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El Catoblepas, número 16, junio 2003
  El Catoblepasnúmero 16 • junio 2003 • página 23
Libros

La democracia de la telebasura

Antonio Muñoz Ballesta

A propósito del libro de Gustavo Bueno, Telebasura y democracia, Ediciones B, Barcelona 2002 (edición de bolsillo: Punto de Lectura, Madrid 2003)

Gustavo Bueno, Telebasura y democracia, Punto de Lectura, Madrid 2003La obra filosófica de Gustavo Bueno (Santo Domingo de la Calzada 1924) es una de las más importantes y originales, de España y Europa, en los últimos cuarenta años. Gustavo Bueno es el autor del sistema filosófico denominado «Materialismo Filosófico» que considera a la Filosofía como un saber auténtico y de «segundo grado» en cuanto acepta las franjas de verdades de las distintas ciencias efectivas, de metodología alfa o beta: ciencias humanas que han conceptualizado total e irremediablemente, el mapamundi del presente. Su penúltimo libro Telebasura y democracia (acaba de aparecer El mito de la Izquierda, y es inminente la edición de Panfleto contra la democracia realmente existente) dilucida un tema que pedía, a voces, una mirada filosófica y crítica, y no meramente sociológica, ideológica o psicológica (como ha ocurrido hasta ahora por parte del «intelectual denunciante y fotogénico»), a saber, la relación entre la Televisión (y con ella los programas denominadas confusamente «telebasura») y la sociedad política organizada en la forma de «democracia parlamentaria occidental».

El racionalismo crítico transcendental centrado en el «sujeto operatorio», propio del método de Gustavo Bueno, no admite enmascaramiento de la realidad, por ello desde las fundamentales herramientas conceptuales propiciadas por sus anteriores ensayos: El mito de la cultura, Televisión: Apariencia y verdad, y por el núcleo de su filosofía política (Primer ensayo sobre las categorías de las 'ciencias políticas', 1991), el autor realiza los cortes precisos por las «junturas naturales» de este gran organismo social y tecnológico expansivo, que solamente en 50 años, ha poblado el planeta entero: la televisión (Internet es todavía un juego de niños en comparación con el «Ente»).

La esencia de la televisión es la de permitirnos ver a través de los cuerpos opacos, es decir, la clarividencia (desde los sucesos políticos del 11 de septiembre en Nueva York al partido de fútbol de España en Corea). La televisión «formal» viene a ser prácticamente la «televisión en directo», en la que contemplamos un determinado drama humano. La televisión formal es una ventana a la realidad, y por ende, a la realidad social y política.

En cambio, lo que sea «telebasura» requiere analizar previamente la Idea de basura (una Idea trascendental), de la que el mismísimo Platón consideraba digna de la mirada filosófica: «basura» es lo que resulta de la operación de barrer, a la manera como el «homo habilis» se deshacía de las lascas cuando tallaba un núcleo de sílex. Y en una sociedad democrática, en la que rige la libre elección del consumidor, quien decide «retirar» de la telepantalla, con su mando, un determinado programa, es la audiencia, y en pulcritud liberal o democrática, el Código Penal y los Jueces.

Ahora bien, es en los capítulos IV y V del libro donde se ofrecen las claves de la relación entre televisión y sociedad política, en general, y en especial, las relaciones entre «telebasura» y sociedades democráticas. Gustavo Bueno diseña un sistema de coordenadas basado en la teoría de los cuatro círculos dialécticos, a través de los cuales discurren las sociedades democráticas en sus contradicciones internas y enfrentamientos interestatales o supraestatales: el constituyente, en symploké con el capitalismo y su «papilla integral televisiva», el conjuntivo de parlamentarios y poderes ejecutivo, judicial y legislativo, el basal o cultural, económico e infraestructural, y el cortical de determinación entre varias sociedades políticas.

Por otro lado la Idea, no metafísica, de «libertad de elección» es el fundamento de las sociedades democráticas parlamentarias actuales, en cuanto son sociedades capitalistas, pues su estructura es la misma que la de la sociedad de mercado libre. Se da una realimentación entre ambas. La posibilidad de elegir y adquirir, en el mercado, los bienes alternativos que en él se ofrecen y estructuran en especies, géneros y clases, por parte del «votante-consumidor-telespectador» (que no es un disminuido en sus facultades como pretende decirnos G. Sartori y su entelequia del «homo videns») es el fundamento, pues, de las sociedades democráticas. Los mecanismos electivos, propios de las democracias, vienen a corresponderse con el consumo individual, y la misma sociedad de mercado y Estado de bienestar (reacción occidental a la Revolución bolchevique) posibilitan la existencia de dichos individuos capaces de votar democráticamente. Tienen que existir varios «candidatos» o partidos, al igual que varios «productos» ofertados en el mercado; y la cumbre de las posibilidades del Marketing, para ambas cosas, es el Ente que te permite el don de la ubicuidad.

La televisión es, entonces, una herramienta trascendental para la eutaxia, y eupraxia, de las sociedades políticas democráticas actuales, y ello por la configuración misma de la sociedad democrática. Las sociedades políticas se componen de sus correspondientes capa basal, conjuntiva y cortical; y aunque el lugar de la Televisión es, en general, la capa conjuntiva, no es menos cierto, que los diversos poderes políticos intervienen fuertemente en la conformación y mantenimiento de la misma «conciencia formada de libre elección» de los electores, y por tanto, de la democracia. Y, asimismo, la capa cortical de las sociedades políticas, especialmente cuando se trata del Imperio (EEUU), tiende a organizar a las demás sociedades políticas, con las que intercambia comercialmente, en sociedades democráticas (las «globaliza»).

En definitiva, al igual que hace quince años revolucionó la Filosofía de la religión con el «argumento etológico», Gustavo Bueno ha vuelto a remover la estancada nave de la Filosofía política con lo que denomino «el argumento televisivo»: los hombres y mujeres, desde los años sesenta del siglo XX, están construyendo sus sociedades políticas a imagen y semejanza de la Televisión o de lo que ven por ella, sea telebasura desvelada o fabricada. Una obra de extraordinaria riqueza filosófica, como la presente, no puede faltar en la lectura y biblioteca de toda persona culta e inteligente.

 

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