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← Quito 1985 · capítulo 2 · páginas 70-74 →

David Stoll · ¿Pescadores de hombres o fundadores de Imperio? El Instituto Lingüístico de Verano en América Latina

Somos cristianos ahora, Señor

Los tradicionalistas Maya no eran los únicos molestos por el protestantismo: amenazaba toda una superestructura de control colonial. Guillermo Townsend y sus colegas culpaban regularmente a los curas católicos de divulgar rumores diabólicos y de incitar al populacho{83}. El reducido clero que quedó después de las purgas liberales seguramente podía vivir bien de las rentas por las misas; pero su disgusto competía con el de los enganchadores{84}. En 1924 Townsend informó que, según el recaudador de [71] impuestos de Antigua, las ventas de licor en San Antonio habían caído en un veinticinco por ciento desde la llegada de la Buena Nueva{85}. Los propietarios de fincas alrededor de Patzún y Acatenango se oponían al protestantismo: temían que ayudara a sus peones a salir de sus deudas y marcharse{86}. Sin embargo, fueron muchos más los propietarios que dieron la bienvenida al Evangelio de Townsend; y un factor crítico en muchos enfrentamientos en los municipios indígenas era ese instrumento de justicia imperfecto, pero decretado por mandato divino, el Gobierno. Cuando los tradicionalistas Maya reaccionaron en contra de la disrupción protestante –que podría incluir desde negarse a ayudar a reparar la iglesia católica, hasta proferir blasfemias contra los santos– la Misión apeló a las autoridades ladinas, que intervinieron en nombre de la libertad religiosa.

Después que Paul Townsend y sus evangelistas “pasaron un tiempo difícil para conseguir entrar a San Miguel Dueñas, un poblado muy católico, hubo que “discutir la cuestión con el Presidente [de Guatemala] antes de poder arreglarla”. Aceptando que “siempre causa problemas acudir a una autoridad más alta”, Paul arregló los asuntos a través de un terrateniente local la próxima vez que San Miguel se le enfrentó{87}. En Nahualá y Santa Catarina Ixtahuacán, municipios Quiché con una larga historia de pararles la mano a los propietarios de fincas y los políticos que robaban sus tierras, le dijeron a Townsend y a otros: “Tal vez el gobierno les dé licencia para predicar esa religión en el resto de la república, pero nuestros dos municipios son distintos. Mejor se van y se quedan afuera o los vamos a matar”. Cuando los ancianos de Nahualá llevaron a los protestantes ante el gobernador del departamento, acusándolos de “trastornar el orden de las cosas en los pueblos, el gobernador se volvió contra los jefes preguntando, '¿Qué son ustedes?' En términos iracundos respondió a su propia pregunta: 'Ustedes no son más que paganos, adoradores de la naturaleza. Ojalá fueran civilizados como esa gente'”{88}. La historia de Nahualá sugiere una de las razones por la cual los políticos liberales gustaban de los misioneros protestantes: prometían dividir los municipios indígenas más 'fanáticos' en facciones religiosas. Lejos de promover la obra del Señor por piedad, escribió Paul Burgess, los liberales esperaron quebrar “el poder del clero católico sobre las masas”{89}. [72]

Los viajes de Townsend por las fincas llegaron a ser una cadena de bienvenidas de parte de los administradores y propietarios, a menudo europeos. La crónica de uno de esos viajes, en 1925, menciona los gestos hospitalarios de un dueño de plantación sueco, un administrador belga, un propietario y un administrador alemanes, además de otras tres bienvenidas a fincas, que usualmente conducían a un culto celebrado a la entrada de la casa hacienda{90}. Dado que la abstinencia protestante, el alfabetismo y la frugalidad podían concebiblemente costarle a la finca su mano de obra anteriormente ebria, analfabeta y endeudada, Townsend enfatizó que su mensaje era un buen negocio. Entre sus testimonios estaba la historia de un finquero que en 1922:

compró una gran plantación en el distrito de Zacapa. Buena parte de la tierra estaba cubierta de selva pero él tomó la resolución de ponerla bajo cultivo… Cuál fue su sorpresa cuando llegó y encontró que los trabajadores prácticamente habían tomado posesión de la propiedad. Estando lejos de los poblados, en el área indómita y sin ley, ellos se habían convertido en su propia ley; vivían, sembraban y cosechaban en las tierras del dueño pero se negaban a ayudarlo con su trabajo… encontrándose él en tal situación, en que incluso su vida peligraba, abandonó su propiedad.

Después que los endeudados colonos eran mandados a la selva para abrir una plantación, no era raro que la reclamaran como suya:

Un año más tarde, con miedo y temblando, [el dueño] resolvió hacer otra visita a sus tierras. Una cordial bienvenida lo esperaba… Se presentaron en grupo [los colonos] y le pidieron que los perdonara. . . ofreciéndole trabajar con él de buena gana en el futuro. El no podía entender lo que los había convertido de semi-salvajes en perfectos caballeros. Entonces el vocero explicó: “Somos cristianos ahora, señor… Hemos entregado nuestras vidas a El y le serviremos a Ud. también. El único pedido que le haríamos es que nos deje en libertad para adorar al Dios como nos parezca.

Los trabajadores habían elegido un camino hacia la libertad menos riesgoso y alcohólico que la rebelión abierta. “No es raro”, reclamó Townsend garantizando su producto, “que muchos finqueros incrédulos llamen a nuestros trabajadores para predicar la Buena Nueva a sus operarios. El [73] creyente ya no bebe, ni se mete en peleas. Es un trabajador fiel y muy inteligente. Su honestidad resulta a toda prueba”{91}.

Para disimular la amenaza planteada por la virtud protestante, Townsend ofrecía a los propietarios una forma más elevada de disciplina laboral. En realidad, sólo la coacción podía atraer grandes cantidades de indígenas de las alturas para trabajar en las tierras calientes e insalubres de la costa. Pero incluso el creciente número de trabajadores 'voluntarios' proporcionado por la escasez de tierras en las alturas era superior a los conscriptos. Como dice un administrador deseoso a un converso en la novela Tolo: “yo quisiera que toda nuestra ayuda fuera voluntaria en vez de compulsiva. Podríamos pagar más y habría más incentivos… para mejorar, dependiendo naturalmente de que algo los cambiara, de modo que no gastaran todos sus salarios en ron. Por supuesto, es inútil pagar buenos jornales a borrachines. Trabajarían menos y tomarían más. Dile al contador que te asigne una de las mejores barracas”{92}.

La trayectoria política del fundador, sin mencionar su apoteosis en el Instituto Lingüístico, puede ser remitida hasta su temprana apreciación de la sabiduría registrada por Ruth Bunzel: no tenía sentido el no ser amigo del gobernador militar{93}. Como vendedor itinerante de biblias, Townsend había aprendido a buscar la protección de los funcionarios locales antes de los disturbios, en vez de hacerlo durante éstos. Sorprendido por la facilidad con que impresionaba a los hombres de autoridad, soñando con todo el bien que podría hacer, el joven misionero elevó una necesidad táctica a principios de origen divino. De ahí en adelante él identificaría sus propósitos con los militares/terratenientes/políticos que no sólo estaban luchando por liberarse de las garras de la muerte de Roma, como lo expresara un director de misión, sino amasando tierras tan rápidamente como se los permitía el acceso al tesoro público{94}. Para 1921, el vendedor de biblias había pasado de gobernadores y diplomáticos al Presidente Carlos Herrera, que le proporcionó una carta de presentación para “sus numerosas y grandes fincas en la jurisdicción de Mr. Townsend”{95}. Fue probablemente Herrera o su sucesor, José Orellana, quien “descubrió que sus mejores trabajadores eran aquellos que habían sido [74] convertidos al Evangelio” y quien “mostró no poca amabilidad” hacia Townsend{96}.

La gloria más alta del fundador en Guatemala fue el General Jorge Ubico (1931-44), el hombre fuerte que guió a los cafetaleros a través de la Gran Depresión. Una vez que el Nuevo Testamento Cakchiquel estaba listo, en mayo de 1931, Townsend presentó la primera copia no a los Cakchiquel sino a su César, quien le pidió repetir su buen trabajo entre los Kekchi de Cobán{97}. Apenas veinticinco años antes, los Kekchi Maya se habían rebelado en contra de las fincas en expansión: ya que Ubico estuvo de gobernador allí poco después, puede muy bien haber sido a sus expensas que adquirió algunas de las propiedades que lo convirtieron en el tercer propietario de tierras del país. “Hemos pasado por alto una mina de oro en los indios”, declara el Presidente en el correspondiente episodio de Tolo, el hijo del volcán, “extrayendo, como si lo fuera, sólo plomo, cuando desde siempre contiene… un alto porcentaje de oro”{98}.

El fundador pasó el resto de 1931 promocionando el Nuevo Testamento Cakchiquel en campañas de alfabetización, soñando todo el tiempo en traducir la Biblia a más idiomas Maya, con más campañas de alfabetización y una reacción en cadena de evangelismo a través de la reserva de mano de obra finquera. El 21 de enero de 1932, la cadena de volcanes que miran a la costa del Pacífico empezó a erupcionar, especialmente el Volcán de Fuego frente a San Antonio. Preocupantes noticias empezaron a llegar a través de la frontera de El Salvador. Los indígenas Pipil habían cortado los cables del telégrafo, capturado municipios enteros y alzado banderas rojas. Estaban quemando haciendas. En la campaña de alfabetización en Patzún durante esos inestables días, el novelista Townsend ubica la partida de su ayudante de traducción Bíblica hacia el martirio y la gloria en las fincas cafetaleras al sur de Quezaltenango.

Notas

{83} Por ejemplo, Townsend 1928.

{84} Bunzel 1952:10, 86-8.

{85} Townsend 1924-5: 15 de setiembre p. 15.

{86} Ibid 15 de enero p. 20 y Jordan 1926:40.

{87} p. 18 Central American Bulletin 15 de julio 1926.

{88} pp. 8-9 ibid 15 de mayo 1927.

{89} Burgess 1926:215.

{90} Townsend 1925:11, 14-5.

{91} Townsend 1924-5: 15 de setiembre pp. 13-14.

{92} Townsend 1936:289, 310.

{93} Bunzel 1952:173.

{94} Lewis Sperry Chafer. p. 7 Central American Bulletin 15 de marzo 1923.

{95} pp. 17, 20 ibid 15 de noviembre 1921.

{96} Wallis y Bennett 1966:25.

{97} pp. 3-6 Central American Bulletin 15 de julio 1931.

{98} Townsend 1936:352.

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