David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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Visiones contrastantes de la Reforma

Tanto se ha dicho sobre el conflicto entre el protestantismo evangélico y la teología de la liberación que es bueno recordar qué tienen en común. A cada lado de esta gran línea divisoria mitopoética, un creciente número de cristianos imaginan el cambio religioso como el prólogo para la transformación social. Los dos se inspiran en la Biblia, tienen mucha fe en el potencial espiritual del pueblo latinoamericano, y sueñan con redimir –en éste o en aquel lado del milenio– al tiránico y pecaminoso orden de las cosas. A pesar de que no se han invertido muchos esfuerzos en comparar la Reforma en América Latina con la que se dio en Europa,{5} tanto el evangelismo como la teología de la liberación sostienen que el fermento religioso en Latinoamérica producirá un nuevo orden social. Creen, además, que éste será cristiano.

No obstante, las dos visiones de la reforma pronto se apartan. Consideren, por ejemplo, sus presunciones respectivas sobre los Estados Unidos. Mientras que los teólogos de la liberación identifican a este país como la principal razón para el retraso de América Latina, muchos evangélicos lo aclaman como un modelo de progreso, democracia y redención, una verdadera nación escogida. Luego viene la pregunta sobre cómo la fe religiosa lleva hacia la transformación social. Para los cristianos que practican la teología de la liberación, la salvación de las almas [368] tiene poco sentido aparte de cambiar un orden social que arruina a tantas vidas. Al analizar el pecado en términos de la estructura de clase, comprenden a la salvación como a un proceso de concientizar a la gente y de organizarla para que tome una acción política. Su idea de la reforma es una lucha política, inspirada en la fe religiosa pero combatida en las trincheras del conflicto de clase.

La visión evangélica correspondiente es francamente mística, especialmente en su énfasis en el poder de la conversión personal. De acuerdo a los evangélicos, el primer paso (y con frecuencia el único) es para la salvación de los individuos. A medida que la gente se convierte, de la sociedad hacia nuevos grupos que están «dentro pero no son del» mundo, surge una nueva moral que luego se filtra de vuelta a la sociedad. Los conservadores hablan de la conversión como si ésta volviera innecesario el cambio estructural: los hombres y las mujeres renacidos, y no una revolución social, reformarán a América Latina. Guiados por la Biblia, piensan los conservadores, los soldados respetarán los derechos humanos, los políticos dirán la verdad, los empresarios harán dinero honestamente, los trabajadores ganarán su pan de cada día, y los desempleados encontrarán empleo. No todos los evangélicos se limitan a soñar con una versión idealizada del orden social actual como ésta: en contraste con aquellos que encarnan sus esperanzas en un general del ejército guatemalteco, otros colocan las suyas en la Revolución Sandinista. Sin embargo, todos están de acuerdo en que la manera de transformar América Latina es «salvando» a la mayor cantidad de gente posible.

Para aquellos acostumbrados a analizar a América Latina en términos estructurales, el levantamiento moral podría parecer una fórmula ingenua. La herencia cultural protestante de una isla caribeña como Jamaica no la ha salvado de las consecuencias del capitalismo dependiente. Para aquellos que conocen la competencia y el rencor de la vida eclesiástica evangélica, podría parecer improbable que tales instituciones pudieran servir como un ejemplo moral para la sociedad. Pero aún si no aceptamos al moralismo evangélico en sus propios términos debemos tomarlo seriamente, ya que demuestra que los evangélicos no sólo vuelven sus espaldas al mundo y dicen a los pobres que esperen su recompensa en el cielo. Incluso aquellos que enfatizan su rechazo a la sociedad, [369] se ocupan de las esperanzas de los latinoamericanos en el nivel íntimo y efectivo de la moral y superación personales.

Los evangélicos predican que la forma de mejorar la vida es mejorar la conducta personal. A través de lo que podrían parecer amonestaciones ineficaces, se ocupan de un nivel de cultura que tiende a ser ignorado por la izquierda: la ética y sus implicaciones sociales. Para citar un ejemplo, los padres que evaden sus responsabilidades paternales no son la razón de la miseria de tantos latinoamericanos, pero sí contribuyen a tal proceso en millones de vidas. O consideren el abuso de los cargos y fondos públicos, un abuso tan desenfrenado que destruye la posibilidad para todo salvo para el auto-engrandecimiento. Cuando los revolucionarios llegan al poder y cambian la política de crear expectativas por la de imponer disciplina, su discurso sobre crear un «nuevo hombre» repite el mismo tema de los evangélicos: la necesidad de una nueva autoridad moral y de una nueva moral comunitaria.

Notas

{5} Entre aquellos que han establecido recientes comparaciones con la Reforma en Europa se encuentran Cook 1985, Levine 1985 y Bastián 1986.

 

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