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El Catoblepas, número 33, noviembre 2004
  El Catoblepasnúmero 33 • noviembre 2004 • página 14
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Setenta años después
de la Revolución de Asturias

José María García de Tuñón Aza

Crónica de las celebraciones en Asturias
del setenta aniversario de Octubre de 1934

Cuando en 1978 el Congreso y el Senado español, por abrumada mayoría, aprobaron lo que algunos llamaron «una Constitución para la concordia», Adolfo Suárez, entonces presidente del Gobierno, expresaba «la convicción de que no hay dos Españas». Sin embargo los que hemos seguido de cerca el setenta aniversario de la Revolución de Asturias, bien a través de la prensa o siendo testigos presenciales de alguna conferencia, creemos sinceramente que, como tituló un periódico, «Octubre de 1934 sigue levantando pasiones entre los asturianos»{1}, porque siguen existiendo profundas diferencias ideológicas.

Con motivo de este setenta aniversario la prensa asturiana, principalmente la de Oviedo, dedicó grandes espacios a esta efemérides haciendo participes a conocidos personajes –mayoritariamente comprometidos con partidos de izquierdas– que nos fueron relatando su punto de vista demostrando las fuertes discrepancias que aún existen. Estos mismos medios, a la hora de pedir opiniones u ofrecer sus páginas para que pudieran exponer las suyas, vimos cómo se inclinaban por historiadores o eruditos en el tema –o creían serlo– que seguían, por ejemplo, la línea de historiadores profesionales como Paul Preston o Tuñón de Lara, olvidando a los que podían seguir otra línea como Ricardo de la Cierva o Pío Moa, por lo que la balanza informativa estaba inclinada prácticamente a un sólo lado. Incluso algún medio llegó a manipular un cartel que en su origen decía: «Hoy como ayer el Socorro Rojo de España cuidará de vuestras familias»{2} (la cursiva es mía). Esta frase fue sustituida por esta otra: «70 aniversario de una Revolución que movió los cimientos de Europa.»{3}

Por otro lado, no deja de sorprender que estos mismos medios escogieran, sin excepción, como figura principal para explicarnos lo ocurrido en aquel octubre del 34 al catedrático David Ruiz, hombre que perteneció o pertenece al Partido Comunista, que sin ser asturiano –no lo digo como crítica– es la persona que parece que esos medios consideran en posesión de la verdad, ya que sea en una fecha u otra, acuden a él como si fuera el único capaz de darnos una lección, en este caso partidista, de lo ocurrido en aquella «guerra preventiva». A David Ruiz los periódicos de Oviedo le han dedicado nada menos que cinco páginas, por ninguna, por ejemplo, a Pío Moa, aunque sí a éste algún periódico le ha publicado una crónica extensa, sólo en la edición de Gijón, con motivo de la presentación en esa ciudad de su libro 1934: Comienza la Guerra Civil, y le han difundido un artículo donde, entre otras cosas, dice: «Azaña intentó dos golpes de estado al perder las elecciones de 1933.»{4} Asimismo un periódico de Gijón ofrece a sus lectores dos páginas sobre lo ocurrido en el 34 y comienza diciendo: «70 años después de los sucesos de octubre de 1934 en Asturias los expertos revisan su influencia en el curso de la Historia.»{5} Sin embargo, para este medio, los únicos «expertos» son, otra vez, David Ruiz: «Fue una lucha contra la amenaza fascista»{6}; el profesor de Historia, Francisco Erice: «Una lucha contra el fascismo»{7} y el periodista Bernardo Díaz Nosty: «Quizás la idea que deba prevalecer del 34 es la de no dejarnos avasallar.»{8} Los tres con iguales o muy parecidos puntos de vista. Este medio no encontró, por otro lado, a personas de distinto talante de los citados; sin embargo sí encontró a un ex guerrillero, Manuel Alonso González, que dijo: «Estaba claro que el pueblo se iba a levantar. Los obreros no tenían apenas armas, así que utilizaban dinamita. Fueron tomando cuarteles de la Guardia Civil, como el de Laviana o el de Barredos. Era una lucha en defensa de mejores condiciones para los trabajadores y para atajar el paro, porque entonces había mucha miseria, andábamos vestidos con remiendos y no teníamos ni un traje para un día de fiesta.»{9} Sin embargo, los mineros que formaron el núcleo principal de los insurrectos eran los trabajadores mejor pagados de España, y, por supuesto, en esa lucha «para atajar el paro» no hemos encontrado nada que nos haga pensar que eso fuera así, porque a lo único que se dedicaron los revolucionarios fue a destruir con dinamita edificios nobles de la ciudad de Oviedo, además de otras vilezas de todos sabidas.

En Mieres conmemoraron este 70 aniversario con una exposición en el Centro de Arte Casa Duró, bajo el título: «14 días de Revolución: Arte y Revolución en Mieres.»{10} Esta exposición, en la que participaban 34 artistas asturianos, no deja de llamar la atención el que mencionen la palabra «arte», cuando precisamente terminaron con todo el arte que albergaba los edificios que destruyeron, incluida la Cámara Santa. También en esa misma villa de Mieres, durante catorce días, recordaron y revivieron la historia de la Revolución, destacando la creación de una barricada con piedras y vigas a la entrada del Instituto Bernaldo de Quirós de aquella localidad. La quema de esta barricada supuso el punto álgido y también final del programa: «La ubicación de la emblemática barricada no fue elegida al azar. El Instituto Bernaldo de Quirós ocupa el edificio del palacio de Camposagrado, uno de los edificios principales del estallido revolucionario de 1934 en Mieres, que comenzó a ser sofocado el 18 de octubre, con la entrada de las tropas gubernamentales.»{11}

Al otro lado de la orilla se publicaba que el templo ovetense de Santa María de La Real de la Corte honraba a los sacerdotes, religiosos y seminaristas asesinados durante la Revolución de Octubre de 1934, y avisaba de que iban a recibir a los restos mortales de quien fue su párroco, don Román Cossío Gómez, asesinado durante los sucesos revolucionarios.{12} Era este sacerdote cántabro, como David Ruíz, y llevaba al frente de esa parroquia desde 1919. Fue director de la Hoja Parroquial de la diócesis, publicación que excitaba la rabia del periódico socialista El Avance. Detenido el día 9 de octubre de 1934, fue asesinado el día 11.

Para preparar el ambiente informativo que vendría después, uno de los diarios de Oviedo se adelanta publicando una entrevista con el susodicho David Ruiz, al que dedican dos páginas del rotativo. El catedrático comienza negando toda relación del 34 con lo que vino más tarde en el 36, y para apoyar su tesis dice: «Afirmar que la guerra civil empieza en el 34 es una auténtica falacia destinada a oxigenar el franquismo moribundo.»{13} Bien, esta es su opinión, pero debemos recordarle que las opiniones, en el mismo o parecido sentido, por ejemplo, de Madariaga, Albornoz y Maldonado, no son las de unos franquistas, sino más bien todo lo contrario. Sí comparto su punto de vista cuando dice: «Octubre del 34 pasa por ser la revolución más anunciada de todos los tiempos.»{14} Efectivamente, esto es lo que hemos defendido desde el primer momento, y no lo que algunos siguen empeñados en hacernos creer, que fue debido a la entrada en el Gobierno de los miembros de la CEDA. Un periódico de aquella época titulaba unos días antes de la insurrección: «La revolución a plazo fijo.» A continuación decía entre otras cosas:

«Dícese que si entran en el Gobierno algunos ministros de la Ceda inmediatamente estallará la revolución. No lo creemos, y fondos como el de El Socialista de hoy llamando a sus huestes a golpe de clarín y diciéndoles que se preparen para este mes de octubre, que será el decisivo, no tienen más misión que impresionar a altas jerarquías, como esa llamada a Palacio de Indalecio Prieto, al decir de algunos periódicos madrileños. Pero si efectivamente los extremistas tienen todo preparado que incluso no vacilan en hacer públicos sus llamamientos para que todo el mundo se entere, si efectivamente la revolución va a estallar, cuanto antes mejor, y quien más fuerza tenga que se lleve el triunfo. Pero no olviden los socialistas que triunfe o fracase la revolución quien innegablemente perderá siempre es el Partido Socialista. Si fracasa, por el fracaso. Y si triunfa porque el socialismo como organización desaparecerá engullida por los comunistas y sindicalistas.»{15}

Este mismo periódico, que acoge las opiniones del catedrático Ruiz, vuelve a formularle una serie de preguntas dentro de las cinco páginas que el rotativo dedica a la insurrección del 34. En primer lugar, el periódico presenta a sus lectores una breve historia de lo ocurrido y también una breve cronología. Después hace diez preguntas que contestan por separado el filósofo Gustavo Bueno y el historiador David Ruiz. A la primera de ellas: «¿Octubre de 1934 es el prólogo de julio de 1936?», Gustavo Bueno dice que:

Sólo un teólogo, hablando de la ciencia visión divina, podría decir que Octubre de 1934 fue un «prólogo en el Cielo» de Julio de 1936. Pero para quien no sea teólogo, ni musulmán, será muy difícil considerar Octubre de 1934 como prólogo de algo que todavía «no estaba escrito». Otra cosa es que, a partir de Julio de 1936, pudiera ser utilizada esta metáfora para subrayar las relaciones de continuidad que se percibían con sucesos ocurridos hacía menos de dos años.{16}

Por su parte, David Ruiz contestaba con estas palabras:

No. A diferencia del 36, el Ejército permaneció tan fiel al Gobierno de la República que sólo hubo un desertor, el sargento Vázquez, del cuartel de Oviedo. Tampoco hubo intervención extranjera en ayuda de los sublevados ni resistencia a éstos al grito de «No pasarán» en el Madrid republicano de la guerra civil. En Octubre del 34, los organizadores (un comité revolucionario de dirigentes nacionales del PSOE y la UGT presidido por Largo Caballero) no convocaron al pueblo en armas, sino a la clase obrera, a una huelga general que no sería respaldada por el 95% de los braceros del Sur ni por la tercera parte de los obreros industriales del Norte. Sin embargo, en Asturias, donde previamente se había firmado un pacto de unidad de acción sindical y política (del PSOE y el PCE) la señal movilizadora adoptó contenido revolucionario que se intentará plasmar en los combates y en las retaguardias.{17}

A la segunda: «¿Es un ataque a la II República o la primera batalla antifascista europea», Gustavo Bueno contesta:

La 'o' de esta pregunta puede interpretarse como disyuntiva o como alternativa; en el segundo caso, las dos opciones pueden ser verdaderas a la vez. Desde la perspectiva de la Constitución de la II República Española, Octubre de 1934 fue un ataque a esa Constitución, y así lo vieron los miembros de su Gobierno y otros dirigentes socialistas, como Besteiro. Desde la perspectiva de los revolucionarios, de los agentes de la «huelga revolucionaria», la fórmula «batalla antifascista» pudo ser asumida, siempre que la insurrección fuese entendido como un guerra civil (Brenan dijo que Octubre de 1934 fue «la primera batalla de la guerra civil». Entre los objetivos del Comité Revolucionario, presidido por Largo Caballero, podía figurar el de la preparación de una batalla contra el fascismo, que creían se les venía encima (no todos: ni Besteiro, ni Araquistáin veían peligro fascista en la España de entonces). En este caso se trataría de una «guerra defensiva» o, como se dirá después, «preventiva» (es decir, defensiva ante un ataque aún no realizado, y en este caso visto como inminente). Esta fórmula u otras análogas («insurrección defensiva») fueron compartidas por muchos «huelguistas» como definición y justificación de sus actos, o como simple pretexto eufemístico para atenuar responsabilidades en caso de fracaso («a fin de cuentas actuamos en defensa de la República, aunque nuestros procedimientos no fuesen totalmente democráticos»). Sin embargo, la definición de Octubre de 1934 como el inicio de una batalla y, por tanto, de una guerra antifascista, de intención puramente apotropaica, orientada a defender el orden constitucional, gravemente amenazado, me parece a todas luces insuficiente y errónea. No da cuenta ni siquiera de la terminología que utilizaron sus agentes: «Revolución social», «Comuna Asturiana», &c. Si no todos, un gran sector de sus dirigentes (el llamado «grupo bolchevique», Largo Caballero el «Lenin español», Araquistáin, &c.) tenían en la cabeza el modelo de Octubre rojo de hacía poco más de quince años. Y muchos cronistas e historiadores de Octubre de 1934, que en las décadas aniversarios anteriores a 1978, y todavía en la conmemoración de 1984, asumían la perspectiva del relato épico, hablando de «la batalla de Campomanes» y de «la batalla de Oviedo». Dicho de otro modo, entendía la «huelga revolucionaria» como el principio de una guerra ofensiva contra la II República, en cuanto república burguesa, que había que desbordar.

Por su parte, esto es lo que a la segunda pregunta contesta David Ruiz:

Ambas cosas. Ataque a la República por creer que ésta, como la Monarquía, no sólo reprimía las aspiraciones obreras sino que permitía que partidos como la Confederación de Derechas Autónomas (CEDA), dirigido por Gil Robles, ocupara tres ministerios desde el 4 de octubre. También fue la primera batalla antifascista (perdida) por entender a la CEDA como un peligro para los trabajadores españoles igual que el partido nazi lo había sido para los alemanes. El fascismo doméstico, la Falange, se había constituido formalmente, pero era un partido minúsculo. Despreciado incluso por la derecha española que, a diferencia de la alemana e italiana, se podía permitir el lujo de bastarse con la CEDA para defender sus intereses. Sobre todo al ser el partido más votado en las elecciones de noviembre de 1933. En cambio al perder las de febrero de 1936 cundirá el pánico entre los poderosos, marginarán a Gil Robles y darán su confianza a las fuerzas que más abominaban de la democracia: militares y falangistas{18} que acabarán con la República por la vía armada.

El periódico hace esta tercera pregunta: «¿Cuál es el culpable histórico de la Revolución de 1934?» Como siempre contesta, en primer lugar, como así lo establece el periódico, Gustavo Bueno:

«Culpable histórico» es expresión que parece destinada a evitar la engorrosa cuestión de la «culpabilidad jurídico penal» propia de un Estado de derecho, que apuntaría hacia el Comité Revolucionario (la «huelga revolucionaria» estaba concebida para toda España y no sólo para Asturias), que dio la orden de salida, al parecer transmitida a Asturias por Teodomiro Menéndez (la organización previa de la huelga revolucionaria armada, por su escala, podría compararse a la organización previa al 18 de julio de 1936). «Culpable histórico» equivale entonces a «causante histórico». No habría una causa aislada, sino un efecto, largamente incubado, de la «correlación de fuerzas» reajustadas tras las elecciones del año 1933.

Y para David Ruiz:

Nada de dictar sentencias inapelables sobre el pasado como hacen algunos oficiantes del saber universal, tentados a revestirse de la toga judicial y a pontificar desde diversos estrados. Preferible indagar sobre comportamientos colectivos e individuales situándolos en los contextos de cada época, casi siempre muy complejos. Ni la derecha, ni la izquierda ni el centro –que también hubo en la República– hubieran actuado de la manera que lo hicieron en 1934 de no haber sido influidos por la Revolución rusa de 1917, la crisis económica de 1929 y la llegada de Hitler al poder en 1933. Si se trata despejar dudas sobre «quién empezó primero» en la dinámica que condujo a 1939 y 1936, baste decir que apenas proclamada la República democrática en abril de 1931, grupos de requetés «se echaron al monte» en Navarra y protofascistas castellanos empezaron a conspirar en Valladolid. Tuvieron suerte porque ni unos ni otros fueron descubiertos{19} por la Policía republicana, más pendiente entonces de mantener el orden entre las multitudes que celebraban la llegada del nuevo régimen.{20}

La cuarta es: «¿Por qué se hace la revisión del relato histórico?» Ahora es Bueno quien tiene el uso de la palabra:

Probablemente porque la «la izquierda convencional», que ha aceptado desde 1978, los principios del Estado de derecho constituido como una democracia parlamentaria y monárquica, y con una intensa colaboración pacifista («¡No a la guerra!» «¡No a la violencia!» «¡Diálogo!»), ha de tener una gran urgencia en reajustar las interpretaciones, explícitas o implícitas, que sus partidos, sindicatos o corrientes mantenían acerca de Octubre de 1934 (algunas de ellas de signo claramente leninista, lo que llevaba a una visión épica de la Revolución de Octubre). Sería del mayor interés analizar comparativamente las interpretaciones que, desde las izquierdas, en sus diversas generaciones y corrientes, fueron dándose de Octubre de 1934, durante los aniversarios 1944, 1954, 1964, 1974, 1984 y 1994; en particular habría que analizar las denominaciones concretas de lo que hoy llamamos con fórmula neutral, «Octubre 34» (denominaciones tales como «Huelga general revolucionaria», «Revolución social», «Insurrección», «Batalla antifascista» «o golpismo frustrado)».

A continuación Ruiz dice:

El fenómeno es muy reciente y faltan datos. La hipótesis más plausible es la que lo relaciona con el ascenso y caída del Partido Popular entre 2000-2004, pudiendo presentarse el del 34 como un «efecto colateral» doméstico, una vez aceptado por Aznar el concepto de «guerra preventiva» para legitimar la invasión de Irak. Sin enterarse, claro está, de que ya en la primavera española de 1934 el mismo concepto, junto a otros muchos, fue barajado por Largo Caballero y sus muchachos para también legitimar el «movimiento francamente revolucionario» que preparaban para evitar la entrada de la CEDA en el Gobierno.{21}

Entramos en el meridiano de las preguntas, la número cinco: «¿Baja el prestigio de la Revolución y sube el de la República?» Contestar a esta pregunta no le lleva a Bueno una línea:

Probablemente, al menos desde la perspectiva del Estado de derecho.

Sin embargo Ruiz necesita más espacio:

Para el conjunto de la izquierda subirá el de la II República a partir del 18 de julio de 1936 cuando sea asaltada a sangre y fuego. Antes, la apuesta de la mayoría era por la revolución: los anarquistas por el comunismo libertario, los comunistas por el modelo soviético hasta 1935. Los socialistas siempre estuvieron divididos. Para la derecha la República dejará de serles útil a partir de febrero de 1936 por los motivos anteriormente señalados. Para los republicanos de pro defender su régimen se convertirá en auténtico calvario de principio a fin.

Rebasamos el meridiano con esta pregunta: «¿Que se pretendía con la insurrección?» En primer lugar, para Bueno hubo:

Objetivos diversos, pero que se creían convergentes, en principio. Muchos se contentaron con la fórmula negativa: «detener al fascismo». Pero quienes utilizaron las fórmulas de la Revolución social y otras similares pretendieron mucho más, aun cuando estuvieran de acuerdo en el objetivo inicial, derribar la República burguesa, porque buscaban instalar una República de signo soviético, unos, de signo anarcosindicalista, otros, o de signo socialdemócrata fuerte, unos terceros.

David Ruiz sigue en sus trece:

Impedir por la fuerza la participación de los cedistas liderados por Gil Robles en el Gobierno de los radicales de Lerroux{22}. La derogación de las leyes sociales aprobadas por los gobiernos presididos por Azaña entre 1931 y 1933, también democráticos, se adujo como argumento fuerte para la movilización. De ahí que Octubre del 34 figure como un episodio más en clave de legitimidad de ejercicio frente a la legalidad institucional.

La séptima pregunta es la más corta de todas: «¿Qué consiguió?» Contesta Gustavo Bueno y lo hace con brevedad:

Redifinir las posiciones en conflicto y mostrar que éstas posiciones no eran meramente especulativas: se midieron mutuamente las fuerzas y se radicalizaron.

Sin embargo David Ruiz opina que:

A corto plazo nada. Los radicalcedistas continuarán gobernando hasta la convocatoria de las elecciones de febrero de 1936{23}. En el resultado de éstas, favorable al Frente Popular, se dio por supuesta la influencia de la represión de octubre en la victoria de la izquierda. Pero al no existir encuestas pre ni poselectorales resulta imposible precisar en qué medida la campaña por amnistía de los presos condicionó el resultado de las urnas.

«¿La represión fue proporcionada?». Es la pregunta octava. Para Gustavo Bueno:

El término «represión» suele cubrir dos frentes muy distintos: el de la represión legal o penal («¿Habrá indultos?», preguntaron todavía en octubre, los periodistas al ministro de la Gobernación, señor Vaquero; «Habrá justicia», responde el gobernante radical y el de la represión ilegal o alegal («en la madrugada del 25 de octubre fueron sacados de la cárcel de Sama de Langreo dieciséis detenidos, cuyos cadáveres fueron encontrados algo después enterrados en una carbonera entre Tuilla y Carbayín»). Si hubo desproporción en la represión penal (la cuestión de los indultos) fue por su clara inclinación hacia la clemencia que podría esperarse en un Estado de derecho que incluía la pena de muerte (¿cuántos dirigentes revolucionarios fueron fusilados tras el proceso legal?).

A David Ruiz le parece que:

A la izquierda le pareció tan desproporcionada como injustificada le pareció la insurrección a la derecha. En términos comparativos cabría recordar que mayor dureza aún cayó sobre la Comuna de París en 1871. En cualquier caso, fue una tragedia que afectó a más de 25.000 personas entre muertos y heridos de los dos bandos, e insurrectos encarcelados. Fue también una represión territorialmente selectiva en la que, por razones obvias, destacará Asturias. Aquí se buscaron culpables hasta debajo de las piedras: el diario cedista El Debate, remontándose al final del siglo anterior, llegaría a incluir en la larga lista de responsables de la tragedia a los promotores de la Extensión Universitaria ovetense, Altamira, Clarín, González Posada, Álvarez-Buylla, Canella y otros. Es decir, al grupo más innovador entre los profesores de la España de la época, a quienes acusaba de haber sembrado en las mentes de los maestros asturianos las impías ideas de la Institución Libre de Enseñanza.{24}

La novena, una de las más largas, decía: «¿Los combates fueron un banco de pruebas para la guerra civil?». Gustavo Bueno es bastante contundente en su respuesta:

No creo que pueda considerarse como un banco de pruebas, lo que no quiere decir que algunos revolucionarios o algunos generales que intervinieron en Octubre de 1934 pudieran sacar alguna experiencia del octubre asturiano. Pero los planteamientos de la guerra civil fueron, al menos desde el punto de vista militar, muy diferentes.

Para David Ruiz:

Sólo simbólicamente se recuperará la «gesta» en los nombres que se dieron a algunas unidades militares y destinos castrenses. Proliferarán las siglas UHP y se dará el nombre de «Sangre de Octubre» a un batallón. Se observará también cierta repetición de estrategias militares en la ocupación de Asturias por las tropas «nacionales» en la guerra civil con respecto al plan para la rendición de los revolucionarios de 1934. El general Franco estaría en la preparación ¿«diseño»? de ambas operaciones.

Y llegamos al final con la última pregunta: «¿En qué lado cree que habría estado usted de encontrase en ese momento histórico?» Gustavo Bueno lo tiene muy claro:

¿Para responder a esta interesante pregunta tendría que comenzar por poner entre paréntesis todo lo que yo puedo saber sobre las consecuencias, directas o indirectas, de ese momento histórico a lo largo de los setenta años posteriores (incluyendo la caída de la Unión Soviética). Haría trampa si me situase en aquel momento histórico con todos esos saberes relativos a su posterioridad. Pero si pongo entre paréntesis estos saberes, ya no podré decir que era yo, un niño de años entonces «quien me encontraba en aquel entonces».

Sin embargo a David Ruiz no le ofrece ninguna duda y sorprende algo la contestación de quien al menos en una época no muy lejana perteneció al Partido Comunista:

En el de los republicanos seguidores de Manuel Azaña. Por la sencilla razón de que rechazó la insurrección promovida por los socialistas de Largo Caballero, pero tampoco se anduvo con contemplaciones al condenar la arrogancia fascistoide del monárquico Gil Robles. Una idea que he compartido desde los años jóvenes con la mayoría de mis antepasados más cercanos, unos de los cuales pasaría algunos años en la cárcel de Santoña, Cantabria, por difundir en plena guerra que «Azaña quería hacer de España un país decente». La frase se encuentra en Los cuadernos robados, interesantes diarios del que fue segundo presidente de la República, que pasaron a manos del Caudillo, y que muchos años después devolverá graciosamente al pueblo español José María Aznar, nuestro cuarto presidente de la vigente Monarquía.{25}

Una vez que hemos podido leer ambos puntos de vista, al catedrático Ruiz le darían una nueva oportunidad (algo que negaban a otros que no estuvieran en el pensamiento único) para seguir exponiendo todo lo que sabe, y no sabe, sobre Octubre del 34. Sería otro periódico de Oviedo quien dedicaría a este aniversario once páginas, y dos de ellas se las reservaban al catedrático de Historia. Comienza discrepando de Gustavo Bueno porque no está de acuerdo con la teoría del filósofo en el sentido de que la Revolución de Asturias fuese una «guerra preventiva». «En absoluto –dice Ruiz–. Fue una insurrección con unas reivindicaciones de tipo político, no económico. Para unos pudo ser preventiva; un sector lo entendió como una movilización defensiva, más que preventiva, del peligro fascista a que tendía la mayor organización de la derecha española. Pero eso que no se le planteen a los insurrectos asturianos, porque aquí las organizaciones más fuertes se plantearon como objetivo único la revolución social.»{26}

Sin embargo, estas últimas palabras no coinciden con lo que escribió Ruiz en otra ocasión: «De todos modos los socialistas de Sama, como los de la cuenca del Caudal, estuvieron más interesados en la guerra que en la inminencia de la revolución social»{27} (el subrayado es mío)

Este periódico que amablemente ofreció sus páginas a David Ruiz y otros de su mismo punto de vista no tuvo el detalle democrático de ofrecer sus columnas a personas de perspectivas diferentes. De esta manera hemos visto cómo la mayoría de las páginas de la prensa asturiana fueron ofrecidas, en este 70 aniversario, a personas de pensamiento único, o dicho de otra manera, a personas que buscaron todo tipo de disculpas para justificar casi todo lo que hicieron aquello bárbaros de norte.

Únicamente la asociación Nódulo Materialista organizó un debate que tuvo lugar en el Club de Prensa Asturiana en el que participaron cuatro historiadores que según decía el antiguo periódico del Movimiento al día siguiente: «se dieron cita para hablar de una historia que, aunque lejana, sigue gravitando sobre el presente. No hubo acuerdo, unos hablaban de revolución, de movimiento antifascista, de apoyo a la verdadera república y otros de golpe de Estado y de inicio de la guerra civil. Las intervenciones fueron de altura y para que no faltase nada también se dieron rasgos populistas como si se tratase de un mitin.»{28}

Las cuatro historiadores que alude el periódico son: Pío Moa (Periodista e historiador), José Girón (Decano de la Facultad de Historia de Oviedo), Antonio Sánchez (Profesor de Filosofía del Instituto Europa de Madrid) y Francisco Erice (Profesor de Historia de la Universidad de Oviedo).

En primer lugar hizo uso de la palabra Antonio Sánchez quien dijo no estar de acuerdo con el historiador Enrique Moradiellos y su teoría expuesta en un reciente libro en el que nos habla de las tres Españas y que Sánchez llamó las tres «R»: reaccionaria, reformista y revolucionaria. Para él estas tres palabras formaban parte de una división confusa, puesto que, por ejemplo, el doctor Negrín había admirado a Mussolini y a Lenin. Por otro lado, en el bando nacional había: carlistas, monárquicos, liberales y falangistas; con grandes contradicciones entre ellos. «¿Cómo y por qué se agruparon sectores tan heterogéneos en sólo dos bandos?», se preguntaba Sánchez en otro momento. Para él la respuesta la tiene en que los componentes que formaron lo que se llamó «bando nacional», nunca se tragaron la leyenda negra, según la cual la España cristiana arruinó la cultura musulmana, liquidó la tolerancia entre las tres culturas o realizó una brutal conquista de América. Sin embargo en el «bando frentepopulista» les unió su intención de superar esa historia de España indeseable. «Les unía algo negativo, ése fue su talón de Aquiles, tenían proyectos muy contradictorios», por eso, en 1934, el PSOE y ERC intentaron una sublevación y les salió mal.

Tomó la palabra, en segundo lugar, Francisco Erice a quien antes le habían ofrecido sus páginas otros diarios de Oviedo y Gijón, periódicos que no dieron ninguna oportunidad en sus páginas extraordinarias, dedicadas a este 70 aniversario, a historiadores que no tuvieran el pensamiento único que al parecer exigían esos mismos medios. Erice descalifica de entrada a todos los historiadores que no piensan como él, algo que con frecuencia suelen realizar la mayoría de los historiadores de izquierda. Se apunta a las tres ideas que manejan muchos historiadores: un movimiento para defender la República, un movimiento antifascista y una revolución social. Reconoció que la Revolución de Octubre fue ilegal, sin embargo, termina diciendo que no lo sería si se alega autodefensa y defensa de la legalidad republicana inicial.

Pío Moa, a quien el público allí presente esperaba con impaciencia para escuchar sus palabras, comienza diciendo que aunque la izquierda sigue empeñada en hacernos creer que el 34 fue un movimiento antifascista se sabe por documentos –que él aporta en su último libro–{29} que los socialistas ya preparaban la guerra civil en abril de 1934. No se cree este historiador que hubiera un peligro fascista, ya que los que prepararon la revolución sabían que si fracasaban, el Gobierno o Gil Robles no iban a dar un contragolpe. «Largo Caballero incluso salió absuelto por falta de pruebas, lo que da idea del peligro fascista», termina diciendo Pío Moa. Cita a Julián Besteiro, que no estuvo de acuerdo con Largo Caballero ni con Indalecio Prieto, y les acusa de que «por ese camino de locura decimos a la clase trabajadora que se la lleva al desastre, a la ruina». Cita también a Saborit, otro socialista moderado, que negó «un fascismo preparado para asaltar el Poder». No defraudó Pío Moa en su exposición, aunque después el siguiente interviniente, el catedrático de Historia José Girón, llegó a decir, en un alarde de prepotencia y señalando a Pío Moa y a Antonio Sánchez, que si fueran alumnos suyos tendría que suspenderlos.

Cerró la mesa redonda el decano de la Facultad de Historia de Oviedo, José Girón –otro al que alguna prensa asturiana ofreció sus páginas–, que comenzó su intervención con «rasgos populistas como si se tratase de un mitin». Arremetió contra el clero y los terratenientes de una España con dos millones de jornaleros y un alto porcentaje de analfabetos, que él estimaba en un 44%, que sólo querían pan porque ni eso tenían. La República –según él– quiso cambiar ese estado de cosas, por eso –digo yo– lo primero que hicieron fue asesinar a sacerdotes y religiosos. Pero... «¡por algo sería!», llegó a decir con toda desfachatez este decano. Cuando fue recriminado por estas palabras, quiso desdecirse contestando que él no era partidario de matar curas. Sin embargo, lo dicho queda y él dijo lo que dijo. Después quiso comparar a la España de entonces con el Sudán y Uganda de ahora, lo que produjo que una persona que se encontraba entre el público gritara: «¿Dónde estaban los negros?» Con esta anécdota simpática terminó su intervención el señor decano, no sin antes que Pío Moa le mostrara su disconformidad por las palabras que pronunció sobre los sacerdotes y religiosos asesinados. «Es como si ahora –dijo Pío Moa– alguien, en referencia a la masacre de los judíos por parte de los alemanes, se le ocurriera decir, 'Por algo sería'.» Con esta demanda comenzó el turno de interpelaciones entre los cuatro oradores y más tarde se dio entrada al público asistente para que formulara preguntas. «Tres hora más tarde, las posturas seguían sin conciliarse.»{30}

Por su parte, Gustavo Bueno que no pertenece a los del pensamiento único y que por lo tanto no ha tenido cabida en algunos medios asturianos, publicó un interesante artículo titulado «Octubre de 1934», que el lector podrá encontrar en esta misma revista El Catoblepas, nº 32, octubre de 2004, página 2.

Se apagaron los ecos informativos con la publicación del homenaje que los comunistas rindieron a la joven Aida de la Fuente, muerta cuando la 21ª Compañía, al mando del teniente coronel Yagüe, logró silenciar la ametralladora que manejaba la joven «rosa roja». Para conmemorar este 70 aniversario, un grupo de personas se reunieron en torno al monumento que en la falda del monte Naranco de Oviedo se levanta en recuerdo de aquella muchacha muerta a los 16 años de edad. La prensa recogió las palabras de algunos intervinientes en el acto, entre ellas las del Director General de Seguridad Pública del Gobierno de Asturias, Francisco de Asís Fernández Junquera, que aprovechó para aludir a la polémica expulsión de un diputado del PP de Cuba, mostrando el Director General de Seguridad «su solidaridad con la Cuba revolucionaria y el rechazo a las provocaciones del PP»{31}. Intervino a continuación Nerea Larefuil, de las Juventudes Comunistas, que animó a todos los presentes a «recuperar el espíritu del octubre rojo asturiano». Finalizó su perorata con estas tres claras expresiones: «¡Octubre es ahora! ¡Viva la revolución obrera de 1934! ¡Viva Aida de la Fuente!»{32}

Otro periódico ovetense publica una fotografía de este acto a tres columnas y un corto pie de página donde falta a la verdad, porque Aida de la Fuente no «fue fusilada durante las represalias que tomó el gobierno y las fuerzas de seguridad tras la revolución de octubre de 1934»{33}. Si el redactor o colaborador que escribió esa falsedad se hubiera tomado la molestia de revisar en la hemeroteca de su propio periódico, habría encontrado un excelente artículo del periodista José Antonio Cepeda que escribió en las páginas de «Opinión» y que, entre otras cosas, decía:

«Las máquinas de la Bandera –24ª compañía– logran silenciar a una ametralladora, pero la otra, la de Aida Lafuente, continúa disparando. Yagüe ordena al comandante de los escuadrones de sables avanzar hacia la meseta que se extiende desde San Pedro a la carretera de los Monumentos, con el fin de coger entre dos fuegos a la loma de San Pedro. La 23ª compañía de la Legión ha progresado y, con la ayuda de la Caballería, penetra en la cota. Aún recibe fuego de la torre de la iglesia, pero la 21ª compañía ha trepado por la zona de la estación y llega también a la posición adversaria. Una joven [Aida de la Fuente] manchada por la pólvora yace muerta junto a una máquina, y a su lado, un compañero. Hay otros hombres caídos. El resto se ha replegado en dirección a la Argañosa.»{34}

Algunas televisiones locales también dedicaron espacios a este aniversario, lo mismo que algunas emisoras de radio como «Radio Parpayuela» de Mieres que emitió un programa el día 14 con la participación de las siguientes personas: Francisco Alamán, Antonio Mortera, Pedro Fandos, Francisco Prendes Quirós y, cómo no, David Ruiz, del que tengo que decir que me sorprendió su moderación; no parecía el mismo David Ruiz que acabábamos de leer en toda la prensa asturiana. Todos expusieron sus puntos de vista y solamente noté un poco fuera de sí a Prendes Quirós, que nada más comenzar el programa de radio interrumpió a Francisco Alamán diciéndole: «¡No digas bobadas!» A lo que el aludido contestó diciendo que si seguía por ese camino de insulto no tendría más remedio que abandonar los estudios de la emisora. Esta visto que al señor Prendes Quirós no le gusta escuchar o leer, porque llega hasta el insulto, a quienes no opinan como él, porque en una de las ediciones para Gijón de La Nueva España, en vez de rebatir los argumentos del historiador Pío Moa, le soltaba esta andanada: «El gran Moa, manipulador de la historia, cuyo pelo, blanco en su fondo, presenta manchas de color que fue negro, es pío por eso. Por escritor, rencoroso. Por estricto y fervoroso enemigo de la España del 31 al 36.»{35} En fin, es una lástima que todavía haya gente con ese talante.

Notas

{1} Diario La Nueva España, 8 de octubre de 2004, pág. 26.

{2} Se puede ver el cartel original que ilustra mi artículo «La Revolución de Octubre de 1934 en Asturias», publicado en la revista El Catoblepas, nº 32, octubre 2004, pág. 10.

{3} Diario La Voz de Asturias, 3 de octubre de 2004 (Cuaderno del domingo), pág. 1.

{4} Diario La Nueva España, 10 de octubre de 2004, pág. 32.

{5} Diario El Comercio, 5 de octubre de 2004, pág. 64.

{6} Ibid.

{7} Ibid.

{8} Ibid.

{9} Ibid., pág. 65.

{10} Diario La Nueva España, 1 de octubre de 2004, pág. 16.

{11} Diario La Nueva España, 16 de octubre de 2004, pág. 18.

{12} Diario La Nueva España, 12 de octubre de 2004, pág. 6.

{13} Diario La Nueva España, 26 de octubre de 2004, pág. 38.

{14} Diario La Nueva España, 26 de octubre de 2004, pág. 39.

{15} Diario La Voz de Asturias, 28 de septiembre de 1934.

{16} Diario La Nueva España, 3 de octubre de 2004, páginas extraordinarias Siglo XXI, pág. 4.

{17} Ibid., pág. 5.

{18} Lo que no nos aclara el catedrático es qué clase de confianza le dan los poderosos a la Falange. Y tampoco en que se basa para decir que los falangistas «abominaban» la democracia; y si «era un partido minúsculo» como él mismo declara, ¿por qué lo coloca en la misma balanza que a los militares con todo un ejército detrás?

{19} Si no fueron descubiertos, ¿cómo lo sabe el señor Ruiz? Y si lo sabe está obligado a darnos más información, como por ejemplo nombres, lugares, &c. En definitiva, tira la piedra y esconde los nombres.

{20} Tan ocupada estaba la Policía republicana en mantener el orden que no fue capaz de evitar que en varias capitales de España fueran quemadas, a principios de mayo de 1931, varias iglesias y con ellas todo el tesoro que almacenaban en su interior y que el señor Ruiz se ha olvidado de decirnos.

{21} Y dale con la entrada de la CEDA en el Gobierno. Amaro del Rosal, conocido periodista asturiano y miembro de la dirección nacional de UGT en aquellos años, dice que les hubiera valido otra disculpa cualquiera. Y el propio Amaro del Rosal escribe: «En el trabajo organizativo se llevaba más de ocho meses cuando estalló el movimiento. En los cuadros de organización estaban involucrados cientos de elementos pertenecientes a la UGT, al PSOE, a las Juventudes Socialistas, cada uno de ellos con responsabilidades en misiones específicas y concretas. El conocimiento del plan general en todos sus detalles perfectamente estructurados, estaba en manos de Caballero, clave por clave, nombre por nombre, objetivo por objetivo.» (Ver Amaro del Rosal, 1934: el movimiento revolucionario de Octubre, Madrid 1983, pág. 10.)

{22} Lo del señor Ruiz sí que es una intoxicación. Volver sobre lo mismo no tiene ningún sentido, y si no, que nos explique por qué casi un mes antes de la participación de los cedistas en el Gobierno de Lerroux apresan en un puerto asturiano un barco, el Turquesa, cargado de armas para los insurrectos de Asturias.

{23} No es cierto lo que dice el señor Ruiz. En las elecciones de febrero quien estaba al frente del Gobierno era Manuel Portela Valladares, afiliado a la masonería, que fue elegido diputado por Lugo en las Cortes Constituyentes por el Partido Republicano Galleguista, y por Pontevedra (Centro) en 1936. En diciembre de 1935, Alcalá-Zamora, le encargó la formación de un Gobierno que asumiese la responsabilidad de disolver las Cortes y convocar elecciones legislativas. Tras aceptar el encargo de Alcalá-Zamora, fundó un partido de centro para hacer de puente entre izquierdas y derechas, partido de poco peso específico.

{24} Siento corregir al señor Ruiz, pero Clarín falleció el 13 de junio de 1901, por tanto es imposible que El Debate se refiriera a él y si lo hizo habrá que corregir también al periódico.

{25} Siento volver a discrepar del catedrático señor Ruiz, pero no es del todo cierto lo que dice de los cuadernos robados a Azaña y su posterior devolución por parte del ex presidente Aznar. No quiero que se interprete que deseo defender a Franco, sino que lo que quiero es defender la Historia. En marzo de 1998 el prestigioso historiador José Mª García Escudero hace referencia al libro las Memorias íntimas de Azaña, con anotaciones de Joaquín Arrarás y publicadas en 1939, y también al que se publicó en 1997 con anotaciones de Santos Juliá y que lleva por título, como bien dice, Ruiz: Los cuadernos robados. Una vez leídos ambos, García Escudero saca esta conclusión: «...cuando cerré el volumen y repasé lo subrayado, descubrí que, sin sospecharlo, apenas había hecho más que pasar el lápiz sobre lo más destacado anteriormente por el manipulador, con lo cual el Azaña que de la lectura total brotaba se parecía alarmantemente (aparte, naturalmente, los comentarios tendenciosos y las ilustraciones ofensivas) al del texto manipulado.» O sea que las cosas no son como las cuenta el señor Ruiz, pues el contenido de esos «cuadernos» ya se conocía, al menos en su mayor parte, como así reconoce también el citado Santos Juliá cuando escribe: «Joaquín Arrarás, además de utilizar algunos trozos de los cuadernos para enriquecer su posterior trabajo como historiador del régimen, quiso sacar partido de la serie de ABC y recopiló las 22 entregas...».

{26} Diario La Voz de Asturias, 3 de octubre de 2004 (cuaderno Domingo, pág. 8).

{27} Albert Camus, Rebelión en Asturias, Ayalga Ediciones, Salinas 1977, pág. 28.

{28} Diario La Nueva España, 8 de octubre de 2004, pág. 26.

{29} Pío Moa, 1934: Comienza la Guerra Civil, Ediciones Altera, Barcelona 2004.

{30} Diario La Nueva España, 8 de octubre de 2004, pág. 27.

{31} Ibid., 18 de octubre de 2004, pág. 7.

{32} Ibid.

{33} Diario La Voz de Asturias, 18 de octubre de 2004, pág. 12.

{34} Ibid., 20 de noviembre de 1997.

{35} Diario La Nueva España (edición de Gijón), 14 de octubre de 2004.

 

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