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El Catoblepas, número 33, noviembre 2004
  El Catoblepasnúmero 33 • noviembre 2004 • página 20
Artículos

El régimen nazi y su germanismo protestante

Leoncio González Hevia

Se trata de demostrar que el nazismo es hijo de no pocos padres, y no sólo de Himmler o Hitler, sino también de Lutero, de Fichte, de Hegel, de Bismarck y su lucha por la Cultura contra los católicos... de Lessing, de Wagner, de Nietzsche y de «todos» los alemanes que en el mundo han sido

Martín Lutero 1483-1546Juan Teófilo Fichte 1762-1814Jorge Guillermo Federico Hegel 1770-1831Federico Guillermo Nietzsche 1844-1900Adolfo Hitler 1889-1945

En una conferencia ofrecida dentro de las jornadas de la Asociación de Hispanismo Filosófico que se celebraron en Oviedo en la primavera de 1998, Gustavo Bueno dijo que el catolicismo supera al protestantismo, atrapado en la conciencia subjetiva que conduce al pietismo y al nihilismo, y que de Lutero se va a Hegel, Nietzsche y Hitler (pasando por Lessing, Herder, Fichte, Bismarck y su lucha por la Cultura contra los católicos...).

Por lo que hace a lo primero, es decir, la polémica entre católicos y protestantes, es algo que viene de lejos: se trata de la cuestión sobre la libertad humana, que ya San Agustín removiera frente a Pelagio (y recuérdese, para el asunto que nos ocupa, que Lutero fue un monje agustino), como siglos después hará el dominico Báñez (al tomar parte en las controversias de auxiliis sobre la Gracia, o sobre la Cultura) frente al jesuita Luis de Molina, cuando éste trate de conciliar la presencia divina y la eficacia de la Gracia con la libertad humana{1}.

Así las cosas, conviene precisar que los historiadores de la Teología suelen clasificar las doctrinas de los teólogos orientadas a ofrecer esquemas de conexión entre el Reino de la Naturaleza y el Reino de la Gracia, en dos grupos: doctrinas naturalistas y doctrinas sobre-naturalistas. Mientras el naturalismo radical se habría abierto paso en el siglo IV, en la forma del pelagianismo, la doctrina sobre-naturalista de la Gracia habría tenido una versión radical (la ya apuntada doctrina de San Agustín contra Pelagio, o la doctrina de Calvino según la cual la naturaleza humana no puede acercarse a la Gracia, que es una asistencia que viene de lo alto) y una versión moderada, cuya expresión más madura tomaría forma en la doctrina de Santo Tomás de Aquino. Con lo cual la posición freudiana puede considerarse sin duda como una versión radical de la doctrina sobre-naturalista de la Cultura (incluso en el punto que establece que la Cultura es represión de los instintos naturales, que necesitan de una rigurosa disciplina sobrenatural), mientras que la posición de Skinner puede considerarse como una versión moderada de esa misma doctrina.{2} Lo que nos lleva de nuevo al principio, pues como Bueno sostiene, la terapia de la conducta de Skinner es, efectivamente, una disciplina católica: es decir, que el individuo, si quiere ser perdonado, tiene que hacer buenas obras y no basta con la iluminación de la conciencia, como hace el psicoanálisis de Freud, que es luteranismo puro.

De ahí que Bueno mantenga que la idea de un Reino de la Cultura es la secularización de la idea del Reino cristiano de la Gracia, que es también medicinal y santificante; sólo que ahora, la dignidad del hombre podrá fundarse, no ya tanto en su divinidad, cuanto en su humanidad. Por esa razón, la secularización en la que hacemos consistir el proceso de constitución de un Reino de Cultura, implica un eclipse de la Fe católica en el Espíritu Santo como transmisor de la Gracia; e implica el eclipse de un Espíritu que, a través de la reforma de Lutero, habría comenzado a soplar, no ya a través de Roma, sino a través del fuero interno de cada hombre. Esto, y no otra cosa, es el pietismo: sentimentalismo religioso contrario a toda institución eclesiástica.{3} En otras palabras: la subversión que, al emancipar de la autoridad papal a la Cristiandad, puso en marcha el proceso de disolución de la propia Iglesia, es la misma subversión que invirtió la relación del complejo Ciencia-Filosofía con la religión positiva revelada, pues la Ilustración no fue meramente la emancipación absoluta de la Razón, sino la emancipación de la Iglesia Romana y de lo que a ella iba adherido. Aunque Hegel interpretó este proceso atribuyendo a Lutero el papel de héroe de la Razón. Nada más desafortunado, por cuanto que Lutero llegó a llamar prostituta a la Razón.{4}

Es decir, que el pietista Bismarck lanzó su batalla en pro de la Cultura humana (ahora que la dignidad del hombre pudo fundarse en su humanidad) contra la Iglesia Romana, pero también contra la filosofía racionalista heredera del cartesianismo, de manera que el ideal de Cultura significará ahora el ideal de una cultura laica, así como el ideal de una cultura artística y literaria.{5}

Ante todo, la Cultura será tratada ahora como el atributo del Género Humano. (El Género Humano en cuanto tal, dará para esto y para mucho más, como se verá más adelante.) En realidad, esta idea de Cultura humanística bien pudiera desempeñar funciones prácticas reivindicativas frente a las tendencias a fundar la dignidad humana en la condición de romano, de judío o de griego. De hecho, una de las funciones prácticas más positivas que ha podido desempeñar el mito de la Cultura es su función reivindicatoria contra las concepciones racistas de la humanidad. Esas virtualidades antirracistas del mito de la Cultura serían las que estuvieron presentes en la conocida expresión atribuida a Goebbels: cuando oigo pronunciar la palabra «cultura» echo mano a la pistola. Sin embargo, la frase de Goebbels no debe hacernos olvidar que los nazis también enarbolaron como bandera de su partido el mito de la Cultura en cuanto expresión de la Raza aria, a través de la cual la naturaleza humana quedaba reivindicada y dignificada.{6}

Así las cosas, el nuevo cauce por donde el soplo del Espíritu llegará a los hombres (aprovechando que ahora sopla a través del fuero interno de cada uno de ellos), será el cauce de las asambleas constituidas por los hombres de los pueblos más diversos: verbigracia, el pueblo alemán. Es decir, que el Espíritu Santo se transformará en el Espíritu de ese pueblo. Será ahora cuando podremos hablar de una evolución convergente de la idea del Reino de la Cultura, y de la idea de un Pueblo o Nación dotados de un Espíritu y una Raza propios: verbigracia, la Santa Alemania, dotada de una Raza, la aria, pretendidamente superior.{7}

Ahora bien, éste es el ejemplo más famoso y siniestro de mito oscurantista que es posible aducir hoy (el que Alfredo Rosenberg formuló como el mito del siglo XX) y se trata, en definitiva, de eso: del mito de la Raza aria como dispensadora de la Cultura más auténtica.{8}

Pero, más concretamente, se trata de un mito que corresponde a la Nematología (o Teología) mixta de la nebulosa ideológica del III Reich, resultante de la confluencia de la Nematología llevada a efecto por la mediación del darwinismo social, la mencionada teoría de la Raza aria y el panteísmo de, por ejemplo, Lessing y de la Nematología dogmática –que partiría ya de la declaración de los principios de la Fe en Alemania.{9}

Además, en este nebuloso contexto (constitutivo de la ideología del III Reich) también se llevará a cabo el programa de incorporación sistemática de contenidos masivos de la filosofía hegeliana o nietzscheana a la esfera de esa misma Teología (o Nematología) dogmática. Es decir, que se tratará de bautizar a Hegel y a Nietzsche, pues aunque el Espíritu de Hegel y el Ateísmo de Nietzsche debieran desaparecer literalmente cuando se mantiene el Dios trascendente, no obstante, siempre será posible jugar a dos barajas reclamando, para la causa nazi, el ateísmo nietzscheano y, a la vez, el fideísmo protestante.{10}

En lo que concierne al fideísmo protestante, los primeros años de Hitler en el poder se caracterizaron precisamente por sus intentos de reconciliar las treinta facciones protestantes opuestas entre sí y de reunirlas bajo una misma autoridad. Es muy cierto que una facción hostil se había formado en un ala de la Iglesia: se trató de la Iglesia Confesional del pastor Martín Niemöller. Pero la principal ambición de éste no era sino la de convertirse en Obispo del Reich nombrado por los nazis para la Iglesia Protestante de Alemania.{11} De modo que el nombre de Niemöller en absoluto brilló como activo defensor de la oposición al nazismo: Eso es completamente ideológico y completamente mentira. Aún el 28 de julio de 1943, el mariscal de campo Wólfram von Richthofen anotó en su diario la reflexión de Göring acerca de que el Führer lo había intentado casi todo para establecer una Iglesia del Reich dentro de la tradición luterana.{12}

Incluso un teólogo alemán como Dietrich Bonhoeffer llegó a convencerse de que la combinación de, por un lado, el pietismo luterano (típico de personas como el mencionado Bismarck, lector compulsivo de la Biblia y portaestandarte de una Iglesia de sacristía) y, por otro, la desesperación (con ecos de la filosofía de Schopenhauer) del protestante Barth ante el mundo, había hecho que el protestantismo alemán fuese incapaz de contener el auge del nazismo.{13} Pero, ¿no hubiera sido mejor decir que hubo connivencia del protestantismo con el nazismo o, mejor aún, que el protestantismo y el nazismo eran el complemento perfecto lo uno de lo otro?

De hecho, ya hacia el final de la República de Weimar, los elementos más radicales de la Iglesia protestante apoyaban abiertamente al nacionalismo völkisch de estilo nazi, como vehículo para la unidad y la revitalización religiosa y política del pueblo alemán. La esvástica en el pecho y la cruz en el corazón, rezaba el eslogan de los Cristianos Alemanes de la Iglesia protestante.{14} Pero también los sectores principales del protestantismo vieron en el alzamiento nacional que se proclamó con la toma del poder, la esperanza de una renovación moral que conduciría al renacimiento nacional. Además, su ferviente antimarxismo, su autoritarismo enérgico y la creencia en el Führer estaban entre los factores que terminaban de unir, indisolublemente, a la Iglesia protestante con el régimen de Hitler.{15}

Por lo que hace a la mencionada incorporación de la filosofía nietzscheana a la esfera de la Nematología de la nebulosa ideológica del III Reich, habría que decir que resultó muy significativo para Hitler el anuncio de su estimado Nietzsche en orden a la llegada del Übermensch (el Superhombre), así como el anuncio, hecho también por Nietzsche en su obra La Voluntad de poder, de que una Raza superior (Herrenvolk) se estaba configurando.{16} En particular, el odio de Hitler hacia el judaísmo llegó a su punto culminante cuando leyó el desdeñoso torrente de palabras de Nietzsche acerca de la doma de las tribus de la antigua Germania.{17} Además, de lo que Nietzsche escupía con tanto desprecio acerca de la destrucción de la virilidad de las tribus germánicas por parte del judaísmo corrosivo y disfrazado de cristianismo, Hitler encontraba confirmación una y otra vez en las palabras de su tercer gran héroe (el primero era Schopenhauer, nihilista, como Nietzsche): Me refiero a Ricardo Wagner, el cual adoraba a un Cristo exclusivamente ario.{18} De Wagner, Hitler había escuchado Die Meistersinger von Nürnberg unas cuarenta veces. Julius Schaub, ayudante de Hitler durante 20 años, decía que era su obra favorita, porque constituía un himno a la capacidad artística alemana.{19} De igual manera, Herder tuvo buen cuidado de subrayar que Cristo casi no fue educado por los judíos, y que fue con los germanos como el cristianismo alcanzó su universalidad y ésta es la idea antes apuntada que reprodujo Hegel, desde la secta de su germanismo protestante, en el momento de reivindicar a Lutero como el héroe alemán que liberó al cristianismo, aprisionado dentro de rejas romanas.{20}

También el ensayo La educación del género humano, de Lessing (inspirador, no por casualidad, de la filosofía idealista alemana), había impresionado profundamente a Hitler. Podía citar de memoria largos pasajes de la obra.{21} Pues a Bueno le asiste la razón cuando sostiene que el mito de la Cultura incorpora, a través del nacional-socialismo, las funciones que el mencionado mito de la Raza desempeñó en la primera mitad del siglo XX. La misma Raza humana que Lessing pretendía que se educara con arreglo a sus incoherentes ideas. Además, existe un nexo entre el luteranismo subyacente en el nazismo y el idealismo alemán inspirado por Lessing, y es el subjetivismo hegeliano (que entiende que la conciencia pura, o el sujeto trascendental en sentido kantiano, es nada menos que principio de realidad): es decir, el que cada uno haga lo que le dicte su conciencia transmisora de la Gracia, como si se trata de matar judíos o gitanos, por poner dos ejemplos. Además, fue el propio Fichte quien sostuvo que, gracias a los fines del más perfecto Estado (la Santa Alemania, se entiende), la Cultura se difundirá universalmente hasta que la especie entera se haya fundido en una sola república de los pueblos cultos. De ahí que los nazis entendieran la antes apuntada lucha de la Cultura de Bismarck como la lucha del pueblo alemán, cuyo objetivo último sería el elevar a la Humanidad a la condición de discípula de la cultura alemana; y de ahí que los nazis entendieran esa lucha por la Cultura como orientada hacia la extirpación de la cultura judía, de la cultura romana o de la cultura asiática, encarnada a la sazón por el comunismo estalinista.{22}

Asimismo, Hegel sostuvo que en cada época sólo una de entre las culturas existentes es universal, y que la guerra es la única relación posible entre los estados soberanos –y los alemanes, por guerras, que no quede: montaron dos mundiales para luego perder las dos–. De hecho, la Filosofía de la Historia de Hegel tuvo como objetivo mostrar el curso según el cual habrían tenido lugar los relevos de las culturas que portan la antorcha de la Universalidad, para sugerir que a la sazón le había llegado la hora a Alemania.{23} Pues Hegel supone, como San Agustín, que la Historia Universal es la Historia del Género Humano –el mismo Género Humano que Lessing pretendía que se educara en conformidad con unas ideas que, según se ha dicho, habrían de impresionar profundamente a Hitler–. En otras palabras: La Filosofía de la Historia de Hegel está prefigurada por la obra La ciudad de Dios, con la que San Agustín funda la tesis de la unidad del Género Humano como la unidad del Paraíso terrenal, que queda disuelta por la escisión de la humanidad en santos y pecadores (la misma escisión que a través del calvinismo volverá a teñirse con coloraciones racistas, como dijo Toynbee, cuando los desafortunados se consideren dejados de la mano de Dios), pero que favorece una totalización espacial o geográfica del Género Humano que recuerda muy de cerca la del profesor Karl Haushofer, es decir, la concepción de la primera teoría de los dos bloques en la Historia de las Ideas geopolíticas.{24}

Ahora bien, la Historia Universal no la hace todo el Género Humano sino una parte que es un Imperio, en cuyo caso el Imperio luterano no puede ser universal, porque es depredador –como el nazismo tampoco puede ser universal porque es racista, es decir, particularista–. En particular, la norma del imperialismo depredador de la Alemania nazi del III Reich propuso a Alemania como modelo soberano al que habrían de plegarse las demás sociedades políticas, que sólo existirían para Alemania a título de colonias, susceptibles de ser explotadas. Sin embargo, todas las partes de la sociedad son imprescindibles en un proceso de transformación histórico, y ninguna puede ser universal si no muestra su capacidad para absorber a las otras. Ésta es la idea que ejerció el Imperio español en cuanto que católico y generador, lo que nos retrotrae a la polémica antes apuntada, entre católicos y protestantes: por eso dijimos entonces que se trataba de la cuestión capital sobre la libertad humana.{25}

Así las cosas, no cabe descartar la reminiscencia de la consolidación de una Unión Europea (como un Estado federal) ligada a un nacionalismo alemán de nuevo cuño, habida cuenta de la trayectoria que ha seguido Alemania una vez transcurridas las décadas de su recuperación (después de su derrota y fragmentación en la II guerra mundial), a saber: reunificación de Alemania, política unilateral de reconocimiento de Croacia y Eslovenia y apertura hacia el Este, pues también se trataría, por parte de Alemania, de incluir a Polonia, Hungría y Bohemia en el campo de la influencia dominante del IV Reich en formación.{26}

No quisiera terminar sin añadir que, a decir de Walter Johannes Stein (asesor personal de sir Winston Churchill en lo referente a las motivaciones del Führer), las lecturas del joven Hitler en Viena no fueron otras (y no hubieran podido serlo, añadimos nosotros) que las obras de los mencionados Fichte, Hegel, Schopenhauer y Nietzsche, así como el Fausto de Goethe (reconocido antisemita, como todos los demás, y nihilista, como Schopenhauer y Nietzsche) y La educación del género humano de Lessing, antes dicha.{27}

No hace falta que recuerde los lodos que vinieron de estos polvos. Y aunque sé que mucho nietzscheano se sentirá ofendido por todo esto que he dicho, pues qué quiere que le haga: las cosas son así y no las he descubierto yo. Pero, en fin, considero que ya he dado cumplida cuenta de las razones que movieron a Bueno a decir lo que dijimos que dijo, a saber: que el protestantismo está atrapado en la conciencia subjetiva que conduce al pietismo y al nihilismo, y que de Lutero se va a Hegel, Nietzsche y Hitler. Es decir, que la filosofía idealista alemana, el protestantismo, el mito de la Cultura en cuanto expresión de la Raza aria de la Santa Alemania, el imperialismo depredador anglosajón y el III Reich es todo la misma cosa. Y a quien se le llene la boca cada vez que diga «cultura», que recuerde lo mucho que de cultural tuvo el nazismo. El que tiene oídos, escuche.

Notas

{1} Estas disputas están en el origen del enfrentamiento de la doctrina jansenista (que estaba próxima a los hugonotes calvinistas) con los jesuitas. Así se comprende que Pascal entrara en contacto con el jansenismo pues, como se verá más adelante, el protestante Bismarck lanzó su batalla en pro de la Cultura contra la filosofía racionalista, y Pascal estaría ocupando aquí la posición que efectivamente le corresponde, a saber: la de un filósofo poco racionalista en el terreno de la teología y la moral. Lo que no se comprende es eso tantas veces dicho que los dominicos destacaron en la defensa de la Fe católica o eso otro de que el jansenismo, al contrario que el jesuitismo, influyó extensamente en la espiritualidad católica pues, en lo que hace a la doctrina de la Gracia, fue justo al revés.

{2} Gustavo Bueno, El mito de la cultura, Editorial Prensa Ibérica, Barcelona 1996, págs. 128-129. En definitiva, Lutero y los jansenistas afirmaron la necesidad de una Gracia irresistible como don que viene de Dios (según San Agustín, gratuito, pues ya San Pablo dejara dicho que a Dios vayan las gracias por su indescriptible don gratuito), frente a los humanistas y los pelagianos, que afirmaron que la Gracia se halla infundida en la naturaleza. De ahí que Lutero afirmara, con San Agustín, que el albedrío es siervo (pues según Lutero, nadie puede ser salvado si confía sólo en el libre albedrío) frente a los humanistas, que sostuvieron la tesis de la completa libertad. Si bien es cierto que el mencionado Luis de Molina rechazó, no sólo las tesis de San Agustín, sino también las de Santo Tomás, al no adherirse a la premoción física de éste, pues según de Molina, la intervención divina es un concurso simultáneo por el cual Dios coopera con el hombre, proporcionándole un movimiento que puede usar bien o mal. Pero, al menos, Santo Tomás negó que el albedrío fuese siervo -al contrario que San Agustín-. Ésa es la cuestión.

{3} Gustavo Bueno, El mito de la cultura, págs. 129-130.

{4} Gustavo Bueno, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la Religión, Mondadori, Madrid 1989, pág. 71. Es sabido que el Sacro imperio romano germánico (o Primer Reich) vio rota su unidad por la Reforma protestante y que, pasados dos siglos, los Hohenzollern obtuvieron el título de reyes de Prusia (en un bando protestante frente a los católicos Habsburgos, centrados en Austria) y dominaron Alemania durante el reinado de Federico II, mecenas de la Ilustración representada por dos autores nada racionales, pero sí muy sentimentales, Lessing y Herder, de los que trataremos más adelante. Finalmente, Prusia eliminó a Austria, ya con el mencionado Bismarck –el mismo que pocos años después haría proclamar el II Reich.

{5} Véase, a modo de ejemplo de este ideal de Cultura artística, la nota 19.

{6} Gustavo Bueno, El mito de la cultura, págs. 106-107.

{7} Gustavo Bueno, op. cit., pág. 130. Este proceso dialéctico es el mismo que se advierte en Hegel, a saber: que lo Universal que en el Estado se destaca, constituye la Cultura de una Nación, pero el contenido que se halla en el Estado constituye el Espíritu de ese mismo Pueblo o Nación. Ahora bien, el precursor de esta forma de entender la Cultura como esencia de los pueblos (como segunda naturaleza del hombre, en palabras del mencionado Herder), es Fichte, del que trataremos más adelante, y será al comienzo de la mencionada lucha de la Cultura de Bismarck cuando se dé el reconocimiento, por parte de las constituciones políticas de los Estados, del ideal de Cultura como norma constitucional. (María Pilar García Alonso, «La idea fichteana de Cultura», El Basilisco, nº 29, Segunda Época, Oviedo 2001, pág. 82.) Véase la nota 22.

{8} Gustavo Bueno, op. cit., pág. 26. A mediados del siglo XIX ya sostuvo Arturo de Gobineau (cuya filosofía era de corte idealista, como la de todo buen germanófilo) que la Raza germánica era la más alta variedad del más alto tipo (el blanco, claro) y que su superioridad era, no sólo física, sino también cultural. En consonancia con esta teoría del conde de Gobineau, Guillermo II añadió a su política colonial pretensiones pangermanistas.

{9} Gustavo Bueno, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la Religión, pág. 100.

{10} Gustavo Bueno, op. cit., págs. 194-195.

{11} David Irving, El camino de la guerra, Editorial Planeta, 1990 Barcelona, pág. 256.

{12} David Irving, op. cit., pág. 324.

{13} Alan Richardson, El debate contemporáneo sobre la religión, Editorial Mensajero, Bilbao 1968, pág. 26. Habría que aclarar, para que no quepa lugar a suspicacias, que este autor citado, Alan Richardson, ni siquiera es católico, y el propio introductor de la versión española de la obra enseguida aclaró, pues corrían tiempos nacional-católicos, que Richardson era un autor no católico.

{14} Bajo la consigna Una nación - un Dios - un Reich - una Iglesia, este movimiento pretendía crear una Iglesia protestante alemana que abarcase toda la nación. Así las cosas, cuando en marzo de 1937 el Papa Pío XI promulga la encíclica Con ardiente preocupación, Hitler prohíbe su difusión y desencadena una sistemática y despiadada campaña de difamación contra la Iglesia católica. Fueron condenados 244 sacerdotes y miembros de órdenes religiosas; en 1937 había pendientes 955 procesos y del total de 16.200 miembros de órdenes religiosas existentes en Alemania, unos 8.000 fueron sometidos a proceso por faltas a la moral –o mejor traducido, por faltas a la eticidad o sittlichkeit hegeliana–. En el curso de esta acción contra la Iglesia católica fueron clausurados y confiscados conventos y prohibidas revistas confesionales juveniles. (Heinz Huber & Arturo Müller, El Tercer Reich, Plaza & Janés Editores, Barcelona 1976, págs. 217 y 222.)

{15} Ian Kershaw, Hitler, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid 2000, pág. 122.

{16} Trevor Ravenscroft, Hitler: la conspiración de las tinieblas, Editorial América Ibérica, Madrid 1994, págs. 55-56. Véase también la nota 24.

{17} Trevor Ravenscroft, op. cit., pág. 53.

{18} Trevor Ravenscroft, op. cit., pág. 54. A su vez, Wagner y Nietzsche fueron apasionados partidarios de Schopenhauer, precisamente.

{19} David Irving, El camino de la guerra, pág. 262. Hitler era uno de los más grandes admiradores de Ricardo Wagner, en cuyas obras veía una manifestación del misticismo germánico de la Raza. Sigfrido y El crepúsculo de los dioses eran obras y conceptos que ejercieron en Hitler una gran fascinación durante toda su vida. (Heinz Huber & Arturo Müller, El Tercer Reich, pág. 223.) Es más, Hitler dijo que era preciso conocer a Wagner para comprender la Alemania nazi, y esta afirmación no se explica sino por la evocación de la mitología germánica en las obras del compositor alemán. De hecho, en la tetralogía El anillo de los nibelungos, Wagner no hace otra cosa sino exaltar las antiguas leyendas teutonas y el mundo bárbaro de los nibelungos, irracional, místico, dominado por la violencia y por la venganza sangrienta. (Franco Sarcinelli, Vida y muerte en los campos de concentración y de exterminio, Editorial de Vecchi, Barcelona 1979, pág. 14.)

{20} Gustavo Bueno, El mito de la cultura, pág. 60.

{21} Trevor Ravenscroft, Hitler: la conspiración de las tinieblas, pág. 113.

{22} Gustavo Bueno, El mito de la cultura, pág. 63. Habría que añadir que la filosofía idealista alemana no sólo está inspirada por Lessing sino que, además, recupera la tradición conceptual sugerida por la obra de Johannes Eckhart, un místico del siglo XIII, dominico precisamente.

{23} Gustavo Bueno, op. cit., pág. 65.

{24} Gustavo Bueno, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la Religión, págs. 287 y 328-329. Haushofer (que también era discípulo incondicional de Schopenhauer y a quien su propio hijo Albrecht Haushofer acusó de instigar a la Bestia del Apocalipsis contra la humanidad) dijo a su primer grupo de estudiantes, entre los cuales se encontraba Rudolf Hess, que el espacio es poder en sí mismo y que tenía la intención de impartir la asignatura de geografía política como un arma para resucitar a Alemania, a fin de que pudiera alcanzar la grandeza para la que estaba destinada. Por lo que no es de extrañar que el III Reich estuviese basado en una política anexionista, aplicada en nombre del espacio vital. Finalmente, Haushofer adoptó el rol de Mefistófeles cuando inició a Hitler en el papel que desempeñarían los ritos de sangre en la delirante creación de una mutación que produciría el nacimiento del Superhombre. La clave de este potencial humano sería descubierta sólo a través de la calidad de la sangre aria. Haushofer entendía que la Raza aria era la única verdadera, entre otras cosas porque sus orígenes se remontaban nada menos que a la Era de la Atlántida. Pero conviene recordar que unos secesionistas del Norte de España, también nacional-socialistas, sostienen esa misma Era atlántica como la época de la que procede su prehistórica Raza, una Raza corta de antígenos D. Lógicamente, los judíos serían excluidos de este proceso de evolución humana; de ellos, Karl Haushofer dirá que imitan a los hombres, pero que no pertenecen a su especie, y Hitler concluirá que están más alejados de los animales de lo que lo estamos nosotros y que no constituye crimen alguno eliminarlos, porque no pertenecen a la humanidad. (Trevor Ravenscroft, Hitler: la conspiración de las tinieblas, págs. 268, 273 y 296.) Entonces, como diría Calvino, los judíos bien pudieran considerarse dejados de la mano de Dios.

{25} Véase Gustavo Bueno, España frente a Europa, Alba Editorial, Barcelona 1999, páginas 16, 35, 203-204, 210-211, 349-350 y 465.

{26} Gustavo Bueno, op. cit., pág. 419.

{27} Trevor Ravenscroft, Hitler: la conspiración de las tinieblas, págs. 13 y 85.

 

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