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← Quito 1985 · capítulo 2 · páginas 65-70 →

David Stoll · ¿Pescadores de hombres o fundadores de Imperio? El Instituto Lingüístico de Verano en América Latina

El método lingüístico

Guillermo Townsend comenzó su carrera vendiendo biblias en español, de pueblo en pueblo, a pie y en mula, a través de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua para la Casa de la Biblia de Los Ángeles. Con un guía de la nueva congregación de San Antonio/Santa Catarina, su primera comisión, Townsend se inició en el camino que llevó hacia el método lingüístico de Wycliffe. En las plantaciones de la costa, observó a los capataces ladinos abusar de sus peones indígenas. Vio también que los peones escuchaban a su asistente porque éste evangelizaba en Cakehiquel. “El indio es objeto del mayor odio por parte de los ladinos o la raza hispano-hablante”, escribió Townsend en 1922. “La expresión común es que no es mejor que un animal… El resultado de esta opresión es la vil pobreza y la sumisión extrema. Pero, de la misma manera, hondo en su corazón fluye una larga corriente de resentimiento.”{60}

Si el indígena era al ladino lo que el negro era al blanco en el sur de los Estados Unidos, entonces cada uno tendría que venir al Señor por su propio camino{61}. Pero mientras los misioneros consideraban la Palabra de Dios esencial para la salvación, las congregaciones Maya estaban creciendo en torno a biblias en español apenas entendidas. Incluso en San Antonio, municipio inusualmente bilingüe donde Townsend estableció una escuela, éste descubrió que sus pupilos no entendían mucho de lo que leían{62}. Peor aún, al hacerse 'intérpretes' para otros conversos, éstos incorporaban la tradición al Evangelio con resultados embarazosos{63}. Para explicar y supervisar, Townsend decidió que él mismo tendría que aprender el [66] idioma. Los misioneros católicos habían aprendido esta lección cuatro siglos antes, produciendo una literatura considerable en Cakchiquel y otros idiomas. Sin embargo, se habían abstenido de hacer una traducción escrita de la Biblia: la interpretación nativa hubiera sembrado el caos teológico y eclesiástico que los misioneros contemporáneos tanto lamentan. Pero las Escrituras Cakchiquel de Townsend, explicaba disciplinadamente la Misión Centroamericana en 1925, terminarían con los intentos espontáneos de traducción a manos de hombres ignorantes”{64}. En la medida en que el mito envolvió a la historia, un Nuevo Testamento tardío, no completamente comprensible ni muy leído, recibió el crédito del protestantismo Maya. Fue utilizado para justificar un método lingüístico y separatista del evangelismo y para argumentar que cada pueblo nativo del mundo necesitaba recibir lo mismo{65}.

Primero en el lenguaje del pragmatismo, luego en el de la revelación, Townsend y uno que otro norteamericano estaban identificando las fronteras étnicas como la piedra sobre la cual edificarían su iglesia. En lugar de poner a los protestantes Maya bajo la custodia pastoral de conversos ladinos, sacaron provecho del racismo ladino contra los indígenas para interponerse entre los dos grupos. Las iglesias indígenas darían cobijo a sus miembros contra la discriminación, los ayudarían a avanzar más rápidamente y, por supuesto, los mantendrían bajo el ala de los misioneros. Otros colegas se opusieron a la estrategia: opinaban que el énfasis puesto en “el trabajo con los indígenas era divisionista y que sólo abriría una brecha más profunda” entre los indígenas y los ladinos{66}. En respuesta, Townsend censuró el orgullo y la ambición de los conversos ladinos, acusándolos de obstruir el trabajo de sus evangelistas Maya en Chimaltenango, Tecpán y Acatenango{67}. Pero mientras criticaba las “viejas ideas de superioridad racial” y la “incapacidad de entender las costumbres indígenas”, aprendió también a apelar a un objetivo más alto: en la novela Tolo se dice que el misionero usa el idioma Cakchiquel “como medio para que se destruya por sí mismo”. “Debe ser destruido”, añade un converso modelo. “Nosotros los [67] indígenas estamos divididos por los numerosos idiomas que hablamos. El español nos unirá entre nosotros y con los ladinos”{68}.

Townsend creyó que una edición Cakchiquel-Español de la Biblia ayudaría a los indígenas a adquirir la lengua más prestigiosa y ventajosa, con lo cual los padres criarían a sus hijos como hispano-hablantes. En una generación o dos podrían hacerse indistinguibles de los ladinos, una categoría cultural y no biológica que incluye a los indígenas que logran con éxito un comportamiento ladino{69}. Los primeros protestantes estaban tratando de hacer precisamente eso: ellos “pensaban que cuando dejaban de lado sus ídolos, significaba también poner de lado el idioma en el que veneraban a los ídolos”, recuerda Paul Burgess, un presbiteriano que trabajó en Maya Quiché. Algunos conversos esperaban “mejorar su posición social al ganarse el reconocimiento como 'hermano' entre [los] ladinos”{71}.

Sin embargo, pasando por ladinos los evangelistas Maya no tendrían éxito con sus hermanos. Para poner en buen pie el trabajo con los indígenas, algunos evangelistas Maya tendrían que pretenderse más indígenas de lo que se sentían. A pedido de su supervisor, A. E. Bishop, escribió Townsend, el predicador de Patzún Antonio Bac “estaba dispuesto a dejar la ropa de la raza española… Era un paso difícil pero necesario, y Antonio lo hizo con alegría como en cada sacrificio que siente que Dios lo ha llamado a hacer. Ya no pensaría en salir a evangelizar sin su disfraz indígena, ya que su utilidad es tan sólo inferior a la de su Biblia. Ahora goza con su habilidad de engatusar a otros indígenas sin que ellos se den cuenta”{72}.

Los misioneros estaban ayudando a los conversos a lograr un aire ladino, al tiempo que los convencían de recurrir a su 'disfraz indígena'. El [68] resultado era un punto medio, ambiguo pero flexible, entre el tradicionalismo Maya y el intento de hacerse pasar por ladino{73}. Liberaba a los protestantes de las demandas ladinas expresadas a través del sistema de cargos, pero a través de una iglesia étnica mantenía vivos los vínculos al menos con una facción de la comunidad. Para aquellos que no estaban dispuestos o no eran capaces de cumplir con sus obligaciones tradicionales, anota Ricardo Falla, una nueva religión podía ser una vía para afirmar su identidad como indígenas{74}. Más bilingües, alfabetos y abiertos a la influencia de afuera que otros Maya, los protestantes aprendieron a tratar con los ladinos en términos menos desiguales, manejando tanto las señales ladinas como las indígenas. Estuvieron entre los primeros en negociar vínculos con los grupos políticos ladinos{75}.

Pero cuando Townsend se incorporó a la Misión Centroamericana en 1919 para trabajar en San Antonio/Santa Catarina, sus superiores desaprobaron su plan de aprender el idioma. Tampoco fue fácil para él y su novia. Elvira Malmstrom de la Moody Memorial Church de Chicago, ir a vivir a San Antonio. Cuando se mudaron de Antigua a principios de 1920, “el poblado e incluso el jefe cristiano se oponían, ya que rompería todos los precedentes al tener a un extranjero viviendo entre ellos”{76}. A pesar del descontento por la interferencia misionera, los Townsend pronto se convirtieron en el centro de un enjambre de actividades. Supervisaron una escuela diurna para niños y una vespertina para adultos; atrajeron a “niñas huérfanas” a un internado; recibieron, instruyeron y despacharon a ansiosos evangelistas Maya que entraron en la planilla de pagos de la misión. La medicina occidental, incluyendo el quenopodio para la anquilostomiasis, cimentó su bienvenida. “Ha sido una semana de gran bendición”, escribió Townsend después de dar quinina a 114 personas para curar la malaria. “A través de la enfermedad en todos los bandos, muchos hogares continúan abriéndosenos.”{77} [69]

En pocos años, la Misión de San Antonio incluía la Escuela Nimayja, su internado y una clínica financiada por una rica mujer del sur de California, un generador eléctrico, una tienda que vendía insumos agrícolas y una planta procesadora de café donada por un comerciante de St. Louis, A. E. Forbes. La misión compraba café a los productores locales, vendía la producción a la Compañía Forbes y utilizaba las ganancias para sostener la escuela{78}. Para aprender Cakchiquel los Townsend pasaron algún tiempo en Patzún, un municipio más monolingüe; se mudaron luego al poblado de veraneo de Panajachel sobre el Lago Atitlán, donde ayudaron a organizar el instituto Bíblico Robinson. Bautizado con el nombre de su fundador, quien se había ahogado en el lago, el instituto entrenaba a evangelistas Cakchiquel, Tzutujil, Quiché y Mam, que visitaban los municipios a orillas del lago con la lancha de la misión. Otros misioneros llegaron, entre ellos Paul el hermano de Townsend y un cuñado, y Guillermo se convirtió en superintendente del distrito central de la Misión Centroamericana. Sus atractivas descripciones de los Cakchiquel atrajeron la atención de la Sociedad Bíblica Americana, de modo que antes de cumplir la edad de treinta años Townsend ya era conocido como el joven que había evangelizado a pueblos paganos con resultados espectaculares{79}.

Todos esos “gringos” causaban problemas, naturalmente. Según los biógrafos de Townsend, James y Marti Hefley, algunos “consideraban impropio traer indígenas a sus casas”{80}. Según los boletines misionales, los evangelistas Maya plantearon quejas respecto a la doctrina, los salarios y la supervisión que recibían. Con un movimiento eclesiástico de independencia surgido alrededor de 1930, los protestantes Maya se unieron a sus hermanos ladinos en contra de los norteamericanos de la Misión Centroamericana entre otras. Estaban en cuestión las escalas salariales, el control misionero de las finanzas de la iglesia y de las escrituras de propiedad y “la relación de los extranjeros con los pastores nacionales”{81}. Fue a estas alturas que la Misión de San Antonio se resquebrajó. Cuando Townsend regresó de California alrededor de enero de 1931 con el Nuevo Testamento Cakchiquel, encontró que sus misioneros habían perdido el control de sus adeptos. La mayor parte había desertado para establecer su propia iglesia. [70]

Los Hefley no mencionan que los conversos de San Antonio estaban rebelándose contra Paul, el hermano de Townsend, a quien un anciano protestante describe como un “negociante”, más que un misionero, distinto del afectuosamente recordado Guillermo. Según el viejo, la gente quería “su organización propia”, que requería “tomar la iglesia porque la misión tenía todo”. Pero cuando un vocero discutió con Paul el asunto, éste se puso furioso, diciendo que “esto no es de ustedes, es de la Misión”. Según la versión del anciano, Paul cortó la corriente eléctrica que alumbraba la capilla durante un culto que no le agradó. Al día siguiente, Paul y unos pocos que lo apoyaban trancaron la puerta del templo desde adentro. La muchedumbre afuera trató de sacar los clavos del marco de la puerta, los dos bandos “casi se fueron a los puños” y “casi todo el mundo se independizó”.

En última instancia los norteamericanos recapturaron la mayor parte de las iglesias, aparentemente diciendo a los independentistas Maya que sus aliados sólo los traicionarían después de tomar el control. De todas maneras, así es como un hombre leal a la misión explicó el conflicto: los ladinos intentaban posesionarse de las iglesias y oprimir a los indígenas. Según los Hefley, “propagandistas anti-norteamericanos” eran los culpables, pero cuando Guillermo Townsend regresó “los viejos le contaron sus penas”. El dominó la crisis diciendo a los ancianos que harían mejor trabajando con la Misión que en contra de ella{82}. Al igual que su labor ampliamente imitada de Townsend en el altiplano occidental de Guatemala, la historia de las misiones evangélicas entro los indígenas latinoamericanos ha sido siempre una lucha entre tres polos: los indígenas, los misioneros y los ladinos.

Notas

{60} Townsend 1920:5.

{61} Elvira Townsend, pp. 16-18 Central American Bulletin 15 de noviembre 1920.

{62} pp. 9-10 Central American Bulletin 15 de julio 1920.

{63} Townsend 1924-5: 15 de setiembre pp. 9-10.

{64} p. 3 Central American Bulletin 15 de enero 1925.

{65} Townsend en realidad estaba lejos de ser el pionero de la traducción bíblica entre los Cakchiquel, algo que él y Wycliffe siempre han pretendido. Según una tesis (Coke 1978:166, 183, 317) de la Escuela Fuller de Misión Mundial, una traducción Cakchiquel del Evangelio de Marcos, producida por la Sociedad Bíblica Británica y Exterior, estaba siendo distribuida por la misma Misión Centroamericana de Townsend catorce años antes de su llegada al campo.

{66} Hefleys 1974:58-9.

{67} Townsend 1924-5: 15 de enero pp. 17-20 y Townsend 1925: 11.

{68} Townsend 1924-5: 15 de enero p. 17 y Townsend 1936:311.

{69} Por razones políticas, que bien podrían apoyarse en la experiencia, el Instituto Lingüístico sostiene ahora que sus programas de educación bilingüe refuerzan la lengua materna en vez de reemplazarla con la lengua dominante. Sin embargo, en la sede de la primera misión del fundador, el español ha reemplazado al Cakchiquel como el idioma más usado. Para evitar “la vergüenza” en la escuela, los padres enseñan a sus hijos el español primero{70}. Townsend no puede ser responsabilizado y San Antonio sigue siendo un municipio indígena.

{70} Sheldon Annis, borrador de tesis Ph. D sobre San Antonio Aguas Calientes, University of Chicago.

{71} Burgess 1957.

{72} Townsend 1924-5: 15 de enero p. 17.

{73} Warren (1978:136-7) describe la importancia de poder pasar corno ladino, un punto anotado por Townsend (1936:350). Brintnall (1979b.647-9) presenta las significaciones contradictorias de la ladinización.

{74} Falla 1978:546.

{75} Falla 1972:38.

{76} Townsend, pp. 14-6 Central American Bulletin 15 de mayo 1923.

{77} pp. 12-4 ibid 15 de enero 1921.

{78} Hefleys 1974:56 y Townsend 1936:276.

{79} La descripción más completa de la SBA sobre la labor de Townsend está en Jordan 1926:13-44, 60-2.

{80} Hefleys 1974:59.

{81} pp. 7-8 Central American Bulletin 15 de marzo 1929.

{82} Hefleys 1974:70 y entrevistas del autor, San Antonio Aguas Calientes y Patzún, agosto 1978.

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