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El Catoblepas, número 13, marzo 2003
  El Catoblepasnúmero 13 • marzo 2003 • página 10
polémica

Dudas sobre Israel indice de la polémica

Felipe Giménez Pérez

Se formulan unas cuantas dudas a las observaciones
de Gustavo D. Perednik sobre el presunto antisemitismo europeo

En España el profesor de filosofía Gabriel Albiac defiende a machamartillo la causa del Estado de Israel en sus columnas de El Mundo y en www.libertaddigital.com Todos conocemos sus afirmaciones en defensa de Israel y sus ataques al antisemitismo europeo y de una cierta izquierda que apoya siempre a la OLP.

Ciertamente, sus argumentos son muy convincentes, pero cuando uno lee un poco de historia contemporánea del siglo XX las cosas no parecen ser así de claras como Albiac defiende.

Quisiera plantear unas cuantas dudas a las observaciones que nuestro colaborador de Israel, D. Gustavo D. Perednik ha formulado a propósito del presunto antisemitismo europeo y por consiguiente de la simpatía europea hacia el Islam y hacia Arafat como gran terrorista y hacia los palestinos como empecinados tercamente en destruir el Estado de Israel.

Ciertamente, me inclino a pensar que Arafat en Camp David rechazó las ofertas de Israel que eran razonables y justas y ahí se vio que sus objetivos no son formar un Estado palestino yuxtapuesto al Estado de Israel sino eliminar el Estado de Israel y establecer sobre sus ruinas el Estado Palestino con el que sueña desde hace tantos años. Ello supondría volver a antes de 1948. Creo que no hay punto de retorno. Eso debiera quedar claro para los palestinos o para los árabes en general. De todos modos quisiera hacer ahora de abogado del diablo y plantear mis objeciones a nuestro articulista de El Catoblepas. Hay cosas que no terminan de estar claras para mí a juzgar por los hechos transcurridos durante el siglo XX a propósito de la fundación del Estado de Israel.

Me gustaría que me indicase qué afirmaciones que vienen a continuación son verdaderas o falsas y que se discutiera a partir de lo que voy a exponer.

El conflicto de Palestina empezó a principios del siglo XX, cuando se planteó la reivindicación sionista, es decir, nacionaljudía, de Palestina y se emprendió una colonización organizada del país por inmigrantes judíos. Los sionistas pretendían crear allí un Estado que «debe ser tan judío como Inglaterra es inglesa», según palabras del después presidente de Israel y antes presidente durante muchos años de la Organización Sionista Mundial, Chaim Weitzmann.

El propósito de crear tal Estado era ya peculiar, porque la población judía que debía alcanzar su independencia nacional en él no se hallaba en el lugar de la pretendida fundación estatal. Había que inventar el Estado judío. Ocurría que Palestina ya estaba habitada previamente. Desde un principio los árabes que habitaban en Palestina iban a constituir un obstáculo a la pretensión sionista de crear un Estado judío en virtud de su mera presencia física en el lugar.

El proyecto sionista de establecer la soberanía judía en Palestina cambió también la relación de los judíos asentados ya allí con respecto a los árabes mayoritarios. La consecuencia de la pretensión de crear en este territorio un Estado nacional judío sería que la población árabe existente quedaría en minoría. Ninguno de los grupos establecidos en el lugar, y mucho menos una mayoría arraigada desde hacía muchos siglos en el país, como la población árabe de Palestina, podía someterse voluntariamente a semejante proyecto. Y menos aún cuando, como en Palestina, la población inmigrante tenía que apropiarse, como premisa de la creación de una mayoría, de las condiciones materiales para la fundación del Estado nacional judío. Se trataba, sobre todo, del suelo, del territorio en el que se levantaría el Estado nacional. Para consagrar este suelo como posterior territorio israelí, había que ocuparlo inmediatamente con judíos. Pues sólo la colonización con hombres del grupo nacional garantizaba que el suelo de palestina pudiera transformarse en un territorio israelí habitado por personas de nacionalidad judía. Si no se lograra, la nacionalidad judía podría tener entonces el poder estatal en sus manos, pero este poder se vería en entredicho una y otra vez al seguir aferradas al suelo las personas de nacionalidad árabe y negar con su mera presencia el pretendido carácter judío del Estado.

La compra y colonización del suelo eran, pues, desde un principio las condiciones para la creación de un Estado nacional judío en Palestina. Pero de este modo se determinaba ya la forma en que iba a transcurrir el conflicto: había que vincular al suelo colonos judíos y había que impedir que ese suelo pudiera ser comprado de nuevo por los árabes. Esto se consiguió sobre todo, haciendo que la organización sionista para la compra de tierras, el Keren Kayemeth Leisrael (KKL) prohibiera expresamente a los judíos enajenar el suelo adquirido. Se convierte en propiedad nacional. Esta reglamentación mantiene su validez jurídica en el actual Estado de Israel si no me equivoco.

Según Menahem Usshiskin, destacado sionista y antiguo director del fondo de tierras, el KKL, hay tres posibilidades de adquirir tierras: «Por la fuerza, esto es, por la conquista bélica, o dicho en otros términos, robándoselas a sus propietarios; por compra forzosa, es decir, por incautación de la propiedad del suelo recurriendo a la fuerza del Estado; y, finalmente, por compra con el consentimiento del propietario. ¿Cuál de estas posibilidades está a nuestro alcance? El primer camino no es viable, carecemos de poder suficiente para ello. Esto significa que debemos tomar el segundo y el tercer camino». Antes de la fundación del Estado de Israel, hasta el año 1947, la organización sionista había adquirido solamente 1734000 dunam, o el 6,6% del suelo palestino.

Estas leyes que prohíben la enajenación del suelo judío hacia los no judíos siguen en vigor actualmente.

Otro punto importante es la creación de la central sindical sionista, la Histadrut. Sólo aceptaba trabajadores judíos. Zvi Sussmann califica esto de «discriminación institucional».

Un destacado dirigente socialista sionista afirma lo siguiente «Tuve que discutir con mis amigos sobre el socialismo judío (en Palestina), tuve que defender el hecho de que no se aceptase a ningún árabe en mi sindicato, la Histadrut; de que vigilásemos las plantaciones fruteras para evitar que los trabajadores árabes encontrasen trabajo; de que echásemos gasolina en los tomates árabes; de que atacásemos a las mujeres judías y destruyésemos los huevos árabes que habían comprado; de que saludásemos alborozados los fondos nacionales judíos que enviaba Hankin (un comprador de tierras sionistas) a Beirut para comprar la tierra de los terratenientes ausentes y expulsar de ella a los fellagas árabes; de que estuviese permitido comprar miles de dunam a los árabes, pero prohibido vender un solo dunam judío a un árabe... No era nada fácil explicar todo esto». Creo que hoy en 2003 sigue sin resultar fácil el explicarlo o el justificarlo.

Israel no puede librarse de este pecado original ligado a su nacimiento por las siguientes razones: Israel no se considera el Estado de sus ciudadanos, es decir, el Estado de los judíos y árabes que viven en él, sino el Estado judío, el Estado de los judíos, del pueblo judío, que en su inmensa mayoría no vive en el país.

A esto se suma otro factor que hace obligatoria la ocupación de tierras en Israel: pese a la creación del Estado israelí, el Estado judío, con su minoría árabe de un 17% aproximadamente, carece de fronteras fijas, de un territorio definido, en una región que tiene un carácter marcadamente árabe.

Los privilegios constitucionales de los inmigrantes judíos y de su población judía como tal significan de por sí una discriminación de los ciudadanos árabes de Israel y suponen un rechazo estructural del principio de igualdad ante la ley de los ciudadanos, tal como se presupone en una democracia burguesa.

Con la confiscación de tierras árabes se pretende dividir las zonas homogéneas de colonización árabe mediante la instalación de asentamientos judíos.

La resistencia de la población árabe a estas confiscaciones llevó el 30 de marzo de 1976 a huelgas generalizadas y boicots que las autoridades israelíes reprimieron sangrientamente. La fecha, conocida desde entonces como el «Día del Suelo», marcó un hito para los árabes de Israel, que hasta ese momento reivindicaban el reconocimiento pleno como ciudadanos israelíes: desde entonces se conciben sobre todo como palestinos.

Por todo lo anteriormente expuesto quisiera que nuestro colega D. Gustavo D. Perednik desmintiera o confirmara tales afirmaciones desfavorables para la causa judía. Quisiera creer que todo lo anteriormente expuesto es falso y que Israel tiene razón, pero si no es así, debemos ser escépticos y admitir que algunas veces Israel tiene razón y que otras no es así.

 

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