David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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Evangelismo y Oliver North

Los eventos recientes no han sido buenos para la derecha religiosa. Una vergüenza es la caída y ruina de los televangelistas, o por lo menos de sus reputaciones. Es cierto que Pat Robertson tiene aún que fracasar. Pero su campaña presidencial de 1988 no pudo llegar, más allá de sus partidarios carismáticos, a la más amplia población evangélica, no se diga a los conservadores no religiosos. Jim Bakker, el fundador y estrella de los Ministerios PTL, está acabado como líder evangélico. Su fin se debe menos a la acusación original de sexo hotelero con una secretaria, que a la historia de homosexualidad revelada subsecuentemente. Esto sin mencionar su abuso de los donantes, por ejemplo, al malversar las contribuciones misioneras para otros propósitos tales como su parque de diversiones. Como resultado, las donaciones para todos los ministerios de televisión cayeron.

Para los evangélicos centroamericanos, el golpe más serio fue la caída de Jimmy Swaggart y su separación de una de las denominaciones más grandes y de más rápido crecimiento en la región, las Asambleas de Dios. Al ser el evangelista más activo durante varios años en América Central, Swaggart había atraído a cientos de miles de salvadoreños, hondureños y costarricenses a sus avivamientos. Sus subsidios para las Asambleas en la región eran substanciales. En iglesias cuya concepción de la deidad había sido moldeada por imágenes de los Estados Unidos, Jimmy Swaggart se encontraba cerca de Dios. Por lo tanto, para los creyentes fue un golpe enterarse de que, mientras llevaba a tantos hacia Cristo, se había comprometido regularmente con una prostituta.

No está claro cómo afectará el escándalo a la posición de Swaggart y de otros evangelistas norteamericanos –tal vez muy poco, debido a la función de las imágenes de redención, imágenes tan poderosas que un evangelista puede utilizar transgresiones y remordimiento para revalidar su atractivo–. Pero podemos suponer dos efectos. En primer lugar, el desorden en la industria de difusión evangélica afectaría el flujo de dólares hacia las iglesias centroamericanas. En el caso de Swaggart, se dice que había abastecido el 40 por ciento de los fondos y materiales para los programas médicos y educativos de las Asambleas de Dios en Honduras.{36} Se reportó que había entregado 6 millones de dólares a las Asambleas en [383] El Salvador.{37} Después del anuncio de su pecado y su salida de los medios de comunicación, muchos de sus contribuyentes norteamericanos dejaron de entregar dinero: el ingreso de 3 millones de dólares semanales bajó a 1,1 millones.{38} Para salvar a su operación de la bancarrota, Swaggart tenía que regresar al aire lo más pronto posible. Con este fin, se vio forzado a violar las sanciones disciplinarias impuestas por su denominación. Debido a sus grandes contribuciones para el presupuesto misionero de las Asambleas, el dolor no fue sólo suyo. No obstante, la oficina central de los Estados Unidos, en Springfield, Missouri, cortó todos los vínculos y compromisos con su evangelista más famoso.

Esto levanta un segundo posible efecto de la caída de Swaggart: hacer públicas las diferencias dentro de las Asambleas de Dios sobre sus antiguas operaciones conjuntas en América Central. Debido a su dependencia en el dinero y la imagen de Jimmy Swaggart, las denominaciones hijas de Springfield no estaban necesariamente de acuerdo en acabar con él. Su programa continuaba saliendo al aire en ocho o nueve países de América Latina, a pesar de que Springfield quería clausurarlo. Si él emprendía nuevas cruzadas en la región, éstas podían convertirse en concursos de lealtad para las Asambleas, con las iglesias nacionales forzadas a elegir entre su estructura denominacional y su líder más dinámico.

El proceso de paz en Nicaragua y la descomposición de la guerra contra los sandinistas constituye otra vergüenza para la derecha religiosa. Es probable que la guerra nunca haya sido muy popular entre los hermanos centroamericanos. En Nicaragua, la mayoría de los evangélicos hubieran preferido mantenerse al margen del conflicto. En Honduras, los evangélicos apenas compartían el entusiasmo de los misioneros norteamericanos de ir al rescate de los refugiados y contras nicaragüenses.{39} Aparte de desviar el auxilio de los hondureños, las visiones norteamericanas sobre luchadores cristianos para la libertad significaban montar una guerra que ningún hondureño parecía desear. A medida que las tropas contras se rebelaban contra su corrupto liderazgo, una deserción a la amnistía sandinista fue el Comandante Alfa Lima, un predicador evangélico que había dirigido una unidad contra particularmente efectiva en Chontales.{40} La desintegración del ejército contra aisló a los [384] norteamericanos partidarios de la guerra, dejándolos con poca compañía salvo sus confundidos donantes en los Estados Unidos.

Consideren el dilema de Equipos Cristianos de Auxilio de Emergencia (CERTs), una empresa al estilo paramilitar centrada cerca de Camp Pendleton, la principal base de los marines estadounidenses en California. Para financiar sus expediciones médicas de ayuda a los contras, CERT estaba acostumbrada a realizar las solicitudes más crudas. Una empezó con una supuesta declaración por parte del comandante sandinista Tomás Borge, desde las escaleras del congreso estadounidense: que iba a mandar a millones de mexicanos a cruzar la frontera para que cada uno de ellos diera muerte a diez norteamericanos.{41} Para 1988, el fundador de CERT solicitaba contribuciones para una «misión secreta» que instalaría una bomba de agua en una comunidad nicaragüense. Acompañados por un doctor, un equipo de CERT cruzaría clandestinamente la frontera a Nicaragua, cavaría un pozo e instalaría una bomba, todo en menos de un día. Antes de partir, colocarían una placa en la bomba, para que los habitantes de la comunidad supieran que los responsables de esto eran sus amigos cristianos en los Estados Unidos. Pocos meses antes, un comandante sandinista había permitido que los mismos norteamericanos que enviaban este llamado distribuyeran Biblias a las tropas sandinistas.{42}

Debido a que la guerra para la cual se prestó la derecha religiosa era clandestina, no se sabe exactamente quién y qué estuvo involucrado. Pero dos cosas están claras. La primera, que fue el Teniente Coronel Oliver North quien realizó el reclutamiento de los evangelistas para la guerra contra los sandinistas. La segunda, que el estigma sería compartido por evangélicos inocentes. Debido a que Oliver North será utilizado para explicar al evangelismo en otros lugares, es importante dar una idea de cómo funcionaba su esquema y de cuán típico podía ser.

Permítannos recordar que, para justificar el ataque a Nicaragua, el gobierno de Ronald Reagan se comprometió en una campaña sistemática para pintar a la revolución sandinista en los peores términos posibles. Desde 1983 en adelante, el flujo de información, mucha de ella falsa o distorsionada, fue canalizado a través de dos entidades nuevas, la Oficina de Diplomacia Pública, en el Departamento de Estado, y el [385] Grupo de Trabajo para el Alcance sobre América Central, en la Casa Blanca. Entre los públicos claves a quienes se dirigían se encontraban los evangélicos, cuyos líderes eran invitados a reuniones regulares en Washington.

Los expositores en estas reuniones incluían a representantes del Instituto sobre Religión y Democracia (IRD), el cual concebía el acusar a los sandinistas de persecución religiosa como su deber más importante. También estaba involucrado un funcionario del Consejo de Seguridad Nacional, el teniente coronel de marina Oliver North, quien poco después se convertiría en el coordinador de la guerra psicológica contra los sandinistas. El blanco de North consistía tanto en norteamericanos como en nicaragüenses. «La idea es la de, poco a poco, demonizar al gobierno sandinista para convertirlo en un enemigo real en las mentes del pueblo americano», explicó un oficial que se oponía a estos esfuerzos.{43} Particularmente abierto al mensaje de North se encontró un sector del movimiento evangélico que se toma en serio a los demonios, los pentecostales y carismáticos de la derecha religiosa.

En una época en la que el apoyo norteamericano para la contrainsurgencia era bajo, el gobierno reaganista y la derecha religiosa tuvieron cierto éxito en demonizar a movimientos revolucionarios que, irónicamente, estaban apoyados por un gran número de cristianos. En Nicaragua, el derrocar a un gobierno que, en términos de derechos humanos, se portaba mejor que los aliados estadounidenses en la región, se convirtió en una cruzada. Dada la falta general de apoyo norteamericano para la guerra, la derecha religiosa en los Estados Unidos se convirtió en su partidario más importante a nivel popular. Extrañamente, aquellos que profesaban su cristianismo en la forma más vigorosa eran los más indiferentes a los métodos empleados: la destrucción de clínicas, las violaciones a las mujeres, el degollamiento de prisioneros, el hacer explotar a camiones cargados con civiles. En pocas palabras, era un testimonio relevante.

Después de que el congreso norteamericano suprimió la ayuda para los contras en 1984, North empezó a reclutar a evangelistas simpatizantes en una «red privada de apoyo» autorizada por la Casa Blanca, en violación de muchas leyes. Phil Derstine, de Cruzada Evangélica, ha reconocido que su ministerio para los contras en Honduras surgió de una [386] invitación de Oliver North, quien «abrió las puertas para nosotros.»{44} John Olson, de Misiones Transmundiales, también se mostró muy impresionado con los informes de la Casa Blanca, incluyendo los de North, e inició un ministerio para los refugiados vinculados con los contras en Costa Rica.{45} A juzgar por sus actividades, otros grupos que participaban en la red de North incluían a Operación Bendición, el brazo de auxilio de la Cadena Cristiana de Difusión de Pat Robertson; los arriba mencionados Equipos Cristianos de Auxilio de Emergencia; Amigos de las Américas, de Baton Rouge, Luisiana; y los Amigos de la Libertad, de Addison, Texas, este último organizado por el hijo evangélico del conocido vocero ateo Madelyn Murray O'Hare. Una razón por la que North tuvo éxito al reclutar a estos grupos, mayormente carismáticos, era que él mismo era carismático, como miembro de la Iglesia de los Apóstoles, en Fairfax, Virginia.{46} «Yo estudio el buen libro», él o uno de sus colegas opinó sobre la teología de la liberación en una reunión en la Casa Blanca, «y Jesucristo nunca aconsejó a nadie que tome un rifle.»{47}

Por lo tanto, era esto lo que se escondía detrás de la bulliciosa actividad de los evangelistas norteamericanos en Honduras. Detrás de las idas y venidas –hacia áreas restringidas a través de conexiones con la embajada estadounidense, en aviones militares, llevando provisiones a los refugiados y realizando ministerios para los contras– se encontraba un teniente coronel en la Casa Blanca, dirigiendo a los evangelistas hacia áreas sensibles para entregar regalos e ideología. Eso tampoco era todo. Oliver North y la CIA también entregaban dinero al sector antisandinista de los católicos nicaragüenses, aparentemente ocultando la fuente a los receptores.{48} Cuando Monseñor Federico Argüello preguntó sobre el origen de los 31.000 dólares anónimamente depositados en su cuenta bancaria, North le dijo que provenían de una fundación privada.{49} Es exactamente lo que los alarmistas antiimperialistas habían prevenido durante algún tiempo.

Existen escenas similares de actividad evangélica en El Salvador y en Guatemala. Una industria regular de grupos atiende las necesidades físicas y espirituales de los centroamericanos. Con frecuencia carismáticos, su estilo es un puente efectivo, no sólo hacia los pobres, sino también hacia los centroamericanos de las clases media y alta, que ocupan posiciones en la estructura de poder y que se han convertido a las [387] iglesias carismáticas.{50} Mientras algunas agencias son conocidas, otras son tan pequeñas y tan nuevas, que todavía no se encuentran en los listados de misiones.{51} Algunas parecen poco más que un individuo inspirado, apoyado por gente de su lugar de origen, y con un avión para entregar las provisiones. ¿Qué hay detrás de tanta actividad? Tal vez refleja simplemente el empresarialismo de los evangélicos del Cinturón de Sol estadounidense, norteamericanos provincianos que están descubriendo al mundo y tratan de salvarlo, al igual que los protestantes del este y del oeste medio que llevaron su evangelio alrededor del mundo durante el siglo diecinueve.

Esta es la explicación que yo preferiría, una explicación sociológica y sencilla. Desafortunadamente, la guerra reaganista contra los sandinistas nos obliga a preguntarnos si Oliver North y otros hombres como él podían también estar instrumentando al evangelismo en otros lugares. Ultimamente, no ha habido un déficit de voluntarios para Dios y Patria. Con frecuencia, los nuevos grupos en América Central están estableciendo relaciones con embajadas estadounidenses a través de mecanismos como el financiamiento de USAID para organizaciones privadas voluntarias. En este sentido, Oliver North y los evangelistas a quienes orientó pueden ser simplemente una versión dramática de una relación común: el evangelista norteamericano, a menudo un aficionado sin experiencia, que trabaja con el personal de la CIA en las embajadas norteamericanas, el cual ha sido restaurado y reforzado bajo el reaganismo. A la larga, veremos las memorias de algunos de estos guerreros de embajadas, unos pocos desilusionados, otros defendiendo su servicio como hombres honorables. Sin duda leeremos cuán ingenuos y útiles fueron los ministerios carismáticos; primero donaciones para ganar al pueblo, luego animadas reuniones pentecostales para alejar las mentes de la revolución y alinearlas con el siguiente paso estadounidense.

Para aquellos que temen y desconfían del crecimiento evangélico, Oliver North y sus amigos han confirmado la idea de que es el resultado de la planificación estratégica de los Estados Unidos. Que el evangelismo es un juego de estafa espiritual que atrae con dólares a los latinoamericanos, que trabaja estrechamente con la estructura de poder local, y que cumple con las órdenes de Washington. Esta es la explicación conspiracionista para el crecimiento evangélico en América Latina, [388] una explicación ampliamente aceptada en la Iglesia Católica, en la izquierda, y dondequiera que el sectarismo divida a los pobres entre sí. Este no fue el cuadro que quise pintar cuando empecé el libro; era la mitología antiimperialista a la que yo quería refutar. Mientras tanto, Oliver North y sus evangelistas hicieron este gran daño a sus hermano evangélicos: demostraron al mundo que ésta es la verdad.

A pesar de ciertos cambios alentadores en el movimiento misionero, Oliver North y la derecha religiosa han demostrado que algunas cosas no cambian. El evangelismo continúa siendo utilizado como un instrumento no sólo para la política extranjera de los Estados Unidos, sino de ocultas e inmorales «guerras sucias.» Vietnam atrajo a la misma clase de evangelistas, y también lo hará la siguiente guerra norteamericana de contrainsurgencia. Desde el Africa del Sur hacia las Filipinas y de vuelta en América Central, los evangelistas de la derecha religiosa continuarán proyectando sus demonios en las luchas por los derechos humanos elementales. Si el siguiente gobierno de los Estados Unidos continúa confiando en la derecha religiosa como un público clave, este sector del movimiento misionero continuará teniendo el impacto que tuvo en Nicaragua –apoyando a las políticas militaristas, publicitándolas y ayudando a ponerlas en práctica en coordinación con las embajadas norteamericanas–.{52}

Si la experiencia en América Central se convierte en una guía, las misiones evangélicas más establecidas tendrán sus dudas. Pero poco se dirá en público. Nada se dirá en casa, para que los sostenedores no capten la idea de que sus misioneros son sospechosamente liberales. En cuanto a estos donantes, cuyo comportamiento electoral tiene tanto impacto sobre el resto del mundo, continuarán sin tener una idea de quiénes son los responsables por el terror y la pobreza en el campo misionero. Por lo tanto, seguirán eligiendo a políticos que prefieren enviar ataques aéreos. Mientras que las visiones de guerra santa de la derecha religiosa se sigan infundiendo en la política exterior de los Estados Unidos, las actividades de todos los evangélicos continuarán siendo identificadas con ellas. Los misioneros seguirán enfrentando acusaciones de trabajar para el gobierno estadounidense, y tendrán que culparse a sí mismos por no adoptar una posición clara en contra de la perversión de su mensaje. [389]

Este podría ser el resultado de todo el esfuerzo por evangelizar al mundo para el año 2000. Aunque hombres como Oliver North estén convirtiendo al evangelismo en una estrategia del Pentágono, sin embargo, sigo creyendo que éstos no son toda la historia. Aunque la CIA tenga una academia para entrenar predicadores, yo creo que éstos y sus neófitos pueden ir en direcciones no previstas. Al igual que los sindicatos y cooperativas auspiciados por los Estados Unidos, los grupos religiosos no están encadenados a los objetivos de sus fundadores. Sigo creyendo que la problemática más importante no es que los misioneros norteamericanos continúen sucumbiendo a las tentaciones del militarismo. La religión evangélica en América Latina va mucho más allá. La historia más importante es la que sucede a nivel popular.

Notas

{36} Resource Center 1988a: 15.

{37} Resource Center 1988a: 38.

{38} Carta para obtener fondos, mayo de 1988, Jimmy Swaggart Ministries (Baton Rouge, Louisiana).

{39} Resource Center 1988a: 7, 50.

{40} Prensa Asociada, San Francisco Chronicle, 28 de mayo de 1988, pág. A10.

{41} Victor Miller, «Becks Says Contra Revolution Began as a Spiritual Battle», Chattanooga News-Free Press, 31 de enero de 1988.

{42} Circular para obtener fondos, CERT (Carlsbad, California), recibida en mayo de 1988.

{43} Barry et al 1986: 15.

{44} Bill Moyers, «God and Politics: The Kingdom Divided», 1987, Public Affairs Television.

{45} Carta de Trans World Missions para obtener fondos, mayo de 1985.

{46} Alessandra Stanley, «Faith in a True Believer», Newsweek, 16 de febrero de 1987, pág. 23.

{47} Washington Post, 24 de septiembre de 1983, pág. A5.

{48} Robert Parry y Tamar Jacoby, «Covert Aid and the Church», Newsweek, 15 de junio de 1987, pág. 27. Para más detalles, ver «Nicaraguan Internal Opposition Receives U.S. Funds», Washington Report on the Hemisphere, 16 de marzo de 1988, pág. 5.

{49} Joseph E. Davis, «Covert Aid and the Church», Nicaragua in Focus, julio-agosto de 1987, págs. 4-8, una publicación del Instituto Humberto Belli, de Puebla, que intenta refutar el informe de Newsweek.

{50} «The Rise of the Religious Right in Central America», Resource Center Bulletin, Verano-Otoño 1987, págs. 1-4.

{51} Wilson y Siewert 1986. Para los directorios de estos grupos, particularmente en Honduras, véase Resource Center 1988a, 1988b y 1988c.

{52} Robert Matthews, «Sowing Dragon's Teeth», NACLA Report on the Americas, julio-agosto de 1986, págs. 16-18.

 

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