Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 16 • junio 2003 • página 15
En México se cometen muchos errores en el uso del lenguaje oral y escrito. Muchos de ellos aberrantes barbarismos que nos llegan por influencia de nuestros vecinos del norte, los Estados Unidos. Otros son muestra de un deficiente conceptuario de quienes los usan. En todos los niveles socioeducativos hay quienes los cometen, desde el simple ciudadano hasta el más alto funcionario
Después de escuchar tantas barbaridades en boca de comentaristas, entrevistados, políticos, &c., que debían poner más cuidado en el uso del lenguaje, ya que lo expresan en la radio o en la televisión y con ello son escuchados por multitud de personas, uno, no se resiste a realizar algunos comentarios al respecto.
Hace ya varias décadas escuché a un director general de evaluación de la SEP, utilizar el vocablo «accesar» para referirse a la acción de tener acceso. Barbárica traducción del verbo «to access» del inglés, cuando en todo caso en español existe acceder, si bien con el significado de consentir, de ceder. Pues bien en el susodicho director general de aquella área educativa, se entendía aunque no se justificaba su incorrecto hablar, porque como buen regiomontano egresado del TEC de Monterrey, ha sido y es un profesionista influido por los desmanes de la tecnología de las computadoras. Es de aquellos que también usan «retroalimentar» para referirse al proceso de volver a dar alimentos, materiales, culturales, &c., que en el caso de los humanos debe ser «realimentar» y no con el uso del prefijo retro (hacia atrás) que sí podría aplicarse para una máquina, como parte de un circuito, ya que se conecta por atrás. No es el caso de las personas. Lo correcto sería respectivamente tener acceso en el primer ejemplo y realimentar en el último
También en algunas reuniones de trabajo, de pronto alguien nos sobresalta, cuando dice «tenemos que ofertar nuestros servicios» en vez de «tenemos que ofrecer nuestros servicios», ya que si bien existe el sustantivo oferta como «don que se presenta a uno para que lo acepte» no es lícito gramaticalmente derivar un nuevo verbo del vocablo que ya derivó del verbo ofrecer (del latín, offerre: presentar, prometer).
Por otro lado, a veces, uno se cansa de corregir un mismo error, repetido sistemáticamente en escritos que se presumen más o menos serios, oficiales y hasta académicos. Tal es el caso del vocablo «implementar», resultante de introducir inescrupulosamente «to implement» que significa: llevar a cabo, poner en práctica. Cierto es que existe el galicismo «implemento», usado en América como herramienta, instrumento, enser. Pero hasta hace poco no era aceptado en el buen español.
Ahora, que tal vez, la manga ancha de la Real Academia Española, pueda llegar a aceptarlo finalmente. Yo, por lo pronto me cansé de substituirlo por otros términos más o menos equivalentes, según el caso, objetivar, implantar, &c.
No olvidemos que los errores hacen escuela, una mala escuela. En ocasiones hasta llegan a verlo a uno, mal, porque trata de cometer el menor número posible de equivocaciones al hablar o escribir.
Recordemos el caso del verbo haber, que es un verbo impersonal, aún cuando algún sustantivo que le acompañe sea complemento directo, su sujeto sigue siendo indeterminado. Es incorrecto hacer concordar el verbo con el sustantivo. No debe decirse «Aquella noche hubieron fuegos artificiales en la ciudad», debe decirse «Aquella noche hubo fuegos artificiales en la ciudad». También es incorrecto «con él habían varias otras personas», lo correcto es «con él había varias otras personas». Por lo mismo es indebido decir «durante este largo período hubieron mentes sagaces y manos diestras», dígase «durante este largo período hubo mentes sagaces y manos diestras». En habíamos sólo tres personas convendrá substituir habíamos por éramos o estábamos.
El mal uso del verbo haber lo hemos escuchado en discursos e intervenciones de muchos funcionarios. Pero, bueno no se puede pedir a alguien, lo que no tiene.
Así por ejemplo, es el caso de la mala y deficiente lectura que muchos mexicanos y mexicanas actuales realizan, creo yo –es mi hipótesis–, desde que aprendieron a leer con alguna variante de los llamados «métodos globalizadores». Cuando en su limitado conceptuario y en su restringido léxico no existe determinado vocablo, que están leyendo, lo cambian por el que les es usual. Así verán y dirán «doctores» en vez de «directores», José Luis Borgues en lugar de Jorge Luis Borges y lo expresarán enfáticamente. En este último caso, aunque se presuma grado universitario, se mostrará además, que nunca se entendió el uso correcto de la «g» antes de las vocales débiles. En fin, muchas malas influencias están poniendo el idioma hecho una pena. Como pocas veces.