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El Catoblepas, número 16, junio 2003
  El Catoblepasnúmero 16 • junio 2003 • página 20
Libros

Platón victoriano

Iñigo Ongay

Se presenta el libro de Patricia Cruzalegui Sotelo, La experiencia platónica en la Inglaterra decimonónica, Septem, Oviedo 2002, 520 páginas

Patricia Cruzalegui Sotelo, La experiencia platónica en la Inglaterra decimonónica L'experiència platònica en l'Anglaterra del dinou es el título que adoptó la tesis doctoral de Patricia Cruzalegui Sotelo, defendida en la Universidad de Barcelona en el mes de mayo de 1995. En ella, Patricia Cruzalegui, nacida en Lima en 1955 y fallecida repentinamente en Barcelona en 1997, se adentra ejemplarmente en la alambicada tarea de explorar las circunstancias ideológicas que acompasaron la recepción de las doctrinas de Platón en el contexto británico a lo largo del siglo XIX. La editorial ovetense Septem ha puesto en circulación en 2002, cinco años después de la desaparición de la autora, una traducción al español de la valiosa investigación de Cruzalegui, preparada por el director de la misma, el profesor Pau Gilabert Barberá, de la Universidad de Barcelona.

Esta brevísima reseña no pretende otra cosa que invitar al lector de El Catoblepas a hincar el diente al volumen que presentamos, así como procurar, en la medida de nuestras modestas posibilidades, contribuir a darlo a conocer; dado que no sería en absoluto imposible que pudiera llegar a pasar desapercibido criando polvo en los estantes de las librerías españolas. No es común, con todo, asistir a la publicación de obras tan sólidas y contundentes en lo referente a la erudición y profusión de materiales contemplados. El estudio de Cruzalegui, en efecto, representa una aportación cuya lectura se hace imprescindible a cualquiera que se interese por estas cuestiones tan escasamente transitadas por lo general. Nos parece pertinente citar, en este sentido, las palabras –verdaderamente muy ajustadas– del propio Pau Gilabert, quien, en la presentación de la edición, no escatima los elogios (desde luego muy lejanos de la huera adulación, como podrá advertir quien se tome la molestia de echar un vistazo al libro) a la hora de ponderar el trabajo de su doctoranda:

«Para comprender el alcance de la investigación a la que ahora puede acceder el gran público, bastaría en efecto, una lectura detenida del índice. La Dra. Cruzalegui llevó a término lo que muchos ni tan siquiera osarían plantearse: ofrecer un mosaico, obviamente no completo pero sí amplísimo, del conjunto de intenciones –e incluso necesidades– desde las que la Inglaterra decimonónica se aproximó a la filosofía de Platón y al 'platonismo', su tradición secular. En este sentido, son tantos los personajes estudiados y tantas las perspectivas adoptadas que sorprende ver que no desfalleciera, bien abandonando el proyecto, bien rebajando drásticamente sus pretensiones. Pero por suerte no fue así. (...) Fue así como reunió una cantidad ingente de bibliografía y de datos de toda índole, hasta que, con la ayuda –tan poco valorada hoy– de una memoria igualmente sorprendente, trazó con paciencia las líneas del panorama platónico del siglo diecinueve inglés. Ni que decir tiene que la capacidad y finura investigadora que antes mencionaba le permitieron no sólo ilustrar el fenómeno, sino también corregir o matizar visiones ya consolidadas y, además, sacar a la luz una complicada red de interdependencias que tan sólo estudios de esta magnitud son capaces de descubrir y mostrar.»

En tales condiciones sería ingenuo pretender recubrir la exposición presente en la obra de Cruzalegui en sus múltiples recovecos y ramificaciones. El terreno a roturar es sin duda alguna muy amplio, y el enfoque adoptado no podía ser más ambicioso a diferencia de las burocráticas tesis doctorales que suelen marcar la tónica de la «investigación» en la filosofía universitaria:

«Cuando en el título de esta tesis, opté por aludir a la experiencia platónica en la Inglaterra del siglo diecinueve en vez de referirme al platonismo o a la tradición platónica, mi objetivo era acceder a un ámbito más amplio que el puramente filosófico o académico; quería también, en efecto, abordar aspectos vitales que conforman la peculiar pero rica fortuna de Platón en la Cultura Británica decimonónica. Además de usar el vocablo 'experiencia' en el sentido inglés aproximado de 'vivencia digna de memoria', pretendía dejar claro que mi investigación no versaba exclusivamente sobre la 'Platonic scholarship' o la evolución erudita de los estudios de Platón en Oxford y Cambridge, ni tampoco sobre una escuela concreta de pensamiento que se definiera en términos platónicos espiritualistas, como podía ser el caso de los Cambridge Platonists –o Plotinists según Coleridge– del siglo diecisiete.» (pág. 483.)

En esta dirección es la misma autora quien define uno de los objetivos acaso mayores de la obra: poner sobre la mesa el hilo –todo lo débil que se quiera– que estructura la tradición platónica en la filosofía inglesa; y ello frente a las pretensiones de quienes han tendido a discutir e incluso a negar la existencia misma de una verdadera asimilación del platonismo en suelo británico:

«Por un lado, he intentado demostrar que la confianza absoluta expresada por John Stuart Blackie, Nietzsche o Borges –entre otros seguidores del tópico– respecto de la idoneidad británica para un pensamiento de tipo platónico es inexacta: Blackie habla de talantes incompatibles, Nietzsche de ineptitud filosófica y Borges afirma que, excepción hecha de algunos grandes poetas como Shakespeare, Milton o Keats, la idiosincrasia británica se resiste a la abstracción y a la especulación ideal.» (págs. 483-484.)

El trabajo atiende ampliamente el despliegue de la recepción británica (tanto «académica» como «mundana», tanto en lo referido a la «filosofía profesoral» como a las obras de poetas y literatos tales como puedan serlo Shelley –cuyo «platonismo» había sido por lo demás el tema de la tesina de licenciatura de nuestra investigadora–, Coleridge, Wilde, Virginia Wolf, &c.) de las obras de Platón a través de todo el XIX; a partir precisamente de la prerromántica traducción de la totalidad del corpus platonicum debida a Tomás Taylor, «el Ficino Inglés» (1758-1835). Es Taylor (un personaje por cierto cuya trayectoria biográfica y cuyas delirantes doctrinas espiritistas y vegetarianas realmente no tienen desperdicio) quien, en 1804, entrega a la imprenta los cinco volúmenes que aglutinan el primer vertido a la lengua británica de las obras completas de Platón sobre la base, todo hay que decirlo, de cinco diálogos previamente traducidos por Sydenham. Justamente sería la traducción de Taylor (sesgada por cierto por el indeleble marchamo del neoplatonismo renacentista, por el espiritualismo, por el elitismo político, por misticismos neo-órficos y por muchas otras cosas) la que alimentaría el peculiar «platonismo» característico de poetas románticos como Samuel Coleridge, Emerson o Guillermo Blake; un platonismo proclive al éxtasis y al apoliticismo esteticista (más al estilo de Plotino que al de Platón). Sospechamos por nuestra parte que tales «platónicos», ignorantes por completo en astronomía, geometría y música (en este sentido carentes de los asideros de la dialéctica) no hubieran podido jamás ser aceptados en la Academia.

Empero la traducción de Taylor y las alucinaciones de sus mistéricos lectores más insignes es tan solo el arranque del relato que nos narra Cruzalegui. De este modo, la obra arroja un mapa ciertamente riguroso que logra recomponer diacrónicamente la historia de los usos y los abusos a los que fueron sometidas durante el siglo antepasado, las tesis del venerable fundador de la Filosofía Académica por parte de la perversa Albión: desde el moralismo fundamentalista –muy anglicano y puritano por otra parte– del victoriano Benjamín Jowett (cuya edición de los Diálogos fue en gran medida responsable de la entrada de Platón por los pórticos de la Universidad, en Oxford) hasta la distorsionadora «hermenéutica» homosexual realizada por Oscar Wilde, Walter Pater o John Addington Sydmonds, sin olvidar el aprovechamiento interesado de ciertos tramos de La República o Las Leyes por parte de Francisco Galton, conocido adalid de la eugenesia, a mayor gloria de los dinamismos depredadores del Imperio de Su Graciosa Majestad.

Indice de
La experiencia platónica en la Inglaterra decimonónica
de Patricia Cruzalegui Sotelo (Septem, Oviedo 2002)

Presentaciones, 5.
Agradecimientos, 15.
Introducción, 17.
Parte 1. Hacia un platonismo romántico, 39.
I. La instauración del Gusto Greco, 41.
II. Thomas Taylor (1): El platonismo hierático, 49.
III. Thomas Taylor (2): El alma romántica entre ruinas, 80.
Parte 2. El platonismo romántico, 89.
I. Las clasificaciones laberínticas de Samuel Taylor Coleridge, 91.
II. William Wordsworth: un platonismo intuido, 103.
III. El filohelenismo inconformista de George Gordon, Lord Byron, 105.
IV. El platonismo liberado de Shelley, 109.
V. Keats y el ruiseñor de infinitud, 118.
Parte 3. La Arcadia en Bloomsbury, o la fortuna del versátil Platón victoriano, 131.
I. Del Gusto Greco al helenismo, 133.
II. Una paideía para caballeros, 137.
III. Los artistas olímpicos y la tentación pandémica, 139.
IV. El despertar de la conciencia, 145.
V. ¿Amigo Platón?, 148.
VI. Amigo Aristóteles, 150.
VII. ¿Amigo Darwin?, 157.
VIII. Sed praehonoranda veritas: Essays & reviews, Wilbeforce versus Huxley, John Stuart Mill, Matthew Arnold, Charles Kingsley, George Eliot y Alfred Tennyson, 161.
IX. Platonismo y darwinismo: El arte de ganar, 169.
X. Aristocracia a la Platón: ¿Sangre o Espíritu?, 176.
XI. Sir Francis Galton y la escuela activa de Platón, 178.
XII. Eugenesia de izquierdas y misoginia hereditaria: Shaw, Platón y las mujeres funcionarias de la fecundidad, 184.
XIII. Platonismo y racismo: ¿Una asociación inapelable?, 193.
XIV. El helenismo dulce y luminoso de Matthew Arnold, 201.
Parte 4. La tradición crítica del platonismo de Grote a Popper, 207.
I. George Grote y las amistades controvertidas de Sócrates, 209.
II. El efecto Grote (1): La querella sobre los sofistas: Jowett, Nietzsche, Bain y Lewes, 232.
III. El efecto Grote (2): La importancia de ser o no platónico: E. Caird, J. S. Mill, B. Jowett, A. Grant, W. Pater, R. Nettleship, B. Bosanquet, E. Barker, los últimos románticos, 244.
IV. W. Fite, R. H. S. Crossman y K. Popper: el platonismo como filosofía non grata, 268.
Parte 5. Benjamin Jowett y el ejemplar Platón victoriano, 281.
I. Los platonismos de Oxford: La academia idealista y la eficiencia del Balliol College, 283.
II. Platón con anterioridad a Jowett, 305.
III. Platón versus Aristóteles o Jowett versus Pattison: Una disputa fecunda, 309.
IV. La gestación del Platón anterior a 1871, 316.
V. Essays and Reviews: Un episodio díscolo, 324.
VI. El primer Platón, 332.
VII. El segundo Platón, 362.
VIII. El tercer Platón, 378.
Parte 6. El amor que no osa decir su nombre, 401.
I. Socratismo, platonismo, uranismo, androginia, inversión y homofobia: El erotismo estetizante de W. Pater, J. A. Symonds y O. Wilde, 403.
II. El peculiar retrato imaginario de un moralista desmoralizador: Marius the Epicurean de Walter Pater, 420.
III. Plato and Platonism de Pater, o la cámara solitaria de la mente aristocrática, 430.
IV. La disidencia platónica de John Addington Symonds, 448. (1) Oscar Wilde y la importancia de no haber podido ser platónico, 465. (2) La fatalidad de la pasión y la crisis platónica del De Profundis, 471. (3) El retrato helénico de Dorian Gray, 476.
A modo de conclusiones y epílogo, 483
Bibliografía, 495

 

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