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← Quito 1985 · capítulo 9 · páginas 415-420 →

David Stoll · ¿Pescadores de hombres o fundadores de Imperio? El Instituto Lingüístico de Verano en América Latina

La fundación de Tigüeno

Fueron misioneras las que al fin lograron el contacto, en el supuesto que ellas serían menos amenazantes que los hombres. Sus escudos fueron las tres emigradas Huao, quienes decidieron probar el humor de sus familiares masculinos antes de presentar a las foráneas. Después de otra de las rebeliones de Dayuma contra el plan divino, esta vez en la base de [416] Limoncocha del ILV, Maengamo y Mintaka la reintrodujeron a su gente en septiembre de 1958. Dayuma se detuvo en el río Tigüeno, a sólo media distancia entre el asentamiento Quichua cerca de Oglan y los claros de la banda. A la mañana siguiente de que sus primeros parientes vinieran a verla, ella ya estaba haciéndolos tumbar árboles “para que la avioneta pueda venir bajo”{30}. Este fue el origen de la sede de la misión, el nuevo centro para la banda de Ciudad Terminal.

Después de más de una década de ausencia, Dayuma era un extraño para los Huaorani. En contra del tema de 'buscando a Dayuma' en el relato de Wallis –su parentela reclamó nunca haber dejado de buscarla–, es probable que ellos la hubieran dado por muerta desde hacía tiempo. La Dayuma renacida vestía como un foráneo y era una doctrinera. Cuando ella reapareció en Arajuno un mes más tarde con una pandilla de mujeres y niños Huao, Elisabeth Elliot grabó su informe. “Ahí mismo empecé a enseñarles”, explicó Dayuma. “Les dije, '¿por qué matan ustedes? ¿Por qué viven ustedes como perros?' Cuando hablé así, dos de ellos lloraron”. Aunque Dayuma dijo estar dispuesta a volver a vivir con su gente, ella… se volvería corriendo donde los de afuera… si la amenazaban. Después de llevar a su hijo para conocer a su abuela, ella planeaba meterlo a la escuela en algún otro sitio{31}.

Raquel Saint quería que se encontrase con los asesinos de su hermano a solas; el ILV vino al rescate de Elliot{32}. En octubre caminaron a Tigüeno con la hija de tres años de Elliot, Valerie, su séquito Huao y seis hombres Quichua armados. Sólo un hombre Huao, Kimo, estaba allá para recibirlos; los Quichua se quedaron y pronto empezaron a intercambiar con sus enemigos. Dos personas murieron en una epidemia de contacto; Nimonga amenazó con lancear a las misioneras y a sus colaboradores pero después se olvidó{33}.

La ascendencia de las misioneras y Dayuma en Tigüeno se basaba en mercancías, el cebo corriente en cualquier pacificación. Los Huaorani apreciaban desde hacía tiempo las herramientas de acero, para las que a veces realizaban incursiones. Ahora, después de varios años de lanzamientos de regalos que prepararon el camino para encuentros pacíficos entre [417] Huaorani y Quichua y para la reunión de Dayuma con su parentela, las mercancías atrajeron a la banda hacia Tigüeno y gradualmente los reasentaron allá. Cada contacto con el exterior involucró ollas, machetes, chucherías para ser codiciadas e intercambiadas por algo, lo que Saint interpretó como interés en el cristianismo.

Dayuma era una figura central en el nuevo orden, como canal para los planes de Saint y un poder en derecho propio. Habiendo decretado la semana de siete días, cada domingo ella llamaba a todo el mundo a reunirse para una lección preparada de antemano por Saint. Pero Dayuma también tenía sus propias ideas Quichua, producto de la discriminación contra ella en la hacienda. A su llegada Elliot se sorprendió de que hubiera rapado a todo hombre al alcance. Con el apoyo de Saint, Dayuma hizo también lo posible por meter al grupo en ropa. Desde el principio, hizo campaña contra aspectos de la cultura Huao que las misioneras consideraban inocuos, diciéndole a la gente que no sólo su desnudez sino también sus aretones de madera, su corte de pelo y sus hábitos de comida los marcaban como salvajes. Los lóbulos vacíos y colgantes se convirtieron en el signo para los Quichua de que un Huao estaba civilizado, y que por lo tanto no se le debía disparar{34}.

Saint reclamó tener una cantidad de conversos para 1960, pero un año más tarde Elliot hizo referencia a sólo uno, Dayuma. La compañera de Saint de otrora y del futuro, Catherine Peeke del ILV, explicaba por qué la traducción Bíblica era tan difícil; “Existen deficiencias en el vocabulario porque los Auca aparentemente han vivido sin ningún conocimiento de lo que el mundo civilizado alrededor de ellos está haciendo. En esta categoría están los conceptos de comprar y vender, o incluso intercambiar cualquier forma de trabajo especializado… cualquier organización religiosa o de gobierno, cualquier concepto de aldea o ciudad; cualquier idea de ley, juicio o autoridad… mercados y fronteras políticas son desconocidos para ellos. No conocen ninguna relación amo-siervo, ni rico ni pobre. No se reconoce situaciones de enseñar-aprender”{35}.

Elliot notó que el idioma parecía no tener base para la idea de petición u oración. El hijo de Dios era traducido como la cría de cierta especie de pez{36}. Pero Saint no era de las que se preocupan demasiado acerca [418] de la comunicación intercultural. El mensaje que ella quería imprimir en los Huaorani surgió directamente de su comprensión de la misión divina, fue machada a Dayuma, y habló a los Huaorani en términos que ellos entendían. Este común denominador era venganza. “Que nosotras estuviéramos dispuestas a vivir con ellos quebraba de lado a lado el patrón de venganza”, explicó Saint dos décadas más tarde. “Ellos mataron a nuestros hombres. El hermano de Dayuma había matado a mi hermano. Con todo, estábamos solicitando vivir con ellos en lugar de tomar venganza. Después un día descubrieron que nuestros hombres habían tenido armas de fuego con ellos cuando fueron atacados y… eligieron morir en vez de disparar a los indígenas. Nada que fuera menos que este tipo de compromiso hubiera roto la disposición cultural de los Aucas”{37}.

Saint había dejado de lado la venganza en favor de un castigo más sublime, la salvación. Dayuma y su gente estaban obligados hacia Saint porque ellos habían matado a su hermano; Cristo había muerto por sus pecados; y los distintos sacrificios eran presentados a los Huaorani como algo a ser reciprocado obedeciendo nuevas reglas. Incluso si los Huaorani estaban pobremente equipados para entender pecado y salvación, ellos reconocían una tregua al verla, ya que los enemigos Huao ocasionalmente hicieron las paces. Pero aunque la teología selvática de Saint produjo rápidos resultados, había un defecto: su percepción de Playa Palma (no se hizo daño a los Huaorani, por lo tanto fue un martirio) no era compartida por la gente que había estado allá. Saint guardó distancia del tema, insegura acerca del punto de vista Huao: a juzgar por los relatos misionales, Dayuma dijo a veces que su gente sentía lo de Playa Palma, otras veces que ridiculizaban la idea de que los cinco hombres habían sido sus amigos{38}.

En cuanto a Guillermo Townsend, él sabía que era tiempo de otra ronda de publicidad. No sólo había alimentado los esfuerzos suyos, de Elliot y de otros un apetito masivo de redimir; a excepción de un informe de noviembre de 1958 en la revista Life (la tercera), protagonizada por la pequeña Valerie Elliot, los libros y artículos no tenían mucho que decir sobre Raquel Saint y Wycliffe{39}. Hollywood requería una segunda parte. Como Saint y Elliot sobrevivían su sexto mes en Tigüeno, Townsend entonces envió a Ethel Wallis de la filial mexicana para escribir lo que se [419] convirtió en el más grande éxito Wycliffe de librería. Tal vez por falta de tiempo, Wallis trabajó casi totalmente con Saint y a través de ella con Dayuma, de modo que el contacto Huao se convirtió en La historia de Dayuma. Durante las seis semanas entre la sesión de Saint con Wallis y la corrección de pruebas, ella logró las primeras conversiones como está registrada en su triunfante epílogo{40}.

El mandamiento central del nuevo orden era 'no matarás'. Pero si la amistad con los misioneros garantizaba paz con los foráneos, el pacifismo no era defensa alguna contra enemigos Huao. Afortunadamente, los enemigos río abajo nunca irrumpían en Tigüeno, y el cristianismo se hizo parte del discurso ritual de la banda. “Creyendo en Dios, le rezamos sólo a El”, informó el ex-líder guerrero Gikita a un recién llegado que rechazaba una pastilla, “y tomamos la medicina que [Raquel] nos da”{41}. Cuando los misioneros solicitan a los conversos dar su testimonio, una respuesta estándar parece ser: 'Sin saber, nosotros matamos a sus hombres, pero ahora tenemos una nueva vida. Todavía existen otros que viven mal y debemos tratar de llegar a ellos'{42}. El 'sin saber matamos' es una disculpa ritual a un cuerpo misional que, para algunos Huaorani, han sido patrones buenos. La 'nueva vida' se refiere a la prohibición de matar gente y es un pedido para ser aceptados como pacíficos.

Si Saint siempre ha estado muy segura de sus convicciones, en cambio Elisabeth Elliot escribió libros acerca de sus dudas. Ella pertenecía a la misma aristocracia de Filadelfia de la que Saint y su madre habían renegado; el padre de Elliot era miembro de la junta directiva de la Misión Pionera a mediados de los años treinta. Había sido inducida a lanzar su carrera de escritor con dos libros de gran éxito sobre los mártires –A través de las Puertas del Esplendor (1956) y Sombra del Todopoderoso (1958)– antes de que pudiera ser confirmado si fueron mártires; podríamos esperar complicaciones. En El salvaje mi familiar (1961), Elliot evita acusar a los Huaorani y evidentemente da su réplica a las interpretaciones de Saint en La historia de Dayuma (1960). Después de una pugna prolongada con Saint acerca de cuestiones como los precedentes Bíblicos acerca de la poligamia, y la prioridad que debía ser dada a controlar la licencia sexual Huao, Elliot abandonó el trabajo a principios de los años sesenta y fue reemplazada por [420] Catherine Peeke del ILV{43}. Ahora que Townsend se había apropiado del salvajismo Huao para realizar la reputación evangélica de Wycliffe, y Elliot había sido empujada a un lado, los Aucas pertenecían a Wycliffe.

El salvaje mi familiar fue pobremente recibido en algunos cuarteles. En lugar de condenar las tinieblas, Elliot parecía celebrarlas. “¿Por qué sus formas de crueldad eran distintas de las nuestras”, preguntó ella, “eran acaso peores que las nuestras?” Sugiriendo que ella y su audiencia habían confundido “inhibición con virtud, refinamiento con rectitud, corrección con pureza”, Elliot elogió a los Huaorani para estar libres de varios pecados de la civilización, dijo que nunca había visto ninguna señal de fricción entre esposos, y llegó a decir que una familia poligámica funcionaba maravillosamente{44}. En una novela publicada cinco años después, al parecer autobiográfica en sentimiento, Elliot llegó al límite de muchos lectores. Planteó el problema del mal –Dios es todopoderoso, Dios es todo bondad y Dios no sólo permite el mal sino condena a los seres humanos a castigo eterno– de una manera muy particular: el converso potencial muerto por error misionero antes de que se le pueda enseñar el camino a la salvación{45}.

Notas

{30} Elliot 1961: 74.

{31} Ibid.

{32} Kingsland 1980: 107.

{33} Wallis 1971: 193, 197.

{34} Wallis 1971: 182-4, Elliot 1961: 82, 94, 125 y Yost 1981: 689-90.

{35} Citado en Wallis 1973: 38-9.

{36} Elliot 1961: 156-7.

{37} pp. 14-6 Christianity Today 2 de enero 1976.

{38} Wallis 1971: 151-2, 183 y Wallis 1973: 13

{39} Life (New York) 30 de enero 1956, 20 de mayo 1957, y 24 de noviembre 1958.

{40} Wallis 1971: 10-11, 214, 217-23.

{41} Wallis 1973:32.

{42} Rachel Saint, entrevista del autor, Quito, 10 de noviembre 1976.

{43} Kingsland 1980: 117-9.

{44} Elliot 1961: 129, 144-5, 151.

{45} Elliot 1966.

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