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El Catoblepas, número 42, agosto 2005
  El Catoblepasnúmero 42 • agosto 2005 • página 19
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La economía del fraude inocente

Sigfrido Samet Letichevsky

El último libro de Galbraith es como un resumen de sus obras anteriores y plantea cuestiones que estimulan la reflexión, aunque sus creencias parecen ancladas en la época exitosa del keynesianismo

John Kenneth Galbraith, en su larga vida, ha escrito muchos libros, algunos tan exitosos como La Sociedad Opulenta (1958) que tuvieron gran influencia en la opinión pública mundial. En las solapas lo presentan como uno de los más grandes economistas de nuestro tiempo. Además tiene una gran simpatía y parece pletórico de afecto y de bondad.

Su libro más reciente fue publicado en 2004 (ref. 1) y parece una especie de resumen de los anteriores. Galbraith se desempeñó durante cincuenta años como economista (y como diplomático: embajador en la India). Sus publicaciones más técnicas no son conocidas en España; sus libros populares divulgan ideas de Keynes y observaciones de gran interés de otros autores, pero, en mi opinión, no se pueden considerar contribuciones significativas a la Economía Política. Eso no quiere decir que carezcan de interés, todo lo contrario; por eso vale la pena comentar algunas cuestiones que surgen a lo largo de la lectura de La economía del fraude inocente.

¿Hay mercado bajo el socialismo?

En pág. 22 dice: «En todos los países, incluidas la antigua Unión Soviética y la China comunista, como todavía la llaman algunos, los mercados han desempeñado un destacado papel.»

Al decir que «todavía» algunos llaman comunista a la China, entiendo que quiere decir que ya no lo es (ya que su economía se ha abierto al capital privado). En cuanto a la Unión Soviética, el mercado cumplió la importante función de hacer llegar a los consumidores los (pocos) bienes producidos. Pero un verdadero mercado tiene una función aún más importante (con vistas a la continuidad de su funcionamiento): dar lugar a la formación de precios. Eso no sucedió en ningún país socialista y fue la principal causa de su desaparición. Como escribió Von Mises (ref. 2, pág. 126): «Sin cálculo económico no puede haber economía». Y en pág. 138: «Donde no hay mercado no pueden formarse precios y sin formación de precios no hay cálculo económico». Y sin cálculo económico, la asignación de recursos es arbitraria y conduce necesariamente al despìlfarro de capital, ya que (pág. 122): «(...) si dadas las condiciones de cambio que reinan en el mercado, no puede aplicarlo en forma de hacer lucrativa la producción, ello demuestra que existen otros procesos que permiten sacar mejor partido de los medios de producción que se han tomado en cuenta.»

Dice Galbraith en pág. 32: «La creencia en una economía de mercado en la que el consumidor es soberano es uno de los mayores fraudes de nuestra época. La verdad es que nadie intenta vender nada sin procurar también dirigir y controlar su respuesta.»

Por supuesto que todo vendedor procura dirigir y controlar la demanda. Pero aún en industrias de gran magnitud, como la automotriz, hay competidores. La propaganda cumple una función informativa, pero el comprador decide. En EE.UU. los compradores se orientaron hacia los coches pequeños, y hay un gran interés por los de origen japonés. El productor tiene recursos y las características que dice Galbraith. Pero, como es lógico, las utiliza para complacer a los consumidores. ¿Qué sentido tendría remar a contracorriente?

En pág. 39 dice que «Mientras el trabajo se considera esencial en el caso de los pobres, el que los ricos se liberen de él es visto como algo encomiable».

Antiguamente la riqueza era hereditaria y sucedía lo que dice Galbraith. Actualmente apenas quedan herederos; casi todos los millonarios han construido su fortuna (satisfaciendo las necesidades y gustos de los consumidores). El hombre más rico del mundo es Bill Gates, que hizo su fortuna (y la de sus socios y muchos empleados) desarrollando el software gracias al cual podemos utilizar esa maravilla que es Internet, una revolución mucho mayor que la invención de la imprenta (de la que aún no se han agotado sus consecuencias).

«Empresarialidad»

Galbraith dice algo muy cierto que ya había denunciado en 1958 (ref. 3) y también en ref. 4, basado en un estudio de Berle y Means que data de 1932. En ref. 1, pág. 51, dice:

«Que nadie lo ponga en duda: en cualquier empresa suficientemente grande, los accionistas, esto es, los propietarios, y sus supuestos representantes, los miembros del consejo de administración, están subordinados por completo a la dirección. Aunque se ofrezca la impresión de que es el propietario quien detenta la autoridad, este no tiene en realidad ningún poder. Una vez más estamos frente a un fraude aceptado».

Se trata de una irregularidad que pone en evidencia los cambios que están teniendo lugar en la naturaleza misma de la propiedad , así como está cambiando la naturaleza del trabajo, y la «clase obrera» parece estar en vías de desaparición (en el 1º mundo, porque en el tercero está recién en vía de formación).

Von Mises escribió (ref. 2, pág. 218): «En un análisis de la economía capitalista, no es el capital ni el capitalista, sino el empresario quien constituye la figura central». Por eso (pág. 215): «Cuando los directores del negocio tienen intereses diferentes de los de una parte, de la mayoría o del conjunto de accionistas, el negocio se administra en contra de la conveniencia de la sociedad. Porque en todas las sociedades anónimas, no esterilizadas por el burocratismo, los verdaderos amos dirigen siempre el negocio en su propio beneficio, coincida este o no con el de los accionistas». Y la experiencia enseña que (pág. 214): «Las sociedades anónimas no han conseguido resultados halagüeños sino cuando sus directores comerciales tenían un interés personal, primordial, en la prosperidad de la sociedad». En pág. 379 nos recuerda que «Las inversiones nuevas, las transformaciones de la producción, las innovaciones, exigen siempre capacidades y dones que sólo poseen algunos individuos. (cursiva de S.S.). Y no son, ciertamente, los accionistas, ni siquiera los simples gestores..

Galbraith señala una deficiencia real. Pero mientras él la percibe como un «fraude», según Von Mises se trata de un error que surge de la creencia de que los accionistas son los dueños de la empresa. Es el empresario quien recibe los aportes de capital (de los accionistas, Bancos, u otros inversores), recluta y selecciona la fuerza laboral, y encauza ambos factores en un sentido productivo. La diferencia entre «gestión» y «empresarialidad» no es aún suficientemente comprendida.

Lenín escribió (ref. 5, pág. 55) en vísperas de la revolución rusa: «La cultura capitalista ha creado la gran producción, fábricas, ferrocarriles, el correo, el teléfono, etc., y sobre esta base, la gran mayoría de las funciones del antiguo «poder estatal» se han simplificado tanto y pueden reducirse a operaciones tan sencillas de registro, asiento y verificación, que pueden ser fácilmente desempeñadas por cualquiera que sepa leer y escribir, pueden muy fácilmente ser desempeñadas por un «salario obrero corriente» (...)».

Esas palabras son un ejemplo de lo que Hayek llamaba «fatal arrogancia». Pero mientras Lenín se dio cuenta muy pronto de la profundidad de su error y restableció las formas capitalistas del comercio («nueva» política económica), hoy todavía, 88 años después, hay quienes están dispuestos a tropezar con la misma piedra.

También es muy cierto lo que dice Galbraith en pág. 60: «Que el sector privado adquiere un papel cada vez más dominante en el sector público es un hecho evidente.(...)»

«(...) Que la industria de la defensa asumió el control de la política armamentística pública es innegable, y ello hace que la distinción ordinaria entre los dos sectores resulte irrelevante». Y en pág. 61: «(...) los directivos de diferentes corporaciones están en estrecha alianza con el presidente, el vicepresidente y el secretario de Defensa de Estados Unidos. Destacadas figuras del mundo empresarial ocupan, además, altos cargos en distintos sectores del gobierno federal; uno de ellos procede de la quebrada y ladrona Enron y tiene a su cargo el ejército».

Naturalmente, es muy grave que intereses privados manejen la política y los presupuestos, y peor aún si se trata de fabricantes de armamentos. Debería haber más y mejor control político para que esto no suceda. Y probablemente un funcionario de fábricas de armas (y tal vez también de aviones y del sector de la energía) debería estar vetado para puestos públicos relevantes.

En pág. 99 nos dice Galbraith: «La renta adicional derivada de la reducción de impuestos no se gasta realmente y, por lo tanto, puede no tener efecto sobre la economía». Y en pág. 101: «Mientras a los necesitados se les niega el dinero que seguramente gastarán, a los ricos se les conceden unos ingresos que casi con toda certeza ahorrarán».

Estas observaciones me parecen sorprendentes (y doy por sentado que lo que a unos se «niega» y a otros se «concede», se refiere a las reducciones de impuestos, no a sus respectivos ingresos, que sólo el mercado concede o niega). Parecen decir que gastar es meritorio y ahorrar no. Comparemos con lo que dice Von Mises (ref. 2, pág. 208): «La conservación y la acumulación de capital requieren gastos. Imponen la renuncia a los goces del presente para con ello obtener, en cambio, goces más abundantes en el porvenir.(...) Deberán compartirlos con los obreros, dado que con el crecimiento del capital, caeteris paribus, aumenta la productividad marginal y, por tanto, el salario.(...) sociedad capitalista, la desigualdad en la distribución de los ingresos y la fortuna es la que cumple la función de conservar y aumentar el capital».

Si los ricos no gastan gran parte de lo que obtuvieron como beneficios y reducción de impuestos, seguramente lo invertirán (con lo que se transforman en capital –medios de producción–). Aunque lo depositaran en el Banco, este dispondría de más dinero para prestar a empresarios. Y (ref. 2, pág. 522): «La tendencia inherente a la evolución capitalista es el ascenso continuo y firme de los salarios reales. Este fenómeno es producto de la acumulación progresiva de capital, por medio del cual mejoran los métodos tecnológicos de producción.»

Esa es la razón por la que Von Mises dice en pág. 437: «No es cierto que la pobreza de unos es la condición de la riqueza de otros. La sustitución del orden capitalista por otro orden en el que se supriman las desigualdades de renta provocaría un empobrecimiento general». Si se repartiera entre todos las fortunas de los ricos –satisfaciendo así la aspiración a la «igualdad económica»– los pobres experimentarían cierta mejora durante poco tiempo. Después, volverían a ser tan pobres como antes. Con el agravante de que el Primer mundo caería en un completo caos y en la miseria. Sin beneficio real para el Tercer mundo, se habrían destruido las posibilidades que hoy existen de lograr mejoras sustanciales para todos los seres humanos (aunque, ciertamente, no con la rapidez que sería deseable) (Para una explicación más detallada, ver ref. 6, del año 2000, que se transcribe más abajo.)

Si esto es así, aunque sin duda hay muchísimas personas que necesitan imperiosamente aumentar su consumo actual, ahorrar no sólo no es un perjuicio, sino que es imprescindible para la mejora de las condiciones de vida de toda la humanidad. Y como –repitámoslo– hoy los ricos no lo son por herencia, obtienen sus ingresos suministrando lo que todos queremos y necesitamos. Recíprocamente, los necesitados lo son porque no están en condiciones de ofrecer lo necesario para recibir dinero a cambio. Por supuesto que la sociedad –sobre todo la del Primer mundo– tiene el deber moral de ayudarles, sin olvidar el famoso refrán que dice que mejor que dar pescado es dar una caña y enseñar a pescar.

Los años más productivos de Galbraith coincidieron con la época exitosa del keynesianismo, que él introdujo en EE.UU. En este libro resume lo que dijo en los anteriores, y se basa en las mismas creencias. Parecen evocar palabras de Nadiezhda Mandelstam («Contra toda esperanza»): «Habitualmente el conjunto de las ideas básicas se forma en la juventud y raras veces se revisa.»

Referencias

  1. «La economía del fraude inocente. La verdad de nuestro tiempo». John Kenneth Galbraith, 2004. Editorial Crítica (2004).
  2. «El socialismo». Ludwig von Mises (1922). Unión Editorial (2003).
  3. «La sociedad opulenta». J. K. Galbraith (1958). Editorial Ariel (1984).
  4. «Historia de la economía». J. K. Galbraith (1987). Ed. Ariel (1992).
  5. «El Estado y la Revolución». V.I. Lenin (1917). Akal Editores (1976).
  6. «Desigualdad y pobreza». S. Samet (5-10-2000)

Desigualdad y pobreza

El poder político y su control lo son todo. No se debe permitir al poder económico dominar al poder político; de ser necesario, debe lucharse contra el poder económico y someterlo al control del poder político.
Karl Popper

El reciente «Informe sobre el Desarrollo Mundial 2000-2001» del Banco Mundial, ha desencadenado un gran aumento de los artículos (que ya venían apareciendo) sobre el tema. Un ejemplo entre muchos del mismo tenor: «Mas riqueza y mayor desigualdad», del Catedrático de Economía Luis de Sebastián (ref. 1) Cita el Informe: «El ingreso medio en los veinte países mas ricos es treinta y siete veces mayor que el de los veinte mas pobres y esta brecha se ha duplicado en los últimos cuarenta años». Por eso dice el catedrático: «Es que la desigualdad se alimenta de la riqueza. Cuanto mas riqueza se crea, mas grande es la desigualdad.»

A mi parecer, este argumento, muy frecuentemente esgrimido, confunde las cosas. Los países mas ricos (y también algunos no tan ricos, como China, India, Méjico, Chile y Brasil) tienen un fuerte ritmo de crecimiento. Si los países pobres permanecieran como están, o incluso si crecieran (pero con ritmo menor que los ricos), la brecha se ahondaría cada vez mas, pues estamos hablando de ingresos relativos. Los absolutos casi nunca se mencionan. «2800 millones de personas viven con menos de dos dólares diarios.» Estas personas sufren tremenda pobreza, aunque no sepamos si, con respecto a su propio pasado, están peor(ref. 2), igual, o mejor. El Informe sobre el Desarrollo Humano PNUD 1997 mostraba que en los últimos 50 años la pobreza absoluta se ha reducido más que en los 500 anteriores. El 28-12-1999 publicaron un anuncio llamando a colaborar para acabar con la pobreza extrema en los próximos diez años. Si no hay suficiente presión política, al haberse atenuado la euforia económica mundial, es posible que no se cumpla. Pero el haberlo propuesto muestra que no es un propósito lejano.

No se discute que la pobreza es injusta. Pero de Sebastián dice: «La cuestión es si el Banco Mundial podrá alguna vez tocar la estructura de poder político y económico que impide soluciones eficaces a la pobreza y a la desigualdad, por medio de una redistribución a escala mundial de los recursos existentes en abundancia suficiente para resolver los problemas económicos de la humanidad.»

«Por otro lado, ninguno de los gobiernos que gobiernan la globalización parece tomarse en serio la lucha contra la pobreza.»

Los gobiernos, las grandes corporaciones, los Bancos y los inversores (especialmente los mayores: los fondos de jubilaciones), tienen alguna influencia en la economía mundial y en el proceso de globalización, como también la tienen los trabajadores, los consumidores, las ONG (como se vio en Seattle y en Praga), etc. Pero Luis de Sebastián sabe perfectamente que ningún gobierno, ni corporación, ni entidad alguna gobierna la globalización. De la misma manera, el poder político y económico, pueden tomar medidas que mejoren la situación de los menos favorecidos (por ejemplo, perdonar la deuda externa y abrir mercados a los productos de los países mas pobres). Pero no basta para ello, a mi parecer, con «tocar las estructuras». Se requieren medidas precisas (como las mencionadas: una vez enunciadas, la sociedad puede presionar para que se apliquen), que, sin duda, requieren el consejo de muchos economistas; pero, lamentablemente, el articulista no menciona ninguna.

Este artículo parece estar complementado por otro («La renta básica: un derecho») de Daniel Raventós. También opina que «La pobreza es una opción social (...) de decisiones que toman personas –a veces muy pocas– de carne y hueso.» Que la pobreza depende de muy pocas personas, parece ser una visión conspirativista del funcionamiento de la sociedad humana, y si es «una opción», debe tratarse de personas tan malvadas que quieren que 2.800 millones de personas vivan sufriendo.

También Raventós menciona el aumento de las diferencias relativas, sin ilustrar como evolucionaron los ingresos absolutos de los pobres. Y aclara que para la UE, pobre es la persona que recibe ingresos inferiores a la mitad de la renta media del área geográfica de referencia. En España serían menos de 50.000 pesetas al mes, situación en la que estarían 8 millones de personas: «No son poca gente 8 millones».

La UE define a la persona pobre. Pero las 50.000 pesetas –umbral de la pobreza en España– , ¿no serán de ingreso familiar? Una familia de 4 personas que ingresa 200.000 pesetas al mes, ¿puede considerarse pobre?.

Raventós ve una solución en la propuesta de «hace tres lustros, de una renta básica (R.B.) (o subsidio universal garantizado o renta de ciudadanía...)» que sería «un ingreso pagado por el estado a cada miembro de pleno derecho de la sociedad.»

Esta propuesta la hizo Milton Friedman, y, como dijo J. K. Galbraith (ref. 3): «No hay muchos economistas de izquierda que puedan jactarse de haber propuesto una innovación tan impresionante.» Friedman la propuso para EE.UU., donde tal vez se podría aplicar. Pero si se propone como solución para la pobreza de 2.800 millones de personas, parece simplemente disparatada. Para empezar, los estados de los países subsaharianos (y los de todo el Tercer mundo), carecen completamente de recursos.

Supongamos que hay en el mundo 1.000 personas que tienen un patrimonio de 10.000 millones de dólares cada uno (ref. 4), y que se los expropia totalmente. Se obtendrían así 10 billones de dólares.

Si hay 2.800 millones de personas que viven con 60 dólares mensuales, habría que darles, digamos, 300 dólares mensuales para que vivan mucho mejor (pero apenas en lo que es el límite de la pobreza en España). Para eso se necesitarían 840.000 millones de dólares mensuales, o sea, 10 billones de dólares anuales.

El dinero expropiado alcanzaría entonces para pagar la Renta Básica a los pobres durante un año .Qué harían después?. Pero esto no es todo, ni lo mas grave. Supongamos que se ha recaudado esa escalofriante cifra. Cómo se haría llegar a los pobres? Se entregaría, por ejemplo, a los gobiernos de África subsahariana? Se sabe que son corruptos y belicistas (una de las principales causas de la pobreza!). Se lo apropiarían, o lo dedicarían a fines bélicos.. Se entregaría a cada ciudadano, uno por uno, en mano? Quienes harían este trabajo hormiga? Serían confiables? Cuanto tardaría, y qué costo tendría esa distribución?

En lugares tan pobres, casi no hay Bancos. Si, de repente, tantos millones de personas se encontraran con dinero, hay alguna duda de que bandas de asaltantes se lo robarían apenas cobrado?

Y si así no fuera (?), esas personas, naturalmente, comprarían algunas de las cosas de que carecen (alimentos, ropas, muebles y enseres, materiales de construcción). Esa brusca quintuplicación de la demanda, haría desaparecer la mayoría de los bienes de los mercados y elevar los precios de una manera astronómica. Si la demanda fuera sostenida, no faltarían inversores que aumentarían la producción, con lo que los precios irían bajando. Pero los posibles inversores sabrían que solo hay dinero para un año (mucho menos, en realidad, por el encarecimiento) de modo que difícilmente se arriesgarían a invertir.

Raventós dice: «La cantinela es la de siempre: interfiere en las asignaciones del mercado y esto crea ineficiencia, cría vagos, hace a la gente poco responsable.» Será una cantinela, pero cierta; de cualquier manera, como acabamos de ver, hay problemas de mucha mayor magnitud.

Esos 1000 super ricos tienen propiedades, coches y yates. Pero el grueso de su fortuna está en acciones y títulos. Para entregar ese dinero a los pobres, habría que vender esos valores. Puede alguien imaginar la caída de valor de las acciones, si de repente se sacaran a Bolsa por valor de 10 billones de dólares? Sería llevar a la quiebra a casi todas las empresas y la sociedad al caos.

Por supuesto, se podría dejar las empresas como están, y donar al Tercer mundo solamente los beneficios. Pero si el capital sería insuficiente, los beneficios lo serían con mayor razón. (Y quien administraría esas empresas expropiadas? Cuanto tardarían, administradas sin experiencia y sin alicientes, en quebrar, por torpeza, ineficiencia, y la inevitable corrupción?).

Si se expropia a personas como Bill Gates y muchos otros que han mostrado un extraordinario ingenio técnico y comercial, junto con una tenaz actividad, se les quitaría casi todo aliciente a ellos y a muchos otros que están en los comienzos de sus carreras y lo hacen con entusiasmo. En la Edad Media, China era técnica y culturalmente muy superior a Europa. Pero el gobierno era discrecional y los mandarines podían apropiarse de las pertenencias de sus súbditos. Por eso casi nadie invertía, y los pocos que lograban reunir algunos pequeños tesoros, los enterraban para evitar las exacciones. En Europa, los reyes apoyaron a los comerciantes y artesanos, para tener una base social de apoyo contra los señores feudales y para aumentar sus ingresos, pues con el aumento del comercio a distancia, cobraban mas impuestos aduaneros. Al garantizar la propiedad, fomentaron las inversiones y el desarrollo tecnológico, o sea, el aumento de productividad que multiplica y abarata las mercancías para todos los consumidores. Las medidas de gobierno no deben partir de consideraciones éticas (y la experiencia muestra que generalmente la verbalización ètica no es mucho más que un ropaje para encubrir la envidia y la destructividad) sino de la previsión de las consecuencias de tales medidas. La redistribución de la riqueza, no sólo no solucionaría la pobreza del Tercer mundo, sino que empobrecería al 1º. Y la degradación de la productividad podría condenar a la muerte por hambre a miles de millones de personas.

Al parecer, repartir dinero (Renta Básica) a todos los pobres, es imposible. Quienes hacen esta clase de propuestas, deberían explicar como instrumentarlas, pero no creo que los que tratan de ayudar al Tercer mundo, quieran que el Primero vuelva al medioevo, o a la situación de la China hasta 1970 (es decir: que se vuelva un nuevo Tercer mundo). Naturalmente, nadie propondría en serio expropiar a todos los ricos para ayudar al Tercer mundo (arruinando al 1º). Pero si ni así se podría concretar la renta básica, es obvio que con recaudaciones menores, menos aún podría solucionarse la pobreza. Por lo tanto, no sirve el camino de la redistribución a escala mundial. Debe haber otras maneras mas eficaces, aunque quizás lentas, de ayudar al Tercer mundo.

Según el Informe del B.M., los países que mas han empeorado son la ex URSS y Africa subsahariana. Sin embargo, la pobreza se ha reducido en Ghana y en Uganda: sería bueno saber por qué. Al parecer, no basta con pasar a una economía de mercado cuando no se tienen las instituciones políticas adecuadas. Por otra parte, China está creciendo con fuerte ritmo. India (ref. 5) México, Brasil y Chile, también. Todavía falta mucho para que los beneficios lleguen a todos. Pero lo mismo sucede en el Primer mundo, y sin embargo es indudable que todos viven mejor en el 1º que en el 3º aunque no se cumpla el ideal igualitario. Esto se puede discutir, pero no hay duda que la primera prioridad es que todos puedan vivir dignamente. Hace 200 años se vivía en Europa como hoy en el Tercer mundo. Los países cuya economía no progresa, no tienen posibilidades de alcanzar esta meta. Aquellos cuya economía crece, aún subsistiendo situaciones injustas, están recorriendo el mismo camino que recorrió Europa, pero no necesitarán esperar 200 años, porque su ritmo de crecimiento es –o podría ser– mucho mayor que el de Europa de hace 200 años. China figura todavía en el Tercer mundo, pero si sigue creciendo al ritmo actual, es seguro que en diez años será parte del 1º (y en veinte, en primera línea, siempre que puedan resolver los problemas políticos que, seguramente, su crecimiento económico planteará).

Países como los de Africa subsahariana, están marginados de los mercados mundiales. No tienen caminos adecuados, ni hospitales, ni escuelas ni sanidad. Por lo tanto no producen, no tienen lo que ofrecer al mercado (a precios competitivos). Tienen, en cambio, gobernantes corruptos, que a menudo gastan los exiguos recursos en armas.

Se ha estimado que con impuestos como la Tasa Tobin, se podrían recaudar unos $200.000 millones anuales. Si se repartiera esta cantidad, tocaría a cada pobre una cantidad insignificante. Pero adecuadamente invertida, es una cantidad considerable. No se puede improvisar; personas capacitadas enviadas por la UN deberían estudiar sobre el terreno, con la colaboración de sus ciudadanos, las posibilidades de cada país. Seguramente debería darse prioridad a productos útiles para la población, que al mismo tiempo sean fácilmente exportables. Pero la clave está en la propiedad y dirección de las empresas comerciales e industriales que se crearan. No deberían dejarse en manos de los gobiernos locales. Tal vez deberían ser dirigidas por personas seleccionadas por la UN y en sus estatutos debería constar que los beneficios deben ser reinvertidos en el mismo lugar.

Hace ya siete años, Mario Vargas Llosa escribió (6) aplaudiendo las acciones de la Plataforma 0,7%, que, aunque se destinase el triple, eso no cambiaría la suerte de los países pobres: «...la pobreza se produce, al igual que la riqueza. Y que muchos países subdesarrollados, debido a la infinita corrupción de sus clases dirigentes, a la demencial dilapidación de sus recursos y a las insensatas políticas económicas de sus Gobiernos, se han convertido en unas máquinas muy efectivas de producir esas condiciones atroces en las que viven sus pueblos.» Y después: «Es el proteccionismo de las economías occidentales y la complacencia –en muchos casos, la complicidad– de sus Gobiernos con los sátrapas tercermundistas lo que hay que combatir, exigiendo a los Gobiernos de las democracias desarrolladas que corten automáticamente las relaciones con las dictaduras...»

Parece evidente que la pobreza del Tercer mundo no se corrige con dinero, si no se soluciona primero el problema político que la origina. Con otro marco político, las economías de esos países crecerían, y las donaciones o préstamos podrían acelerar ese crecimiento.

Kofi Annan (7) también señaló que el proteccionismo del Primer mundo impide el desarrollo de los países más pobres. En ese artículo anunció que Europa ya ha decidido abrirles sus mercados; EE.UU., Canadá y Japón, deberían seguir el mismo camino y adoptar la política liberal que los países pobres reclaman

Sigfrido Samet
5-10-2000 (revisado 18-6-2001)

Referencias

  1. El País, 1-10-2000
  2. El País, 13-9-2000
  3. «Historia de la Economía». J. K. Galbraith (1987). Edit. Ariel, 1992 (pág. 297)
  4. En 1996 había en todo el mundo «447 individuos o familias que tienen mas de mil millones de dólares» (El País, 2-7-1996). El mas rico, Bill Gates, tenía 18.000 millones. Los 100 primeros incluyen a los que tienen mas de 3.000 millones. No tengo datos actualizados. Pero parece razonable suponer que a) El promedio de fortuna de los mas ricos era de 3000 millones en 1996, y b) En éste año 2000, probablemente se haya duplicado el número de ricos y también sus fortunas. De modo que la hipótesis de 1.000 personas con un patrimonio de 10.000 millones de dólares no sería descabellada, aunque probablemente demasiado alta.
  5. «Si prosigue {India} con las reformas, ese crecimiento podría alcanzar un 9%, lo que permitiría un aumento de la renta per capita anual en torno a un 7%, suficiente para que se duplique en 10 años». Jeffrey Sachs («India en el centro», El País-Negocios, 3-9-2000).
  6. «Ayuda para el Primer Mundo». El País, 10-10-94.
  7. «Una oportunidad para los habitantes más pobres del mundo». El País, 31-3-2001.

 

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