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El Catoblepas, número 16, junio 2003
  El Catoblepasnúmero 16 • junio 2003 • página 4
Filosofía y Locura

Filosofía y Locura

Francisco Alonso-Fernández

Catedrático emérito de Psiquiatría de la Universidad Complutense, Presidente de la Asociación Europea de Psiquiatría Social y Director del Instituto de Psiquiatras de Lengua Española, ofrece un primer escrito introductorio al tema titular

Recibo con suma complacencia la invitación/envite transmitida por la revista El Catoblepas para participar en el Simposium «Filosofía y Locura», y lo hago en principio con este escrito/borrador.

El propio enunciado del tema recoge, a mi modo de ver, una especie de matrimonio morganático, en el que las excelencias de la filosofía se ligan a las miserias de la locura. No se trata con esta interpretación del título de descalificar el tema, sino más bien lo contrario, ya que precisamente es de las parejas de la mano izquierda –dicho así sin intención política– de donde han salido las mejores dinastías para perpetuar ese cada vez más raro sistema de gobierno que es la monarquía.

Como psiquiatra clínico he contraído con la Filosofía un inmenso reconocimiento por las formativas luces que me ha proporcionado. Como ciudadano del mundo me interesa hacer constar que la gratitud hacia la Filosofía se potencia si cabe aún más ya que, como esquematizó con referencia a tiempos no demasiado lejanos Augusto Comte, la Filosofía ha permitido hacer el tránsito de la teología y el mito a la ciencia, a cuyo proceso debiéramos agregar la incorporación de la Humanidad a una corriente de la modernidad impregnada de racionalidad positiva.

Por su parte, la locura es un vocablo que no figura en ningún tratado de Psiquiatría desde hace tal vez más de cien años. El tema de la locura se ha escapado de la Psiquiatría hacia otros lares donde la enfocan como un personaje extravagante y pintoresco, como si fuera lo pintoresco insólito el emblema del loco. Presto a buscarle un sinónimo técnico incluido en el campo de la psiquiatría lo podríamos hallar en el enfermo psicótico. Yo mismo he afirmado alguna vez que el pueblo español en los albores del Renacimiento al haber apodado a Juana reina de Castilla como «Juana la Loca», lo hizo con el sorprendente propósito en aquel tiempo de no tildarla como endemoniada o posesa como hubiera ocurrido en cualquier otro país, ya que ninguno se encontraba tan alejado del sobrenaturalismo y la magia como el nuestro. Por todo ello, cualquier español de aquel tiempo no ofrecería mayor resistencia a que hoy habláramos de «Juana la Psicótica».

La esfera de las psicosis se monta sobre dos radicales antagónicos al pensamiento filosófico: el primero, la rotura con la realidad exterior; y el segundo, la privación de libertad autónoma. Bien se sabe que existen varias realidades, múltiples realidades que van desde el simbolismo universal hasta el estricto significado personal. Por ello debe especificarse que la realidad perdida por el loco/psicótico es la captada por la sensopercepción y la interpretación, o sea la plataforma inmediata que sirve a la Filosofía para remontar el vuelo cognitivo. Al tiempo el psicótico piensa y actúa despojado de libertad interior. Aunque lo más ostensible es su pérdida de libertad de acción, aquí merece la pena subrayarse la quiebra de la libertad del pensar por ser la herramienta básica de la Filosofía. Durante el tiempo decimonónico el título de librepensador era un diploma maligno convertido en arma arrojadiza contra el talento creador. Eran más o menos los tiempos en los que los grandes filósofos como Kant y Hegel tenían que moderar y ocultar su librepensamiento para poder continuar escribiendo y publicando. Resulta obvio que mientras la filosofía se construye sobre el librepensamiento, la locura se somete al cauce del determinismo delirante.

Existe una grave contraposición en las relaciones de la locura con la Filosofía según se plantee este relación en el campo terapéutico o en el campo metodológico, según veremos a continuación.

A despecho de disgustar a algunos filósofos con vena de terapeutas –por ejemplo, el autor del plan de sustituir el Prozac por Platón– no cabe sino advertir que el viaje de retorno de la locura a la salud mental no guarda relación inmediata con los sistemas filosóficos ni en su vehículo ni en su objetivo. El vehículo de la terapia psiquiátrica está integrado por un triple motor, demasiado telúrico para ser filosófico, a saber: la psicoterapia, los psicofármacos y la socioterapia. En cuanto al objetivo terapéutico pasa por la reintegración de la libertad y la realidad común, de suerte que el sujeto recupera estas facultades sin prescindir del crecimiento en los indicadores de salud mental, de los que son un excelente muestra la organización de la personalidad en torno a un proyecto, el papel familiar, la capacidad social y la calidad de vida objetiva y subjetiva.

Volvemos a topar en plenitud con la Filosofía al abordar la cuestión metodológica. Incluso podría afirmarse que el máximo encuentro entre la Filosofía y la locura se establece en el campo de la metodología propuesta para entender y comprender el trastorno mental que llamamos metafóricamente locura. Para autentificar cómo la definitiva incorporación de la locura/psicosis al campo de la Psiquiatría fue posible merced a la trascendencia de la Filosofía, voy a copiar unos párrafos de mi obra Fundamentos de la Psiquiatría Actual, Paz Montalvo, Madrid, tomo I, 3ª edición, 1976, págs. 7 y siguientes:

«En estricta justicia, el honor del renacimiento científico de la psiquiatría, que se produce en el límite cronológico entre la Ilustración y el Romanticismo, debe adjudicarse al haber de la Ilustración. La representación mas genuina de este gran movimiento cultural, al igual que ocurre con el nacimiento de la psiquiatría como ciencia, corresponde a los franceses (Diderot, Montesquieu, el gran naturalista Buffon, Condillac, d'Alenbert, Voltaire, Rousseau, &c.).
La tradición y la fe son absorbidas en el siglo XVIII por la confianza en la razón y la ciencia.
Como sugiere Witter (1963), debe admitirse que la psiquiatría científica comienza en Francia hacia el año 1800, con la obra de Pinel. Philippe Pinel (1745-1826) decía que no quería construir nuevas hipótesis, sino limitarse a la observación y descripción de hechos, de datos fácticos.
Pinel había recibido luces ilustrativas de los escritores Condillac y De Cabanis –con el que mantuvo vínculos de amistad–. Influyeron sobre él especialmente Descartes y los enciclopedistas del siglo XVlIl. Las ideas de Descartes y de los enciclopedistas, coma puntualiza Follin (1948), contribuyen, además, al nacimiento de la psiquiatría por haber "naturalizado" el espíritu del hombre, con lo que el pensamiento del mismo se vuelve mas racional.
Riese (1966) señala que Pinel ha pasado a la historia de la psiquiatría por dos razones: "por haber liberado al alienado de sus cadenas intelectuales y físicas" y por haber iniciado el tratamiento moral, que no significa una acción moralizante, sino una actividad psicoterapéutica. Hay una tercera razón para perpetuar la memoria de Pinel en la historia: haber introducido en psiquiatría el método experimental, es decir, la observación repetida de los hechos y el análisis racional de los mismos.
Pinel, inicialmente –en la introducción a la primera y la segunda edición de su Nosographie philosophique y en Médecine clinique, publicada en 1804–, describe su método como "el análisis aplicado a la medicina". "Homenaje eterno sea rendido al espíritu observador de Hipócrates, que ha perfilado historias con tanta verdad coma laconismo y profundidad, que ha abierto la verdadera vía de la observación, así como el método descriptivo." "Todos los progresos sólidos que la medicina ha hecho en todos los tiempos ¿no son debidos al método analítico y qué no se debe esperar de su aplicación a la doctrina entera y a la enseñanza pública de esta ciencia?" La medicina clínica se vuelve mas precisa y exacta por la aplicación del análisis.
El método analítico, al que Pinel se refiere, se debe a Condillac, rector deI pensamiento filosófico en la generación de Pinel. "El análisis no consiste más que en componer y descomponer nuestras ideas para hacer con ellas diferentes composiciones y para descubrir, por este medio, las relaciones que hay entre ellas y las nuevas ideas que así se pueden producir. Este análisis es el verdadero secreto de los descubrimientos porque nos hace remontar siempre al origen de las cosas. Tiene la ventaja de no ofrecer más que pocas ideas a la vez, y siempre con el grado mas sencillo", decía Condillac en Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos.
Sobre la utilización común del análisis, Condillac y Pinel se expresan en términos semejantes. "El análisis es conocido no solo por los filósofos, sino por todo el mundo, y yo con ello no he enseñado nada al lector, me he limitado a subrayar lo que él hace continuamente", decía Condillac en su Lógica. "Yo –manifestaba Pinel– no hago más que proponer al hombre, que esta ávido de una instrucción general, la marcha general del espíritu humano".»

La penetración psiquiátrica en el mundo de la locura se realiza, pues, merced a pertrechos extraídos de la Filosofía: El método analítico-experimental, aportado por el filósofo Condillac (1715-1780), una de las mentalidades rectoras del pensamiento filosófico en la generación de Pinel, recibe con prontitud el enriquecimiento proporcionado por otras vías de trabajo científico-filosóficas: primero los métodos Diltheyanos del comprender y el explicar, después la actitud fenomenológica como producto de la introducción clínica de las ideas de Hegel y Husserl sin soslayar el método analítico-existencial inspirado sobre todo en la obre de Heidegger. En esta línea, un recordatorio muy especial para Karl Jaspers, el magno psiquiatra filósofo, encarnación del rigor metodológico como se denota en la páginas 61 a 80 de mi citada obra.

Otra historia es la relación entre el propio filósofo y la locura. La salud mental de la amplia gama de talentos creativos, donde se encuentran posicionados una gran línea importante de filósofos, está asediada por riesgos contra la salud mental mucho más potentes que los que amenazan a los demás ciudadanos. Este asunto lo he tratado por extenso en mi libro El talento creador (Temas de Hoy, Ensayo, Madrid 1996), de donde transcribo unos párrafos del capítulo que se inicia en la página 255:

«La figura del genio loco o desequilibrado, tan realzada por la tradición como demostrada por la presencia en el mundo de un gran número de individuos eminentes o creativos psicópatas, neuróticos, depresivos, alcohólicos y esquizofrénicos, nos obliga a revisar el tema para escrutar en qué medida el trastorno mental puede activar o frenar la actividad creadora.
Ya Aristóteles (L'homme de génie et la mélancolie, Rivages, París 1988) había hecho dos observaciones concretas importantes sobre esta cuestión. Por una parte, había asumido la actitud valiente de presentar a sus propios maestros, Sócrates y Platón, como ejemplos del genio desequilibrado. Se basaba para ello no en la conocida homosexualidad de ambos, sino en la propensión de su personalidad al descontrol y a la inestabilidad. Además, se encargó de revelar la existencia de un escritor en Siracusa que sólo hacia poemas valiosos cuando mostraba signos inequívocos de alteración psíquica.
A partir de estas dos observaciones concretas, Aristóteles se preocupa por la salud mental del conjunto de los hombres sobresalientes con este interrogante: «¿por qué todos aquellos que han sido eminentes en la filosofía, la política, la poesía o las artes, son claramente temperamentos atrabiliarios, y algunos de ellos hasta tal punto que lIegaron a padecer enfermedades psíquicas producidas por la bilis negra (melancolia)?»
En su Metafísica Aristóteles, a la vez que concibe la creatividad como un proceso racional extraído de fuentes naturales, subraya la predisposición de los grandes artistas y poetas a la melancolía, con todo lo cual deja claro que no se inclina, como tantas veces se le ha atribuido, por la idea de admitir una asociación necesaria entre las altas formas de la creatividad y la locura. A partir de este primer jalón queda establecido que se pueden crear valores nuevos en el arte o en la ciencia sin ser un enfermo mental, pero que la mayor parte de los que los crean están inmersos en el desequilibrio.»

También versa este libro sobre el influjo ejercido sobre la creatividad y la sabiduría. Al igual que ocurre en otras modalidades creadoras, en el campo de la filosofía el impacto de la enfermedad mental sobre las operaciones del pensamiento se distribuyen entre la activación y la rotura o bloqueo. Si nos atenemos a la estricta locura o al trastorno psicótico, la conclusión es rotunda: el talento que primero se desorganiza es el filosófico, en tanto que el más resistente o compatible con la locura es el del poeta.

Hoy se dispone de suficiente documentación para señalar que la personalidad ciclotímica, el terreno predilecto del trastorno bipolar, acumula rasgos positivos para la creatividad filosófica y de otras modalidades, debido a acumular como un privilegio facultades como las siguientes: el instinto de búsqueda de nuevas ideas o experiencias, la firmeza para mantener posturas poco convencionales, el espíritu de riesgo para la lucha social y el debate del pensamiento, entre otros.

No puede cerrarse esta colección de sugerencias sin explicitar que también se establece un contacto entre la Filosofía y la locura en el drama del suicidio. Pero este contacto es más bien especulativo. Y es que la Filosofía de por sí no conduce jamás al suicidio. Falta por describir el primer suicidio de estirpe lógico-metafísica pura. Ni siquiera entre los nihilistas y los que consumen su vida predicando esta tendencia, de lo que nos vale como tipo de referencia Ciorán, el pensador existencialista que confesaba como su sempiterno fracaso el amanecer el día siguiente sin haberse suicidado. Ciertamente, el suicidio no constituye en ningún sentido un desenlace filosófico, observación naturalmente sujeta a una posible controversia. Si algunos filósofos, como Benjamin, han recurrido a este comportamiento autodestructor, ha sido bajo la presión de la locura melancólica, como ocurre en el 70% de la tasa de suicidios, de un modo especial entre los escritores.

Como ocurre según hemos visto a propósito de la metodología, la teoría de la salud mental en cuanto cultura de vida recibe en su enfrentamiento con la autolisis un sólido apoyo de la mayor parte de los sistemas filosóficos como concepción del mundo (Weltanschauung) y como forma de vida (Lebensform).

Agradezco la lectura de estas páginas emborronadas y me despido hasta un ulterior debate.

Post Scriptum: He leído a continuación la excelente aportación del profesor Gustavo Bueno y he encontrado en ella nuevas orientaciones que me permitirían sin duda ampliar y enriquecer este escrito mío que he redactado a vuelapluma.

 

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