David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
←  nódulo 2002 • capítulo 2 • páginas 56-58  →

Contrarreforma

Estos fueron algunos de los resultados contradictorios detrás de varias décadas de «reevangelización» en América Latina. Por mucho que la teología de la liberación, la renovación carismática y otras innovaciones relacionadas hayan reanimado a la Iglesia Católica, también la dividieron. Es posible que durante la contienda con los evangélicos, las reformas la hayan dejado aún más vulnerable que antes. [57] La revitalización había, por lo menos, debilitado el control centralizado. Fue en respuesta a este último resultado irrefutable que, en la década de 1980, el Papa Juan Pablo II trató de reunificar a la Iglesia, con el fin de reafirmar su propia autoridad en Roma.

Una forma por la cual el Papa trató de restaurar la autoridad centralizada, señalaba Dayton Roberts de la Misión Latinoamericana, fue al estimular la santidad católica tradicional, como los cultos a la Virgen María y a los santos. El Papa también puso énfasis sobre la función del sacerdote como un intermediario esencial entre Dios y los fieles. Para los protestantes y católicos que afirmaban mantener una relación directa con Jesús, éstos eran retrocesos ominosos. Desde la Reforma en Europa, los protestantes han considerado que la adoración a los santos es una idolatría. Líderes evangélicos temían que, al revivir los rituales católicos comunales, se reviviría la persecución que sus primeros adeptos habían sufrido antes del ecumenismo de los años sesenta.{37}

Cuando se le pidió que especificara a quienes denunciaba como «falsos profetas» en un viaje a Latinoamérica, el Papa Juan Pablo II se refirió a los Adventistas del Séptimo Día, mormones, y testigos de Jehová, mas no a los protestantes ortodoxos.{38} No obstante, los evangélicos no se mostraron convencidos. Señalaron que las acusaciones contra dichos grupos generalmente eran seguidas por ráfagas indiscriminadas contra las «sectas», las cuales incluían a sus propias iglesias. El fervor mesiánico en el recibimiento al Papa durante su visita a América Central en 1983, aseguró William Taylor de la Misión Centroamericana, produjo una ola de polémica católica a la antigua.{39} Los evangélicos temían que la campaña del Papa para unir a las diferentes facciones de la Iglesia Católica era a costa suya, convirtiéndolos en el enemigo al que se debe atacar. Les guste o no, la oposición a sus avances era una forma de unir nuevamente a las diferentes tendencias católicas.

Pero la reafirmación de la autoridad jerárquica se podía convertir en otra oportunidad para los evangélicos. Debido a que los reformadores católicos habían sido influenciados por la necesidad de competir con el protestantismo, tanto las comunidades de base como la renovación carismática debían algo a la vitalidad religiosa de los evangélicos. Cuando el Papa realizó una gira por América Latina, las autoridades católicas ya [58] tenían la costumbre de repartir grandes cantidades de Biblias. En varios países, las Sociedades Bíblicas Unidas informaron que estaban vendiendo más escrituras a través de los católicos que de los protestantes.{40} Pero si las peregrinaciones del Papa hacia América Latina tuvieron éxito en reafirmar la autoridad central, un número aún mayor de católicos podría sentirse obligado a partir hacia iglesias que les permitieran seguir su propia conciencia.

«Juan Pablo II define a la Iglesia en términos de sus obispos», explicó un ex-jesuita. «El problema es que generalmente nombra a hombres muy mediocres, y luego se pregunta cuál es la dificultad cuando son incapaces de mostrar carisma de liderazgo. El poder de estos hombres viene desde arriba, y por tanto, allá acuden en momentos difíciles. La Iglesia como 'el pueblo de Dios' (según el Vaticano II) es una amenaza para ellos. Cuando se encuentran con un grupo dinámico como el de los evangélicos, se vuelven indefensos. El liderazgo tiene que volverse más amplio. Y Juan Pablo II reconoce que esto es demasiado arriesgado. El no lo haría y le va a costar. El énfasis que pone el Papa en la obediencia a la jerarquía está, en realidad, destruyendo el futuro de la Iglesia.»{41}

Este era el dilema detrás de la polémica contra las sectas. La Iglesia Católica perdería más gente al reafirmar la autoridad clerical, pero también lo haría en caso contrario. Sin importar lo que hicieran los católicos, se estaban enfrentando al dolor de pasar de ser el pastor espiritual de América Latina hacia un papel de menos importancia, de ser la iglesia tradicional. Era como si el protestantismo fuera una reforma inevitable, que surgía del mismo catolicismo. Ya sea que ocurriere dentro o fuera de la Iglesia, iba a ocurrir.

Notas

{37} W. Dayton Roberts, «Latin America in the 1980s» Latin America Evangelist, enero-febrero de 1981, pp. 4-5, y marzo-abril de 1981, pp. 6-8; y «What Latins are Saying About Pope John Paul II», Latin America Evangelist, mayo-junio 1982 (pp. 10-11).

{38} Latin America Evangelist, octubre-diciembre 1985, p. 20.

{39} Taylor 1984: 5.

{40} C. René Padilla, «Liberation Theology is Remarkably Protestant», Christianity Today, 15 de mayo de 1987, p. 12.

{41} Thomas Scheetz al autor, 2 de noviembre de 1986. Para estudios de caso acerca de conflictos sobre la autoridad en la Iglesia Católica, véanse los ensayos en Levine 1986.

 

←  David Stoll¿América Latina se vuelve protestante?  →

© 1990-2002 David Stoll • © 2002 nodulo.org