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El Catoblepas, número 39, mayo 2005
  El Catoblepasnúmero 39 • mayo 2005 • página 11
polémica

Sobre númenes y psicologismo indice de la polémica

José Manuel Rodríguez Pardo

Acerca de la polémica sobre la verdad de los númenes de la religión primaria y en particular sobre las réplicas de David Alvargonzález a Joaquín Robles

En el curso 1998-1999 de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Oviedo, coincidiendo con la expulsión del profesor Gustavo Bueno Martínez de dicha institución tras una manipuladora argucia administrativa de la que sólo ha salido perjudicada la propia institución universitaria, el profesor David Alvargonzález nos explicó a los alumnos de la asignatura Historia y Filosofía de la Religión de cuarto curso de licenciatura, el libro básico de dicha asignatura, El animal divino, con algunas críticas a la verdad de la religión primaria tal y como se sostiene en ese libro, críticas que son mantenidas esencialmente idénticas en la actualidad, en la polémica que ellas mismas han generado en forma de conferencia del Congreso Filosofía y Cuerpo, «Sobre el problema de la verdad en las religiones del Paleolítico», incluyendo el intercambio epistolar entre el propio David Alvargonzález e Íñígo Ongay, así como el artículo de Alfonso Fernández Tresguerres, «Sobre la verdad de la religión» analizando y enmendando las tesis que señalan el carácter problemático de la religiosidad primaria y las propias objeciones planteadas por Íñigo Ongay a las tesis de David Alvargonzález (tampoco puede olvidarse el artículo de Antonio Muñoz Ballesta, cuya escasísima referencia a la problemática de los númenes lo vuelve completamente ininteligible en el contexto de esta polémica). En base a los apuntes tomados en el citado curso y los textos aquí recopilados me dispongo a realizar un breve comentario sobre esta polémica.

A grandes rasgos, la crítica de David Alvargonzález a El animal divino señala que no puede haber un núcleo angular de la religión, en tanto que ya en las religiones del Paleolítico existen elementos míticos y de falsa conciencia en la percepción de los númenes zoomórficos, los animales, que sólo serían númenes en tanto que incluidas tales falsas relaciones sobre ellos. De este modo, la tesis acerca de la verdad de la religión sería ella misma falsa. Asimismo, y siempre según Alvargonzález, afirmar que el núcleo de la religión es angular, sería tan errado como afirmar que la religión es un fenómeno circular, en la línea de Feuerbach. Por lo tanto, los animales del Paleolítico no podrían ser considerados como los referentes de esos númenes. Para usar la expresión que Alfonso Tresguerres manejó en la polémica con Gonzalo Puente Ojea en El Basilisco: no es que se pueda decir que los animales sean realmente númenes, cosa absurda desde una perspectiva atea, sino que ni siquiera serían númenes reales. Serían teriántropos, en tanto que estarían compuestos no sólo del animal correspondiente, sino de la percepción emic que los propios hombres primitivos tenían de esos animales paleolíticos, antropomorfizada.

Ahora bien, esta crítica es desmontada por Tresguerres señalando que Alvargonzález hace hipóstasis de ese eje angular, atribuyéndosela a El animal divino, lo que no puede sostenerse al ser un problema dialéctico: si la religión no puede ser circular, en tanto que un hombre divinizado deja de ser hombre, ni tampoco radial, sino que ha de darse en el contexto de las relaciones del hombre con otros seres que le acechan y le persiguen, entonces ésta ha de tener su núcleo en el eje angular. En la misma dirección parece apuntar Joaquín Robles en su crítica: los teriántropos, figuras míticas compuestas de hombre y animal, no existen, por lo que es imposible que el núcleo de la religión se sitúe en ellos, y mucho menos en una forma de mixto entre los ejes circular y angular, salvo por vía metafísica.

Esta crítica, que camina en la senda de la realizada por Íñigo Ongay en su intercambio epistolar con Alvargonzález, a mi entender es certera. Sin embargo, en la prolija exposición de Tresguerres (más de veinte páginas, a pesar de que él mismo la define como una serie de notas motivadas por la publicación de las epistolas y el artículo de Alvargonzález), yo detecto dos cuestiones problemáticas: las relaciones entre el hombre y los demás animales en el presente y el futuro de las religiones, en especial la primaria y sus posibles reediciones.

Sobre la primera cuestión Tresguerres señala que: «La relación del hombre con los animales es (etic) una relación radial, porque los animales, realmente, no son otra cosa que realidades subjetuales y operatorias del eje radial del espacio antropológico, y será, justamente, cuando son investidos de determinadas características, que los convierten en númenes (emic), el momento en que se establecen una serie de relaciones esencialmente nuevas (las angulares) que determinan el surgimiento de la religión, y con ella la aparición del eje angular. Lo que no implica que desaparecidos los númenes animales hubiera de desaparecer, a su vez, el eje angular mismo, sino que, al contrario, se hará ya permanente, aunque poblado, en cada momento histórico, por contenidos diferentes, determinados por el propio curso evolutivo de las religiones».

Respecto a este fragmento y otros que aparecen en el texto de Tresguerres, es de destacar que resulta difícil saber, en ocasiones, si lo que se dice tiene que ver con el materialismo filosófico o con una particular versión de El contrato animal de Desmond Morris. Y es que en las notas publicadas tras el artículo de Alvargonzález y el intercambio epistolar parece sugerirse que hoy día ha de abandonarse la percepción numinosa de los animales, así como su percepción personalizada, para convertirlos en lo que deben ser: ni númenes, ni humanos, simplemente animales (situando a éstos en el eje radial). Pero aquí subyace una contradicción, pues si la percepción etic de los animales que tienen los seres humanos es radial, entonces los experimentos con la chimpancé Washoe y su capacidad lingüística serían, al igual que el eje angular, puramente fenoménicos, puras apariencias, como lo eran para Malebranche los gemidos de la perra preñada. Y si como decimos, siguiendo la terminología de Morris, los animales no han de ser tratados como númenes ni como personas, sino como sujetos a nuestros derechos, entonces no se explica nada. Es más, se deja sin explicar la angularidad que existe, como cuestión de hecho, entre los hombres y los animales, y entre distintos grupos humanos entre sí, en determinadas fases del proceso de hominización. Suponer que las relaciones entre los hombres y los animales eran radiales ya in illo tempore, y que después se añadirían las angulares es tanto como suponer que el hombre ya era una realidad perfecta, diferenciada de los animales, al contrario de lo que se supone en El animal divino, que es en la propia relación entre los hombres y los númenes (los animales paleolíticos) denominada religión, donde el hombre se constituye.

A este respecto, la suposición de que el hombre es una realidad perfecta aparece en el final del texto de Tresguerres, en la forma de segunda tesis problemática: «Pero entonces, si el proceso que condujo a la religión primaria no cabe pensar que pueda volver a darse, eso significa que de ningún modo se pueden interpretar los actuales movimientos de esa nueva forma de piedad (circular ahora) hacia el mundo animal como un resurgir de la religión primaria, aun cuando pueda ser visto como una resonancia o residuo de tal religiosidad, e interpretable en esos términos, del mismo modo que detrás del interés por los extraterrestres puede sospecharse alentando la mitología secundaria. Mas aún en el caso de que, hipotéticamente, los extraterrestres entrasen a formar parte un día de nuestro espacio antropológico, eso no conllevaría el establecimiento de una nueva religiosidad primaria (como parece suponer Iñigo Ongay), porque para que ellos fuesen númenes nosotros tendríamos que ser protohombres. Sin duda, su presencia trastocaría profundamente las relaciones entre los ejes circular y radial del espacio antropológico, y obligaría a repensar el concepto mismo de "humano", pero sospecho que es imposible su instalación en el eje angular, porque para que ellos fuesen más que humanos o animales nosotros tendríamos que ser menos que hombres».

Esta afirmación es muy ambigua, pues aun prescindiendo de la posibilidad real de que los extraterrestres existan (algo que a día de hoy parece totalmente inverosímil), afirmar que su aparición en una suerte de «encuentros en la tercera fase» no podría incluirlos en el eje angular, salvo que fuéramos «menos que hombres», obliga a pensar que Tresguerres está definiendo al hombre como una realidad perfecta y acabada. Si bien es cierto, como ya señalamos, que una de las tesis clave de El animal divino es que el hombre se hace hombre en su relación con los animales, o sea, que el proceso de hominización implica también la desaparición de la religiosidad primaria, una vez domesticados los animales, ello no autoriza a considerar concluido ese proceso. Y no porque tengamos que hacer caso a los paleontólogos que estudian Atapuerca, sosteniendo que el proceso de hominización no ha concluido porque los hombres aún guerrean y combaten entre sí y no ha llegado la igualdad real entre toda la humanidad (tesis esta de carácter más filosófico-metafísico que antropológico-positivo), sino porque efectivamente el hombre es una realidad infecta, el proceso de hominización lleva miles de años en marcha, pero aún no se puede considerar detenido.

Si por el contrario suponemos que la hominización está concluida, habría que enunciar alguna esencia hegeliana que se haría «exteriorizable» u «objetivable» en el material antropológico, al modo como lo pensaban Marx y Engels recogiendo expresiones de Hegel. En cualquier caso, siendo el hombre una realidad no concluida, no cabe decir que los presumibles extraterrestres fueran animales sólo cuando nosotros fuéramos infrahombres, pues esa aparición extraterrestre sería, ni más ni menos, una fase más dentro de la formación del hombre, al igual que lo fue la domesticación de los animales o el descubrimiento del fuego.

Por último, no puedo dejar de manifestar mi sorpresa ante la hermenéutica de David Alvargonzález respecto a las tesis de Joaquín Robles, señalando que éste le atribuye psicologismo al negar la parte ontológica de El animal divino. Si bien es cierto que Robles le imputa a Alvargonzález una atribución de «proyecciones antropológicas» al estilo de Feuerbach en lo referente a los teriántropos, las afirmaciones de Joaquín Robles, ya iniciadas en los foros de nódulo con cierta plasticidad y contundencia, se refieren a las relaciones entre Ontología y Gnoseología. Para decir con mayor claridad lo que señala Joaquín Robles: si se considera la parte ontológica de El animal divino, los númenes reales, como algo ficticio, entonces la parte gnoseológica carece de sentido, ya que aun manteniendo que no hay una ciencia de la religión ni general ni especial, que la Teología no es Filosofía de la Religión, &c., la Filosofía de la Religión no pasaría de ser un estudio de los fenómenos religiosos, es decir, de la existencia de los fenómenos de curación por autosugestión, de los ritos y cultos institucionalizados, &c., al igual que las disciplinas particulares denominadas como ciencias de la religión, pero sin capacidad para explicar el núcleo, cuerpo y curso de la religión, objetivo de una verdadera Filosofía de la Religión. Para citar una de las conclusiones obtenidas de la polémica alrededor de El animal divino habida en El Basilisco, si se pierde la parte ontológica de la Filosofía de la Religión, a lo sumo se podría mantener una teoría sobre el espiritismo (que incluiría a los teriántropos) y no una verdadera Filosofía de la Religión.

Es decir, que la Filosofía no podría decir nada, salvo pura metafísica, de los teriántropos, mientras que serían los psicólogos, antropológos, &c., los únicos que podrían tratar, con un mínimo de referentes positivos, acerca de la religión y los fenómenos ya nombrados. Similar situación se daría en otros apartados de la Gnoseología, pues ¿acaso piensa Alvargonzález que la Teoría del Cierre Categorial podría sostenerse si queda impugnada la Ontología materialista de los Ensayos materialistas? Si la parte ontológica del materialismo filosófico queda impugnada, entonces se derrumbaría también la noción de verdad como identidad sintética, y toda la estructura gnoseológica quedaría al nivel del análisis del Positivismo Lógico, filosofía que también admite la existencia de contenidos fisicalistas en las ciencias, aunque a lo sumo podría hacer una formalización lógica del lenguaje observacional manejado por los científicos. La Teoría del Cierre Categorial quedaría reducida a formalizaciones lógicas de un sujeto baconiano que no hace sino «juntar y separar», como decía ingenuamente Carlos Blanco Martín en su crítica al «materialismo asturiano», y admitamos que esto tendríamos que decir en general si toda la estructura ontológica del materialismo filosófico fuera ficticia, y sobre la Filosofía de la Religión en particular lo ya dicho.

 

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