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El Catoblepas, número 28, junio 2004
  El Catoblepasnúmero 28 • junio 2004 • página 10
Fascismo en España

Claves del desarrollo nacional sindicalista
en la primera mitad del siglo XX

Gustavo Morales

Fascismo, nazismo, antifascismo, José Antonio, Ramiro y Onésimo,
el fascismo literario, la caída de los dioses, Franco

Es difícil imaginarlo hoy, pero en los años treinta{1} el fascismo está de moda, acaso lo totalitario. Rafael Alberti, poeta del gusto de José Antonio Primo de Rivera, se hizo comunista y Dalí, fascista. Torcuato Luca de Tena cuenta de la actividad de Alberti al frente de la cheka de Bellas Artes en Madrid.

Los estados parlamentarios se tambaleaban ante el empuje violento del comunismo y el fascismo. El primero está representado en bloque en la III Internacional bajo la disciplina de Stalin con la escisión troskista que el piolet de Ramón Mercader descabeza.{2} El segundo bajo la etiqueta fascista, que la izquierda extiende con generosidad y sin rigor, arremolina populistas, conservadores, tradicionalistas, católicos y fascistas novatos. El liberalismo está de capa caída, Alejandro Lerroux, posterior padre del centro republicano, anda por el Paralelo de Barcelona aconsejando a sus partidarios que «levanten el velo a las novicias y las eleven a la categoría de madres».

Desde el periódico Avanti, el periodista Mussolini nacionaliza el socialismo, de cuyas filas procedía. Proclama la juventud de Italia, una nación proletaria que acaba con la malaria en la península, cruza el Mediterráneo para levantar colonias en Libia, Etiopía y Abisinia y civilizar África. El nacionalismo de una patria joven en torno a los signos de Roma. Mussolini había dicho: «Civilización y humanidad para todas las poblaciones de Etiopía (...) Los ingleses usan armas y látigos, nosotros empuñaremos palas y picos»{3}. Las ejecuciones políticas en la Italia fascista se limitan a 26 personas desde 1922 hasta 1942, ya en la Segunda Guerra Mundial.

El antifascismo

La competencia revolucionaria del fascismo, que también se dirigía a la movilización de las masas, asustó al creciente movimiento comunista. Las consignas antifascistas se generalizaron.

La debilidad del fascismo español no privó de crecer al movimiento comunista invocando de forma machacona el antifascismo{4}. La III Internacional lanza la consigna de los frentes populares. Stalin quiere una alianza con la burguesía europea para romper el aislamiento de la Unión Soviética cuando las sublevaciones comunistas en Europa Central han fracasado. Las peregrinas acusaciones de fascismo se extienden a la derecha católica en España, mientras en Francia sectores cristianos ingresan en el Frente Popular de Leon Blum. «La táctica que se sigue es de deformación. ¡Nadie lo combate de frente; no hay un solo periódico antifascista que tenga la lealtad de combatir al fascismo de frente, sino que lo desfiguran diciendo que es un movimiento de opresión para los obreros!»{5}. El fascismo, en la propaganda de la izquierda, se convierte en el «hombre del saco», el mal absoluto.

El avance de Hitler en Alemania es el horizonte al que señalan las fuerzas de izquierda para invocar la bestia parda. El ubicuo discurso antifascista no diferencia entre el corporativismo laico de Mussolini, el socialismo pagano del NSDAP o el rexismo católico. A pesar de los distingos de Primo de Rivera, Falange es arrojada en ese todo revuelto. «El hitlerismo no es fascismo. Es antifascismo, la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la única consecuencia de la democracia, una expresión turbulenta del romanticismo alemán. En cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus secuelas y, por encima de todo, la razón.»{6}

Cuando regrese de Alemania, Primo de Rivera criticará la exaltación materialista de la raza que tiene lugar en el III Reich. Poco después de ese viaje, Falange se deshace de los elementos más derechistas que abandonan el partido por el laicismo del punto 25 de la nueva norma programática. José Antonio experimenta «la necesidad de coherencia que se encuentra en la base de la concepción fascista del mundo».{7} En la del antifascismo no hay coherencia alguna pero el Partido Comunista sale del anonimato y ocupa paulatinamente el centro del escenario a lomos de los frentes populares europeos.

José Antonio, Ramiro y Onésimo

Los pensamientos de Primo de Rivera y de Onésimo Redondo son los más influidos por un cierto tradicionalismo español que no hay que confundir con el Carlismo. En ambos hay una concepción tomista de la justicia, una resuelta fe en España y la admiración por su obra evangelizadora. Ambos creen en minorías resueltas iluminadas por la fe y detestan la superstición sufragista que iguala voto y verdad. En julio de 1930 escribe Primo de Rivera en La Nación: «La romántica superstición de la soberanía popular va estando cada vez más cerca de ser, nuevamente, sustituida por el clásico principio del bien público.» La exigencia del bien público no resta un ápice de rigor a la justicia. El erasmista Luis Vives, cinco siglos antes, lo afirmó tajantemente: «Lo que da Dios a cada uno no se lo da para él solo (...) Nuestra avaricia y nuestra malicia introducen carestía y hambre en la abundancia de la Naturaleza y ponen pobreza en las riquezas de Dios.» Al sentido tradicional de patria con resabios de imperio se une una genuina preocupación social, por incorporar a las masas a la Historia. La revolución es un alto deber moral.

José Antonio se irritaba cuando algunos sectores de la derecha, netos beneficiarios del sistema capitalista, se pretendían fascistas. En España, Primo de Rivera denuncia: «Ahora oímos todos los días: "La Patria", "El Ejército", "Antimarxismo", "Estado totalitario", "Me declaro fascista..." y centenares de cosas más. Pero todo como en un torbellino, como en una algarabía, sin que pueda saberse a qué ley matemática y a qué ley de amor obedece. Más parece eso la invitación a un baile de disfraces que la invitación para embarcarse en una empresa religiosa y militar de hacer historia.»{8} Los adjetivos de esa empresa, religión y milicia, son las dos vocaciones que consagra José Antonio, quien se hizo abogado y ejerció un fascismo literario con aires de Camelot. La irreversibilidad del compromiso en Primo de Rivera se genera con los primeros caídos de Falange. Giménez Caballero cuenta que eran esos muertos los que impedían a José Antonio, en algún momento bajo, «licenciar a Falange y mandarlos a África». Sin embargo, en Primo de Rivera no sólo late el amor por lo justo sino por lo alegre. En septiembre de 1930, dice en Orense: «Queremos hombres fuertes como vosotros, trabajo, decoro y pan para vuestros hijos. Y también las alegrías verbeneras de la música.» José Antonio más tarde lo definirá como «la España alegre y faldicorta», no una nación austera y seca, donde la Policía vigila el largo de las faldas y las mangas. Si el joven aspirante a diputado monárquico del último parlamento de Alfonso XIII, recordaba a sus conmilitones que los obreros no sólo requieren del pan y el techo sino también «de las alegrías de la música», el abogado de 33 años que se enfrenta a un paredón en 1936 hablará de las simpatías por el viejo sindicalismo revolucionario español.{9}

El grito elegido no es viva, sino arriba. De sus orígenes hablaremos en el programa del fascismo. España no debe limitarse a vivir una vida lánguida, debe superarse: arriba. Es la antítesis del romanticismo: «Amamos a España porque no nos gusta.» Primo de Rivera no se resigna a convivir con la España chata y alicorta. «Si España fuese un conjunto de cosas melancólicas, faltas de justicia y de aliento histórico, pediría que me extendieran la carta de ciudadano abisinio; yo no tendría nada que ver con esta España.»{10} Las falangistas creen en un paraíso con ángeles verticales que llevan espadas. Rudyard Kipling escribió If, José Antonio lo tradujo con José María de Areilza y lo puso en su despacho:

«...Si puedes soñar –y no hacer de los sueños tu maestro,
si puedes pensar– y no hacer de las ideas tu objetivo,
si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre
y tratar de la misma manera a los dos farsantes;
si puedes soportar el oír la verdad que has dicho
retorcida por bribones que hacen trampas para tontos.
O mirar las cosas en que tu vida has puesto, rotas,
y agacharte y reconstruirlas con herramientas viejas...»

La justicia y el sentido de la historia, la misión en palabras de Julio Ruiz de Alda, héroe del Plus Ultra, forman parte indisoluble con la idea de patria en José Antonio, una idea dinámica: destino, proyecto, unidad en los hechos, sin determinismos territoriales ni fatalismos raciales. José Antonio centrará la representación política y laboral en sindicatos y municipios, abolirá la lucha de clases mediante la cesión de los medios de producción a los sindicatos y levantará una idea de nación como proyecto para disolver el romanticismo desmayado del nacionalismo de terruño.

Para José Antonio, la persona no es un transeúnte del sistema ni un mero ladrillo de un edificio superior. José Antonio y Onésimo niegan a Hegel y su concepto panteísta de Estado porque ambos comparten una visión cristiana del hombre. Ledesma compartía esa idea de Estado unitario.

«Para Hegel la concepción del Estado está muy ligada a la concepción de la historia. Sólo en el estado tiene el hombre existencia racional. En él se realiza el desarrollo pleno de individuo. Piensa como Aristóteles en una unidad orgánica en el que el todo precede a las partes. Aun sin profesar como hegeliano, el Manifiesto de La Conquista del Estado reconoce al Estado como el principal valor político: "1. Todo el poder corresponde al Estado. 2. Hay tan sólo libertades políticas en el Estado, no sobre el estado ni frente a el estado. 3. El mayor valor político que reside en el hombre es su capacidad de convivencia civil en el Estado".»{11}

Ante el panestatismo, el Estado, para José Antonio, es, sencillamente, dos cosas: El ejecutor de una misión, del destino que asume el pueblo español, en conjunción con su historia y con su idiosincrasia. En segundo lugar, El administrador del bien común, cuyo fin principal es organizar la convivencia. Rechaza Primo de Rivera el individualismo nihilista y el estado absorbente. En su formación de jurista está la distinción entre individuo y persona, la persona lo es en su relación con el entorno. Todos nacemos dentro de una comunidad familiar, municipal y social. La mentira del pacto social es evidente. Cuando la gente no tiene lazos nacionales se siente poco inclinada a realizar sacrificios o aceptar la responsabilidad de sus acciones.

Ramiro Ledesma define el fascismo como «el propósito de incorporar a la categoría de soporte o sustentación histórica del Estado Nacional a las capas populares más amplias»{12}. A Eugenio Montes esta definición ramirista del fascismo le suena a la Revolución francesa, hecho que desagradaba más a Primo de Rivera que a Ledesma, un jacobino napoleónico.

Ledesma era el pensamiento más sólido, facetado en la filosofía alemana, la pluma más rigurosa presente en los medios de mayor rigor intelectual. Ledesma es también el más claro engarce con el fascismo original, la tercera lectura revisionista del marxismo. «Es interesante apuntar las relaciones que tuvo Ramiro Ledesma con los grupos inconformistas franceses de los años 30 y la influencia que ejercieron sobre su pensamiento político. Nos referimos a los contactos con los grupos de Ordre Nouveau franceses, la revista Plans y todo el círculo de intelectuales inconformistas que en esa década innovaban el mundo de la cultura y política gala.»{13} Era un intelectual denso y un activista aguerrido, escribía en los medios más avanzados y serios de su tiempo. En el mismo periodo de José Antonio Primo de Rivera, Ledesma, un año más joven, escribe varias obras que superan al menos en volumen los artículos, intervenciones parlamentarias y mítines de Primo de Rivera.

Aunque se ha repetido hasta la saciedad que le venía mejor a Ledesma la camisa roja de Garibaldi que la negra de Mussolini el hecho es que Ramiro Ledesma se presentó en el Ateneo de Madrid con camisa negra. Otra temporada, cartel vivo de su propio pensamiento, lució Ramiro un provocador flequillo muy popular en Berlín entonces. Ramiro Ledesma no teme a los espejos ni a las palabras: «Una España grande será imperialista porque su influencia cultural, económica y militar, se dejaría sentir en todo el mundo.»{14} Y para llegar allí, según Ledesma, «el nacional-sindicalismo jonsista es el auténtico guía de las masas desorientadas (...) la redención de todo el pueblo está ligado a la conquista plena de una patria fuerte, libre y enérgica».{15}

Este concepto de redención del pueblo de Ledesma está más cerca de la emancipación anarcosindicalista: «la redención de los trabajadores ha de ser obra de ellos mismos o no será»{16}, que del concepto católico más caro a Primo de Rivera. De hecho, La Conquista del Estado nace apoyando la huelga anarcosindicalista en Telefónica. Su objetivo es claro, nacionalizar el sindicalismo español, aquí de carácter anarquista. Sin embargo, será José Antonio quien acuda a la reunión con los líderes del anarcosindicalismo escindido. El 3 de mayo de 1935 Primo de Rivera mantiene una reunión con Ángel Pestaña a la que asiste Diego Abad de Santillán{17}. La reunión la facilita la amistad entre el líder sindical y el falangista Luys Santa Marina{18}. Pestaña se había separado del anarquismo con el Manifiesto de los Treinta, defendía la participación política que era tabú para la CNT, y criticó frontalmente a Moscú, donde estuvo como delegado en una reunión de la III Internacional: «Pueblos encaminados a la libertad no darán nunca déspotas»{19}, escribe tras conocer a Lenin y los bolcheviques. El falangista Fontana cuenta de Pestaña: «Nos recibió muy bien, manifestó estar dispuesto a todo pero nos pidió dinero.»{20}

Primo de Rivera busca un movimiento español que impulse al pueblo a buscar su destino. En la tradición española, encuentra en el sindicalismo, en aquellos tiempos cenetista, sus mejores muestras. El tema básico que separaba al brillante abogado y al revolucionario autodidacta era lo espiritual, Pestaña era ateo militante y la religiosidad de José Antonio no se ceñía a la esfera privada. Tras el encuentro secreto, el líder azul dirá en público: «Nosotros queremos sustituir el orden capitalista por el orden sindical. Este es el programa de Falange Española. Fuera de aquí, esto no podría conseguirse más que por la revolución. Pero nosotros hemos de conseguirlo con nuestro sindicalismo, que es el sindicalismo con primacía de lo espiritual.»{21}

Onésimo Redondo también resalta esa necesidad de contar con el apoyo del pueblo para algo más que hacer una legislatura: «Alumbrar de nuevo las fuentes de la legitimidad popular, para proseguir la historia de una España independiente.»{22} Redondo admira el levantamiento popular del 2 de mayo de 1808 y ve en el Empecinado a un héroe popular y nacional que no acepta haber perdido «la libertad de ser españoles». El pensamiento de Onésimo llega a un punto común con José Antonio y Ramiro Ledesma pero enraíza y bebe de otras fuentes. Acusa al gobierno republicano de «desahogos fernandinos y musseliniscos arrebatos».{23} No muestra gran simpatía por el líder italiano y usa su nombre de forma peyorativa junto con el degenerado de Fernando VII. Las influencias de Redondo son más germánicas y proceden de su estancia como lector en la Universidad alemana donde le animó el activismo militante de los católicos agrarios. Con todo, el caudillo de Castilla renegaba de cuanto pudiera parecer una dirección internacional.

«Onésimo es el católico militante de viejo estilo que tiene muy pocos puntos en común con Ramiro Ledesma, ateo impenitente, vitriólico, activista, intelectual frío que unos días colocaba un petardo y al día siguiente publicaba un ensayo en la Revista de Occidente. Partidario de "nacionalizar a las masas anarcosindicalistas", hubo en él rasgos de populismo y demagogia que compartió con Primo de Rivera. Este, por su parte, hijo del General del mismo nombre, pertenecía a los círculos aristocráticos madrileños y estaba relacionado con una pléyade de intelectuales y artistas de vanguardia que constituyeron el núcleo fundacional de la Falange. (...) estamos ante un grupo de intelectuales, más que ante el grupo activista que hoy recordamos.»{24}

Otros consideran que el peso de Onésimo Redondo fue mayor aunque la posteridad no lo reconozca. «Para Jesús Vasallo, de la primera hora, que llegaría a ser director de Libertad, Onésimo dio supremas lecciones de periodismo, ya que era un periodista nato, integro, un torrente desbordado, con fuego huracanado en los ojos y un vigor intenso en la pluma. Poseía la capacidad de síntesis que debe ser esencial al periodista. Repentizaba sobre cualquier acontecimiento de su época con una ilusión, con una ironía, con una claridad impresionantes. Su clarividencia intelectual, su rigor ante los problemas que formaban el entramado de una España escindida, injusta, sin libertad alguna, aunque de ella se hablase mucho, le hacían ser tajante, firme y rotundo en sus editoriales, en sus vibrantes polémicas.»{25} A pesar de que Ledesma acusara a Redondo de clerical y jesuítico cuando éste no marchó con él al escindirse de Falange, hay constancia de la ruptura ideológica del abogado de Valladolid con Herrera Oria, eje central del activismo católico que fomentaba la Asociación Católica de Propagandistas y estaba en política con Acción Nacional. Consciente de la importancia de la Prensa, el cardenal Herrera fundó la Escuela de Periodismo y El Debate. Redondo también uso el periodismo, Libertad e Igualdad, pero su mensaje es otro, aún bebiendo de las fuentes del Catolicismo, no apostaba por la confesionalidad.

Si el pensamiento de Ledesma es la roca del nuevo estado sindical, Redondo aporta sus señas de identidad y la base municipal y agraria. Primo de Rivera es el pensamiento que más evoluciona, de forma clara, de las posiciones de 1930 a las de 1936 y lo hace de forma más brillante en su expresión.

La ruptura que alejó a Ledesma de FE de las JONS fue un preludio del secesionismo cainita que acogota a las organizaciones tituladas falangistas hoy. Como recuerda Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, la Historia trágica al repetirse de nuevo lo hace como comedia.

El fascismo literario

«Los intelectuales no son, como se dice a menudo, las personas que piensan, son los que tienen por oficio pensar.» Sorel

El fascismo es moderno. Exalta la velocidad, el progreso. Mussolini se hace retratar como conductor y piloto y Hitler llega a los mítines en avión. Los trovadores Marinetti y Tomás Borrás cantan a las máquinas. En Italia el mito fascista nace de la nacionalización del socialismo por el periodista Mussolini y se eleva sobre el arte futurista. En Alemania el nazismo se germina en la oratoria de un humilde hijo del pueblo austriaco ante los alemanes humillados y ofendidos con el Tratado de Versalles.

En España, el fascismo se viste de negro sobre blanco y llega de manos de intelectuales y no de agitadores sindicalistas o del lumpenproletariado uniformado en la Primera Guerra Mundial.

José Antonio afirma sobre los intelectuales durante el homenaje de la Dictadura a los hermanos Machado, Manuel y Antonio, en noviembre de 1929: «Dos intelectuales henchidos de emoción humana, receptores y emisores de la gracia, la alegría y tristeza populares, sentido y estilo intelectuales que contrastó con el intelectual inhospitalario y frío, encerrado en su torre de marfil, ajeno, insensible, a las vibraciones del verdadero pueblo.» Es el principio de una crítica al intelectual sin compromiso que continuará hasta llegar a su «Elogio y reproche a Don José Ortega y Gasset». Es el ataque contra los eruditos lejanos: «Para un intelectual nada es respetable fuera de sus pensamientos, si, por ejemplo, un niño (compendio de lo bello) llora, pared por medio del intelectual, estorbándole su trabajo, el intelectual irritado deseará la muerte del niño. ¡Cómo si un niño no importara mucho más que todos los ejercicios de entendimiento!» Al final concluye: «La pacífica posesión de la verdad es premio reservado a los humildes.»{26} En el número 1 de Haz, Primo de Rivera explica por qué «a veces siento pirandelliana angustia por la suerte de tantos auténticas vidas que sus protagonistas no vivieron».

En abril de 1931 se proclama la República en España. Un mes antes, sale a la calle La Conquista del Estado y en junio de ese año, Onésimo Redondo funda en Valladolid el semanario Libertad. Las publicaciones en Falange se suceden: FE, Arriba, Haz, Patria Sindicalista, Sí, No importa... Los estudiantes se juegan la vida vendiendo la prensa azul. Muchos de cuantos conforman el núcleo literario que rodea a Primo de Rivera se ganan la vida como periodistas. Los nacional sindicalistas españoles usan la palabra impresa, tienen una misión como generación. «Tener el valor de desmontar el capitalismo, desmontarlo por aquellos mismos a quienes favorece, si es que de veras quieren evitar que la revolución comunista se lleve por delante los valores religiosos, espirituales y nacionales de la tradición. Si lo quieren, que nos ayuden a desmontar el capitalismo, a implantar el orden nuevo. Esto no es sólo una tarea económica: esto es una alta tarea moral.»{27}

Riguroso con sus propios estudios, Primo de Rivera se rodea de una amplia corte literaria. Es la mesa redonda en torno a la cual la joven aristocracia falangista promete proteger al débil y renunciar a sus privilegios de casta. La organización falangista tendrá el tono militante de la época. Rafael «Sánchez Mazas, Agustín de Foxá, Alvaro Cunqueiro, Eugenio Montes{28}, Rafael García Serrano, Luys Santa Marina, Felipe Ximenez de Sandoval{29}, Gonzalo Torrente Ballester, Dionisio Ridruejo, Ernesto Giménez Caballero, Mourlane Michelena, Víctor de la Serna, pintores como Alfonso Ponce de León o Cossío, Samuel Ros{30}, José María Alfaro{31}, con el patronazgo espiritual de Eugenio d'Ors, Maeztu y Ortega.»{32} A los que podemos añadir Pedro Eguilor, Fernando de la Quadra Salcedo, José María de Areilza, José Félix de Lequerica, Juan Tellería, Ramón de Basterra, Tomás Borrás{33} y Joaquín de Zuazagoitia.

Los Carbajosa hablan de una historia de dos ciudades, señalando como centros del fascismo literario Bilbao y Madrid por la procedencia, o la infancia como Sánchez Mazas, en la ciudad vasca o en la capital del reino. Olvida Valladolid, donde la actividad política era intensa y tenía una fuerte base periodística. «Valladolid era, después de Madrid, la demarcación territorial con mayor número de afiliados al nacionalsindicalismo que, por aquel entonces, se aproximaban a los quinientos militantes disciplinados y jerarquizados. Su inmensa mayoría en edad escolar o en las aulas universitarias.»{34}

Sobre la temática que tocan esos escritores que viven del periodismo, la catedrática Albert señala: «El problema de la rehumanización, que la izquierda, comprometida con un humanismo de lucha de clases, solucionará en un sentido sociopolítico y político-partidista, se plantea aquí en términos prefascistas como 'misión' y 'destino'.»{35} El concepto de misión tiene aires medievales. Fue el aviador Ruiz de Alda quien definió España como misión, dándole un carácter de milicia que se reafirma cuando convence a José Antonio que no llame a su organización Movimiento Español Sindicalista sino que adopte el término Falange. Ruiz de Alda era uno de los héroes del vuelo traslatlántico Plus Ultra, un piloto militar abierto a las innovaciones. Primo de Rivera aporta el concepto de destino, más trascendente por su sentido religioso, que supone, por influencia de Ortega y Gasset, «un proyecto sugestivo de vida en común».

Ese proyecto por serlo es nuevo, superador, post-revolución francesa acaso sin saberlo excepto Ledesma. Toma de ella el aire jacobino, el culto por el Estado{36}, pero rechaza el partidismo y la división tradicional de izquierda y derecha porque se pretende superador, síntesis de esa dialéctica entre «hunos y hotros» en palabras de Unamuno. La negación de la adscripción a ambos lados políticos supone el reconocimiento de valores en ambos, pervertidos por su visión lateral del mundo y por la lucha inherente a la contienda electoral entre partidos.

«El levantamiento de los jóvenes contra el lastre de las tradiciones putrefactas presenta rasgos evidentes de una ideología prefascista.»{37} En esa ideología, con todo el peso que la idea de Roma aporta{38}, se forja el falangismo en las vanguardias artísticas que buscan la clave del futuro y acabarán retornando a lo clásico. La necesidad de una revolución que anima Redondo en el campo o activa Ledesma en la capital es posterior a la toma del poder. Se niega el origen soreliano cuando los cuadros falangistas asumen la toma de poder como requisito previo al cambio. «En el falangismo acabará pesando más la clave clásica que la vanguardista.»{39} Pero en origen su arte es protesta, «ansía perpetua de algo mejor». Aunque puede alegarse que «el arte es realmente un medio de protesta, pero no un instrumento de la revolución»{40} muchos de ellos fueron escritores en las trincheras. Unos fueron corresponsales en la I y II Guerras Mundiales, otros combatieron en Marruecos, casi todos en la Guerra Civil y los postreros, last but no least, en Rusia. Escribieron y sus vidas peligrosas dan para muchos libros, de forma más intensa la de los caídos, todos los héroes son jóvenes y bellos. Son los muertos quienes marcan lo irrevocable del compromiso.

Síntesis entre unidad y diversidad

José Antonio ofrece un diagnóstico, no un veredicto. La unidad es el remedio contra la división, en su tiempo señala las causas de ésta última: separatismos locales, lucha de clases y partidos enfrentados electoralmente. Esa unidad como remedio se realiza en torno a una misión concreta que distingue a esa nación entre las demás. El resentimiento, el odio inherente a la lucha de partes, de partidos, dice José Antonio contiene una buena dosis de autoengaño, en él se agrupan sentimientos de venganza, de odio, de envidia, de maldad: «Robando si era preciso a los otros partidos, y para ello no tenía que vacilar en calumniarlos, en verter sobre ellos las peores injurias, en faltar deliberadamente a la verdad.»{41} Las tácticas del parlamentarismo disipaban la estrategia y la propia esencia de la nación. El Estado se ve sacudido por las tensiones de la lucha política que recurre, en aquel entonces, desde el asesinato a la difamación.

En Onésimo Redondo también hay superación del esquema político del siglo XVIII: «España no necesita política de izquierdas ni política de derechas, sino política nacional, impulsada por un ideal superior a las tendencias.»{42} Comparte con Ledesma y Primo de Rivera la angustia por la destrucción del ser de España en las batallas coyunturales de los partidos. La lectura de España es doble, como Historia y como misión, destino. La incorporación del pueblo a las tareas del Estado, la democracia orgánica y el sindicalismo diferencian netamente al nacional sindicalismo de los reaccionarios.

Para el falangismo histórico la unidad es lo deseable y la división el mayor de los males. Su crítica frente al capitalismo y al socialismo se concreta en la desunión que ambos conllevan para los pueblos y las personas. José Antonio critica al individualismo porque desgaja a la persona de su entorno y la reduce a individuo. La persona, con un componente sagrado, «con valores eternos e intangibles», lo es en relación con sus distintos entornos. «El fascismo no cree en la fatalidad histórica. No hay obstáculo que no pueda ser roto. El hombre es quien hace la historia.»{43}

En su única intervención filmada Primo de Rivera reduce a uno los problemas de España: la triple división separatista, clasista y partidista. El Estado pretendido es unitario, Ledesma lo califica de republicano, sindicalista y de democracia orgánica, término que ya anduvo por las plumas krausistas. El fascismo, razona Primo de Rivera, no es una táctica: la violencia, sino un principio: la unidad.

El proyecto sugestivo de vida en común que enuncia José Ortega y Gasset, en José Antonio se convierte en unidad de destino en lo universal. Esa realización requiere la construcción de un mito, el mito nacional, que en la Europa de entreguerras del siglo XX se enfrentaba resueltamente contra el mito comunista y refutaba el parlamentarismo por ineficaz. El origen neto y proletario de los activistas fascistas impregnaba a los nuevos nacionalismos de una vocación social con el recurso constante del líder a las masas. La nación se convierte, al decir de Miguel de Unamuno, en el espacio de la solidaridad. La distintas clases comparten un nexo, la identidad nacional que va más allá de la cultura, del idioma, la tierra y de la Historia pero se encarna en ellos. La idea de nación como destino colectivo, con una misión universal. Primo de Rivera cita directamente, a San Agustín y Santo Tomás, quien afirmaba que todo está supeditado al bien común. La justicia tomista se realiza por respeto a los valores insuflados por Dios en el hombre, al hacerle a su imagen y semejanza. «La patria constituía, a su modo de ver [de José Antonio], una síntesis trascendente, lo que no implicaba en modo alguno deslizamiento hacia el panteísmo estatal, habida cuenta de que su visión entroncaba con la tradición agustiniana de la Civitas Dei.»{44}

Hay también «gotas de sangre jacobina» en la patria. El concepto de patria se extiende a partir de la Revolución Francesa. Antes, el equivalente era la lealtad al señor natural. Los señores feudales dividían sus tierras en herencias y regalos, porque la integridad nacional nos les quitaba el sueño. La patria es el sentido de todos y cada uno de pertenencia a una comunidad, con su tierra, su historia y su cultura, diferenciada de otras naciones. La patria es la herencia recibida que hemos de dejar mejorada a nuestros hijos, en palabras de Ortega. Esa patria se forja en torno a un quehacer. El Estado ejecuta el destino histórico, el proyecto sugestivo, la misión común, Estado que toma una forma republicana y sindicalista en la expresión de Ramiro Ledesma.

El programa del fascismo

Primo de Rivera insiste en que el falangismo es un estilo, un modo de ser y de estar. Más que una ideología una actitud ante la vida, talante que viene formado por un rechazo del modelo burgués y la aceptación de la rebelión socialista sin compartir su modelo de dictadura del proletariado. El lema de los nacionalsindicalistas portugueses lo explica muy bien: «Ni contra las izquierdas, ni contra las derechas. ¡Adelante!»{45} José Antonio reconoce que «cuando el mundo se desquicia no se puede remediar con parches técnicos; necesita todo un nuevo orden. Y este orden ha de arrancar otra vez del individuo».{46} «No gobiernan los sistemas ni las ideas, no gobiernan más que los hombres.»{47} Primo de Rivera creía resueltamente en las personas: «Quiso Dios hacer del oficio de gobernante, uno escogido entre los escogidos. Por eso, sin duda, permitió que los más ilustres directores de pueblos recogieran amarga cosecha de ingratitudes. Tal fue la mayor señal de privilegio que pudo otorgarles. Privar a su misión de todo regalo humano, dejarla en su calidad escueta y gloriosa de deber. La vocación de gobernante, la pura vocación de gobernante, no sus falsificaciones, sólo llama a los mejores espíritus y a los que, por adelantado, cuentan con que la injusticia será su galardón y lo aceptan abnegadamente.»{48} Ledesma, en cambio, creía en el nuevo sistema, donde la ejecución del destino histórico corresponde al Estado que encarna a la sociedad, su historia y sus anhelos. En las páginas de La Conquista del Estado se vitorea a Lenin, Hitler y Mussolini por los Estados nuevos y fuertes que han creado. El semanario en torno al cual se formó el jonsismo es enérgicamente antiliberal. Ledesma, con una fuerte carga de filosofía alemana en la que era experto, filosofa a martillazos y predica, como la CNT, la acción directa. La prensa jonsista es más amiga de las frases cortas y rotundas, de la consigna breve que desprecia la literatura, más presente en las páginas de FE.

Esa aversión de Primo de Rivera por los programas (¿se ha hecho algo serio con un programa?) le hizo demorar cuanto pudo la edición de los 27 puntos, tan importantes para muchos joseantonianos cuando al que menos le importaban era al propio José Antonio. Primo de Rivera advierte que la tarea nos incumbe a todos, no se puede dejar en manos de unos cuantos: «La revolución hemos de hacerla todos y así nos traerá la libertad de todos, no la del partido o la clase triunfante. Nos hará libres a todos al repartir los privilegios y las adversidades, porque nadie será libre mientras unos cuantos puedan seguir viviendo sobre el padecimiento de los otros.»

La dinámica de la propaganda electoral le obligará a la redacción de los 27 puntos. Se inician con la exaltación imperial de la nación y la búsqueda de la grandeza por las rutas del mar. La mayor parte de ellos enfocan el problema económico de España como un problema agrario dada la estructura nacional del momento. El último, de carácter táctico, será el banderín de los falangistas rebeldes: «Nos afanaremos por triunfar en la lucha con solo las fuerzas sujetas a nuestra disciplina. Pactaremos muy poco. Sólo en el empuje final por la conquista del Estado gestionará el mando las colaboraciones necesarias, siempre que esté asegurado nuestro predominio.»

Los 27 puntos reflejan una fuerte influencia del programa original de las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica que Onésimo Redondo organiza en Valladolid en torno al semanario Libertad. Uno de los más originales de los 27, el de repoblación forestal y redistribución agrícola, procede directamente del punto 3 de las Juntas Castellanas. La plantación de bosques procede de los escritos de algunos regeneracionistas. Las Juntas de Onésimo Redondo aportan los grandes lemas que asumirá Falange. Entre ellos, España, una, grande y libre. La primera vez que se usa la trilogía española completa fue en el número 58 de Libertad, el 18 de julio de 1932. También la creación del grito «arriba España» corresponde a un regeneracionista, Macías Picavea. Enrique Tierno Galván señaló «una admiración del grupo de Valladolid por Costa y el costismo, a través de Macías Picavea»{49}.

En el programa falangista también son evidentes las huellas del krausismo. Además de las aportaciones de Onésimo Redondo, muy influidas, existen otras más directas. Aunque en los 27 puntos no hay referencia alguna a la democracia orgánica, tan popular posteriormente entre 1945 y 1975, los puntos 6 y 9 de FE de las JONS la anuncian al presentar el sistema falangista de presentación política. Fernández de la Mora recuerda la figura del krausista Araquistáin con su «demoledora crítica del parlamentarismo partitocrático. Ya en enero de 1919, recién concluida la guerra mundial, se inclinaba por la democracia orgánica».

Araquistáin afirmaba: «Sería imperdonable ceguera negar que, frente al viejo sistema parlamentario, una nueva fuerza y un nuevo sistema le disputan la supremacía: Me refiero al sindicalismo, en sus múltiples formas, desde la más templada a la más violenta. El sindicalismo, la organización por oficios y profesiones en sindicatos, forma como una serie de Estados particulares frente al Estado general. Los grandes conflictos sociales y sus soluciones rara vez se dan en el Parlamento nacional. (...) Las grandes crisis habidas entre obreros y gobiernos durante la guerra se han resuelto extra parlamentariamente. Esta evolución del progreso social es tal vez una de las causas de la decadencia del parlamentarismo». Añade De la Mora los precedentes de la representación sindical: «Araquistáin, en la primera página de su semanario, dirigió al presidente del Gobierno, Romanones, una carta abierta con la propuesta de "convocar un Parlamento de representantes patronales y obreros de toda España que se pongan en contacto, y deliberen, y se informen mutuamente y traten de concertar sus voluntades y busquen acuerdos que puedan transformarse en leyes". Citaba como precedente la convención reunida por el primer ministro británico, D. Lloyd George (1863-1945), en la que 500 representantes sindicales obreros y 300 delegados patronales debatirían los problemas relacionados con la jornada laboral y los salarios.»{50} Esa representación sindical, el «gigantesco sindicato de productores», está recogido en el punto 9 de la norma programática. El punto 6 habla de la representación municipal y sindical.

El fascismo de encargo

Distintas, breves, cicateras e inconstantes fueron las fuentes financieras del fascismo español hasta 1936. Merece la pena reseñarse, según contaba el académico Demetrio Ramos, el intento que Alfonso XIII realizó a través del marqués de Desio, de organizar una fuerza fascista –Mussolini estaba de moda{51}– para arrebatar la calle a los marxistas. Azaña rechazó la oferta, Ortega y Gasset también pero señaló a un colaborador suyo, Ramiro Ledesma, quien aceptó, cambiando la vida de intelectual por la de político. Las conversaciones tuvieron lugar el 23 de marzo de 1930 en Barcelona, donde había un encuentro de intelectuales. Ledesma renuncia a la vida de filósofo y ensayista porque «el intelectual es refractario al compromiso verdadero. Es el hombre que especula, que temporiza, que vaticina (...) formula los problemas pero se va sin resolverlos».{52}

El hijo del Dictador recibe una fugaz atención económica de algunos relumbrones de la derecha financiera. Pero incluso en esos acuerdos puntuales Primo de Rivera insistía en hacer referencia clara a la justicia social. En el verano de 1934, José Antonio Primo de Rivera y Pedro Sainz Rodríguez establecieron un acuerdo por escrito sobre «El nuevo Estado español». En su punto 6 dice: «La representación popular se establecerá sobre la base de los municipios y de las corporaciones.» Y en el 8: «Todo español podrá exigir que se le asegure mediante su trabajo una vida humana y digna.»{53} No era el joven Primo de Rivera el único pensador español interesado por los vientos de justicia que emanaban los líctores. Víctor Pradera fue influido por un discípulo del francés Valois. «El objetivo de Valois era recuperar las masas obreras de la izquierda, a través del sindicalismo para el nacionalismo.»{54} El movimiento sindicalista nacional se extiende por los países europeos de la ribera del Mediterráneo. Pero Giménez Caballero advierte: «Para España el fascismo no puede significar una especie de dependencia mediterránea de Mussolini. Tampoco un nidal de espías hitlerianos en Iberia.»{55} Claro que GeCé advierte: «El fascismo no puede comprar a nadie, entre otras razones por esta primaria: que no tiene oro. Que Italia es más pobre que las ratas.»

La caída de los dioses

Los orígenes del fascismo español están preñados de sueños y vacíos de realidades. El partido fascista no tenía ni por asomo el empuje y vigor que en Italia. Los gritos de antifascismo de la izquierda española no se reducían a increpar y tirotear a la pequeña organización falangista{56} sino que se hacían extensivos a toda la derecha. La radicalización de la vida política española llevó al conflicto abierto, en donde las posiciones se hicieron aún más extremas. El falangismo ni siquiera obtuvo representación en las elecciones de 1936. Cuando se inicia la Guerra Civil, el partido azul es anegado por un aluvión de la derecha por la polarización previa al conflicto. Un partido que tenía entre cinco y ocho mil militantes, en declaraciones de FE a la prensa{57}, con la mayor parte de ellos en las cárceles del Frente Popular donde son asesinados; en pocos meses, bajo el mando de Manuel Hedilla, Falange tiene miles de hombres combatiendo en el frente, encuadrados en sus propias unidades, su propia academia de oficiales, Pedro Yen, y otros miles de militantes organizando la retaguardia, que crece con el avance, y los servicios de propaganda. En el invierno de 1936 a 1937, Falange controla un mínimo de cuarto de millón de españoles, demasiado poder para un solo partido al que algunos clérigos y militares miran con desconfianza por revolucionario.{58}

Franco

En abril de 1937, Franco unifica las fuerzas políticas y militares bajo su mando. Cuando intente hacer lo propio el gobierno republicano será demasiado tarde. El general Franco elimina la reducida resistencia falangista{59} y encarga la formación del nuevo partido a Ramón Serrano Súñer. Los falangistas se han dividido. «Los legitimistas de Primo de Rivera en torno a Agustín Aznar, el ala de Hedilla en el Norte de España, orientada cada vez más hacia el nacionalsocialismo alemán, y por último el grupo de oportunistas y corporativistas conservadores.»{60}

Las guerreras blancas tapan las camisas azules, los sinsombreristas de los treinta llevan gorra de plato o boina roja. Los jerarcas del Movimiento viajan a Roma y Berlín. El fin de la Guerra Civil supone la reconstrucción, el alzamiento de un nuevo Estado. En el reparto de poder que hace Franco, los falangistas asumen las juventudes, el trabajo y los sindicatos; la Iglesia recibe la enseñanza y el Ejército los gobiernos militares y la hegemonía. «José Antonio temía que después del triunfo de los militares sublevados, no se llevaran a cabo las ideas de la Falange, sino las de los militares y políticos conservadores.»{61}

La prensa y el cine son censurados por sotanas y guerreras y, habitualmente, escrita y realizado por azules. Camisas azules se sientan junto a los uniformes en los consejos de ministros. José Antonio Girón, jonsista de Valladolid, y José Luis Arrese, falangista de la segunda ola, entre otros, generalizan la seguridad social y la vivienda, crean sindicatos y consagran un fuero del trabajo. Incluso los falangistas dentro del Movimiento supusieron el ala izquierda del régimen, aplicando una política laboral avanzada, tanto en magistratura del trabajo, encuadramiento sindical, viviendas sociales, retiro por enfermedades laborales, seguridad social generalizada, &c. Espectáculo estúpido el de los líderes sindicales firmando con la CEOE la liquidación de las leyes laborales, una parte positiva del régimen anterior{62}.

Los falangistas literatos laboran en la prensa nacional. Son las mejores plumas dentro de España. «Estos escritores desempeñaron puestos de cierta relevancia en la cultura del nuevo régimen, pero no tuvieron una persistencia o una visión para configurar los designios de una nueva cultura, o de una cultura que fuese reflejo de sus intereses y de su compromiso primero con José Antonio.»{63} A la postre, el poder real estaba en manos de Franco. Los escritores azules «nunca tuvieron poder del de verdad en la España de Franco».{64}

José Antonio se convierte en el Ausente y con el se crean sueños rebeldes en las filas del Frente de Juventudes, uno de los recodos de la Historia donde la mirada de dos generaciones está en el cielo y los pies sobre España. La herencia del Ausente viajará más en las canciones que en los seminarios de formación. Algunos miran a su alrededor y dicen: «No es esto.»

Notas

{1} Este trabajo no pretende agotar, ni cansar siquiera, la historiografía ni la doctrina política. Responde más al impulso de compartir una mirada experimentada, que lo fue apasionada, sobre las ideas y los hombres que generaron la tercera vía en España. Por eso al historiador respondo que no hago Historia sino que cuento una con brochazos impresionistas para poder explicar el presente en próximos artículos.

{2} Los restos del POUM tras la muerte de Nin y la militancia de George Orwell serán su epitafio.

{3} Vitorio di Girolamo El hijo de la loba, Chile 1953, página 105.

{4} La palabra fascismo hoy es un epíteto que se arrojan los adversarios políticos como un venablo, un insulto.

{5} José Antonio Primo de Rivera, http://www.rumbos.net/ocja/jaoc0034.html

{6} Luz, de Madrid, 14 de agosto de 1934 http://www.rumbos.net/ocja/jaoc2102.html

{7} Mechthild Albert, Vanguardistas de camisa azul, Visor Libros, Madrid 2003, página 181.

{8} La censura prohibió en abril de 1936 la publicación de este artículo de Primo de Rivera en Informaciones, y apareció en Baleares el 6 de enero de 1940.

{9} No nos extenderemos en la explicación de la parte sindical que ya hacemos en nuestro artículo «Del corporativismo al sindicalismo en José Antonio Primo de Rivera», revista Aportes, nº 50.

{10} Arriba, núm. 30, 30 de enero de 1936.

{11} Francisco Díaz de Otazu Güerri, Apuntes hacia la Filosofía de Ramiro Ledesma, Trabajo de investigación, Programa de doctorado bienio 1998-2000. Departamento de Filosofía de la Universidad de Oviedo. Oviedo, septiembre de 2000.

{12} Ramiro Ledesma, Escritos políticos 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, página 184.

{13} Francisco Díaz de Otazu Güerri, Apuntes hacia la Filosofía de Ramiro Ledesma, Trabajo de investigación, Programa de doctorado bienio 1998-2000. Departamento de Filosofía de la Universidad de Oviedo. Oviedo, septiembre de 2000.

{14} Ramiro Ledesma, Escritos políticos 1935-1936..., página 202.

{15} Ramiro Ledesma, Escritos políticos 1935-1936..., página 237.

{16} Lema de la Asociación Internacional de Trabajadores, AIT, la I Internacional bajo hegemonía de Bakunin.

{17} Miguel Primo de Rivera y Urquijo, Papeles póstumos de José Antonio, Plaza y Janés, Barcelona 1996, página 54.

{18} Heleno Saña, El franquismo sin mitos, Ediciones Grijalbo, Barcelona 1982, página 121.

{19} Ángel Pestaña, Trayectoria sindicalista, Ediciones Giner, Madrid 1974, página 610.

{20} José María García de Tuñón, José Antonio y Luys Santa Marina, Fundación Ramiro Ledesma, Madrid 1999, página 21.

{21} La Vanguardia, Barcelona, 4 de mayo de 1935.

{22} Mónico Mélida, «Los resortes de Onésimo Redondo», Aportes, nº 32, página 36.

{23} Mónico Mélida, «Los resortes de Onésimo Redondo», Aportes, nº 32, página 30.

{24} Rafael Ibáñez Hernández, «El movimiento nacionalsindicalista durante la transición», Universidad de Verano de la Fundación José Antonio, 4 de agosto de 1997, Castilnovo (Segovia).

{25} http://www.arrakis.es/~falange/onesimoredondo/consolida.htm

{26} La Nación, 29 de julio de 1930.

{27} Arriba, núm. 31, 6 de febrero de 1936

{28} Fue corresponsal en Roma y Lisboa y director del Instituto Español.

{29} Fue en 1941 presidente de la Falange Exterior. Al año siguiente le expulsan del partido por su «exceso de celo fascista».

{30} Dirigió la revista Vértice de 1940 a 1942.

{31} Reunió como director de Arriba, en 1939, a los clásicos: Mourlane, Montes, Sánchez Mazas, Ros... con nuevos periodistas como Sánchez Silva, Xavier de Echarri, Ismael Herráiz o Julio Fuertes.

{32} Rafael Ibáñez Hernández, «El movimiento nacionalsindicalista durante la transición», Universidad de Verano de la Fundación José Antonio, 4 de agosto de 1997, Castilnovo (Segovia).

{33} Periodista en la I Guerra Mundial y en la de Marruecos.

{34} http://www.arrakis.es/~falange/onesimoredondo/consolida.htm

{35} Mechthild Albert, Vanguardistas de camisa azul, Visor Libros, Madrid 2003, página 262.

{36} «Nuestro Estado será un instrumento totalitario al servicio de la integridad patria (...)» Punto 6 de FE de las JONS.

{37} Mechthild Albert, Vanguardistas de camisa azul, Visor Libros, Madrid 2003, página 320.

{38} Las instituciones de Estados Unidos copiaron su terminología de gobierno en el siglo XVIII cuando crearon un estado libre y democrático sobre la esclavitud.

{39} Mónica y Pablo Carbajosa, La corte literaria de José Antonio, Crítica, Barcelona 2003.

{40} Mechthild Albert, Vanguardistas de camisa azul, Visor Libros, Madrid 2003, página 117.

{41} Estas palabras las pronuncia Primo de Rivera en el Mitin de la Comedia, en 1934, mucho antes de las elecciones que siguieron al infausto 11 de marzo de 2004.

{42} Mónico Mélida, «Los resortes de Onésimo Redondo», Aportes, nº 32, página 24.

{43} Michel Schneider, Ensayo de síntesis para una alternativa, Disidencias, Barcelona 1988, página 72.

{44} Álvaro de Diego, José Luis Arrese o la Falange de Franco, Editorial Actas, Madrid 2001, página 38.

{45} http://www.carpe-diem.it/spagna/htm/port01es.htm

{46} Mitin en el Teatro Calderón, 3 de marzo de 1935, en Valladolid.

{47} La Nación, 10 de octubre de 1930.

{48} La Nación, 12 de febrero de 1930.

{49} Enrique Tierno Galván, Costa y el Regeneracionismo, Barcelona 1961, página 91.

{50} Razón Española, nº 112.

{51} Entre sus admiradores declarados estuvieron Lenin, Churchill y Mounier.

{52} Michel Schneider, Ensayo de síntesis para una alternativa, Disidencias, Barcelona 1988, página 11.

{53} José María Gil Robles, No fue posible la paz, 1968, páginas 442-443.

{54} José Luis Orella Martínez, Víctor Pradera. Un católico en la vida pública de principios de siglo, BAC Biografías, Madrid 2000, página 115.

{55} Giménez Caballero, Genio de España, Ediciones Jerarquía, 1939, página 226.

{56} Son asesinados 80 falangistas entre junio de 1934 y julio de 1936; el número total de asesinatos políticos durante los cinco años de República se elevan a cerca de 2.000.

{57} En 1935 Falange reunió a 12.000 personas en un mitin nacional en Madrid, lo que hace pensar que las cifras de militantes de febrero de 1936 están hinchadas.

{58} Cierto obispo levantino ha calificado al falangismo de «pagano» en un libro escrito muchos años después de que los camisas azules protegieran las iglesias de la quema con sus vidas.

{59} Se salda con un muerto en un tiroteo entre camisas viejas.

{60} Klaus-Jörg Ruhl, Franco, Falange y III Reich, Akal, Madrid 1986, página 14.

{61} Klaus-Jörg Ruhl, Franco, Falange y III Reich, Akal, Madrid 1986, página 14.

{62} El diario El Mundo lo reflejó con un chiste magnífico donde José María Cuevas, presidente de la patronal, decía a los secretarios generales de UGT y CC. OO., «en el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo...»

{63} Mónica y Pablo Carbajosa, La corte literaria de José Antonio, Crítica, Barcelona 2003, página 309.

{64} Mónica y Pablo Carbajosa, La corte literaria de José Antonio, Crítica, Barcelona 2003, página 289.

 

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