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← Quito 1985 · capítulo 2 · páginas 41-45 →

David Stoll · ¿Pescadores de hombres o fundadores de Imperio? El Instituto Lingüístico de Verano en América Latina

El fundador en Guatemala

A los dueños de las plantaciones de El Salvador occidental debió parecerles el fin del mundo. Una noche de enero de 1932, bajo volcanes en erupción, los campesinos Pipil se sublevaron en contra de sus amos. En el pueblo de Juayua, el reverendo A. Roy MacNaught, de la Misión Centroamericana, se despertó con el estruendo de golpes. En la calle una multitud estaba derribando la puerta de la oficina de telégrafos. Después de matar a un policía, los rebeldes incendiaron la propiedad del hombre más rico del pueblo, lo mataron a balazos y saquearon todas las tiendas y casas de los acomodados. “Cuando me asomé por la mañana”, escribió el reverendo McNaught, “vi una bandera roja izada en el ayuntamiento. Estábamos bajo el dominio comunista por primera vez”{1}.

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México, Guatemala y El Salvador

Uno de los colegas de Guillermo Townsend había presenciado la primera insurrección dirigida por comunistas en el hemisferio occidental. Fue la respuesta del Partido Comunista a un fraude electoral perpetrado por una dictadura militar que, sin embargo, logró sofocar la rebelión a tiempo excepto entre los Pipil, a quienes pronto arrasaron las ametralladoras del ejército. Buques de guerra de Estados Unidos y Canadá se acercaron a la costa, pero no desembarcaron sus Marines. Entre las represalias gubernamentales, cuya envergadura se estima en forma conservadora de cien a uno, el reverendo MacNaught vio asesinar, bajo sospecha de ser comunistas, a muchos de sus propios conversos. Cuatro años más tarde su ex-supervisor, Guillermo Townsend, los recordó en “Un cuento de indígenas y levantamiento en América Central”. La novela, que apareció en forma seriada en la revista Revelación de Filadelfia, nos cuenta qué pensaba Townsend mientras organizaba el Instituto Lingüístico de Verano. [42]

Tolo, el hijo del volcán exalta a un traductor Maya de la Biblia como libertador de su pueblo de la opresión de las plantaciones. En su mayor parte, se trata de un cuadro, apenas disfrazado de ficción, del trabajo que realizó el propio Townsend para la Misión Centroamericana en el vecino país de Guatemala entre 1917 y 1932. Pero parece desembocar en fantasía: Bartolomé “Tolo” Timanit, ayudante del misionero y fiel evangelizador, hace el sacrificio supremo para detener una revolución Maya dirigida por un bolchevique ruso. Si bien el autor ubica este martirio en el año 1932, coincidente con la insurrección de los Pipil en El Salvador, el lugar que le asigna no es ése sino su país vecino, al sur de las propias misiones de Townsend en el altiplano occidental de Guatemala. “Tendrán tierra, escuelas, libertad, si siguen la Palabra de Dios y le obedecen al gobierno”, dice Tolo a sus hermanos Maya. El malvado ruso mata al evangelista, un volcán entra en erupción y los rebeldes supersticiosos caen de rodillas. Así se salva Guatemala de un baño de sangre como aquél de El Salvador.

Encontramos, entonces, en la concepción misma del Instituto Lingüístico, el fantasma del comunismo en las Américas y la esperanza de que la Biblia lo exorcice. Los quince años que Townsend vivió con los campesinos Maya de Guatemala le sirvieron para familiarizarse con el capitalismo atrasado de las repúblicas cafetaleras y bananeras. Culpó a las clases dominantes locales por lo que veía, no a las empresas y proconsulares norteamericanas que también sacaban provecho. Era tan grande el sufrimiento de los pobres, advirtió Townsend, que sólo el Evangelio y la Reforma social podían evitar la revolución sangrienta que La Matanza salvadoreña de 1932 había presagiado para su propio campo misional. Esta convicción era tan firme que transformó a los conversos ‘comunistas’ asesinados en El Salvador en la figura, probablemente novelesca, de un mártir ejecutado por impíos comunistas. “Mariscales del progreso”, como su mártir Tolo, frustarían a los extremistas y conducirían a los Maya de Guatemala a una nueva época de salvación, libertad y prosperidad{2}.

Mientras Townsend escribía su historia de indígenas y levantamientos en 1934-35, llevaba su obra de traducción bíblica a México, país azotado por la lucha de clases más abierta de América Latina. Al recoger sus experiencias con la Misión Centroamericana en Guatemala, así como al prever su rol en la Revolución Mexicana, el cuento de Townsend anticipa la labor del Instituto Lingüístico. Junto con informes anteriores que había redactado para el boletín de la Misión Centroamericana, esta historia proporciona una excelente oportunidad de hallar el sentido atribuido tanto por Townsend como por el Instituto Lingüístico a la traducción de la Biblia. Estos escritos históricos y semi-históricos también dan lugar a preguntas [43] fundamentales acerca de las misiones evangélicas norteamericanas. ¿Qué las ha traído a América Latina? ¿Cómo han conseguido seguidores entre campesinos católicos? ¿Los Maya protestantes han cumplido con las expectativas de sus pastores norteamericanos? Tales preguntas se resumen en la imagen presentada por Townsend de revolucionarios Maya de rodillas ante un mártir indígena evangélico.

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El altiplano occidental de Guatemala

Notas

{1} McNaught 1932:8

{2} Townsend 1936:350.

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