Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas
  El Catoblepasnúmero 7 • septiembre 2002 • página 9
Animalia
Artículos

Carlos Raimundo Popper:
Teoreticismo y Etología

Pedro Insua Rodríguez

Se exponen algunas notas acerca de la génesis del teoreticismo popperiano, con ocasión del centenario del nacimiento de Carlos Raimundo Popper (1902-1994)

0. Introducción

El 28 de julio pasado se cumplieron cien años después del nacimiento de Popper lo que ha valido para observar la gran influencia y relevancia de la que goza este autor en España. El liberalismo oficial (Mario Vargas Llosa, Pedro Schwartz, Ignacio Sánchez Cámara...) se ha levantado, pluma en ristre, para dedicarle grandes elogios: Un pensador imprescindible, Campeón de la tolerancia, son algunos títulos aparecidos en el Dossier que el ABC Cultural dedicó al filósofo. También El Mundo, en la revista El Cultural, se ha hecho eco del acontecimiento y Jacobo Muñoz, representante más bien de la socialdemocracia, quizás por ello más comedido en los elogios, explica cómo Popper viene a ser el legítimo heredero de Kant en el siglo XX (Popper, el Kant del siglo XX). El Mundo también ha publicado una entrevista a Miguel Boyer en la que se le dirigen, exclusivamente, preguntas acerca del filósofo.

También las universidades han organizado este año seminarios, cursos, cursos de verano dedicados a la obra del filósofo austriaco, de nacimiento, y británico, de adopción.

Una de las cosas más interesantes de la representación de su figura en España es quizás que el interés que suscita su obra desborda completamente el ámbito de la filosofía administrativa y envuelve a profesionales de distintas disciplinas, alcanzando su influencia a personalidades muy relevantes de la política española y hispanoamericana que, además, tienen un perfil muy parecido: A. Vidal Quadras, el propio Miguel Boyer, P. Schwartz, M. Vargas Llosa, F. Jiménez Losantos, el propio J. M. Aznar que, en la famosa entrevista realizada por Sánchez Dragó, confesó ser un gran admirador de Popper. Desde la física (Vidal Quadras y Boyer), desde la economía (P. Schwartz , J. M. Aznar), desde la literatura y filología (Vargas Llosa y Jiménez Losantos) terminan dedicándose a la política defendiendo, más o menos, la filosofía política liberal.

Pero lo más significativo es que la «lógica de la investigación científica» se ha asumido entre los profesionales de los distintos ámbitos categoriales como el «método científico», así con todas las letras; es más los propios filósofos, que en general conocen otras teorías de la ciencia, también así lo han asumido: por lo menos de cara al alumnado de educación secundaria en España , a la luz de los libros de texto más manejados, el «método científico» es el método hipotético-deductivo tal como Popper lo expone (si acaso con algunas precisiones concedidas a Lakatos o a Kuhn).

Por nuestra parte nos vamos a centrar en consideraciones acerca de la génesis de la epistemología popperiana, atacando algunas de las evidencias de las que goza, para lo cual, y si queremos hacernos cargo del alcance que esta tiene, tendremos que dar cuenta de sus fuentes, muchas veces presupuestas, no asumidas o sencillamente ignoradas por el autor, y del lugar constitutivo que ocupan en dicha epistemología.

De tal modo la tesis que aquí vamos a desarrollar será más bien histórica que filosófica, esto es, una tesis que no tanto pertenece a la Teoría de la ciencia, cuanto a la «Historia de la Teoría de la ciencia» en el sentido en que Gustavo Bueno la propone{1}, como disciplina que sólo puede desarrollarse dependiendo de la teoría de la ciencia de la que se parta, es decir, como una disciplina cuyo curso sistemático se pone en cuestión al estar en función de la teoría de la ciencia de la que partamos. De tal modo que el objeto de este comentario sobre la obra filosófica de Popper, quedará limitado a valorar, desde la Gnoseología materialista, el significado histórico-gnoseológico de su epistemología o teoría de «la lógica de la investigación científica» según su incardinación en el desarrollo histórico de la Teoría de la ciencia.

Casi podríamos reformular los objetivos que presentamos con una fórmula sin duda retórica, pero que mantiene un sentido semejante, aunque de referencia completamente diferente: desde aquella cuestión que plantea, en el año 1791, la Academia Real de Ciencias de Berlín sobre «¿Cuáles son los progresos efectivos que la metafísica ha hecho en Alemania desde los tiempos de Leibniz y Wolff?», nosotros podríamos decir: «¿Cuáles son los progresos efectivos que ha hecho la teoría de la ciencia con la epistemología de Popper?». Decimos que la cuestión es similar sobre todo por cómo entendió Kant el sentido del planteamiento en su contestación, esto es, proponiendo la idea de «historia filosofante de la filosofía». Desde esta idea, y la reconfiguración que Bueno supo darle en el contexto específico de la gnoseología, plantearemos nuestro comentario sobre la obra de Popper. El alcance de este no rebasa, pues, los límites de un análisis filosófico sobre la epistemología de Popper desde la idea de una «Historia de la Teoría de la ciencia».

En este sentido el criterio gnoseológico introducido por la Teoría del cierre categorial{2} para la determinación de tal idea es la doctrina de las cuatro familias de teorías de la ciencia: descripcionismo, teoreticismo, adecuacionismo, circularismo. Así, podemos reconocer a la epistemología de Popper como alternativa dialéctica teoreticista orientada, en un primer plano, por la oposición al descripcionismo defendido por Wittgenstein (verificabilidad concluyente como criterio de demarcación) y desarrollado por el Círculo de Viena: concretamente por Carnap y Schlick.

La cuestión que aquí queremos tratar la reformularíamos diciendo que se trata de analizar las razones por las cuales se produce el tránsito y oposición entre el descripcionismo del Círculo de Viena y el teoreticismo popperiano, bien entendido que se trata de buscar las razones gnoseológicas y no de otro tipo.

En principio estas razones no pueden quedar exentas del desarrollo de las propias ciencias de referencia y, desde luego, la situación de la teoría de la ciencia desde principios del s. XX hasta su segundo tercio viene determinada por los desarrollos de una pluralidad de ciencias entre los que destaca la decisiva utilización de las geometrías no-euclídeas en Física (Poincaré, Einstein, Minkovsky, Hilbert, Gödel...), que se presenta –al menos tal como la recogen desde el Círculo de Viena– con la polémica Mach-Einstein, y la, no menos decisiva, «hipótesis cuántica» formulada por Planck y su ulterior desarrollo (Bohr, Pauli, Schrödinger, Heisenberg...). Y si en Física las transformaciones se suceden con gran prolijidad, la situación en la relación entre Matemáticas y Lógica no es menos productiva y novedosa con la entrada del siglo: el Álgebra de la lógica (desarrollada a partir de la segunda mitad del s.XIX: Boole, De Morgan, Jevons, Peirce, Schröder...) y la Logística (Bolzano, Cantor, Frege, Peano, Russell y Whitehead...) concurren en la constitución de la Lógica formal moderna marcada por la idea de una characteristica universalis leibniziana (i.e. un lenguaje tautogórico, que regule su propio desarrollo). Por supuesto, la axiomatización de la silogística (Lukasiewicz) y los análisis semánticos de Tarsky son muy importantes para dicha constitución.

No negando, ni mucho menos, las profundas y diferentes influencias que estas tradiciones ejercen sobre los polos opuestos que estamos tratando, nuestra tesis va a estar enfocada, sin embargo, hacia otro ámbito científico: la oposición teoreticismo popperiano/descripcionismo neopositivista creemos viene suscitada por el desarrollo de las ciencias biológicas en el proceso de integración entre (1) la teoría darwinista de la selección natural, (2) los conocimientos de genética (redescubrimiento de las leyes de Mendel, citogenética) y (3) el tratamiento matemático de la dinámica poblacional, a lo largo de las tres primeras décadas del s.XX, en lo que dio en llamarse «teoría sintética de la evolución». La «nueva síntesis» lleva consigo el desarrollo paralelo, con la obra de K. Lorenz y sus discípulos, de la Etología como estudio comparado del comportamiento. Situamos en el desarrollo de estas dos disciplinas la oposición teoreticismo/descripcionismo contemporáneos. Y ello es así, según suponemos, porque el tratamiento de las operaciones efectuado en el contexto de la disciplina etológica va a ser solidario del tratamiento teoreticista de las operaciones: precisamente las operaciones, y con ellas los términos corpóreos en tanto que operados, van a ser tomadas como «base empírica» (materia) que no forma parte de la estructura teorética de las ciencias (forma), de la misma manera que la conducta, en cuanto que aprendida, va a quedar fuera del enfoque etológico.

Este tratamiento de las operaciones corpóreas está dado en función de ciertas ideas de la tradición filosófica y teológica que, aunque sea sucintamente, en este comentario apuntaremos.

Desde luego que el desarrollo de otras ciencias afecta a dicha relación de oposición: en especial los intentos de axiomatización en geometría euclídea (Pasch, polémica Frege-Hilbert-Brouwer...) y en aritmética (Frege, Dedekind, Peano...) que van a confluir en el Teorema de Gödel, la dialéctica entre la interpretación subjetiva y frecuencialista en el Cálculo de probabilidades y la teoría del lenguaje de K. Bühler (enfrentada a Paul, Husserl y otros) –del que fueron discípulos por cierto tanto Popper como K. Lorenz– van a ser puntos críticos importantes según nuestra tesis. Lo que a nuestro juicio es más dudoso es que la oposición venga suscitada por el desarrollo de la física, como el mismo Popper supone{3}, entre otras cosas porque de la teoría de la relatividad einsteiniana no se infiere el carácter hipotético de las teorías científicas, según el sentido que Popper da a este concepto.

Es del mayor interés, por tanto, entender el proceso de «gestación» de la epistemología popperiana para determinar el lugar que ocupa en la historia de la teoría de la ciencia como, desde luego, uno de sus procesos principales en el s.XX.

Tomaremos para ello la siguiente «premisa»: la matriz de la que parte la epistemología de Popper es la filosofía de Kant, la «estirpe» histórico-gnoseológica, por decirlo con una metáfora genealógica, de semejante epistemología es el kantismo, pero

(i) ¿ha desbordado dicha matriz en algún respecto?,
(ii) si lo ha hecho, ¿en qué dirección?, y, por último,
(iii) ¿qué significado histórico-gnoseológico adquiere en la «filosofía actual de la ciencia» al tomar dicha dirección?

Ahora bien, la filosofía de Kant no es una realidad exenta o ajena a la propia realidad de la historia de la filosofía: ella misma forma parte interna del desarrollo histórico-filosófico de la teoría de la ciencia y, por tanto, tampoco es independiente (prístina) respecto de la teoría de la ciencia de la que partamos, sino que, muy al contrario, dicha filosofía se ve involucrada, comprometiendo su interpretación, en función de nuestra teoría de la ciencia. De tal modo tendremos que delimitar cuál es la filosofía de Kant que recoge Popper y la orientación que su epistemología desarrolla. Veamos.

1. ¿De nosotros mismos callamos?

Vamos a partir de los prefacios, tanto el de la primera edición alemana (1934) como el de la edición inglesa (1958) de La lógica de la investigación científica, para delimitar la concepción de la filosofía que Popper propone y así entender cómo enfoca el estudio de las ciencias.

Lo primero con lo que nos encontramos en el prefacio a la edición alemana es un enfrentamiento: Popper esboza su concepción de la filosofía teniendo como referentes polémicos al Círculo de Viena (en general sus componentes, como es sabido, expulsan la metafísica de la filosofía como Einstein expulsó el éter de la física y, por ejemplo Carnap, reduce la filosofía a una parte del análisis lógico), y al llamado «segundo» Wittgenstein (que reduce la filosofía a una actividad lúdico-lingüística sin sentido: rompecabezas). Frente a dichas concepciones Popper no excluye que la filosofía pueda «proponer auténticos problemas acerca de cosas» (citando a Kant), dotándola así de alguna función que no es asimilable por las alternativas presentadas por el Círculo de Viena y Wittgenstein{4}.

La tesis de Quintanilla{5}, a este respecto, es que ambas posturas gozan, por su común concepción positivista de la filosofía, de mayor «simpatía» de la que el mismo Popper supone{6}, con lo que habría que entender que dicho enfrentamiento es más intencional que efectivo. Pero aún manteniendo una concepción similar, sobre todo cuando introducimos el más tarde llamado por Popper «historicismo» (ligado al «esencialismo» filosófico), no podemos negar especificidad en la alternativa popperiana, cobrando la polémica cierta efectividad de la que Quintanilla no se haría cargo.

Lo que aquí nos interesa es localizar histórico-gnoseológicamente dónde está «troquelada» la alternativa que Popper defiende y sus consecuencias estructurales frente a la del Círculo de Viena y Wittgenstein, de manera que podamos medir si la polémica tiene el voltaje suficiente como para repeler dicha común «simpatía».

Efectivamente{7}, Popper retoma el planteamiento kantiano referente a la concepción de la filosofía, suponiendo esto, a su vez, la raíz del enfrentamiento que abre La lógica de la investigación científica, pues la toma de dicho planteamiento implica, naturalmente, una «traducción» del mismo, cuya figura nos obliga a reconocer una alternativa, como poco, incongruente con respecto al Positivismo lógico. Ahora bien, tendremos que medir también hasta qué punto se reconoce en la propuesta popperiana aquel planteamiento tal y como Kant lo formula{8}.

Concretamente en el capítulo III de la Doctrina Transcendental del Método,{9} Kant plantea el problema de la posibilidad de la articulación de un sistema filosófico –un cuerpo doctrinal que, dotado de materiales específicos, se pueda realimentar de una tradición (como por ejemplo ocurre en las matemáticas)–, y la función que semejante filosofía (como tal sistema) presente, según su cometido (fin) en el curso de su desarrollo. Pero, a diferencia de las matemáticas, la constitución de la filosofía académica pasa por la constitución sistemática de un plan (la Arquitectónica es precisamente su esbozo) que, «según los intereses generales», dice Kant, regule su desarrollo. Sin embargo, por la incompletud en los materiales de construcción, presentada en la Doctrina transcendental de los Elementos, y por la dispersión de los planes (generatio aequivoca), la tarea, dice Kant, hasta ahora ha fracasado. No obstante, este fracaso es propedeútico en Kant, precisamente las tres Críticas... suponen la medida de los límites a los que la razón debe plegarse, para que la filosofía pueda tomar el «seguro camino de la ciencia».{10}

La filosofía, pues, sólo constituye la «mera idea de una ciencia posible»{11} mientras, como filosofía académica, se mantenga al margen del horizonte moral que, precisamente, la regula en su realización como filosofía mundana.{12}

Ahora bien, si Kant, efectivamente, pone en cuestión toda doctrina filosófica, siendo imposible, según la famosa fórmula, «aprender filosofía (en sentido objetivo)», no duda de toda doctrina sistemática, al contrario: parte de ella. Y es que el mundo del que parte Kant no es un mundo genérico (virgen), sino específico, ya sistemáticamente roturado a la escala de una tradición que va a confluir en la mecánica newtoniana. La verdad, por tanto, de dicho «mundo» es indisociable de su demostración: la llamada «filosofía natural» se justifica por sí misma como cuerpo doctrinal (Faktum de la ciencia). El «Sistema del Mundo (matemáticamente tratado)»,{13} a pesar de las dificultades que presenta (por ejemplo, si la gravedad es esencial a los cuerpos...),{14} no se puede tomar como mera hipótesis fingida (mero artificio), sino que es la doctrina que configura la estructura física envolvente de los hombres (y de los animales) que lo habitan.

Sin embargo, respecto a su función (en el sentido dicho), su verdad se ve comprometida en la estructura moral normativa (praxis) de la persona humana. Las ciencias se recortan, así, según un plan moral que las justifique como doctrinas sistemáticas, incardinadas en la realización de la idea de filosofía (philosophia perennis), bajo la cual se engloban los diversos conocimientos. La justificación filosófica (quid juris) del conocimiento (o experiencia), i.e. sus condiciones a priori de posibilidad, pide justicia sobre un fondo moral (histórico-político), sólo a través de la cual se realiza la filosofía como ciencia.{15}

Así es como entiende Kant, que la filosofía no se encuentre en ningún sitio: «se puede a lo más aprender a filosofar», pero un filosofar que exige formalmente ciencias y sociedades políticas ya funcionando. El problema de la constitución académica de la filosofía surge, en el curso de ese filosofar, como un problema específico que involucra, en el límite, a la omnitudo scientiarum, (cosa que no ocurre en las matemáticas), y cuya resolución está a expensas de su implantación histórico-política.

Popper retoma el planteamiento kantiano pero en buena medida lo desvirtúa precisamente, creemos, por las razones según las cuales dice corregir al kantismo.

En efecto, Popper no admite ningún camino propio de la filosofía. El filósofo (a diferencia del físico) no se encuentra con ninguna tradición, ninguna doctrina sistemática («estructura organizada», dice Popper) porque el ejercicio de la duda constante (planteamiento incesante de problemas) acerca de su propia constitución mantiene en vilo, por así decir, toda doctrina filosófica. Así, su postura no solamente renuncia a cualquier definición doctrinal (como concepto de escuela), sea el de análisis lógico del lenguaje científico, sea el de rompecabezas lingüístico, sino que cierra toda posibilidad de definición («no existe una esencia de la filosofía, algo que pudiera destilarse y condensarse en una definición»{16}). La filosofía (como conceptus cosmicus) es entendida como un comportamiento ante los problemas de cualesquiera individuos frente al mundo, y no puede haber una doctrina, ni científica, ni mucho menos filosófica, que le indique el camino en la libre búsqueda de «la verdad».

El mundo, pues, del que habla Popper habría que entenderlo más como «mundo en torno»-genérico («Naturaleza», medio ambiente: es el Umwelt de Von Uexküll), que como «mundo» antropológico-específico (Welt). Las partes de este «mundo en torno» desbordan incesantemente todo intento sistemático de abordarlo («universo abierto»): toda doctrina queda desajustada del mundo, por así decir.

La «verdad» de este mundo queda por tanto siempre «más allá» de cualquier sistema dogmático: éstos suponen una nada frente a «la verdad». Ahora bien, frente a otros sistemas dogmáticos hay doctrinas más «vero-símiles» que otras, sin embargo, no por ello resultan verdaderas: no pasan de meras hipótesis (conjeturas que refutan otras conjeturas...) que se aproximan, unas más que otras, a «la verdad». Así, «entender el mundo» es un problema de interés general, resuelve Popper: es un «auténtico problema filosófico».

Ahora bien, es tan general, que no veríamos ningún inconveniente en hablar de la actividad filosófica del resto de los animales, a menos que admitamos el automatismo de las bestias (cosa que no hacemos{17}). Obligamos de esta manera a Popper a mayores especificaciones que, desde luego, da: lo hace vía lingüística, el método de la filosofía, pero también de las ciencias de la naturaleza (la confusión en este punto no es casual, como veremos), es «enunciar claramente los propios problemas y de examinar críticamente las diversas soluciones propuestas», método que caracteriza a «toda discusión racional».{18} Ahora cualquier doctrina debe ser «examinada críticamente», debe ser expuesta a «discusión racional» –debe ser «protestada», «parlamentada»– en debates entre individuos libres («contraste intersubjetivo»), teniendo como único método la libérrima discusión racional que regula, a su vez, el alcance de las doctrinas propuestas. Es en este juego de contrastes donde, el sistema doctrinal más afortunado, cobra la figura luminosa más verosímil sobre un fondo de total oscuridad, precisamente porque, pudiendo ser igualmente falso frente a «la verdad», frente a otros, aún no lo ha sido.

Bien es cierto que el asunto adquiere así mayor precisión cuando, según entiende Popper, los problemas son tentativamente resueltos a través de la conducta lingüística, exclusivamente antropológica en sus funciones «descriptiva» y «argumentadora», las cuales, en forma de teorías, hacen posible la apertura de un mundo que ya no puede ser considerado como mundo en torno-genérico (mundo de los hechos), sino como un mundo antropológico-específico (mundo de las teorías). Las teorías quedan, así, reducidas a sistemas proposicionales «puestos» por los individuos humanos para solucionar sus problemas adaptativos (son su «nicho ecológico», podríamos decir): el lenguaje hace al hombre.{19} De tal modo son las teorías enunciadas las que se enfrentan negativamente a los hechos y liberan así al individuo humano del riesgo de enfrentarse al mundo «real» (hechos) con su propio cuerpo, surgen así como una especie de apéndice artificioso de gran eficacia adaptativa. El hombre es, desde esta concepción, sobre todo homo loquens, más que homo faber, y en ello cifra Popper la radical diferencia con el resto de animales: al carecer estos de la capacidad lingüística de enunciar teóricamente sus problemas, su «método» de resolverlos es irracional (lucha cuerpo a cuerpo), y por tanto no son propiamente problemas filosóficos.{20}

De aquí va a resultar, a la postre, una definición psicológico-genérica de filosofía: «actitud racional» o «crítica»,{21} en tanto que «forma» conductual generada en virtud del desarrollo filogenético de la especie homo sapiens. Actitud ésta que no podemos reconocer en ninguna otra conducta (actitud) animal.

Con todo, creemos que no es suficiente la especificación que ha ganado la filosofía desde la concepción popperiana, pues ahora no veríamos ningún impedimento para hablar de la actividad filosófica de los sioux, de los nuer, de los indios Hopi... porque, por limitados que sean sus lenguajes (y a menos que neguemos su «condición humana», cosa que tampoco hacemos), intentan resolver lingüísticamente sus problemas conductuales.

Obligamos de nuevo a Popper a mayores especificaciones, pero creemos que en este caso ya no las ofrece.

La única especificidad, si cabe, a la que apunta en este sentido, ejercitada más que representada, es que la filosofía, como actitud crítica y racional, tendría lugar en aquellas sociedades en las que se generen soluciones científicas, nunca definitivas, a problemas ante el mundo, siendo propicias tanto la actitud crítica –en la que consiste– como la discusión racional –que la regula–, en las sociedades de las democracias parlamentaristas, que suponen, al cabo, la continuación de la democracia griega,{22} donde se generaron las primeras soluciones científicas a problemas cosmológicos.

Así, los Hopi, los nuer... se mantienen en una «fase acrítica», dice Popper, y por tanto no filosófica, porque, aunque resuelvan sus problemas teóricamente, sus soluciones son míticas, supersticiosas, &c..., pero no científicas.

En resolución, podemos ya entender la concepción de la filosofía que Popper presenta: la actividad filosófica es coextensible con el lenguaje, de modo que, allí donde haya problemas conductuales que se resuelvan lingüísticamente, hay actividad filosófica. La actividad filosófica está universalmente ligada, como actividad originaria y de primer grado, a todos los hombres{23} (como partes distributivas de un todo atributivo: especie homo sapiens), en cuanto que se desarrolla estrictamente como actividad lingüística. Ahora bien, el conocimiento científico permite un mayor conocimiento del mundo, siendo así que, la actividad filosófica más efectiva (ya como disciplina) es aquella que plantea sus problemas a la altura de las soluciones científicas debatidas.

En rigor, pues, la filosofía es generada como disciplina efectivamente crítica y racional por la «audacia» helena en la solución de sus problemas. Llega a su más fino desarrollo con el criticismo kantiano, pero éste no es lo suficientemente crítico al no poner en cuestión la dogmática científica de su tiempo (Newton), de lo que no es culpable –dice Popper–, pues sólo tenemos la medida justa de su alcance como disciplina cuando Einstein hace tambalear los soberbios cimientos de la mecánica clásica.{24} Las sociedades democráticas cuentan, así –sobre todo en el «área de difusión protestante»{25}–, con más elementos referentes al tratamiento de uno de los problemas filosóficos centrales para Popper: el «aumento del conocimiento» del mundo mediante el conocimiento científico. Así podemos entender cómo la epistemología, cuyo problema central –dice Popper– es esta posibilidad de «aumento de conocimiento», sea el núcleo de su filosofía. En este sentido Popper, además, frente al Círculo de Viena, toma la metafísica como fuente generadora de problemas, pues, muchas veces «las ideas metafísicas han señalado el camino».{26}

El estudio de las ciencias, a partir del cual se configura la «visión científica del mundo» (conocimiento científico), es enfocado como la mejor manera de solucionar los propios problemas ante el mundo{27}: «Por mi parte, me interesan la ciencia y la filosofía exclusivamente porque quisiera saber algo del enigma del mundo y del otro enigma del conocimiento humano de este mundo».{28}

De este modo Popper desvía la discusión a un ámbito genérico con respecto al problema específico de «el papel de la filosofía en el conjunto del saber» tal como Kant lo plantea, pues ha extendido el género hasta tal punto que el problema específico ha quedado disuelto, pasando a ser un problema genérico-conductual, individual.{29} No hay un camino propio de la filosofía porque todos lo son (Feyerabend). La alternativa popperiana va a tomar, así, un giro ético sobre el planteamiento kantiano: parte ya de la «realización de la filosofía» en la medida en que es una actividad ligada originariamente a los individuos pertenecientes a la especie sapiens (en tanto que loquens) del género homo.

De manera que para dar cuenta filosófica de las ciencias ya no exige, como exigía Kant, un plan moral sobre el cual aquellas se perfilen: el plan es precisamente que no hay plan, que es innecesario.

2. «Los dos problemas fundamentales de la teoría del conocimiento.»
La araña contra las hormigas.

Nuestra tesis histórico-gnoseológica es la siguiente: Popper va a construir una teoría de la «lógica de la investigación científica», para dar cuenta del desarrollo de las ciencias, cuyo modelo es el sistema lógico que determinadas teorías biológicas, conocidas en todo caso vagamente por Popper, proponen para el desarrollo de la evolución de las especies.

Trataremos de cifrar lo que supone para la «historia de la teoría de la ciencia», la adopción de tal modelo. Sostenemos que ésta, es la raíz de la crítica de Popper, por un lado, al Círculo de Viena, y a lo que él llama «inductivismo» en general, cuyo problema ha solucionado negativamente, y por otro, al «historicismo» entendiéndolo como pseudo-ciencia, una vez establecido el criterio de demarcación. Hemos mencionado así lo que Popper concebía, hay que decir que con toda nitidez en lo que quizás sea el mayor mérito de su obra, como los dos «problemas fundamentales de la teoría del conocimiento»: el problema de la inducción (o «problema de Hume») como supuesta metodología de las ciencias, y el problema de la demarcación (o «problema de Kant») entre lo que es ciencia y lo que es pseudo-ciencia. Ambos problemas están íntimamente ligados: la solución negativa del primero, haciendo inviable lógicamente la «verificabilidad concluyente» del «primer» Wittgenstein como criterio de demarcación, lleva a proponer la «falsabilidad» como tal criterio.{30}

El conocimiento científico es entendido por Popper como un desarrollo del conocimiento ordinario (o del sentido común) que permite «el aumento de conocimiento» del mundo: La lógica de la investigación científica se presenta, precisamente, como la teoría epistemológica propuesta para resolver el problema (filosófico) de cómo ese desarrollo se lleva a cabo. La tesis principal del libro, que va a recorrer toda la obra de Popper, es, como es sabido, que ese desarrollo no es inductivo: las teorías, científicas y no científicas, tienen un origen no-empírico (no-experiencial).

Las teorías científicas, pues, son sistemas teóricos más desarrollados, precisamente porque, como subproductos del lenguaje, su desarrollo tiene lugar a través de la discusión racional que le exige, como conditio sine qua non, coherencia («bien trabado desde un punto de vista lógico») con lo cual los sistemas ofrecen mayor resistencia a la crítica y reclaman mayor «audacia» en la propuesta de un nuevo sistema de mayor verosimilitud, y falsabilidad (frente a la «estratagema convencionalista») con lo cual ofrecen mayor contenido empírico lo que supone mayor riesgo (proporcional al dominio del sistema), pero también, por ello mismo, más prohibiciones (dicen más del mundo «real»). La elección o preferencia de unas teorías frente a otras viene dada precisamente por el contraste (en «grados de contrastabilidad»), según el contenido lógico y empírico (máximo nivel de universalidad, máximo nivel de precisión), de las teorías con los hechos (experimentum crucis...) siempre conforme con el estado de la discusión del momento.

Popper parte, en principio, del planteamiento, clásico epistemológico, sobre las condiciones a priori de posibilidad de los juicios sintéticos como contenidos exclusivos de las ciencias, o el problema de la fundamentación del conocimiento tal como lo presenta Kant en la Doctrina transcendental de los Elementos. Este enfoque lo reconocemos como epistemológico frente al enfoque gnoseológico presentado en la Doctrina transcendental del Método. La distinción entre enfoque epistemológico y enfoque gnoseológico en el estudio de las ciencias{31} nos parece esencial en este punto: Popper va a tomar la orientación epistemológica (suscitada en la primera parte de la Crítica de la Razón Pura) al entender como innecesaria la orientación gnoseológica (suscitada en la segunda parte de dicha obra), precisamente a raíz del giro ético sobre la concepción kantiana. Las teorías científicas son consideradas como un sustituto antropológico de los órganos: son el organon antropológico del que se valen cada uno de los individuos humanos para solucionar sus problemas ante el mundo: son retículas proposicionales que se «lanzan» para entender tentativamente un mundo que siempre permanecerá desconocido. De este modo las teorías científicas se reconocen por el valor adaptativo que suponen para los individuos que las proponen. Sin embargo, Popper niega insistentemente, en múltiples lugares [v. por ejemplo L.I.C. pág. 392; Con. Obj. pág. 25 (distinción entre preferencia teórica y preferencia pragmática), pág. 73, pág. 243; Conj. y Ref. págs. 142-149 (crítica al instrumentalismo) &c...], que las teorías tengan únicamente una función adaptativa o instrumental: «en la ciencia buscamos la verdad». Sin embargo esta «verdad» es entendida como inalcanzable, de tal forma que las ciencias quedan como un mero «juego»{32} artificioso que, como mucho, se parece a «la verdad»: son simulacros de verdad.{33} Las ciencias tienen como componentes estructurales exclusivos formas lingüísticas que simulan «la verdad». Luego, por eliminación del conjuntor, el único valor efectivo que las teorías tienen es el adaptativo.

Así, Popper va a entender las ciencias como «conocimientos científicos» cuya composición consta de clases proposicionales cuyos elementos constructivos son exclusivamente enunciados (juicios). Pero no cualquier enunciado, sino que, en virtud del desideratum de «explicar causalmente todo tipo de acontecimiento que podamos describir»{34}, estos enunciados tienen que ser enunciados sintéticos universales, es decir, «hipótesis que tienen el carácter de leyes naturales»{35} a las que no podemos renunciar frente a los que piensan que este desideratum es pretencioso con los últimos avances de la física –dice Popper–.

Ahora bien Popper distingue dos tipos de enunciados sintéticos universales: [1] «los estrictamente universales» y [2] «los numéricamente universales» (op. cit. pág. 107). Esta distinción no es más que la reformulación de la distinción kantiana entre juicios sintéticos «de universalidad estricta» y juicios sintéticos «de universalidad empírica»: «el enunciado [1] pretende ser verdadero para cualesquiera lugar y tiempo», dice Popper; «una proposición que al ser pensada es simultáneamente necesaria» y «no es posible ninguna excepción», dice Kant. «El enunciado [2] se refiere exclusivamente a una clase finita de elementos concretos dentro de una región espacio-temporal finita e individual (o particular); los enunciados de este tipo son tales, que se los puede reemplazar por una conyunción de enunciados singulares», dice Popper; «arbitraria extensión de la validez para todos los casos» y «no se encuentra ninguna excepción» aunque podría encontrarse, dice Kant.

Pues bien, las teorías científicas –según Popper– se caracterizan, frente a las que no lo son, porque están compuestas por leyes que, por convenio –reconoce Popper–, «tienen la forma lógica de enunciados estrictamente universales», de tal modo que éstos no pueden ser reemplazables por una conyunción de un número finito de enunciados singulares con lo que no es posible verificarlos. Ahora bien, que no sea posible verificarlos no implica que no sea posible falsarlos y ello se ve precisamente por la relación entre los «enunciados universales estrictos o puros» y los «enunciados estricta o puramente existenciales»: «La negación de un enunciado estrictamente universal equivale siempre a un enunciado estrictamente existencial, y viceversa»{36}. Precisamente la verificación de un enunciado existencial (mediante un «enunciado básico» o enunciado de un acontecimiento observado) que estaba excluido por la ley, implica la falsación de ésta, y, viceversa, la falsación de un enunciado universal implica la verificación de un enunciado existencial. Por ello, si bien las teorías científicas no son verificables sí son falsables y, «por el contrario, los enunciados estrictamente existenciales no pueden ser falsados», pero sí verificarse.

Esta simetría lógica entre enunciados existenciales y enunciados universales se rompe, siempre según Popper, cuando se introducen los enunciados básicos, es decir, enunciados sobre «eventos observables» –dicho desde la Gnoseología materialista, las operaciones–. Estos son aceptados por convención, según el momento de la discusión («contraste intersubjetivo»), dando así origen a la asimetría entre el mundo de los hechos y el mundo de las teorías.

Pues bien, Popper coloca, así, a escala individual (ética) la formación de las teorías científicas como logros audaces, a pesar de que luego pida la discusión (escala interindividual): ésta se sigue manteniendo a escala individual en la medida en que, esa corporación institucional que pide para la discusión de las teorías, no es más que la multiplicación del propio Ego individual. Ego ya preformado en tanto que, tal como lo entiende Popper, «emerge» en función del desarrollo filogenético de la especie a través del lenguaje («lenguaje enriquecido» dice Popper) en forma de «sistema cognoscitivo», «aparato cognitivo», cuya capacidad (genética!!) es proferir teorías que se intentan imponer al mundo «real». Éste, a su vez, queda reducido a un mero «estímulo» (base empírica: hechos) que «desencadena» la conducta lingüística que da lustre al sentido común. Popper pide, ab initio, la estructura cognoscitiva de un Ego multifracturado atomísticamente en egos antropológicos y que tienen distributivamente incorporados un «sistema cognoscitivo creador» de teorías científicas («el cerebro es creador», dice Popper), siempre en la medida en que éstas (como conjeturas) «sobrevivan» en el mundo de los hechos en contraste con otras. Así, en esta suerte de mutacionismo gnoseológico el motor de los cambios de teorías («revoluciones», «cambios de paradigma», dirá Kuhn), se mantiene también a escala individual: la «curiosidad científica» es el motor de las «revoluciones» científicas{37}; y también la corroboración de una teoría se mantiene a dicha escala: «preferencia» o «decisión» es lo que marca en último término la verosimilitud de una teoría.

Pero, si, en última instancia, el contraste de una teoría y su virtual corroboración permanece a expensas de la «preferencia» (individual) de una teoría frente a otra(s) en virtud de una «decisión convencional» (extensión inter-individual de dicha preferencia) que establece la aceptación o el rechazo de ciertos enunciados básicos sobre eventos observables, y, a su vez, considerando a la base empírica (i.e. los eventos observables mismos) como un caos de experiencias perceptivas («ciénaga», dice Popper; «masa bruta de las impresiones sensibles», dice Kant) ¿cómo puede una teoría quedar falsada, o en su caso corroborada, por un caos de experiencias perceptivas que, como tal, !son desconocidas¡?, o aún, ¿cómo una teoría, cuyo origen –según afirma Popper– no es experiencial, puede dar forma al «terreno pantanoso» de nuestras percepciones observables (experiencias)? O, ya para poner aún más en claro el hiato que aquí se produce, si los eventos son observables, ¿cómo van a ser desconocidos?; pero si son conocidos es que ya son teoréticos –según afirma Popper–, luego no hay eventos, pero si no hay eventos ¿cómo va a ser contrastada una teoría frente a otra(s), y eventualmente corroborada (si «sobrevive») si ninguna es falsable al no haber eventos que las puedan falsar? Efectivamente aquí radica la tragedia del concepto de falsabilidad de Popper{38}.

Y es que en la medida en que entiende a los individuos corpóreos como sujetos que ya tienen incorporado su «sistema cognoscitivo», está eliminando la escala misma operatoria de esos sujetos para después establecer una conexión por yuxtaposición entre dicho sistema cognoscitivo, no menos genérico, y el mundo-en-torno genérico.

Desde luego que las operaciones deben ser neutralizadas para la construcción de un teorema científico (lo que Popper concibe como «eliminación del sujeto cognoscente»), pero para ser neutralizadas se tiene que contar con ellas como contenidos específicos de las ciencias (no tanto en su capa doctrinal, pero si en su capa metodológica, aunque esto depende de la ciencia a la que nos refiramos). Popper al incorporar al sujeto, una suerte de «sistema cognoscitivo» que controla las percepciones, elimina así las operaciones específicas por adelantado: al ser entendidas como eventos observables uniformiza las operaciones corpóreas precisamente porque la percepción está regulada por un sistema cognoscitivo genérico (incorporado a los individuos), de manera que el mundo queda completamente aplanado, desconocido. Así las operaciones (eventos observables) quedan fuera de la ciencia en tanto que materia suya, hipostasiando la forma teorética como contenido de las ciencias. La cuestión está en que si los individuos aún no tomaron contacto con el mundo ¿dónde está lo «cognoscitivo» de su sistema si aún no pueden conocer nada?, o, si los individuos ya conocen antes de contactar con el mundo ¿qué es lo que conocen si no es el mundo?

3. En «la otra cara del espejo»

La cuestión entonces es ésta: ¿por qué reduce el mundo a mundo-en-torno?

Popper positiviza biológicamente el a priori kantiano, esto es, la «conciencia transcendental» (como «Yo pienso que debe acompañar a todas mis representaciones sensibles») se positiviza biológicamente en cada una de las conciencias operatorias («sujetos empíricos») a través del desarrollo filogenético de la conducta lingüística específica, en forma de «sistema cognoscitivo» que controla las operaciones perceptivas del sujeto empírico: las formas puras a priori de la sensibilidad (espacio y tiempo) y del entendimiento (categorías) están incorporadas, como «sistema cognoscitivo» transcendental, a los sujetos empíricos (hombre o animal), y cuya función es controlar sus operaciones suponiendo una ventaja adaptativa al servicio de la supervivencia de la especie.

La positivización biológica del a priori kantiano se ha presentado en numerosas ocasiones como una alternativa viable a las paradojas idealistas del kantismo –sobre todo por parte de los fisiólogos alemanes del XIX–, y no siempre desde el darwinismo.

En todo caso Popper realizará esta positivización en principio según una interpretación del kantismo que se deja corresponder muy bien con la versión mutacionista del darwinismo (De Vries, Bateson, Morgan) –aunque no la conociese en profundidad–, desarrollando un modelo de «lógica de la investigación científica» análoga con la lógica que estas teorías proponen para el desarrollo de la evolución de las especies. Este modelo influirá en la primera obra de un modo aparentemente sesgado. Pero es a partir de la fundamental influencia que la versión neo-darwinista y etologista de dicha positivización ejerce en obras posteriores –recordemos el famoso artículo de Lorenz al respecto–, cuando eclosionan tal cantidad de analogías, metáforas, metonimias, equívocos... entre conceptos biológicos y conceptos epistemológicos, que aquel sesgo, que podría no pasar de la anécdota, va a obligarnos a considerarlo como esencial para entender la estructura de la teoría de la ciencia popperiana.

Así, en Conocimiento Objetivo. Un enfoque evolucionista, la orientación que se había esbozado en el enfrentamiento con el Círculo de Viena, queda ya dibujada en sus tramos principales, para, más tarde, quedar perfectamente recortada en El yo y su cerebro.

El «conocimiento objetivo» (Mundo 3) se realiza a través de la recurrencia de los individuos humanos (Mundo 2) a los que sobrevive en cuanto que éstos van resolviendo tentativamente problemas. El conocimiento objetivo tiene cierta autonomía (estructura) en la medida en que es transcendental a las peripecias de los cuerpos individuales (Mundo 1) que lo van construyendo: el lenguaje es la función que abre este mundo (génesis), sobre todo cuando el lenguaje se objetiva (libro). A partir de la teoría del lenguaje de K. Bühler, Popper va a introducir la ontología como un desarrollo de la conducta lingüística antropológica en cuanto que esta conducta es innata (en el sentido de Lorenz) a los individuos de la especie sapiens, como habíamos dicho. Así el hombre a través del lenguaje toma el contacto (a modo de «estimulación supranormal» de Lorenz) con el conocimiento objetivo que «desencadena» la «pauta motora fija» cuya forma, en el contexto antropológico, es teorética, a modo de constante de valor adaptativo. El individuo humano lleva incorporado una suerte de «sistema cognoscitivo» desarrollado filogenéticamente a lo largo de generaciones que hubo resultado exitoso en la lucha por la vida. La función de este sistema es proferir teorías que se van regulando en la lucha con otras teorías de manera que, si resulta exitosa, pasa a formar parte del «conocimiento objetivo».

Así el método de la ciencia es el método de «ensayo y supresión del error», concepto de origen psico-biológico y que Popper reformula en contextos epistemológicos.

De tal modo Popper reduce las teorías a conductas lingüísticas específicas humanas lo que supone dos cosas:

— Entender las teorías como conductas; y
— Entender las conductas como órganos (en lo que se basa la etología).

Hasta qué punto esto es sostenible es lo que habría que empezar a discutir, pero es aquí precisamente en donde van a confluir las contradicciones que suponen semejante enfoque: al reducir el mundo a mundo-en-torno («mundo 1»), es decir a una escala genérica respecto de la escala científica específica, se ve obligado, para dar cuenta del desarrollo de conocimiento científico de ese mundo, a yuxtaponer otro mundo («mundo 3»), «asimétrico» con respecto al primero, y cuya conexión con éste se establece a través de la capacidad lingüística de los individuos humanos («mundo 2»): este nuevo mundo es el «conocimiento objetivo» (mundo 3) y su desarrollo se establece a partir del contacto negativo con el mundo «real» (mundo 1) a través de la recurrencia de individuos humanos (mundo 2). Un contacto que, precisamente por la asimetría entre ambos mundos, nunca puede tomar la figura de un ajuste entre teorías y hechos, con lo que el mundo «real» siempre va a aparecer desconocido haciendo de toda teoría mera hipótesis, es decir, idempotente con respecto a «la verdad».

Una vez separados ambos mundos el esquema de conexión entre ellos que ensaya tiene la figura gnoseológica que, desde la teoría del cierre categorial, reconocemos como teoreticismo secundario.{39}

Notas

{1} Bueno, Teoría del Cierre Categorial, Parte I, Sec. 3, vol. 2, pág. 291 y ss.

{2} Bueno, Teoría del Cierre Categorial, Parte I, Sec. 3, vol. 2, págs. 314-315, 316-321.

{3} v. Búsqueda sin término, pág. 109.

{4} A la postre, según Popper, ambas posturas van a confluir en el mismo punto cuando el Círculo de Viena muere definitivamente por «la concentración en minutiae (en rompecabezas) y especialmente en los significados de las palabras; en suma, en su escolasticismo». (Búsqueda sin término, pág. 121).

{5} El libro de M. A. Quintanilla Idealismo y filosofía de la ciencia dedicado monográficamente a la obra de Popper, que apunta en su crítica en la dirección del materialismo filosófico, nos parece un libro insuficiente en este sentido, aunque lo tomaremos como referencia importante para intentar delimitar si el «idealismo», como concepto histórico-filosófico, es suficiente o incluso adecuado para ser atribuido a la epistemología popperiana.

{6} En Idealismo y filosofía de la ciencia, págs. 33-34.

{7} Decimos «efectivamente» porque Popper mismo cifra en su interpretación «no ortodoxa» del kantismo, su enfrentamiento con el Círculo de Viena.

{8} Esta interpretación arrostra, ya sea in recto o in oblicuo, tal multiplicidad de posturas que se reivindican kantianas, como pueden ser el Idealismo alemán clásico, Schopenhauer, el neokantismo (sea el de Marburgo con Natorp, Cassirer..., o sea el de Heildelberg con Windelband y Rickert), Heidegger..., que nos obliga a definir, o por lo menos no dar por obvio, el significado histórico-gnoseológico de la filosofía kantiana desde la teoría de la que partimos.

{9} Crítica de la Razón pura, Arquitectónica de la Razón pura, A832/B860-A851/B879.

{10} «En la actualidad, una vez que tanto material ha sido reunido o puede ser tomado de los viejos edificios caídos, esa arquitectónica es, no sólo posible, sino que ni siquiera resultaría difícil». (op. cit., A835/B863).

{11} Como tal la filosofía «sólo constituye un concepto de escuela [filosofía académica], a saber, el de un sistema de conocimientos que sólo se buscan como ciencia, sin otro objetivo que la unidad sistemática de ese saber» (loc.cit. A838/B866), es decir un mero artificio lógico, exento, desconectado de los intereses generales.

{12} En tanto que legisladora de la razón, esto es, como «la ciencia de la relación de todos los conocimientos con los fines esenciales de la razón humana» (loc.cit. A839/B867), los fines morales implicados en el «destino entero del hombre», dice Kant.

{13} v. I. Newton, Principios matemáticos de la Filosofía natural, Lib. III.

{14} «El sistema de la gravitación universal de Newton se mantiene firme, si bien conlleva la dificultad de no poder explicar cómo es posible la acción a distancia. Las dificultades, sin embargo, no son dudas.» (M. Kant, Principios metafísicos de la ciencia de la naturaleza, Prefacio, nota a la pág. 35 desplazada en la edición de Alianza a la pág. 40).

{15} Precisamente este planteamiento va a ser tomado, vía resolutiva, por el Idealismo alemán para anunciar el fin de la historia con la realización del Espíritu (la filosofía como ciencia) y, vía problemática, por el neokantismo.

{16} Lógica de la Investigación Científica (L.I.C.), pág. 52

{17} No podemos negar que los animales no humanos, en tanto que seres heterótrofos, se encuentren con «problemas interesantes y que traten sinceramente de resolverlos», al fin y al cabo la vida les va en ello.

{18} L.I.C., pág. 48

{19} «Nuestras teorías son invenciones nuestras, y pueden ser meramente suposiciones defectuosamente razonadas, conjeturas audaces, hipótesis. Con ellas creamos un mundo: no el mundo real, sino nuestras propias redes, en las cuales intentamos atrapar el mundo real». (Búsqueda sin término, pág. 80).

{20} «La diferencia entre Einstein y una ameba –dice Popper– aunque ambos empleen el método de ensayo y supresión de errores, estriba en que a la ameba le desagrada equivocarse, mientras que a Einstein le intriga: busca errores conscientemente y desea aprender descubriéndolos y suprimiéndolos. El método de la ciencia es el método crítico.» (Conocimiento objetivo., pág. 74).

{21} L.I.C. pág. 48.

{22} Actitud crítica inventada por el genio griego frente a los mitos, según la tesis de Popper (¿¡milagro griego!?).

{23} «Pienso que todos los hombres y las mujeres son filósofos, aunque algunos lo son más que otros», dice Popper (v. Cómo veo la filosofía., §II, pág. 58). «Seamos o no conscientes de ello, todos tenemos una filosofía propia» (v. Conocimiento Objetivo, pág. 42).

{24} v. Conjeturas y Refutaciones, págs. 236-238: el «error de Kant» según Popper.

{25} v. Conjeturas y Refutaciones, Introducción, §III, pág. 25.

{26} L.I.C. pág. 53

{27} En este sentido, las correspondencias entre el enfoque para el estudio de las ciencias que ofrece Popper y el propuesto por Laudan son muy similares: las ciencias son, sobre todo, metodologías para la solución de problemas, no tanto metodologías que construyen teoremas (v. L. Laudan. Progress and its Problems. Towards a Theory of Sciientific Growth).

{28} L.I.C. pág. 57

{29} Siendo su solución metodológica ante estos problemas también conductual: ensayo y eliminación de errores (concepto que más tarde analizaremos).

{30} Parece ser, según su autorepresentación biográfica del asunto, que el segundo problema lo había resuelto (h.1919-1920) antes que el primero (h.1927), pero parece que se dio cuenta del alcance del segundo, cuando quedó agotada toda posibilidad lógica de resolución positiva del problema de la inducción.

{31} v. Bueno, Teoría del cierre categorial, Parte I, Sec. 1, Cap. 5, Vol. 1, pp. 329-350.

{32} L.I.C. pág. 394

{33} Popper dice que entiende la idea de verdad como regulativa, sin embargo, el ejercicio es otro: la idea de verdad popperiana está muy cerca de la idea de verdad de la teología luterana. Popper, desde su «escepticismo esperanzador» suscribiría aquellas rimbombantes palabras de Lessing: «Si Dios tuviera encerrada en su mano derecha toda la verdad y en su izquierda el único impulso que mueve a ella, y me dijera: '¡Elige!', yo caería, aun en el supuesto de que me equvacase siempre y eternamente, en su mano izquierda, y le diría: '¡Dámela, Padre!' ¡La verdad pura es únicamente para ti!» (G.E.Lessing, Acerca de la verdad). Muchos otros componentes de su epistemología son de estirpe luterana: la suerte que corren las teorías, la «actitud crítica» con las «obras» (ciencias), el antiadoctrinamiento institucional... Sería interesante estudiar estas conexiones con más detenimiento.

{34} L.I.C. pág. 106

{35} L.I.C. pág. 104

{36} L.I.C. pág. 116

{37} Este es el móvil del científico al echar las redes (v. Lógica de la investigación científica, pág. 384, nota *8).

{38} «La tragedia de Popper en relación al concepto de falsabilidad es que, [...], no sólo los enunciados existenciales universales, sino incluso cierto tipo de frases generales quedaban excluidas de la ciencia, por no ser falsables. Este resultado da al traste con la pretendida asimetría entre confirmación (verificación), y muestra la debilidad de la falsabilidad como criterio de demarcación.» (A. Rivadulla, Filosofía actual de la ciencia, pág. 142).

{39} v. Teoría del Cierre Categorial, Parte II, Secc. 3, cap. 1, pág. 153 y sobre todo pp. 179-204 (vol.4).

 

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