale a un juicio particular afirmativo (I), (no, ninguna = alguna; ni, ningún = algún), que expresado con el lenguaje de la Lógica Matemática sería: ¬ (("x (Px → ¬Qx)) º $x (Px Ù Qx).

fragata española colabora en la guerra que mantiene EEUU en Irak

Por consiguiente, una de dos: o la Sra. Fernández de la Vega y el Sr. Bono estudian Lógica, o leen a Platón y a Maquiavelo para ejercitar con mayor solvencia la mentira política.

Esta falsa conciencia sobre la guerra y la paz recuerda mucho la moral hipócrita y oportunista de Kant en La Paz Perpetua, opúsculo escrito en 1795, con el que el filósofo prusiano quiso sellar, ideológicamente, la ventajosa paz que Prusia había conseguido en el Tratado de Basilea, en abril de 1795, con los franceses, y dar a esa ventaja «status» de perpetuidad{15}.

Pero como no hay mal que por bien no venga, de todas estas experiencias somos muchos los comunistas de entonces los que hemos aprendido algunas lecciones básicas:

La primera, que la relación derecha/izquierda es trimembre, requiriendo un centro como parámetro, y por eso es un error de principiantes operar con ideas sustantivas de izquierda y derecha política, porque su configuración está en función de los valores que vayamos dando a cuestiones tales como, el estado (¿por qué es más de izquierdas el federalismo político que el jacobinismo?), las relaciones internacionales (¿por qué es más de izquierdas estrechar relaciones con Marruecos que con los Estados Unidos?), el Plan Hidrológico Nacional (¿por qué es más de izquierdas la apropiación autonomista del agua que su distribución estatal?), los planes de estudio (¿por qué es más de izquierdas defender la promoción de curso escolar con tres asignaturas suspensas que exigir al alumno que las apruebe todas para pasar?), la ética (¿por qué es más de izquierdas admitir el equívoco semántico «matrimonio homosexual» que la expresión, más adecuada, de «unión civil entre homosexuales»?), la moral (¿por qué es más de izquierdas hacer cumplir con rigidez la «ley seca del tabaco» a los adultos «laborantes» que acabar con la permisividad complaciente ante la «ley mojada» del «botellón» para adolescentes?)...&c. Es necesario, pues, disponer de una «dirección recta» paramétrica.

Julio Anguita, el anterior coordinador de Izquierda Unida, ejercitó esta teoría funcional de la política a través de su célebre eslogan: «programa, programa, programa», aunque ello le acarreara la descalificación permanente por parte del arrogante socialdemócrata Felipe González, que le acusaba de hacer «política de pinza» con el Partido Popular.

La segunda de las lecciones que hemos aprendido es la imperiosa necesidad de triturar «el mito confusionario e ideológico de la izquierda», con el que la socialdemocracia española ha vuelto a levantar cabeza, para situar los comportamientos materialistas en su justo contexto político y filosófico.

Y la tercera lección es que con esta veleidosa socialdemocracia española, sus eclécticos e indefinidos acólitos interesados, sus ONG y la farándula que los acompaña no podemos dar, hoy por hoy, un solo paso adelante y dos atrás.

Podríamos ampliar la casuística sobre la versatilidad de la socialdemocracia española «ad infinitum». Valgan los siguientes ejemplos como muestra: el contraste entre las disculpas oportunistas, ofrecidas por el ministro de Defensa José Bono, recurriendo a la doctrina kantiana del uso público de la razón por parte de los militares, adornándose así con las «flores» de la Ilustración, cuando el Jefe del Estado Mayor de la Defensa, Félix Sanz Roldán tuvo a bien hacer un comentario sobre el artículo 2 de la Constitución española{16}, y la aplicación, a rajatabla, del artículo 7 de la Ley Orgánica del Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas{17} al teniente general D. José Mena Aguado por hacer algo parecido con respecto al artículo 8 del mismo Título preliminar de la Constitución{18}; o en relación a otras cuestiones: la mutación económica en materia de fusiones empresariales (el socialista José Blanco alentó a los sindicalistas de Sintel contra la unificación monopolista de Endesa e Iberdrola en el 2003, sin embargo ahora todos los cuadros directivos socialistas cierran filas en torno a los informes elaborados por la Comisión Nacional de la Energía, presidida por la socialista Maite Costa, favorables a la OPA de Gas Natural sobre Endesa), el cambio de parecer respecto a la defensa de la unidad vertebradora del Archivo de la Guerra Civil de Salamanca, (del que el actual ministro de Trabajo, el salmantino Sr. Caldera, no quiere hablar), la paralización del trasvase del río Ebro dentro de un plan hidrológico vertebrador, que la socialdemocracia española había defendido, siendo ministro el Sr. Borrell, &c.

Asuntos todos ellos de radiante actualidad, que corroboran la tendencia al comportamiento voluble del PSOE, rasgo propio de un partido oportunista y pragmático, (heredero del revisionismo de Eduard Berstein respecto a la revolución marxista, y del «intrigante hacer» de Karl Kautsky contra Rosa Luxemburgo).

Al igual que aquellos políticos alemanes, los líderes socialistas de hoy carecen de criterios materialistas sólidos, por lo que tienen que recurrir al oportunismo ideológico del «pensamiento débil».

Esta característica, unida al eclipse manifiesto de honradez, que apreciamos con toda nitidez durante la década felipista, y que, según todos los indicios veraces, parece alargarse a los tiempos marrulleros del ministro Montilla, hace que nos hayamos apartado, a toda máquina, de su órbita.

Encaramados y a punto de saltar de este tercer elemento de la débil columna parabólica, no nos queda más remedio que calificar de insulsitas, tercera acepción de impertines, la insinuación de falangismo que el profesor Hidalgo lanza sobre el filósofo Gustavo Bueno. ¿qué joven en la España franquista no tuvo, necesariamente, alguna relación, en unos casos oblicua con el Frente de Juventudes, en otro de manera recta con Seminarios, Escolasticados u otras instituciones eclesiásticas, o viceversa?

4. Concluyendo

No hay parábola arquitectónica contextual entre Heidegger y Bueno porque: ni la invasión hitleriana de Europa es equiparable a la ocupación anglo-norteamericana de Irak, (ésta tiene, a mi juicio, más que ver con la invasión de Mesopotamia hecha por Alejandro Magno o Trajano); ni Hitler se puede comparar a Aznar, salvo que se haga de forma torpe y malintencionada; ni el probado nazismo de Heidegger es semejante a la tangencial relación de Bueno con la Falange; ni la débil filosofía espiritualista de Heidegger, desde la que es imposible discriminar estos pormenores políticos e históricos señalados, tal vez por su inmersión en la «paz de la derrota», es homologable a la potente filosofía política y de la historia de Gustavo Bueno.

El truco psicológico de asociación por contigüidad empleado por el profesor Hidalgo: (Hitler – Segunda Guerra Mundial – nazismo – Heidegger) / (Aznar – Guerra de Irak – falangismo – Bueno), dirigido al público universitario, ha quedado desenmascarado, y, por consiguiente, seriamente comprometido su argumento parabólico hasta el punto de resultar impertinentes (del latín impertinens–entis) todas sus insinuaciones.

Alejandro Magno

5. Dualismo filosófico

Sorprende también el dualismo filosófico ejercitado por el profesor Hidalgo. Opera con las doctrinas del materialismo filosófico de Gustavo Bueno en su artículo «Crítica al 'pensar' de Heidegger desde el materialismo gnoseológico» (notas 41, 42, 43, 44, 45 y 46) para situar gnoseológica y antológicamente tanto a Heidegger como a Dilthey, sin embargo parece atragantársele el materialismo político del filósofo riojano en su escrito «Kant y el terrorismo» y en la ya comentada nota 2 del artículo anterior.

Vaya esta consideración genérica como adelanto de lo que «por cortesía» haré cuando analice ambos textos.

Pero no puedo por menos que apuntar aquí lo paradójico que resulta este comentario emitido por el profesor Hidalgo sobre la obra de Gustavo Bueno La vuelta a la caverna: Terrorismo, Guerra y Globalización:

«En este punto, no sólo merecen atención contribuciones como el libro de Gustavo Bueno sobre Terrorismo, Guerra y Globalización, que, incluso pretendiendo desmarcarse de la estela kantiana, vuelve a ella como las moscas, al menos, por lo que respecta al formato lógico de su planteamiento...»{19}.

Dejando a un lado el irrespetuoso simulacro de fábula en el que mete al filósofo Gustavo Bueno, se me ocurren varias preguntas que hacer al profesor Hidalgo:

¿Se ha tomado la molestia de estudiar la «Confrontación de las doce tesis características del sistema del Idealismo trascendental con las correspondientes tesis del Materialismo filosófico»?{20}

Si no lo ha hecho todavía le propongo que repare, especialmente, en la tesis 6: El dualismo especulativo/práctico.

¿No será él una de las moscas que se acercan al dulce encanto del pacifismo kantiano?

«A un panal de rica miel / dos mil moscas acudieron» (decía Samaniego en su fábula).

Creo que se trata de otra estrategia parabólica con la que el profesor Hidalgo se cubre las espaldas en su retirada hacia la filosofía política idealista de Kant y los neokantianos para poder mantener ese dualismo filosófico vergonzante entre la gnoseología y la política.

6. De la parábola geométrica a la parábola bíblica

Cabe, no obstante, ensayar con los significados bíblicos del término parábola (del hebreo mashal), para entender el sentido «profundo» de las insinuaciones parabólicas del profesor Hidalgo:

¿Son, acaso, proverbios a la manera de los litigios de Salomón: «Defiende tu pleito contra tu adversario / pero no descubras el secreto de otro»{21}, o de la ordenación de su reino: «Ahora Yavé, mi Dios, me ha dado la paz por todas partes; no tengo enemigos ni querellas»{22}. O, más bien, repuestas proverbiales cargadas de santa paciencia: «jamás mis labios proferirán falsedad ni mi lengua musitará una mentira»{23}?

¿O, tal vez, una parábola de burla y desprecio: «En aquel día se compondrá una sátira sobre vosotros / y se cantará una elegía...»{24}?

¿O, en fin, una narración para exponer al vivo una verdad de un orden más elevado: «Acercándose los discípulos le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas? Y les respondió diciendo: A vosotros os ha sido dado conocer los misterios del reino de los cielos; pero a esos no.»{25}

En cualquier caso creo que el profesor Hidalgo no necesitaba hablarnos con parábolas, ni dar «golpecitos bajos» a quien ha sido su maestro y director, para franquearse la entrada a la caverna heideggeriana y al cielo kantiano.

Final

De este lance, unido a otros similares, y de mi experiencia universitaria, como estudiante y como miembro de instituciones coordinadoras y correctoras de pruebas de acceso de estudiantes a la Universidad en las Facultades de Filosofía de las Universidades de Oviedo, Valencia, Madrid y Barcelona, he llegado a dos conclusiones que bien podríamos elevar al rango de verdaderas leyes pragmáticas de régimen universitario:

1º. La primera es de carácter general y se refiere al proclamado «paraíso de los filósofos o paraíso heideggeriano», y dice así: Todo profesor universitario de Filosofía tiene que demostrar, antes o después, algún tipo de trato con la filosofía de Heidegger, si quiere ganarse el reconocimiento de sus colegas. De lo contrario corre el peligro de ser excluido de la casta filosófica de orden superior, concebida como la primera emanación del Uno filosófico, o el primer analogado de la Filosofia, según sea el enfoque metafísico que se adopte; y en consecuencia quedar apartado de las instituciones introductorias de aprendices, neófitos o novicios, candidatos a formar parte del «círculo cultural filosófico universitario» o, lo que es aún peor, ser rebajado a la condición de filósofo degenerado, es decir latino.

2º. La segunda ley es de carácter particular y tiene que ver con el magisterio filosófico de Gustavo Bueno: Varios son los alumnos del «padre» del Materialismo Filosófico que, después de haber realizado su tesis doctoral bajo su dirección, haber publicado importantes trabajos desde la óptica de su sistema filosófico, haber promocionado académicamente auspiciados por él, llegado el momento oportuno, una vez instalados, burocráticamente, en la Universidad, emprenden alguna maniobra de emancipación, recurriendo a estrategias de enfrentamiento al maestro que se mueven en el reino de las apariencias administrativas, políticas, psicológicas...

Desde luego, esta aún por ver una verdadera oposición filosófica al Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno entre ellos, que suponga la aparición de un sistema de pensamiento alternativo y reductor.

Mientras eso no ocurra tenemos que concluir que estamos ante episodios ideológicos de «conciencia desventurada».

Notas

{1} Alberto Hidalgo, «Crítica al 'pensar' de Heidegger desde el Materialismo Gnoseológico», Studia Philosophica IV.

{2} Ibid., pág. 78.

{3} Gustavo Bueno, Ensayos Materialistas, Taurus, pág. 107.

{4} A. Hidalgo, «Crítica al 'pensar'...», pág. 79.

{5} A. Hidalgo, «Kant y el terrorismo», Boletín nº 4 de la SAF, págs. 102 a 113. Escrito con el que pretende maquillar el formalismo moral kantiano para blanquear el sepulcro politico de Kant. También por «cortesía» nos ocuparemos en otra ocasión de él.

{6} Platón, Menón, Gredos, 98 a.

{7} Francisco de Vitoria, Relecciones sobre los indios y el Derecho a la Guerra, Espasa Calpe, pág. 101.

{8} Joseph Ratzinger, «Mensaje de Navidad», El Mundo, 26 de diciembre de 2005, pág. 22.

{9} Ver artículo de Pedro Insua, «España en Babia, un año después», El Catoblepas, nº 38, pág. 1.

{10} Ver artículo de Gustavo Bueno, «Pensamiento Alicia», El Catoblepas, nº 45, pág. 2.

{11} A. Hidalgo, «Crítica al 'pensar'...», pág. 78.

{12} Gustavo Bueno, El mito de la Izquierda, Ediciones B, pág. 210.

{13} El Mundo, La Crónica de León, 28 de diciembre de 2005, pág. 54.

{14} El Mundo, 31 de diciembre de 2005, pág. 17.

{15} Tomás García López, «Kant: Paz Perpetua y pena de muerte», El Basilisco, nº 35.

{16} «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.»

{17} Es falta leve «expresar públicamente opiniones que supongan la infracción del deber de neutralidad en relación con las diversas opciones políticas o sindicales».

{18} «Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército de Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.»

{19} A. Hidalgo, «Kant y el terrorismo», Boletín Nº 4 de la SAF, págs. 107-108.

{20} El Basilisco, nº 35.

{21} Proverbios 25, 9. Sagrada Biblia, BAC vigésima novena edición, pág. 1170.

{22} I Reyes 4, 32. Ibid., pág. 395.

{23} Job 27, 4. Ibid., pág. 671.

{24} Miqueas 2, 4. Ibid., pág. 1112.

{25} San Mateo 13, 10. Ibid., pág. 1170.

 

El Catoblepas
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